Maktub (spanish) - Coelho Paulo 6 стр.


D ice el maestro: Existen dos dioses. El dios que nuestros profesores nos enseñaron, y el Dios que nos enseña. El dios sobre el cual la gente acostumbra a hablar, y el Dios que conversa con nosotros. El dios que aprendemos a temer, y el Dios que nos habla de misericordia. Existen dos dioses. El dios que está en las alturas, y el Dios que participa de nuestra vida diaria. El dios que nos cobra, y el Dios que perdona nuestras deudas. El dios que nos amenaza con los castigos del infierno, y el Dios que nos muestra el mejor camino. Existen dos dioses. Un dios que nos aplasta con nuestras culpas, y un Dios que nos libera con Su amor.

U na vez le preguntaron al escultor Miguel Ángel cómo hacía para crear obras tan magníficas. -Es muy simple -respondió Miguel Ángel-. Cuando miro un bloque de mármol, veo la escultura dentro. Todo lo que tengo que hacer es retirar las esquirlas. Dice el maestro: Estamos destinados a crear una obra de arte. Es el punto central de nuestra vida y, por más que intentemos engañarnos, sabemos lo importante que es para nuestra felicidad. Generalmente, esta obra de arte está oculta por años de miedos, culpas, indecisiones. Pero si decidimos sacar esas esquirlas, si no dudamos de nuestra capacidad, somos capaces de llevar adelante la misión que nos fue designada. Y ésta es la única manera de vivir con honra.

U n anciano a punto de morir busca a un joven, y le narra una historia heroica: durante una guerra, ayudó a un hombre a huir. Le dio abrigo, alimento y protección. Cuando ya estaban llegando a un lugar seguro, este hombre decidió traicionarlo y entregarlo al enemigo. -¿Y cómo escapó usted? -pregunta el joven. -No escapé; soy el otro, soy el que traicionó -dice el viejo-. Pero al contar esta historia como si fuese el héroe, puedo comprender todo lo que hizo por mí.

D ice el maestro: Todos nosotros necesitamos amor. El amor forma parte de la naturaleza humana, tanto como comer, beber y dormir. Muchas veces nos sentamos ante un bonito atardecer, completamente solos, y pensamos: «Nada de esto tiene importancia, porque no puedo compartir toda esta belleza con nadie.» En estos momentos, vale la pena preguntar: ¿cuántas veces nos han pedido amor, y nosotros simplemente giramos la cara para otro lado? ¿Cuántas veces hemos tenido miedo de acercarnos a alguien, y decirle, con todas las letras, que estábamos enamorados? Cuidado con la soledad. Es tan viciosa como las drogas más peligrosas. Si el atardecer ya no tiene sentido para ti, sé humilde y parte en busca de amor. Piensa que, así como otros bienes espirituales, cuanto más estés dispuesto a dar, más recibirás a cambio.

U n misionero español visitaba una isla cuando se encontró con tres sacerdotes aztecas. -¿Cómo rezan ustedes? -preguntó el padre. -Sólo tenemos una oración -respondió uno de los aztecas-. Decimos: «Dios, Tú eres tres y nosotros somos tres. Ten piedad de nosotros.» -Voy a enseñaros una oración que Dios escucha -dijo el misionero. Les enseñó una oración católica, y siguió su camino. Poco antes de volver a España, tuvo que pasar por aquella misma isla donde había estado algunos años antes. Cuando la carabela se acercaba, el padre vio a los tres sacerdotes caminando sobre las aguas. -Padre, padre -dijo uno de ellos-. Por favor, vuelva a enseñarnos la oración que Dios escucha, porque no conseguimos recordarla. -No importa -respondió el padre, al ver el milagro. Y pidió perdón a Dios, por no haber entendido que Él hablaba, todas las lenguas.

S an Juan de la Cruz enseña que, en nuestro camino espiritual, no debemos buscar visiones ni seguir las palabras de otros que ya han recorrido este camino. Nuestro único apoyo debe ser la fe, porque la fe es algo limpio, transparente, que nace en nuestro interior, y no puede ser confundida. Un escritor estaba conversando con un padre y le preguntó qué era la experiencia de Dios.-No lo sé -respondió el padre-. Todo lo que he tenido hasta hoy ha sido la experiencia de mi fe en Dios. Y esto es lo más importante.

D ice el maestro: El perdón es una carretera de doble sentido. Siempre que perdonamos a alguien, también nos estamos perdonando a nosotros mismos. Si somos tolerantes con los demás, es más fácil aceptar nuestros propios errores. Así, sin culpa y sin amargura, conseguimos mejorar nuestra actitud ante la vida. Cuando realmente permitimos que el odio, la envidia, la intolerancia, vibren a nuestro alrededor, terminamos consumidos por esta vibración. Pedro le preguntó a Cristo: -Maestro, ¿debo perdonar siete veces a mi prójimo? Y Cristo respondió: -No sólo siete, sino setenta veces. El acto de perdonar limpia el plano astral, y nos muestra la verdadera luz de la Divinidad.

D ice el maestro: Los antiguos maestros acostumbraban a crear «personajes» para ayudar a sus discípulos a lidiar con el lado más sombrío de la personalidad. Muchas de las historias relacionadas con la creación de personajes se transformaron en famosos cuentos de hadas. El proceso es simple: basta con traspasar tus angustias, miedos, decepciones, a un ser invisible que está a tu lado izquierdo. Él funciona como el «villano» de tu vida, sugiriéndote siempre actitudes que no te gustaría adoptar, pero que terminas adoptando. Una vez creado tal personaje, es más fácil no obedecer sus consejos. Es extremadamente simple. Y por eso funciona muy bien.

– ¿C ómo puedo saber cuál es la mejor manera de actuar en la vida? -preguntó el discípulo al maestro. El maestro le pidió que construyese una mesa. Cuando la mesa estaba casi lista, y sólo le faltaba clavar las puntas en la parte superior, el maestro se acercó. El discípulo clavaba las puntas con tres golpes precisos. Una de las puntas, sin embargo, se resistía y el discípulo tuvo que dar un golpe más. El cuarto golpe enterró el clavo demasiado, y la madera se agrietó. -Tu mano estaba acostumbrada a tres martillazos -dijo el maestro-. Cuando una acción pasa a ser controlada por el hábito, pierde el sentido, y puede terminar causando daños.»Cada acción es una acción, y sólo existe un secreto: jamás dejes que el hábito dirija tus movimientos.

C erca de la ciudad de Soria, en España, existe una antigua ermita enclavada en la roca, donde vive, desde hace unos años, un hombre que lo abandonó todo para dedicarse a la contemplación. El viajero va a visitarlo una tarde de otoño; es recibido con toda la hospitalidad posible. Tras compartir un pedazo de pan, el ermitaño le pide que lo acompañe hasta un riachuelo próximo, para recoger algunas setas comestibles. En el camino, un joven se les acerca. -Santo hombre -dice-, he oído decir que, para alcanzar la iluminación, no debemos comer carne. ¿Es eso cierto? -Acepta con alegría todo lo que la vida te ofrece -responde el hombre-. No pecarás contra el espíritu, pero tampoco blasfemarás contra la generosidad de la tierra.

D ice el maestro: Si el camino es muy difícil, procura oír a tu corazón. Procura ser lo más honesto posible contigo mismo, mira si realmente estás siguiendo tu camino, pagando el precio de tus sueños. Si aún así sigues recibiendo golpes de la vida, llega un momento en que es preciso quejarse. Hazlo con respeto, como un hijo se queja a un padre, pero no dejes de pedir un poco más de atención y de ayuda. Dios es padre y madre, y los padres siempre esperan lo mejor de su hijo. Puede ser que el aprendizaje esté siendo demasiado duro, y no cuesta nada pedir una pausa, un cariño. Pero nunca exageres. Job se quejó en el momento oportuno y sus bienes le fueron devueltos. Al Afid se acostumbró a quejarse por todo y Dios dejó de escucharlo.

L as fiestas de Valencia, en España, tienen un curioso ritual, cuyo origen está en la antigua comunidad de los carpinteros. Durante todo el año, artesanos y artistas construyen gigantescas esculturas de madera. En la semana de fiestas, las plantan en el centro de la ciudad. La gente pasa, comenta, se deslumbra y se conmueve ante tanta creatividad. Entonces, el día de San José, todas estas obras de arte, excepto una, son quemadas en una gigantesca hoguera, ante millares de curiosos. -¿Por qué tanto trabajo en vano? -preguntó una inglesa, mientras las inmensas llamas subían al cielo. -Usted también morirá algún día -respondió una española-. ¿Se le ha ocurrido a usted que en ese momento un ángel le pregunte a Dios: «¿Por qué tanto trabajo en vano?»

U n hombre muy piadoso se vio, de repente, privado de todas sus riquezas. Sabiendo que Dios podía ayudarlo en cualquier circunstancia, comenzó a rezar: -Señor, haz que gane a la lotería -pedía él. Durante años y años rezó, y continuó siendo pobre. Finalmente llegó el día de su muerte y, como era muy piadoso, fue directamente al cielo. Al llegar, se negó a entrar. Dijo que había vivido toda su vida de acuerdo con los preceptos religiosos que le habían enseñado, y que Dios jamás había hecho que ganase a la lotería. -Todo lo que me prometiste, Señor, no es más que una mentira -dijo el hombre, enfadado. -Siempre quise ayudarte a ganar -respondió el Señor-. Sin embargo, por más que yo quería ayudarte, nunca compraste un billete de lotería.

U n viejo sabio chino caminaba por un campo de nieve cuando vio a una mujer llorando. -¿Por qué lloras? -preguntó él. -Porque me acuerdo del pasado, de mi juventud, de la belleza que veía en el espejo, de los hombres que amé. Dios fue cruel conmigo porque me dio memoria. Él sabía que yo recordaría la primavera de mi vida, y que lloraría. El sabio contempló el campo de nieve, con la mirada fija en un punto. En un determinado momento, la mujer paró de llorar. -¿Qué estás mirando? -preguntó. -Un campo de rosas -dijo el sabio-. Dios fue generoso conmigo porque me dio memoria. Él sabía que, en el invierno, yo siempre podría recordar la primavera y sonreír.

D ice el maestro: La Leyenda Personal no es tan simple como parece. Al contrario, puede ser una actividad peligrosa. Cuando queremos algo, ponemos en marcha energías poderosas, y ya no podemos ocultarnos el verdadero sentido de nuestra vida. Cuando queremos algo, escogemos el precio que vamos a pagar. Seguir un sueño tiene un precio. Puede exigir que abandonemos viejos hábitos, puede hacernos pasar dificultades, tener decepciones, etc. Pero, por alto que sea ese precio, nunca es tan alto como el que paga el que no vivió su Leyenda Personal. Porque éstos un día mirarán atrás, verán todo lo que hicieron y escucharán a su propio corazón decir: «He desperdiciado mi vida.» Creedme, ésta es una de las peores frases que alguien puede oír.

E n uno de sus libros, Castañeda cuenta que, una vez, su maestro le mandó ponerse el cinto de los pantalones en el sentido contrario al que estaba acostumbrado. Castañeda así lo hizo, seguro de que estaba aprendiendo un valioso instrumento de poder. Meses después, comentó con su maestro que, gracias a aquella práctica mágica, estaba aprendiendo más de prisa que antes. -Al invertir la dirección del cinto, transformo la energía positiva en negativa -dijo. El maestro soltó una gustosa carcajada. -¡Los cintos nunca han modificado la energía! Te mandé hacer eso para que, siempre que te pusieses el pantalón, recordases que estás en un aprendizaje mágico. Fue la conciencia del aprendizaje, y no el cinto, lo que te hizo crecer.

U n maestro tenía cientos de discípulos. Todos rezaban a su hora, excepto uno, que vivía en estado de embriaguez. El día de su muerte, el maestro llamó al discípulo borracho y le transmitió los secretos ocultos. Los otros se enfadaron. -¡Qué vergüenza! -decían-. Pues nos hemos sacrificado por un maestro equivocado, que no sabe ver nuestras cualidades. Dijo el maestro: -Necesitaba contarle estos secretos a un hombre que yo conociese bien. Los que parecen muy virtuosos generalmente esconden la vanidad, el orgullo, la intolerancia. Por eso, escogí al único discípulo en el que yo podía ver el defecto: la embriaguez.

D el padre cisterciense Marcos García: «A veces Dios nos niega una determinada bendición para que podamos comprenderlo más allá de los favores y de las peticiones. Él sabe hasta qué punto puede probar un alma, y nunca va más allá de este punto.»En estos momentos jamás debemos decir "Dios me ha abandonado." Jamás lo hace: nosotros sí que podemos, a veces, abandonarlo. Si el Señor nos somete a una gran prueba, también nos da siempre las fuerzas suficientes (yo diría, más que suficientes) para superarla. «Cuando nos sentimos lejos de Su rostro, debemos preguntarnos: ¿estamos aprovechando lo que Él ha puesto en nuestro camino?»

A veces pasamos días o semanas enteras sin recibir ningún gesto de cariño del prójimo. Son períodos difíciles, cuando el calor humano se pierde, y la vida se resume en un arduo esfuerzo de supervivencia. Dice el maestro: Debemos examinar nuestro propio lar. Debemos echar más lefia, e intentar iluminar la sala oscura en la que se ha convertido nuestra vida. Cuando escuchemos que nuestro fuego crepita, que la madera chasquea, las historias que cuentan las llamas, la esperanza nos será devuelta. Si somos capaces de amar, también seremos capaces de ser amados. Es simplemente una cuestión de tiempo.

A lguien rompió un vaso durante la comida. -Esto es señal de buena suerte -comentaron. Todos los presentes conocían esta tradición. -¿Por qué es señal de buena suerte? -preguntó un rabino que formaba parte del grupo. -No sé -dijo la mujer del viajero-. Tal vez sea una antigua manera de hacer que el huésped siempre se sienta cómodo. -Ésa no es la explicación correcta -respondió el rabino. -Ciertas tradiciones judaicas dicen que cada hombre tiene una cota de suerte, que va usando en el transcurso de su vida. Puede hacer que esta suerte produzca intereses, si sólo la usa para cosas que realmente necesita; o puede desperdiciarla en vano. «También nosotros, los judíos, decimos "buena suerte" cuando alguien rompe un vaso. Pero esto significa: qué bien, no has desperdiciado tu suerte intentando evitar que este vaso se rompiese. Entonces, podrás usarla para cosas más importantes.

E l padre Abraham se enteró de que cerca del monasterio de Sceta había un ermitaño con fama de sabio. Fue a buscarlo y le preguntó: -Si hoy te encontrases a una bella mujer en tu cama, ¿podrías pensar que no es una mujer? -No -respondió el sabio-, pero podría contenerme. El padre continuó. -Y si vieses monedas de oro en el desierto, ¿podrías ver ese oro como si fuesen piedras? -No -dijo el sabio-, pero podría controlarme para no cogerlas. El padre Abraham insistió: -Y si te buscasen dos hermanos, uno que te odia, y otro que te ama, ¿podrías pensar que ambos son iguales? Dijo el sabio: -Aun sufriendo por dentro, trataría al que me ama de la misma manera que al que me odia. -Os voy a explicar qué es un sabio -dijo el padre a sus novicios, cuando volvió-. Es aquel que, en vez de matar sus pasiones, consigue controlarlas.

F rasier escribió durante toda su vida sobre la conquista del Oeste americano. Orgulloso de ostentar en su curriculum el guión de una película protagonizada por Gary Cooper, cuenta que pocas veces en su vida se aburrió de algo. -Aprendí mucho de los pioneros americanos -dice él-. Luchaban contra los indios, cruzaban desiertos, buscaban agua y comida en regiones remotas.»Y todos los registros de la época muestran una característica curiosa: los pioneros sólo escribían o hablaban de las cosas buenas. En vez de quejarse componían música y hacían bromas sobre las dificultades enfrentadas. Así conseguían apartar el desánimo y la depresión. Y hoy, a mis ochenta y ocho años, procuro comportarme de la misma manera.

E l texto está adaptado de un poema de John Muir: «Quiero dejar mi alma libre para que pueda disfrutar de todos los dones que los espíritus poseen. Cuando esto sea posible, no intentaré conocer los cráteres de la luna, ni perseguir los rayos del sol hasta su fuente. No procuraré entender la belleza de la estrella, ni la desolación artificial del ser humano. «Cuando sepa cómo liberar mi alma, seguiré a la aurora, y trataré de volver con ella a través del tiempo. Cuando sepa liberar mi alma, me sumergiré en las corrientes magnéticas que desembocan en un océano donde todas las aguas se cruzan, y forman el Alma del Mundo.»Cuando sepa liberar mi alma, procuraré leer la espléndida página de la Creación desde el principio.»

U no de los símbolos sagrados del cristianismo es la figura del pelícano. La explicación es simple: ante la total ausencia de comida, el pelícano abre su pecho con el pico, y les ofrece su propia carne a sus crías. Dice el maestro: Muchas veces somos incapaces de entender las bendiciones que recibimos. Muchas veces no nos damos cuenta de lo que Él hace para mantenernos espiritualmente alimentados. Hay un cuento sobre un pelícano que, durante un riguroso invierno, consigue sobrevivir a su autosacrificio durante algunos días, ofreciendo su propia carne a sus hijos. Cuando, finalmente, muere de debilidad, una de las crías comenta con otra: -Menos mal. Estaba cansado de comer todos los días lo mismo.

S i estás insatisfecho por algo, aunque sea algo bueno, que te gustaría realizar y no lo consigues, para ahora. Si las cosas no marchan, sólo existen dos explicaciones: o tu perseverancia está siendo probada, o necesitas cambiar de rumbo. Para descubrir cuál de las opciones es la correcta, ya que son actitudes opuestas, usa el silencio y la oración. Poco a poco, las cosas se van aclarando misteriosamente, hasta que tienes fuerzas suficientes para escoger. Una vez tomada la decisión, olvida por completo la otra posibilidad. Y sigue adelante, porque Dios es el Dios de los Valientes. Dijo Domingos Sabino: -Al final, todo siempre acaba bien. Si las cosas no van bien, es porque todavía no has llegado al final.

E l compositor Nelson Motta estaba en Bahía cuando decidió visitar a la Madre Menininha do Gantois. Tomó un taxi y, en el camino, el conductor se quedó sin frenos. El coche derrapó en medio de la autopista, pero, aparte del susto, no ocurrió nada grave. Al encontrarse con la Madre Menininha, lo primero que Nelson le contó fue el amago de accidente a mitad de camino. -Hay ciertas cosas que ya están escritas, pero Dios busca la manera de que pasemos por ellas sin ningún problema serio. O sea, formaba parte de tu destino un accidente de coche en este momento de tu vida -dijo ella-. Pero como puedes ver -concluyó la Madre Menininha-, ocurrió todo, y no ocurrió nada.

– F altó algo en su charla sobre el Camino de Santiago -dice una peregrina al viajero, al salir de la conferencia. -He notado que la mayoría de los peregrinos, tanto en el Camino de Santiago, como en los caminos de la vida, siempre procuran seguir el ritmo de los demás -dice ella-. Al inicio de mi peregrinación, procuraba ir siempre a la par de mi grupo. Me cansaba, le exigía a mi cuerpo más de lo que podía dar, vivía en tensión, y acabé teniendo problemas en los tendones del pie izquierdo. Imposibilitada para andar durante dos días, comprendí que sólo conseguiría llegar a Santiago si obedecía a mi ritmo personal.»Tardé más que los demás, tuve que andar sola muchos trechos, pero fue el hecho de respetar mi propio ritmo el que me permitió completar el camino. Desde entonces aplico esto a todo lo que tengo que hacer en la vida.

C reso, rey de Lidia, estaba decidido a atacar a los persas, pero, aun así, resolvió consultar a un oráculo griego. -Estás destinado a destruir un gran imperio -comentó el oráculo. Contento, Creso declaró la guerra. Tras dos días de lucha, Lidia fue invadida por los persas, su capital saqueada, y el propio Creso apresado. Indignado, pidió a su embajador en Grecia que volviese al oráculo para decirle que habían sido engañados. -No, no fuisteis engañados -respondió el oráculo al embajador-. Habéis destruido un gran imperio: Lidia. Dice el maestro: El lenguaje de las señales está ante nosotros, para enseñarnos la mejor manera de proceder. Sin embargo, intentamos distorsionar esas señales, de modo que «concuerden» con aquello que queremos hacer a toda costa.

B uscaglia cuenta la historia del cuarto rey mago, que también vio la estrella brillar sobre Belén, pero que siempre llegaba con retraso a los lugares en los que Jesús podría estar, porque pobres y miserables pedían su ayuda. Después de treinta años siguiendo los pasos de Jesús por Egipto, Galilea, Betania, el rey mago llega a Jerusalén; es demasiado tarde, el niño ya se ha transformado en un hombre y lo van a crucificar ese mismo día. El rey había comprado perlas para Cristo, pero tuvo que venderlas casi todas para ayudar a la gente con la que se cruzó en el camino. Sólo quedó una perla, y el Salvador ya había muerto. -Fallé en la misión de mi vida -piensa el rey mago. En ese momento, escucha una voz: -Al contrario de lo que piensas, me has encontrado durante toda tu vida. Estaba desnudo, y me vestiste. Tuve hambre, y me diste de comer. Estaba preso, y me visitaste. Estaba en todos los pobres de tu camino. Muchas gracias por tantos regalos de amor.

U n cuento de ciencia ficción habla de una sociedad donde casi todos nacían preparados para un trabajo; técnicos, ingenieros o mecánicos. Algunos nacían sin ninguna habilidad; éstos eran enviados a un sanatorio mental, ya que los locos eran totalmente incapaces de contribuir en nada a la sociedad. Uno de los locos se rebela. El sanatorio tiene una biblioteca, y él intenta aprender todo lo que puede sobre ciencia y arte. Cuando cree que ya sabe lo suficiente, decide huir, pero es capturado y llevado a un centro de estudios fuera de la ciudad. -Sé bien venido -dice uno de los encargados del centro-. Son justamente a aquellos que se ven forzados a descubrir su propio camino a los que más admiramos. Puedes hacer lo que quieras a partir de ahora, pues gracias a personas como tú, el mundo consigue avanzar.

A ntes de partir hacia un largo viaje, el comerciante fue a despedirse de su mujer. -Nunca me has dado un regalo que esté a mi altura -dijo ella. -Mujer ingrata, todo lo que te he dado me costó años de trabajo -respondió el hombre-. ¿Qué más te podría dar? -Algo que sea tan bello como yo. Durante dos años, la mujer esperó su regalo. Finalmente el comerciante regresó. -Conseguí encontrar algo tan bello como tú -dijo él-. Lloré ante tu ingratitud, pero decidí cumplir tu deseo. He pasado todo este tiempo pensando qué regalo sería tan bello como tú, y acabé encontrándolo. Y le tendió a su mujer un pequeño espejo.

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