EL PUENTE Y LA PASARELA
Existe gente que, en vez de tratar de mejorar aquello que hace, trata siempre de destruir lo que otros intentan hacer. La historia que sigue está basada en un cuento de Silvio Paulo Albino:
Cierto hombre, después de muchos años de trabajo y meditación para hallar la mejor forma de cruzar el río que se encontraba frente a su casa, construyó una pasarela. Resulta que los habitantes de la aldea raramente se atrevían a cruzarla, a causa de su precariedad.
Un hermoso día pasó por allí un ingeniero. Junto con los habitantes, construyeron un puente, lo cual enfureció al constructor de la pasarela. A partir de entonces comenzó a decir, a todo el que quisiera oírlo, que el ingeniero no respetaba su trabajo.
– ¡Pero la pasarela aún sigue ahí!, respondían los habitantes. -Es un monumento a sus años de esfuerzo y meditación.
– Nadie la usa -el hombre, nervioso, insistía.
– Usted es un ciudadano respetado, y lo apreciamos. Pero si la gente considera que el puente es más bello y más útil que la pasarela, ¿qué podemos hacer?
– ¡El río que atraviesa es mío!
– Pero señor, a pesar del respeto que sentimos por su trabajo, tenemos que decirle que el río no es suyo. Podemos cruzarlo a pie, en barco, nadando, de cualquier manera que deseemos; si las personas prefieren cruzar por el puente, ¿por qué no respetarles su deseo?
"Finalmente, ¿cómo podemos confiar en alguien que, en lugar de tratar de mejorar su pasarela, se pasa todo el tiempo criticando el puente?
NO BASTA CON RENUNCIAR
Conocí a la pintora Miye Tamaki durante un seminario sobre Energía Femenina en Kawaguciko, Japón. Le pregunté cuál era su religión.
– Ya no tengo una religión -me respondió ella.
Al darse cuenta de mi sorpresa, explicó:
– Fui educada como budista. Los monjes me enseñaron que el camino espiritual es una renuncia constante: tenemos que superar nuestra envidia, nuestro odio, nuestras angustias de fé, nuestros deseos.
"Conseguí liberarme de todo esto, hasta que un día mi corazón se quedó vacío:
los pecados se habían ido, y mi naturaleza humana también."
"Al principio me sentí feliz, pero luego me dí cuenta que ya no compartía las alegrías y las pasiones de las otras personas. Fue entonces que dejé la religión:
hoy tengo mis conflictos, mis momentos de rabia y desesperación, pero sé que estoy de nuevo cerca de los hombres -y en consecuencia cerca de Dios".