EN EL AEROPUERTO
Estaba viajando de New York a Chicago, con rumbo a la feria de libros de la American Booksellers Association. De repente, un joven se puso de pie en el pasillo del avión:
– Necesito doce voluntarios -dijo. -Cada uno va a llevar una rosa, cuando aterricemos.
Varias personas levantaron la mano. Yo también lo hice, pero no fui elegido.
Pero de todos modos, decidí acompañar al grupo. Descendimos, el joven señaló a una muchacha en el vestíbulo del aeropuerto de O'Hare. Uno a uno, los pasajeros fueron entregándole sus rosas. Al final, el joven la pidió en matrimonio frente a todos -y ella aceptó.
Un comisario de a bordo me comentó:
– Desde que trabajo aquí, es lo más romántico que ha ocurrido en este aeropuerto.
DE BUDA Y LA VIRGEN MARÍA
El monje vietnamita Thich Nhat Hanh es uno de los más respetados maestros de budismo de occidente.
En un viaje a Sri Lanka, encontró seis niños descalzos. "No eran niños de una favela, sino del campo; mirándolos, ví que formaban parte de la naturaleza que los rodeaba.
Él estaba solo en la playa, y todos corrieron en esa dirección. Como Thich Nhat Hanh no hablaba el idioma, se limitó a abrazarlos, y fue correspondido.
Sin embargo, en un momento dado, recordó una antigua plegaria budista: "Me refugio en Buda". Comenzó a cantarla, y cuatro de los niños hicieron lo mismo, batiendo palmas, y reconociendo un texto que tal vez sus padres les hubiesen enseñado. Thich Nhat Hanh entonces hizo señas a los dos niños que habían permanecido callados. Ellos sonrieron, unieron las palmas de sus manos, y dijeron en pali: "Me refugio en la Vírgen María".
El sonido de la plegaria era el mismo. En aquella playa, aquella tarde, Thich Nhat Hanh cuenta que encontró una armonía y una serenidad que muy pocas veces había experimentado.