Brida - Coelho Paulo 5 стр.


Al mismo tiempo, la idea de la Otra Parte no se le iba de la cabeza ni por un minuto. Al principio creyó que estaba volviendo a la adolescencia, a los sueños del príncipe encantado que cruzaba montañas y valles para buscar a la dueña de un zapatito de cristal o para besar a una mujer adormecida. "Los cuentos de hadas siempre hablan de la Otra Parte", bromeaba ella misma. Los cuentos de hadas fueron su primera inmersión en el mundo mágico en el que estaba ahora ansiosa por entrar, y más de una vez se preguntó por qué las personas terminaban alejándose tanto de este mundo, aun sabiendo las inmensas alegrías que la infancia dejaba en sus vidas.

"Quizá porque no estén contentas con la alegría." Encontró su frase medio absurda, pero la registró en su Diario como algo creativo.

Después de una semana con la idea de la Otra Parte rondándole en la mente, Brida empezó a ser poseída por una sensación aterradora: la posibilidad de escoger al hombre equivocado. La octava noche, al despertarse una vez más para contemplar sin ningún resultado las cartas del tarot, decidió invitar a su novio a cenar al día siguiente.

Escogió un restaurante que no era muy caro, pues él siempre quería pagar las cuentas a pesar de que el sueldo como asistente de catedrático de Física de la Universidad era bastante más bajo que el de ella como secretaria. Aún era verano y se sentaron en una de las mesas que el restaurante colocaba en la acera, a la orilla del río.

– Quiero saber cuándo los espíritus me dejarán dormir contigo otra vez -dijo Lorens, de buen humor. Brida lo miró con ternura. Le había pedido que estuviera quince días sin ir al departamento y él había accedido, haciendo tan solo las protestas suficientes para que ella entendiese cuánto la amaba. También él, a su manera, buscaba los mismos misterios del Universo; si algún día le pidiese que se mantuviera quince días alejada, ella tendría que aceptar.

Cenaron sin prisa y sin conversar mucho, mirando las barcas que cruzaban el río y a las personas que paseaban por la acera. La botella de vino blanco que estaba en la mesa se vació y fue pronto sustituida por otra. Media hora después las dos sillas estaban juntas, y contemplaban abrazados el cielo estrellado de verano.

– Fíjate en este cielo -dijo Lorens, acariciándole los cabellos-. Estamos mirando a un cielo de millares de años atrás.

Él le había dicho eso el día en que se encontraron. Pero Brida no quiso interrumpir, ésta era la manera en que él compartía su mundo con ella.

– Muchas de estas estrellas ya se apagaron y, sin embargo, sus luces todavía están recorriendo el Universo. Otras estrellas nacieron lejos y sus luces aún no llegaron hasta nosotros.

– ¿Entonces nadie sabe cómo es el cielo verdadero? -ella también había hecho esa pregunta la primera noche. Pero era bueno repetir momentos tan agradables.

– No lo sabemos. Estudiamos lo que vemos, y no siempre lo que vemos es lo que existe.

– Quiero preguntarte una cosa. ¿De qué materia estamos hechos? ¿De dónde vinieron esos átomos que forman nuestro cuerpo?

Lorens respondió, mirando el cielo antiguo: -Fueron creados junto con estas estrellas y este río que estás viendo. En el primer segundo del Universo. -Entonces, después de este primer momento de Creación, ¿no se añadió nada más?

– Nada más. Todo se movió y se mueve. Todo se transformó y continúa transformándose. Pero toda la materia del Universo es la misma de billones de años atrás. Sin que un átomo tan siquiera haya sido agregado.

Brida se quedó mirando el movimiento del río, y el movimiento de las estrellas. Era fácil percibir el río corriendo sobre la Tierra, pero era difícil notar a las estrellas moviéndose en el cielo. No obstante, uno y otras se movían.

– Lorens -dijo por fin, después de un largo tiempo en que los dos se quedaron en silencio, viendo pasar

un barco-. Deja que te haga una pregunta que puede parecer absurda: ¿es físicamente posible que los átomos que componen mi cuerpo hayan estado en el cuerpo de alguien que vivió antes de mí?

Lorens la miró, espantado.

– ¿Qué es lo que estás queriendo saber? -Sólo esto que te pregunté. ¿Es posible?

– Pueden estar en las plantas, en los insectos, pueden haberse transformado en moléculas de helio y estar a millones de kilómetros de la Tierra.

– Pero, ¿es posible que los átomos del cuerpo de alguien que ya murió estén en mi cuerpo y en el cuerpo de otra persona?

Él se quedó callado, por algún tiempo. -Sí, es posible -respondió finalmente.

Una música distante comenzó a sonar. Venía de una barcaza que cruzaba el río y, a pesar de la distancia, Brida podía distinguir la silueta de un marinero enmarcada por la ventana encendida. Era una música que le recordaba su adolescencia y traía de vuelta los bailes en la escuela, el olor de su cuarto, el color de la cinta con que acostumbraba atarse la cola de caballo. Brida se dio cuenta de que Lorens jamás había pensado en lo que ella acababa de preguntarle, y quizá en este momento estuviera procurando saber si en su cuerpo había átomos de guerreros vikingos, de explosiones volcánicas, de animales prehistóricos y misteriosamente desaparecidos.

Pero ella pensaba en otra cosa. Todo lo que quería saber era si el hombre que la abrazaba con tanto cariño había sido, un día, parte de ella misma.

La barca se fue acercando y su música comenzó a llenar todo el ambiente. En otras mesas se interrumpió

también la conversación para descubrir de dónde venía aquel sonido, porque todos tuvieron algún día una adolescencia, bailes en la escuela y sueños con cuentos de guerreros y hadas.

– Te amo, Lorens.

Y Brida deseó fervientemente que aquel muchacho que sabía tantas cosas sobre la luz de las estrellas tuviese un poco del alguien que ella fuera un día.

"No lo conseguiré."

Brida se sentó en la cama y buscó el paquete de cigarrillos en la mesita de luz. Contrariando todos sus hábitos, resolvió fumar estando aún en ayunas.

Faltaban dos días para encontrarse otra vez con Wicca. Durante aquellas semanas tenía la certeza de haber dado lo mejor de sí. Había colocado todas sus esperanzas en el proceso que aquella mujer bonita y misteriosa le había enseñado, y luchó durante todo el tiempo para no decepcionarla; pero la baraja rehusó revelar su secreto.

Durante las tres noches anteriores, siempre que acababa el ejercicio, tenía ganas de llorar. Estaba desprotegida, sola y con la sensación de que una gran oportunidad se le estaba escapando de las manos. Nuevamente sentía que la vida la trataba de una manera diferente que a las demás personas: le daba todas las oportunidades para que pudiese conseguir algo y, cuando estaba próxima a su objetivo, se abría la tierra y se la tragaba. Así había sucedido con sus estudios, con algunos novios, con ciertos sueños que jamás compartiera con otras personas. Y estaba siendo así con el camino que quería recorrer.

Pensó en el Mago; tal vez pudiese ayudarla. Pero se había prometido a sí misma que sólo volvería a Folk cuando entendiese de magia lo suficiente como para enfrentarlo.

Y ahora parecía que esto jamás llegaría a suceder… Permaneció mucho rato en la cama antes de decidir levantarse y preparar el desayuno. Finalmente tomó valor y decidió enfrentar un día más, una "Noche Oscura Cotidiana" más, como acostumbraba decir desde que había tenido su experiencia en el bosque. Preparó el café, miró el reloj y vio que aún tenía tiempo suficiente.

Fue hasta el estante y buscó, entre los libros, el papel, que le había dado el librero. Existían otros caminos, se consolaba a sí misma. Si había conseguido llegar hasta el Mago, si había conseguido llegar hasta Wicca, terminaría llegando hasta la persona que podía enseñarle de manera que ella pudiera entenderlo.

Pero sabía que esto era sólo una disculpa. "Vivo desistiendo de todo lo que comienzo", pensó, con cierta amargura. Quizá dentro de poco la vida comenzase a percibir esto y dejara de darle las oportunidades que siempre le había dado. O, quizá, desistiendo siempre al comienzo, agotara todos los caminos sin haber dado siquiera un solo paso.

Pero ella era así, y se sentía cada vez más débil, más incapaz de cambiar. Hasta hace algunos años lamentaba sus actitudes, aún era capaz de algunos gestos de heroísmo; ahora se estaba acomodando a sus propios errores. Conocía a otras personas así: se acostumbraban a sus faltas y en poco tiempo confundían sus faltas con virtudes. Entonces ya era demasiado tarde para cambiar de vida.

Pensó en no llamar a Wicca, simplemente desaparecer. Pero existía la librería, y ella no tendría valor para presentarse allí de nuevo. Si desaparecía así, el librero la trataría mal la próxima vez. "Muchas veces, por causa de un gesto impensado mío con una persona, terminé apartándome de otras que me eran queridas." Ahora no podía ser así. Estaba en un camino donde los contactos importantes eran muy difíciles.

Tomó valor y marcó el número que estaba en el papel. Wicca atendió al otro lado.

– No podré ir mañana -dijo Brida.

– Ni tú ni el plomero -respondió Wicca. Brida se quedó algunos instantes sin entender lo que la mujer estaba diciendo.

Pero Wicca comenzó a quejarse de que tenía una avería en la pileta de la cocina, que ya había llamado varias veces a un hombre para arreglarla y que el hombre nunca aparecía. Comenzó a contar una larga historia sobre los edificios antiguos, muy imponentes pero con problemas insolubles.

– ¿Tienes el tarot por ahí cerca? -preguntó Wicca, en mitad del relato del plomero.

Brida, sorprendida, le dijo que sí. Wicca le pidió que esparciese las cartas sobre la mesa, pues iba a enseñarle un método de juego para descubrir si el plomero aparecería o no a la mañana siguiente.

Brida, más sorprendida aún, hizo lo que le mandaba. Esparció las cartas y se quedó mirando, ausente, hacia la mesa, mientras esperaba instrucciones desde el otro lado de la línea. El valor para decir el motivo de la llamada se iba desvaneciendo poco a poco.

Wicca no paraba de hablar, y Brida resolvió escucharla con paciencia. Quizá consiguiese hacerse amiga de ella. Quizá, entonces, ella fuese más tolerante y le enseñase métodos más fáciles de encontrar la Tradición de la Luna.

Wicca, mientras tanto, iba pasando de un asunto a otro, después de hacer todas las quejas sobre los plomeros comenzó a contarle la discusión que había tenido, bien temprano, con la administradora sobre el sueldo del portero del edificio. Después enlazó ese asunto con unas consideraciones sobre las pensiones que estaban pagando a los jubilados.

Brida acompañaba todo aquello con murmullos afirmativos. Estaba de acuerdo con todo lo que la otra decía, pero ya no conseguía prestar atención a nada. Un tedio mortal se apoderó de ella; la conversación de aquella mujer casi extraña sobre plomeros, porteros y jubilados, a aquella hora de la mañana, era una de las cosas más aburridas que había escuchado en toda su vida. Intentó distraerse con las cartas de encima de la mesa, mirando pequeños detalles que habían pasado inadvertidos otras veces.

De vez en cuando Wicca le preguntaba si la estaba escuchando, y ella musitaba que sí. Pero su mente estaba lejos, viajando, paseando por lugares donde jamás estuviera. Cada detalle de las cartas parecía empujarla más hondo en el viaje.

De repente, como quien penetra en un sueño, Brida percibió que ya no conseguía escuchar lo que la otra le decía. Una voz, una voz que parecía venir de dentro de ella -pero que ella sabía que venía de afuera- comenzó a susurrarle algo. "¿Estás entendiendo?" Brida decía que sí. "Sí, estás entendiendo", dijo la misteriosa voz.

Esto, no obstante, no tenía la menor importancia. El tarot frente a ella comenzó a mostrar escenas fantásticas; hombres vestidos apenas con tangas, cuerpos bronceados al sol y cubiertos de aceite. Algunos usaban máscaras que parecían gigantescas cabezas de pez. Nubes pasaban corriendo por el cielo, como si todo estuviese en un movimiento mucho más rápido que el normal, y la escena cambiaba de repente a una plaza, con edificios monumentales, donde algunos viejos contaban secretos a unos muchachos. Había desesperación y prisa en la mirada de los viejos, como si un conocimiento muy antiguo estuviese a punto de perderse definitivamente.

"Suma el siete y el ocho y tendrás mi número. Soy el demonio y firmé el libro", dijo un muchacho vestido con ropas medievales, después que la escena se convirtió en una especie de fiesta. Algunas mujeres y hombres sonreían, y estaban embriagados. Las escenas se cambiaron a templos enclavados en rocas al lado del mar, el cielo comenzó a cubrirse de nubes negras, de donde salían rayos muy brillantes.

Apareció una puerta. Era una puerta pesada, como la puerta de un viejo castillo. La puerta se aproximaba a Brida y ella presintió que en poco tiempo conseguiría abrirla.

"Vuelve de allí", dijo la voz.

Vuelve, vuelve -dijo la voz del teléfono. Era Wicca. Brida quedó irritada porque estaba interrumpiendo una experiencia tan fantástica, para volver a hablar de porteros y plomeros.

– Un momento -respondió. Luchaba por retornar a aquella puerta, pero todo había desaparecido de su frente.

– Sé lo que pasó -repitió Wicca, ante el silencio de Brida-. Ya no voy a hablar más del plomero; estuvo aquí la semana pasada y ya arregló todo.

Antes de cortar, dijo que la esperaba a la hora convenida.

Brida colgó el teléfono, sin despedirse. Se quedó aún mucho tiempo mirando fijamente la pared de su cocina, antes de caer en un llanto convulsivo y relajante.

– Fue un truco -dijo Wicca a una asustada Brida, cuando las dos se acomodaron en los sillones italianos-. Sé cómo te debes estar sintiendo -continuó-. A veces entramos en un camino sólo porque no creemos en él. Entonces, es fácil: todo lo que tenemos que hacer es probar que no es nuestro camino. Sin embargo, cuando las cosas comienzan a suceder y el camino se revela ante nosotros, tenemos miedo de seguir adelante.

Wicca dijo que no entendía por qué muchos prefieren pasar la vida entera destruyendo los caminos que no desean recorrer, en vez de andar por el único que los conduciría a algún lugar.

– No puedo creer que fue un truco -dijo Brida. Ya no tenía aquel aire de arrogancia y desafío. Su respeto por aquella mujer había aumentado considerablemente.

– La visión no fue un truco. El truco al que me refiero fue el del teléfono. Durante millones de años, el hombre siempre habló con aquello que conseguía ver. De repente, en apenas un siglo, el "ver" y el "hablar" fueron separados. Creemos que estamos acostumbrados a esto y no percibimos el inmenso impacto que ello causó en nuestros reflejos. Nuestro cuerpo simplemente todavía no está acostumbrado. El resultado práctico es que, cuando hablamos por teléfono, conseguimos entrar en un estado muy semejante a ciertos trances mágicos. Nuestra mente entra en otra frecuencia, queda más receptiva al mundo invisible. Conozco hechiceras que tienen siempre papel y lápiz junto al teléfono; garabatean cosas aparentemente sin sentido mientras hablan con alguien. Cuando cuelgan, las cosas que han garabateado son generalmente símbolos de la Tradición de la Luna.

– Y ¿por qué el tarot se reveló ante mí?

– Este es el gran problema de quien desea estudiar magia -respondió Wicca-. Cuando comenzamos el camino, siempre tenemos una idea más o menos definida de lo que pretendemos encontrar. Las mujeres generalmente buscan la Otra Parte, los hombres buscan el Poder. Tanto unos como otros no quieren aprender: quieren llegar a aquello que establecieron como meta. Pero el camino de la magia -como, en general, el camino de la vida- es y será siempre el camino del Misterio. Aprender una cosa significa entrar en contacto con un mundo del cual no se tiene la menor idea. Es preciso ser humilde para aprender.

– Es sumergirse en la Noche Oscura -dijo Brida. -No me interrumpas -la voz de Wicca mostraba una irritación contenida. Brida percibió que no era por el comentario; a fin de cuentas, ella había dicho la verdad. "Quizá esté irritada con el Mago", pensó. Quién sabe si no estuvo enamorada de él algún día. Los dos eran más o menos de la misma edad.

– Disculpa -dijo ella.

– No tiene importancia -Wicca también parecía sorprendida de su reacción.

– Me estabas hablando del tarot.

– Cuando tú colocabas las cartas sobre la mesa, siempre tenías una idea de lo que sucedería. Nunca dejaste que las cartas contasen su historia; estabas tratando de que ellas confirmasen lo que tú imaginabas saber. Cuando comenzamos a hablar por teléfono, yo me di cuenta de ello. Percibí también que allí había una señal y que el teléfono era mi aliado. Comencé una conversación aburrida y te pedí que mirases las cartas. Entraste en el trance que el teléfono provoca y las cartas te condujeron a su mundo mágico.

Wicca le pidió que siempre se fijase en los ojos de las personas que estaban hablando por teléfono. Eran ojos muy interesantes.

– Deseo hacer otra pregunta-dijo Brida, mientras las dos tomaban té. La cocina de Wicca era sorprendentemente moderna y funcional-. Quiero saber por qué no dejaste que yo abandonase el camino.

"Porque quiero entender lo que el Mago vio además de su Don", pensó Wicca.

– Porque tienes un Don -respondió. -¿Cómo sabes que tengo un Don? -Es simple. Por las orejas.

"Por las orejas. Qué decepción -se dijo a sí misma Brida-. Y yo pensaba que ella estaba viendo mi halo." -Todo el mundo tiene un Don. Pero algunos nacen con este Don más desarrollado, mientras que otros -como yo, por ejemplo- tienen que luchar mucho para desarrollarlo. Las personas con el Don de nacimiento tienen los lóbulos de las orejas pequeños y pegados a la cabeza. Instintivamente, Brida tocó sus orejas. Era verdad. -¿Tienes coche?

Brida respondió que no.

– Entonces prepárate para gastar un buen dinero en taxi -dijo Wicca, levantándose-. Ha llegado la hora de dar el próximo paso.

"Todo está yendo muy rápido", pensó Brida, mientras se levantaba. La vida se estaba pareciendo a las nubes que viera en su trance.

A media tarde llegaron cerca de unas montañas, que quedaban a unos 39 kilómetros al sur de Dublín. 'Podíamos haber hecho el mismo trayecto en autobús", protestó Brida mentalmente, mientras pagaba el taxi. Wicca había traído consigo un bolso con algunas ropas.

– Si quieren espero -dijo el chofer-. Va a ser bastante difícil encontrar otro taxi aquí. Estamos en mitad de la carretera.

– No se preocupe -respondió Wicca, para alivio de Brida-. Siempre conseguimos lo que queremos.

El chofer miró a las dos con un aire un tanto raro y se fue en el coche. Estaban ante un bosque de eucaliptos que llegaba hasta la base de la montaña más próxima.

– Pide permiso para entrar -dijo Wicca-. A los espíritus del bosque les gustan las gentilezas.

Brida pidió permiso. El bosque, que antes era apenas un bosque común, pareció ganar vida.

– Mantente siempre en el puente entre lo visible y lo invisible -dijo Wicca, mientras andaban en medio de los eucaliptos-. Todo en el Universo tiene vida, procura estar siempre en contacto con esta Vida. Ella entiende tu lenguaje. Y el mundo comienza a adquirir para ti una importancia distinta.

Brida estaba sorprendida por la agilidad de la mujer. Sus pies parecían levitar, apenas hacían ruido en el suelo.

Llegaron a un claro, cerca de una enorme piedra. Mientras procuraba saber cómo había aparecido allí aquella piedra, Brida notó restos de una hoguera en el centro del espacio abierto.

El lugar era hermoso. Aún faltaba mucho para el atardecer y el sol mostraba el colorido típico de las tardes de verano. Los pájaros cantaban, una brisa leve paseaba por las hojas de los árboles. Estaban en una elevación y allí abajo podía ver el horizonte.

Wicca sacó de dentro del bolso una especie de túnica árabe, que se puso encima de su ropa. Después llevó el bolso cerca de los árboles, de modo que no pudiese ser visto desde el claro.

– Siéntate -dijo ella.

Wicca estaba diferente. Brida no sabía explicar si era la ropa o el profundo respeto que el lugar inspiraba. -Antes que nada, tengo que explicarte lo que voy a hacer. Voy a descubrir cómo el Don se manifiesta en ti. Sólo podré enseñarte si sé algo con respecto a tu Don. Wicca pidió a Brida que procurase relajarse, que se entregase a la belleza del lugar, de la misma manera como se había dejado dominar por el tarot.

– En algún momento de tus vidas pasadas, ya estuviste en el camino de la magia. Lo sé por las visiones del tarot que me describiste.

Brida cerró los ojos, pero Wicca le pidió que los volviese a abrir.

– Los lugares mágicos son siempre lindos y merecen ser contemplados. Son cascadas, montañas, bosques, donde los espíritus de la Tierra acostumbran jugar, sonreír y conversar con los hombres. Estás en un lugar sagrado y él te está mostrando los pájaros y el viento.

Назад Дальше