Perdona Si Te Llamo Amor - Федерико Моччиа 13 стр.


Alessandro se apoya en el coche.

 Oh, Dios, qué mal me siento. Debo de habérmela tragado ¿Tengo que vomitar? Me he envenenado.

 ¡Qué va! -Niki se le acerca. Alessandro permanece inmóvil. Niki se le acerca aún más, se aproxima poco a poco a su rostro.

Alessandro piensa que es una extraña manera de agradecérselo, allí, en plena calle, delante de todos. De cualquiera que pase. Aunque por el momento no pasa nadie. Alessandro cierra los ojos. Niki, con su perfume suave, cada vez se le acerca más. Más. Y más Alessandro da un largo suspiro. Niki se detiene de repente. Está muy próxima. Empieza a oler. Una, dos, tres veces.

 ¡No me lo puedo creer!

Alessandro abre los ojos.

 ¿Qué es lo que no puedes creer?

 ¡Tu coche es de gasoil!

 Sí, ¿por qué?

 ¡Porque mi ciclomotor es de gasolina! Menos mal que te lo has bebido. ¡A saber la de daño que hubieses podido hacer todavía!

 No, ni lo sé ni lo quiero saber.

 Perdona, pero me lo podías haber dicho antes, ¿no? Así no habríamos perdido miserablemente el tiempo. Tú mismo lo dices. El tiempo es oro.

 En este caso, también mi camisa y mi chaqueta lo son.

Niki pone el tapón del ciclomotor y también el del depósito del Mercedes.

 Te las llevaré yo a la tintorería, ¿vale? Acuérdate de dejármelas luego.

 Pues claro; no faltaba más, te doy la chaqueta y la camisa y me voy al despacho desnudo de cintura para arriba.

 Perdona, pero tú dijiste que eras un creativo. Un creativo es un artista, ¿no? Y si te apetece ir por ahí así, ¿qué más te da si se ríen? Oye, por casualidad, ¿no tendrás una garrafa en el coche? Podríamos ir a buscar gasolina y volver después.

 No llevo garrafas en el coche.

 Ya lo sospechaba. Bueno, no queda otra solución, de modo que sube al coche. Va.

Alessandro se monta. En cambio, Niki se queda sobre el ciclomotor, al lado del coche, junto al lado del copiloto. Alessandro no comprende.

 Perdona, pero ¿no vienes? Me has dicho que te habías quedado sin gasolina. -La fulmina con la mirada-. ¡No me digas que era una broma!

 ¡Qué broma ni qué broma! Se me ha acabado en serio. Venga, arranca, ve despacito y sin sacudidas, ¿eh? Que yo me agarro.

 ¿Qué? -Alessandro la mira perplejo.

 Me agarro a la ventanilla con el brazo, tú me llevas a la primera gasolinera que encuentres, echamos gasolina, es decir, yo la echo y tú la pagas, y después nos despedimos, es decir, yo me despido.

Alessandro mueve la cabeza, arranca y empuja la palanca del cambio automático. El Mercedes sale lentamente.

 Muy bien, despacio despacio, así.

El brazo de Niki se extiende, Niki se sujeta con fuerza. El ciclomotor empieza a moverse. Niki extiende el brazo del todo, ya no se sujeta con tanta fuerza. El Mercedes va tirando y a su lado también el velomotor. Niki le sonríe.

 Muy bien, lo estás haciendo de maravilla.

Alessandro la mira.

 Gracias.

 Mira la carretera.

Alessandro vuelve a mirar hacia delante, sonríe.

 Tienes razón. -Y luego vuelve a mirarla. Niki está totalmente echada hacia delante. Pero lo mira y también ella le sonríe.

 ¡La carretera!

 Sólo quería ver si todo iba bien. ¿Va todo bien?

De repente una voz a sus espaldas.

 No, no va bien en absoluto.

La patrulla de la policía se acerca al coche de Alessandro. Por la ventanilla aparece una paleta que se mueve arriba y abajo.

 Deténgase, por favor.

Alessandro echa la cabeza hacia atrás.

 No me lo puedo creer. -Detiene lentamente el coche. Y, al bajar, todavía se lo cree menos. Los mismos policías. Serra y Carretti. Ya se acuerda hasta de los apellidos. Serra se dirige hacia él sin dejar de golpearse en la palma de la mano con la paleta.

 ¿Y bien? Desde luego, es usted un reincidente. Pero ¿qué está haciendo? ¿Una carrera a ver quién pierde más puntos del carnet en menos tiempo? No se moleste en explicárnoslo, ¿eh? Porque no entendemos nada.

Alessandro intenta sonreír.

 No, el que no entiende nada soy yo. Parece que sólo me persiguen a mí.

Carretti se le acerca con expresión seria.

 Nosotros estamos de patrulla. Tenemos nuestros turnos, nuestra ronda y, sobre todo, nuestra zona. Y usted está en nuestra zona. De modo que, o cambia de barrio, y así conocerá a nuestros compañeros, o cambia su manera de comportarse que posiblemente sea lo mejor.

Niki se baja del ciclomotor y se ajusta la camiseta, componiéndose un poco.

 Sí, tienen razón, disculpen, pero la culpa es mía. Me he quedado sin gasolina y le he pedido que me llevase a una gasolinera.

Alessandro interviene pero decide no explicar la tentativa fallida de aspirar la gasolina.

 Y como yo no tenía ninguna garrafa

 Claro, porque de lo contrario, usted hubiese llenado la garrafa de gasolina y luego se hubiese ido a dar una vuelta, ¿no?

 Pues claro. ¿Qué iba a hacer si no?

 Entonces se ha librado de una buena, porque en ese caso hubiésemos tenido que llevarlo directamente a comisaría para hacer las comprobaciones pertinentes. Esa gasolina podía servir para la fabricación de cócteles molotov.

 ¿Cócteles molotov? Pero ustedes no están de patrulla. ¡Ustedes la han tomado directamente conmigo! Disculpen, ¿eh?, pero ya se lo he dicho. ¡La chica se ha quedado sin gasolina en su ciclomotor!

 Oiga, ¿está levantando la voz?

 No, es que no logro entender

 Yo diría que somos nosotros los que no le entendemos. Usted sólo crea problemas.

 ¿Yo?

Niki se mete en medio.

 Ok, ok, basta, no discutamos. ¿Saben si hay alguna gasolinera por aquí cerca?

Serra mira a Carretti, que cierra los ojos como diciendo «Vale, dejémoslo estar».

 Sí, hay una aquí mismo, al doblar la esquina. Pero dejen el coche y empujen el ciclomotor.

 Ok, gracias -sonríe Niki-. Han sido muy amables.

Los policías vuelven a su coche. Serra se asoma por la ventanilla.

 Por esta vez pase, pero no nos gustaría volver a encontrarnos con otras situaciones desagradables. Por favor, no cree más problemas. -Y se van derrapando.

Niki empieza a empujar el ciclomotor. Alessandro coge las llaves, cierra la puerta del coche y luego aprieta el botón del mando a distancia conectando la alarma. Luego echa a correr tras ella y la alcanza.

 Venga, tú ponte ahí, que te ayudo a empujar.

Caminan en silencio. Niki lo mira y sonríe.

 ¡Por favor, Alex, te recomiendo que no crees problemas, ¿eh?!

 Ya, claro. Qué extraño, pero desde que te conozco no hago otra cosa.

 En realidad, empezaste a crearlos antes de mí, con tus rusas

 Ah, ya.

Siguen empujando. Alessandro resopla bajo el sol.

 Apesto a gasoil, estoy sudando y, a lo mejor, hasta acabo pegándome fuego. Y ésta era mi hora de la comida.

 Virgen santa, qué pesado eres. Aprovecha y diviértete. Al menos es algo diferente a lo habitual, ¿no?

 Eso puedes darlo por seguro.

 Hay una cosa que no entiendo: ¿por qué cuando los policías se van siempre derrapan?

 ¿Qué es eso? ¿Una de las preguntas del Trivial? Quizá se trate de un defecto de sus coches. ¡El colmo hubiese sido que te agarrases a ellos con el ciclomotor, ja, ja! Venga, ya hemos llegado.

 ¿Tienes diez euros?

 Sí, claro. -Alessandro se mete la mano en el bolsillo y los saca de su cartera. Niki introduce el billete en el servidor.

 Apúntamelo.

 Olvídalo -replica Alessandro sonriente-. Ya he perdido la cuenta.

 Ah, ¿sí? Entonces ¡no te pago la tintorería!

Niki coge la manguera y la mete en el depósito del ciclomotor. Después, cuando la máquina indica diez euros, empieza a saltar sobre el tubo de la manguera que está enrollado por el suelo. Niki salta cada vez más fuerte.

 ¿Y ahora qué estás haciendo?

 Echar gasolina. Mira, el distribuidor sigue girando. 10, 10 y 05, 10 y 20, 10 y 45,10 y 70, 11,00 ¡Es la única manera de protegerse de la subida del petróleo!

 Claro -Alessandro la detiene-, así, si vuelven a pasar esos policías, nos llevan directamente al cuartelillo.

Justo en ese momento oyen:

 ¡Niki! ¡Niki! ¡Menos mal que te he encontrado!

Es Mario, el mecánico, a bordo de su Califfone, que frena ante ellos.

 Mario, ¿qué haces aquí?

 Tengo que decirte una cosa importantísima, Niki Recuerda que ahora no puedes correr. Es como si estuviese en rodaje. Los neumáticos nuevos están recubiertos de cera ¡Como toques el freno, patapán, acabarás con el culo por el suelo!

 ¡Gracias, Mario!

El mecánico sonríe.

 De nada no hay de qué Es que estaba preocupado.

 ¿Has visto? -Niki mira a Alessandro-. ¡Ya te dije que es un mecánico buenísimo!

 ¡No es para tanto! Es mi deber Sois vosotros que me habéis despistado con todas esas escenas teatrales. -Mario arranca su Califfone y se aleja meneando la cabeza.

 ¿Y ahora? -Niki lo mira.

 ¿Ahora qué?

 ¿Ahora cómo voy a Fregene? Tengo allí una competición esta tarde. -Niki ladea la cabeza un poco y abre los ojos, intentando por todos los medios parecer más mona-. Una competición en la que tenía unas ganas locas de participar

 Nooo, nooo, ni hablar. ¡No hagas eso!

Niki se le acerca.

 Venga, ¿por qué tienes siempre que hacerte el duro en lugar de ayudarme?

 ¿Que no te ayudo? Desde que te conocí tengo montado una especie de «puesto de auxilio a Niki».

 Eso mismo, ¿ves cómo eres un tipo agradable? No te vayas a cansar ahora, ¿eh?

Alessandro cruza los brazos.

 Ni hablar, no pienso cambiar de idea sobre esa historia de Fregene.

Treinta y tres

Poco después. En la Aurelia. Dirección Fregene.

 Pero si me vas a llevar con esos morros, ¡¿qué sentido tiene entonces el puesto de auxilio a Niki?!

 En ninguna parte está escrito que además tenga también que sonreír.

 No, pero sería más agradable.

Alessandro esboza una sonrisa forzada.

 ¿Está bien así?

 No, así no vale, no es natural. En ese caso me pongo de morros yo también.

Niki se vuelve hacia el otro lado. Alessandro la mira mientras sigue conduciendo.

 No me lo puedo creer, parecemos dos niños.

Niki se vuelve hacia él.

 ¡Lo malo es que tú crees de verdad que yo soy una niña! Mira, hagamos una cosa: te pago el seguro, la bonificación y todo lo demás. ¿De acuerdo? Así tienes un motivo válido para acompañarme y, sobre todo, y más importante, para sonreír. ¿Ok?

Alessandro sonríe.

 ¿Lo ves? Eso era lo que te quería demostrar

 ¿El qué?

 Puede que tú tengas más años que yo, pero en este caso el niño eres tú.

 Oye, no discutamos, ¿vale? Venga, te acompaño a tu partido. Lo del seguro y todo lo demás se queda como estaba.

 No, de eso nada. Ahora ya lo he dicho y lo haré.

 Vale, como quieras, pero eso quiere decir que yo pago al magnífico mecánico.

 Siempre quieres salirte con la tuya, ¿eh?

 Sí, si no, el puesto de auxilio a Niki no cumpliría con su deber. Dime al menos de qué partido se trata.

 No. Ya lo descubrirás cuando lleguemos. ¿Por qué quieres fastidiarte la sorpresa? Si te lo digo, te haces ya una idea. Es bonito que haya un tiempo para cada cosa. ¿Puedo decirte algo? En mi opinión, tú no te regalas suficiente tiempo.

 ¿Tú crees? -Alessandro la mira.

 Sí, lo creo.

Alessandro coge su teléfono móvil.

 ¿Qué estás haciendo?

 Estoy llamando a la oficina para avisarles de que me estoy regalando tiempo. -Y aprieta la tecla verde. Niki lo mira. Alessandro mueve la cabeza.

 ¿Sí? Andrea, soy yo. -Pausa-. Escucha. Quería decirte que a lo mejor llego más tarde. -Pausa-. Sí, lo sé lo sé ahora te lo explico: me estoy regalando tiempo. -Pausa-. ¿Cómo que para qué sirve eso? Para ser más creativo ¿Que dónde estoy? -Alessandro mira a Niki. Luego se encoge de hombros-. Por ahí Sí, estoy con alguien. Sí también hay un poco de tráfico -Pausa.

Niki saca al vuelo de su bolsillo un folio ya escrito y se lo pasa rápidamente. Alessandro lo coge, lo lee y se queda sorprendido. Luego lo repite en voz alta.

 «Ser creativos quiere decir no ser prisioneros del tiempo de otros. No tener ni límites ni confines, hasta dar con la idea perfecta que te recompensa por todo ese tiempo que ya no está pero que en realidad sigue existiendo todavía, sólo que bajo otras formas.»

Alessandro no está del todo convencido de lo que ha dicho. Pero tiene la impresión de que esa extraña frase ha surtido efecto. Mira a Niki satisfecho mientras escucha lo que Andrea Soldini le está diciendo.

 Vale, vale Está bien, lo entiendo. No, ya te he dicho que no. No cojas el atajo. Que no, que te he dicho que no. No puedes hacerlo. Sí, nos vemos mañana por la mañana en la oficina.

Alessandro cuelga.

Niki lo mira entusiasmada.

 Muy bien, así me gusta. Ahora creerán aún más en ti, se les ocurrirán ideas nuevas, hallarán inspiración, los excitas con esta libertad. Fíate de mí.

 Ok, me fío. -Alessandro sigue conduciendo-. Era bonita esa frase, gracias.

 De nada, imagínate.

 No, lo digo en serio. Le ha dado un sentido a todo lo que estamos haciendo. ¿Cómo se te ocurrió?

 No es mía. La busqué ayer en Google.

 ¡Ah!

 Sabía que me resultaría útil.

Alessandro la mira con otros ojos. Niki entorna un poco los suyos.

 Escucha ésta ¿Sabes la diferencia entre una mujer y una niña?

 No.

 Ninguna. A menudo ambas intentan ser la otra.

 ¿También ésta la encontraste en Google?

 No, ésta es mía. -Y Niki sonríe.

Poco después, cogen el desvío hacia Fregene. Alessandro sigue conduciendo. Niki no para de moverse, de hablar; apoya los pies en el salpicadero con tranquilidad, serena, y se ríe. Pero cuando él finge enfadarse, los baja. Alessandro abre su ventanilla. Respira el aire cálido de los últimos días de abril. Al borde de la carretera, unas espigas pequeñas se doblan al viento. El perfume del verde, la atmósfera casi veraniega, invade el coche. Alessandro respira con los ojos casi cerrados. Es cierto, piensa. Nunca me regalo bastante tiempo. Y quién sabe, a lo mejor se me ocurre alguna idea buena. Y este pensamiento lo deja más tranquilo. Quizá porque, de todos modos, ese tiempo que se ha regalado le parece robado.

 Ya, ya, aparca aquí, hemos llegado. -Niki se baja veloz del coche-. Venga, ven. Vamos, que llegamos tarde.

Sale corriendo a toda velocidad y se sube por una duna de arena y después por unos tablones resecos por el sol que conducen hacia una vieja cabaña.

 Hola, Mastín. ¡Ya estoy aquí! ¡Dame las llaves!

 Hola, Niki, ya está todo el mundo.

 Sí, lo sé.

Llega Alessandro sin aliento.

 Él es mi amigo Alessandro. Alex, espérame aquí y no mires, ¿vale?

Se queda quieto frente al señor a quien ha oído llamar Mastín.

 ¿Qué tal?

Mastín lo mira con curiosidad.

 ¿Usted también es del grupo de los locos?

«No -le gustaría responder a Alessandro-, yo soy el del puesto de auxilio a Niki», pero resultaría muy largo de explicar.

 Sólo he venido a acompañar a Niki, tenía problemas con su ciclomotor.

 ¿Y cuándo no tiene problemas esa chica? Pero es fuerte, ¿eh? Y tiene un corazón de oro. ¿Quiere tomar algo? No sé, una caña, un aperitivo, un poco de agua

 No, nada, gracias.

 Niki aquí tiene crédito. Puede tomar lo que quiera.

 No, en serio, gracias.

En realidad, me gustaría comer, tengo una hambre canina, piensa Alessandro. Es mi hora de comer, ¿sabe? Un poco larga, pensará usted Alessandro casi se siente mal y prefiere no pensar en ello. Ya, qué iluso, tengo que convencerme de que me estoy regalando un poco de tiempo. Justo en ese momento, de una cabina que hay al fondo del local, sale Niki. Lleva un traje de neopreno azul, muy ajustado, y sus rubios y largos cabellos sujetos con una goma del pelo. En las manos lleva una tabla de surf.

 ¡Ya estoy! ¿Lo habías adivinado?

Alessandro se ha quedado boquiabierto.

 No.

 ¿Quién sabe? A lo mejor te animas y lo intentas tú también ¿O ya sabes surfear?

 ¿Yo? Una vez de niño probé con un monopatín

 ¡Venga ya! Bueno, un poco sí que se le parece. Pero ¡en el agua!

 Sí, pero me caí en seguida

 ¡Bueno, por lo menos aquí seguro que no te haces daño! Mastín prepáranos algo, que dentro de un rato comemos. -Después coge a Alessandro de la mano y lo arrastra fuera-. Anda, ven, ven conmigo. -Lo arrastra consigo, salen a la playa y corren juntos hacia el mar. Alessandro avanza a trompicones tras ella, con los zapatos llenos de arena, vestido todavía con traje de trabajo y la camisa apestando a gasoil. Pero Niki no le da tiempo.

 Perfecto, siéntate en ese patín. En seguida vuelvo. -Y echa a correr veloz hacia el agua. Entonces se detiene, suelta la tabla y regresa hacia él, que entretanto ya se ha sentado.

 ¿Alex?

 ¿Sí?

Le da un beso ligero en los labios. Luego lo mira a los ojos.

 Gracias por haberme acompañado.

Él se queda boquiabierto.

 Oh bueno, yo no es nada.

Niki sonríe. Luego se quita la goma del pelo.

 Sujétame esto, por favor.

Se la deja en las manos y se va.

 Claro.

Niki coge su tabla y se arroja al agua. Se sube encima boca abajo y empieza a remar veloz con los brazos. Se aleja mar adentro y se reúne con los demás, allí donde las olas son más grandes. Alessandro se toca los labios. Después se mira la mano. Como si buscase todavía aquel beso ligero Sólo encuentra en ella la goma del pelo. Un cabello largo y rubio se ha quedado enredado y se mueve rebelde, bailando al viento. Alessandro lo desenreda con cuidado, levanta la mano y lo suelta, abandonándolo a quién sabe qué extraña libertad. Después mira de nuevo hacia el mar. Niki está sobre su tabla, junto a los demás. Se acerca una ola, unos se ponen a remar a toda velocidad con los brazos, a otros se les escapa. Niki gira su tabla, da dos brazadas y consigue coger la ola al vuelo. Se pone de rodillas y después en pie. Da como una especie de saltito y aterriza en el centro de la tabla en perfecto equilibrio. Se inclina hacia delante, y extiende los brazos, y corre veloz sobre la ola, con los cabellos un poco más oscuros, salpicados por el agua y el mono azul mojado y pegado al cuerpo. Se desplaza por la tabla, llega hasta el extremo y se deja llevar por la ola. Después retrocede y cambia el peso de sitio, traza una ligera curva y empieza a subir, llega hasta la cresta y baja de nuevo, lanzándose con suavidad entre la suave espuma y las miradas envidiosas de quien no ha podido coger esa ola.

Treinta y cuatro

Un poco más tarde. Algunas gaviotas pasan veloces sobre las olas de la orilla. Niki sale del agua con la tabla bajo el brazo.

 ¡Guau, los he machacado! He cogido más de diez olas. ¿Has visto cómo subía? No he perdido ni una sola.

 Has cogido catorce Toma, tu goma del pelo.

Niki sonríe.

 Gracias, ven.

Regresan a la cabaña de la playa.

 Yo me voy a dar una ducha y me cambio en seguida. Siéntate ahí mientras tanto.

Niki ve a Mastín detrás de la barra.

 Eh, ¿nos traes ya tus deliciosas brusquetas mientras me doy una ducha?

El anciano sonríe detrás de la barra.

 Como desee la princesa. ¿Queréis también una dorada? Me las han traído fresquísimas.

Niki mira a Alessandro, que asiente.

 Sí, perfecto, Mastín. Para mí además una ensalada verde con tomate, pero no demasiado maduros, ¿eh?

Mastín asiente.

 ¿Quiere usted también, Alessandro?

Niki lo fulmina con la mirada antes de entrar en la cabina.

 ¡Mastín!, ¡no lo trates de usted! Hoy es un niño pequeño. -Y sonríe mientras desaparece detrás de la puerta.

Poco después están sentados a la mesa. Niki todavía tiene el pelo mojado cuando le da un bocado a su brusqueta. Después mira a Alessandro.

 Están ricas, ¿verdad? Yo vengo aquí sólo por ellas.

Alessandro se come una de las suyas.

 Con el hambre que tengo, no distinguiría estas almejas de los mejillones.

Niki se echa a reír.

 ¡De hecho son chirlas!

 Ya me parecían a mí demasiado pequeñas.

Niki come un poco más, se limpia un poco de aceite del mentón con el dorso de la mano que después, educadamente, se limpia con la servilleta.

 Vale, ha llegado el momento de trabajar.

 No, ¿qué dices?, hemos venido aquí a relajarnos.

 Nos hemos estado relajando hasta ahora. Estoy segura de que ahora se te ocurrirá alguna idea brillante, mejor que las olas que he cogido yo. Vamos, hay un momento para cada cosa. Por esta vez, lo hemos hecho al revés de lo que es habitual: primero el placer, y luego el deber Y luego, quizá de nuevo el placer.

Alessandro la mira. Niki sonríe. Se pone un poco sensual. Le coge la mano en la que sostiene la brusqueta, se la lleva hacia su boca, luego recoge una chirla y se la mete en la boca.

 Ya te lo he dicho, ¡me encantan! ¡Venga, explica!

Alessandro sigue comiendo. Recoge alguna chirla caída en el plato y se las pone a Niki delante de la boca. Ella da un mordisco y le pilla también un dedo.

 ¡Ay, pupa!

 ¡Se dice sólo «ay»! ¿Ves como hoy eres tú el niño? ¿Qué, me lo dices o no?

Alessandro se limpia la boca con la servilleta.

 Bien, hay unos japoneses que quieren lanzar un caramelo.

 ¡Qué fuerte!

 Si todavía no te he contado nada.

 ¡Ya, pero la historia empieza a gustarme!

Alessandro mueve la cabeza, y empieza a explicárselo todo: el nombre del caramelo, LaLuna, la competencia con el nuevo joven creativo.

 Estoy segura de que es un tipo odioso, un chic radical, uno de esos que se sienten muy guays aunque en realidad nunca hayan hecho nada.

 No comment -dice Alessandro sonriente.

Y continúa con la explicación. El riesgo que hay de irse a Lugano, el atajo de Soldini, el eslogan que tienen que buscar y la idea en general para toda la campaña.

 Ok, lo he entendido todo. ¡Yo te busco la idea! ¿Estás listo? En lugar de poner a esa rubia tan guapa que baila con los caramelos en la mano ¿cómo se llama?

 Michele Hunziker.

 Sí, ésa Podemos poner un paquete que baila en medio de un montón de chicas que se lo quieren comer.

 Ya lo hicieron hace tiempo, el caramelo se llamaba Charms.

Alessandro piensa en si ella habría nacido, pero prefiere no decírselo. Niki apoya la barbilla en la palma de la mano.

 ¡Demonios, entonces me han robado la idea!

Alessandro se echa a reír.

 ¡Amigos míos, aquí están las doradas y las ensaladas! -Mastín aparece a sus espaldas y deja los platos sobre la mesa-. Llamadme si necesitáis cualquier cosa, estaré allí.

 ¡Ok, Mastín, gracias!

 Hummm, tienen buena pinta. -Niki abre el pescado con el tenedor-. Qué aroma, está fresquísimo. -Lo parte y se lleva un trozo a la boca-. Y tan tierno Hummm, rico de veras. -Después coge con dos dedos una pequeña espina-. ¡Jo, una espina!

 Pues claro, si te lo comes así ¿Quieres que te lo limpie?

 No, me gusta así. Voy comiendo y mientras tanto pienso ¡Estoy segura de que en seguida se me va a ocurrir otra idea brillante que todavía no me hayan robado!

Alessandro sonríe.

 Vale, de acuerdo.

Y empieza a quitarle las espinas a su pescado con meticulosidad. Después la mira mientras come. Niki se da cuenta y, con la boca llena, farfulla:

 Estoy pensando, ¿eh?

 Sigue, sigue

Una cosa es segura: nunca ha asistido a un brainstorming así. Niki se limpia la boca con la servilleta, después coge su vaso y bebe un poco de agua.

 ¡Ok, tengo otra! ¿Estás preparado?

 Preparado. -Y vuelve a llenarle el vaso.

 Ésta es muy fuerte

 Vale.

 Bien Se ve una ciudad y de repente todo se transforma en paquetes de caramelos, y el último es el caramelo LaLuna. ¡LaLuna, una ciudad de dulzura!

Esta vez es Alessandro quien bebe. Y Niki le vuelve a llenar el vaso de inmediato.

 ¿Y bien? ¿Qué dices?, no te ha gustado, ¿eh? Estás sofocado.

 No, estoy pensando. No está mal. Pero se parece un poco a aquel anuncio con el puente, que en realidad es el chicle que el protagonista mascaba en su boca.

Niki lo mira y menea la cabeza.

 Nunca lo he visto

 Venga, el chicle del puente, Brooklyn.

Niki golpea la mesa con el puño.

 ¡Diantres, también me han robado ésta! Está bien, pero la idea de la ciudad es diferente.

Alessandro come un poco de ensalada.

 Es diferente, pero ya está vista porque remite a la anterior. Necesitamos algo novedoso.

Niki come un trozo de tomate.

 Caray, sí que es difícil tu trabajo. Creía que era mucho más fácil.

Alessandro sonríe.

 De ser así, no tendría el coche que tú has decidido destrozarme.

Niki piensa un instante.

 No, pero tendrías mi ciclomotor, y sabrías hacer surf. Y, a lo mejor hubieses comido así de bien un montón de veces, aquí, donde Mastín.

 Ya.

Alessandro le sonríe de nuevo.

 Pero te he conocido.

 Sí, es cierto. Así que has hecho un buen trabajo. Eres afortunado de verdad.

Se miran un poco más rato de lo habitual.

 Escucha, Niki -Justo en ese momento, suena su teléfono. Alessandro lo saca del bolsillo. Niki lo mira resoplando.

 Otra vez la oficina.

 No, un amigo mío. -Y responde.

 Dime, Enrico.

 Hola. Perdona, pero no podía más. ¿Y bien? ¿Cómo te ha ido con Tony Costa?

 De ninguna manera.

 ¿Cómo que de ninguna manera? ¿Qué quieres decir? ¿Ha rechazado el encargo? ¿Era demasiado caro? ¿Qué ha pasado?

 Nada, que todavía no he ido.

 ¿Cómo que no has ido? Alex, no lo entiendes, yo estoy mal, estoy fatal. Cada momento que pasa supone una tortura para mí.

Silencio.

 ¿Dónde estás ahora, Alex?

 Reunido.

 ¿Reunido? Pero no estás en tu despacho. Te llamé allí.

 La reunión es fuera. -Alessandro mira a Niki, que le sonríe-. La reunión es fuera y muy creativa.

Enrico suspira.

 Vale, lo entiendo. Disculpa, amigo mío. Perdona, tienes razón, pero eres la única persona con la que puedo contar. Te lo ruego, ayúdame.

Al oír su tono, Alessandro se pone serio.

 Tienes razón, Enrico, perdóname. Iré en seguida.

 Gracias, eres un amigo de verdad. Nos hablaremos más tarde.

Enrico cuelga. Alessandro se quita la servilleta de los muslos y la deja sobre la mesa.

 Nos tenemos que ir.

Intenta levantarse, pero Niki le apoya la mano en el brazo y lo detiene.

 Ok, en seguida nos vamos, pero antes estabas a punto de decirme algo.

 ¿Antes cuándo?

Niki ladea la cabeza.

 Antes de que sonase el teléfono.

Alessandro sabe perfectamente de qué está hablando.

 ¡Ah, antes!

 Sí, antes.

 No era nada.

Niki le aprieta el brazo.

 No, no es verdad. Has dicho: «Escucha, Niki»

 Ah, sí. Eh Escucha, Niki. -Alessandro mira a su alrededor. Entonces la ve-. Bueno, te decía que Escucha, Niki, estoy contento de haberte conocido, hemos pasado un día estupendo y tú me has regalado tiempo. Y sobre todo ¡Es bonito darse cuenta de cosas como ésa! -Alessandro señala algo a sus espaldas.

Niki se da la vuelta y la ve.

 ¿Ésa?

 Sí, ésa.

Una red de hierro como inflada, con papel azul dentro y una especie de palo de yeso que la atraviesa.

 ¿Os gusta? -Mastín está allí al lado y sonríe-. Se llama El mar y el arrecife. Es bonita, ¿verdad? Es una escultura de un tal Giovanni Franceschini, un joven que, en mi opinión, hará carrera. Pagué un montón por ella. He invertido en él. Es decir, no es que haya pagado por ella pero ¡hace más de un año que viene a comer de gorra gracias a esa escultura! Así que eso quiere decir que vale una pasta.

Alessandro sonríe.

 ¿Lo ves? Sin ti nunca hubiese visto El arrecife y el mar.

Mastín lo corrige.

 El mar y el arrecife, pero, ¡después de todo lo que llevo invertido, no se os ocurra pedírmela!

 Tiene razón, disculpe. -Alessandro saca su cartera-. ¿Cuánto es?

Niki se levanta de inmediato y vuelve a guardarle la cartera.

 Mastín, apúntalo en mi cuenta

Mastín sonríe y empieza a recoger la mesa.

 Descuida, Niki. Vuelve pronto.

Alessandro y Niki se dirigen a la salida. Ella se detiene frente a la escultura. Alessandro se le acerca.

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