¿Cuántos años dijiste que tenía?
Diecisiete.
Ay, te veo mal. Es decir, te veo bien. Ya sé por qué has superado la crisis con Elena. Esta Niki es tu distracción. No ha sido sólo un accidente.
Si se convirtiese en una distracción, sería un grave accidente.
Oye, date cuenta de que somos nosotros los que no queremos ver las cosas como son. Una chica de diecisiete años es ya una mujer. ¿Tú te acuerdas de lo que hacíamos nosotros hace veinte años? Quizá éramos más hombres entonces que ahora. En resumen, que, aparte de los años de más, no hay ninguna diferencia con lo que hacemos hoy en día en la cama. Con la salvedad de que nosotros tenemos alguna preocupación o algún problema de más que reduce un poco nuestras prestaciones.
Alessandro le sonríe.
Escucha, Enrico, yo iré a ver a Tony Costa por ti, pero tú no intentes meterte en mi vida privada. No por nada, pero te asustarías.
Lo dices por lo que ya has hecho, ¿eh? -dice Enrico con un guiño.
No, por el enorme vacío que encontrarías.
Mira, tú me has dicho muchas cosas, deja que ahora te diga yo una: ¡diviértete con esta Niki! Y luego luego que sea lo que Dios quiera. Cuando Elena vuelva, todo volverá a ser como antes, no, mejor que antes. -Abre su cartera de piel, llena de documentos e impresos de comercial-. Toma. -Saca un CD de colores. Encima lleva escrito Love relax-. Es para ti.
Bonito título, Love relax.
¿Te gusta? Es mío. Es una selección hecha por mí de las canciones más bellas, una detrás de otra, una serie con la que no puedes fallar con ninguna mujer. Quería utilizarlo una de estas noches para convencer a Camilla de que tengamos un hijo, pero me alegra dártelo a ti, para que lo uses con Niki.
¿Estás de broma? ¿Qué tiene que ver?
Claro que tiene que ver. Y lo sabes. De todos modos, yo lo tengo en el ordenador, puedo hacerme otra copia. Hay una canción que me gusta muchísimo, con todas las frases más bellas de Battisti. Se llama Las preguntas de Lucio. Tipo «¿Qué sabrás tú de un campo de trigo, nostalgia de un amor divino?» Y después yo te doy la respuesta
¡¿En serio?!
Claro, siente la belleza de esas palabras «¿Qué sabrás tú de un campo de trigo?» Tiene razón, ¿qué sabes? A menos que se esté allí, en medio de todas esas espigas, con un poco de brisa quizá, no se puede entender También he trazado paralelismos con la cinematografía más pura, por ejemplo en Una habitación con vistas, el actor Julian Sands está en Florencia y, en un momento dado, se pone a pintar en un campo, y desgrana una espiga con la mano; entonces llega la actriz que hace de Lucy y se besan. Asimismo, en Gladiator, Rusell Crowe siempre toca las espigas con la mano, cuando siente que le falta el amor de su amada muerta; es el contacto con la tierra, es decir, que la espiga es el amor, ese amor que nace de la tierra y nos da el pan, así cuando encontramos a la persona deseada el amor nace en nosotros. También está lo de «nostalgia de un amor divino», pero en mi opinión eso es un poco más difícil de comprender
Seguro que sí. ¿Y tú crees que a Niki le gustarán todas estas explicaciones?
Enrico lo mira, después cierra los ojos y asiente con la cabeza.
Ya es tuya.
Tan sólo hay un pequeño problema. -Alessandro cierra la cartera de Enrico y lo acompaña hasta la puerta.
¿Cuál?
Yo no la quiero.
Vale, como quieras. Pero por favor, vete a ver a Tony Costa cuanto antes.
Sí. No te preocupes por eso.
Alessandro cierra la puerta y regresa a su mesa. Se deja caer abatido en el sillón de piel. Sólo le faltaba eso. Luego coge el CD y lo mira mejor. No está nada mal. Written in your eyes, de Elisa. Le chiavi di casa, de J Ax. Una canzone per te, de Vasco. Canciones de amor, de la Venegas. Sei parte di me, de los Zero Assoluto. Tu non mi bastí mai, de Dalla. Después un montón de Battisti. Alessandro lo mira mejor. Ha metido también Never Touch That Switch, de Robbie Williams, que me gusta mucho. A saber cuánto debe de tardar Enrico en hacer un CD, en bajarse las canciones y ordenarlas. Quiere mucho a Camilla. Es una pareja estupenda, van a la par y con amor, ¡y a pesar de eso y sin motivo, tendré que ir a ver a ese Tony Costa! Qué mierda. Y, por si no fuera bastante con eso, ahora me ha metido la duda en el cuerpo. ¿Y si Elena hubiese tenido otro? ¿Y si tiene otro, uno de mis amigos? Enrico no. A menos que se trate de un verdadero genio y se haya inventado toda esta historia para desviar sospechas. ¿Y Flavio? No, Flavio no lo haría nunca, teme demasiado a Cristina y la posibilidad de ser descubierto. ¿Pietro? Pietro. Sólo queda Pietro. En realidad, no sé qué pensar de él. Es cierto que es un gran amigo, pero ante la posibilidad de irse a la cama con una mujer renunciaría a su honor. ¡No digamos ya a la amistad! Y, por si eso no bastase, Elena le gustaba mucho, siempre me lo dijo. Cuando fuimos a ver El mejor amigo de mi mujer, nada más salir me dijo: «Pues mira, si yo estuviese mal, haría lo mismo contigo antes de la operación. Iría a pedirte corriendo que me dejases pasar una noche con Elena.» Todavía me acuerdo, nos echamos a reír y yo le di una palmada en la espalda. «No hay problema. Estás sanísimo.»
En ese momento llaman a la puerta.
Adelante.
Es Andrea Soldini.
Nos vamos a comer algo, pero no vamos al comedor. Queremos sentirnos un poco más libres, seguir un poco con el brain, nos vamos a tomar una ensalada por ahí. ¿Te unes a nosotros?
Sí, pero con el pensamiento. Tengo que ir a buscar a Niki a la escuela. -Y mientras lo dice, Alessandro coge su chaqueta y sale. Andrea Soldini le sonríe.
Eh, no sabía que tuvieses una hija.
Ya, yo tampoco.
Treinta
Salida del instituto. Un río de muchachos invade el pasillo. Unos se van a casa. Otros asaltan el distribuidor automático. Diletta está en la cola, junto a Niki.
¿Has acabado la traducción?
No. ¿Y tú?
Tres cuartas partes.
A mí me la ha pasado Serení. Me lo debía.
¿Por qué?
Le presté mi camiseta Exté para la fiesta de los dieciocho del sábado. Es una deuda de al menos seis traducciones.
¡Ah! Venga, te toca.
Niki mete un euro en la ranura. Plinc. El ruido correcto. Aprieta la tecla del pastelito de chocolate.
Pero ¿qué haces?
¿Qué pasa, no has leído a Benni? El mundo (según Sócrates, el abuelo de Margarita) se divide en: los que comen chocolate sin pan; los que no pueden comer chocolate sin comer también pan; los que no tienen chocolate; los que no tienen pan. Yo lo tengo todo.
Vale.
Hola -Diletta se vuelve. Unos ojos color verde esperanza en un rostro ligeramente bronceado la miran-. Te he traído el euro. Ahora ya funciona.
¡¿Qué es, una tarjeta telefónica?! -ríe Niki, que está abriendo su pastelito.
No tenías que hacerlo. Ya tengo.
De todos modos, hoy no te hace falta. Ya lo usarás otro día.
¿Y eso?
El muchacho se saca una bolsita de cereales del bolsillo.
Ya te la he sacado yo.
Diletta lo mira sorprendida.
No tenías por qué.
Ya. Lo sé. Quería hacerlo.
Niki los mira alternativamente, como si fuese un partido de tenis.
Vale, pero ya te dije que no me gustan las deudas.
Está bien, entonces no estés en deuda.
Niki interviene.
Venga, Diletta, no lo alargues tanto. Te ha dado una barrita, no una caja de trufas de Norcia. ¡Muy bien! ¡Un gesto muy bonito! -Y le sonríe burlona.
Él le tiende la barrita a Diletta.
No, gracias, no la quiero. -Y se va.
Niki la mira. Después se vuelve hacia él.
¿Sabes?, es un poco rara. Pero es fuerte. Jugando a voleibol, de vez en cuando recibe algún balonazo en la cabeza y se comporta así. Pero luego se le pasa.
Él intenta sonreír, pero se ve que la negativa de Diletta no le ha sentado bien.
Oye, dámela a mí.
No, era para ella.
Pero ¿por quién me tomas? Dámela a mí que haré la entrega aplazada más tarde. -Y echando a correr se la quita de la mano. Sin pararse se vuelve un instante.
¿Cómo te llamas?
Filippo -atina a responder él antes de que ella desaparezca por la esquina, dejándolo allí, con un euro en una mano y una esperanza menos en la otra.
Treinta y uno
¿Qué te pasa, por qué no hablas? -Mauro conduce su ciclomotor a toda velocidad entre el tráfico-. Eh, ¿por qué no hablas? -Paola le da un fuerte golpe en la espalda con la mano-. No hagas como si no me oyeses, que es contigo. ¿Qué te pasa, te has cabreado?
No, no me pasa nada.
Sí, con esa cara y no te pasa nada A mí me lo vas a contar. Todavía
Mauro entra en la calle que lleva a casa de Paola pero se pasa de largo.
Eh, pero ¿estás lelo? ¡Yo vivo en el número treinta y cinco!
Mauro sigue un rato, después detiene el ciclomotor y se baja. Paola hace lo mismo. Se quita el casco.
Virgen santa, cuando te comportas así eres insoportable. ¿Qué pasa, qué demonios te pasa, se puede saber qué te pasa?
Nada, nada y nada.
Nada es la respuesta de los anormales. Desde que se ha acabado el rodaje, no has abierto la boca una sola vez, no te has despedido de nadie y tienes unos morros de aquí a Lima ¿Se puede saber qué te pasa? Virgen santa, haces que te trate como a un niño.
Nada. Me ha molestado una cosa.
¿Qué? ¿La escena que hemos rodado? Estábamos jugando a baloncesto. Justo por eso me eligieron, ¿no? Porque soy alta y porque he jugado un poco a baloncesto. Y al final he sonreído a la cámara y he dicho la primera frase de mi vida: «No puedo perder» Ni siquiera he mencionado el producto. Y vas tú y te lo tomas a la tremenda. ¿Es que no puedes alegrarte por mí? No, dímelo. ¿Qué es lo que te ha sentado tan mal?
Hasta entonces nada.
¿Y después qué?
Cuando te has ido con el director.
Ya estamos lo sabía. -Paola empieza a caminar alrededor del ciclomotor, presa de un ataque de rabia-. Vaya si lo sabía ¿Sabes lo que he hecho? Pues simplemente he ido a despedirme del director, como hacen todas las chicas educadas y amables, y él, entre otras cosas, me ha preguntado si tú eras mi novio
Sí, ya he visto que estabais hablando.
Sí.
Y luego te ha dado una hoja de papel.
Sí, un folio. -Paola rebusca y lo saca de su bolsa-. Aquí está. ¿Y sabes lo que hay escrito en él, eh, lo sabes? Pues mira. Míralo bien.
Se lo pega en la mismísima cara. Mauro se aparta, molesto.
Así no puedo leerlo.
Entonces te lo leo yo. Es un número de teléfono. 338 y lo que sigue, sólo que no se trata de su número. ¿Lo entiendes? Es de un fotógrafo. ¡Un fotógrafo! Y también hay una dirección. ¿Y sabes por qué? Porque ha sido amable. Porque se ha dado cuenta de que estaba con un chico. Este papel es para ti. -Y se lo arroja con rabia-. Me ha dicho que estaban buscando a un chico para otro anuncio, un tipo barriobajero pero guapo, como tú ¿Lo entiendes? Te ha hecho varios cumplidos y me ha aconsejado un fotógrafo para que te hagas unas fotos sin que te salga muy caro. Éste es su número, ¿lo entiendes? Y lo de abajo es la dirección donde tienes que presentarte con las fotos. ¿Entiendes ahora o no? O sea, que yo he sido amable, el director generoso y tú en cambio eres el gilipollas que me ha amargado el día.
Mauro intenta abrazarla.
Pero mi amor, ¿cómo lo iba a saber?
¿Y no sería más fácil preguntar antes de ponerte de morros? ¿Hablar? ¿Dialogar? No hacer como los animales.
¿Qué hacen los animales?
Gruñen, como tú.
Mauro se agacha, se encoge y empieza a imitar a un cerdito. Aprieta la nariz contra el vientre de ella, la empuja y gruñe, intentando hacerla reír. Pero Paola sigue enfadada.
¡Déjame, que me haces daño! -Se aparta y cruza los brazos-. ¡Venga, ya basta! Estáte quieto. No me haces la menor gracia. Me has puesto de mal humor. Es absurdo. Siempre me parece que estoy saliendo con un niño pequeño. Pero por lo menos los niños crecen. Y en cambio tú, haces lo contrario.
Siempre Vamos, no exageres, no siempre lo hago. Es la primera vez que te monto una escena por celos.
Pero ¿qué dices? La montas siempre; cada vez que tienes ocasión.
¡¿Cuándo?!
Casi siempre estamos solos, y entonces, ¿qué escena me vas a montar? Pero en cuanto hablo con alguien, como hoy, encima por hacerte un favor a ti, revientas.
No olvides que los celos son síntoma de amor.
Ah, ¿sí?, ¿dónde has leído eso? ¿En un bacide Perugia?
Venga, cariño, no discutamos más.
Basta, estoy cansada. Llevo trabajando desde las siete de la mañana, quiero irme a casa. Luego nos llamamos -Paola coge el bolso que ha dejado apoyado en el ciclomotor y se aleja. Mauro vuelve a montarse y arranca. Poco después está de nuevo a su lado.
Venga, mi amor, no seas así.
Ya se me pasará, pero ahora déjame.
Mañana voy a hacerme las fotos. ¿Me acompañas?
No, ve tú solo. Yo a lo mejor tengo otra entrevista.
¿Con el director?
¿Y sigues? ¿Es que quieres discutir de verdad?
Mauro se detiene un poco antes de llegar a su portal y se baja del ciclomotor.
De acuerdo, no discutamos. Anda, dame un beso.
Paola lo hace para quitárselo de encima. Mauro vuelve a montarse en su ciclomotor.
Mañana me hago las fotos y después voy a esa dirección que me has dado, ¿está bien?
Está bien, adiós. -Paola hace ademán de entrar.
No apagues el móvil, a lo mejor más tarde podemos hablar un poco
Paola cierra la verja.
Si puedo no lo apago. Si no, lo apago. Ya sabes que mis padres lo oyen todo, se me pegan como lapas.
Ok Oye, ¿tú crees que ese director era maricón?
Venga ya. -Paola menea la cabeza atónita y luego en el portal. Mauro la mira mientras lo hace, después se guarda bien el papel en el bolsillo de la chaqueta y se va.
Al llegar a la plazoleta de debajo de su casa, aparca el ciclomotor y le pone la cadena, pero cuando se incorpora, alguien sale de la sombra.
¿Mauro?
¿Quién es? Tus muertos, Cario, menudo susto me has dado.
Su hermano se dirige hacia él.
Perdona, no quería asustarte. Oye, hoy he discutido un buen rato con papá. Ayer no viniste ni siquiera a cenar. Te estábamos esperando y ni avisaste. Tú siempre tienes que ir a la tuya, ¿no?
No me jodas, Cario, me olvidé, ¿vale? Pero ya soy mayor, tengo veintidós años, no tres, y no pasa nada si un día no vengo a dormir.
Sí, eres mayor, pero sólo de boquilla. Dejaste la escuela, ni siquiera acabaste los estudios y ahora hace ya como cuatro años que andas dando vueltas, ¿y qué haces?
¿Cómo que qué hago?
Sí, ¿qué haces? ¿Es que no entiendes tu propio idioma?
Virgen santa -Mauro pasa junto a Cario, dejándolo atrás-. Te pareces a nuestro padre.
No, si fuese él te hubiese dado ya de patadas en el culo. Es lo que ha dicho que hará.
Entonces no vuelvo.
Venga, no seas imbécil. ¿Será posible que no entiendas?
Mauro se dirige hacia su ciclomotor, le quita la cadena y la mete en el cofre.
Mau, ¿por qué no te vienes a trabajar conmigo?, necesito un ayudante. No es difícil, aprendes el oficio, y se gana bastante Si hay algo que nunca falta son cañerías rotas y váteres para montar. Si lo haces bien, podemos aceptar más trabajos y, cuando hayas visto de qué va, ya te espabilarás tú solo. No está mal, en serio.
Mauro se monta en su ciclomotor. Lo arranca.
Mira por dónde, hoy he encontrado trabajo. Pero no te voy a decir nada, porque, tal como sois, al final aún lo perderé. Me traéis mal fario. -Y sale a todo gas, dejando a su hermano solo en la plazoleta.
Treinta y dos
Al llegar delante del instituto de Niki, Alessandro detiene su coche y se dedica a mirar alrededor, distraído. Unas chicas conversan alegremente, mientras se fuman el clásico cigarrillo de la salida de clase. Otros, que pasan de que sus padres puedan verlos, están apoyados en un ciclomotor y se besan casi con avidez. El muchacho, con la boca totalmente abierta, se abalanza sobre la de ella y hace gala de una lengua de malabarista. ¡Hay que joderse! Si yo tuviese una hija y viese una escena así, ¿qué diría? Lo más seguro es que no pasase por delante de su escuela. De todos modos, tampoco podría hacer nada. Si no aquí, irían a besarse a un jardín, o a un baño, o a cualquier otra parte. Mientras se limiten sólo a besarse Es como si el muchacho lo hubiese oído, porque mete la mano por debajo de la camiseta de la chica; ésta abre los ojos, mira un momento, a su alrededor, luego sonríe, cierra los ojos, lo besa de nuevo y se abandona, dejándose hacer. Justo en ese momento, llega a su altura un tipo con pinta de macarra. Alessandro presta más atención. ¿Habrá pelea? ¿Una de esas peleas que he leído en los periódicos pero que nunca he visto? Qué va. El macarra aguarda un momento, después decide intervenir.
¡Venga, fuera de mi ciclomotor, que me tengo que ir!
El loco de los besos levanta un brazo al cielo.
Bueeeno Has tenido que escoger justo éste, ¿no?
El otro levanta el mentón.
Pues sí, porque es el mío.
El buscón extiende los brazos.
Está bien, está bien, sólo te digo que hasta tu ciclomotor se estaba poniendo cachondo
Alessandro sonríe, pero de repente da un respingo. La puerta de su coche se abre de improviso y Niki se tira dentro.
¡Venga, deprisa, arranca, vámonos!
Alessandro no se lo hace repetir dos veces. Ella se esconde en el suelo, mientras él sale de la zona del instituto y dobla la esquina. Luego mira desde arriba a Niki, encogida bajo el asiento del copiloto.
Eh, ya puedes subir.
Niki se sienta con tranquilidad a su lado. Alessandro la mira serio.
¿Será posible que cada vez tengamos que montar esta escenita porque tu madre esté esperándote en la escuela? No lo entiendo, no hemos hecho nada malo, sólo hemos tenido un accidente como tantos otros.
¡Hoy no ha venido mi madre!
¿Y entonces? Tanto mejor. Así pues, ¿por qué te escondes?
Porque estaba mi ex.
Alessandro la mira con los ojos como platos.
¿Tu ex? ¿Y qué?
Nada. No lo entenderías. Pero sobre todo
¿Sobre todo?
Es un tipo que puede llegar a las manos.
Oye, yo no quiero inmiscuirme en vuestros asuntos.
No te preocupes, no pasará nada. Por eso me he agachado.
Pero es que yo no quiero que te agaches, yo quiero que no exista siquiera la posibilidad, que no haya ningún riesgo. Ni siquiera quiero conocer a este ex tuyo. No quiero
¡Eh, eh! ¡Demasiados no quiero! ¿Sabes lo que me dice siempre mi padre? Que la hierba «no quiero» crece únicamente en el jardín del rey.
Pero ¿qué dices? Ésa era la hierba «quiero». Y en cambio, en este caso, es «no quiero».
¡Bravo, te ha quedado muy bien la frase! Yo sé una de Woody Allen: los problemas son como el papel higiénico, tiras de uno y te salen diez.
¿Y qué quiere decir? ¿Que porque hemos tenido un accidente tenemos que tener diez más?
Niki alza las cejas.
¿Ya estamos discutiendo?
Alessandro la mira.
No, estamos aclarando algunos puntos.
Ah, vale. ¿Es para mejorar nuestra relación?
Alessandro vuelve a mirarla y sonríe.
No, para darla por terminada.
¡Anda ya! -Niki apoya los pies en el salpicadero-. No entiendo por qué. Acabamos de conocernos, para ser exactos tú te me echaste encima, yo no hice nada, estamos empezando a conocernos ¿Y tú decides dar por terminada nuestra relación?
Quita los pies del salpicadero.
Ok, los quito si seguimos manteniendo una buena relación.
Una buena relación no se basa precisamente en condiciones; no hemos firmado ningún contrato.
Ah, ¿no? Entonces ¡sigo con los pies en el salpicadero!
Alessandro intenta quitárselos con la mano.
¿Qué haces? ¿A que me pongo a gritar? ¿A que te denuncio? ¡Te abalanzaste sobre mí, destrozaste mi ciclomotor, me has raptado y ahora quieres violarme!
En realidad, lo único que quiero es que quites los pies del salpicadero.
Alessandro lo intenta de nuevo y Niki se asoma por la ventanilla y empieza a gritar:
¡Socorro! ¡Ayuda!
Un tipo que está delante de un pequeño garaje con un ciclomotor, la mira asombrado.
Niki, pero ¿qué haces? ¿Qué ocurre?
Ella se da cuenta de que se han detenido justo delante del taller del mecánico.
Ah, nada Hola, Mario. -Y se baja disimulando lo mejor que puede. Mario mira a Alessandro con desconfianza. Niki se da cuenta e intenta arreglarlo en seguida.
¡Mi amigo me estaba ayudando a ensayar una escena que tengo que hacer en el teatro!
Mario frunce el cejo.
¿También eso? Sabía que practicabas casi todos los deportes pero me faltaba lo del teatro.
¡Por eso mismo lo hago!
Mario se echa a reír mientras se frota las manos, que siguen sucias de la grasa y el aceite típicos de los mecánicos. Niki se vuelve hacia Alessandro y le sonríe.
¿Has visto? Siempre te cubro. -Y se aleja.
Alessandro intenta responder «¿Siempre, cuándo?», pero Niki ya está montada en su ciclomotor. Prueba a mover a izquierda y derecha la rueda delantera.
¡Eh, creo que está perfecta!
Mario se pone serio y se le acerca.
Está perfecta. Veamos, le he cambiado la llanta delantera y la he vuelto a poner en su sitio y he alineado la trasera. El chasis sólo se había torcido un poco y por suerte he podido volver a enderezarlo, y como los neumáticos ya estaban lisos del todo, te los he cambiado.
Vale. ¿Y cuánto te debo?
Nada
¿Nada?
Te he dicho que nada. ¿No dijiste que no era culpa tuya?
Por supuesto que no. -Niki sonríe orgullosa, mirando a Alessandro.
Mario extiende los brazos.
Todo lo que te he hecho de más, se lo cargamos al tipo que se te echó encima. ¡Y mira que tu ciclomotor es duro! A saber en qué estaría pensando cuando te arrolló. Tenías que haber ido al hospital, Niki, y hacer que te diesen algún día y algunos puntos del seguro. ¡Esos cabrones tienen que pagarlo de alguna manera! -Niki mira a Mario y sonríe, intentando hacer que se calle. Pero Mario no se percata en absoluto de sus miradas. Es más, sigue y cada vez se pone más pesado-. Más caro de lo que lo pagaron en su momento, cuando robaron el carnet de conducir.
Alessandro no puede más y explota.
¡Oiga, a lo mejor iba un poco distraído y me le eché encima, pero el carnet me lo saqué honestamente! ¿Está claro?
Mario mira a Niki. Después a Alessandro serio. Luego a Niki otra vez. Y sonríe.
Ya entiendo ¡estáis actuando otra vez, ¿eh?! Ensayando vuestra escena de teatro
Alessandro levanta la mano y lo manda a paseo. Después se va rápidamente hacia su coche, abre la puerta y se sienta dentro. Mario mira a Niki.
Vaya, sí que es quisquilloso tu amigo.
Lo sé, lo hicieron así. Pero ya verás cómo mejora.
Eso será si sabes hacer milagros.
Niki coge el ciclomotor y lo arranca. Después se acerca a Alessandro, que baja la ventanilla.
¿Todo ok? ¿Va bien? ¿Funciona? -le pregunta él.
Sí, perfecto, gracias. Has sido muy amable al acompañarme.
Mario baja la persiana del taller.
¡Oh, qué bonitos los tortolitos! Estáis ensayando otra escena, ¿eh? Yo me voy a comer. Espero que me invitéis al estreno. -Y tras decir esto, arranca un viejo Califfone y se aleja.
Niki sonríe a Alessandro.
Él es así, pero como mecánico es buenísimo.
¡Sólo le faltaba ser encima una nulidad de mecánico! Entonces ¡sí que hubiese cantado bingo!
¡Qué manera tienes de hablar! Ya no sabes distinguir la realidad Confundes la simplicidad y la belleza con la irrealidad de tus anuncios. Cantar bingo Tú estás pasado, completamente out.
Niki mueve la cabeza y se va. Poco después, Alessandro la alcanza y baja la ventanilla.
¿Por qué siempre tienes que ofenderte?
Mira, la realidad nunca debiera ser ofensiva, lo contrario significa que algo no va bien. -Niki sonríe y acelera un poco.
Alessandro le da alcance de nuevo.
Ah, ¿sí? Puede ser, pero da la casualidad de que el ciclomotor, las bujías nuevas, el chasis reparado todo eso se lo debes a mi irrealidad.
Niki aminora hasta dejarse casi adelantar.
Estupendo, entonces a todas esas cosas añádeles gasolina.
Alessandro se asoma por la ventanilla.
¿Cómo?
Que me he quedado sin gasolina.
Alessandro aminora la marcha, aparta el coche, pone el freno de mano y se baja.
Perdona, pero no lo entiendo. ¿Ese mecánico tan genial no podía haberte echado un poco de gasolina para que pudieses llegar a casa?
Pero ¿qué dices? ¿No lo sabes? Normalmente, lo que hacen, es sacar la que queda. A veces, para trabajar, la tumban en el suelo, y entonces el asiento se pondría perdido por debajo.
¿Y ahora qué hacemos?
Echa un poco más atrás el coche. ¿Tienes un tubo?
¿Un tubo?
Sí, para aspirarla de tu depósito
No, no tengo. -Alessandro se sube al coche retrocede un poco-. ¿Te crees que voy por ahí con un tubo?
Niki abre el cofre de su ciclomotor.
¡Qué suerte yo tengo uno!
Saca un tubo verde de los de manguera, de más o menos de un metro y medio de largo.
Estaba segura de que mi hermano me lo había mangado.
¿Tu hermano? ¿Cuántos años tiene?
Once.
¿Y tiene moto?
No, pero un amigo suyo, un tal Vanni, a quien en casa llamamos el espárrago, le ha pegado la afición a los coches con motor de explosión teledirigidos.
¿Y qué?
Pues que todos los días se van al Foro Itálico y mi hermano utiliza mi gasolina para sus carreras.
Vaya, qué detalle.
Niki ha acabado de desenroscar el tapón de su ciclomotor y abre también el del depósito del Mercedes de Alessandro. Mete el tubo con fuerza. Varias veces.
Ya está. Por cierto, te he roto la redecilla.
¿De qué me estás hablando?
Pues que para meter el tubo, he tenido que romper la redecilla que hace de filtro. De todos modos, cuando lo lleves para la revisión te la montan de nuevo, ¿no?
Pues claro que sí, no faltaba más. Total, un daño más, un daño menos
Aquí tienes. -Niki le da el tubo verde.
¿Qué tengo que hacer?
Aspira.
¿Qué?
Aspira por el tubo y poco a poco, ve haciendo subir la gasolina. El tubo es un poco transparente y la verás. Cuando ya casi haya llegado al extremo, tapas el orificio con el dedo, y mantienes el tubo siempre por debajo de tu depósito.
¿Y luego?
Luego lo metes en el depósito de mi ciclomotor y quitas el dedo. ¡La gasolina saldrá sola y tú habrás hecho una «chupada»!
¡Qué fuerte! Lo había oído decir, pero no me lo creía.
Bueno, verás ¿alguna vez has oído hablar de un tal Arquímedes?
Conozco perfectamente el principio de los vasos comunicantes, lo que pasa es que, no me podía creer que, todavía hoy, alguien siguiese utilizando ese método.
Niki mueve la cabeza y se echa a reír.
¿Tienes idea de la cantidad de gasolina que te habrán robado en tu vida con este método?
¿Tú crees?
Alessandro coge el tubo y está a punto de metérselo en la boca cuando se detiene.
Perdona, pero si tan fácil es, ¿por qué no lo haces tú? La que necesita la gasolina eres tú. Es peligroso, ¿verdad?
¡Qué va! No lo hago porque el olor de la gasolina me molesta. No puedo chupar en este caso.
Y, a propósito, lo mira provocativa. Alessandro alza las cejas. Niki mueve la cabeza.
Y tampoco en la mayoría de casos. Venga, chupa.
Alessandro no se lo hace repetir dos veces. Aspira con fuerza, pegado al tubo. Una, dos, tres veces.
¡Aquí no sale nada!
Lo vuelve a intentar manteniendo el tubo más bajo, no se da cuenta y de golpe le llega toda la gasolina a la boca.
¡Puaj! -Se saca el tubo de la boca y empieza a toser y a escupir-. ¡Qué asco, qué asco! ¡Puaj!
Niki coge rápidamente el tubo y lo levanta, interrumpiendo de este modo la salida de la gasolina.