Perdona Si Te Llamo Amor - Федерико Моччиа 15 стр.


 No te preocupes, ya verás cómo lo sueltan pronto.

 Qué va. Tenía ya dos condenas, por lo menos le caen cinco años.

Mauro enarca las cejas y se toma su cerveza, porque no sabe bien qué responder. El Mochuelo lo mira. De repente se muestra lúcido y astuto.

 Oye, ¿por qué no te vienes a dar una vuelta conmigo? Anda. Tengo cuchados dos, tres que son fáciles de verdad; un juego de niños. Y al menos tocamos a cinco mil por cabeza -Mauro niega con la cabeza.

 No, no.

El Mochuelo insiste.

 Venga ya -Le da un golpe con el hombro-. Formaremos equipo, como cuando estábamos en el cole y jugábamos por detrás de la plazoleta de la Anagnina ¿Te acuerdas del campeonato de los Castelli? Nos llamaban las estrellas gemelas, como la canción de Eros en plural, ¿eh?

 La verdad es que no me acuerdo.

 Venga, tío. Si hasta te he encontrado un mote.

 Espera, deja que lo adivine ¡el Lechuza!

 Oye, ¿qué quieres, tocarme los cojones?

 ¿Por qué te ofendes?

 Contigo Mira, después de que trincasen al Búho, decidí cambiar de rapaz. Siempre te veo solo, no te tomas confianzas. Tienes una sola mujer, joder, me gustas. Había pensado en Halcón. O Águila. ¿Sabías que las águilas se acoplan en pleno vuelo? No tiene nada que ver, pero lo vi en la tele. Así, sin más. Ñaca. -El Mochuelo hace un gesto con el puño cerrado, como imitando un acto de amor rebelde, veloz, ávido, rabioso, salvaje-. En pleno vuelo, ¿te imaginas?

Mauro le sonríe.

 En cambio yo, prefiero seguir con los pies en el suelo. La idea de acabar en la trena no me seduce en absoluto. Y la idea de no poder ver a mi Paola me gusta aún menos.

El Mochuelo mueve la cabeza y le da un largo sorbo a su cerveza. También Mauro se acaba la suya.

 Como quieras, Mauro -dice el Mochuelo resignado-, yo estoy aquí. Lástima, las estrellas gemelas hubiesen vuelto

Mauro sonríe de nuevo.

 Si me llamas para un partido de fútbol, en seguida estoy en el campo.

También el Mochuelo le sonríe.

 Deja, deja, pago yo.

 No, no, hoy me toca a mí. -Paga las dos cervezas. Después sale del bar y lo saluda desde lejos, levantando la barbilla, simplemente; con ese gesto que sólo se hace entre amigos.

Treinta y siete

Habitación añil. Ella.

«Ninguna de las mujeres a las que había oído hablar tenía una voz como aquélla. El más mínimo sonido que pronunciaba hacía crecer su amor, cada palabra lo hacía temblar. Era una voz dulce, musical, el rico e indefinido fruto de la cultura y de la amabilidad. Al escucharla, sentía resonar en sus oídos los gritos estridentes de las mujeres indígenas, de las prostitutas y, no tan dura, la cantinela débil de las trabajadoras y de las muchachas de su ambiente.»

La luz de la lámpara de vidrio opaco de Ikea le confiere al monitor un tono amarillo cálido y envolvente. La ventana de la habitación está abierta y una brisa ligera mueve las cortinas. La muchacha está leyendo soñadora esas palabras que saben a amor. Cada día la hacen sentir más diferente. Qué suerte, piensa, haber pasado por allí aquella noche. Claro que es un poco raro: en el lugar donde se tira la basura, voy yo y me encuentro a este Stefano y sus palabras. A saber cómo será. A saber a quién se lo dedica. ¿Quién es esa mujer que tiene una voz tan hermosa? ¿Su novia? ¿La Carlotta de los mails? A saber si le estará escribiendo en este momento. A saber la cara que tendrá. Puede que sea alto y de pelo oscuro. Quizá tenga los ojos verdes. Me gustaría que tuviese los ojos verdes. Me recuerdan una carrera en un prado. La muchacha sigue leyendo.

«Nunca me he echado atrás. ¿Sabes que he olvidado lo que significa dormirse con el corazón en paz? Hace millones de años me quedaba dormido cuando quería y me despertaba cuando había reposado suficiente. Ahora doy un salto al oír el despertador Me pregunto porqué lo he hecho y me respondo: por ti Hace mucho tiempo quería hacerme famoso, pero ahora la gloria ya no me importa. Lo único que quiero eres tú. Te deseo más que la comida, que la ropa, que la celebridad. Sueño con apoyar mi cabeza en tu pecho y dormir un millón de años Ella se sentía irremediablemente atraída hacia él. Aquel flujo mágico que siempre había emanado de él fluía ahora de su voz apasionada, de sus ojos vivaces y del vigor que hervía en su interior Tú me amas. Me amas porque soy muy diferente a los otros hombres que has conocido y a los que hubieses podido amar.»

Leer sobre el amor, acerca de un amor tan grande, la conmueve. Y, de repente, siente no poder experimentar esas cosas, no sentirse así cuando piensa en él. Cierra el ordenador. Pero otra lágrima desciende desdeñosa y le moja la rodilla. Y ella se echa a reír y sorbe por la nariz. Luego se detiene. Se queda en silencio. Y después se enfada. Sabe perfectamente que no puede hacer nada contra todo aquello

Treinta y ocho

Niki y Alessandro se ríen y bromean frente a aquella extraña cinta rodante culinaria, hablan de esto y de lo de más allá. Cogen al vuelo aquellos platitos llenos de especialidades japonesas recién hechas. Se paga según el color del plato elegido. Niki coge uno naranja, carísimo. Prueba sólo la mitad del sashimi y vuelve a dejar el plato en la cinta rodante. De inmediato, Alessandro mira preocupado a su alrededor. Sólo faltaría que apareciesen también allí, es su día libre, Serra y Carretti, los dos policías de costumbre. Y siguen riéndose. Y otra anécdota. Y otra curiosidad. Y, sin deliberación, sin malicia, sin pensarlo demasiado, Niki se halla en casa de Alessandro.

 ¡Es una chulada! Caramba, entonces sí que eres de verdad un tipo importante. ¡Alguien de éxito!

 Bueno, hasta ahora no me ha ido mal.

Niki deambula por la casa, se da la vuelta y le sonríe.

 Ya veremos cómo te va mañana con mis ideas, ¿no?

 Sí. -Alessandro sonríe, pero prefiere no pensar en ello.

 Oye, Alex, de verdad, esta casa me gusta un montón. Además, está tan vacía ¡Qué fuerte, en serio! No hay nada de más; el sofá en el centro, el televisor y una mesa, y el ordenador allí. Te juro que es un sueño. Y éstas ¡No! No me lo puedo creer.

Niki entra en el despacho. Una librería grande y varias fotos. En color, en blanco y negro, escritas, descoloridas. Con las frases más famosas. Y piernas, y chicas, y coches, y bebidas, y rostros, y casas, y cielos. E imágenes de su gran creatividad, de lo más variado, colgadas de la pared, sujetas por finos hilos de nailon y con marcos de color azul oscuro plateado con un pequeño ribete ocre.

 ¡Qué pasada! Si todos son anuncios que he visto ¡Nooo! ¡No me lo puedo creer!

Niki señala una foto en la que aparecen unas piernas de mujer con medias. Las más variadas, las más extrañas, las más coloridas, las más serias, las más alocadas.

 ¿Lo hiciste tú?

 Sí, ¿te gustó?

 ¿Que si me gustó? ¡Me vuelven loca esas medias! No tienes idea de las que me he llegado a comprar. Es que siempre se me hacen carreras. O bien porque me apoyo las manos en las piernas y a lo mejor tengo una cutícula levantada. Es que yo me como las uñas, ¿sabes?, o bien porque me engancho con algo, vaya que rompo unas cuatro o cinco por semana, y siempre me las compro de esa marca.

 Y yo que creía que había tenido éxito con mi publicidad. ¡Tantas ventas sólo porque tú no paras de romper las medias!

Niki se acerca a Alessandro y se frota un poco contra él.

 No te hagas el modesto conmigo. Además, mira -Niki coge la mano de Alessandro, se levanta un poco la falda y se la apoya en lo alto del muslo. Acerca su rostro a él y lo mira ingenua, con sus grandes ojos, lánguida, y después maliciosa, y de nuevo pequeña, y luego mayor, y luego, ufff Pero hermosa de todos modos. Y deseable. Y una voz suave y cálida y excitante-. ¿Lo ves? No siempre llevo medias. -Y a continuación suelta una carcajada y se aparta, dejando caer su vestido, colocándoselo mejor. Después se quita los zapatos y se sacude un poco el pelo, se lo fricciona casi, liberándolo de aquel orden que lo aprisiona impuesto por una simple goma del pelo.

 Eh -se vuelve y lo mira-, ¿en esta casa se puede beber algo? -sonríe maliciosa.

 Ejem, por supuesto, claro que sí. -Alessandro intenta recuperarse y se dirige hacia el mueble bar-. ¿Qué quieres, Niki, un ron, un gintonic, vodka, whisky?

Niki abre la puerta de la terraza.

 No, eso es demasiado fuerte. ¿No tienes una simple Coca-Cola?

 ¿Coca-Cola? En seguida.

Alessandro se dirige a la cocina, Niki sale a la terraza. La luna está alta en el cielo, atravesada por algunas nubes ligeras. Parece una amiga que guiña el ojo. En la cocina, Alessandro sirve una Coca-Cola en un vaso y corta un limón. Niki le grita desde lejos:

 Alex, ¿por qué no pones también un poco de música?

 Sí.

Coge el vaso, echa un poco de hielo, luego va hacia donde ha dejado la chaqueta y busca en el bolsillo. Encuentra el CD que le ha regalado Enrico. Es doble, increíble. Coge uno de los dos discos sin prestar demasiada atención y lo mete en el equipo de alta fidelidad que está colgado en la pared. Aprieta una tecla para ponerlo en marcha. Aprieta otra para que la música se oiga por toda la casa. Sale a la terraza con Niki.

 Aquí tienes tu Coca-Cola.

Niki la coge y toma rápidamente un sorbo.

 Hummm, buena, el limón le va perfecto además.

Justo en ese momento, comienza la música.

«¿Qué sabrás tú de un campo de trigo, poesía de un amor divino?» Y en seguida la voz de Enrico: «Bien, aquí Lucio quería poner de relieve la imposibilidad de explicar, de comprender, de interpretar, de situar el amor al mismo nivel que la belleza de un campo de trigo, como esas emociones imprevistas que a veces, como traídas por el viento, no se pueden explicar, de ahí la pregunta de "qué sabrás tú de un campo de trigo" Una pregunta que quedará sin respuesta, del mismo modo que el porqué de estas otras palabras resulta en cambio más claro»

Y de inmediato suena otro tema de Lucio Battisti. «Conducir como un loco de noche con los faros apagados.» «Bien, en este caso claramente hubo una discusión previa a la composición del tema entre Lucio y Mogol, cosa que se deduce claramente a partir de las palabras que»

 Ejem, disculpa, me he equivocado de CD.

Alessandro corre, vuelve al estudio, para el CD, lo saca y ve que encima tiene escrito «Interpretaciones varias». Coge el otro CD. «Sólo atmósfera.» Mejor. Lo mete con la esperanza de que esta vez la cosa salga mejor. Aprieta el botón, espera a que suene la música. Ya está. Alessandro coge la carátula del CD y mira los títulos apuntados por Enrico. Sonríe. Son las canciones de ambos. El camino de una amistad. Mira las primeras y le parecen perfectas. La cuarta no la conoce, pero se fía de su amigo. Regresa a la terraza. Cuando sale, la luz está apagada.

 Qué oscuro

Alessandro hace ademán de dirigirse al interruptor.

 No, déjalo así, es más bonito.

Niki está allí, a poca distancia de él, en medio de una mata de jazmines. Ha arrancado uno y está mordisqueando la parte final de la flor.

 Hummm, Coca-Cola y jazmines un sueño hecho realidad.

 Ya. -Alessandro coge su vaso y se le acerca.

 Podríamos lanzar al mercado esta nueva bebida. Jazmín-Cola. ¿Qué te parece?

 Demasiado complicado. A la gente le gustan las cosas simples.

 Es verdad, a mí también. Y tú me pareces tan simple, Alex

Alessandro posa el vaso.

 Eso me suena a ofensa.

 ¿Por qué? Simple. Simple de ánimo.

 Pero a veces las cosas simples son las más difíciles de alcanzar.

 No te hagas el complicado. ¡En serio! Juntos podemos conseguirlo Además, está bien claro lo que tú deseas. Las cosas que quieres. Se ven, se leen, y aunque no las hubiese comprendido, al final me las ha sugerido tu corazón.

 ¿Y qué te ha dicho? A veces miente

Niki se echa a reír y se esconde detrás de un jazmín. Pequeño. Demasiado pequeño para una sonrisa tan espléndida.

 Conmigo ha sido sincero. -Niki mordisquea otro jazmín. Chupa el néctar-. Oye, sabe riquísimo. ¿Me das un beso?

 Pero, Niki, yo

 Chissst ¿Hay algo más simple que un beso?

 Pero tú y yo es complicado.

 Chissst deja que hable tu corazón. -Niki se le acerca. Apoya su mano sobre el corazón de Alessandro. Después la oreja. Y se pone a escuchar. Y aquel corazón emocionado late con fuerza. Y Niki sonríe-. Puedo oírlo.

Y se aparta de su pecho. Lo mira a los ojos y sonríe en la penumbra de la terraza.

 Dice que no

 ¿Que no a qué?

 A que entre tú y yo las cosas no son complicadas. Son simples.

 Ah, ¿sí?

 Sí. Y luego le he preguntado: «¿Qué hago, lo beso?»

 ¿Y que te ha dicho?

 Me ha dicho que tú no lo pones fácil, pero que también eso es simple

Y Alessandro se rinde. Y Niki se le acerca lentamente. Y lo besa. Dulce. Amable. Tierna. Suave. Ligera. Como un jazmín. Como Niki. Coge los brazos que Alessandro tiene caídos y abandonados y se los pone alrededor del cuello. Y sigue besándolo. Ahora con más pasión. Alessandro no se lo puede creer. Diablos. Tiene diecisiete años. Veinte menos que yo. ¿Y el vecino? ¿Y si nos está mirando? Alessandro abre un poco los ojos. Estamos en medio de los jazmines. Las matas nos ocultan. Hice bien en poner todas estas plantas en mi terraza. ¿Y Elena? ¡Dios mío, Elena tiene las llaves de casa! Pero sobre todo se ha ido. Se ha ido y no tiene intención alguna de regresar. O quizá sí. Pero Alessandro olvida todos esos pensamientos. Fatigosos. Inútiles. Difíciles. Que le gustaría que condujesen a alguna parte pero que al final no llevan a nada. Y se deja amar. Así, con una sonrisa. Una simple sonrisa. Niki se baja los tirantes del vestido y lo deja caer al suelo. Después salta por encima de él con sus zapatillas Adidas negras, altas, de boxeo, y se queda así, en bragas y sujetador y nada más. Con la espalda apoyada en los jazmines, sumergida en aquellas pequeñas florecitas, perdida en aquel perfume, como una rosa deshojada con delicadeza en aquella mata por azar. Ella, perfumada de sí misma, con la piel oliendo aún a mar, con los brazos fuertes, con unas piernas de músculos largos y bien dibujados y un estómago plano, ligeramente marcado por unos músculos educados que no se muestran en demasía. Niki, toda ella naturaleza, sana, como corresponde a una amante del surf. Es el momento de Alessandro, y poco después se hallan ya en mar abierto. Bajo la luna, entre hojas delicadas de jazmines abiertos, que juegan ahora con otra flor. Noche. Dibujar con una caricia los confines de lo que se siente. O intentarlo al menos. Y perderse entre su largo cabello ligeramente húmedo todavía. Y andar a tientas casi en aquel deseo sofocado, tímido, embarazoso, en aquel sentirse desnudar, descubrir que se tiene miedo a atreverse. Pero tener ganas. Tantas. Y seguir adelante así, dejándose llevar por la corriente del placer. No me lo creo, esa compilación de música es buenísima. Y seguir así, con esas notas que acompañan con dulzura el latido de sus corazones. Y luego otro tema clásico y otro y otro más Y hallarse de repente en medio de una tormenta «I was her, she was me, we were one, we were free», rodeados por altas olas «and if there's somebody calling me on, she's the one» y un viento de pasión «we were fine all along»

Con los ojos casi cerrados, Alessandro se pierde en aquella marea que huele toda a ella, a Niki, a sus besos, a su sonrisa, a sus largos suspiros, a esa muchacha suave y joven con aroma a jazmín y a muchas otras cosas más.

Algunas estrellas después. Niki atraviesa el salón desnuda. Camina ufana y orgullosa, en absoluto tímida. Abre la puerta corredera y desaparece para reaparecer al cabo de un momento y sentarse frente a él, en aquel banco. Cruza las piernas y se apoya el bolso encima, una manera educada de cubrir su desnudez. Niki rebusca en él, mientras Alessandro permanece sentado frente a ella. Él sólo lleva puesta la camisa, desabotonada, y tiene el rostro desencajado. Sigue sumido en la incredulidad de que «todo aquello» haya ocurrido entre ellos.

 ¿Te molesta si fumo? De todos modos, estamos al aire libre, ¿no?

 Sí, sí, fuma si quieres

Niki enciende un cigarrillo y le da una calada, después suelta una nube de humo hacia el cielo.

 ¿Sabes?, en casa no puedo fumar. Mis padres no saben que fumo.

 Claro. -Alessandro se pregunta si sabrán todo lo demás.

 ¿En qué estás pensando? Y no me digas como de costumbre que en nada, ¿eh?

 Estaba pensando en si tus padres saben todo lo demás Sí, en fin, que tú

 ¿Ya no soy virgen?

 Digámoslo así.

 ¿Estás loco, qué van a saber? Jamás han tenido siquiera el valor de tocar ese tema, imagínate si lo van a saber. De todos modos, yo creo que mi madre lo sabe Al menos eso pienso. Quiero decir que una vez Fabio, mi ex, se olvidó una caja de preservativos en mi casa y no volví a encontrarla. O la encontraron mis padres, o la asistenta, o mi hermano, que en aquel entonces tenía diez años y, la verdad, no creo que le sirvieran.

Alessandro tiene una sensación extraña pensando en los preservativos y en su novio, su ex, y en todo cuanto le acaba de contar Niki. No lo entiende. Le cuesta creerlo. No es posible. ¿Celos? Niki da otra calada a su cigarrillo. Entonces se da cuenta de que pasa algo extraño.

 Eh, ¿qué te pasa?

 Nada.

 ¡Qué raro!

 No, en serio, nada.

 ¡¿Ves como siempre dices que nada?! Como los niños. Di la verdad, te ha molestado que haya hablado de mi novio, de los preservativos y de todo lo demás. Dilo. Puedes decirlo. En serio.

 Bueno, un poco.

 ¡Guau! No me lo creo. -Tira el cigarrillo al suelo y se le echa encima completamente desnuda-. ¡Soy feliz! Me gustas un montón. Es decir, en realidad no soporto los celos, o sea, que alguien esté celoso por mí. Yo pienso que dos personas o se aman o no, por lo que los celos no tienen ningún sentido. ¿Para qué vas a estar con alguien si no lo amas, no? Pero tú, que pareces el hombre frío por excelencia, ¡estas celoso! Bueno, digamos que me puedo volver loca.

Y lo besa en la boca con pasión.

 ¿Sabes? -prosigue luego-, tengo que decirte que también yo antes estaba un poco celosa. ¡Caminaba por la casa y me preguntaba en qué lugares habrías hecho el amor con tu ex! Y entonces me he dicho: seguro que aquí, en esta tumbona, entre los jazmines, no lo habrá hecho nunca, ¿tengo razón?

 En realidad, en esta tumbona lo único que había hecho era tomar el sol.

 Muy bien. -Niki le da otro beso-. Y esta noche ahí me has tomado a mí. Esa compilación de música es perfecta. Te hace sentir bien de verdad. ¿Y te has dado cuenta de lo mejor? ¿Te has dado cuenta de que nos hemos corrido juntos justo cuando sonaba esa canción, Eskimo, que a mí me gusta un montón?

 No, en realidad no estaba prestando atención a la música.

 ¿Qué dices? Sí te dabas cuenta, lo he visto. Y me ha gustado a morir.

Niki se da la vuelta sobre sí misma y se apoya sobre Alessandro, que a su vez se recuesta en la tumbona, tras levantar un poco el respaldo. Niki suelta un largo suspiro.

 Sólo por momentos como éste vale la pena vivir, ¿no es cierto?

Alessandro no sabe bien qué decir.

 Sí. No sé qué es lo que me ha pasado -prosigue Niki-. Quiero decir, que puede que te suene absurdo, pero cuando chocamos, es decir, cuando te me tiraste encima, apenas te vi supe que eras tú

 ¿A qué te refieres?

 Que tú eres tú. Yo creo en el destino. Tú, eres tú, eres el hombre de mi vida.

 ¡Niki, pero si te llevo veinte años!

 ¿Y qué? ¿Qué importa eso? Hoy en día, en el mundo pasa de todo y más, ¿y tú te montas un problema con la edad frente al amor?

 Yo no. Pero ve a explicárselo a tus padres

 ¿Yo? Se lo explicas tú. Sabes ser convincente. Eres tranquilo, eres una persona serena; por tanto, das tranquilidad y serenidad. Mira, es la primera vez que salimos y ya has conseguido llevarme a la cama

 A la tumbona, si acaso, ¡y de todos modos, tampoco me parece que me haya costado un gran trabajo convencerte!

Niki se vuelve y le da un golpe con el puño.

 ¡Ay!

 Idiota. Más bien imbécil. ¿Te crees que yo me voy a la cama con el primero que pasa?

 No, con el primero que te tira al suelo

 Si acaso con el primero que se me echa encima, visto que te gustan los chistes malos. De todos modos, yo sólo he estado con Fabio. Y ahora que te he conocido, me gustaría que eso no hubiese sucedido.

 Pero ¿qué dices, Niki? Nosotros no nos conocemos en absoluto.

 Perdona, te lo he dicho, he hablado con tu corazón, y resulta que Tú eres el hombre de mi vida.

 Está bien, me rindo. -Alessandro se queda callado. También Niki. Luego ella toma la palabra de nuevo.

 Ok, es verdad, no nos conocemos muy bien. Digamos que hemos hecho las presentaciones un poco al contrario. Pero podemos llegar a conocernos mejor, ¿no? Tú me ayudas con las clases de conducción, y yo te ayudo en tu trabajo.

Alessandro decide no discutir.

 Ya encontraremos la manera de dar sentido a esta historia.

 Ok, me parece bien.

Niki mira su reloj.

 Tenemos que irnos. Les he dicho a mis padres que volvería pronto.

Se levanta y recoge su ropa de la hamaca.

 Claro que hubiese estado bien poderse quedar aquí, ¿eh?

Alessandro se abotona la camisa.

 Hubiese sido muy bonito.

 Piensa en lo hermoso que será cuando vivamos juntos, y, después de hacer el amor nos quedemos abrazados y durmamos juntos y después al día siguiente desayunemos juntos y comamos juntos y por la noche regresemos a casa juntos.

 Niki

Alessandro la está mirando con la boca abierta.

 Vale, vale, es verdad. Antes hemos de conocernos mejor.

Treinta y nueve

Poco después están en la calle. Alessandro mira a Niki, que va conduciendo.

 Eh, se te da de lo más bien, Niki. Podemos dejar ya las clases.

 Muy bien, si de veras crees eso, ahora mismo choco.

 De acuerdo, eres una negada.

 ¡Muy bien, bravo! -Niki sonríe-. ¡Y a lo mejor nos la pegamos juntos, pero contra otro!

 Y en esa proyección tuya de nuestro futuro, ¿habrá también de vez en cuando momentos en los que podremos no estar juntos?

 Rarísimos.

 Lo sospechaba.

Llegan hasta el ciclomotor, que habían dejado en la gasolinera. Niki se baja, le quita la cadena, la guarda en el cofre y se pone el casco.

 Vete si quieres Desde aquí llego fácil a casa.

 No, prefiero acompañarte.

 ¿Lo ves? Hablas y hablas, pero no puedes vivir sin mí.

Alessandro le sonríe. En realidad, está preocupado. Sólo faltaría que le pasase algo. La última persona con la que habría sido vista soy yo y seguro que me interrogarían. Ya se imagina a los dos policías, felices de poder llevar hasta el final su trabajo.

 Sí, no lo resisto, es verdad. Anda, ve tú delante, que yo te sigo.

Niki parte con su ciclomotor y Alessandro la sigue con su Mercedes. Lungotevere. Piazza Belle Arti, Valle Giulia, via Salaria, corso Trieste, Nomentana. Una vez llegan a su casa, Niki se quita el casco, lo guarda en el cofre y coge la cadena. La pasa por la rueda, la amarra al poste de siempre y cierra el candado. Después se sube al Mercedes.

 Ok. Gracias por darme escolta.

 Un placer.

 Oye, ¿podrías sacarme de dudas?

 Cómo no, la vida está llena de dudas de las que salir

 Muy buena la frase ¿es de un anuncio?

 Sí, mío. Va, dime.

Niki echa su aliento en el cristal, encima de la pegatina del seguro y, sobre el empañamiento, dibuja un corazón con las letras A y N dentro. Después añade un «4ever».

 ¿Y eso qué quiere decir?

 Alex y Niki forever . Así, cada vez que se te empañe el cristal, en vez de enfadarte pensarás en mí y sonreirás

 Ya, sonreiré. ¿Qué es lo que querías preguntarme?

 Si te has preparado el discurso para mis padres.

 ¡Niki! Estás de broma, ¿no?

 No. Antes o después te querrán conocer. Querrán saber con quién estoy saliendo ¿O es que tienes miedo?

 ¿Miedo yo? ¿Por qué?

 Bueno, digamos que has salido de una manera muy peculiar con su hija.

 Pero eso no tengo por qué mencionarlo en mi discurso, ¿no?

 No, no, claro.

De repente, Niki mira hacia delante.

 Ah, ahí están. Hola, mamá. Así te la presento en seguida.

Alessandro siente que se va a desmayar. Mira hacia delante pero no ve a nadie. Mira a Niki de nuevo. Y otra vez a la calle, intentando comprender, aterrorizado.

 Alex era una broma.

 Ah

 Creía que te morías

 Has creído mal. Es que no veía a nadie.

 Sí, sí, corazón de león. Mira, pero has hecho un montón de anuncios publicitarios preciosos ¡invéntate uno sobre ti! A lo mejor mis padres están encantados de adquirirte

 Sí, no faltaba más, tranquila que esta noche me pongo a pensar en ello. ¡Por el momento, espero que les guste el envoltorio!

 Bueno, en mi opinión podrían congeniar contigo, no sé, mis padres son muy raros a veces. Vale, me voy. -Le da un beso rápido en los labios-. Que sueñes con los angelitos, que duermas bien. Y no salgas a la terraza, el olor de los jazmines te podría sugerir cosas extrañas. -Y mientras lo dice coge su bolso, se va corriendo hacia el portal y desaparece sin girarse.

Alessandro arranca su Mercedes y regresa a casa. Dios mío, en buen lío me he metido. Yo y una chica de diecisiete años. Si lo supiesen mis padres Si lo supiesen mis dos hermanas, ya casadas y con hijos Si lo supiesen mis amigos y sus mujeres respectivas Si lo supiese Elena y, sobre todo, si lo supiesen los padres de Niki Y así, sin apenas darse cuenta, ha llegado ya a su casa. Nunca había conducido tan rápido. A lo mejor es porque de repente siente ganas de escapar de todos aquellos si Se monta en el ascensor y poco después ya está de nuevo en su casa. Se cierra por dentro y echa el pestillo. Fiuuu. Un suspiro de alivio. El CD sigue sonando a bajo volumen. Éste es el momento de Ligabue, L'amore conta. Qué compilación tan bella ha hecho Enrico. Luego un recuerdo. Y otro. Y otro más. Pequeños flashes. Frames de amor. Sabores, perfumes, detalles, los momentos más bellos de una película inolvidable. Niki. Qué sueño. Pero ¿ha sucedido de veras? Claro que ha sucedido. Y qué ha sucedido Es realmente una muchacha hermosa. Y dulce. Y generosa. Y divertida. E ingeniosa. Y despierta. Y tierna. Y Y tiene diecisiete años.

Alessandro coge la botella de ron y se sirve un vaso pequeño. No le iría nada mal un poco de zumo de pera. Pero no, ¿por qué hemos de querer siempre algo más para estar satisfechos? Basta con disfrutar el momento, lo dice también Niki, y se lo toma todo de un trago. Sólo ron. Ron puro. Diecisiete años. ¿Te detienen en estos casos? Sí. Qué va. No lo sé. Luego, casi sin querer, se halla de nuevo en la terraza. La música se difunde ligera en aquella atmósfera. Se acerca lentamente al lugar donde todo ha sucedido El lugar del crimen, le gustaría decir. Pero prefiere no pensar en ello bajo esa luz. Mira. En el suelo, en una esquina, está el vaso de Coca-Cola con su rodajita de limón. Y en la tumbona, en una esquina más lejana, la goma del pelo abandonada. Después se acerca a la mata de jazmines, casi se sumerge en ella e inspira profundamente, llenándose de su perfume. Justo en ese momento, se enciende la luz de la terraza de enfrente. Aparece una señora y grita a pleno pulmón:

 Aldo, Aldo ¿Dónde estás?

 Estoy aquí, María ¡No grites!

 Pero ¿no vienes a la cama?

De improviso, un hombre se aleja del seto, haciéndose presente bajo la luz de la lámpara de la terraza. Debe de ser Aldo. Mira hacia Alessandro. La mujer vuelve a entrar.

 Venga, que mañana tenemos que madrugar.

El hombre entra en la casa. Apaga la luz de fuera, después la del salón, luego la del pasillo, desapareciendo de nuevo en la oscuridad. Alessandro sale de la mata de jazmines. Aldo. Se llama Aldo. A lo mejor esta noche ha estado allí, mirando. De todos modos, no cree que haya podido ver gran cosa. Y así, un poco más tranquilo, también Alessandro se mete en casa. Cierra la puerta corredera. Una cosa es segura: al menos esta noche no me ha denunciado.

Cuarenta

Buenos días, mundo. Tu Niki reportando. Espera que me desperece un poco. No me lo puedo creer ¡Fue maravilloso! Basta, deja de pensar en ello, Niki. Vuelve a la normalidad. Fly down Mantén los pies en el suelo. No a tres metros sobre el cielo Cuanto más arriba se sube ¡más daño se hace uno al caer! No quiero traerme mal fario a mí misma, pero ¡vaya! Así. Mejor. Low profile. Veamos ¿qué me pongo hoy? Hoy toca filosofía. Qué mierda. No tengo ningunas ganas. Hoy tiene que explicar a ese Popper, me parece. Me temo que será un plomo. De modo que es preciso que me vista alegre y con colores para que me sirva de antídoto. Niki abre su armario. Observa escrutadora las perchas. Vaqueros Onyx de color rosa con camiseta a rayas. No. Parezco una bombonera. Falda stretch con camiseta de cuello en V. Demasiado colegial. Pantalones estrechos azules estilo retro con camisa amarilla sin mangas y de cuello alto. Esto. Popper, te derrotaré con los colores de una mañana de sol. Después, mientras empieza a sacar la ropa del armario cambia de idea. Pero ¡¿qué feliz soy?! ¡Demasiado! Pero tengo un miedo de la hostia

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