Perdona Si Te Llamo Amor - Федерико Моччиа 18 стр.


 ¡Felicidades, Camilla!

 ¡Feliz cumpleaños!

Alguno se pone a cantar «¡Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz!».

Camilla se pone roja de vergüenza.

 ¡Gracias, menuda sorpresa! ¡No había sospechado nada! ¡Dios mío, he caído de lleno!

Empiezan a darle paquetes, un ramo de flores, algunos no han traído nada, pues han colaborado en la compra de un regalo mejor sugerido por el propio Enrico. En poco rato, Camilla está inundada de regalos. También el pobre Alberto le da el suyo, una botella de vino, sonriéndole y con un beso en la mejilla. Es posible que esté fingiendo no haber oído nada. Lo que es cierto es que esa botella es mejor que lo que se suele beber en su local. Enrico se acerca a Alessandro, que está conversando con Flavio y Pietro. Lo coge del brazo.

 Disculpad. -Y se lo lleva de allí.

Pietro los mira.

 ¡Tienen secretitos!

Flavio se encoge de hombros. Alessandro y Enrico se detienen a poca distancia de los demás.

 ¿Y bien?

 Todo en orden, Enrico. Fui a verlo y ha aceptado el encargo.

 ¿Por cuánto?

 Tres mil euros. Mil quinientos al contado, que ya le di, y mil quinientos al acabar el trabajo.

 Está bien. -Enrico saca su cartera.

 Venga, Enrico, aquí no, que pueden vernos. Una de estas noches lo arreglamos todo con calma.

 Ok, gracias. -Enrico vuelve a guardarse la cartera en el bolsillo. Después mira a su mujer de lejos. Está rodeada de amigos. Muchos todavía la están besando y le están dando sus regalos.

 ¿Has visto? ¿Te has dado cuenta?

Alessandro mira en la misma dirección que Enrico.

 ¿De qué? La están felicitando, ¿qué pasa?

 No, fíjate bien.

Alessandro se esfuerza, entrecierra los ojos para captar el más mínimo detalle, pero no nota nada.

 A mí me parece todo normal, se ríe, bromea con sus amigas, conversa. Está contenta.

 El pelo. Mírale el pelo.

Alessandro se esfuerza aún más, pero no nota nada en absoluto.

 Oye, a mí me parece que lo lleva como siempre, ¿por qué lo dices? ¿Qué se supone que se ha hecho?

 ¿Cómo que qué se ha hecho? Lleva flequillo.

 ¿Y qué? Se ha cortado el pelo ¿Qué pasa, es eso un crimen?

 No, una comedia. 1973. Una dama y un bribón. La bonne année, en francés. Una película de Claude Lelouch con Lino Ventura y Francoise Fabián. Él acaba en la cárcel y ella va a visitarlo. Recuerdo su diálogo. Él: «¿Te has cambiado el corte de pelo?» Ella: «Sí, ¿por qué? ¿No te gusto?» Él: «Sí, sí, es sólo que cuando una mujer se cambia de peinado, quiere decir que está a punto de cambiar de hombre.»

Enrico se queda mirándolo en silencio. Luego, de vez en cuando le echa una mirada a Camilla, sentada allí al fondo.

Alessandro lo mira y menea la cabeza.

 Pues vaya, pero francamente, yo me acuerdo de otras frases, del tipo «¿Qué es una mujer?», «Es un hombre que a veces llora». Perdona pero es mejor. ¡Y, de todos modos, estás hablando de una película!

 Sí, pero las películas se basan precisamente en la realidad. Se ha cortado el pelo, por lo que quizá está con otro.

 Mira, llegados a este punto, a mí no me cabe ya la menor duda: nunca un dinero se habrá gastado mejor. Estoy seguro de que Tony Costa te sacará por fin de cualquier duda irracional, ¿ok?

 Ok

 Ahora me voy a beber algo.

Pero, justo en ese momento, Enrico ve que Camilla deja de hablar con sus amigas, se saca el móvil del bolsillo y mira en la pantalla el nombre de quien la está llamando. Sonríe y responde. Después se da la vuelta y se aleja un poco de la gente, buscando un poco de privacidad. Enrico mira a Alessandro, que intenta tranquilizarlo.

 Hoy es su cumpleaños. Sabes que la llamará un montón de gente para felicitarla. A lo mejor es una amiga suya a la que has olvidado invitar, o una prima lejana que acaba de acordarse

 Sí, claro. O a lo mejor es alguien que llama para decirle lo mucho que le ha gustado su nuevo corte de pelo

Alessandro pone los ojos en blanco y lo abandona en busca de un vaso de vino. Se acerca a la mesa del bufé.

 Un poco de vino tinto, por favor.

Un educado camarero coge una botella.

 En seguida, señor. -Alessandro observa el vaso mientras se llena. Luego un recuerdo lejano. Imprevisto, ahora invasor. Elena. Unos días antes de que se fuera Elena entra en la habitación mientras Alessandro está en el ordenador.

 Cariño ¿te gusta? ¿Qué te parece?

 ¿El qué, amor?

 ¿No te has dado cuenta? ¡Me he cortado el pelo! Me he dado además un tinte más oscuro.

Alessandro se levanta, se le acerca y le da un beso en los labios.

 Si eso fuese posible, estarías aún más guapa que antes. -Elena se aleja y sonríe. Segura. Demasiado segura. ¿Fue en eso en lo que me equivoqué? ¿En darle demasiada seguridad?

 Aquí tiene

 ¿Cómo?

 Su vino, señor. -El camarero le pasa la copa y el recuerdo se desvanece.

 Gracias. -Mientras bebe, se percata de que Enrico lo está mirando desde lejos. Le sonríe. Todo bien, Enrico, todo va bien. Porque hay recuerdos que carece de sentido compartir, ni siquiera con un amigo. Aunque hagan daño. Aunque resulten dolorosos. Podría decirse que en el amor, el dolor es proporcional a la belleza de la historia que has vivido. Una buena máxima.

Alessandro mira de nuevo a Enrico. «Y tú, amigo mío, ¿sufrirás? Y si sufres, ¿cuánto sufrirás?» Luego Alessandro le sonríe. Enrico le devuelve la sonrisa, un poco perplejo. Alessandro deja el vaso vacío en una mesa cercana. Claro que decirle una máxima como ésa a uno que cree que su mujer lo engaña, quiere decir otra cosa: que no eres un verdadero amigo.

Cuarenta y seis

 Eh, deja que te veamos.

Olly y Erica se acercan a Niki, bajo la ducha. Ella se está enjabonando, mete la cabeza bajo el agua y se quita el jabón de los ojos.

 ¿Qué pasa?

 Queremos ver si tienes señales

 ¡Qué idiotas sois! -Y empieza a dar manotazos bajo el chorro de la ducha para salpicarlas. Poco después, Niki está sentada en el banco del vestuario. Se está frotando con fuerza el pelo con una toalla azul celeste pequeña pero larga, que lleva la marca Champion. Todas sus amigas la rodean.

 Venga ya, ¿nos vas a contar o no la verdad sobre esta historia?

Niki aparta la toalla y se la deja caer sobre el cuello.

 ¿Otra vez? Si ya os la he contado.

 Sí, otra vez. Me gusta y me excita.

 Tú estás enferma

 No. Y ahora te diré la verdad. -Olly mira a Erica y a Diletta-: ¡Yo no me creo que ese tipo sea un semental!

Niki coge la toalla que lleva al cuello e intenta golpearla con ella a modo de látigo, pero Olly es más rápida y se aparta a tiempo. O casi.

 ¡Ay! ¡Casi me das! ¿Eres idiota?

 ¡¿Por qué siempre tienes que decir cosas que yo no he dicho?!

 Está bien, dijiste que había estado de maravilla, que se lo tomó con calma, que te gustó, que te llevó hasta el final.

 ¡Olly!

 Bueno, ¿tú lo dijiste o no? ¿Y todo esto no es como de semental?

 Pues no. También te dije que es amable, guapo, generoso, atento, delicado. Por todo eso fue por lo que me hizo sentir tan bien pervertida.

 Si acaso, el semental era su ex, Fabio -interviene Diletta.

Olly se vuelve y la fulmina con la mirada.

 ¿Y tú qué sabes?

 Bueno, eso se ve Por cómo se comporta, por cómo se mueve

Olly la interrumpe con sorna.

 Pero si tú todavía no has catado ningún tipo de chico, ni small ni extralarge. ¿Qué tienes que decir? ¿O es que acaso has probado a ese Fabio Fobia y no nos has dicho nada?

 Por supuesto. Pero ¿cómo te lo iba a contar a ti, que estabas colada por él?

 Serás cabrona -Olly reacciona e intenta golpearla.

Niki se levanta y de inmediato se interpone entre ellas.

 ¡Eh, calma, calma, Olas!

Poco a poco, con la ayuda de Erica, logra que vuelvan a sentarse.

 Pero ¿qué os pasa? Basta con que se hable un momento de los hombres y os lanzáis como lobas. Tenéis unas reacciones hormonales propias de niñas de doce años.

 O feromonales, que es peor -sonríe Erica.

Olly la mira.

 ¿Pero qué?

Erica mueve la cabeza.

 Te lo explicaré Aquí hay una que sí ha sabido aprovechar la clase de química de hoy.

 Yo no podía. Tenía que hacer unos dibujos para el semental.

 Escuchad. -Niki vuelve a ponerse la toalla sobre los hombros-. A ver si nos entendemos. Esto no nos había pasado nunca. Uno: ningún hombre, por small, médium, extralarge o semental que sea, debe podernos separar. ¡Prometedlo!

 Prometido.

 Dos: tenemos que contárnoslo siempre todo, desde nuestros deseos hasta nuestros pensamientos, desde los miedos hasta la felicidad. Con demasiada frecuencia veo a gente que tiene miedo de admitir que está viviendo algo increíble, espléndido, condenadamente hermoso, incluso ante sus propios amigos. ¿Lo prometéis?

 ¡Prometido!

 Tres: quien se líe con Fabio o intente algo, pobre de ella.

Las tres la miran sorprendidas.

 En el sentido de que se lía con un pedazo de egoísta. -Después mira a Olly-. Desde todos los puntos de vista, dado que tienes tanto interés en él.

Diletta le da un golpe a Olly.

 Como puedes ver, yo todavía no me he estrenado, pero entiendo bastante más que tú.

Olly se encoge de hombros con una mueca antipática. Erica se acerca a Niki.

 A mí el que me gusta es Alessandro. Claro que es mayor, pero Por cierto, ¿cuántos años tiene?

 ¿Cuántos crees?

 No sé Veintiocho. Veintinueve

 Va a cumplir treinta y siete.

 ¡¿Qué?! O sea, que te lleva veinte años.

 Casi veinte. ¿Por qué os sorprende tanto?

Olly sonríe.

 A mí no me sorprende, al contrario ¡Ya te he dicho que me excita! Un tipo mayor así de mayor ¡Me mola un montón! ¿No tendrá un amigo?

 Varios.

 Vale, ¿por qué no me los presentas?

 Me parece que todos están casados.

 Él también, ¿verdad? -Erica la mira con desconfianza.

 No.

 ¿Estás segura?

 Hace unos meses que se separó de su novia. Estaban a punto de casarse.

Olly junta las manos y mira hacia arriba.

 Mecachis -exclama-, ahora aún me mola más. Oye, sus amigos casados también me convienen. Más adelante, si fuera el caso, para eso existe el divorcio, ¿no? En caso de que

 ¿Y si vuelve su ex? -pregunta Erica.

Niki intenta alcanzarla también a ella con la toalla.

 Jo, ¿por qué tenéis que poneros en contra? ¿Por qué tenéis que burlaros? ¿Queréis traerme mal fario?

 Pero ¡qué dices!

 ¿Estás loca?

 Entonces, Olly, si quieres ayudarme, me tienes que hacer también un eslogan.

 ¿Cómo?

 Sí, una frase para poner encima de tus dibujos. Se me tiene que ocurrir una idea. Mientras tanto, ve pensando en los colores o las fuentes que vas a utilizar.

 Colores, fuentes qué manera de hablar. De todos modos, me he estado informando, ¿sabes? En el mundo de la publicidad se mueve un montón de pasta.

 ¿Y qué?

 Que tú te estás aprovechando de mí.

Niki se sienta en el banco.

 A ver, ¿qué quieres?

 Una cena con él y con un amigo suyo. -Y le tiende la mano a Niki, que la mira indecisa.

Olly sonríe.

 No cena, no eslogan, ya que hablamos de publicidad.

Niki mueve la cabeza.

 Ok, está bien, pero lo que hagas después es asunto tuyo. ¡Yo no quiero verme metida en tus líos!

Justo en ese momento llega el entrenador.

 Bravo, chicas, muy bien todas. Muy bien, Diletta, y perfecta Niki, a pesar de llegar con retraso. -Después se acerca a una de las suplentes-. Ah, oye, he hablado con el médico, tienes que seguir poniéndote un poco de Lasonil y hacer un buen calentamiento antes de intentar volver a jugar.

Erica lo mira.

 Hay que reconocer que nuestro entrenador es fuerte. Y además es guapo.

Niki sonríe.

 Sí, pero éste es demasiado mayor.

Olly se vuelve para que no la vean.

 Y en mi opinión, es un degenerado que viene aquí sólo para vernos medio desnudas después del partido.

 ¡Olly! Tú ves sexo por todas partes.

 El sexo está por todas partes. Y es importante darse cuenta de ello. -Luego se vuelve hacia Diletta-. Lo que nunca podré comprender, sin embargo, es por qué tú te castigas sola.

Cuarenta y siete

 Así pues, ¿cuánto te debo por el regalo de Camilla?

 ¿Qué dices? Pero ¡si yo te debo a ti un montón de dinero! Venga, hagamos cuentas luego.

 Vale, como quieras.

Enrico se aleja un poco y se lleva a Alessandro a una esquina del restaurante.

 Sácame de dudas. -Enrico mira a su alrededor. Atisba por los ventanales del restaurante, otea el jardín, entre las plantas, más lejos, hacia el lugar por donde discurre el Tíber-. ¿Tú crees que ya se haya puesto a ello? Es decir, ¿crees que nos estará filmando ahora? ¿Estará grabando lo que decimos?

Alessandro mira su reloj.

 Yo creo que a esta hora estará follando con Adela.

 ¿Follando con Adela?

 Su secretaria.

 ¿Cómo? A ver si lo entiendo. Él que se supone que tiene que investigar a parejas de amantes, asuntos de cuernos, eligió esta profesión para follarse a ésa sin ser descubierto.

 Y yo qué sé Quizá. No seas tonto, lo decía por decir. Cuando llegué a su oficina, parecían haber sido pillados in fraganti. Igualmente, le di la dirección y todo lo demás, ya te lo dije. Dentro de unos días sabremos algo más. Y ese gusano que te está comiendo el cerebro se irá por fin.

 O acabará por devorármelo del todo. Y si es ella quien se lo está comiendo a traición, la sacaré de mi vida.

Alessandro resopla.

 Oye, por lo menos esta noche déjala en paz, ¿eh? Ésta es su fiesta. -Y se aleja; dirigiéndose hacia las mesas.

Enrico se queda un poco cortado. Apenas le da tiempo a decirle:

 ¿Cuándo te llamo, mañana?

 Cuando quieras.

Alessandro da vueltas entre la gente hasta que por fin la ve. Justo en ese momento, Camilla se da cuenta de que le ha entrado un mensaje en el móvil. Lo abre. Lo lee. Sonríe. Alessandro se halla a pocos pasos de ella.

 ¿Camilla?

Ella cierra el teléfono de golpe e instintivamente lo baja.

 Oh, Alex Me has asustado

Camilla se le acerca. Se besan.

 Felicidades de nuevo. He comido estupendamente, de veras que la fiesta ha estado muy bien.

 Ya. -Camilla mira de lejos a su marido. Le sonríe con una ternura exquisita, pero ligeramente insípida-. Enrico me ha dado una sorpresa muy bonita

Alessandro mira a Enrico y piensa en sus miedos. Después mira a Camilla y piensa en el mensaje que acaba de recibir. ¿Y si Enrico estuviese en lo cierto? Bah, de nada sirve que yo también me obsesione con ese dilema. Ya hemos pagado a alguien para que lo resuelva. Que se encargue él. Alessandro le sonríe.

 Sí, una sorpresa bonita de verdad Y muy bien planeada.

 Sí, Enrico es muy bueno para este tipo de cosas.

 Bueno, Camilla, hasta la vista.

 De acuerdo, Alex, hasta pronto. -Y mientras Alessandro se dirige hacia la salida, Camilla lo vuelve a llamar-. Disculpa, quiero decirte algo.

Alessandro se detiene. Ella se le acerca.

 No sé si te gustará saberlo o no, pero no tengo ningún motivo para ocultártelo. -Camilla hace una pequeña pausa-. Espero que no te moleste. Antes he recibido un mensaje. Era Elena. Se ha acordado de felicitarme.

Alessandro sonríe.

 Me alegro. En el fondo, vosotras siempre mantuvisteis una excelente relación. ¿Cómo iba a molestarme? -Y sonríe de nuevo-. Ya hablaremos. -Y se va.

Camilla se queda mirándolo. Quién sabe si volverán. Y, sobre todo, ¿por qué lo habrán dejado?

Cuarenta y ocho

Alessandro conduce en la noche. Claro. Se lo habrá apuntado en aquel teléfono agenda supertecnológico que tenía, con todo tipo de avisos vía e-mail, alarmas y recordatorios de citas. Elena siempre fue buena en las relaciones de empresa. Siempre conseguía lo mejor. ¿Y ahora qué hace? No me llama pero le envía un mensaje de felicitación a Camilla. Qué imbécil

Poco después, está en casa. Cabreado aún, abre y cierra la puerta a sus espaldas de un portazo. Después decide poner música para relajarse un poco. Elige con cuidado. La última banda sonora para un espot japonés. Coge una Coca-Cola de la nevera y se tumba en la chaise longue del salón, de piel auténtica. El único mueble elegido por Elena que le gusta. Por otro lado, todos los muebles del salón están aún por llegar. Todavía recuerda la discusión por teléfono de Elena. Les gritó como una loca a los de la tienda de muebles porque, por aquel entonces, llevaban un retraso de un mes y medio en la entrega. Y, a día de hoy, todavía no los han traído. Quizá, piensa Alessandro, aún me puedo echar atrás. Lo mejor de todo es que ella decoró toda la casa, impuso su criterio, discutió porque se retrasaban en la entrega, aunque, eso sí, me obligó a dar un anticipo; yo he pagado y ella se ha ido. Pufff. Desaparecida. Nunca más se supo. De no ser por el mensaje de esta noche a Camilla. Es verdad que los hombres, a veces, somos gilipollas. Es mejor no pensar en ello. Alessandro toma un sorbo de Coca-Cola. Mira por dónde, éste sería uno de esos momentos en los que estaría bueno tener el vicio del tabaco. O mejor aún, de la maría.

Pero sólo para relajarte un poco, para que te entren ganas de reír En lugar de llorar. Algún recuerdo vago de momentos agradables dispersos. Elena y él por el sendero de aquel amor vivido. Un deseo. Y otro recuerdo. Cuando se conocieron, por casualidad, en la presentación de un nuevo coche. Alessandro en seguida encontró simpática a esa mánager tan peculiar, que hablaba con continuas digresiones, abriendo más y más paréntesis, haciendo incisos varios, perdiéndose en un río de palabras. Y uno no alcanzaba a comprender adonde quería ir a parar. Entonces sonreía «¿Qué era lo que estaba diciendo?», y ella sola retomaba de nuevo el hilo. «Ah, sí, claro» Y explicaba otra cosa curiosa. Y una sonrisa.

Y un momento erótico, ella y aquellas medias que se quitaba tan despacio. Ella y su piel que se libera y resplandece. Tanto. Todo. Demasiado. De repente, un pensamiento molesto. Alessandro se agita en el sofá. A saber con quién lo estará haciendo ahora. Pero no. No lo está haciendo. No es posible. Y entonces, ¿por qué se fue? Quizá sólo fue un arrebato. Sí, tiene que ser así. Ella no es de esas que acaba una historia y empieza otra en seguida. No. Ella no. No es posible que de golpe empiece así, sin más, a hacer con otro todas esas cosas sublimes, soberbias, sucias, sensuales, sabrosas, que ella sabe hacer. Todas empiezan por «s», a saber por qué. ¿Y tú qué? ¿Te parece normal que de repente, casi sin conocerla apenas, te hayas divertido con la chica de los jazmines? Con Niki, una chica de diecisiete años. Con todas esas «s», pero también con la «z», y con la «a», la «b», la «c» y no sé cuántas letras más del alfabeto erótico. Lo mejor es no pensar en nada.

En ese preciso momento, llaman a la puerta. Alessandro casi se cae del sofá. Se había quedado dormido un momento. Se pone rápidamente en pie. Mira el reloj. Las doce y media de la noche. ¿Quién será a esta hora? ¿Elena? Pero Elena tiene llaves. También podría ser tan educada de llamar a la puerta. Ahora que lo pienso, desde que se fue tan sólo ha vuelto una vez a esta casa. Aquel día que me la encontré por sorpresa al volver. Quería llevarse aquel estúpido souvenir de Venecia Y se lo llevó. Qué imbécil.

Alessandro mira por la mirilla. No consigue ver bien de qué se trata. Y sobre todo quién es.

Un folio blanco le tapa la vista. Encima se ve un pequeño y extraño dibujo. Luego oye una voz, amortiguada por la puerta cerrada.

 Venga, que te he oído, sé que estás ahí Qué pasa, ¿no lo has reconocido? Dun, dun, dun, dun, dun, dun -Silencio. Y otra vez-. ¡Dun, dun, dun, dun, dun, dun!

Alessandro ahora sí logra distinguir el dibujo. Es una aleta.

 ¡Llama el tiburón! ¡Y si abres se te come!

Niki Alessandro sonríe y abre la puerta.

 O a lo mejor te lo comes tú a él ¡Te he traído helado!

 ¡Gracias! Perdona, pero es que no entendía

 Sí, sí -Niki entra en la casa con una bolsa en la mano-. ¡Miedoso! Venga, cierra.

Alessandro cierra la puerta y echa el cerrojo.

 Aquí lo que necesitas es a alguien como yo, que te haga de guardaespaldas. Si de todos modos tu casa está vacía. ¿De qué te preocupas? ¿Qué es lo que te pueden robar?

Alessandro se le acerca.

 Bueno, ahora a ti

 Qué bonito -Niki le da un beso suave y leve en los labios. Luego se aparta-. Venga, ¡ahora el helado!

Niki se lo lleva a la cocina, mientras Alessandro decide cambiar el CD.

 Eh, ¿tienes cuencos para servirlo? Pero grandes, ¿eh? ¡Que yo pienso comer un montón!

 Tendrían que estar en el fondo.

 ¿En el fondo dónde?

Niki empieza a abrir todos los armarios de la cocina. Encuentra el que busca. En alto.

 ¡Aquí están, los he encontrado!

Justo en la repisa más alta hay una pila de cuencos y tazas grandes. Niki se estira, coge los dos primeros, intenta sacarlos haciéndolos saltar.

 ¡Uy!

Aparta los dos últimos de la pila, pero uno salta demasiado, golpea contra el armario y sale volando, de lado, precipitándose al vacío. Niki es rapidísima. Suelta la bolsa del helado que sostenía en la otra mano, se inclina y lo coge al vuelo justo antes de que toque el suelo.

 Fiuuuu.

 ¡Eh! ¡Una de tus mejores jugadas!

Alessandro aparece en la puerta de la cocina. Niki se incorpora con el cuenco azul e intacto en la mano.

 Sí, ¡por los pelos!

Alessandro la mira. Los cuencos azules. Hacen juego con unas copas de cristal azul compradas en Venecia en uno de tantos fines de semana con Elena. Una noche en que cenaban ellos dos solos utilizaron esas copas. Alessandro había puesto la mesa con sumo cuidado nada más llegar del trabajo. Empezó a cocinar después de escoger la música apropiada y bajar las luces Elena estaba sentada en el salón. Protestó por la música elegida y prefirió otro CD. Después, fue a hacerle compañía en la cocina. Con los pies descalzos, se sentó en uno de los taburetes altos y se dedicó a mirarlo. Alessandro sirvió un poco de champán para los dos.

 ¿Qué tal te ha ido el día?

Hablaron de todo un poco, se rieron comentando sobre alguien; tanto, mucho. Y de repente, Alessandro, al volverse, golpeó con la copa en el borde de la pared de la cocina, descascarillándola. Elena dejó de beber. También dejó de reír. Cogió la copa en cuestión observando los daños; quitó un trocito de vidrio resquebrajado y luego tiró la copa a la basura.

 Ya no tengo hambre. -Se fue al salón metió las piernas debajo del cojín grande del sofá y puso cara larga; la de alguien que no tiene ganas de hablar, que ha tomado una decisión y piensa mantenerse en sus trece. Elena era así. Esa cristalería se la había dejado a Alessandro. Quizá porque faltaba aquella copa.

Alessandro toma el cuenco de las manos de Niki y abre el pequeño balcón de la cocina. Después mira a Niki. Luego el cuenco. Y lo deja caer al suelo, rompiéndolo en mil pedazos.

 Alex, ¿por qué haces eso?

Alessandro sonríe y cierra el balcón.

 Porque quizá pensaba que me gustaban mucho y en cambio no es así.

 Entiendo, pero ¿no podías decírmelo sin más? Tú no eres normal.

 Por supuesto que sí. Aunque se rompa algo, nuestra vida no cambia.

 Y en tu opinión, ¿eso es normal?

 Sí, pero ahora que lo pienso comprendo que tal vez pueda parecer complicado.

 Mucho. A saber la historia que tendrán estos cuencos

Alessandro comprende que ella no lo puede entender. Y se siente un poco culpable.

 Venga, vamos a comernos el helado.

 Oye, ¿no querrás demostrar que no le tienes ningún aprecio al helado y me lo tirarás por la ventana, verdad?

 No, tranquila, en ese caso no sería tan normal

Se lo sirven en los cuencos. Cada uno en el del otro. Niki controla el suyo.

 Para mí sólo chocolate, nueces y melaza.

 Ligero.

 No me pongas de los de fruta, que no quiero. Están riquísimos, pero los prefiero cuando es pleno verano.

Alessandro señala uno blanco.

 ¿Y éste de qué es?

 De coco. Sí, ponme un poco de coco.

 Perdona, pero has dicho que sólo en pleno verano.

Niki coge la cuchara y, sin poderlo resistir, la mete en su cuenco y come un poco.

 Hummm, rico, riquísimo. No, el coco es diferente. Además, con el chocolate sabe a aquella especie de chocolatinas

 Los Bounty.

 ¡Sí, ésos! Me gustan un montón

 Uno de sus anuncios lo hicimos nosotros.

Niki resopla.

 Jo, siempre estás pensando en el trabajo.

 No, lo decía sólo por decir. Es sólo un recuerdo.

 Ahora no tienes que recordar nada.

Alessandro piensa en los cuencos, en la copa, en todo lo de antes Y decide mentir.

 Tienes razón.

Y ella sonríe ingenua.

 Porque ahora es ahora. Y nosotros somos nosotros.

Niki mete la cuchara en el cuenco de Alessandro y prueba un poco de su helado. Luego la mete en el suyo, coge un poco de chocolate y se lo da a Alessandro en la boca. En cuanto la cierra, Niki de inmediato coge más helado y vuelve a dárselo. Pero en vez de esperar a que trague, le mancha los labios. Como cuando uno se toma de prisa un café y se le quedan «bigotes». Entonces Niki se acerca muy despacio. Cálida, sensual, deseable, y empieza a lamer esos bigotes dulces, y un beso, y un lametón, y un mordisquito. «¡Ay!» Y luego una sonrisa. Y, uno tras otro, esos besos saben a esos bigotes de chocolate, y de nata, y de coco. Y así sigue, sonriente, lamiéndolo con tierno afán. Luego se apoya en él sin querer.

 Eh, qué pasa, ya te lo he dicho me encantan los Bounty

Alessandro la besa, y se dejan ir, y apagan las luces y se derrite un poco el helado. Y un poco también ellos Y poco a poco los invade un sabor. Y juegan, y bromean, y colorean las sábanas de gusto y de deseo y de juegos alegres y ligeros y atrevidos y extremos Por un momento, Alessandro piensa: ¿Y si alguien entrase ahora? Serra y Carretti. Los policías de costumbre. Socorro. No. Y la nata desciende lentamente por sus hombros, y chocolate y vainilla y más y más abajo, con dulzura, lentamente por ese suave surco. Y la lengua de Niki y su risa y sus dientes y un beso Y todo ese helado que no se malgasta Más. Y más. Y frío y calor y perderse así entre todos esos sabores. Y de repente pufff, cualquier problema, dulcemente olvidado.

Cuarenta y nueve

Noche. Noche profunda. Noche de amor. Noche de sabor.

En la cama.

 Eh, Alex te has quedado dormido.

 No.

 Sí. Se te notaba la respiración más lenta. Además, ni siquiera te has dado cuenta de cuando me vestía.

 ¿En serio ya te has vestido?

 Sí. Huelo a chocolate, a coco y a nata, ¿qué les voy a decir a mis padres si me pillan?

 ¡Que te has liado con un heladero!

 Idiota.

 Espera, que me visto.

 No, quédate en la cama.

 No me gusta que vuelvas sola.

 Venga, me ha traído Olly, así que ahora cojo un taxi Me mola un montón que tú te quedes durmiendo en la cama mientras yo me voy

Alessandro se lo piensa un momento. Niki adopta una expresión como de decir: «Venga, fíate, déjame irme sola.»

 De acuerdo, te llamo uno.

 Ya lo he hecho yo. Debe de estar al llegar.

 Entonces espera al menos a que te dé dinero.

 Ya lo he cogido. Con veinticinco euros debiera bastar. Ya te he dicho que estabas dormido.

 ¡Vaya!

 Sólo he cogido eso. ¡Alégrate, hubiese podido desvalijarte la casa! ¡Incluidas las tarjetas de crédito! E incluso los cuencos, antes de que los rompas todos.

Después se va hasta la ventana.

 ¡Ya ha llegado el taxi!

Niki corre hacia la cama.

 Adiós. -Le da un beso rápido en los labios-. Hummm, qué rico, sabes a arándanos -A continuación se detiene con el dedo en la boca en mitad de la habitación-. Pero yo no he traído arándanos. -Sonríe con ligero atrevimiento, y se va corriendo a toda prisa, tras cerrar despacio la puerta.

Alessandro oye el ascensor que se detiene en su planta. Luego la puerta que se abre. Niki que sube, un ligero bote en el vacío. Las puertas del ascensor se cierran. Arranca. Empieza a bajar. Luego Alessandro oye el ruido de la puerta de la calle. Sus pasos veloces. Una portezuela que se abre. Que se cierra. El tiempo de darle una dirección a un taxista. Un coche que arranca en la noche.

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