En fin, no sé por qué, pero al director, a Leonardo, le ha gustado muchísimo.
Alex sonríe. Faltaría más. Nunca he visto a una tía con un cuerpazo tan increíble, y además no parece darle la menor importancia.
Está muy bien hecho Se nota la creatividad y las ganas de sorprender. -Pero ¿qué estoy diciendo? Alex, basta.
Gracias. Me ha dicho que quizá trabajemos juntos en algo parecido
Ya -Alex cierra el ordenador y se lo devuelve-. En realidad todavía no hemos tomado ninguna decisión
Justo en ese momento suena el intercomunicador. Alex pulsa el botón y responde.
¿Sí?
Acaban de llegar los diseños para la nueva campaña. ¿Te los puedo llevar?
Ah, sí Sí, claro
Raffaella mete de nuevo el ordenador en la bolsa, coge la carpeta y coloca mejor los diseños dentro de ella.
Si me necesita, estaré en mi despacho.
Perfecto, gracias.
Ha sido un placer conocerte -ahora lo tutea.
Lo mismo digo -Alex la contempla mientras sale-. Deja la puerta abierta, por favor
Ella sonríe. Él sigue escrutándola. Raffaella se vuelve para mirarlo mientras se aleja. La verdad es que es realmente guapa. Mejor dicho, demasiado guapa. Y por un instante Alex piensa que tendrán que trabajar juntos. Un día detrás de otro, hombro con hombro, lado a lado. La mira por última vez. ¿Cómo se titulaba mi vídeo? Pero justo en ese momento Raffaella, antes de entrar en su despacho, se vuelve por última vez como si se imaginara, como si supiera que él sigue observándola. Y le dedica una última sonrisa. Fantasía, creatividad o simple complicidad. Alex alza la barbilla y le responde con una sonrisa estúpida, tan estúpida que no puede por menos que sentirse como un auténtico imbécil. Luego reflexiona, sacude la cabeza, se levanta y cierra la puerta. Y en ese instante recuerda el título del vídeo: Yo no caeré en la trampa. Y nunca como ahora su elección le parece una burla del destino.
Veintitrés
Enrico está ordenando varios muñecos de Ingrid. La niña está durmiendo ya. Hoy ha jugado mucho con Anna. Cuando volvió a casa se las encontró juntas sobre la alfombra. Después Anna cogió su mochila, lo saludó con su sonrisa habitual y se marchó. Es de verdad una buena chica. He tenido mucha suerte de encontrarla. Coge un osito amarillo y lo coloca sobre un silloncito de plástico de Ingrid. De repente oye un ruido fuerte procedente del techo. Una especie de golpe seco. Enrico alza la mirada. Otra vez. No entiende nada. No es la primera vez que sucede. Pasados unos instantes se produce otro golpe y se oye cómo alguien arrastra una silla por el suelo. Enrico se detiene y escucha con más atención. Poco después se oye un nuevo golpe y una voz masculina amortiguada y procedente de arriba. Enrico trata de distinguir las palabras. Le parece oír algo del tipo: «¿Ah, sí? ¿Qué crees? ¿Que soy gilipollas?», una voz grave, de hombre, y a continuación una voz femenina que intenta aplacarlo: «Pero ¿no entiendes que no sirve de nada? ¡Eres demasiado celoso!», y a continuación otras palabras que no logra entender. Y otro golpe. Algo cae rebotando sobre el suelo, un palo de hierro o algo parecido. Enrico reflexiona por un instante. Claro. El piso de arriba. Anna. El ruido procede del piso de Anna. Caramba. Pero ¿qué están haciendo? Enrico recoge otro juguete de Ingrid que se ha quedado enganchado detrás del sofá. Le dijo que vivía con su novio. Debe de ser él el que está armando todo ese alboroto. Entretanto, sigue escuchando. Se entristece y se preocupa. Qué lástima que una chica tan mona y tan amable tenga que estar con un tipo como ése. ¿Cómo es posible?
Veinticuatro
Por la tarde. Mucho después.
Hola, amor, ¿qué estás haciendo?
¡Niki! Qué sorpresa tan agradable Estoy trabajando
Ah. ¿Cómo te ha ido esta mañana?
Alex se queda perplejo por un momento.
¿Por qué?
No sé, por saberlo Nunca hablamos de nuestras cosas.
Ah, esta mañana -Alex se siente un poco culpable. Pero ¿por qué? ¿Qué motivo hay? A medida que trata de averiguarlo, el sentimiento de culpa se va acrecentando-. Esta mañana Esta mañana Bueno, todo ha ido a pedir de boca. He echado un vistazo a los diseños de la nueva campaña, son muy buenos y vamos bien de tiempo, quizá tengamos que modificar un poco los colores, pero eso se hace de prisa
Ah, entonces, ninguna novedad
Segundos después, alguien llama a la puerta.
Adelante.
Raffaella entra con una carpeta en la mano. Alex la mira ligeramente avergonzado y tapa el móvil con la mano.
¿Qué pasa? -le pregunta en voz baja.
Quería enseñarte éstos Me había olvidado.
Ah, sí, un momento
Raffaella sonríe y sale del despacho. Alex retoma la conversación con Niki.
Perdona, ¿decías?
No te preocupes, te preguntaba si no había ninguna novedad.
No, no Nada, ¿por qué? -Se siente un poco mentiroso por no mencionarle esa novedad especial de rizos oscuros y piernas larguísimas. Y una sonrisa cautivadora. Y un físico que quita el hipo. Y
Por nada, Alex, ya te lo he dicho Pura curiosidad. En cualquier caso, estaba estudiando en casa y se me ha ocurrido una idea: me gustaría invitarte a cenar.
¿A cenar? -Sí ¿Se puede saber qué te ocurre hoy, Alex?
Es que nunca me habías invitado a cenar
Pues porque jamás se había terciado. Considéralo una casualidad Sea como sea, un amigo mío ha abierto un nuevo local, es un restaurante muy guay, en la via della Balduina.
Está bien. -Alex se tranquiliza un poco-. Sólo que no sé a qué hora terminaré hoy.
Como quieras. Entonces, nos vemos alrededor de las nueve y media, ¿crees que podrás a esa hora?
Sí, sí.
Te mando un sms con la dirección exacta -Vale, hasta luego.
Alex cuelga y se queda pensativo. Mmm. Qué extraño. Aquí hay algo que no encaja. ¿A qué vienen todas esas preguntas? Dios mío ¿Y si la tal Raffaella es amiga suya? Y se imagina una supuesta llamada telefónica entre Niki y Raffaella. Bueno, ¿y eso qué tiene que ver? Siempre puedo decirle que cuando hablamos por teléfono todavía no la conocía. Es más, que me habían fijado la entrevista para conocerla a última hora de la tarde. Después palidece. ¿Y si han hablado ya? En ese caso seguro que ahora Niki se estará preguntando: ¿por qué no me lo habrá dicho? De ser así, ¿qué puedo decirle? Dios mío, pero ¿qué estoy haciendo? Me estoy volviendo como Pietro. ¿Busco excusas antes incluso de que me acusen? ¿Intento justificarme solo? ¿De qué? ¿Qué he hecho? Y en un instante vuelve a verse en sueños, con todos sus amigos vestidos de abogados que asienten con la cabeza. Y de nuevo lo declaran culpable.
Así pues, Alex sólo puede hacer una cosa: abre la puerta y la llama.
Raffaella, ven
Sí Perdona, no quería molestarte, es que me había olvidado de enseñarte éstos -pone sobre la mesa varios diseños-. Es una campaña hecha por otra empresa que ha tenido mucho éxito en Japón.
Ah -Alex mira sus diseños, aunque da la impresión de que no los ve-. Oye, ¿por casualidad no conocerás a Niki Cavalli?
Raffaella sonríe de manera ingenua, quizá demasiado.
No o, al menos, creo que no. ¿Por qué? ¿Debería?
Alex exhala un suspiro de alivio, pero la duda persiste. No las tiene todas consigo.
No, no, te lo preguntaba porque, porque la usamos en una campaña japonesa LaLuna -y en el preciso momento en que lo dice nota que ese «la usamos» suena de forma terrible en su boca-. Y, además, es mi novia.
Raffaella sonríe.
Ah, sí Ya entiendo. Felicidades. Pero no, no la conozco Lo siento. -Tras encogerse impasible de hombros, abandona el despacho.
¿«Lo siento»? ¿Qué habrá querido decir? Quizá sea sólo una muletilla. Pero bueno, ¿a qué vienen todas estas preguntas? ¿Qué me sucede? Aunque que Niki pregunte sin cesar si hay novedades tampoco es normal. ¿Y esa repentina invitación a cenar? Sí, aquí hay gato encerrado. Pero bueno, una invitación a cenar puede ser sin más un pretexto para celebrar algo, para dar una buena noticia. De repente lo asalta una duda. ¿Y si la novedad la tuviera Niki? Una de esas noticias increíbles que dan un vuelco a la vida y que suelen decirse después de un bonito brindis. «Cariño, tengo una cosa importante que decirte.» Se imagina a Niki mirándolo y sonriendo detrás de la copa de champán. «Alex, ¡vas a ser papá!» Y eso que he tenido mucho cuidado. Sí, el suficiente. Aunque también podría ser de otro. Y en ese momento reaparecen en su mente sus amigos con las togas de abogados. Sus semblantes son aún más severos y tienen los ojos desmesuradamente abiertos. Culpable por el mero hecho de haberlo pensado. Inspira profundamente, aún más profundamente. Alex sólo está seguro de una cosa: es culpable. ¿Otra vez? Sí. No ve la hora de salir a cenar con Niki. Después, su mirada se posa en su escritorio. Los últimos diseños de Raffaella. Y la nota sobre la agenda: cena con Niki a las nueve y media. Imposible. Hay algo que no encaja.
Veinticinco
Cristina está parada en el semáforo. Mira a su alrededor. Ve a una pareja que camina abrazada por la acera. Otra se besa en el coche de al lado. Otra se persigue bromeando. Hay que ver cuánta gente feliz y enamorada hay en el mundo. Salvo yo. Parezco Nanni Moretti en Bianca, cuando, delgado como una cerilla y con la canción Scalo a Grado de Franco Battiato como música de fondo, muestra una panorámica de una playa en un bonito día de sol. Y ve una serie de parejas que se quieren, se abrazan, se besan sobre las toallas o las tumbonas.
Y entonces Moretti, con el pelo bien seco y unas gafas enormes marrones de principios de los años ochenta, primero impasible y después sonriendo, decide que él también desea el amor. De manera que echa a andar hasta que vislumbra a una chica guapa y rubia que está tumbaba boca abajo haciendo topless. Se detiene y se tumba sobre ella.
Y ella, como no podía ser menos, se debate, protesta y se levanta. Varias personas se acercan y obligan a Moretti a marcharse. Qué escena. Sí, pero echaba de menos el amor. Yo, en cambio, lo tengo. No estoy soltera. Estoy con Flavio.
El semáforo se pone en verde. Cristina mete la primera y arranca. Sonríe. Sí. Yo también he tomado una decisión. No me tumbaré encima de nadie. Cuidaré a mi amor. Lo mimaré. Prepararé su tarta preferida. Chocolate y coco. Hace demasiado tiempo que no se la preparo. No puedo quejarme de los demás si yo, por mi parte, no muevo un dedo.
Cristina llega a casa. Aparca. Sube la escalera. Se siente feliz como una niña, repentinamente feliz de dar una sorpresa a alguien. Abre la puerta, la cierra a sus espaldas, echa el bolso sobre el sofá y se precipita a la cocina. Busca los ingredientes: dos tabletas de chocolate fondant. Un poco de mantequilla. Huevos. Leche. Harina. Azúcar. Y coco rallado. Enciende la radio y empieza a cocinar. Con pasión. Divertida. De vez en cuando se lame los dedos que ha metido en la masa. Enciende el horno para calentarlo. Unta el molde de mantequilla. Y casi sin darse cuenta se pone a canturrear su versión personal de Vasco: «Una tarta para ti, no te la esperabas, di, y, en cambio, aquí la tienes, ¿cómo habrá salido?, sabes»
Suena el móvil. Está en uno de los bolsillos de los vaqueros. Lo saca con las manos todavía blancas de harina. Lo abre. Es Flavio.
Hola, cariño, soy yo Oye, perdona pero esto va para largo. Llegaré tarde. Tengo que acabar de redactar un informe para mañana por la mañana y voy muy retrasado Un beso.
Cristina sujeta el teléfono ya silencioso con los dedos. Lo cierra y lo deja sobre la encimera. Mira el horno donde en esos momentos se cuece la tarta. Después esboza una amarga sonrisa. Cuando quieres dar una sorpresa. Cuando piensas en los detalles, te esfuerzas y eres feliz pensando en la felicidad que suscitarás. Y la espera se transforma en alegría. Y luego, plof, basta una llamada, una frase inocente o un retraso para que todo salte por los aires y tú te quedes con las manos vacías. A saber dónde está ahora. De verdad, quiero decir. ¿Qué estará haciendo? ¿Y con quién? A ver quién es el imbécil que se cree que tiene que acabar de redactar un informe. Puede que lo que esté tratando de dar por zanjado sea nuestra relación. ¿Y si me estuviese engañando? ¿Y si ahora está con otra y se ha inventado esa excusa? Cristina se imagina la escena. Flavio y una mujer. Puede que guapa. Puede que en su despacho. Juntos. Próximos. Se besan. Se tocan. ¿Qué experimento? ¿Qué siento? Hace unos años la mera idea me habría matado. ¿Y ahora? Ahora tengo la impresión de que en el fondo me trae sin cuidado. Y esa constatación la asusta. Se siente mal, culpable. ¿Cómo es posible que la idea de que Claudio me traicione me deje indiferente? Flavio y otra mujer. A saber Quizá sería incluso más feliz. Y recuerda lo que le decía su amiga Katia durante el bachillerato, esto es, que las historias de amor no duran más de siete años y que la crisis se inicia ya en el sexto. Que la pasión, incluso la más fuerte, se desvanece. Y el aburrimiento pasa a ocupar su lugar. La costumbre. Y todo parece igual. Apagado. Sin estímulos. Y el amor, ése que se describe en los libros y en las películas, resulta ser una mera fantasía. En ese momento se abren dos opciones: romper o engañar. Para renovarse. Para recordar cómo era esa poderosa sensación que te devoraba el estómago cuando pensabas en él. O en ella. En estar juntos. Y se sigue así, atrapados en un círculo vicioso de hipocresía en el que ninguno de los dos tiene el valor de decirle al otro que el sentimiento ha cambiado, que se ha agotado, que ha desaparecido. Qué tristeza. ¿Así es la vida? ¿Uno se vuelve así?
Suena el temporizador del horno.
La tarta está lista. Cristina se pone la manopla, abre la puerta y saca el molde. Lo coloca sobre la mesa. Coge un gran plato de cristal y vuelca la tarta en él. A continuación saca un cuchillo de un cajón. Y vuelve a pensar en Flavio. En él con otra mujer. Y no siente nada. La pena aumenta. Se come un pedazo. Como si fuese una niña, hunde los dedos en el chocolate dulce y todavía caliente del horno. Y sus lágrimas se deslizan saladas, contrastando con el azúcar del postre, aunque la melancolía que las produce es asimismo ardiente.
Veintiséis
Velada romana. Las calles están casi vacías. Mérito de la hora de cenar. Se circula bien. Alex conduce con calma, llega a tiempo. La tarde ha transcurrido sin sobresaltos. O novedades. Son las nueve y media. Alex aparca el coche, se inclina hacia el asiento de al lado para ver si ha llegado al número que Niki le ha escrito en su mensaje. Sí, aquí es, via della Balduina, 138. Y, de hecho, ve por encima de su cabeza el letrero bien iluminado: «Restaurante.» Sin embargo, es extraño, hay poca gente, no parece una inauguración. Bah. Quizá la gente llegará más tarde. Alex se apea del coche y entra en el local. Ve a Niki sentada sola a una mesa hojeando el menú. Parece serena, tranquila. Con la mano izquierda tamborilea sobre la mesa mientras que con la derecha sujeta el menú abierto en el que lee las especialidades del local. Alex sólo piensa una cosa al verla: ¡qué guapa es! Y esa constatación borra de golpe todas sus dudas.
Se acerca a ella y se sienta a la mesa.
Aquí estoy, amor -Le da un ligero beso en los labios-. Me he dado toda la prisa que he podido
Nike sonríe y se encoge de hombros.
Me parece perfecto.
Alex abre su servilleta y la extiende sobre su regazo. Luego mira alrededor.
Hay poca gente ¿Todavía tienen que llegar?
Niki sonríe.
No No creo
Ah
Alex observa con más detenimiento el local. No le parece particularmente nuevo. Es agradable, acogedor, sencillo, pero da la impresión de llevar mucho tiempo abierto. Al fondo de la sala está el propietario. Está sentado frente a la caja, es un tipo rollizo, de cara bonachona, sin pelo y con las gafas caladas en la nariz. Está comprobando algo con el bolígrafo en la mano y parece distraído y aburrido. Cualquier cosa menos un tipo que desborda adrenalina debido a la inauguración de su nuevo restaurante y, aún menos, un posible amigo de Niki. Alex escudriña el fondo del local. La verdad es que hay cuatro gatos. Algo falla. Luego su mirada se cruza con la de Niki.
Hay algo que no te encaja, ¿verdad?
Alex sonríe, curioso.
Sí, en efecto No me parece un local antes de la inauguración
Y tienes razón. -Niki abre de nuevo el menú y lo alza, para esconderse detrás, o como si pretendiera leer mejor la lista de los platos para pedir algo. Después se asoma por encima y le sonríe-. Te he mentido. Hoy no inauguran nada.
Ah -Alex entiende que la situación se está torciendo, de manera que trata de ocultarse también detrás de la carta.
Niki alarga una mano y la aparta para poder verle la cara.
Ah, también te he contado otra mentira: el propietario no es amigo mío
Alex vuelve a mirar al señor que está sentado frente a la caja. Le parece aún más gordo, más viejo y aburrido que antes. Luego sonríe un poco avergonzado.
Pues sí, la verdad es que no lo parece -y alza una vez más el menú como si la situación fuese del todo normal.
Niki se inclina y se lo vuelve a bajar. Alex sabe que no tiene escapatoria. Niki le sonríe de nuevo. Esta vez, de manera forzada.
¿Quieres saber por qué he elegido este sitio?
Alex asiente tratando de parecer tranquilo, pero está seriamente preocupado.
Sí, claro.
En un instante todo se precipita de nuevo en su cabeza. Raffaella me ha mentido, son amigas íntimas. Más aún: Niki ha hablado con Leonardo y ambos se han puesto de acuerdo, la ha asignado adrede a mi despacho. No, eso no. Niki está embarazada y quizá el niño sea mío. Después, sin saber qué buscar ya en el interior de su mente, retrocede en el tiempo, excava, hace suposiciones, piensa, reflexiona. No me lo puedo creer. Se ha encontrado con Elena, y a saber qué cosas se habrá inventado ésta. O puede que no se la haya encontrado, sino que piense que yo he vuelto a verla. Y ese voltear entre recuerdos, deducciones, suposiciones y miedos lo va agotando poco a poco, hasta que Niki le sonríe por última vez mientras le muestra el menú.
¿No te dice nada este sitio?
Alex lee por primera vez el nombre del restaurante: Entre Ceja y Ceja. Acto seguido recorre con la mirada el comedor. Varias personas comen y charlan tranquilamente, el propietario sigue en la caja y ahora, quizá debido a una extraña circunstancia, alza la mirada y echa un vistazo a las mesas. Su mirada se cruza con la de Alex y le sonríe. ¿Quizá de forma excesivamente afable? ¿Querrá decir algo, es una señal, una indicación, un código secreto? No. ¡Es increíble! ¿Será un local de intercambio de parejas? Alex observa con mayor atención. Hay también una familia con hijos y suegra incluidos. Y en una fracción de segundo ve por enésima vez a sus amigos vestidos de abogados revolcándose de risa y llevándose las manos a la cabeza. No, mejor pasar por alto este último pensamiento absurdo, se avergüenza de él.
Cariño, perdona, pero no entiendo nada.
Niki se pone terriblemente seria.
Me lo imaginaba -Después vuelve a sonreír divertida-. Te he traído -se inclina, saca algo del bolso que tiene bajo la mesa y se lo tiende- ¡un regalo! Ten
¿Es para mí?
¿Para quién si no? Ábrelo
Pero, cariño
El cerebro de Alex huye de nuevo en todas direcciones. Pero, ¿por Qué? ¿Qué día es hoy? ¿Cuándo nos conocimos? ¿Cuándo empezamos a salir juntos? ¿La primera vez que hicimos el amor? ¿Cuándo fuimos a París? ¿Cuándo rompimos? No consigue relacionarlo con nada. Aún menos después de desenvolver el paquete. Un DVD Lo mira haciéndolo girar entre las manos. James Bond apuntando con su pistola y rodeado de varias chicas guapísimas. Por un instante vuelve a ver la sombra de Raffaella.
Esto -Alex ya no sabe realmente qué pensar-. No entiendo
No entiendes, ¿eh? ¡¿Cómo se titula?!
Alex lo mira. La espía que me amó.
Niki le sonríe. -Tú me quieres, ¿verdad, Alex?
Claro Pero ¿qué preguntas me haces, Niki? Lo sabes, ¿no?
Claro Pero quizá estés pensando en hacer el remake de la película en el papel de ¿espía? -Niki cambia de tono de repente. Ahora es severo, duro e inquieto-. ¿Se puede saber qué hacías hoy en la universidad? ¿Por qué me has seguido? ¿Por qué me espiabas? ¿Qué tienes entre ceja y ceja? -le pregunta mostrándole el menú-. ¿Qué te ha pasado?
Yo, la verdad
En un abrir y cerrar de ojos, Alex comprende que está perdido, se siente como uno de los protagonistas de los mejores dibujos animados que veía cuando era pequeño. De repente se encuentra suspendido en el vacío y a continuación se precipita como el Coyote en uno de sus vanos intentos de atrapar al Correcaminos, o como el gato Silvestre cuando resbala por el hielo hacia el precipicio tratando de frenar la caída con sus garras mientras Piolín lo sobrevuela riéndose, ó mejor aún, cuando Tom persigue a Jerry y acaba su carrera estampándose contra una pared mientras el roedor entra en la ratonera que hay debajo. En resumen, un desastre de dibujo animado: Alex, el osito perdido.
Dada la situación, enrojece de golpe.
Yo, la verdad
¿Quizá sólo querías asistir a una clase, ver cómo es la universidad hoy en día para matricularte después en filología? -Niki le sonríe.
Sí, le ha ofrecido una escapatoria. Porque cuando uno ama de verdad lo hace. Sólo se ensaña cuando se trata de algo grave. Puede que ésa sea la respuesta que Niki desea oír. Pero cuando está a punto de contestarle se percata de que es una trampa mortal. Si asiente, Niki comprenderá que no es una persona sincera, sino un payaso, un tipo ridículo, un charlatán. Un hombre que no sabe reconocer sus errores, sus limitaciones y sus debilidades. En fin, mejor que me haya pillado en la universidad y no que sea amiga de Raffaella. De manera que alza los ojos y habla con sinceridad.
No, Niki, no quería matricularme en filología.
Ah -Ella parece aliviada-. Empezaba a preocuparme
Alex esboza una sonrisa e intenta bromear. -¿Te preocupaba que pudiera irme mejor que a ti? -No. Que no fueses capaz de decir la verdad. -Alex permanece en silencio y baja la mirada. Niki lo observa disgustada-. ¿Por qué, Alex? ¿Por qué me has seguido? ¿Qué es lo que te preocupa? ¿Crees que me callo cosas, que te oculto algo?
Tienes razón, lo siento.
Niki se calma un poco.
Lo de hoy me ha parecido muy extraño, de improviso me he sentido insegura.
¿Tú?
Sí, yo. He estado dándole vueltas durante todo el día. Si tú, de buenas a primeras, dejas de creer en mí y piensas que puedo ser una persona diferente o que te miento Mira, me tiembla la voz con sólo decirlo. Me siento mal, te lo juro; de repente tengo ganas de echarme a llorar, se me retuerce el estómago, y eso que no he comido nada
En ese preciso momento el tipo rollizo, dueño del local y supuesto amigo de Niki, se acerca a su mesa.
Bueno, ¿os habéis decidido ya? ¿Qué vais a comer?
Alex y Niki se vuelven al mismo tiempo hacia él. La tensión les ha endurecido hasta tal punto el semblante que al propietario le basta un nanosegundo para comprender que el momento no es el más adecuado.
Oh, perdonadme. Esto, veo que todavía lo estáis pensando. Volveré luego, mejor dicho, llamadme vosotros -Retrocede y vuelve a la caja.
Alex y Niki lo contemplan mientras se aleja. Luego ella retoma la conversación.
Si has pensado eso de mí es porque tú has hecho algo antes Cuando uno sospecha es porque no tiene la conciencia tranquila.
Alex se sorprende.
¿Yo? -Por un instante le viene a la mente Raffaella, pero entiende que eso no tiene nada que ver con ella. Después reaparecen sus amigos vestidos de abogados, que asienten con la cabeza. Alex se deshace de ese pensamiento-. Eso no lo digas ni en broma, Niki. ¿Cómo se te puede haber ocurrido una cosa así?
Porque tú lo has pensado de mí -Mientras habla se le saltan las lágrimas, aunque se quedan así, suspendidas, retenidas por sus grandes y espléndidos ojos, como si fuesen pequeñas burbujas a punto de reventar.
Alex alarga la mano a través de la mesa y toma la de Niki, la aprieta con fuerza y se siente un miserable por haber pensado una cosa como ésa.
Perdóname, cariño
Niki lo escruta sin pronunciar palabra, sin saber a ciencia cierta qué decir, el labio inferior le tiembla. Siente una punzada inusual en el corazón. Un vacío bajo sus pies. El equilibrio que se tambalea. El deseo de saltar por encima de la mesa para abrazarlo a la vez que la rabia por haber dudado de ella de una manera tan estúpida.
No sé qué me ha sucedido, Niki, jamás se me había ocurrido una cosa así. Quizá sea culpa de Camilla, que, de repente, ha dejado a Enrico y se ha escapado con un desconocido Ver cómo se derrumba lo que me parecía una certeza Ellos, que además están casados
En mi vida te haré una cosa así Nunca te decepcionaré de esa forma. No necesito prometer nada al Señor para mantener lo que siento en mi corazón. Pero bueno, si llega a ocurrir serás el primero en saberlo.
Alex cambia de silla para acercarse a ella. El dueño los ve desde la caja, los observa por un momento, masculla algo y vuelve a concentrarse en sus cosas. Los dos se dan cuenta, aunque es Alex el que lo expresa en voz alta.
Oh, ahora entiendo por qué se llama así este sitio: ese tipo es demasiado curioso Nos tiene ¡entre ceja y ceja!
Niki suelta una carcajada, algunas lágrimas se deslizan por sus mejillas, empieza a sorber por la nariz, se echa a reír de nuevo y se suena con la servilleta. Ríe, llora y se siente como una idiota. Al final se queda mirando la servilleta.
Lo sabía ¡Se me ha corrido el rímel, vaya!
Con un dedo, Alex le acaricia la mejilla con delicadeza y a continuación le besa levemente los párpados.
Perdóname, cariño, me siento culpable por haberlo pensado -La estrecha entre sus brazos y respira con la cabeza hundida en su pelo. Ella sigue temblando. La siente cálida, tierna, frágil, pequeña, y en un instante piensa que lo único que quiere hacer en este mundo es protegerla, amarla sin preocupaciones, sin problemas, sin dudas, entregarse a ella en cuerpo y alma. Sí, vivir exclusivamente para verla sonreír. Alex la abraza más fuerte y le susurra-: Te quiero -Y a continuación se aparta y la ve sonreír con los ojos de nuevo brillantes, sólo que esta vez de felicidad, de nuevo parecen tranquilos y confiados. Y es cosa de un instante, de ese instante. Decide desentrañar la duda: ¿ahora o nunca? Se decide. Ahora. Saltar. Ahora. Está sereno, tranquilo, y vuelve a su sitio mientras Niki empieza de nuevo a parlotear.
¿Sabes? No me lo podía creer Quiero decir, por un lado me gustaba la idea de que frecuentases conmigo la universidad Incluso he llegado a pensar que me encantaría estudiar contigo Que fueses mi compañero
Todavía ignora lo que Alex acaba de decidir, porque a veces las decisiones, poco importa que sean graves o pequeñas, se toman por las razones más variopintas y nadie sabe verdaderamente cuál ha sido el instante, la sensación, la molestia o la conmoción que nos ha empujado a hacerlo. Y, sin embargo, ocurre. Como en ese caso. Alex la ve sentada enfrente de él y le parece mayor, suya para siempre. La mira con otros ojos y simula escuchar; asiente, feliz de la decisión que acaba de tomar. Ahora. Para siempre. A saber si ella se habrá percatado de algo, si podrá adivinar lo que piensa, su espléndida decisión
¿Cuál será su respuesta? Pero, sobre todo, lo que es más importante, ¿cómo se lo pido?
¿Alex?
¿Eh?
¿En qué estás pensando?
Te estoy escuchando
Mentiroso -No obstante, Niki no insiste en esta ocasión, ha recuperado la calma. Coge el DVD de La espía que me amó-. Tenemos que verla El tipo de la tienda me ha asegurado que es fantástica Es una de las mejores de Roger Moore, aunque la verdad es que dudaba si regalarte otra
¿Cuál?
Austin Powers 2: La espía que me achuchó. Estabas tan cómico en la facultad -Ríen y bromean.
Viendo que la tormenta ha pasado, el propietario se acerca de nuevo a la mesa.
Entonces, ¿ya sabéis qué pedir? Si no, la cocina cierra
Por fin asienten con la cabeza divertidos, juegan con el menú, hablan de tonterías, comentan, piden y a continuación cambian de idea obligando al dueño a tachar lo que acaba de escribir en su cuaderno y a anotar otra cosa. El hombre resopla.