Pero Alex no tiene tiempo de pensar. Ni de preocuparse. Se apea del coche y lo cierra. Segundos después, corre ya por las pequeñas avenidas de la universidad Dios mío La he perdido. Mira alrededor y la ve. Ahí está, justo delante de él, camina entre los estudiantes, casi saltando, ve su pelo recogido moverse con el viento. Niki sonríe y roza las plantas con la mano derecha, como si pretendiese acariciarlas. como si de algún modo quisiera formar parte de ese trozo de naturaleza que a duras penas se asoma en esas salpicaduras de terreno, que todavía respira entre las grandes losas de mármol blanco y el cemento.
Hola, Niki -alguien la saluda llamándola por su nombre.
¡Niki, guapa! -otro lo hace valiéndose de un extraño apodo.
«Niki guapa.» Pero ¿qué querrá decir? Claro que es guapa No hace falta que nadie me lo diga, pero ¿qué necesidad hay de proclamarlo a los cuatro vientos? Además, ¿quién eres? No le da tiempo a concluir. Un frenazo repentino a sus espaldas. Un hombre de mediana edad se asoma en seguida a la ventanilla del coche.
¡Muy bien, sí, señor! ¿Dónde tiene la cabeza? Aunque, a fin de cuentas, ¿qué más le da? Si muere, serán sus padres quienes lloren, ¿no? -y sigue desgañitándose como un loco.
Chsss, se lo ruego
Ah, ¿es eso lo único que sabe decir? «Se lo ruego» Pero ¿en qué mundo vive? ¿Dónde está su capacidad dialéctica?
Alex se vuelve preocupado. Los chicos que están sentados en el murete contemplan curiosos y divertidos lo que está sucediendo. Niki sigue avanzando dándole la espalda. Uf Menos mal, no me ha visto.
Perdone, tiene razón Estaba distraído.
Alex aprieta el paso y se aleja intentando no perder de vista a Niki, que, mientras tanto, ha girado hacia la derecha al fondo de la avenida. Pasa por delante del grupo de jóvenes que antes la ha saludado. Uno de ellos, que ha presenciado toda la escena, baja del muro.
Ese tipo es así Está como una cabra, sabemos cómo es
Sí -añade otro-, lo hemos sufrido en nuestras propias carnes. ¡Y nuestros boletines de notas también!
Sí, señor, ¡no se preocupe!
Alex sonríe. Después, un poco menos. Lo han llamado «señor».
Señor. ¡Madre mía, menuda impresión! Señor. Mayor. Adulto. ¡Pero también viejo! Señor ¡Es la primera vez que me llaman señor! Y sólo ahora nota cuántos jóvenes hay a su alrededor y la cantidad de años que lo separan de ellos. Jóvenes como Niki. Sigue caminando hasta llegar al fondo de la avenida. Pues sí, para ellos soy un señor. Es decir, señor equivale a matusalén, viejo, arcaico, antiguo ¿También lo seré para Niki? Y con esta última gran pregunta en la cabeza, entra en la Facultad de Filología.
Diecinueve
En la gran aula, el profesor camina delante de su escritorio, se mueve, se agita, participa divertido de su clase.
«Si soy celoso, sufro cuatro veces: porque soy celoso, porque me reprocho el hecho de serlo, porque temo que mis celos acaben hiriendo al otro y porque me dejo someter por una banalidad, es decir, tengo miedo de ser excluido, de ser agresivo, de estar loco y de ser como los demás.» Pues bien, esto es lo que dice Roland Barthes en sus Fragmentos de un discurso amoroso. Hablaba de los celos. ¿Qué es más morboso, más difícil de determinar? Los celos siempre han existido Pensad que, por lo visto, tenemos una endorfina que los genera de manera automática, como un indicador que se enciende, que señala el peligro o, mejor dicho, la avería Y nuestro Barthes, ensayista, crítico literario y lingüista francés, da, en mi opinión, una definición excelente de ellos.
Alex no se lo puede creer. Una lección sobre los celos. ¡Vaya día! Luego se asoma sigilosamente al aula y la ve: está un poco más abajo. Se dirige a la última fila y sigue mirándola mientras avanza entre los bancos antes de acabar detrás de un estudiante con una melena a lo Giovanni Allevi; un escondite perfecto, en pocas palabras. El profesor prosigue.
Y si, en opinión de La Rochefoucauld, en los celos hay más amor propio que amor, podréis entender cuántos motivos tenemos hoy a nuestra disposición para debatir con profundidad sobre los celos en la literatura, un tema que no sólo concierne a vuestros colegas de psicología
El profesor sigue explicando mientras Niki se inclina y saca de su mochila un cuaderno grande que coloca sobre la mesa, unos bolígrafos y unos rotuladores fluorescentes. Abre el cuaderno mientras escucha las palabras del profesor. De vez en cuando anota algo, a continuación se acoda en el banco y apoya un poco la cabeza. Bosteza alguna que otra vez y al final, sólo al final, se tapa la boca con la mano. Alex sonríe, pero poco después Niki parece ver a alguien un poco más abajo, a la izquierda, y lo saluda. «¡Hola, hola!», parece decir desde su sitio mientras agita los brazos en silencio. A continuación le indica con otro gesto que se verán luego. Alex recela y, curioso, deja al joven Allevi a su derecha y se inclina hacia adelante para ver con quién está hablando Niki. Justo a tiempo. Una chica le hace la señal de «OK» con los dedos, le sonríe y acto seguido sigue escuchando al profesor. Niki la mira una vez más y después se concentra de nuevo en la lección. Qué mona. Es una amiga suya. Y yo que me imaginaba Pero ¿qué debo imaginarme? Soy un estúpido. En ese momento, como si sus dudas hubiesen adquirido de repente peso y forma, como si se hubiesen acercado curiosos para espiarla aún más de cerca, Niki se vuelve y mira hacia atrás. Alex se oculta de nuevo al vuelo detrás del estudiante, se esconde por completo convirtiéndose en una especie de estatua, perfectamente alineado con el joven que tiene delante, como si fuese su sombra. Está preocupado, casi sin aliento. Después, poco a poco, se inclina hacia la derecha. Niki se ha vuelto de nuevo, ahora mira hacia adelante y escucha al profesor.
Pero nuestro François de La Rochefoucauld no se detuvo ahí; añadió que hay una única clase de amor, aunque existen innumerables parejas diferentes
Alex suspira. Menos mal. No me ha descubierto.
¿Jefe? ¿Jefe?
Alex se sobresalta. En su fila, escondido debajo del banco y apoyado con una mano en la silla, hay un extraño tipo. Lleva una cazadora militar, con estrellitas desperdigadas aquí y allá sobre los hombros, el pelo largo y un poco rizado, rasta, y recogido con una cinta roja. El joven sonríe.
Perdona, jefe, no quería asustarte ¿Qué quieres? Hachís, marihuana, éxtasis, coca Tengo de todo
No, gracias.
El tipo se encoge de hombros y sale de la clase evaporándose de la misma forma en que ha hecho su aparición. Alex sacude la cabeza Pero ¿qué respuesta le he dado? «No, gracias.» ¿Se puede saber qué estoy haciendo aquí? De modo que sale del aula con sigilo, tratando de pasar desapercibido. Mejor que me vaya al despacho Y se dirige apresuradamente hacia el coche. Salta feliz por la avenida, de nuevo sereno, sin saber cuántas cosas podrían haber sucedido de otra forma si se hubiera quedado hasta el final de la clase.
Veinte
Olly está haciendo fotocopias. Ha pasado ya algo de tiempo desde que empezó las prácticas. Y se aburre. Sólo a veces, cuando se encuentra con Simone en los pasillos, su humor cambia. A decir verdad, ese chico es un poco distraído, un desastre, pero también es cómico, amable y sincero. Y es el único que le cuenta cómo funcionan realmente las cosas en la empresa. El único dispuesto a echarle un cable.
La habitación donde se encuentra el pequeño escritorio que han asignado a Olly es grande y está bien iluminada. Ha colocado sobre el escritorio algunos muñecos y la fotografía de las Olas. La de Giampi ha preferido evitarla. Tal vez por pudor, quién sabe. Guarda en uno de los cajones sus hojas de dibujo. De vez en cuando, a última hora de la tarde, cuando ha acabado con las pequeñas tareas que le asignan -siempre poca cosa y, en cualquier caso, en modo alguno relacionadas con sus verdaderas aspiraciones-, se entretiene dibujando inspirándose en lo que ve alrededor. En el fondo trabaja en la sede central de una casa de modas. El comienzo. Recuerda una entrevista a Luciano Ligabue que vio en la televisión. Le impresionó mucho. Decía:
«He comprobado que el éxito no es como te lo esperas, no se corresponde con la famosa ecuación éxito = felicidad. Resuelve un montón de cosas, muchas de ellas son guays, pero no es lo que creías. Y, de alguna forma, para justificar que, a fin de cuentas, me lo merezco un poco, compuse Una vita da mediano (Una vida corriente). Para decir: que sepáis que el éxito no me llegó de la nada. Escribí esa canción en un momento en que sentía la necesidad de justificar mi éxito, cosa que, por otra parte, es una soberana estupidez. Pero, a la vez, es una fase por la que debo pasar.» Olly sonríe. Esperemos que a mí me ocurra algo parecido, pese a que no voy muy encarrilada. En estos momentos ni siquiera me siento una de la media. ¡Estoy muy por debajo!
Varias de las chicas escriben en el ordenador, una llama por teléfono para hacer un pedido, otra teclea en una PDA. Se están realizando los preparativos del nuevo desfile interno destinado a los compradores y la agitación es palpable. Simone le ha explicado a Olly que la empresa ha revolucionado el concepto de distribución respecto a lo que suele suceder en el mundo de la alta costura. En lugar de obligar a los clientes a comprar grandes cantidades de prendas con varios meses de antelación, han abierto unas showrooms por toda Italia que los minoristas visitan con regularidad, a fin de tener en la tienda sólo las últimas novedades y cambiarlas a menudo, como suele hacer el «pronto moda». No obstante, el concepto se aplica en este caso a la alta costura. Ni que decir tiene que la showroom más importante es la de la empresa. Y de ahí toda esa excitación: mañana llegarán los minoristas para la cita quincenal.
De repente entra Eddy. Las chicas se detienen y se callan, después de haberlo saludado. Sus visitas no son frecuentes. Olly las imita.
Buenos días, ¿qué hacéis? ¿Dormís? Quiero volver a ver los carteles para mañana.
Una chica abre rápidamente el ordenador portátil que tiene en su mesa, lo invita a acercarse y le enseña algo.
Los carteles se han impreso ya. Y, según nos dijo el director, son éstos Mire
Eddy mira impasible la pantalla. No dice una palabra. No deja traslucir ninguna expresión. Olly lo observa. Está a cierta distancia de ellos, pero eso no le impide sentir rabia. Ese hombre le provoca un malestar instintivo. Es más fuerte que ella.
Qué porquería ¿Se supone que mañana haremos el desfile con esta cosa colgando alrededor?
La chica traga saliva. Es evidente que sabe de sobra lo que está a punto de suceder.
Bueno, señor Eddy, el director dijo.
Sé lo que dijo. El caso es que, viéndolos hoy, estos carteles dan ¡Asco! Jamás se os ocurre nada nuevo, provocador o diferente. jamás conseguís sorprenderme.
Pero al director le gustan -el tono de voz de la chica es cada vez más imperceptible.
Ah, de eso no me cabe ninguna duda. Él firma los papeles, pone el dinero. Pero ¿quién es el creativo aquí, eh? ¿Quién es el creativo? -y alza el tono.
Todas las chicas y dos chicos que se encuentran algo apartados le responden a coro, como si respondiesen a una orden:
Usted.
Justo en ese momento entra Simone, quien, al percatarse de la presencia de Eddy, se detiene en el umbral.
Exacto. Y yo digo que me dan asco. Y que si no me gustan, el desfile no se hace. A menos que vosotros, hombres y mujeres del marketing, los operativos, los técnicos del sector, los que sacan adelante los proyectos, no inventéis otra cosa para mañana. Y, sobre todo, algo que me convenza. Para combinarlo con esta porquería.
Pero el director
Con el director ya hablaré yo. Vosotros haced el trabajo por el que se os paga. Demasiado, en cualquier caso.
Dos chicas se miran y ponen los ojos en blanco. Una hace un ligero ademán con la mano procurando que Eddy no la vea. Parece querer decir: «Pues sí, si supieses cuánto nos pagan»
Eddy da media vuelta y, cuando está a punto de salir, la ve. Olly ha Permanecido todo el tiempo de pie delante de su escritorio.
Oh, mira, si hasta tenemos servicio de guardería. -Olly se es-fuerza por no reaccionar. Eddy se acerca a ella-. Dime, ¿cómo te va? ¿Es excitante hacer fotocopias?
Olly lo mira y esboza una sonrisa de circunstancias.
Bueno, sí, es decir, preferiría hacer otra cosa, como diseñar, pero me doy por satisfecha con tal de estar aquí
Eddy la escruta. A continuación se vuelve y mira al resto del personal. -¿Lo habéis oído, gente? ¡Ella está dispuesta a hacer las fotocopias con tal de estar aquí! -Después mira la mesa de Olly. Ve el ordenador portátil. El marco con la fotografía. Vuelve a mirarla a ella-. ¿Y cómo van los dibujos de guardería? ¿Hemos pasado al menos a la escuela primaria?
Olly exhala un suspiro. Se inclina. Abre el cajón. Coge su carpeta. Coloca varios dibujos sobre la mesa y vuelve a incorporarse muy erguida. En silencio. Eddy la observa. Luego baja la mirada en dirección al escritorio. Mira por un momento los folios. Coge uno. Mantiene la misma expresión impasible de hace unos momentos. Vuelve a dejarlo sobre el escritorio. Mira a Olly. Fijamente. Ella tiembla. Jadea. El corazón le late a toda velocidad. Le sudan las manos pero intenta mantener la calma.
Digamos que de segundo de primaria, venga ¿Ves como estás mejorando con la fotografía? -y se vuelve sin añadir nada más, sin esperar siquiera una respuesta.
Abandona la estancia de la misma forma que entró, y todos recuperan el aliento aliviados. Dos chicas resoplan, otra se precipita al teléfono y un chico empieza a devanarse los sesos tratando de idear algo.
Simone se acerca a Olly.
¡Caramba! -le dice asombrado.
¿Caramba, qué? ¡Todavía estoy temblando! -dice Olly, que sólo ahora consigue volver a colocar en su sitio los folios poco a poco.
¡Es increíble!
¿Qué quieres decir? ¿Que siempre me humille de este modo?
¿Humillarte? ¿No te has dado cuenta de que te ha hecho un cumplido? ¡Y anda que no es raro!
Ah, ¿eso era un cumplido?
Te aseguro que sí. Hay que saber interpretar a Eddy. Él es un artista, tiene su propio lenguaje.
Ah, ¿y dónde puede comprarse un traductor?
Veintiuno
La clase acaba de terminar. Niki está metiendo de nuevo el cuaderno y los rotuladores en la mochila cuando alguien se sienta a su lado.
¿Te ha gustado la lección?
Ella se vuelve sorprendida. Es Guido. Mira por un instante al fondo de la clase, como si supiese algo. Después vuelve a concentrarse en sus apuntes.
Oh, sí, me encanta este profesor.
¿Ah, sí? ¿Y qué te parece? ¿Un tipo sincero, falso, delicado, insensible, oportunista, altruista o mujeriego?
Niki se echa a reír.
Mujeriego, pero ¿qué palabras usas?
J. M. Coetzee dice que sólo los hombres detestan a los mujeriegos, por celos. A las mujeres, en cambio, les gustan. Mujeres y mujeriegos son inseparables.
Bueno, sea como sea, creo que a Trasarti le gustan las humanidades, que es una persona amable y sensible y que quizá, quizá, por su modo de moverse, por la feminidad que trasluce su ánimo, sí, podría ser también homosexual Lo sea o no, lo digo como un cumplido, ¿eh?
Bien, deja que te la lleve yo -Guido se echa al hombro la mochila de Niki.
No, si puedo hacerlo yo.
Pero me gusta llevártela.
En ese caso, de acuerdo -Niki se encoge de hombros poco convencida-, como quieras
Guido la precede, risueño.
¿Adonde te acompaño?
Tengo que ir a Secretaría a inscribirme para el examen y ver cuándo son los próximos.
Vale, perfecto. No me creerás pero es justo lo que tenía que hacer yo también.
De hecho, no te creo.
Guido se detiene y la mira arqueando las cejas.
¿Por qué no? ¿Porque la alegría y la felicidad que demuestro cuando te veo te hacen pensar en otra cosa?
Quizá.
¿Sabes que yo también me he matriculado en filología y que quizá deba hacer tu mismo examen?
Puede. Pero antes de que yo marque los exámenes, tú tienes que decirme cuáles tienes ya intención de hacer, ¿vale?
Vale, vale -Guido asiente repetidamente con la cabeza-. Lo que han dicho mis amigos perjudica a mi persona
O tal vez tu imagen.
¿Mi imagen?
¿Quieres saber la verdad? Pero no debes ofenderte.
Vale.
Júralo.
Lo juro.
Tu imagen, tu modo de comportarte
¿Qué quieres decir?
Que salta a la vista que eres, que eres
¿Que soy?
Usando tus propias palabras, un mujeriego Estudias las frases más efectivas para impresionar, te vistes para que te recuerden, eres afable y educado con todas las personas para ver quién muerde el anzuelo
¿Ah, sí? ¿Y no piensas que quizá te equivocas?
Si tú lo dices
Claro, yo lo sabré, ¿no? Además, ¿qué tiene de malo ser amable con las mujeres? ¿Hacer que se sientan guapísimas, tenidas en consideración, el centro de atención? Yo no soy un mujeriego. Tal vez sea el último de los románticos, eso sí.
Niki lo mira risueña.
Mira, quitando eso último, no has dicho ninguna mentira.
¿Ah, no? -También Guido sonríe-. En ese caso, te diré otra cosa. El profesor Trasarti está casado y el año pasado estuvo con una del curso, Lucilla. Según parece, le hizo romper incluso con su novio, la dejó embarazada y después la obligó a abortar.
Venga ya, no me creo una palabra.
Bueno, quizá la historia del hijo Tienes razón, puede que eso no sea verdad.
¿Y el resto?
El resto sí que lo es: la chica se llamaba Lucilla, tenía un novio y mantuvo una relación con el profesor durante todo el curso.
¿Y tú cómo lo sabes?
Muy sencillo: porque yo era su novio. -Guido sonríe, abre los brazos y apoya la mochila de Niki sobre el murete-. Ahora tienes que perdonarme, pero había olvidado que he quedado. El mujeriego te saluda.
Y se aleja así. Niki se queda asombrada y también disgustada por un instante. No pretendía que Guido se sintiera mal. Coge la mochila y sube la escalera para ir al departamento, pero justo en ese momento se cruza con el profesor Trasarti.
Hola -la saluda él con una bonita sonrisa-. ¿Necesita algo?
Recordando la historia que acaba de contarle Guido, Niki se imagina que el profesor la mira con otros ojos, lo ve como un hombre ávido, y no sensible y delicado, de manera que, sin querer, se ruboriza.
No, gracias, profesor, sólo he venido a apuntarme para los exámenes.
Ah.
Sin darle tiempo a añadir nada más, Niki pasa por delante de él.
Perdone, pero llego tarde -y desaparece de prisa y corriendo.
Niki camina a toda velocidad y, cuando llega al fondo del pasillo, se vuelve. Menos mal. El profesor se ha marchado. Después aminora el paso y al final sonríe para sus adentros. A saber si serán verdad todas esas historias. Soy demasiado sugestionable. Pero no, deben de ser ciertas. Además, ¿por qué me habría dicho Guido una cosa semejante, si no? ¿Para aprovecharse de la ternura, de la pena que podía producirme el saber que su novia lo dejó por el profesor? Ya ves tú Niki comprueba la lista de exámenes. Claro que sus amigos le describieron a Guido como a un tipo que haría de todo para impresionar a una chica. Se matricula en las próximas pruebas y a continuación cierra la lista. Ahora bien, para impresionarla no necesita todas esas artimañas. Es un chico atractivo, simpático y divertido Y al final incluso me ha despertado ternura. Pero luego cambia de idea. Niki, pero ¿qué estás diciendo? ¿Te has vuelto loca? Por lo visto Alex tiene razón Después casi se echa a reír y se le ocurre una idea. ¡Sí! Estupendo. Ésa se la quiero hacer. Se la merece. Y sale corriendo del departamento, baja la escalinata y salta de golpe los últimos peldaños. Da la vuelta al rellano y empieza a bajar de nuevo a toda prisa. Salta otra vez y, pum, se abalanza sobre el profesor Trasarti, quien, víctima del empellón, da de bruces en el suelo.
Ay
Oh, perdone, profesor. -Niki lo ayuda a levantarse.
Él se limpia los pantalones sacudiendo vigorosamente el polvo con las manos.
Es obvio que usted no llega tarde ¡Llega supertarde!
Niki sonríe y se siente incluso un poco avergonzada. El profesor parece haberse tranquilizado.
Puedo llevarla, si quiere.
No, gracias, tengo moto Quizá en otra ocasión -y se aleja nuevo de él a toda prisa.
¡Claro! -el profesor la contempla con una sonrisa impresa en la cara.
Niki, ¡maldita sea! Hoy no haces una a derechas. No sólo lo has tirado al suelo, sino que cuando se ofrece a acompañarte le respondes: «Quizá en otra ocasión.» Pero ¿a qué viene ese «quizá»? Da a entender la posibilidad, la esperanza, el deseo de que te acompañe. ¡Caramba! Eso sí que no debe suceder. Sacude la cabeza. Al menos, de algo está segura: Guido no le ha mentido. Algunas cosas se perciben sin más. Pobre, no se merecía que lo tratasen así. Tengo que aclarar las cosas con él. Y se lo dice con la mayor tranquilidad. Quizá demasiada. Sin saber que, una vez más, está volviendo a equivocarse.
Veintidós
¿Se puede, Leonardo? -El director ve que Alex asoma medio cuerpo por la puerta.
¡Claro! Sabes que siempre es un placer verte Mejor dicho, mi despacho está siempre abierto para ti.
Alex sonríe.
Gracias. -Pero no se cree ni una sola de sus palabras-. Te he traído algo -Coloca un regalo sobre el escritorio.
Leonardo lo coge y lo sopesa.
¿Qué es? -Lo gira curioso entre las manos. Parece un CD o un pequeño libro.
Ábrelo.
Pero si no celebro nada.
Tampoco yo celebraba nada.
Bueno, ¿y eso qué tiene que ver? El mío era para demostrarte mi alegría por tenerte aquí de nuevo entre nosotros.
Y el mío es para manifestarte el placer de estar de nuevo aquí con vosotros.
Hum -Leonardo entiende que la cosa va con segundas.
Lo desenvuelve. Es un DVD. «¿Sabes qué contiene?», puede leerse en la espléndida tapa en papel cuché.
Nunca lo había oído.
Yo creo que lo conoces Echémosle un vistazo.
Leonardo le sonríe y se encoge de hombros. La verdad es que no tiene ni idea de lo que puede ser. Lo introduce en el reproductor y enciende una gran pantalla de plasma que cuelga de la pared. Se oye una música tribal. Tum, tum, tum. Aparecen unos chimpancés golpeando rítmicamente unos gruesos troncos. E inmediatamente después, a toda velocidad, todos los colaboradores, los gráficos y los diseñadores de la Osvaldo Festa. Luego, de repente, pasa al vídeo de Pink Floyd: «We don't need no education» Varios estudiantes caminan en lugar de los famosos martillos, moviendo acompasadamente las piernas, y después se ve de nuevo a los animales.
La película continúa, Leonardo aparece hablando al ralentí con el poderoso rugido de un león de fondo, e inmediatamente después Charlie Chaplin en El gran dictador, y luego de nuevo Leonardo dando instrucciones, y acto seguido Chaplin apretando unos pernos con una llave inglesa hasta acabar en los engranajes. De repente todo chirría y se oye una especie de frenazo. Los fotogramas de Chaplin se bloquean. Una cámara subjetiva se centra rápidamente en un hombre que está bebiendo sentado en un sillón. Se vuelve. Desglose. Y Alex que sonríe a la cámara y dice: «¡Yo no caeré en la trampa!»
Leonardo se queda boquiabierto.
Pero, pero
Lo he hecho con la cámara y el ordenador de montaje acelerando los fotogramas de la película interna de la agencia, la que presentamos el año pasado durante las grandes reuniones.
¡Pero es genial! Estaba a punto de proponértelo ¿Sabes que tenemos que rodar una película, un cortometraje? Es la primera vez que nos encargan la producción de un filme; ya no somos una simple agencia: ahora somos también una productora, y todo gracias a ti, al éxito de LaLuna. Hasta ahora, los japoneses jamás habían creído verdaderamente en nosotros Si conseguimos aumentar las ventas aunque sólo sea el diez por ciento, tendremos un aumento de los beneficios. ¿Sabes una cosa?
No, ¿qué?
Que hemos logrado el doscientos por ciento, hemos ganado mucho, muchísimo más de lo que podíamos imaginar.
¿Hemos? Leonardo, has
Sí, pero
Pero ahora no vas a parar, ¿verdad? -¡Tenemos que trabajar aún más! Tenemos la posibilidad de producir esa película Y tú lo has demostrado ya Eres una hacha.
Sí, pero ¿has visto el título del corto? Yo no caeré en la trampa. -Alex se encamina hacia la puerta-. No cuentes conmigo. Quiero hacer el mínimo indispensable, ya te lo he dicho.
Pero ¿a qué viene eso? Te he dado incluso el despacho más grande
Yo no te lo pedí.
Te he concedido un aumento significativo.
Tampoco te pedí eso.
Te he asignado una nueva ayudante.
Eso sí que te lo pedí, pero hasta la fecha todavía no he visto a nadie.
Te espera en tu despacho
Alex se queda sorprendido.
¿Y a qué se debe que sea precisamente hoy?
Es que he estado buscando mucho. Quería contratar a la mejor
Eso aún está por ver.
En todos los sentidos
Pero Alex ha salido ya del despacho de Leonardo y en esos momentos se está dirigiendo rápidamente hacia el suyo. Se cruza con Alessia, su ayudante de siempre.
Alex, hay una persona
Sí, gracias Lo sé.
Andrea Soldini lo escruta con un semblante casi desconcertado y cabecea. Está boquiabierto. Alex lo mira preocupado.
Eh, no te habrás vuelto a meter
¡De eso nada! -Soldini se ríe-. Es que no encuentro las palabras Veamos Imagínate a las rusas, pues mucho más
Ya será menos -Alex sacude la cabeza y entra en su despacho.
Hola -saluda, y se levanta de la silla. Es alta, con el pelo castaño y rizado. Una bonita sonrisa. Mejor dicho, una sonrisa preciosa. Y no sólo eso.
Buenos días.
Hola, Alex
Un segundo después se da cuenta de que se ha dirigido a ella sin mantener las formas, aunque ella se encarga de mantener cierta formalidad.
El director me ha indicado que esperase aquí dentro. Espero que no le moleste. Me llamo Raffaella, encantada.
Alex y Raffaella se estrechan la mano. La joven tiene las piernas largas, un físico perfecto, y luce un gracioso vestido, ligero y elegante. Todo en orden. Demasiado en orden. Es un bombón.
Le he dejado mis trabajos sobre la mesa.
Alex los examina con aire profesional, y después la mira por encima de un folio. Ella sigue de pie.
Siéntese, por favor.
Gracias. -De nuevo esa sonrisa maravillosa.
Alex intenta concentrarse en los dibujos, pero no es fácil. Por si fuera poco, es además muy buena. Por si fuera poco ¿Alex? Ya te has equivocado.
¿Le gustan?
Sí Son muy buenos, en serio, diría incluso que óptimos Felicidades -Alex sonríe. Ella también. Sus miradas se cruzan y se quedan suspendidas por cierto tiempo. Alex mete de nuevo los dibujos en la carpeta, desvía la mirada-. Bien, muy bien.
Ah, he traído también esto -Raffaella saca de su bolsa un ordenador idéntico al que Leonardo le ha regalado a Alex, pulsa una tecla y lo enciende. Luego lo coloca sobre la mesa y lo vuelve hacia él-. Es un breve clip Nada especial, pero al director le ha gustado mucho
Alex mira curioso la película.
Se trata de un vídeo que filmé durante las vacaciones de este año Estaba en Los Roques, lo hice por bromear, mi padre lo rodó Yo no quería ser la modelo, me molestaba un poco En parte porque había reñido con mi novio y estaba furiosa -indica Raffaella-. Aquí estaba llorando -En el vídeo se ve, en efecto, que trata de apartar al padre, que la está filmando; en un primer momento parece molesta, pero después rompe a reír-. Y luego lo monté con una serie de combinaciones con dibujos animados
De hecho, poco después empieza el vídeo con fragmentos de los primeros dibujos de Disney, Mickey Mouse en blanco y negro, Dumbo y otras imágenes muy bellas. De esta forma se produce un juego de alternancias entre Raffaella, que camina al ralentí por la playa, y Mickey Mouse en el papel del aprendiz de brujo en Fantasía.