Dramas - Уильям Шекспир 8 стр.


¡Oh juez doctísimo! ¿Has oido la sentencia, Antonio? Prepárate.

PÓRCIA

Un momento no más. El contrato te otorga una libra de su carne, pero ni una gota de su sangre. Toma la carne que es lo que te pertenece; pero si derramas una gota de su sangre, tus bienes serán confiscados, conforme á la ley de Venecia.

GRACIANO

¿Lo has oido, Sylock?

SYLOCK

¡Oh juez recto y bueno! ¿Eso dice la ley?

PÓRCIA

Tú mismo lo verás. Justicia pides, y la tendrás tan cumplida como deseas.

GRACIANO

¡Oh juez íntegro y sapientísimo!

SYLOCK

Me conformo con la oferta del triplo: poned en libertad al cristiano.

BASANIO

Aquí está el dinero.

PÓRCIA

¡Deteneos! Tendrá el hebreo completa justicia. Se cumplirá la escritura.

GRACIANO

¡Qué juez tan prudente y recto!

PÓRCIA

Prepárate ya á cortar la carne, pero sin derramar la sangre, y ha de ser una libra, ni más ni menos. Si tomas más, aunque sea la vigésima parte de un adarme, ó inclinas, por poco que sea, la balanza, perderás la vida y la hacienda.

GRACIANO

¡Es un Daniel, es un Daniel! Al fin te hemos cogido.

PÓRCIA

¿Qué esperas? Cúmplase la escritura.

SYLOCK

Me iré si me dais el dinero.

BASANIO

Aquí está.

PÓRCIA

Cuando estabas en el tribunal, no quisiste aceptarlo. Ahora tiene que cumplirse la escritura.

GRACIANO

¡Es otro Daniel, otro Daniel! Frase tuya felicísima, Sylock.

SYLOCK

¿No me dareis ni el capital?

PÓRCIA

Te daremos lo que te otorga el contrato. Cóbralo, si te atreves, judío.

SYLOCK

¡Pues que se quede con todo, y el diablo le lleve! Adios.

PÓRCIA

Espera, judío. Áun así te alcanzan las leyes. Si algun extraño atenta por medios directos ó indirectos contra la vida de un súbdito veneciano, éste tiene derecho á la mitad de los bienes del reo, y el Estado á la otra media. El Dux decidirá de su vida. Es así que tú directa é indirectamente has atentado contra la existencia de Antonio; luego la ley te coge de medio á medio. Póstrate á las plantas del Dux, y pídele perdon.

GRACIANO

Y suplícale que te conceda la merced de que te ahorques por tu mano; aunque estando confiscados tus bienes, no te habrá quedado con que comprar una cuerda, y tendrá que ahorcarte el pueblo á su costa.

EL DUX

Te concedo la vida, Sylock, áun antes que me la pidas, para que veas cuánto nos diferenciamos de tí. En cuanto á tu hacienda, la mitad pertenece á Antonio y la otra mitad al Estado, pero quizá puedas condonarla mediante el pago de una multa.

PÓRCIA

La parte del Estado, no la de Antonio.

SYLOCK

¿Y para qué quiero la vida? ¿cómo he de vivir? Me dejais la casa, quitándome los puntales que la sostienen.

PÓRCIA

¿Qué puedes hacer por él, Antonio?

GRACIANO

Regálale una soga, y basta.

ANTONIO

Si el Dux y el tribunal le dispensan del pago de la mitad de su fortuna al Erario, yo le perdono la otra media, con dos condiciones; la primera, que abjure sus errores y se haga cristiano; la segunda, que por una escritura firmada en esta misma audiencia instituya herederos de todo á su hija y á su yerno Lorenzo.

DUX

Juro que así lo hará, ó, si no, revocaré el poder que le he concedido.

PÓRCIA

¿Aceptas, judío? ¿Estás satisfecho?

SYLOCK

Estoy satisfecho y acepto.

PÓRCIA

Hágase, pues, la donacion en forma.

SYLOCK

Yo me voy, si me lo permitis, porque estoy enfermo. Enviadme el acta, y yo la firmaré.

DUX

Véte, pero lo harás.

GRACIANO

Tendrás dos padrinos, cuando te bautices. Si yo fuera juez, habias de tener diez más, para que te llevasen á la horca y no al bautismo.

(Se va Sylock.)

DUX

(Á Pórcia.) Os convido con mi mesa.

PÓRCIA

Perdone V. A., pero hoy mismo tengo que ir á Pádua, y no me es lícito detenerme.

DUX

¡Lástima que os detengais tan poco tiempo! Antonio, haz algun obsequio al forastero que, á mi entender, algo merece.

(Vase el Dux, y con él los Senadores.)

BASANIO

Digno y noble caballero, gracias á vuestra agudeza y buen entendimiento, nos vemos hoy libres mi amigo y yo de una calamidad gravísima. En pago de tal servicio, os ofrecemos los 3,000 ducados que debíamos al judío.

ANTONIO

Y será eterno nuestro agradecimiento en obras y en palabras.

PÓRCIA

Bastante paga es para mí el haberos salvado. Nunca fué el interes norte de mis acciones. Si alguna vez nos encontramos, reconocedme: no os pido más. Adios.

BASANIO

Yo no puedo menos de insistir, hidalgo. Admitid un presente, un recuerdo, no como paga. No rechaceis nuestras ofertas. Perdon.

PÓRCIA

Necesario es que ceda. (Á Antonio.) Llevaré por memoria vuestros guantes. (Á Basanio.) Y en prenda de cariño vuestra sortija. No aparteis la mano: es un favor que no podeis negarme.

BASANIO

¡Pero si esa sortija nada vale! Vergüenza tendria de dárosla.

PÓRCIA

Por lo mismo la quiero, y nada más aceptaré. Tengo capricho de poseerla.

BASANIO

Vale mucho más de lo que ha costado. Os daré otra sortija, la de más precio que haya en Venecia. Echaré público pregon para encontrarla. Pero ésta no puede ser perdonadme.

PÓRCIA

Sois largo en las promesas, caballero. Primero me enseñasteis á mendigar, y ahora me enseñais cómo se responde á un mendigo.

BASANIO

Es regalo de mi mujer ese anillo, y le hice juramento y voto formal de no darlo, perderlo ni venderlo.

PÓRCIA

Pretexto fútil, que sirve á muchos para negar lo que se les pide. Aunque vuestra mujer fuera loca, me parece imposible que eternamente le durara el enojo por un anillo, mucho más sabiendo la ocasion de este regalo. Adios.

(Se van Pórcia y Nerissa.)

ANTONIO

Basanio, dale el anillo, que tanto como la promesa hecha á tu mujer valen mi amistad y el servicio que nos ha prestado.

BASANIO

Corre, Graciano, alcánzale, dale esta sortija, y si puedes, llévale á casa de Antonio. No te detengas.

(Vase Graciano.)

Dirijámonos hácia tu casa, y mañana al amanecer volaremos á Belmonte. En marcha, Antonio.

ESCENA II

Una calle de VeneciaPÓRCIA y NERISSAPÓRCIA

Averigua la casa del judío, y hazle firmar en seguida esta acta. Esta noche nos vamos, y llegaremos así un dia antes que nuestros maridos. ¡Cuánto me agradecerá Lorenzo la escritura que le llevo!

GRACIANO

Grande ha sido mi fortuna en alcanzaros. Al fin, despues de haberlo pensado bien, mi amo el señor Basanio os manda esta sortija, y os convida á comer hoy.

PÓRCIA

No es posible. Pero acepto con gusto la sortija. Decídselo así, y enseñad á este criado mio la casa de Sylock.

No es posible. Pero acepto con gusto la sortija. Decídselo así, y enseñad á este criado mio la casa de Sylock.

GRACIANO

Así lo haré.

NERISSA

Señor, oidme un instante. (A Pórcia.) Quiero ver si mi esposo me da el anillo que juró conservar siempre.

PÓRCIA

De seguro lo conseguirás. Luego nos harán mil juramentos de que á hombres y no á mujeres entregaron sus anillos, pero nosotras les desmentiremos, y si juran, juraremos más que ellos. No te detengas, te espero donde sabes.

NERISSA

Ven, mancebo, enséñame la casa.

ACTO V

ESCENA PRIMERA

Alameda que conduce á la casa de campo de Pórcia en BelmonteSalen LORENZO y JÉSSICALORENZO

¡Qué hermosa y despejada brilla la luna! Sin duda en una noche como esta en que el céfiro besaba mansamente las hojas de los árboles, escaló el amante Troilo las murallas de Troya, volando su alma hácia las tiendas griegas donde aquella noche reposaba Créssida.

JÉSSICA

Y, en otra noche como esta, Tisbe, con temerosos pasos, fué marchando sobre la mojada yerba, y viendo la espantosa sombra del leon, se quedó aterrada.

LORENZO

Y en otra noche como esta, la reina Dido, armada su diestra con una vara de sauce, bajó á la ribera del mar, y llamó hácia Cartago al fugitivo Eneas.

JÉSSICA

En otra noche así, fué cogiendo Medea las mágicas yerbas con que rejuveneció al viejo Eson.

LORENZO

Y en otra noche por el mismo estilo, abandonó Jéssica la casa del rico judío de Venecia, y con su amante huyó á Belmonte.

JÉSSICA

En aquella noche juró Lorenzo que la amaba con amor constante, y la engañó con mil falsos juramentos.

LORENZO

En aquella noche, Jéssica, tan pérfida como hermosa, ofendió á su amante, y él le perdonó la ofensa.

JÉSSICA

No me vencerias en esta contienda, si estuviéramos solos; pero viene gente.

(Sale Estéfano.)

LORENZO

¿Quién viene en el silencio de la noche?

ESTÉFANO

Un amigo.

LORENZO

¿Quién? Decid vuestro nombre.

ESTÉFANO

Soy Estéfano. Vengo á deciros que, antes que apunte el alba, llegará mi señora á Belmonte. Ha venido arrodillándose y haciendo oracion al pié de cada cruz que hallaba en el camino, para que fuese feliz su vida conyugal.

LORENZO

¿Quién viene con ella?

ESTÉFANO

Un venerable ermitaño y su doncella. Dime, ¿ha vuelto el amo?

LORENZO

Todavía no, ni hay noticia suya. Vamos á casa, amiga, á hacer los preparativos para recibir al ama como ella merece.

(Sale Lanzarote.)

LANZAROTE

¡Hola, ea!

LORENZO

¿Quién?

LANZAROTE

¿Habeis visto á Lorenzo ó á la mujer de Lorenzo?

LORENZO

No grites. Aquí estamos.

LANZAROTE

¿Dónde?

LORENZO

Aquí.

LANZAROTE

Decidle que aquí viene un nuncio de su amo, cargado de buenas noticias. Mi amo llegará al amanecer.

(Se va.)

LORENZO

Vamos á casa, amada mia, á esperarlos. ¿Pero ya para qué es entrar? Estéfano, te suplico que vayas á anunciar la venida del ama, y mandes á los músicos salir al jardin.

(Se va Estéfano.)

¡Qué mansamente resbalan los rayos de la luna sobre el césped! Recostémonos en él: prestemos atento oido á esa música suavísima, compañera de la soledad y del silencio. Siéntate, Jéssica: mira la bóveda celeste tachonada de astros de oro. Ni áun el más pequeño deja de imitar en su armonioso movimiento el canto de los ángeles, uniendo su voz al coro de los querubines. Tal es la armonía de los séres inmortales; pero mientras nuestro espíritu está preso en esta oscura cárcel, no la entiende ni percibe.

(Salen los músicos.)

Tañed las cuerdas, despertad á Diana con un himno, halagad los oidos de vuestra señora y conducidla á su casa entre música.

JÉSSICA

Nunca me alegran los sones de la música.

LORENZO

Es porque se conmueve tu alma. Mira en el campo una manada de alegres novillos ó de ardientes y cerriles potros: míralos correr, agitarse, mugir, relinchar. Pero en llegando á sus oidos son de clarin ó ecos de música, míralos inmóviles, mostrando dulzura en sus miradas, como rendidos y dominados por la armonía. Por eso dicen los poetas que el tracio Orfeo arrastraba en pos de sí árboles, rios y fieras: porque nada hay tan duro, feroz y selvático que resista al poder de la música. El hombre que no siente ningun género de armonía, es capaz de todo engaño y alevosía, fraude y rapiña; los instintos de su alma son tan oscuros como la noche, tan lóbregos como el Tártaro. ¡Ay de quién se fie de él! Oye, Jéssica.

(Salen Pórcia y Nerissa.)

PÓRCIA

En mi sala hay luz. ¡Cuán lejos llegan sus rayos! Así es el resplandor de una obra buena en este perverso mundo.

NERISSA

No hemos visto la luz, al brillar los rayos de la luna.

PÓRCIA

Así oscurece á una gloria menor, otra más resplandeciente. Así brilla el ministro hasta que aparece el monarca, pero entonces desaparece su pompa, como se pierde en el mar un arroyo. ¿No oyes música?

NERISSA

Debe de ser en tu puerta.

PÓRCIA

Suena áun más agradable que de dia.

NERISSA

Efecto del silencio, señora.

PÓRCIA

El cantar del cuervo es tan dulce como el de la alondra, cuando no atendemos á ninguno de los dos, y de seguro que si el ruiseñor cantara de dia, cuando graznan los patos, nadie le tendria por tan buen cantor. ¡Cuánta perfeccion tienen las cosas hechas á tiempo! ¡Silencio! Duerme Diana en brazos de Endimion, y no tolera que nadie turbe su sueño. (Calla la música.)

LORENZO

Es voz de Pórcia, ó me equivoco mucho.

PÓRCIA

Me conoce como conoce el ciego al cuco: en la voz.

LORENZO

Señora mia, bien venida seais á esta casa.

PÓRCIA

Hemos rezado mucho por la salud de nuestros maridos. Esperamos que logren buena fortuna gracias á nuestras oraciones. ¿Han vuelto?

LORENZO

Todavía no, pero delante de ellos vino un criado á anunciar su venida.

PÓRCIA

Nerissa, véte y dí á los criados que no cuenten nada de nuestra ausencia. Vosotros haced lo mismo, por favor.

LORENZO

¿No ois el son de una trompa de caza? Vuestro esposo se acerca. Fiad en nuestra discrecion, señora.

PÓRCIA

Esta noche me parece un dia enfermo: está pálida: parece un dia anubarrado.

(Salen Basanio, Antonio, Graciano y acompañamiento.)

BASANIO

Si amanecierais vos, cuando él se ausenta, seria de dia aquí al mismo tiempo que en el hemisferio contrario.

PÓRCIA1

¡Dios nos ayude! ¡Bien venido seais á esta casa, señor mio!

BASANIO

Gracias, señora. Esa bienvenida dádsela á mi amigo. Este es aquel Antonio á quien tanto debo.

PÓRCIA

Grande debe ser la deuda, pues si no he entendido mal, por vos se vió en gran peligro.

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