Jukka estaba lívido. En el fondo no es que sintiera aprehensión por el relato que le acababa de hacer su interlocutor de los hechos, sino por la circunstancia de que Lorena estuviera aún viva. Desde el 11 que había pasado todo hasta este día. Había leído noticias de accidentes similares y la muerte había sido instantánea. No pudo más que preguntar.
Pero entonces su estado
Muy malo. Los médicos no se explican cómo sigue aguantando. En el lugar del accidente sufrió una parada cardiorrespiratoria. La sacaron adelante, pero luego aquí La han operado un par de veces, pero tiene órganos en muy mal estado el coche le pasó por encima, le rompió algunas costillas. Fue
No siga. Por favor interrumpió Jukka. No se haga daño recodando. Debe de ser duro para usted frase a la que siguió un pensamiento: Pues claro que sí, menuda tontería acabo de decir, pues claro que debe de ser duro para el padre. Luego, de manera inconsciente hizo otra pregunta. ¿El conductor? ¿Se detuvo para ayudar?
Es lo más triste. Se dio a la fuga, y la descripción del coche que han hecho algunos testigos apenas ayuda a localizarlo. La Policía está en ello.
Hubo un silencio por parte de los dos. Ambos se miraban como buscando preguntas y respuestas. Finalmente, Melero habló de nuevo.
Señor Lehto. ¿Por qué quiere verlo mi hija? Parece como si esa insistencia es lo que la mantiene con vida. Se ha pasado siete días medio dormida por los calmantes. Pero cuando despertó el primer día tras la operación lo primero que nos dijo fue que los avisáramos. Cada vez que se despierta sus palabras son las mismas, la misma pregunta: Papá, ¿has llamado a Lehto?.
No tengo ni idea. Desde que me fui de Alicante hace ya tres años no he tenido contacto con ella ni con nadie mintió de nuevo Jukka. Por cierto, ¿por qué han tardado seis días en llamarme? pregunta que cayó como un mazazo sobre Melero.
En fin. Creo que lo mejor es que subamos fue la única respuesta.
Jukka asintió y le dijo que antes iba al aseo, a poner orden en estas greñas había tratado de bromear. Frente al espejo Jukka veía como resbalaba el agua sobre su rostro. Intentaba, también, poner en orden su melena. Comenzó a pensar en Melero y la escueta conversación que había tenido. Más que nada le intrigaba la actitud: Su hija está jodida, y el tipo sólo intenta saber porque estoy aquí. Puede que sea lo normal. La última voluntad de alguien resulta ser un tipo de cuarenta y tantos años con aspecto de pirata. ¡Cielos! Hasta yo mismo me pregunto el por qué estoy aquí.
Salió del baño y volvió junto a Melero. En ese instante sonó el móvil. Melero lo miró, nuevamente sorprendido, los riffs de guitarra sonaban especialmente potentes esa mañana. La cafeína está haciendo su efecto, pensó Jukka. La llamada era de Arantxa. «¿Tan temprano? ¡Ah, no! Si ya son las nueve.
Hola Arantxa, dime.
Jukka, ¿cómo estás? Ayer te fuiste de manera tan misteriosa que me dejaste intranquila. ¿Va todo bien?
Sí. No hay ningún problema en el fondo se preguntaba que estaba pasando. Arantxa nunca se había interesado por él más allá de las conversaciones habituales. Nunca se habían llamado al móvil, que él recordara, ni habían cruzado correos de índole personal más allá de te he dejado un DVD en el buzón.
Ya. Bueno, oye ¿Vas a estar en tu despacho esta mañana?
No respondió sorprendido Jukka . ¿No te marchas a Madrid esta mañana? De hecho, a estas horas siempre estás de viaje.
No, no, no, no Hoy me he quedado. Por eso te pregunto a qué hora vas a estar por el despacho.
Jukka se quedó pensativo. La verdad es que no había avisado a nadie de que se iba. Ni había puesto la preceptiva incidencia docente en el sistema. Normalmente los viernes no iban los alumnos, pero si el decano se enteraba de su ausencia le soltaría alguna de sus típicas y molestas puyas. Demasiado tenía que aguantar con los comentarios absurdos acerca del largo del pelo y las pintas de rockero.
Arantxa. Escucha. Es que no estoy en Burgos hizo una pausa para pensar si continuaba o no. Estoy en Elda.
¡Joder, tío! ¡Ya podías haber avisado!
Arantxa le desconcertaba el enfado de su colega ¿Avisar de qué?
Tienes razón. Disculpa se oyó como respiraba de manera profunda al otro lado del teléfono. Oye, Jukka, cuando vuelvas me avisas y ya nos vemos otro día. Que te vaya bien.
Jukka se quedó perplejo mientras guardaba el teléfono en el bolsillo. A lo mejor necesita cambiar de hora o que la ayude con algún trabajo en esas comisiones que nos roban la vida Pensó insistentemente. Su mirada se encontró con la de Melero, quien, rápidamente, le hizo una pregunta que se veía venir. Pregunta en la que se podía adivinar cierto grado de malicia.
¿Su mujer? ¿Su pareja? No quisiera haberle causado molestia con este desplazamiento tan inesperado.
No. No tengo pareja, ni estoy casado frase que trató de enfatizar. Se trataba de una compañera de trabajo.
¡Ya!
En silencio llegaron al ascensor y subieron a la segunda planta. Caminaron por un largo pasillo. A Jukka, como a tanta gente, no le gustaban los hospitales. No es que los asociara a enfermedad, dolor y sufrimiento, que lo hacía, sino que le repelían esos espacios pulcros, los largos pasillos, la racionalidad de las ventanas, puertas y segmentación espacial. Los colores le producían un sentimiento contradictorio. Como en otras ocasiones en las que había acudido a un hospital bien por necesidad bien por cortesía, en cuanto divisó las paredes pintadas de blanco y crema, pensó en lo que él había identificado como una paradoja constante: Si es tan necesario relajar con los colores, ¿por qué siempre la gama de blancos, grises y colores crema? Al final se degradan y dejan en evidencia lo que se quiere evitar: la mugre. Además, la cantidad de lugares en los que no hay luz al final crean bocas de lobo en los pasillos. También sentía aversión por el olor. Un aroma que contenía la mezcla de cóctel de medicamentos, limpiadores ácidos y antideslizantes. Lo detestaba. Pero sabía que era necesario. Higiene. Sus pensamientos se detuvieron ahí, de manera abrupta una vez más. Habían llegado frente a la puerta de la habitación 22.
Por primera vez desde que había llegado se sintió nervioso. ¿Qué iba a encontrar al otro lado de la puerta? Reencontrar una parte del pasado en las condiciones que le habían dicho no era lo más deseable. Notó que el pulso se le aceleraba. Intentó tranquilizarse intentando poner en orden su melena. Melero le dijo que esperara que iba a entrar para ver si su hija estaba despierta. Cuando abrió la puerta pudo escuchar, antes de que la cerrara de nuevo, como decía el profesor ese ha llegado. Se escuchó el ruido de alguna pesada silla al moverse, un diálogo entrecortado, y al abrirse de nuevo la puerta una voz de mujer, joven a juzgar por el tono, que decía algo así como todo va a estar bien. De la habitación salió Melero con una mujer, también en la cincuentena, que obviamente sería la madre de Lorena.
Mi esposa indicó Melero. María López.
Encantado comenzó a decir Jukka, pero cambió el sentido de la frase, aunque lamento hacerlo en estas circunstancias.
Mientras estrechaba la mano de la señora López, Jukka se dijo a sí mismo que había hecho el tonto. Esa falsa solemnidad de la frase hecha no era lo suyo. Se sintió no sólo observado, sino escrutado por ella. La madre que protege a la cría reflexionó mentalmente.
Mi esposa indicó Melero. María López.
Encantado comenzó a decir Jukka, pero cambió el sentido de la frase, aunque lamento hacerlo en estas circunstancias.
Mientras estrechaba la mano de la señora López, Jukka se dijo a sí mismo que había hecho el tonto. Esa falsa solemnidad de la frase hecha no era lo suyo. Se sintió no sólo observado, sino escrutado por ella. La madre que protege a la cría reflexionó mentalmente.
Pase le indicó Melero.
Jukka abrió la puerta y entró en la habitación. La luz entraba y quedaba filtrada por unas cortinas blancas. Como un velo sobre la vista. Parece un jodido sudario pensó Jukka. La habitación tenía un tamaño medio. Había dos camas, orientadas hacia el sur, separadas por una cortina. En el lado derecho se encontraba un armario y en la pared de enfrente de las camas el omnipresente televisor colocado sobre un soporte. Estaba apagado y reinaba un profundo silencio. Debajo de había un sillón de aspecto cómodo, mullido y que invitaba a descabezar un sueño. Jukka miró hacia le ventana, intentando divisar el cuerpo que se apreciaba en la cama que estaba junto a ella. Distrajo su mirada al sentir unos pasos delante de él. Se percató en una chica joven que se parecía enormemente a Lorena. Casi idéntica salvo por algún detalle en la mirada y el esbozo de los labios. Por fin, detrás de ella divisó la figura de Lorena en la cama. Tenía los ojos cerrados.
Acaba de dormirse otra vez dijo la chica que estaba frente a él. Soy Sandra. Su hermana.
Hola Sandra, soy bueno ya sabes dijo él.
Sí. No te preocupes. Se despertará enseguida. Ya sabes que estás aquí. Un momento.
Jukka observó que Sandra se dirigió a sus padres, que se encontraban en el umbral de la puerta. Les dijo algo en voz baja. Percibió un gesto de desaprobación en ambos, pero ella gesticulaba y señalaba indistintamente primero a Jukka y luego a su hermana. Los padres salieron, aunque Jukka se quedó sorprendido por la mirada que el señor Melero le dirigió. No llegaba a comprender si era de ánimo o de odio.
Ven la voz de Sandra lo devolvió a la realidad. Acércate a la cama, te puedes sentar en el borde.
Jukka se acercó a la cama y por primera vez tuvo una idea de lo ocurrido. Aunque estaba tapada y llevaba la bata del hospital, el cuerpo de Lorena se veía maltrecho. Uno de los brazos estaba escayolado. Tenía contusiones y magulladuras en la cara. Un nuevo pensamiento en la mente de Jukka: Su rostro de diamante ha perdido el brillo. Una pequeña herida se inclinaba en su frente. De manera tímida asomaba la marca de un hematoma por el cuello y el escote redondo de la bata. Se perdía más allá de la vista, pero el color purpúreo anunciaba el desastre ocurrido. Jukka se percató en el gotero y su incesante suministro translúcido de calmantes, antibióticos y otros compuestos que intuía servirían para aliviar el dolor y combatir sus heridas. En todo caso para alargar la vida. O para evitar el necesario descanso final. Jukka sintió una opresión en el corazón y la respiración se le agitó. Sus ojos se humedecieron.
Jukka Sandra se dirigió a él por su nombre, lo que le hizo entender que con ella no tenía nada que esconder. Mi hermana se muere. Por favor. Se bueno con ella. No le rompas el corazón otra vez, ¿vale?
No comenzó a decir Jukka.
No digas nada le dijo Sandra poniéndole la mano en el hombro, tan solo recuerda cuando la conociste, todo lo que hablasteis; pero sobre todo lo que no os dijisteis. Yo os voy a dejar solos. Voy a llevar a mis padres fuera un rato, necesitan descansar. Cualquier emergencia ya sabes, avisas a las enfermeras y me llamas, te apunto aquí mi número.
Mientras Sandra apuntaba el número en un pañuelo de papel, Jukka se quedó sorprendido de la capacidad que tenía para organizar las cosas. De cómo era capaz de mantener la cabeza despejada y lúcida en un momento como este y sobre todo con su hermana en la cama en un estado más cerca de la agonía que de la vida. Sobre todo, teniendo en cuenta su juventud. Veintitrés años. Ella se acercó a él para entregarle el papel.
Ella, ahí, en esa cama, y el responsable de esto impune. ¡Vaya mierda! terció Jukka indignado.
Lo están buscando susurró Sandra, mientras acariciaba el pelo de su hermana. Tarde o temprano lo cogerán Es cuestión de tiempo. Lo cogeremos.
Al decir esta última frase miró directamente a Jukka. Él se quedó sorprendido al ver un extraño brillo en los ojos de Sandra. No lograba identificar si ese brillo era fruto del dolor, de la rabia o de algo más poderoso. En cualquier caso, sus miradas conectaron. Sintió como si toda su indignación se la estuviera transmitiendo y clamara por un poco de paz en toda esta dolorosa situación.
Sandra se acercó de nuevo a la cama y se sentó en el borde. Con una mano le indicó a Jukka que se pusiera junto a ella. Mientras, ella comenzó a acariciar la larga melena castaña de su hermana. Con tanta suavidad y cariño que a Jukka se le removieron las entrañas. A continuación, Sandra acarició el rostro de Lorena y al notar que esta se movió levemente se acercó al oído y le susurró unas palabras.
Lorena abrió los ojos y miró cansinamente a su alrededor. Se notaba que estaba adormecida y que le costaba percibir donde estaba y lo que estaba ocurriendo. Pero la borrosa figura que estaba al lado de su hermana se hizo nítida y enseguida reaccionó.
¡Jukka! alcanzó a decir al tiempo que empezaban a resbalar las lágrimas por sus mejillas. ¡Pero tu pelo! Has cambiado dijo Lorena sorprendida pues recordaba a Jukka con el pelo corto.
Sandra se apartó y salió silenciosamente de la habitación. Jukka se sentó en el borde de la cama y cogió la mano de Lorena. No lloraba, pero notaba sus ojos humedecidos y una opresión en el pecho. Con la otra mano acarició la mejilla de Lorena. Sus ojos se miraban.
Mi estimada Lorena. No esperaba tener que verte en este estado.
Jukka No es mi culpa
Ya lo sé. Recuerda: no hay culpa.
¿Cómo estás? ¿Cómo te va en Burgos?
En Burgoslavia bromeó sin darse cuenta de que al reír Lorena experimentó dolor. Lo siento no quería hacerte reír.
No importa. ¿Burgoslavia?
Es por el frío dijo Jukka, omitiendo parte de lo que estaba pensando: Es todo tan frío.
Me sorprendió mucho que te fueras. No me avisaste antes.
Te envié un mensaje el mismo día que me trasladé. Al móvil.
Lo sé. Lo recibí Lorena miró hacia la ventana. No son formas de hacerlo. Me pasé el día llorando. ¿Sabes qué día te fuiste?
Sí. El 26 de julio. El día de tu cumpleaños Jukka, sin saber muy bien porqué, se sintió extrañamente avergonzado. Han pasado ya dos años, Lorena. ¿No has podido olvidar?
¿Y tú?
No sentenció sinceramente Jukka. ¿Sabes?
¿Qué?
La noche antes de marcharme intenté llamarte. Llegué a marcar tu número pero no me atreví a enviar la llamada.
Pero ¿por qué?
Tenía miedo. En serio.
¿Miedo a mí? dijo Lorena al tiempo que intentaba levantar una mano para alcanzar a Jukka, pero no pudo por el dolor. Él cogió su mano y la acarició.
Lorena, tenía miedo a que al oír tu voz cambiara de opinión. Si te hubiera dicho que me iba, que dejaba el trabajo, y me hubieras rogado una sola vez que me quedara, lo habría hecho. Desde que te conocí fuiste una parte de mí, y la mitad del tiempo ni lo sabías al acabar la frase Jukka se dio cuenta de que Lorena se había quedado dormida. Malditos calmantes se dijo. Se quedó junto a ella, sentado en la cama, sosteniendo su mano entre las suyas.