La verdad es que este lugar era donde el alcalde de la ciudad venÃa a estrechar la mano e intercambiar dinero con la mafia todos los domingos justo después de la misa. Asà que la pregunta que se habÃa estado preguntando era... ¿por qué habÃa estado ahà aquella chica sola en medio de la noche?
La iglesia estaba prácticamente a oscuras, a excepción de un par de ventanas que todavÃa mostraban luz en el segundo piso. Por lo que recordaba, probablemente era el área de oficinas. Se preguntó si el sacerdote que habÃa dejado cuidadosamente en el armario en realidad vivÃa aquÃ. Era algo que nunca habÃa pensado asumir hasta ahora. Los católicos eran un grupo dedicado, él les reconocÃa eso.
Ya habÃa puesto al dÃa a Nick con lo que habÃa pasado la otra noche... bueno, al menos la mayor parte. De ninguna manera él le iba a resumir el incidente de la túnica del muchacho del coro. Sacudiendo la cabeza, Steven tiró de la puerta principal esperando que estuviera cerrada pero tristemente, se abrió.
âNo es muy inteligenteâ, Nick frunció el ceño mientras sacaba la navaja de su manga y se escabullÃa dentro. âUno pensarÃa que después de lo que pasó la otra noche, empezarÃan a cerrar las puertas con llaveâ.
âTal vez como dice el refrán... siempre está abiertoâ, Steven se encogió de hombros pero entró cautelosamente. âO tal vez el viejo sacerdote esté esperando compañÃaâ.
âRepito, no muy inteligenteâ, dijo bruscamente Nick, sabiendo que no eran las únicas criaturas paranormales dentro del edificio. âHuelo a los humanos arriba pero hay algo más aquà y dudo que haya venido para confesarseâ.
Voy a asegurarme de que el sacerdote esté a salvo. Si encuentras vampiros, sé inteligente y déjalos en paz hasta que pidamos refuerzos. Steven subió las escaleras dejando que Nick tomara su propia decisión.
Nick asintió y comenzó a buscar el sótano de la iglesia. Por lo general, entre más malos fueran los monstruos... más abajo les gustaba estar. No se molestó en esconderse mientras investigaba porque el enemigo podÃa ver en la oscuridad tan bien como él.
Al encontrar la puerta con la etiqueta de âsótanoâ, Nick la abrió y bajó rápidamente las escaleras. Arrugó la nariz por el olor frÃo y húmedo, y estornudó. Siempre habÃa odiado los sótanos.
Steven estaba haciendo lo mismo arriba, abriendo puertas y mirando mientras pasaba. Al ver la luz filtrarse bajo la puerta de la misma oficina de la otra noche, esta vez tocó primero. PodÃa percibir el olor más allá de la puerta y sabÃa que el viejo estaba solo.
â¿Eres tú, Jewel?â, gritó la vieja voz.
Steven retrocedió un paso cuando la puerta se abrió... y el sacerdote y él se encontraron cara a cara. El rostro amable del viejo y su expresión calma cambió lentamente, sus ojos y sus labios se abrieron. Steven extendió la mano sabiendo lo que vendrÃa a continuación, y no se sorprendió para nada cuando el sacerdote trató de cerrarle la puerta en la cara.
Empujando la puerta, Steven entró en la habitación dejando que el peso del anciano cerrase la puerta de nuevo detrás de él. Girando rápidamente, agarró el arma que ya veÃa venir y lo arrojó a través de la habitación un poco enfadado. âSe lo dije la última vez, no soy un vampiroâ.
âMe desperté en el armarioâ, le recordó el sacerdote mientras se apoyaba en su escritorio. Steven suspiró mientras observaba cómo las manos del anciano rebuscaban en el escritorio, obviamente tratando de encontrar otra arma. Arqueó una ceja al ver que sus dedos se envolvÃan alrededor de una grapadora grande.
âNo quiero hacerle dañoâ, dijo Steven. âPero si no suelta esa grapadora, volverá a despertar en ese armarioâ. Asintió agradecido cuando el hombre la soltó lentamente y se quedó de pie, totalmente erguido, lo que dejó a plena vista que le faltaba mucho para alcanzar la altura de Steven.
âTengo la sensación de que no has venido a confesarteâ. TodavÃa se podÃa oÃr el miedo en la voz del anciano.
âOh padre, sé que he pecadoâ, Steven sonrió, pero al ver que la broma no fue bien recibida, agarró una silla y la giró, dándose cuenta de que el pobre hombre se estremeció ante el rápido movimiento. Se abstuvo de rodar los ojos y se sentó a horcajadas sobre la silla, apoyando los brazos en el respaldar. â¿No cuenta que soy parte de la razón por la que todavÃa está vivo? Si no lo hubiera sacado del camino, ya no estarÃa del lado de los ángelesâ.
â¿Cómo...?â el sacerdote de repente se veÃa más viejo mientras caminaba detrás de su escritorio y se sentaba de golpe. âCuando desperté, bajé y encontré a desconocidos limpiando. El desastre... Me quedé escondido. Fueron tan rápidos y silenciosos. ¿Tú podrÃas hacer todo eso?â
â¿Me creerÃa si le dijera que tenÃamos un ángel de nuestro lado?â Cuando el hombre levantó su barbilla y le dirigió una dura mirada, Steven continuó: âMi amigo y yo estamos aquà para asegurarnos de que la iglesia está limpia todavÃaâ.
â¿Crees que hay más?â, El sacerdote se frotó la cara.
âSé que hay más. La pregunta es, ¿están aquÃ?â Steven se levantó sabiendo que habÃa dejado a Nick solo por demasiado tiempo ya. Su amigo era conocido por ser temerario y eso lo ponÃa nervioso. âNo queremos repetir el mismo suceso de la otra nocheâ.
El sacerdote lo miró detenidamente, como si buscara una mentira. Finalmente, el hombre mayor suspiró y asintió con la cabeza. âDe acuerdo, por alguna razón te creo. A veces Dios trabaja de maneras misteriosas. Haz lo que tengas que hacerâ.
âEsperemos que esta vez no encontremos ningún... demonio y usted puede permanecer despierto si promete quedarse aquÃâ. De repente recordó lo que el sacerdote dijo cuando él abrió la puerta. â¿Espera a alguien?â
âSÃ, se suponÃa que ella debÃa venir la otra noche, pero...â él sacudió el pulgar hacia el armario. âLlamó hace una hora diciendo que ya venÃa de caminoâ.
Steven sintió que su pulso saltaba. âHabÃa una chica aquà la otra noche y tengo que hablar con ella... cabello rubio, hermosa. ¿La conoce?â
â¿Jewel?â Preguntó el sacerdote. âClaro, estamos en los preparativos del matrimonio.â
â¿Qué?â Steven dijo un poquito alto y luego preguntó, â¿Desde cuándo los viejos sacerdotes se casan con chicas jóvenes?â
âDe verdad que eres brillanteâ, el sacerdote sacudió su cabeza y luego dijo con determinación: âNo es su matrimonio conmigo... y no es de tu incumbencia de todos modos. Deja a esa niña sola. Tiene suficientes problemas con los monstruos que ya conoce. No la arrastres a una batalla de demoniosâ.
Steven frunció el ceño ya que no le gustó cómo sonaba todo eso. ApostarÃa dinero que el sacerdote habÃa estado a punto de decir los mafiosos en lugar de monstruos. No le importaba ninguno de los dos, ya que tenÃa que lidiar con su propia cuota de mafiosos. Les gustaba ir a pasar el rato en Night Light porque era uno de los clubes más famosos de la ciudad. Te ayuda a relajarte cuando sabes que la clientela de clase baja no puede darse el lujo de pasar las puertas.
HabÃa estado corriéndolos lentamente por años y siempre que habÃa un problema, algo surgÃa y se alejaban o desaparecÃan por completo. La mafia irlandesa, la mafia italiana, la mafia rusa, los miembros del IRA, ex-KGB, Yakuza, e incluso según rumores hasta los legendarios Illuminati... A Steven le importaba un comino. Para él todos estaban cortados con la misma tijera. Pero a veces no hacÃa ningún daño tener a unos cuantos de tu lado.
âLlámela y dÃgale que no venga aquà esta nocheâ. Acercó el teléfono hacia el anciano y cruzó los brazos esperando para asegurarse de que el sacerdote hiciera lo que le habÃa pedido.
El anciano titubeó. Si llamaba a su casa y su padre contestaba, Jewel estarÃa en grandes problemas y posiblemente terminarÃa boca abajo en un callejón en alguna parte. Y probablemente el que él fuera sacerdote, tampoco tendrÃa ningún efecto para que él se salvara. âElla no va a venirâ, dijo con titubeo, luego repitió con más firmeza mientras miraba el reloj en la pared. âSi lo hubiera hecho, ella ya estarÃa aquÃâ.
Steven sintió una mezcla de emociones en su pecho; por un lado la decepción de no verla, pero por otro la satisfacción de saber que estaba segura.
Necesitando distraerse, se levantó y volvió a colocar la silla en la forma en que la habÃa encontrado. âVolveré para avisarle cuando hayamos terminadoâ.
â¡Espera!â, dijo el sacerdote cuando Steven abrió la puerta. âSi la vieras...â
âLa enviaré aquà inmediatamenteâ le prometió Steven y luego se fue.
Cerrando la puerta, Steven sacudió la cabeza y comenzó a bajar por el pasillo. Este piso estaba limpio y necesitaba ponerse al dÃa con Nick antes de que algo saliera mal. Bajando, miró a su alrededor pero no pudo ver a Nick en ninguna parte.
âMuy bien, ¿adónde diablos te fuiste?â Steven murmuró y empezó a mirar detrás de las puertas cerradas.
Encontró la puerta del sótano entreabierta y pudo haberse dado una bofetada cuando entendió la lÃnea de pensamiento de Nick. âLugares oscuros, subterráneos... ¡OBVIO!â
Asegurándose de hacer mucho ruido, Steven bajó las escaleras y arrugó la nariz al sentir el calor húmedo. âMaldición, apesta aquà abajoâ.
Se acercó a otra puerta abierta y entró. Nick estaba de pie frente a la caldera con la puerta abierta y hurgando algo en el fuego con una vara de hierro.
â¿Encontraste algo?â preguntó Steven.
En respuesta, Nick sacó la vara de hierro del fuego trayendo en un extremo los restos quemados de un cráneo colgando de la cavidad ocular. âCreo que podemos afirmar que algunos de los humanos en la lista de personas desaparecidas no serán encontradas muy pronto que digamosâ.
âCreo que esta iglesia es un lugar normal para que algunos miembros de la mafia local hagan su trabajoâ, explicó Steven.
â ¿En una iglesia católica?â preguntó Nick. â¿Ya no queda nada sagrado en esta vida?â
Steven se encogió de hombros, âComo dice el refrán, nada es seguro excepto la muerte y los impuestosâ.
Nick dejó caer el cráneo en la caldera y cerró la puerta. âO en nuestro caso, pieles y gatitos.â
Los dos hombres se rieron hasta por la nariz, hasta que Steven se recató un poco. âDe acuerdo, realmente tenemos que ponernos seriosâ.
Se separaron, y cada uno se fue a buscar en un lado diferente de la gran sala, hasta que Steven vio algo detrás de uno de los enormes botes de basura llenos de tablones de madera. âOye Nick, dame una mano con estoâ.
Nick se acercó y ayudó a Steven a quitar el bote lo suficiente como para ver mejor. Un túnel pequeño y estrecho habÃa sido excavado en la piedra y directamente bajo la tierra. La oscuridad era absoluta y los dos felinos tenÃan dificultad para ver adentro.
âBien podrÃa echar un vistazoâ, dijo Nick y avanzó para tratar de meter su delgada figura por la abertura.
Steven agarró el brazo de Nick y sacudió la cabeza. âNo, vamos a volver y dejamos a Warren y a Quinn entrar en lo que encontramos. Falta un puma y, en mi opinión, ya eso es demasiado. No quiero añadir un jaguar a la listaâ.
â¡Oh, cielos!â Nick sonrió y abrazó con fuerza a un sorprendido Steven. âTú...â sollozó exageradamente y continuó con una voz temblorosa. âRealmente te importaâ.
Steven empujó frenéticamente a Nick, enviando el jaguar contra la pared. âIdiotaâ, murmuró mientras Nick se reÃa. âVamos a salir de aquÃâ.
Cuando llegaron a la cima de las escaleras, Steven estaba convencido de que Nick habÃa perdido la cabeza en alguna parte del camino. El silencio en la iglesia era sepulcral y Steven miró hacia el pasillo que conducÃa a la oficina del piso de arriba donde el sacerdote estaba esperando.
âQuédate aquà un momentoâ, dijo Steven. âNecesito hablar con el sacerdoteâ.
Nick se encogió de hombros y se apoyó en uno de los bancos para esperar.
âHola, Steven.â Una voz salió de la nada.
Nick saltó y Steven gritó de sorpresa antes de tropezar sobre sus propios pies y caer. Nick parpadeó cuando un hombre con el pelo oscuro salió de las sombras sonriendo locamente a Steven.
â¡Maldita sea, Dean!â, gritó Steven mientras se levantaba del suelo. âDeja de intentar matarme del sustoâ.
Dean sonrió y se apoyó en uno de los pilares junto a los bancos y cruzó los brazos sobre su pecho. âDesafortunadamente no tengo que intentarloâ.
â¡Púdrete!â, gruñó Steven. âVoy a hablar con el cura, ya vuelvoâ.
âAsegúrate de devolver la túnica del coro que tomaste prestadaâ. Dean se burló de él. âOdiarÃa ver que algún pobre muchacho no pueda vestirse para la iglesiaâ.
Steven se quedó inmóvil cuando Dean dijo esas palabras y giró para mirar a los caÃdos.
â¿Túnica del coro?â, preguntó Nick y alzó las cejas casi hasta la lÃnea del cabello. â¿Te pusiste una túnica del coro?â
âCambié, fue una emergencia. Tuve que salvar a esta chica de ser drenada por un maldito vampiroâ, Steven se defendió.
âSÃ,â dijo Dean. âLa misma chica que estaba presente cuando te patearon el traseroâ.
âComo si a ti nunca te hubieras pateado el traseroâ, respondió Steven.
Dean se detuvo y pensó por un momento. âNo, nadie me ha pateado el trasero, pero le han dado golpecitos.â
â¡Arrr!â, rugió Steven levantando sus brazos, y luego siguió sigilosamente por otro pasillo.
Nick miró a Dean, â¿Alguna idea de dónde escondió la túnica?â
âBajo su camaâ, contestó Dean.
Nick sonrió, âmaterial de chantaje perfecto, graciasâ.
âClaro, me gusta verlo sufrir... eso y que pareciera que él cree que constantemente voy a patearle el trasero o algo asÃâ.
âSádicoâ, dijo Nick con una risita.
âEstoy caÃdoâ, dijo Dean. âNo tenemos mucho con qué mantenernos entretenidosâ.
Steven se acercó a la puerta de la oficina del sacerdote y levantó la mano para golpear cuando oyó voces del otro lado. Una que él reconoció como la del sacerdote, la otra era una voz femenina. Bajando la mano, puso su oreja en la puerta para poder escuchar.