Luz Nocturna - Amy Blankenship 4 стр.


La verdad es que este lugar era donde el alcalde de la ciudad venía a estrechar la mano e intercambiar dinero con la mafia todos los domingos justo después de la misa. Así que la pregunta que se había estado preguntando era... ¿por qué había estado ahí aquella chica sola en medio de la noche?

La iglesia estaba prácticamente a oscuras, a excepción de un par de ventanas que todavía mostraban luz en el segundo piso. Por lo que recordaba, probablemente era el área de oficinas. Se preguntó si el sacerdote que había dejado cuidadosamente en el armario en realidad vivía aquí. Era algo que nunca había pensado asumir hasta ahora. Los católicos eran un grupo dedicado, él les reconocía eso.

Ya había puesto al día a Nick con lo que había pasado la otra noche... bueno, al menos la mayor parte. De ninguna manera él le iba a resumir el incidente de la túnica del muchacho del coro. Sacudiendo la cabeza, Steven tiró de la puerta principal esperando que estuviera cerrada pero tristemente, se abrió.

“No es muy inteligente”, Nick frunció el ceño mientras sacaba la navaja de su manga y se escabullía dentro. “Uno pensaría que después de lo que pasó la otra noche, empezarían a cerrar las puertas con llave”.

“Tal vez como dice el refrán... siempre está abierto”, Steven se encogió de hombros pero entró cautelosamente. “O tal vez el viejo sacerdote esté esperando compañía”.

“Repito, no muy inteligente”, dijo bruscamente Nick, sabiendo que no eran las únicas criaturas paranormales dentro del edificio. “Huelo a los humanos arriba pero hay algo más aquí y dudo que haya venido para confesarse”.

Voy a asegurarme de que el sacerdote esté a salvo. Si encuentras vampiros, sé inteligente y déjalos en paz hasta que pidamos refuerzos. Steven subió las escaleras dejando que Nick tomara su propia decisión.

Nick asintió y comenzó a buscar el sótano de la iglesia. Por lo general, entre más malos fueran los monstruos... más abajo les gustaba estar. No se molestó en esconderse mientras investigaba porque el enemigo podía ver en la oscuridad tan bien como él.

Al encontrar la puerta con la etiqueta de “sótano”, Nick la abrió y bajó rápidamente las escaleras. Arrugó la nariz por el olor frío y húmedo, y estornudó. Siempre había odiado los sótanos.

Steven estaba haciendo lo mismo arriba, abriendo puertas y mirando mientras pasaba. Al ver la luz filtrarse bajo la puerta de la misma oficina de la otra noche, esta vez tocó primero. Podía percibir el olor más allá de la puerta y sabía que el viejo estaba solo.

“¿Eres tú, Jewel?”, gritó la vieja voz.

Steven retrocedió un paso cuando la puerta se abrió... y el sacerdote y él se encontraron cara a cara. El rostro amable del viejo y su expresión calma cambió lentamente, sus ojos y sus labios se abrieron. Steven extendió la mano sabiendo lo que vendría a continuación, y no se sorprendió para nada cuando el sacerdote trató de cerrarle la puerta en la cara.

Empujando la puerta, Steven entró en la habitación dejando que el peso del anciano cerrase la puerta de nuevo detrás de él. Girando rápidamente, agarró el arma que ya veía venir y lo arrojó a través de la habitación un poco enfadado. “Se lo dije la última vez, no soy un vampiro”.

“Me desperté en el armario”, le recordó el sacerdote mientras se apoyaba en su escritorio. Steven suspiró mientras observaba cómo las manos del anciano rebuscaban en el escritorio, obviamente tratando de encontrar otra arma. Arqueó una ceja al ver que sus dedos se envolvían alrededor de una grapadora grande.

“No quiero hacerle daño”, dijo Steven. “Pero si no suelta esa grapadora, volverá a despertar en ese armario”. Asintió agradecido cuando el hombre la soltó lentamente y se quedó de pie, totalmente erguido, lo que dejó a plena vista que le faltaba mucho para alcanzar la altura de Steven.

“Tengo la sensación de que no has venido a confesarte”. Todavía se podía oír el miedo en la voz del anciano.

“Oh padre, sé que he pecado”, Steven sonrió, pero al ver que la broma no fue bien recibida, agarró una silla y la giró, dándose cuenta de que el pobre hombre se estremeció ante el rápido movimiento. Se abstuvo de rodar los ojos y se sentó a horcajadas sobre la silla, apoyando los brazos en el respaldar. “¿No cuenta que soy parte de la razón por la que todavía está vivo? Si no lo hubiera sacado del camino, ya no estaría del lado de los ángeles”.

“¿Cómo...?” el sacerdote de repente se veía más viejo mientras caminaba detrás de su escritorio y se sentaba de golpe. “Cuando desperté, bajé y encontré a desconocidos limpiando. El desastre... Me quedé escondido. Fueron tan rápidos y silenciosos. ¿Tú podrías hacer todo eso?”

“¿Me creería si le dijera que teníamos un ángel de nuestro lado?” Cuando el hombre levantó su barbilla y le dirigió una dura mirada, Steven continuó: “Mi amigo y yo estamos aquí para asegurarnos de que la iglesia está limpia todavía”.

“¿Crees que hay más?”, El sacerdote se frotó la cara.

“Sé que hay más. La pregunta es, ¿están aquí?” Steven se levantó sabiendo que había dejado a Nick solo por demasiado tiempo ya. Su amigo era conocido por ser temerario y eso lo ponía nervioso. “No queremos repetir el mismo suceso de la otra noche”.

El sacerdote lo miró detenidamente, como si buscara una mentira. Finalmente, el hombre mayor suspiró y asintió con la cabeza. “De acuerdo, por alguna razón te creo. A veces Dios trabaja de maneras misteriosas. Haz lo que tengas que hacer”.

“Esperemos que esta vez no encontremos ningún... demonio y usted puede permanecer despierto si promete quedarse aquí”. De repente recordó lo que el sacerdote dijo cuando él abrió la puerta. “¿Espera a alguien?”

“Sí, se suponía que ella debía venir la otra noche, pero...” él sacudió el pulgar hacia el armario. “Llamó hace una hora diciendo que ya venía de camino”.

Steven sintió que su pulso saltaba. “Había una chica aquí la otra noche y tengo que hablar con ella... cabello rubio, hermosa. ¿La conoce?”

“¿Jewel?” Preguntó el sacerdote. “Claro, estamos en los preparativos del matrimonio.”

“¿Qué?” Steven dijo un poquito alto y luego preguntó, “¿Desde cuándo los viejos sacerdotes se casan con chicas jóvenes?”

“De verdad que eres brillante”, el sacerdote sacudió su cabeza y luego dijo con determinación: “No es su matrimonio conmigo... y no es de tu incumbencia de todos modos. Deja a esa niña sola. Tiene suficientes problemas con los monstruos que ya conoce. No la arrastres a una batalla de demonios”.

Steven frunció el ceño ya que no le gustó cómo sonaba todo eso. Apostaría dinero que el sacerdote había estado a punto de decir los mafiosos en lugar de monstruos. No le importaba ninguno de los dos, ya que tenía que lidiar con su propia cuota de mafiosos. Les gustaba ir a pasar el rato en Night Light porque era uno de los clubes más famosos de la ciudad. Te ayuda a relajarte cuando sabes que la clientela de clase baja no puede darse el lujo de pasar las puertas.

Había estado corriéndolos lentamente por años y siempre que había un problema, algo surgía y se alejaban o desaparecían por completo. La mafia irlandesa, la mafia italiana, la mafia rusa, los miembros del IRA, ex-KGB, Yakuza, e incluso según rumores hasta los legendarios Illuminati... A Steven le importaba un comino. Para él todos estaban cortados con la misma tijera. Pero a veces no hacía ningún daño tener a unos cuantos de tu lado.

“Llámela y dígale que no venga aquí esta noche”. Acercó el teléfono hacia el anciano y cruzó los brazos esperando para asegurarse de que el sacerdote hiciera lo que le había pedido.

El anciano titubeó. Si llamaba a su casa y su padre contestaba, Jewel estaría en grandes problemas y posiblemente terminaría boca abajo en un callejón en alguna parte. Y probablemente el que él fuera sacerdote, tampoco tendría ningún efecto para que él se salvara. “Ella no va a venir”, dijo con titubeo, luego repitió con más firmeza mientras miraba el reloj en la pared. “Si lo hubiera hecho, ella ya estaría aquí”.

Steven sintió una mezcla de emociones en su pecho; por un lado la decepción de no verla, pero por otro la satisfacción de saber que estaba segura.

Necesitando distraerse, se levantó y volvió a colocar la silla en la forma en que la había encontrado. “Volveré para avisarle cuando hayamos terminado”.

“¡Espera!”, dijo el sacerdote cuando Steven abrió la puerta. “Si la vieras...”

“La enviaré aquí inmediatamente” le prometió Steven y luego se fue.

Cerrando la puerta, Steven sacudió la cabeza y comenzó a bajar por el pasillo. Este piso estaba limpio y necesitaba ponerse al día con Nick antes de que algo saliera mal. Bajando, miró a su alrededor pero no pudo ver a Nick en ninguna parte.

“Muy bien, ¿adónde diablos te fuiste?” Steven murmuró y empezó a mirar detrás de las puertas cerradas.

Encontró la puerta del sótano entreabierta y pudo haberse dado una bofetada cuando entendió la línea de pensamiento de Nick. “Lugares oscuros, subterráneos... ¡OBVIO!”

Asegurándose de hacer mucho ruido, Steven bajó las escaleras y arrugó la nariz al sentir el calor húmedo. “Maldición, apesta aquí abajo”.

Se acercó a otra puerta abierta y entró. Nick estaba de pie frente a la caldera con la puerta abierta y hurgando algo en el fuego con una vara de hierro.

“¿Encontraste algo?” preguntó Steven.

En respuesta, Nick sacó la vara de hierro del fuego trayendo en un extremo los restos quemados de un cráneo colgando de la cavidad ocular. “Creo que podemos afirmar que algunos de los humanos en la lista de personas desaparecidas no serán encontradas muy pronto que digamos”.

“Creo que esta iglesia es un lugar normal para que algunos miembros de la mafia local hagan su trabajo”, explicó Steven.

” ¿En una iglesia católica?” preguntó Nick. “¿Ya no queda nada sagrado en esta vida?”

Steven se encogió de hombros, “Como dice el refrán, nada es seguro excepto la muerte y los impuestos”.

Nick dejó caer el cráneo en la caldera y cerró la puerta. “O en nuestro caso, pieles y gatitos.”

Los dos hombres se rieron hasta por la nariz, hasta que Steven se recató un poco. “De acuerdo, realmente tenemos que ponernos serios”.

Se separaron, y cada uno se fue a buscar en un lado diferente de la gran sala, hasta que Steven vio algo detrás de uno de los enormes botes de basura llenos de tablones de madera. “Oye Nick, dame una mano con esto”.

Nick se acercó y ayudó a Steven a quitar el bote lo suficiente como para ver mejor. Un túnel pequeño y estrecho había sido excavado en la piedra y directamente bajo la tierra. La oscuridad era absoluta y los dos felinos tenían dificultad para ver adentro.

“Bien podría echar un vistazo”, dijo Nick y avanzó para tratar de meter su delgada figura por la abertura.

Steven agarró el brazo de Nick y sacudió la cabeza. “No, vamos a volver y dejamos a Warren y a Quinn entrar en lo que encontramos. Falta un puma y, en mi opinión, ya eso es demasiado. No quiero añadir un jaguar a la lista”.

“¡Oh, cielos!” Nick sonrió y abrazó con fuerza a un sorprendido Steven. “Tú...” sollozó exageradamente y continuó con una voz temblorosa. “Realmente te importa”.

Steven empujó frenéticamente a Nick, enviando el jaguar contra la pared. “Idiota”, murmuró mientras Nick se reía. “Vamos a salir de aquí”.

Cuando llegaron a la cima de las escaleras, Steven estaba convencido de que Nick había perdido la cabeza en alguna parte del camino. El silencio en la iglesia era sepulcral y Steven miró hacia el pasillo que conducía a la oficina del piso de arriba donde el sacerdote estaba esperando.

“Quédate aquí un momento”, dijo Steven. “Necesito hablar con el sacerdote”.

Nick se encogió de hombros y se apoyó en uno de los bancos para esperar.

“Hola, Steven.” Una voz salió de la nada.

Nick saltó y Steven gritó de sorpresa antes de tropezar sobre sus propios pies y caer. Nick parpadeó cuando un hombre con el pelo oscuro salió de las sombras sonriendo locamente a Steven.

“¡Maldita sea, Dean!”, gritó Steven mientras se levantaba del suelo. “Deja de intentar matarme del susto”.

Dean sonrió y se apoyó en uno de los pilares junto a los bancos y cruzó los brazos sobre su pecho. “Desafortunadamente no tengo que intentarlo”.

“¡Púdrete!”, gruñó Steven. “Voy a hablar con el cura, ya vuelvo”.

“Asegúrate de devolver la túnica del coro que tomaste prestada”. Dean se burló de él. “Odiaría ver que algún pobre muchacho no pueda vestirse para la iglesia”.

Steven se quedó inmóvil cuando Dean dijo esas palabras y giró para mirar a los caídos.

“¿Túnica del coro?”, preguntó Nick y alzó las cejas casi hasta la línea del cabello. “¿Te pusiste una túnica del coro?”

“Cambié, fue una emergencia. Tuve que salvar a esta chica de ser drenada por un maldito vampiro”, Steven se defendió.

“Sí,” dijo Dean. “La misma chica que estaba presente cuando te patearon el trasero”.

“Como si a ti nunca te hubieras pateado el trasero”, respondió Steven.

Dean se detuvo y pensó por un momento. “No, nadie me ha pateado el trasero, pero le han dado golpecitos.”

“¡Arrr!”, rugió Steven levantando sus brazos, y luego siguió sigilosamente por otro pasillo.

Nick miró a Dean, “¿Alguna idea de dónde escondió la túnica?”

“Bajo su cama”, contestó Dean.

Nick sonrió, “material de chantaje perfecto, gracias”.

“Claro, me gusta verlo sufrir... eso y que pareciera que él cree que constantemente voy a patearle el trasero o algo así”.

“Sádico”, dijo Nick con una risita.

“Estoy caído”, dijo Dean. “No tenemos mucho con qué mantenernos entretenidos”.

Steven se acercó a la puerta de la oficina del sacerdote y levantó la mano para golpear cuando oyó voces del otro lado. Una que él reconoció como la del sacerdote, la otra era una voz femenina. Bajando la mano, puso su oreja en la puerta para poder escuchar.

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