Kotaro, por su parte, miraba fijamente el televisor roto que todavÃa resonaba con la malvada risa, aun cuando la pantalla estaba destrozada. La expresión de su rostro era de completa sorpresa, y miró hacia la Beretta que tenÃa en la mano antes de enfundarla muy lentamente. Advirtió unas luces parpadeantes, por lo que miró detrás suyo y vio a Suki que tomaba fotos con su teléfono celular.
âTres intentos para saber quién hizo estoâ, exclamó Toya corriendo como loco hacia la puerta.
â¡No la mates!â, gritó Kamui corriendo tras él. âDéjamela a mÃâ.
Kotaro no se movÃa, todavÃa miraba el televisor. Shinbe corrió tras Toya y Kamui con la resuelta intención de ârescatarâ a Kyoko de la venganza de Toya.
â¡No temas, Kyoko, yo te protegeré!â, exclamó Shinbe mientras corrÃa por el vestÃbulo.
Yuuhi, un pequeño niño albino, extrajo los tapones de sus oÃdos. âTe lo dijeâ, susurró con una voz sin emoción que tenÃa un tinte escalofriante.
Amni, que estaba sentado al lado del niño sobre el mismo sofá de dos plazas que Shinbe recién habÃa abandonado, sonrió luego de quitarse sus tapones también. Ambos eran los psÃquicos del grupo, y hacÃa varios dÃas que preveÃan esto. No se habÃan molestado en avisar a nadie porque⦠¿dónde quedarÃa la diversión?
âPor lo menos, las cámaras de seguridad que instaló Kyou grabarán todoâ, dijo Amni. âLa repetición instantánea es el mejor invento desde el pan en rodajasâ.
â¿De qué me perdÃ?â, preguntó Tasuki mientras caminaba lentamente a través de la puerta, contento de dejar de trabajar por esa noche.
âToya va a matar a Kyokoâ, dijo Amni con una voz ominosa, como si estuviera presenciando una horrible visión. Luego estalló de risa cuando Tasuki corrió fuera de la habitación tan rápidamente que generó una brisa.
Kotaro elevó una ceja mirando a Amni, â¿Alguna vez te dijeron que tienes un lado malvado?â.
Amni se encogió de hombros. âNo querÃa que se sintiera dejado de ladoâ.
*****
Darious se inclinó contra la pared de ladrillos, y obtuvo una impresión de la ciudad. Los sonidos y los olores de tantos seres humanos se veÃan distorsionados por los ecos demonÃacos que nadie más notaba. Incluso podÃa sentir sombras que no pertenecÃan a la luz del dÃa, pero conservaba la calma para mantener sus poderes ocultos por un tiempo.
HacÃa mucho tiempo habÃa aprendido que sus estados de ánimo ejercÃan un efecto sobre el clima y, hasta ahora, el cielo estaba despejado y la temperatura era perfecta. Era mediodÃa y él buscaba la luz del sol, más aun que la soledad. ParecÃa que estaba obteniendo ambas.
Darious sonrió burlonamente mientras observaba a los humanos. Se mantenÃan tan cerca del borde de la amplia acera, que un solo paso en falso los arrojarÃa en medio de un intenso tráfico.
Estaba acostumbrado a que las personas dejaran un amplio arco vacÃo alrededor suyo, pero ya no le importaba⦠no es que alguna vez realmente le hubiera importado. PodrÃa haberles hecho un favor a todos y solo permanecer invisible, pero ser igual a un fantasma todo el tiempo ya lo estaba poniendo nervioso. El único motivo por el que se encontraba en medio de una población tan densa era porque habÃa seguido el olor de tantos demonios hasta ese lugar.
TodavÃa estaba intentando averiguar por qué este lugar se habÃa convertido en el centro de interés de los demonios. Era tan abarrotado, ruidoso y sucio, que casi entendió por qué los demonios eligieron este lugar, pero eso no significaba que a él tuviera que gustarle. HabÃa evitado lo más posible las zonas muy pobladas, ya que hace mucho habÃa aprendido que lugares asà producen el peor tipo de seres humanos. Algunos de ellos eran casi tan malvados como los demonios a los que perseguÃa.
A través de los milenios habÃa matado incontables demonios⦠pero los más fuertes y rápidos de ellos se habÃan dispersado y permanecÃan escondidos, mientras que él se ocupaba de matar a los más débiles. Todas esas pistas parecÃan converger aquÃ⦠en esta ciudad.
Sus pensamientos se oscurecieron al saber que los demonios jefes ahora conspiraban juntos, creyendo equivocadamente que su ejército, mezclado con tantos seres humanos, serÃa capaz de derrotarlo. Esconderse entre los humanos no les ayudarÃa. Sus auras se le aparecÃan como faros, con un aspecto más similar a unas sombras distorsionadas que a seres vivos reales.
Los ojos de Darious se oscurecieron al pensar en esto. Si tenÃa que destruir la ciudad y a todos los humanos en ella, asà serÃa. No les debÃa nada a los mortales. Además, ellos sabÃan acerca de los demonios, y tan solo decidieron ignorar ese hecho. Todas las pelÃculas de terror eran la prueba, aunque ellos las consideraban ficción. De manera ignorante, habÃan olvidado que todas las leyendas humanas están basadas en cierto grado de realidad.
Esta era la noche de los demonios⦠los humanos la llamaban Halloween. Durante esta noche, las personas ignoraban lo que estaba justo frente a ellos. Supuso que ese era uno de los motivos por los cuales los humanos se disfrazaban de monstruos una vez por año⦠para no ser reconocidos por lo real. Qué ignorante se habÃa vuelto la raza humana.
Con su aguda vista, Darious miró a través de la calle bulliciosa hacia adentro de las ventanas de vidrio de los altos edificios, y advirtió su propio reflejo. Sus ojos se entornaron, preguntándose qué verÃan los demás cuando lo miraban, que hacÃa que arrastraran a sus hijos al otro lado de la calle.
Acaso verÃan su propia falta de conocimiento, su miedo, o quizás era una provocación a su asumida ignorancia. Ellos querÃan permanecer inconscientes de los verdaderos peligros del mundo. Ãl estaba aquà para salvarlos, pero lo trataban como si fuera un demonio. Solo los inocentes captaban y devolvÃan su mirada por momentos⦠los niños, mientras sus padres los arrastraban lejos de allÃ.
*****
Kyoko estaba parada en la recepción, contenta de que Suki fuese la única persona que se encontraba allÃ. Rio nerviosamente mientras preparaba su primera taza de café. SabÃa que los chicos se vengarÃan por lo que les habÃa hecho la noche anterior. Tragó, recordando los golpes en el piso debido al fuerte ruido, y cómo habÃa corrido por el vestÃbulo intentando llegar a su habitación antes de que la alcanzaran.
HabÃa oÃdo a Toya corriendo tras ella, gritándole todas las obscenidades posibles. Ambos sabÃan que si realmente la hubiera alcanzado, no la habrÃa lastimado.
En su precipitada carrera hacia un lugar seguro, habÃa doblado la esquina y vio a Kyou parado en el umbral de su puerta. VestÃa pantalones de seda color negro como la noche, que colgaban peligrosamente debajo de sus caderas, con su cabello plateado luciendo perfecto, aun a mitad de la noche. Fueron sus ojos lo que casi lograron que diera la vuelta y huyera en el sentido opuesto. Eran del color del oro fundido, ardientes, y directamente fijos en ella a medida que corrÃa frente a él y hacia su habitación.
Kyoko atravesó la puerta y dio un alarido cuando vio a Toya que corrÃa disparado hacia ella. Justo en el momento que cerraba la puerta de un portazo, podrÃa haber jurado que vio cómo Kyou movÃa su pie unos pocos centÃmetros, haciendo que Toya tropezara y cayera boca abajo.
Kyoko atravesó la puerta y dio un alarido cuando vio a Toya que corrÃa disparado hacia ella. Justo en el momento que cerraba la puerta de un portazo, podrÃa haber jurado que vio cómo Kyou movÃa su pie unos pocos centÃmetros, haciendo que Toya tropezara y cayera boca abajo.
Ahora podÃa sonreÃr cuando pensaba en ello.
Le habÃa confiado su vida a Kyou, quien parecÃa cuidar de todos los que vivÃan y trabajaban en el edificio. SabÃa muy poco acerca de él, pero al mismo tiempo sentÃa que lo conocÃa tan Ãntimamente que a menudo la hacÃa sonrojarse.
Los únicos datos que aparentemente conocÃa eran que parecÃa tener más dinero que un dios, y se aseguraba de que todos tuvieran más que lo necesario. Además tenÃa una misteriosa forma de saber qué casos paranormales asignarles, y qué armas necesitarÃan. Era el hermano mayor de varias de las personas que trabajaban allÃ⦠aunque nunca llegó a averiguar sus edades.
Toya era el segundo. Su cabello era color ébano con reflejos plateados iguales a los de Kyou. Al igual que todos los hermanos, tenÃa un cuerpo digno de promocionarse en publicidades de ropa interior. Tú sabes⦠el tipo de cuerpo que hace que una muchacha se detenga para mirarlo.
En casi todos los trabajos asignados a ella, Toya habÃa sido su socio, y habÃa llegado a quererlo mucho por eso. ¿Cómo podÃa no quererlo cuando la habÃa salvado incontables veces de aquellos monstruos que las personas normales no tenÃan ni idea que existÃan? De muchas formas, Toya era lo más cercano a un héroe para ella.
El hermano que seguÃa en la lÃnea era Shinbe, con cabello largo del color de la noche y ojos amatista. ParecÃa ser el enigma del grupo, siempre actuando como un pervertido, y con su sentido del humor que a menudo la hacÃa echarse al piso de la risa. Pero habÃa veces en que se volvÃa tremendamente serio. En esas ocasiones, nadie en el grupo lo daba por sentado.
El cuarto hermano, Kotaro, era detective de las fuerzas policiales y se encargaba de los casos que desconcertaban a las autoridades locales. TenÃa cabello largo color ébano y ojos de un color azul helado capaces de quitar el aliento. Mientras que el resto de los policÃas daban vueltas buscando un sospechoso humano, el pequeño grupo de Kotaro llevaba el caso a la atención de la agencia paranormal y ayudaba a rastrear a los demonios.
Sorprendentemente, una vez que el caso estaba resuelto, los funcionarios de la ciudad nunca hacÃan demasiadas preguntas al respecto. Era casi como si no quisieran saber.
Tasuki y Yohji eran dos muchachos que trabajaban bajo las órdenes de Kotaro en la comisarÃa. Kyou los habÃa invitado a vivir allÃ, ya que trabajaban en este lugar más que en el departamento de policÃa. Además, se habÃan robado a la secretaria de la comisarÃa, que ahora trabajaba allÃ. Su nombre era Suki, y Kyoko la querÃa como a una mejor amiga. Además, Kotaro convenció a Kyou de que invitara a dos hermanos psÃquicos⦠Amni y Yuuhi. Eran de mucha ayuda.
El más joven de los hermanos, aunque ella no estaba segura de su edad ya que todos aparentaban tener entre diecinueve y veintisiete años, era Kamui. Su cabello era de muchos colores, con los más asombrosos reflejos color amatista. SabÃa ciertamente que sus ojos cambiaban de color más de lo que un adolescente cambiaba de ropa⦠y eso realmente era decir algo.
Dentro del grupo era el genio de la informática, capaz de infiltrarse en cualquier banco de datos del mundo para obtener la información que necesitaban. Más de una vez habÃa ingresado en los altos organismos internacionales, solo para molestarlos.
Volteándose con su taza de café para concentrarse en lo que Suki habÃa estado diciendo durante los últimos minutos, Kyoko casi se quemó cuando su vista aterrizó sobre Kyou.
Una vez más, se encontraba reclinado sobre la bisagra de la puerta, mirándola desde el umbral de su oficina con la misma mirada que tenÃa la noche anterior. Cuando sus ojos se encontraron con los suyos, le produjeron un crudo y sensual escalofrÃo que la sacudió bien adentro.
Un dÃa de estos, Kyoko tenÃa la determinación de averiguar exactamente cómo lo lograba. En realidad, habÃa visto a muchas mujeres desvanecerse cuando Kyou, en raras ocasiones, abandonaba el santuario de su oficina y caminaba por las calles de la ciudad.
â¿Supongo que has dormido bien?â, preguntó Kyou estoicamente, aunque Kyoko pudo advertir un leve toque de diversión en sus ojos.
âSÃ, de hechoâ, afirmó Kyoko con una sonrisa.
âHmm, creo que debió ser bastante difÃcil, con cuatro hombres resueltos a permanecer junto a tu puerta toda la noche, discutiendo sobre quién iba a derribarlaâ.
Volteándose rápidamente en dirección opuesta para ocultar su cara sonrojada, Kyoko miró por la amplia ventana que daba a la atestada calle de la ciudad. A veces, vivir en este edificio podÃa ser muy duro para el corazón de una muchacha⦠eso sin mencionar sus hormonas.
Sintiendo que los escalofrÃos le subÃan por la nuca, ella supo que no podÃa escapar, asà que solo intentó dejar que su mente vagara sin rumbo. Miró a través de la calle hacia la fila de edificios que se encontraba en frente del suyoâ¦deseando estar en uno de ellos en lugar de allÃ⦠al menos hasta que la angustia adolescente de la noche anterior se disipara.
Sus labios se entreabrieron cuando notó la presencia de un hombre que estaba justo cruzando la calle. ParecÃa como si la estuviera mirando fijamente, pero sabÃa que no podÃa ser, ya que los vidrios eran ahumadosâ¦se podÃa ver hacia afuera pero no hacia adentro. Kyoko se acercó aún más a la ventana y colocó una mano contra el vidrio ahumado, justo en frente de su visión de ese hombre.
Ese hombre encarnaba la quietud, mientras que todo lo que lo rodeaba se movÃa a un ritmo apresurado. ExhibÃa una calma serenidad, que era seductora pero al mismo tiempo temible. En algún lugar recóndito de su mente, ella sabÃa que era mentiraâ¦que era él quien se movÃa, mientras todo lo demás permanecÃa inmóvil en su presencia.
Llevaba anteojos oscuros, y una larga gabardina oscura lo suficientemente abierta como para revelar la ajustada camiseta que llevaba debajo. TenÃa el cuerpo de un dios griego, y su rostro era perfecto, aunque su largo cabello oscuro lo ensombrecÃa en gran parte. Algo en él exclamaba peligro y sexo, todo al mismo tiempo. ParecÃa pertenecer a las eras oscuras, junto con los dragones y los magos.
Una visión abrupta de él arrodillado y ensangrentado, con cadenas alrededor de sus muñecas, tobillos y cuello⦠dentro de una caverna subterránea caÃda en el olvido, irrumpió en su mente haciéndola querer gritar de angustia. Kyoko podÃa sentir cómo se arrastraba at través de rÃos de sangre en dirección a él⦠deseando salvarlo. Lo sentÃa literalmente, deslizándose por su piel y como un peso sobre su ropa
Frunciendo el ceño cuando las sensaciones y la imagen desaparecieron, Kyoko se inclinó más cerca del vidrio y tuvo la clara impresión de que en realidad estaba intentando acercarse a él.
Darious sintió que algo invadÃa su espacio, y entornó la vista hasta atravesar su propio reflejo en el vidrio espejado, divisando a la muchacha que lo miraba. Por lo general, los humanos solÃan apartar la vista apenas advertÃan su presencia, a menos que fuesen inocentes⦠es decir, niños. Nunca lo habÃa entendido, pero los niños nunca le tenÃan miedo. Sus ojos oscuros acariciaron a la muchacha con curiosidad, sabiendo que ella no era una niña.