Kamui rio nerviosamente. âLo siento, no pude resistirme. Ah y Toya, si quieres seguir desvistiendo a Kyoko con tus ojos, no lo hagas aquÃâ.
â¿Cómo diablosâ¦?â, masculló Toya mirando alrededor.
Kyoko sonrió y puso una mano sobre el brazo de Toya para captar su atención, luego señaló hacia la cámara de tráfico montada por encima del semáforo.
âHijo de perraâ, gruñó Toya. âOtra vez accedió al centro de control del tráficoâ. Sonrió y miró a Kyoko. â¿Qué tal si le muestro?â.
Kyoko golpeó a Toya en el brazo y lo miró furiosa, con las mejillas enrojecidas.
âEl único que verá a Kyoko desnuda soy yoâ, exclamó Kotaro con buen humor desde algún lugar de las cinco cuadras que se habÃan acordonado para las fiestas de Halloween. âEs a mà a quien ama realmenteâ.
â¡HA!â, exclamó Kamui. âA Kyoko le gustan más los tipos tranquilos, lo cual me coloca al frente por el momentoâ.
âAcabas de gritar en su maldita oreja con tu prueba⦠¿cómo rayos te convierte eso en un tipo tranquilo?â, argumentó Toya.
â¿Pueden dejar de bromear?â, exigió Tasuki. âEstamos aquà para buscar demonios, no para discutir la vida sexual de Kyokoâ.
â¿Qué tal la falta de vida sexual?â, preguntó Yohji, desatando otra ola de risas contenidas.
â¿Qué tal si se callan todos?â, ordenó Kyoko, súbitamente enojada por estar sonrojándose con diez tonos de rojo. âSolo porque no tengo novio no significa que puedan burlarse de miâ.
La expresión de Toya se suavizó, acercando a Kyoko hasta abrazarla. âLo sientoâ, susurró.
â¡OH, DIOS MÃO, RÃPIDO, LLAMA A LOS MEDIOS!⦠¡TOYA ACABA DE DISCULPARSE!â, gritó Kamui en el intercomunicador.
âTú sabes.â, dijo Toya. âEstoy tentado de volver y patearle el traseroâ.
Kyoko rio, âNo te preocupes por eso ahora. Dejaré que te diviertas más tardeâ.
Sonrió tÃmidamente, dándose cuenta de que habÃa sonado un poquito más obscena de lo que era su intención. Al cruzar miradas, ella advirtió que su cabello habÃa caÃdo sobre su rostro, que era suave y tierno bajo la luz tenue. Apartándole un mechón de cabello por detrás de la oreja, lo besó en la mejilla.
Todo lo que Toya pudo hacer fue respirar mientras se sonrojaba ante el comentario con doble sentido y el tacto de sus suaves labios contra su piel. Sonrió maliciosamente a la cámara escondida y le sacó la lengua antes de tomar la mano de Kyoko y guiarla lentamente a través de la multitud de gente que los rodeaba. Al menos sus últimas palabras habÃan logrado callarlos a todos.
La fiesta barrial estaba en pleno apogeo, con bandas de música tocando en todas las esquinas y en todos los clubes. La luna creciente se encontraba bien alto, proyectando retorcidas sombras a su alrededor. HabÃan estacionado al otro lado de la plaza porque Kyoko querÃa recorrer todo y tener una idea del lugar antes de llegar a la cuadra de los niños.
Hizo que Toya se detuviera, señalando hacia un drenaje cerca de la acera.
Toya asintió, soltando su mano y acercándose a éste. âEy Kamui, aquà vemos que alguien quitó una rejilla del drenaje que se encuentra cerca deâ¦â, miró alrededor para obtener la referencia más cercana, que casualmente estaba justo en frente del drenaje.
Arqueó una de sus oscuras cejas, âCasa de los gritosâ¦rayos, qué cursi. ¿Quieres revisarlo?â
âYohji y Kotaro pueden revisarlo si dejan de manosear a Kyoko de una vezâ, respondió Kamui con voz irritada.
Toya gruñó al voltearse y ver, cómo no, a Kotaro rodeando a Kyoko por los hombros, mientras que Yohji la tomaba por la cintura, con las manos peligrosamente cerca de sus caderas. Toya se pasó la mano por la frente como si estuviera sufriendo, hasta que finalmente dio unos largos y decididos pasos hacia ellos.
Inmediatamente retrocedieron de un salto, sujetando las manos detrás de la espalda y tratando de verse lo más inocentes posible. Kotaro incluso tuvo la audacia de comenzar a silbar mirando hacia los edificios circundantes como si fueran lo más fascinante de la tierra.
âKotaroâ, gruñó Toya, âmantén tus manos lejos de Kyoko.â
Kotaro hizo una mueca y Toya desvió su furiosa mirada hacia Yohji, quién fue lo suficientemente tonto como para devolvérsela.
âNi lo piensesâ, dijo Toya. âAhora bien, ¿ustedes dos van a revisar ese drenaje o tengo que arrojarlos adentro de él?â.
Kotaro levantó las manos en señal de rendición. âDe acuerdo, de acuerdo⦠nos encargaremos. Pero te enviaré la cuenta de mi tintorerÃaâ. Rápidamente apartó a Yohji del riesgo al advertir que el muy idiota estaba intentando besar a Kyoko en la mejilla. âVamos, tontÃn, antes de que los demonios no sean lo único con que debas pelear esta nocheâ.
Kotaro tocó su auricular, âEy, nerd informático, ¿adónde conduce este drenaje?â.
âEspera, estoy buscandoâ, dijo Kamui lentamente. âCreo que⦠sÃ, ¡lo tengo! Conduce hasta debajo de la casa embrujada que se encuentra directamente frente a ti. Veamos, es un lugar bastante antiguoâ¦dame un minutoâ.
âSolo dinos si hay una forma de entrar a los drenajes desde la casaâ, exigió Yohji.
â¿Y qué diablos crees que estoy buscando?â, gritó Kamui en respuesta. âVaya, parece que todos creen que estas cosas son fáciles de encontrar. ¡Requiere investigación, carajo!â.
Yohji dirigió a Kotaro una expresión impávida. âEsto viene del tipo que puede irrumpir en la base de datos de la CIA mientras duermeâ.
âComo sea, los dejaremos que discutan al respectoâ, dijo Toya. âLlevaré a Kyoko a la parte infantil del festival, para que podamos hacer nuestra parteâ.
Toya rodeó a Kyoko por los hombros y la condujo lejos de ellos. Se quedaron inmóviles cuando la voz de Kamui regresó a través de los auriculares.
âHm, gente⦠tenemos un problemaâ.
â¿Qué pasa, mocoso?â, preguntó Toya, cuya voz cambió de tono ante la seriedad que emitÃa Kamui.
âEse drenaje conduce a la casa, es cierto⦠a través del sótano. También conduce al cementerio local ubicado a unas cinco cuadras. Aparentemente, los túneles fueron cavados durante algún tipo de revolución. Las leyendas locales dicen que era una âautopistaâ subterránea para la actividad demonÃacaâ.
âDiablos, me alegro de no estar en su lugar, muchachos. Estar en su lugar ahora sà que apestaâ, dijo Toya con una sonrisa burlona. âEy, Shinbe, Tasuki, ¿creen que pueden venir a ayudar a estas muchachas?â.
âMis humildes disculpas, Toyaâ, dijo Shinbe por la radio. âPero Tasuki y yo estamos al otro extremo de la cuadra y, desafortunadamente, en este momento estamos ocupados en nuestro propio trabajoâ.
âSÃâ, afirmó Tasuki y luego gritó.
â¿Tasuki?â, preguntó Kyoko. â¿Estás bien?â
âEstá bienâ, dijo Shinbe intentando no reÃrse. âSolo se llevó el susto de su vida por culpa de un viejo y un intento de zombie adolescente. Ey, Tama, me encanta el disfrazâ.
âEstá bienâ, dijo Shinbe intentando no reÃrse. âSolo se llevó el susto de su vida por culpa de un viejo y un intento de zombie adolescente. Ey, Tama, me encanta el disfrazâ.
âCambiamos de opinión, allà vamosâ, gruñó Tasuki. âMaldito viejo, siempre me hace cagar de miedoâ.
Kyoko rio nerviosamente junto con Suki. Al parecer, el abuelo Hogo habÃa encontrado a Tasuki.
âSaluda al abuelo de mi parte, y dile que lo llamaré mañanaâ, dijo Kyoko.
â¡No le diré nada a ese vejestorio!â, exclamó Tasuki de mal humor.
âDile, o de lo contrarioâ¦â, le advirtió Kyoko, con sus ojos esmeralda agitándose en tormenta.
Kotaro, Yohji y Toya retrocedieron dos grandes pasos lejos de la mujer de cabello rojizo. Cuando el rostro de Kyoko adoptaba esa expresión, solo habÃa una alternativa⦠correr.
âUm, vamos a avanzar y revisar la parte de adentroâ, dijo Kotaro con vacilación. âLos mantendremos informados de lo que sucedeâ.
Yohji ni siquiera necesitó una indicación. Retrocedieron un par de pasos más como si Kyoko fuera a atacarlos cuando se hubieran dado la vuelta, y luego recorrieron apresuradamente el camino hacia a la casa.
âKyokoâ, dijo Toya perplejo. âDas miedo, ¿lo sabes?â.
Kyoko sonrió con suficiencia, âEs de familiaâ.
âNo me digasâ, murmuró Tasuki al auricular.
Se podÃa escuchar a Suki riéndose otra vez, âY se preguntan por qué amo trabajar con ustedesâ.
âSuki, queridaâ, dijo suavemente Shinbe. âTú puedes dar miedo todo lo que quieras⦠eso solo me hace desearte másâ.
âCállate, Shinbeâ, dijo Suki con frustración.
CapÃtulo 3 âCasas embrujadasâ
Darious se encontraba de pie en la sombra, mirando cómo el pequeño grupo se dispersaba. No se habÃa molestado en hacerse invisible porque, entre todas las noches, esta noche se confundirÃa bien entre ellos. Entornó los ojos al ver que Toya tomaba a la mujer por los hombros. ¿Por qué ellos eran tan aceptados dentro del cÃrculo humano⦠mientras que a él siempre lo habÃan rechazado? ¿Qué hacÃa a los guardianes tan especiales?
Su mirada taciturna acarició el rostro de Kyoko mientras sonreÃa, y supo que ella no les temÃa, sino que se mezclaba entre ellos como si perteneciera. ¿Qué no darÃa por recibir una sonrisa asÃâ¦como si fuera un hombre y no un monstruo?
Algo se tensó en su pecho, pero Darious se sacudió su melancolÃa al tiempo que su atención volvÃa a dirigirse a los dos policÃas que entraban a la burda casa embrujada.
PodÃa sentir la actividad demonÃaca en su interior, pero le interesaba más la fuente de dicha actividad. El patrón que controlaba a los peones era lo que debÃa encontrar. Destruye al jefe y destruirás a sus subordinados. Era un concepto que la mayorÃa ignoraba con demasiada facilidad⦠hasta que realmente debÃan enfrentarse a un jefe en combate. Solo que entonces no parecÃa tan fácil.
Primero y principal, necesitaba encontrar a los demonios jefes y matarlos. Los guardianes podrÃan encargarse del resto de las alimañas que andaban sueltas esa nocheâ¦los blancos fáciles. Lentamente volteó la cabeza y miró en dirección al cementerio antes de desaparecer del lugar.
Kamui sorbió ruidosamente su granizado de arándano y luego mordió el sorbete por un momento. Presenció el acto de desaparición del hombre que habÃa acechado a Kyoko desde que ella y Toya habÃan llegado, y eso lo hizo sonreÃr. Girándose hacia otro de los portátiles abiertos frente a él, echó un vistazo al fotograma congelado de Darious.
âAsà que finalmente nos has encontradoâ, pensó Kamui para sÃ, asegurándose de mantener ese pensamiento inaccesible para Amni y Yuuhi. A menudo se habÃa preguntado si el ángel oscuro todavÃa merodeaba por las tierras.
Agrandó la foto y su sonrisa se desvaneció al ver la mirada solitaria que atormentaba los ojos de Darious.
*****
Kotaro y Yohji se acercaron a la mujer que estaba de pie en la entrada de la casa de los gritos, y comenzaron a entrar. Inmediatamente advirtieron un cartel afuera que indicaba que no se permitÃa la entrada de ninguna persona menor de dieciocho años, lo cual significaba que estaban controlando las tarjetas de identificación.
â¿Por qué tanto problema con el lÃmite de edad? ¿Acaso tienen zombies desnudos o algo asÃ?â, bromeó Yohji, esperando secretamente estar en lo cierto.
âLo siento caballerosâ, dijo la mujer. âTienen que pagar una entrada de diez dólares para entrarâ.
Yohji se ahogó. â¿Veinte dólares? Eso es un robo a mano armadaâ.
Kotaro mostró su insignia y sonrió. âTú no quieres nuestro dinero, y ya es hora que te tomes un descansoâ.
La insignia llamó la atención de la mujer, que la siguió con la mirada, incapaz de apartar la vista, ya que ésta emitÃa un tenue brillo azul.
âNo quiero su dineroâ, repitió con voz embobada.
Kotaro le echo un vistazo a Yohji, cuya sonrisa se habÃa esfumado. âVamosâ.
Caminaron hacia adentro, dejando a la mujer de la entrada meneando la cabeza confundida, hasta que miró su reloj, decidiendo que era hora de ir por un bocadillo.
La puerta delantera se cerró tras ellos, y los dos hombres miraron a su alrededor. La habitación delantera tenÃa forma hexagonal, con pequeñas mesas redondas a cada esquina. En el centro se encontraba una mesa redonda más grande con flores marchitas y fruta podrida falsa dentro de un tazón, todo lo cual se hallaba cubierto de aserrÃn y telas de araña de fantasÃa.
Ambos hombres siguieron en alerta máxima al notar un cartel con la palabra âEntreâ, garabateada con letras torcidas junto a una puerta cubierta por una cortina, sin que hubiera ningún guÃa. Los parlantes reproducÃan una espeluznante música de órgano de tubos, dándole a la habitación lo que se suponÃa que era cierto ambiente, pero que al final solo resultaba cursi.
âParece una funerariaâ, murmuró Yohji. âIncluso tienen un ataúd aquÃâ.
Yohji caminó hacia el ataúd, y por mórbida curiosidad levantó la tapa. Fue una decisión que lamentó al instante, arrugando la nariz ante el olor.
âKotaro⦠dime que esto es falso y seré tu mejor amigo por siempreâ, rogó Yohji suavemente, encogiéndose de miedo.
Kotaro ya habÃa comenzado a dirigirse a la cortina que cubrÃa la siguiente puerta. Retrocedió para mirar dentro del ataúd y se alejó enseguida. El humano a medio comer yacÃa sobre el satén ahora cubierto de sangre, grotescamente torcido de modo que las dos mitades de su cuerpo miraban en direcciones opuestas, tres en total, si se tenÃa en cuenta que la cabeza estaba colocada en ángulo.
Se trataba de un humano inocente que probablemente se habrÃa ofrecido como voluntario para una noche de diversión, fingiendo levantarse del ataúd y dando un susto a quienes buscaban emociones fuertes al entrar a la habitación. Pero este hombre nunca se levantarÃa otra vez⦠o al menos Kotaro esperaba que no lo hiciera.
Kotaro cerró la tapa del ataúd sabiendo que no habÃa nada que pudieran hacer por ese hombre.