Ángel De Alas Negras - Amy Blankenship 5 стр.


Kamui rio nerviosamente. “Lo siento, no pude resistirme. Ah y Toya, si quieres seguir desvistiendo a Kyoko con tus ojos, no lo hagas aquí”.

“¿Cómo diablos…?”, masculló Toya mirando alrededor.

Kyoko sonrió y puso una mano sobre el brazo de Toya para captar su atención, luego señaló hacia la cámara de tráfico montada por encima del semáforo.

“Hijo de perra”, gruñó Toya. “Otra vez accedió al centro de control del tráfico”. Sonrió y miró a Kyoko. “¿Qué tal si le muestro?”.

Kyoko golpeó a Toya en el brazo y lo miró furiosa, con las mejillas enrojecidas.

“El único que verá a Kyoko desnuda soy yo”, exclamó Kotaro con buen humor desde algún lugar de las cinco cuadras que se habían acordonado para las fiestas de Halloween. “Es a mí a quien ama realmente”.

“¡HA!”, exclamó Kamui. “A Kyoko le gustan más los tipos tranquilos, lo cual me coloca al frente por el momento”.

“Acabas de gritar en su maldita oreja con tu prueba… ¿cómo rayos te convierte eso en un tipo tranquilo?”, argumentó Toya.

“¿Pueden dejar de bromear?”, exigió Tasuki. “Estamos aquí para buscar demonios, no para discutir la vida sexual de Kyoko”.

“¿Qué tal la falta de vida sexual?”, preguntó Yohji, desatando otra ola de risas contenidas.

“¿Qué tal si se callan todos?”, ordenó Kyoko, súbitamente enojada por estar sonrojándose con diez tonos de rojo. “Solo porque no tengo novio no significa que puedan burlarse de mi”.

La expresión de Toya se suavizó, acercando a Kyoko hasta abrazarla. “Lo siento”, susurró.

“¡OH, DIOS MÍO, RÁPIDO, LLAMA A LOS MEDIOS!… ¡TOYA ACABA DE DISCULPARSE!”, gritó Kamui en el intercomunicador.

“Tú sabes.”, dijo Toya. “Estoy tentado de volver y patearle el trasero”.

Kyoko rio, “No te preocupes por eso ahora. Dejaré que te diviertas más tarde”.

Sonrió tímidamente, dándose cuenta de que había sonado un poquito más obscena de lo que era su intención. Al cruzar miradas, ella advirtió que su cabello había caído sobre su rostro, que era suave y tierno bajo la luz tenue. Apartándole un mechón de cabello por detrás de la oreja, lo besó en la mejilla.

Todo lo que Toya pudo hacer fue respirar mientras se sonrojaba ante el comentario con doble sentido y el tacto de sus suaves labios contra su piel. Sonrió maliciosamente a la cámara escondida y le sacó la lengua antes de tomar la mano de Kyoko y guiarla lentamente a través de la multitud de gente que los rodeaba. Al menos sus últimas palabras habían logrado callarlos a todos.

La fiesta barrial estaba en pleno apogeo, con bandas de música tocando en todas las esquinas y en todos los clubes. La luna creciente se encontraba bien alto, proyectando retorcidas sombras a su alrededor. Habían estacionado al otro lado de la plaza porque Kyoko quería recorrer todo y tener una idea del lugar antes de llegar a la cuadra de los niños.

Hizo que Toya se detuviera, señalando hacia un drenaje cerca de la acera.

Toya asintió, soltando su mano y acercándose a éste. “Ey Kamui, aquí vemos que alguien quitó una rejilla del drenaje que se encuentra cerca de…”, miró alrededor para obtener la referencia más cercana, que casualmente estaba justo en frente del drenaje.

Arqueó una de sus oscuras cejas, “Casa de los gritos…rayos, qué cursi. ¿Quieres revisarlo?”

“Yohji y Kotaro pueden revisarlo si dejan de manosear a Kyoko de una vez”, respondió Kamui con voz irritada.

Toya gruñó al voltearse y ver, cómo no, a Kotaro rodeando a Kyoko por los hombros, mientras que Yohji la tomaba por la cintura, con las manos peligrosamente cerca de sus caderas. Toya se pasó la mano por la frente como si estuviera sufriendo, hasta que finalmente dio unos largos y decididos pasos hacia ellos.

Inmediatamente retrocedieron de un salto, sujetando las manos detrás de la espalda y tratando de verse lo más inocentes posible. Kotaro incluso tuvo la audacia de comenzar a silbar mirando hacia los edificios circundantes como si fueran lo más fascinante de la tierra.

“Kotaro”, gruñó Toya, “mantén tus manos lejos de Kyoko.”

Kotaro hizo una mueca y Toya desvió su furiosa mirada hacia Yohji, quién fue lo suficientemente tonto como para devolvérsela.

“Ni lo pienses”, dijo Toya. “Ahora bien, ¿ustedes dos van a revisar ese drenaje o tengo que arrojarlos adentro de él?”.

Kotaro levantó las manos en señal de rendición. “De acuerdo, de acuerdo… nos encargaremos. Pero te enviaré la cuenta de mi tintorería”. Rápidamente apartó a Yohji del riesgo al advertir que el muy idiota estaba intentando besar a Kyoko en la mejilla. “Vamos, tontín, antes de que los demonios no sean lo único con que debas pelear esta noche”.

Kotaro tocó su auricular, “Ey, nerd informático, ¿adónde conduce este drenaje?”.

“Espera, estoy buscando”, dijo Kamui lentamente. “Creo que… sí, ¡lo tengo! Conduce hasta debajo de la casa embrujada que se encuentra directamente frente a ti. Veamos, es un lugar bastante antiguo…dame un minuto”.

“Solo dinos si hay una forma de entrar a los drenajes desde la casa”, exigió Yohji.

“¿Y qué diablos crees que estoy buscando?”, gritó Kamui en respuesta. “Vaya, parece que todos creen que estas cosas son fáciles de encontrar. ¡Requiere investigación, carajo!”.

Yohji dirigió a Kotaro una expresión impávida. “Esto viene del tipo que puede irrumpir en la base de datos de la CIA mientras duerme”.

“Como sea, los dejaremos que discutan al respecto”, dijo Toya. “Llevaré a Kyoko a la parte infantil del festival, para que podamos hacer nuestra parte”.

Toya rodeó a Kyoko por los hombros y la condujo lejos de ellos. Se quedaron inmóviles cuando la voz de Kamui regresó a través de los auriculares.

“Hm, gente… tenemos un problema”.

“¿Qué pasa, mocoso?”, preguntó Toya, cuya voz cambió de tono ante la seriedad que emitía Kamui.

“Ese drenaje conduce a la casa, es cierto… a través del sótano. También conduce al cementerio local ubicado a unas cinco cuadras. Aparentemente, los túneles fueron cavados durante algún tipo de revolución. Las leyendas locales dicen que era una ‘autopista’ subterránea para la actividad demoníaca”.

“Diablos, me alegro de no estar en su lugar, muchachos. Estar en su lugar ahora sí que apesta”, dijo Toya con una sonrisa burlona. “Ey, Shinbe, Tasuki, ¿creen que pueden venir a ayudar a estas muchachas?”.

“Mis humildes disculpas, Toya”, dijo Shinbe por la radio. “Pero Tasuki y yo estamos al otro extremo de la cuadra y, desafortunadamente, en este momento estamos ocupados en nuestro propio trabajo”.

“Sí”, afirmó Tasuki y luego gritó.

“¿Tasuki?”, preguntó Kyoko. “¿Estás bien?”

“Está bien”, dijo Shinbe intentando no reírse. “Solo se llevó el susto de su vida por culpa de un viejo y un intento de zombie adolescente. Ey, Tama, me encanta el disfraz”.

“Está bien”, dijo Shinbe intentando no reírse. “Solo se llevó el susto de su vida por culpa de un viejo y un intento de zombie adolescente. Ey, Tama, me encanta el disfraz”.

“Cambiamos de opinión, allí vamos”, gruñó Tasuki. “Maldito viejo, siempre me hace cagar de miedo”.

Kyoko rio nerviosamente junto con Suki. Al parecer, el abuelo Hogo había encontrado a Tasuki.

“Saluda al abuelo de mi parte, y dile que lo llamaré mañana”, dijo Kyoko.

“¡No le diré nada a ese vejestorio!”, exclamó Tasuki de mal humor.

“Dile, o de lo contrario…”, le advirtió Kyoko, con sus ojos esmeralda agitándose en tormenta.

Kotaro, Yohji y Toya retrocedieron dos grandes pasos lejos de la mujer de cabello rojizo. Cuando el rostro de Kyoko adoptaba esa expresión, solo había una alternativa… correr.

“Um, vamos a avanzar y revisar la parte de adentro”, dijo Kotaro con vacilación. “Los mantendremos informados de lo que sucede”.

Yohji ni siquiera necesitó una indicación. Retrocedieron un par de pasos más como si Kyoko fuera a atacarlos cuando se hubieran dado la vuelta, y luego recorrieron apresuradamente el camino hacia a la casa.

“Kyoko”, dijo Toya perplejo. “Das miedo, ¿lo sabes?”.

Kyoko sonrió con suficiencia, “Es de familia”.

“No me digas”, murmuró Tasuki al auricular.

Se podía escuchar a Suki riéndose otra vez, “Y se preguntan por qué amo trabajar con ustedes”.

“Suki, querida”, dijo suavemente Shinbe. “Tú puedes dar miedo todo lo que quieras… eso solo me hace desearte más”.

“Cállate, Shinbe”, dijo Suki con frustración.

Capítulo 3 “Casas embrujadas”

Darious se encontraba de pie en la sombra, mirando cómo el pequeño grupo se dispersaba. No se había molestado en hacerse invisible porque, entre todas las noches, esta noche se confundiría bien entre ellos. Entornó los ojos al ver que Toya tomaba a la mujer por los hombros. ¿Por qué ellos eran tan aceptados dentro del círculo humano… mientras que a él siempre lo habían rechazado? ¿Qué hacía a los guardianes tan especiales?

Su mirada taciturna acarició el rostro de Kyoko mientras sonreía, y supo que ella no les temía, sino que se mezclaba entre ellos como si perteneciera. ¿Qué no daría por recibir una sonrisa así…como si fuera un hombre y no un monstruo?

Algo se tensó en su pecho, pero Darious se sacudió su melancolía al tiempo que su atención volvía a dirigirse a los dos policías que entraban a la burda casa embrujada.

Podía sentir la actividad demoníaca en su interior, pero le interesaba más la fuente de dicha actividad. El patrón que controlaba a los peones era lo que debía encontrar. Destruye al jefe y destruirás a sus subordinados. Era un concepto que la mayoría ignoraba con demasiada facilidad… hasta que realmente debían enfrentarse a un jefe en combate. Solo que entonces no parecía tan fácil.

Primero y principal, necesitaba encontrar a los demonios jefes y matarlos. Los guardianes podrían encargarse del resto de las alimañas que andaban sueltas esa noche…los blancos fáciles. Lentamente volteó la cabeza y miró en dirección al cementerio antes de desaparecer del lugar.

Kamui sorbió ruidosamente su granizado de arándano y luego mordió el sorbete por un momento. Presenció el acto de desaparición del hombre que había acechado a Kyoko desde que ella y Toya habían llegado, y eso lo hizo sonreír. Girándose hacia otro de los portátiles abiertos frente a él, echó un vistazo al fotograma congelado de Darious.

‘Así que finalmente nos has encontrado’, pensó Kamui para sí, asegurándose de mantener ese pensamiento inaccesible para Amni y Yuuhi. A menudo se había preguntado si el ángel oscuro todavía merodeaba por las tierras.

Agrandó la foto y su sonrisa se desvaneció al ver la mirada solitaria que atormentaba los ojos de Darious.

*****

Kotaro y Yohji se acercaron a la mujer que estaba de pie en la entrada de la casa de los gritos, y comenzaron a entrar. Inmediatamente advirtieron un cartel afuera que indicaba que no se permitía la entrada de ninguna persona menor de dieciocho años, lo cual significaba que estaban controlando las tarjetas de identificación.

“¿Por qué tanto problema con el límite de edad? ¿Acaso tienen zombies desnudos o algo así?”, bromeó Yohji, esperando secretamente estar en lo cierto.

“Lo siento caballeros”, dijo la mujer. “Tienen que pagar una entrada de diez dólares para entrar”.

Yohji se ahogó. “¿Veinte dólares? Eso es un robo a mano armada”.

Kotaro mostró su insignia y sonrió. “Tú no quieres nuestro dinero, y ya es hora que te tomes un descanso”.

La insignia llamó la atención de la mujer, que la siguió con la mirada, incapaz de apartar la vista, ya que ésta emitía un tenue brillo azul.

“No quiero su dinero”, repitió con voz embobada.

Kotaro le echo un vistazo a Yohji, cuya sonrisa se había esfumado. “Vamos”.

Caminaron hacia adentro, dejando a la mujer de la entrada meneando la cabeza confundida, hasta que miró su reloj, decidiendo que era hora de ir por un bocadillo.

La puerta delantera se cerró tras ellos, y los dos hombres miraron a su alrededor. La habitación delantera tenía forma hexagonal, con pequeñas mesas redondas a cada esquina. En el centro se encontraba una mesa redonda más grande con flores marchitas y fruta podrida falsa dentro de un tazón, todo lo cual se hallaba cubierto de aserrín y telas de araña de fantasía.

Ambos hombres siguieron en alerta máxima al notar un cartel con la palabra ‘Entre’, garabateada con letras torcidas junto a una puerta cubierta por una cortina, sin que hubiera ningún guía. Los parlantes reproducían una espeluznante música de órgano de tubos, dándole a la habitación lo que se suponía que era cierto ambiente, pero que al final solo resultaba cursi.

“Parece una funeraria”, murmuró Yohji. “Incluso tienen un ataúd aquí”.

Yohji caminó hacia el ataúd, y por mórbida curiosidad levantó la tapa. Fue una decisión que lamentó al instante, arrugando la nariz ante el olor.

“Kotaro… dime que esto es falso y seré tu mejor amigo por siempre”, rogó Yohji suavemente, encogiéndose de miedo.

Kotaro ya había comenzado a dirigirse a la cortina que cubría la siguiente puerta. Retrocedió para mirar dentro del ataúd y se alejó enseguida. El humano a medio comer yacía sobre el satén ahora cubierto de sangre, grotescamente torcido de modo que las dos mitades de su cuerpo miraban en direcciones opuestas, tres en total, si se tenía en cuenta que la cabeza estaba colocada en ángulo.

Se trataba de un humano inocente que probablemente se habría ofrecido como voluntario para una noche de diversión, fingiendo levantarse del ataúd y dando un susto a quienes buscaban emociones fuertes al entrar a la habitación. Pero este hombre nunca se levantaría otra vez… o al menos Kotaro esperaba que no lo hiciera.

Kotaro cerró la tapa del ataúd sabiendo que no había nada que pudieran hacer por ese hombre.

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