En varios de los últimos años algo dentro de él se movÃa⦠una nostalgia que no podÃa entender y no habÃa sentido en más de cien largos años.
En la mente de Kyou se repitieron los recuerdos nunca olvidados acerca de un hombre joven que una vez fue inocente y que habÃa llenado su vida de felicidad, incluso en un mundo de obscuridad. Toya⦠habÃa estado tan lleno de vida⦠con sonrientes ojos dorados y la ignorancia de un niño. Una vez más trajo una punzada de culpa a su corazón por no haber sido capaz de proteger a su hermano pequeño.
Los ojos dorados como el sol que se habÃan endurecido por los cientos de años de soledad, sangraron de rojo al recuerdo de una promesa que aún tenÃa que cumplir. Con cada década que pasaba, Kyou se habÃa hecho mucho más fuerte. Muchas veces se habÃa acercado, pero el objeto de su odio e ira lo eludÃa en cada oportunidad.
No descansarÃa hasta que la vil creatura que habÃa buscado se retorciera en agonÃa a sus pies y su alma fuera lanzada al infierno a donde pertenece.
La mirada de Kyou fue atraÃda hacia el único lugar sereno de toda la ciudad: el parque silencioso en el centro. â Lugares asà no deberÃan estar cerca de tanta maldad â, murmuró hacia la noche. Dando un salto del edificio, Kyou continuó su búsqueda como habÃa hecho por tantos siglos. Hyakuhei pagarÃa con su propia vida el haber tomado al único que siempre le importó o que siempre le importarÃa. Su hermano se habÃa perdido para siempre y nunca más volverÃa.
â Toya⦠â susurró Kyou desapareciendo en la noche, dejando detrás la imagen de un ángel vengadorâ¦
*****
El parque estaba siempre tranquilo a esta hora del dÃa. Aún era la tarde y el sol estaba alto en el cielo. Kotaro paseaba lentamente por las calles cercanas al centro donde se encontraba un enorme bloque de mármol. No tenÃa idea de dónde venÃa⦠habÃa estado ahà por más tiempo de lo que podÃa recordar, era incluso más viejo que la ciudad en sÃ. Todo lo que sabÃa con seguridad era que sentÃa una abrumadora sensación de paz cuando estaba cerca.
â ¿Quién pensarÃa que esa roca cuadrada traerÃa pensamientos tranquilos? â murmuró Kotaro para sÃ.
Tomando otro camino entre los árboles, se dirigió hacia la piedra para poder observarla. Incluso si habÃa sido completamente feliz ese dÃa, el solo asegurarse de que seguÃa ahà lo hacÃa sentir mejor.
Kotaro se detuvo en su rastro cuando entró al centro donde estaba y frunció el ceño al individuo sentado en posición de indio encima de la roca con los codos en sus rodillas y su barbilla apoyada en sus manos. El cabello corto y morado oscilaba en la suave brisa haciendo que el hombre joven pareciera infantil.
â ¿Qué demonios estás haciendo aquÃ? â exigió Kotaro.
Kamui sonrió sin mirarlo. En su lugar, él asintió en la dirección de la universidad en la distancia. â Esperando a que empiecen las clases.
Kotaro agitó su cabeza y continuó antes de detenerse de nuevo y voltear para encarar a Kamui. â ¿De qué estás hablando? Tú ni siquiera vas a esta escuela.
Kamui guiñó el ojo antes de desvanecerse de la existencia en una ráfaga de brillante polvo de arcoÃris. â Lo sé.
Kotaro miró con furia el polvo revuelto alrededor antes de que desapareciera completamente. â A veces ese chico es un completo enigma â, informó al ahora espacio vacÃo, y luego sus ojos se movieron hacia abajo como acariciando la piedra. Escuchó el sonido de pies corriendo que golpeaban el pavimento, pero no se dio realmente cuenta hasta que alguien le tocó el hombro. Literalmente saltó y giró para ver a Hoto y Toki inclinados con sus manos descansando en sus rodillas tratando de recobrar el aliento.
â ¿Qué los ha hecho perder el aire? â preguntó Kotaro con una sonrisa de suficiencia mientras recobraba la compostura.
Hoto ondeó un pedazo de papel en frente de él. â Para ti⦠de la policÃa⦠importante.
Kotaro tomó el papel, â ¿de la policÃa, eh? Debe ser realmente importante para hacerlos correr tal maratón.
Toki asintió antes de caer sobre su costado para descansar. Hoto simplemente se hundió hasta las rodillas y descansó su cabeza en la grama.
â Ustedes dos son los más grandes flojos que he visto â, se quejó Kotaro de buena manera.
â Costado duele â, se quejó Toki. â Debo volver⦠a la⦠oficina⦠con aire acondicionado.
Kotaro suspiró en resignación y los dejó para hornearse bajo el calor del sol antes de abrir la nota. Su mano se cerró, arrugando el papel que acababa de recibir de la estación de policÃa no lejos del campus. Otra chica habÃa desaparecido sin dejar rastro. HabÃa estado gastando un largo tiempo investigando las desapariciones de muchas chicas jóvenes, lo que eventualmente lo llevó a la universidad donde ahora era el nuevo jefe de seguridad.
Sus pensamientos inmediatamente dieron vuelta hacia su amada Kyoko. Kotaro la habÃa encontrado de nuevo y justo como esperaba, Toya no estaba lejos. Una cosa que lo habÃa sorprendido era el hecho de que Toya habÃa renacido normal, humano, o eso parecÃa.
A veces podÃa sentir al verdadero Toya descansando justo debajo de la superficie⦠sin ser consciente de su propia existencia, pero hasta ahora esa parte de él ha permanecido dormida. â Gracias a Dios por los pequeños favores â. Kotaro pasó una mano agitada por su cabello despeinado por el viento.
Le iba bien que ninguno de ellos recordara el pasado, pues era un recuerdo que era mejor que estuviese olvidado. Ãl deseaba tener el mismo privilegio de olvidar⦠pero para él, la memoria permanecÃa, y lo despertaba frecuentemente en la noche sudando frÃo.
Mientras dejaba el parque se encontró de pie en el camino de piedra en frente del campus. Kotaro levantó sus ojos azules como el hielo en la dirección a donde Kyoko vivÃa. Frunció el ceño mientras la preocupación dejaba marcas en sus rasgos y tuvo la repentina urgencia de pasar por âsu mujerâ para asegurarse de que estuviera bien.
TenÃa la parte larga de su cabello negro en capas echada hacia atrás con una banda que colgaba baja. El resto de su cabello, desde su flequillo hasta la coronilla se veÃa constantemente naturalmente despeinado por el viento, dándole la apariencia de un chico malo punk pero que le quedaba muy bien. Esta apariencia le habÃa servido en más de una ocasión en años recientes.
Su cuerpo era alto con músculos delgados, pero las apariencias engañan. No tenÃa un gramo de grasa extra y era más fuerte que cincuenta hombres humanos juntos. Las únicas personas que conocÃan de su fuerza inhumana eran los que decidieron darle malos momentos o se atrevÃan a meterse en su camino. Y esos pocos estaban muy asustados para decir palabra. Nadie en el campus sabÃa del lado secreto de Kotaro y él querÃa mantenerlo de esa forma.
Kotaro era responsable de la seguridad de cada persona que caminara en el campus, fuera visitante, estudiante o miembro de la facultad. Algunas mujeres jóvenes habÃan comenzado a desaparecer a un ritmo alarmante en esta área, sobre todo cerca de la reja eléctrica que rodeaba los suelos de la universidad.
Un rugido grave se formó muy dentro de su pecho mientras inhalaba los aromas que lo rodeaban. El aire habÃa sido contaminado con un antiguo olor, maligno. Kotaro se estaba acercando a quien era responsable de más que solo las chicas perdidas⦠podÃa sentirlo. Dejando esos pensamientos a un lado por ahora, comenzó a caminar rápidamente hacia los departamentos de alrededor que ubicaban a muchas de las estudiantes universitarias inocentes.
Un rugido grave se formó muy dentro de su pecho mientras inhalaba los aromas que lo rodeaban. El aire habÃa sido contaminado con un antiguo olor, maligno. Kotaro se estaba acercando a quien era responsable de más que solo las chicas perdidas⦠podÃa sentirlo. Dejando esos pensamientos a un lado por ahora, comenzó a caminar rápidamente hacia los departamentos de alrededor que ubicaban a muchas de las estudiantes universitarias inocentes.
Ãl irÃa a reportarse con Kyoko y si ella lo dejaba, sus ojos se oscurecÃan atractivamente, él no se irÃa de su lado por el resto del dÃa, o la noche. Solo esperaba que hoy Toya no estuviera esperándola de nuevo. Ãl la querÃa toda para él. Después de todo, ella era de verdad su mujer y ese âchicoâ tendrÃa que conseguirse una vida.
Sus pasos se enlentecieron por un momento ante la ironÃa de ello, estaba feliz de que Toya ahora al menos tenÃa una vida. Una sonrisa de satisfacción casi entretenida apareció mientras mentalmente amenazaba esa vida si Toya no paraba de acosar a Kyoko todo el tiempo.
Solo pensar en ella sentada a su lado en el cómodo sofá, comiendo palomitas y viendo una pelÃcula cursi sonaba como la tarde perfecta. Ellos compartÃan algo asà al menos una vez a la semana y para él, esa era su parte favorita de la semana. TenÃa su tiempo ininterrumpido con la belleza de cabello cobrizo. No importaba si estaban viendo una pelÃcula o solo se sentaban en su sofá a hablar: él solo amaba la sensación de ella acurrucada a su lado.
Kotaro sonrió para sà mismo con satisfacción mientras se preguntaba cómo serÃa estar siempre a su lado, dÃa y noche.
Su sonrisa se desvaneció ante su siguiente pensamiento⦠Kyoko no lo habÃa escogido sobre Toya aún, en realidad. Al menos no en esta vida. â Algunas cosas nunca cambian â, miró hacia arriba como enviando un silencioso y sarcástico âgracias por la ayuda en esa áreaâ a cualquiera que estuviera escuchando. Algo le dijo que los dioses tenÃan que tener el sentido del humor más perturbador.
*****
Finalmente, los exámenes finales se habÃan terminado y Kyoko habÃa estado cantando esas palabras toda la tarde. HabÃa sido una chica buena y estudió hasta que se hartó de ello, pero habÃa valido la pena. Ella sabÃa que habÃa sacado puras ases en esos malvados exámenes. Solo ese pensamiento le habÃa hecho querer bailar felizmente en todo el camino de vuelta a su departamento hoy.
De hecho, la primera cosa que habÃa hecho tan pronto entró por la puerta fue arrojar sus libros como si estuvieran infestados por una enfermedad y finalmente sucumbió a la urgencia, interpretando un âbaile felizâ espontáneo justo en la puerta de entrada, como que tenÃa un poco de friki en ella después de todo.
Esto siguió inmediatamente después de su propia ejecución de un baile de touchdown que le habÃa visto hacer a Toya una vez, sacudiendo sus nalgas todo el camino del pasillo a su baño asà ella podrÃa darse un baño caliente de burbujas. Kyoko decidió que si iba a hacer esto entonces lo harÃa bien, asà que fue a encender el estéreo y agarró unas cuantas velas.
Aún hacÃa lindos sonidos de victoria para el momento en el que la bañera se llenó e hizo un breve trabajo con su ropa quitándosela y lanzándola a donde le complaciera. âEs muy probable que encuentre mi ropa interior colgando del ventilador del techo cuando termineâ pensó para sÃ, luego se encogió de hombros y se metió en el agua.
Se deslizó más abajo en la bañera para dejar que las burbujas que flotaban acompañando la superficie acariciaran su cuello y hombros. Sus ojos verdes esmeralda, que a veces eran conocidos por volverse tormentosos en un instante, brillaban con alegrÃa.
Las ondas de su cabello cobrizo estaban apiladas de cualquier modo encima de su cabeza y su piel sedosa y suave ahora estaba escondida bajo las burbujas. Era una chica feliz⦠y todo lo que realmente querÃa hacer era relajarse por el resto del dÃa. Un poco de música suave de fondo, algunas velas de olor dulce encendidas alrededor del baño y era el escenario perfecto.
Cerró sus ojos a sabiendas de que la imagen de él pronto se enfocarÃa, como si esperara por ella. Era el secreto que ella guardaba.
Los ojos azules como el hielo la observaron desde dentro de su mente. Ella habÃa tenido sueños sobre él en las noches que ahora podÃa evocar incluso durante sus horas despierta. Mientras más profundo se enrollara en el sueño, más real se hacÃa, hasta que parecÃa que él estaba ahÃ, arrodillado al lado de la bañera.
Sus labios se ladearon en una sonrisita sensual mientras acercaba su brazo y tomaba el paño de ella, sus ojos se volvÃan tan brillantes como una flama azul.
â Los sueños son agradables â, susurró mientras rodaba su cabeza hacia un lado dejándolo hacer lo que querÃa.
âRing, Ringâ. Uno de los sonidos más irritantes del mundo hizo eco a través del apartamento. Kyoko se sacudió hacia el frente en la tina derramando el agua sobre la orilla y al suelo de azulejos. Levantando su mano hacia su mejilla, ella pudo sentir el calor ahà y se sonrojó a la vez que el teléfono sonaba de nuevo.
â ¡Chispas! â se levantó rápidamente sabiendo que el teléfono estaba al final en la sala de estar. Saliendo del agua, agarró la bata de seda de la encimera y la envolvió en ella mientras corrÃa para contestarlo.
Dándose cuenta de que dejaba un rastro de agua, hizo una nota mental para recordar llevar el teléfono inalámbrico al baño con ella la próxima vez.
En el otro extremo del repique irritante, Suki tocó con sus uñas en la encimera de la cocina deseando que Kyoko se apurara y tomara el teléfono. Ella tenÃa esta molesta sensación de que Shinbe estarÃa aquà en cualquier momento, y ella no querÃa que él se enterara de nada de lo que estaba planeando.
Escuchó el clic en el otro extremo. â ¡Finalmente!
Kyoko empujó el teléfono lejos de su oreja, lo miró con furia y lo colocó de nuevo en su oreja. â ¡Suki, estaba en el baño! â Kyoko casi se quejó mientras miraba con anhelo hacia atrás a la puerta del baño donde sabÃa que el agua estaba aún caliente y con aroma a jazmÃn. La llamaba a volver y disfrutar, y asà lo hizo en el sueño. Se mordió el labio inferior mientras arrastraba sus ojos lejos de lo que querÃa.
â ¿Estás ahà parada desnuda? â Suki se rio disimuladamente sabiendo que Kyoko se sonrojaba fácilmente.
â ¡Suki! â gritó Kyoko al auricular. Su amiga simplemente tenÃa un sentido del humor retorcido, que probablemente venÃa de pasar mucho tiempo con Shinbe. Sonrió con picardÃa mientras replicaba, â ¿necesitabas algo? Tengo un baño caliente y lleno de vapor llamando mi nombre, estás interrumpiendo mi pequeña cita.
â ¿Cita? â Suki miró al teléfono y volteó los ojos. â Definitivamente necesitas ayuda, Kyoko. ¿Quién alguna vez escuchó sobre ponerse romántico en el agua del baño sin alguien más ahà contigo? Al menos ten una chispa de imaginación y piensa en un hombre sexy que limpie tu espalda mientras estás ahà â. Suspiró con un tono exasperado sin ser consciente de que justamente acababa de impactar a Kyoko hasta la médula por lo cerca que estaba de su imagen mental.