Una Luz En El Corazón De Las Tinieblas - Amy Blankenship 5 стр.


– De todos modos, tú y yo vamos a tener una noche de chicas para celebrar que se acabaron los finales –, chirrió Suki. Ella no iba a dejar a Kyoko decir que no.

– No tomaré un no por respuesta, así que comienza a prepararte. Y usa el atuendo que compramos el fin de semana pasado. Yo haré lo mismo –. Suki inhaló profundamente y rápidamente comenzó antes de que Kyoko tuviera oportunidad de decir alguna palabra. – Está lista a las 7:30. Te quiero. ¡Adioooós!

Kyoko parpadeó cuando el teléfono hizo clic señalando que la línea estaba desconectada. Sus labios seguían separados porque había estado lista para decir “no” a la primera oportunidad. Envió una mirada silenciosa a la pared lejana de la sala de estar que separaba los apartamentos de ambas chicas preguntándose si Suki había llamado desde ahí o desde su celular en alguna otra parte.

Suspiró mirando al identificador de llamada. – Celular, con razón –. No hace falta golpear la pared entonces. Pero la imagen de sus manos alrededor del cuello de Suki le puso una sonrisa en el rostro. – Aunque puedo fingir.

Lanzando el teléfono inalámbrico de nuevo a la encimera, Kyoko miró hacia abajo a la bata de seda adherida a su cuerpo húmedo y gruñó. El agua tibia que aún estaba en su piel se había vuelto fría y daba una sensación de hormigueo, haciendo que se le erizara la piel por el frío. Rápidamente se volteó para volver a su baño.

“Ring, Ring”. Kyoko se sacudió.

Giró mientras su ceja izquierda se levantó con frustración. – ¡Espero que sea Suki, así podré decirle cuánto me gusta que me acosen! – Jalando el teléfono con brusquedad, dijo un poco más alto de lo normal. – ¡¡Hola!!

Toya sonrió al saludo de Kyoko. – Vamos, ¿tu mami no te enseñó a ser educada al contestar el teléfono?

Kyoko se sentía como para caminar con calma hacia la ventana, abrirla y dejar que el teléfono se deslizara de su mano hacia lo desconocido. – ¿Por qué será que nadie quiere dejarme terminar mi baño? – se quejó, pisando fuerte con su pie solo para sentir el aire acondicionado meterse debajo de su bata.

La sonrisa de Toya se desvaneció mientras su imaginación enloquecía y visiones explícitas comenzaron a danzar en su mente. – Estás desnu… – se quedó mudo antes de preguntarle si estaba de pie desnuda. Sacudiendo el pensamiento fuera de su cabeza, Toya tomó una respiración profunda para calmarse y con suerte controlar sus ahora intensas hormonas. – Carajo, esa fue una bonita imagen…

Kyoko frunció el ceño preguntándose si Toya estaba de pie al lado de Suki en ese mismo momento.

Toya trató de nuevo. – Eh, no importa. Mira, estoy de camino a buscarte para ir al cine esta noche, así que solo vístete.

Kyoko estrechó sus ojos preguntándose quién proclamó que era “El Día de los Acosadores”. – Este, tengo planes esta noche –. Por supuesto que sus planes habían sido volverse una ciruela pasa en el baño, luego acurrucarse en el sofá y ver una película. Quizá incluso quedarse dormida mientras tanto, no tener a todo el mundo molestándola para “salir”.

– ¿Qué? ¡Cancélalos porque vienes conmigo! – prácticamente ordenó Toya, comenzando a molestarse porque ella no estaba haciendo lo que él quería que ella hiciera… como si alguna vez lo hubiese hecho.

Kyoko cerró los ojos y sostuvo el teléfono lejos de su cántico – no lo lanzaré por la ventana, no lo lanzaré por la ventana –, “Toc, toc” Kyoko se balanceó para encarar la puerta pensando “¡Pero SÍ se lo lanzaré a quien sea que esté en la maldita puerta!” pudo escuchar una risa demente venir de algún lugar muy adentro, donde la malvada hermana residía.

Serenamente caminó hacia la puerta y la abrió, entonces se asomó por la puerta a mirar alrededor para ver quién era. – Kotaro – susurró, un poco sin aliento, luego cerró de golpe su boca con culpa esperando que él no lo hubiera notado.

Los ojos de Kotaro se iluminaron y se oscurecieron al mismo tiempo cuando la puerta se abrió. Estaba feliz de ver a Kyoko a salvo… y obviamente no completamente vestida. Levantó una ceja ante la forma en que ella había dicho su nombre. Presionando la mano contra la parte de encima de su cabeza en la puerta, la terminó de abrir con su usual sonrisa confiada mientras pasaba más allá de ella… casi tocándose.

– ¿Cómo está mi mujer hoy? – Kotaro caminó más allá de ella dentro del apartamento como si perteneciera allí.

“No voy a cometer asesinato, no voy a lanzar el teléfono, no voy…” la mente de Kyoko continuó cantando mientras Kotaro la miraba con su habitual sonrisa de infarto. De repente sintió que el aire acondicionado había dejado de funcionar.

¿Cómo era que este hombre, quién solo podía ser descrito como sexo caminante, le afectara tanto? Ella siempre sentía que estaba tratando de detenerse a sí misma de lanzarlo contra el suelo. Sacudiendo su cabeza, miró hacia abajo y chilló cuando vio que su bata se había abierto parcialmente. No era suficiente para mostrar nada pero era visible suficiente piel para hacerla sonrojar.

Toya se tensó, escuchando la llamada a la puerta en el fondo a través del teléfono y luego la voz de Kotaro. Gritó al teléfono para tener su atención. – ¡Carajo, Kyoko! ¿Qué demonios hace Kotaro ahí? – ladró, molesto de que el guardia de seguridad se apareciera, de nuevo, en el apartamento de “su” Kyoko.

Kyoko se avergonzó cuando el grito desde el teléfono pudo escucharse fuerte y claro dentro de la sala de estar. Mirando sobre el hombro de Kotaro al reloj de pared, supo que debía comenzar a arreglarse o Suki sería la próxima golpeando la puerta. Ya era suficiente. Se volvió y caminó hacia la encimera, teniendo en mente colgar el teléfono.

Levantándolo de nuevo a su oreja gritó: – ¡Te veré luego! – “clic”… uno menos… falta uno.

Kotaro sonrió sabiendo que era a Toya a quien había gritado. Sus ojos viajaron a la seda que colgaba como una segunda piel en un cuerpo muy bien formado y no podría haberse detenido si hubiese intentado moverse hacia adelante, más cerca de ella. Lentamente cerró sus ojos solo por un segundo mientras tomaba aire profundamente, ahora todo su cuerpo a solo centímetros del de ella. El pensamiento de tocar sin contacto lo tenía mentalmente curvando su cuerpo alrededor del de ella y apretándola.

Se inclinó hacia adelante llevando sus labios al hueco de su oreja antes de susurrar su nombre. Sus labios se suavizaron, así como sus ojos azules como el hielo. A menudo se encontraba casi deseando que ella pudiera recordar el pasado y lo cercanos que una vez fueron. ¿Qué haría ella si recordara que solían vivir juntos? Él, ella y Toya… así podían protegerla.

Kyoko perdió el aliento al salírsele rápidamente y sintió la piel de su cuello y mejilla erizarse. Era suficientemente duro mantener sus pensamientos en orden con él cerca, pero ahora ella podía sentirlo tocándola incluso cuando no era así. Recordando lo que estaba haciendo justamente antes de que el teléfono la interrumpiera hizo que el calor se le subiera a la cara.

Sin querer que él notara su culpa, se mantuvo de espaldas a él e intentó con todas sus fuerzas suprimir el recuerdo del baño. Cerrando sus ojos, peleó con la urgencia de recostarse en él y tuvo que agarrar la mesa para sujetarse.

Kotaro quería poner sus manos en la mesa a ambos lados de ella… atrapándola entre sus brazos, pero de repente se quedó quieto. Pudo oler los jabones que ella había usado en el baño, pero un sabor llegó hasta él y su expresión se volvió curiosa, ¿excitación? Él se alejó de ella, sintiendo como se endurecía.

Pasando sus manos por su indomable cabello, se retiró a una distancia más segura tratando con todas sus fuerzas ignorar la sacudida en la boca de su estómago… ¿por qué había venido de nuevo? Era importante.

Sus instintos protectores comenzaron a surtir efecto al recuerdo de las alertas recientes que había recibido. – ¿Pasarías la tarde conmigo? – la pregunta que sonaba inocente resguardaba un doble sentido, mientras saboreaba el deseo.

Kyoko desaceleró su respiración una vez más lista para luchar contra sus sentimientos. Ella frunció el ceño sabiendo que sería muy peligroso quedarse a solas con él. De repente, quería agradecer a Suki por mangonearle.

Viendo su ceño fruncido, Kotaro añadió rápidamente – podemos hacer lo que tú quieras. Rentar una película y quedarnos, o salir.

– Rentar una película y quedarnos en casa… – repitió Kyoko pensando que eso era exactamente lo que quería hacer. Luego, notando cómo se le iluminaban los ojos a Kotaro, rápidamente cambió – al menos, eso era lo que quería hacer si no hubiese sido arrastrada a los planes de alguien más. Me hubiese encantado quedarme viendo películas contigo. Pero lo siento, Kotaro. No puedo –. Le dio una sonrisa de disculpa mentalmente pisando fuerte al pensamiento de perder una tarde acogedora con el apuesto guardia de seguridad.

Los hombros de Kotaro cayeron unos centímetros pero sonrió de todas formas sabiendo que ella no estaba intentando herir sus sentimientos. Incluso se dio cuenta de que ella quería que él se quedara y se peguntó por ese impulso de deseo, ¿eran los mismos deseos que él sentía? Para él, Kyoko era la gema más preciosa sobre la tierra y haría lo que fuera para hacerla sonreír y mantenerla a salvo al mismo tiempo.

Después de todo, había esperado por más de cien años solo para verla de nuevo.

Como necesitaba estar seguro de que estaba protegida y alejada de lo que pudiera dañarla, preguntó: – ¿Y entonces, qué planes tienes? Quizás podría sumarme a la diversión –. Le dio su sonrisa más traviesa esperando que funcionara. Si no, podía recurrir a acosarla… las esquinas de sus labios perfectos se inclinaron en una sonrisa secreta.

Kyoko sabía que Suki no estaría de acuerdo con eso. Noche de chicas significaba noche de “chicas”. También sabía que si Kotaro se enteraba de que ella estaba solo con Suki, de alguna forma las seguiría a todas partes, apareciendo como si fuera accidental. Lo había visto hacerlo muchas veces.

Cuando Toya era agresivo, Kotaro trataba de ser sutil, aunque cuando ponía a ambos chicos en la misma habitación parecían actuar muy similar y constantemente se molestaban. Ambos chicos tenían corazones de oro y ella lo sabía. En una manera los quería a los dos… tanto que era doloroso, por lo que decidió no decidir y solo quedarse soltera por ahora. Ella, honestamente, no quería herir los sentimientos de ninguno.

Pero una cosa que Kyoko sabía a ciencia cierta era que si Kotaro pensaba que iba a salir con Toya esa noche, no se molestaría en seguirla. Al menos esperaba que no.

– Lo siento Kotaro, ya tengo planes con Toya, pero te prometo que otro día rentaremos películas o algo –. Kyoko bajó sus ojos sin gustarle el hecho de que estaba mintiéndole, pero era la única forma de que lo dejara pasar. Mirando al suelo lo notó dar un paso hacia adelante e inmediatamente dio un paso hacia atrás mordiendo su labio inferior cuando sintió la mesa detrás de ella.

Kotaro sintió los celos vibrar dentro de él, aunque los mantuvo en su lugar. Su único consuelo era que si ella estaba con Toya esta noche, al menos podría contar con que ella no sería una de las próximas chicas desaparecidas.

Además, él sabía que Kamui estaba secretamente vigilando a ambos, Toya y Kyoko. Mentalmente, tuvo que admitir que Toya era sobreprotector con ella y la mantendría a salvo. Él quería ser el que estuviera con Kyoko esta noche, el que la protegiera. Pero aunque no le gustara, Toya no dejaría que nada le hiciera daño alguno.

Él la observó levantar sus ojos lentamente hacia los suyos y pudo ver la preocupación en su mirada de que él intentaría detenerla, él quería detenerla pero no lo haría. Con el tiempo ella tomaría su decisión.

Asintiendo con su cabeza con reacia aceptación, Kotaro buscó su mano y la sostuvo por un momento, entrelazando los ojos azules como el hielo con los apasionados ojos de ella pudo notar que ella tuvo un día duro por sus ojos. Siempre podía leer sus sentimientos por el color de sus ojos, lo había aprendido hacía más de cien años atrás. Solo deseaba que ella lo recordara.

– Entonces, tenemos un trato, Kyoko. Vendré a reportarme contigo mañana. Ten cuidado hermosa –. Inclinándose hacia adelante rozó sus labios sobre su frente, luego soltó su mano, y se dio la vuelta para irse.


Kyoko sonrió. – Gracias, Kotaro –. Su frente aún hormigueaba donde sus labios tibios la habían tocado. Estaba feliz de que fuera más sencillo lidiar con él que con Toya. Él a menudo le besaba la mejilla, frente o mano, dejando ese lugar hormigueando y caliente.

Se preguntó qué pensaría él si supiera que ella nunca había sido besada en los labios. Nadie lo creería a la edad de dieciocho, aún era tan pura… bueno, físicamente pura. Se sonrojó de nuevo sabiendo que sus pensamientos no la libraban de culpa. Culparía a la traidora que vive dentro de su pecho y se aceleraba cada vez que pensaba en él.

Kotaro abrió la puerta para deslizarse hacia afuera, no sin antes lanzarle una sonrisa sobre su hombro y añadir. – Solo recuerda, aún eres mi mujer –. Se fue rápidamente, cerrando la puerta detrás de él, sonriendo vorazmente ante el comentario.

Él sabía que no cruzaría la línea con Toya y no estaba preocupado. Incluso en el pasado, cuando él y Toya se han dado cabezazos, ella lo prefería a él por encima de Toya. Ella siempre quiso a Toya, pero Kotaro sabía que era él de quién estaba verdaderamente enamorada. La velocidad de su corazón cuando él estaba cerca siempre le había revelado sus verdaderos sentimientos, en esta vida y en las pasadas. Él solo tenía que esperar a que se diera cuenta de nuevo.

Kotaro inhaló suavemente saboreando su perfume. Incluso ahora podía oler su pureza y sabía que ella no era de las que tomaban algo así a la ligera. Ella era muy inocente para el mundo real.

El pensamiento hizo que se desvaneciera la sonrisa de Kotaro. No estaba tan seguro de querer que ella supiera del lado oscuro de este mundo, no quería arriesgar su felicidad. Incluso él mismo no era lo que ella creía que era. Él sabía que ella lo aceptaría de todas formas, pero el recuerdo de enterrarla mantuvo sus labios sellados de hablar sobre el pasado. Algunas cosas eran mejor no ser recordadas.

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