â De todos modos, tú y yo vamos a tener una noche de chicas para celebrar que se acabaron los finales â, chirrió Suki. Ella no iba a dejar a Kyoko decir que no.
â No tomaré un no por respuesta, asà que comienza a prepararte. Y usa el atuendo que compramos el fin de semana pasado. Yo haré lo mismo â. Suki inhaló profundamente y rápidamente comenzó antes de que Kyoko tuviera oportunidad de decir alguna palabra. â Está lista a las 7:30. Te quiero. ¡Adioooós!
Kyoko parpadeó cuando el teléfono hizo clic señalando que la lÃnea estaba desconectada. Sus labios seguÃan separados porque habÃa estado lista para decir ânoâ a la primera oportunidad. Envió una mirada silenciosa a la pared lejana de la sala de estar que separaba los apartamentos de ambas chicas preguntándose si Suki habÃa llamado desde ahà o desde su celular en alguna otra parte.
Suspiró mirando al identificador de llamada. â Celular, con razón â. No hace falta golpear la pared entonces. Pero la imagen de sus manos alrededor del cuello de Suki le puso una sonrisa en el rostro. â Aunque puedo fingir.
Lanzando el teléfono inalámbrico de nuevo a la encimera, Kyoko miró hacia abajo a la bata de seda adherida a su cuerpo húmedo y gruñó. El agua tibia que aún estaba en su piel se habÃa vuelto frÃa y daba una sensación de hormigueo, haciendo que se le erizara la piel por el frÃo. Rápidamente se volteó para volver a su baño.
âRing, Ringâ. Kyoko se sacudió.
Giró mientras su ceja izquierda se levantó con frustración. â ¡Espero que sea Suki, asà podré decirle cuánto me gusta que me acosen! â Jalando el teléfono con brusquedad, dijo un poco más alto de lo normal. â ¡¡Hola!!
Toya sonrió al saludo de Kyoko. â Vamos, ¿tu mami no te enseñó a ser educada al contestar el teléfono?
Kyoko se sentÃa como para caminar con calma hacia la ventana, abrirla y dejar que el teléfono se deslizara de su mano hacia lo desconocido. â ¿Por qué será que nadie quiere dejarme terminar mi baño? â se quejó, pisando fuerte con su pie solo para sentir el aire acondicionado meterse debajo de su bata.
La sonrisa de Toya se desvaneció mientras su imaginación enloquecÃa y visiones explÃcitas comenzaron a danzar en su mente. â Estás desnu⦠â se quedó mudo antes de preguntarle si estaba de pie desnuda. Sacudiendo el pensamiento fuera de su cabeza, Toya tomó una respiración profunda para calmarse y con suerte controlar sus ahora intensas hormonas. â Carajo, esa fue una bonita imagenâ¦
Kyoko frunció el ceño preguntándose si Toya estaba de pie al lado de Suki en ese mismo momento.
Toya trató de nuevo. â Eh, no importa. Mira, estoy de camino a buscarte para ir al cine esta noche, asà que solo vÃstete.
Kyoko estrechó sus ojos preguntándose quién proclamó que era âEl DÃa de los Acosadoresâ. â Este, tengo planes esta noche â. Por supuesto que sus planes habÃan sido volverse una ciruela pasa en el baño, luego acurrucarse en el sofá y ver una pelÃcula. Quizá incluso quedarse dormida mientras tanto, no tener a todo el mundo molestándola para âsalirâ.
â ¿Qué? ¡Cancélalos porque vienes conmigo! â prácticamente ordenó Toya, comenzando a molestarse porque ella no estaba haciendo lo que él querÃa que ella hiciera⦠como si alguna vez lo hubiese hecho.
Kyoko cerró los ojos y sostuvo el teléfono lejos de su cántico â no lo lanzaré por la ventana, no lo lanzaré por la ventana â, âToc, tocâ Kyoko se balanceó para encarar la puerta pensando â¡Pero Sà se lo lanzaré a quien sea que esté en la maldita puerta!â pudo escuchar una risa demente venir de algún lugar muy adentro, donde la malvada hermana residÃa.
Serenamente caminó hacia la puerta y la abrió, entonces se asomó por la puerta a mirar alrededor para ver quién era. â Kotaro â susurró, un poco sin aliento, luego cerró de golpe su boca con culpa esperando que él no lo hubiera notado.
Los ojos de Kotaro se iluminaron y se oscurecieron al mismo tiempo cuando la puerta se abrió. Estaba feliz de ver a Kyoko a salvo⦠y obviamente no completamente vestida. Levantó una ceja ante la forma en que ella habÃa dicho su nombre. Presionando la mano contra la parte de encima de su cabeza en la puerta, la terminó de abrir con su usual sonrisa confiada mientras pasaba más allá de ella⦠casi tocándose.
â ¿Cómo está mi mujer hoy? â Kotaro caminó más allá de ella dentro del apartamento como si perteneciera allÃ.
âNo voy a cometer asesinato, no voy a lanzar el teléfono, no voyâ¦â la mente de Kyoko continuó cantando mientras Kotaro la miraba con su habitual sonrisa de infarto. De repente sintió que el aire acondicionado habÃa dejado de funcionar.
¿Cómo era que este hombre, quién solo podÃa ser descrito como sexo caminante, le afectara tanto? Ella siempre sentÃa que estaba tratando de detenerse a sà misma de lanzarlo contra el suelo. Sacudiendo su cabeza, miró hacia abajo y chilló cuando vio que su bata se habÃa abierto parcialmente. No era suficiente para mostrar nada pero era visible suficiente piel para hacerla sonrojar.
Toya se tensó, escuchando la llamada a la puerta en el fondo a través del teléfono y luego la voz de Kotaro. Gritó al teléfono para tener su atención. â ¡Carajo, Kyoko! ¿Qué demonios hace Kotaro ahÃ? â ladró, molesto de que el guardia de seguridad se apareciera, de nuevo, en el apartamento de âsuâ Kyoko.
Kyoko se avergonzó cuando el grito desde el teléfono pudo escucharse fuerte y claro dentro de la sala de estar. Mirando sobre el hombro de Kotaro al reloj de pared, supo que debÃa comenzar a arreglarse o Suki serÃa la próxima golpeando la puerta. Ya era suficiente. Se volvió y caminó hacia la encimera, teniendo en mente colgar el teléfono.
Levantándolo de nuevo a su oreja gritó: â ¡Te veré luego! â âclicâ⦠uno menos⦠falta uno.
Kotaro sonrió sabiendo que era a Toya a quien habÃa gritado. Sus ojos viajaron a la seda que colgaba como una segunda piel en un cuerpo muy bien formado y no podrÃa haberse detenido si hubiese intentado moverse hacia adelante, más cerca de ella. Lentamente cerró sus ojos solo por un segundo mientras tomaba aire profundamente, ahora todo su cuerpo a solo centÃmetros del de ella. El pensamiento de tocar sin contacto lo tenÃa mentalmente curvando su cuerpo alrededor del de ella y apretándola.
Se inclinó hacia adelante llevando sus labios al hueco de su oreja antes de susurrar su nombre. Sus labios se suavizaron, asà como sus ojos azules como el hielo. A menudo se encontraba casi deseando que ella pudiera recordar el pasado y lo cercanos que una vez fueron. ¿Qué harÃa ella si recordara que solÃan vivir juntos? Ãl, ella y Toya⦠asà podÃan protegerla.
Kyoko perdió el aliento al salÃrsele rápidamente y sintió la piel de su cuello y mejilla erizarse. Era suficientemente duro mantener sus pensamientos en orden con él cerca, pero ahora ella podÃa sentirlo tocándola incluso cuando no era asÃ. Recordando lo que estaba haciendo justamente antes de que el teléfono la interrumpiera hizo que el calor se le subiera a la cara.
Sin querer que él notara su culpa, se mantuvo de espaldas a él e intentó con todas sus fuerzas suprimir el recuerdo del baño. Cerrando sus ojos, peleó con la urgencia de recostarse en él y tuvo que agarrar la mesa para sujetarse.
Kotaro querÃa poner sus manos en la mesa a ambos lados de ella⦠atrapándola entre sus brazos, pero de repente se quedó quieto. Pudo oler los jabones que ella habÃa usado en el baño, pero un sabor llegó hasta él y su expresión se volvió curiosa, ¿excitación? Ãl se alejó de ella, sintiendo como se endurecÃa.
Pasando sus manos por su indomable cabello, se retiró a una distancia más segura tratando con todas sus fuerzas ignorar la sacudida en la boca de su estómago⦠¿por qué habÃa venido de nuevo? Era importante.
Sus instintos protectores comenzaron a surtir efecto al recuerdo de las alertas recientes que habÃa recibido. â ¿PasarÃas la tarde conmigo? â la pregunta que sonaba inocente resguardaba un doble sentido, mientras saboreaba el deseo.
Kyoko desaceleró su respiración una vez más lista para luchar contra sus sentimientos. Ella frunció el ceño sabiendo que serÃa muy peligroso quedarse a solas con él. De repente, querÃa agradecer a Suki por mangonearle.
Viendo su ceño fruncido, Kotaro añadió rápidamente â podemos hacer lo que tú quieras. Rentar una pelÃcula y quedarnos, o salir.
â Rentar una pelÃcula y quedarnos en casa⦠â repitió Kyoko pensando que eso era exactamente lo que querÃa hacer. Luego, notando cómo se le iluminaban los ojos a Kotaro, rápidamente cambió â al menos, eso era lo que querÃa hacer si no hubiese sido arrastrada a los planes de alguien más. Me hubiese encantado quedarme viendo pelÃculas contigo. Pero lo siento, Kotaro. No puedo â. Le dio una sonrisa de disculpa mentalmente pisando fuerte al pensamiento de perder una tarde acogedora con el apuesto guardia de seguridad.
Los hombros de Kotaro cayeron unos centÃmetros pero sonrió de todas formas sabiendo que ella no estaba intentando herir sus sentimientos. Incluso se dio cuenta de que ella querÃa que él se quedara y se peguntó por ese impulso de deseo, ¿eran los mismos deseos que él sentÃa? Para él, Kyoko era la gema más preciosa sobre la tierra y harÃa lo que fuera para hacerla sonreÃr y mantenerla a salvo al mismo tiempo.
Después de todo, habÃa esperado por más de cien años solo para verla de nuevo.
Como necesitaba estar seguro de que estaba protegida y alejada de lo que pudiera dañarla, preguntó: â ¿Y entonces, qué planes tienes? Quizás podrÃa sumarme a la diversión â. Le dio su sonrisa más traviesa esperando que funcionara. Si no, podÃa recurrir a acosarla⦠las esquinas de sus labios perfectos se inclinaron en una sonrisa secreta.
Kyoko sabÃa que Suki no estarÃa de acuerdo con eso. Noche de chicas significaba noche de âchicasâ. También sabÃa que si Kotaro se enteraba de que ella estaba solo con Suki, de alguna forma las seguirÃa a todas partes, apareciendo como si fuera accidental. Lo habÃa visto hacerlo muchas veces.
Cuando Toya era agresivo, Kotaro trataba de ser sutil, aunque cuando ponÃa a ambos chicos en la misma habitación parecÃan actuar muy similar y constantemente se molestaban. Ambos chicos tenÃan corazones de oro y ella lo sabÃa. En una manera los querÃa a los dos⦠tanto que era doloroso, por lo que decidió no decidir y solo quedarse soltera por ahora. Ella, honestamente, no querÃa herir los sentimientos de ninguno.
Pero una cosa que Kyoko sabÃa a ciencia cierta era que si Kotaro pensaba que iba a salir con Toya esa noche, no se molestarÃa en seguirla. Al menos esperaba que no.
â Lo siento Kotaro, ya tengo planes con Toya, pero te prometo que otro dÃa rentaremos pelÃculas o algo â. Kyoko bajó sus ojos sin gustarle el hecho de que estaba mintiéndole, pero era la única forma de que lo dejara pasar. Mirando al suelo lo notó dar un paso hacia adelante e inmediatamente dio un paso hacia atrás mordiendo su labio inferior cuando sintió la mesa detrás de ella.
Kotaro sintió los celos vibrar dentro de él, aunque los mantuvo en su lugar. Su único consuelo era que si ella estaba con Toya esta noche, al menos podrÃa contar con que ella no serÃa una de las próximas chicas desaparecidas.
Además, él sabÃa que Kamui estaba secretamente vigilando a ambos, Toya y Kyoko. Mentalmente, tuvo que admitir que Toya era sobreprotector con ella y la mantendrÃa a salvo. Ãl querÃa ser el que estuviera con Kyoko esta noche, el que la protegiera. Pero aunque no le gustara, Toya no dejarÃa que nada le hiciera daño alguno.
Ãl la observó levantar sus ojos lentamente hacia los suyos y pudo ver la preocupación en su mirada de que él intentarÃa detenerla, él querÃa detenerla pero no lo harÃa. Con el tiempo ella tomarÃa su decisión.
Asintiendo con su cabeza con reacia aceptación, Kotaro buscó su mano y la sostuvo por un momento, entrelazando los ojos azules como el hielo con los apasionados ojos de ella pudo notar que ella tuvo un dÃa duro por sus ojos. Siempre podÃa leer sus sentimientos por el color de sus ojos, lo habÃa aprendido hacÃa más de cien años atrás. Solo deseaba que ella lo recordara.
â Entonces, tenemos un trato, Kyoko. Vendré a reportarme contigo mañana. Ten cuidado hermosa â. Inclinándose hacia adelante rozó sus labios sobre su frente, luego soltó su mano, y se dio la vuelta para irse.
Kyoko sonrió. â Gracias, Kotaro â. Su frente aún hormigueaba donde sus labios tibios la habÃan tocado. Estaba feliz de que fuera más sencillo lidiar con él que con Toya. Ãl a menudo le besaba la mejilla, frente o mano, dejando ese lugar hormigueando y caliente.
Se preguntó qué pensarÃa él si supiera que ella nunca habÃa sido besada en los labios. Nadie lo creerÃa a la edad de dieciocho, aún era tan pura⦠bueno, fÃsicamente pura. Se sonrojó de nuevo sabiendo que sus pensamientos no la libraban de culpa. CulparÃa a la traidora que vive dentro de su pecho y se aceleraba cada vez que pensaba en él.
Kotaro abrió la puerta para deslizarse hacia afuera, no sin antes lanzarle una sonrisa sobre su hombro y añadir. â Solo recuerda, aún eres mi mujer â. Se fue rápidamente, cerrando la puerta detrás de él, sonriendo vorazmente ante el comentario.
Ãl sabÃa que no cruzarÃa la lÃnea con Toya y no estaba preocupado. Incluso en el pasado, cuando él y Toya se han dado cabezazos, ella lo preferÃa a él por encima de Toya. Ella siempre quiso a Toya, pero Kotaro sabÃa que era él de quién estaba verdaderamente enamorada. La velocidad de su corazón cuando él estaba cerca siempre le habÃa revelado sus verdaderos sentimientos, en esta vida y en las pasadas. Ãl solo tenÃa que esperar a que se diera cuenta de nuevo.
Kotaro inhaló suavemente saboreando su perfume. Incluso ahora podÃa oler su pureza y sabÃa que ella no era de las que tomaban algo asà a la ligera. Ella era muy inocente para el mundo real.
El pensamiento hizo que se desvaneciera la sonrisa de Kotaro. No estaba tan seguro de querer que ella supiera del lado oscuro de este mundo, no querÃa arriesgar su felicidad. Incluso él mismo no era lo que ella creÃa que era. Ãl sabÃa que ella lo aceptarÃa de todas formas, pero el recuerdo de enterrarla mantuvo sus labios sellados de hablar sobre el pasado. Algunas cosas eran mejor no ser recordadas.