Un conocido de los hermanos GarcÃa Olavide, J. R. M., dice haberlos visto salir alrededor de las doce de la noche portando una serie de bolsas. La policÃa sigue investigando la zona aunque el resultado de sus esfuerzos ha sido nulo hasta ahora. Las personas más allegadas a los cuatro jóvenes han declarado no saber nada de ellos desde el dÃa de la fiesta de San Juan.
El comisario Soler, encargado de la investigación, pide la colaboración de los vecinos asà como de todas aquellas personas que los hayan visto o que puedan aportar datos que ayuden a la resolución del misterio. Estos son los teléfonos de contacto con la policÃa:
o bien 642-59-35
Hace una noche increÃble, sin nubes, tan sólo corre una ligera brisa; los bares están abarrotados de gente, los niños juegan en las aceras, y en los bancos de la Plaza de Lavapiés se beben litronas y se fuman canutos, se oye una canción de Los nikis, en el centro alguien ha encendido una hoguera. Torcemos a la derecha por Sombrerete, al fondo de la calle se ve una aglomeración de gente: es el Y punto, rock and roll y música heavy, abierto hasta las seis de la madrugada todos los dÃas y a tope de basca los fines de semana. En la Corrala, muchachos y muchachas gitanos corren de un extremo a otro con botellas de plástico, pequeños cubos e incluso con las manos llenas de agua, mojándose unos a otros; están la mayorÃa empapados. Gritos, risas, cuidado, os vais a mojar nos dice un chaval que no tendrá más de doce años. En la plaza de Lara encontramos el mismo panorama, a un lado las madres y hermanas demasiado mayores para estos juegos observan como se divierten. Nosotros entramos en lo que debió ser el patio del antiguo orfanato; hay que bajar unas escaleras. Es un punto que cuatro o cinco coches hayan aparcado justo enfrente de la pequeña escalinata, ya que de esta manera, si baja por Mesón de Paredes algún coche de la policÃa municipal o alguna lechera no podrán vernos.
Mientras SofÃa comienza a preparar todo lo necesario para hacer la queimada, el resto vamos a buscar madera para construir la hoguera:
-Cuando volváis casi estará a punto la primera ronda. A ver si viene alguno de los que avisé âdice ella.
-Espero que tengamos la suerte del año pasado cuando nos topamos con dos contenedores llenos de madera âapunta Ricardo.
Noche de bronca, noche mágica
Ya sola coloco mi cazadora en el suelo y me siento. No tengo un recipiente de barro asà que me he traÃdo una tartera de casa, echo el azúcar, el aguardiente, el limón en rodajas y unos trozos de manzana; cojo el cazo, pongo un poco de azúcar en él, lo humedezco con aguardiente y le prendo fuego; con cuidado lo acerco a la tartera, muy despacio para que encienda bien, y lo hace: una bellÃsima llama azul aparece en la superficie. Ahora es cuestión de paciencia para que adquiera ese tono dorado. De vez en cuando levanto el cazo lleno de fuego azul y desde lo alto dejo caer una cascada de fuego. Enciendo un cigarrillo. Huele bien. Levanto los ojos y veo a alguien que se acerca, es un colega del barrio:
-Ya me extrañaba no verte por aquà âme dice sentándose a mi lado.
-Me he cambiado de barrio, ahora vivo en Malasaña, en Jesús del Valle.
-¡Chachi! ¿no?
-PreferÃa Lavapiés, Malasaña está muy matado. Este barrio molaba más âle digo al tiempo que levanto el cazo y dejo caer un poco de aguardiente â¡Ya ves! Como todos los años por estas fechasâ¦una queimadita para celebrar San Juan.
-¿Y tu colega? No me acuerdo como se llamaâ¦
-LuÃs, ha ido con unos amigos a buscar maderas para hacer una hoguera; fuego por dentro y fuego por fuera ¡hay que purificarse bien, tronco!
Vemos venir a un par de gitanillos, hace un rato estaban en la Corrala tirándose agua, deben tener unos quince años:
-¿Qué es eso?
-Una queimada.
-¿Nos puedes dar un poco?
-Es muy fuerte, lleva aguardiente, no creo que os guste además aún no está acabada, le falta un rato.
-¡Mira lo que hemos encontrado! âgritan mis colegas, que vuelven todos con una puerta debajo del brazo.
-¡Hola tronco! âdice LuÃs dando la mano al chaval larguirucho que está conmigo â¡hace tiempo que no te veÃa, como cambiamos de casa! ¿Ya te lo ha contado SofÃa, no?
-SÃ, creÃa que os habÃais ido de Madrid.
Mientras el resto de la banda está reuniendo la madera en un montón para encender la hoguera yo apago la queimada y comienzo a repartir vasos entre la basca, a los gitanillos les doy uno avisándoles que si no les gusta me la den; hacemos una trompeta mientras que se enfrÃa un poco la bebida. Espero que en el transcurso de la noche aparezca alguno de los colegas de los que avisé por teléfono:
-¡Guau! ¡Está fuerte esto!
-¡Está de putamadre! La manzana está de vicio âdigo yo relamiéndome ya que me ha salido muy dulce, que es lo que me gusta.
Vemos pasar un coche del 092 pero o no han visto la que tenemos montada aquà o están pasando olÃmpicamente; no me extrañarÃa esto último ya que en la Noche de San Juan cantidad de gente está construyendo hogueras. Reparto la segunda ronda de queimada e inmediatamente comienzo a preparar otra, los gitanillos alucinan:
-¿Me dejas hacer eso? âdice uno de ellos cuando me ve levantando el cazo y dejo caer una columna de color azul en el recipiente.
-Bueno, pero ten cuidado no vaya a caer fuera. Toma.
-Yo primero âdice el más corpulento.
-No, yo âprotesta el otro.
-Tranquilos, poco a poco, por orden ¿eh? âdigo dándoselo al primero que lo pidió âtoma Ricardo, fuma.
-¿Podemos secarnos? ânos dicen unos chavales completamente mojados; tendrán entre quince y diecinueve años.
-¡Tú mismo! ¿Quieres beber? âle digo tendiéndole un vaso âte calentará por dentro.
-Vale, ¿está muy fuerte?
-Ahora os doy un vaso a cada uno cuando acabe con esta.
La noche comienza a animarse: al principio éramos cinco y al cabo de una hora hemos llegado a reunirnos más de veinte tipos alrededor de la queimada. Los vapores se meten por la nariz, ¡buena la voy a coger!, miro al resto del personal y también está a punto de caramelo. Teresa me pide el cucharón, me voy a saltar la hoguera. ¡Qué pasote! Justo ahora va y me sube el tripi, ¡vaya alucine!, veo a LuÃs que se parte el pecho de risa porque Ricardo está haciendo el orangután, chachi que también está haciéndoles efectoâ¦
-Abrevia SofÃa âdice el comisario Soler.
-Es verdad tronca, ¡mira que te enrollas! âopina Teresa.
-Es que me lo pasé tope ese dÃa âles replico al tiempo que enciendo un cigarrillo.
-Pero no tiene importancia para la investigación. Continúa desde el momento que salisteis de Lavapiés; que alguien vaya a por más café, por favor-contesta el comisario.
Sobre las cinco de la madrugada acabamos la juerga, recogemos todo y lo dejamos en casa de Ricardo y Teresa; todavÃa tenemos ganas de marcha. Asà que nos ponemos a buscar un bar subiendo por la calle de Lavapiés. Nada. LuÃs propone ir a tomar un chocolate con churros a Sol, en un sitio que abre a estas horas.
PELEA TIPO EL SALVAJE OESTE EN PLENO CENTRO DE MADRID
PELEA TIPO EL SALVAJE OESTE EN PLENO CENTRO DE MADRID
Ayer, a las cinco de la madrugada, en un conocido local de las inmediaciones de la calle Mayor, se organizó una pelea digna de una pelÃcula de John Ford. Según testigos presenciales, sobre las cuatro y media llegaron cuatro jóvenes en avanzado estado de intoxicación etÃlica. âEstaban muy borrachos, pidieron un chocolate con churros pero el camarero no quiso servirlesâ-declaraba una persona ajena a la pelea-âla verdad es que les contestó mal y entonces una de las chicas le replicó una burrada, el camarero quiso pegarle, uno de los chavales salió en defensa de ella; otro de los camareros habÃa ido a buscar al churrero y a otra gente que estaba en la cocina. Luego alguien tiró una taza y un plato, y a partir de ahà se lió todoâ.
La policÃa se personó en el local a los diez minutos pero los jóvenes habÃan desaparecido, quince personas fueron detenidas aunque se les puso en libertad tan pronto prestaron declaración.
-Nos cogió en la segunda subida del tripi, realmente fue una pasada por nuestra parte âdijo Teresa al comisario Soler.
-Sigue ¿cómo llegasteis a Chueca y qué pasó allÃ?â¦TodavÃa no me explico como fuisteis capaces de lanzaros a una aventura tan incierta y peligrosa.
-La culpa la tuvieron los ácidos âapunta Teresa âyo no lo habÃa comido, lo reservé para más tarde y luego me olvidé de él, me di cuenta de que todo aquello era real por eso mismo.
SofÃa es especialista en meter la pata, de buena nos hemos librado en el bar. Realmente el tÃo se pasó llamándola heavy de mierda pero luego ella remató la jugada llamándole cabrón y colocándole un mini de cerveza por sombrero. Menos mal que se armó un barullo de mucho cuidado y nos pudimos escaquear antes de que llegase la pasma. Ponemos rumbo a Chueca, siempre a la búsqueda de un bar abierto. Está chapado todo. LuÃs y Ricardo se paran a mear en una esquina:
-¡Tanta cerveza y priba es la hostia!
-¡Mira tronco, allá hay otro tipo igual que nosotros! âdice Ricardo.
-Es un dibujo en la pared âdice SofÃa.
-¡Que va! Es un tipo âdigo yo.
-No parece que se mueva âobserva LuÃs mirando de reojo.
-Yo creo que es un dibujo âinsiste SofÃa.
-¡Ya está! No podÃa aguantar más.
-Ya habéis acabado, ¿no?, vamos a ver aquello de cerca, parece muy real âdigo.
La confusión sobre lo que estamos viendo es debido a que aquel rincón se encuentra mal iluminado y a que nosotros estamos relativamente lejos como para distinguir lo que significa aquella sombra. Curiosos, nos acercamos. SofÃa tenÃa razón, es un dibujo:
-¡Está chachi dibujado! âdice LuÃs âdesde lejos parece un tÃo, ¿verdad?
-SÃ, está dabuten, parece que está trepando, ¿no? âdice Ricardo acoplándose a la sombra y colocando manos y piernas en la misma posición que en la pared âdesde allá y con esta piedra que tiene delante parecÃa que estaba meando. ¿Sabes dónde me gustarÃa estar ahora?
-No âcontesta LuÃs.
-En Coruña, en la playa de Riazor. Allà he visto un dibujo como este.
Nada más pronunciar estas palabras desapareció. No habÃa bebido tanto como para tener visiones y, si ni siquiera me habÃa tomado el ácido, no podÃa ser una alucinación producida por él. Realmente Ricardo se habÃa volatilizado. El resto de la banda se estaba riendo pues creÃan que todo era una broma del cachondo de Ricardo:
-Este tipo está colgado, ahora va y se abre âdice SofÃa.
-Vamos a jugar unos chinos mientras se decide a venir, estará en algún bar; ¿qué nos jugamos? âpregunta LuÃs.
-¿Quién paga la próxima ronda si encontramos un sitio abierto?
-Guay.
Cuando están a punto de comenzar la tercera partida aparece por la esquina opuesta a la que nos encontramos, tan campante, como si no hubiera ocurrido nada, y yo estoy segura de que hace un momento lo vi esfumarse delante de mis narices:
-¡Pasa tronco! âgrita LuÃs.
-¡Eh!
-¡Joder tÃo! ¿Dónde te habÃas metido? âpregunta SofÃa mientras le ofrece un cigarrillo de esos sin filtro que fuma ella.
-Me ha debido pegar un subidón increÃble porque cuando me he dado cuenta me encontraba en una tasca gallega que hay cerca de aquà y que no conocÃa.
-¿Una tasca gallega? âse extraña LuÃs.
-SÃ, ¿qué flipe, no?, por allà a la izquierda, la primera calle que cruza.
-No recuerdo ver ninguna por la zona que me dices âdigo yo.
-Pues yo me acabo de beber un vino allÃ, además un Ulla, y tenÃan tapas de cocina, chachi que sà âinsiste Ricardo.
-Pues vamos allá; unos vinitos vendrán de putamadre-dice SofÃa impaciente como siempre en estos casos, cuando hay papeo y priba de por medio. Yo no me lo acabo de creer, pero no cuento a nadie mis sospechas. Asà que guiados por Ricardo vamos en busca de la taberna:
-¡Estaba aquÃ! âdice.
-Pues ya ves que esto es un solar abandonado âdigo yo, casi convencida de que no Ãbamos a encontrar el lugar donde él habÃa estado hace un momento.
-Me habré equivocado de calle, a lo mejor es la siguienteâ¦Tampoco. Tengo que dar con el bar, seguro que está por aquà cerca, sólo tardé un par de minutos en llegar a donde estabais vosotros.
Damos vueltas por las calles próximas pero nada. Ricardo no se lo explica, mi teorÃa, aunque parezca increÃble, es que esa sombra, de alguna manera, es capaz de que la gente viaje en el espacio con sólo desearlo. Los otros no se enteraban de nada con el moco que tenÃan; al final decidimos ir a dormirla cada uno a su queli quedando para comer al dÃa siguiente en nuestra casa, mañana les contarÃa lo que habÃa visto y ya con calma investigarÃamos lo ocurrido.
-Me costó trabajo convencerlos, ¿se imagina, comisario?
-Desde luego.
-Además esa noche tuve un sueño bien extraño: estaba en mi cama durmiendo, en un momento dado me despertaba pero en un sofá y vestida con una túnica de seda blanca; a mi alrededor se encontraba más gente en el mismo estado que yo, me levanté sorprendida. Vi claridad al fondo de un pasillo que se encontraba a la espalda del sofá en que habÃa aparecido. Lo seguà y me topé con una escalera de caracol que descendÃa al piso de abajo; aquello parecÃa un laboratorio, tubos de ensayo y artilugios de todo tipo llenaban la habitación. En una silla estaba doblada perfectamente mi ropa, asà que me cambié y salÃ. Estaba en Riazor, enfrente de mà se encontraba la playa, comencé a caminar y al doblar la esquina me hallé de repente en la plaza de Chueca, en Madrid. Pensé que en lo que habÃa soñado podÃa estar la clave de lo ocurrido anoche, si dormidos podemos viajar en el tiempo y en el espacio ¿no serÃa posible que alguien hubiese descubierto un sistema sencillo de trasladarse más allá de lo que se llama comúnmente realidad? Siempre me han interesado cantidad estos temas, ¿a usted no, comisario Soler?
-La verdad es que mi trabajo no me deja mucho tiempo para soñar. Continúa.
-Eso es imposible âdice Ricardo âestarÃas alucinando, tronca.
-No me comà el tripi, estoy completamente segura: desapareciste por la pared, esta noche os lo mostraré.