Las Sombras - María Acosta 3 стр.


-La verdad es que mi trabajo no me deja mucho tiempo para soñar. Continúa.

-Eso es imposible –dice Ricardo –estarías alucinando, tronca.

-No me comí el tripi, estoy completamente segura: desapareciste por la pared, esta noche os lo mostraré.

-Bueno, no ocurrirá nada; pero no veo la razón para negarle ese capricho a Teresa –dice Sofía apoyándome, aunque no está, en absoluto, convencida.

-Vale, te haremos caso pero me da la impresión de que te patinan las neuronas –replica Ricardo.

Luís no dice nada, está a la expectativa como siempre, es escéptico por naturaleza y no toma partido en ningún caso. Dejamos de hablar del tema y pasamos la tarde jugando al parchís y cosas así. Alrededor de las diez salimos.

Una sombra nos muestra un asesinato

Es sábado. La zona está a tope de gente. Nos metemos en un bar a comer unas tapas, parecemos sardinas en lata, en él ya no cabe nadie más y a pesar de todo una pandilla de cinco ha entrado al mismo tiempo que nosotros. Decidimos esperar unas tres horas para hacer el experimento, ahora hay demasiada gente, ya procuraremos no privar demasiado.

Encontramos a unos cuantos colegas de rule con los que nos bebemos unas litronas, estamos deseando que llegue el momento de ir a ver la sombra; hemos pasado varias veces por allí y, aunque mis compañeros no creen que ocurra nada, también están intrigados por lo que pueda pasar. La música resuena en las calles cada vez que se abre la puerta de un pub, intoxicación etílica al por mayor, risas, canutos, alcohol, descontrol, algo de coca en los lavabos, caballo, hashish se oye en las esquinas de Chueca, ríos de gente de bar en bar, siempre los mismos, ruido. Sobre las dos de la madrugada, más o menos, nos dirigimos hacia la sombra:

-A ver, vamos a comprobar lo que nos contaste, ya verás como no pasa nada –dice Ricardo.

-Si estás tan seguro haz exactamente los mismos gestos y di las mismas palabras, vamos –arguyo medio ofendida aunque sintiendo una ligera aprensión por temor a meternos en un lío que no se sabe dónde va a llegar.

-¡Vamos tío, demuéstrale que está como una chota! ¡Nadie desaparece así como así! –dice Sofía.

-Bueno, me puse así y dije que me gustaría estar en Coruña en la playa de Riazor…

¡Zuuummmm! ¡Increíble! ¡Ha desaparecido! ¡Guau! Por un momento nos quedamos anonadados, es para no creérselo pero Ricardo se ha fundido en la pared. Entonces uno a uno hacemos lo mismo. No podemos dejarle solo. Parecemos los protagonistas de una novela de ciencia-ficción pero es la realidad, si lo contáramos creerían que estamos chiflados. Nos sentamos en la arena, cerca del muro y detrás de una roca:

-¡Que pasote!

-¡Incredible, colega! Podremos tomar vinos cuando nos pete, ¡tope guay! –dice Sofía.

Y entonces ocurrió; llevábamos un rato desvariando sobre las infinitas posibilidades de la sombra cuando oímos un gemido. Nos quedamos en silencio unos minutos a ver si volvíamos a oírlo, el lamento se repitió, extrañados nos levantamos con el fin de investigar su procedencia; no había nadie en los alrededores pero continuábamos escuchándolo, parecía venir del mar así que nos pusimos a caminar por la orilla, a medida que avanzábamos en dirección a Las Esclavas se hacía más nítido y claro, no se veía nada. A la altura del Playa Club y debajo de una de las barcas, descubrimos un bulto, origen del gemido, un hombre de unos treinta años, desangrándose, con un puñal en el costado derecho: no estaba muerto pero no tardaría en estarlo, con gran esfuerzo abrió los ojos y mirando a Sofía dijo:

-¡Rais…rais…toma, guarda…lo…¡cof,cof!…rais,rais…da…se…lo,…no…olvidar…¡Rais!-logró articular el hombre antes de morir. Una pequeña caja de metal plateado pasó a manos de Sofía. Nos disponíamos a ver el contenido cuando hasta nosotros llegó un rumor, alguien venía hacia donde nos encontrábamos, teníamos que desaparecer antes de que nos descubrieran al lado del cadáver, podía dar lugar a un malentendido; como no teníamos mucho tiempo nos deslizamos por detrás de las barcas hasta el muro y entonces oímos una conversación que aún nos dejó más perplejos:

-Tiene que estar por aquí, sé que Los Otros no lo encontraron, no sirvió de nada el torturar a Abdul, ni siquiera las amenazas de muerte lograron amedrentarlo, era un valiente. Debemos recuperar la caja, la vida de nuestro pueblo depende de ella –oímos decir a una voz ronca y bien modulada aunque extranjera.

-Tiene que tenerla encima.

-Lo he registrado bien y no la tiene, sé que ninguno de Los Otros la ha encontrado.

-A lo mejor tuvo tiempo de esconderlo antes de que lo cogieran.

-Es posible pero ¿Dónde está? ¿Dónde ha podido ocultarla?

-Por la mañana podemos, debemos, ir a la playa de la última vez, quizás…

-Puede que tengas razón, larguémonos antes de que pase alguien por aquí-replicó el dueño de la voz ronca.

-Vamos.

¡En menudo lío nos acabábamos de meter! Lo mejor que podíamos hacer, por el momento, era buscar un sitio tranquilo y seguro donde pasar la noche y examinar la caja, luego ya pensaríamos qué hacer con ella. A Luís se le ocurrió que el viejo matadero abandonado sería un buen sitio y hacia allí encaminamos nuestros pasos, nos sentíamos confundidos por lo sucedido y durante el camino apenas nos dirigimos la palabra. Resultaba alucinante que hubiera habido un asesinato en la playa de una ciudad en la que, normalmente, esta clase de sucesos era la excepción, ¡pensar que mientras la basca se divierte en una noche de sábado a pocos metros estaba cometiéndose un crimen!

¿A donde nos llevaría aquella caja? ¿Por qué era tan importante? Un hombre había muerto por su culpa; me recordaba las antiguas películas de espías con muertos por todas partes y esas cosas. Seguro que la explicación era mucho más simple: algún ajuste de cuentas entre traficantes de droga o algo parecido, pero…estaba aquella extraña conversación que me hacía pensar que la anterior interpretación era falsa. De cualquier modo me parecía increíble estar viviendo una de espías. Entramos sin dificultad en el edificio ya que la puerta no tenía cerradura, no había nadie, sólo escombros por todas partes, aquí y allá algunas mantas y cartones, allí vivía gente por lo que decidimos subir al primer piso donde se encontraban las oficinas y nos metimos en una de ellas. Ricardo, que es especialista en coleccionar boberías tales como llaveros-navaja, llaveros –cartas de baraja, llaveros-bloc de notas y demás, sacó de su bolsillo una pequeña linterna-llavero:

-A ver, pásame la caja –dijo a Sofía.

-Toma. ¡Qué cosa más extraña!

-¿El qué?

-Me dio la impresión de que ese hombre me conocía pero yo no recuerdo haberlo visto nunca.

-¡Que va, tronca! Simplemente fue al primero que vio.

-Estoy convencida, nos miró a todos pero me la entregó a mí, aquí hay algo raro…no sé lo que es pero tiene que ver con alguien que conozco, es sólo una impresión de todas formas.

-Bueno, mira, vamos a ver qué contiene la caja –dijo, impaciente, Luís.

-Bueno, mira, vamos a ver qué contiene la caja –dijo, impaciente, Luís.

Pequeña, de color plateado, tenía todos sus resquicios sellados con lacre rojo, el mechero de gasolina de Luís ayudó a abrirla y en el interior ¿a qué no se imagina lo que encontramos?

-¡Un simple papel! Un papel en el que estaba escrito una sola palabra: Rais. La misma que había pronunciado el hombre antes de morir –dijo Sofía-; no tenía sentido ¿qué extraño significado encerraba que la gente mataba por ella?

-Como supondrá no pudimos pegar ojo en toda la noche intentando descubrir lo que estaba pasando, barajamos infinidad de teorías, incluso el que fuese el nombre de un misil o alguna vacuna imprescindible contra alguna enfermedad rara…¡ya qué sé lo que imaginamos!

Amanecía y aún estábamos perplejos por lo ocurrido, no sabíamos qué hacer. Se nos escapaba el significado de aquellas palabras oídas a un hombre moribundo, y luego estaba la caja que precisamente le había entregado a Sofía, ¿por qué a ella?, no podíamos contarle a nadie lo ocurrido, no nos creerían o, si lo hacían, lo más probable es que también estuviesen metidos en la historia y había posibilidades de salir malparados de la dichosa movida, ¡en fin, una pasada!

-Lo mejor que podemos hacer es esperar a ver qué pasa –dijo prudentemente Luís –tarde o temprano encontrarán el cadáver y es fácil que el periódico lo publique uno de estos días. Lo más recomendable es que volvamos a Madrid esta noche y esperemos ver qué ocurre y quién es ese hombre.

-Por mí, de acuerdo –respondió Ricardo.

-¿A qué playa se referirían? –pregunté a Sofía.

-¡Vete a saber! Hay montones de calitas por toda la costa, no creo que lleguemos a averiguarlo. –contestó ella.

Ninguna razón nos retenía allí, es más, alguien podía habernos visto y quizás estuviésemos en peligro, así que volvimos a la sombra y regresamos a Chueca; nos tomamos la noche con calma, bebimos y bebimos intentando frivolizar el asunto, tal vez los periódicos de la mañana nos aclarasen algo. Como es lógico acabamos pedos perdidos, con un cuelgue que no veas. A la mañana siguiente compramos “La Voz de Galicia” en uno de los quioscos de Sol, desayunando en un bar nos pusimos a ojearlo y allí, en la página de noticias locales, aparecía lo siguiente:

ENCUENTRAN UN HOMBRE APUÑALADO EN LA PLAYA DE RIAZOR

La Coruña, 24 de junio.- Un hombre, al parecer de raza árabe, fue encontrado muerto a primeras horas de la madrugada por una pareja de novios que paseaban a su perro; éste se acercó a las barcas varadas cerca del Playa Club cuando se puso a aullar de forma lastimera, intrigados por el comportamiento del animal se acercaron a ver qué ocurría, y entonces fue cuando lo vieron: un hombre, de unos treinta años, estatura media, tez oscura, yacía debajo de una de ellas empapado en lo que se podía pensar era agua debido a lo oscuro de la noche pero resultó ser sangre. Rápidamente avisaron a la policía que se personó en el lugar de los hechos al momento.

La principal teoría, y la más probable, es que se trata de un ajuste de cuentas entre traficantes de droga; no se sabe a ciencia cierta qué es lo que ocurrió, según el forense el hombre llevaba varias horas muerto. En estos momento se procede a su identificación así como a tomar declaración a la gente que se encontraba alrededor de la medianoche en esa zona, tarea ardua si se tiene en cuenta que la noche del sábado es una de las más concurridas de la semana, por ello la policía pide la colaboración de todos los ciudadanos que en la noche de ayer se encontraban en las inmediaciones de la playa.

-¡Bueno, esto es la monda! Los que más sabemos del tema somos nosotros –dijo Sofía –y sabemos perfectamente que no es un traficante de drogas, no sé quién puede ser el tronco pero tiene más tela el asunto de lo que aparenta, ¿no?

-¡Por supuesto! Sino ¿por qué aquellos hombres dijeron que era fundamental para la supervivencia de su pueblo?

-Puntualicemos –dije yo –lo que dijo fue la vida de nuestro pueblo depende de ella que es bien distinto.

-¡Eres el colmo, tía! Estamos metidos en una movida que te cagas y a ti se te ocurre hacer puntualizaciones gramaticales –dice Luís perdiendo la paciencia.

-¿Qué te pasa?

-Nada, es que tiene miedo y entonces se pone nervioso –explica Sofía.

-¡No es cierto! –protesta él.

-Bueno, bueno, vamos a dejarlo y ocupémonos del asunto ¿qué más da unas palabras que otras? –habla Ricardo intentando que el mosqueo no prospere.

-No sé, me parece que sí la tiene –me defiendo.

-Vale tronca, pero lo más urgente es descubrir quién es el tipo ese y por qué lo mataron y…

-Y también por qué me dio a mí la caja.

-Sí, también, ¡qué cruz de basca! Déjame continuar; como iba diciendo… ¿Quién es? ¿Conocía a Sofía? Ella dice que nunca lo había visto, luego esto quiere decir que, a lo mejor, Sofía con todas las relaciones extrañas que tiene por ahí debe saber de alguien común a ella y al hombre de la playa, o puede que sea simple casualidad que le dirigiese la palabra. Creo que debemos esperar unos días antes de contarle nada a la pasma o a quien sea, alguien en quien podamos confiar. ¿Estáis de acuerdo?.

-Parece lo más prudente –digo yo al tiempo que llamo al camarero para que nos traiga unos cafés con unas magdalenas.

-Si vamos a esperar a que la pasma logre identificarlo, entonces esta puede hacer un poco de memoria y a lo mejor…si sabe realmente algo que ella todavía no sabe que lo sabe…

-Te estás liando, colega –corta Sofía.

-¡Pasa! ¿Eh? ¿Es que no puede uno hablar aquí sin que le corte alguien?

-¡Vale! Sigue, nadie te dice nada, tronco.

-Ya me he olvidado… ¡Ah, sí! Pues que creo que tiene razón Ricardo.

-¡¿Y para decir eso te has montado este rollo?!

-¡Dejad de discutir de una vez! ¡Basta! –digo intentando poner orden –tranquilizaos, tenemos que desaparecer, debemos encontrar un sitio seguro donde no puedan localizarnos, y ver cómo se desarrolla todo este mogollón. ¿Dónde os parece que podríamos ir? ¡Ideas! ¿Qué se te ocurre, Ricardo?

-Lo que es evidente es que ni en La Coruña ni en Madrid podemos escondernos, llevamos dos días sin aparecer por nuestras respectivas casas, nosotros teníamos que haber ido a esperar a mi madrina que llegaba por la mañana en el tren, con lo histérica que es seguro que ya ha llamado a la policía; no debemos quedarnos, si alguien se entera que hemos sido testigos de un asesinato…

-¡No exageres!

-No exactamente, pero alguien puede creer que hemos visto más de lo que decimos, y entonces sí que lo tendríamos claro.

-No te equivocabas –dijo el comisario Soler interrumpiendo el relato de Teresa –en efecto, tu madrina vino a la comisaría hecha un manojo de nervios, parecía que iba a darle un ataque de un momento a otro, pidió una copa de aguardiente para tranquilizarse…

-Se pasa el día tranquilizándose –ironizó Ricardo.

-Bueno, en ese momento se veía que lo necesitaba; así fue como me encontré metido en esta historia.

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