Amb llet de soja, si us plau añadió Júlia.
Toda su amabilidad siempre se redujo a pedir que le sirvieran el café con ese tipo de leche y, por lo demás, no se preocupaba por las formas a no ser que quisiera sacar algo de ti, entonces te daba amor hasta sacarte los ojos. La putada es que aprendí todo esto cuando el daño ya estaba hecho y mi corazón era como Yugoslavia en los 90.
Ara marxaré i quan arribi a casa posaré una rentadora.
La tía me podría haber hablado de miles de cosas, de lo guapa que era, de lo mucho que me quería comer la boca o del último amante que se había follado pero no, la cabrona era sosa hasta para sacar temas de conversación.
Cielo, siento que te estés enterando por este libro que eres una aburrida de mierda y que lo que hablas no le interesa a nadie porque duermes hasta las putas piedras. Yo era tan gilipollas lo sigo siendo, no os hagáis ilusiones que hasta su mediocridad me parecía bonita. Me atraía. Alimentaba aquella fiera.
Yo he quedado con una amiga que acaba de llegar de Londres.
Ostres, viu allà?
Sí, estudia un máster de noséqué de microbiología.
La verdad es que mi colega siempre me contaba de qué iba su máster pero nunca lo recordaba. Tampoco debía importarme tanto, como la estúpida conversación que manteníamos mientras los otros dos tíos miraban el móvil.
A veure si em va bé el màster, és massa feina i em crema bastant, cuca.
No tenía putas ganas de preguntarle qué coño estaba estudiando pero como era gilipollas y en un futuro próximo quería acabar comiéndole el coño y, mejor aún, que ella me lo comiese a mí caí.
¿Y el máster ese de qué va?
Bueno, es sobre sociología aplicada al periodismo.
Ah.
Después quiero hacer un doctorado y dar clases en la uni, y esas cosas.
Claro.
El café sabía como una putamierda y como tenía la maldita manía de no echarle azúcar aquello era agua sucia imbebible. Seguí escuchando a esa petarda mientras me perdía en sus ojos.
Joder, qué ojos tan preciosos tenías, puta.
Así que, no sé, si acabo el máster con buena nota haré el doctorado y también, por si acaso, el máster de profesorado, así puedo ir dando clases en los institutos mientras termino la tesis. Y también está lo de la política, me van saliendo cosas. Mho he de gestionar tot una mica.
Gestionar. Esa era su palabra favorita junto con otras cuatro más que no adelantaré para no caer en espoilers. A medida que escribo se me van pasando las ganas de matarla. No sé si es porque no se merece tanto esfuerzo o porque la sigo queriendo como una idiota. Cada vez que dejo de escribir me pongo a llorar como una niña pequeña porque no me quiere.
A veces me gustaría parecerme a John Wayne en El hombre tranquilo, esa peli de John Ford en la que hace de boxeador que vuelve a su pueblo y va de tipo duro enamorando a una tía en la que se ha fijado. Pero no, yo era una romántica de mierda que perdía el culo por la primera persona que me daba algo de cariño. Esto viene de lejos pero ahora no me apetece hablar de mis jodidos traumas.
Lo suyo era gestionar. Gestionaba los amantes, el amor y cualquier tipo de afecto, los polvos con su novio y supongo que las interacciones conmigo. También esas miradas que me echaba i que hacían que se me mojasen las bragas. Júlia tenía complejo de administrativa que no se esforzaba demasiado porque le bastaba con un sueldo fijo y en la empresa no podían pasar sin ella, no por ser una gran trabajadora sino porque nadie más sabía qué narices había que hacer. Eso era Júlia, una funcionaria del amor.
Cuando salimos de allí la acompañé hasta el autobús. El otro Josep no dejaba de incordiar contándonos a qué escritor pseudo intelectual progre, machista y pollavieja iba a entrevistar aquella mañana.
Ahora me siento gilipollas por el tiempo que perdí fingiendo que todo lo que decía aquella gente me importaba. Al final el tío se calló, puede que se diera cuenta de que ninguna de las dos le hacíamos caso, y se marchó. Seguí a Júlia como una idiota hasta que llegamos a la parada. Recuerdo apoyarme en el muro del edificio que teníamos detrás y quedarme embobada mientras ella hablaba, hablaba y hablaba y yo no me enteraba de nada. Me miraba con sus ojos azules impenetrables y yo ya no pude escapar. Entonces no comprendía que hubiera vida más allá de Júlia. La cosa es que la hay, aunque es una jodida mierda. No os quiero mentir. Justo antes de subir al autobús tomó mi cara entre sus manos y me dio dos besos muy cerca, demasiado, de la boca. Me quedé allí quieta, confundida como nunca en la vida y con el puto corazón a punto de salir del pecho.
Esa fue la primera vez que vi a Júlia.
Mi vida nunca volvió a ser la misma. Miré la hora en el móvil para ver si llegaba a tiempo al centro. No tenía ni idea de cuánto había pasado allí, totalmente ausente del mundo, absorbida por ella. Aceleré el paso, me puse los auriculares y seguí con la canción de Nirvana que había pausado cuando había llegado a la redacción.
What else could I say?
Everyone is gay 1
No le faltaba razón a Kurt Cobain. Cogí el móvil. Tenía un montón de mensajes pendientes: mi madre, los buenos días de mi novio, sí, aquel ser que me trataba como un mueble, ¿o yo a él? Bueno, qué más da mis amigas histéricas y los locos de Twitter.
Llegué a la plaza Catalunya y mi amiga Inés ya me esperaba. Nos saludamos sin mucha efusividad, siempre me ha dado pereza la gente que se besa y se abraza como si llegaran del exilio. Inés empezó a contarme sus movidas pero tardé muy poco en monopolizar la conversación y hablarle de Júlia. Lo hice de forma inconsciente. Sabía que le estaba rayando con esta tía que no conocía pero como las dos son feministas tampoco parecía molestarle.
Subimos hasta Gràcia. Inés quería ir a uno de esos restaurantes veganos que habían colonizado el barrio, lleno de modernos, culturetas y hipsters pasados de moda. Me encanta la psicología de masas pero nunca entenderé qué coño lleva a la gente a dejarse la misma barba, comprarse las mismas camisetas y hacerse los mismos tatuajes, por no hablar de los gustos musicales de todos aquellos personajes, con las putas canciones de rap catalán, con sus estribillos de mierda y en las que todos tenían que meter trompetas cada treinta segundos de lo contrario no eran lo suficientemente combativos, supongo. Peor aún, imitaban los gustos del lumpen que había en mis barrios, zonas de mala muerte del antiguo cinturón industrial de Barcelona en proceso de lepenización, más cerca del fascismo que de la conciencia de clase.
A esos pijoprogres les gustaba la mierda y encima se regodeaban. No soy mejor que ellos, leo a Simone de Beauvoir mientras voy al McDonalds a hincharme con hamburguesas baratas y hablo de la revolución en Youtube. No soy ningún puto ejemplo pero tengo mejor gusto que todos esos gilipollas.
Mi amiga me contaba que el médico le había recetado vitamina D por la ausencia de sol en Londres.
Claro, no puedo ir al hospital en Inglaterra porque todo es privado, y mi seguro es una mierda, no me cubre ni las visitas con el de cabecera, ¿sabes? Me salía más barato comprar los billetes de avión a Barcelona y así de paso veo a mis padres ¿Ale, estás ahí? Pues eso, que me hace falta sol, me ha dicho el doctor, que en Londres llueve demasiado y siempre está lleno de nubes. También me ha dicho es mi médico de siempre, el de la familia que vaya al psiquiatra otra vez, que lo del sol y que la gente sea tan gilipollas por allí no me va bien para lo mío. Pero tía, no sé, yo estoy bien allí, el máster en el Kings College es la hostia y por aquí no hay mucho futuro. Aunque sigo currando de camarera los findes porque la ciudad es carísima, con lo de la beca solo me da para pagar el cuarto que tengo alquilado.
Vaya chapa, colega.
Alexandra
Me ha encantado conocerte
Le mandé un whatsapp a Júlia mientras Inés me seguía taladrando. Respondió al segundo.
Júlia
A mi també, cuca
Dudé entre seguir escribiéndole o cerrar el móvil. No quería saturar a la chavala, me gustaba demasiado y tenía miedo de que se asustara o se agobiara.
Todavía me siento idiota por pensar que en algún momento la presioné cuando siempre fue ella la que controló los tiempos y llevaba las riendas de nuestra relación.
Alexandra
Me tienes que enseñar tanto
Júlia
Com?
Alexandra
De feminismo digo, eres una crack tía
Júlia
Ja serà menys, això són els ulls que em miren
Alexandra
Lo que tú digas, pero quiero que participes en mi sección, si quieres
Júlia
I tant que vull, així et torno a veure, Alex
Alexandra
Me parece genial
Júlia
Et deixo cuca que he de posar les rentadores encara, he arribat fa res a casa i estic morta
Alexandra
Un abrazo enorme, ¿vale?
Júlia
Un altre per a tu
Inés y yo llegamos al restaurante frente al Mercat de lAbaceria cruzando Travessera de Gràcia. Entramos. Estaba hasta los topes. El camarero nos trajo las cartas y pedimos la bebida. Yo quería una cerveza normal pero las birras convencionales no eran veganas, se ve que contenían productos lácteos o trituraban a los conejos y los echaban en polvo dentro de las latas, yo qué sé. Acabé bebiendo una cerveza artesanal de piña. Era lo más apetecible que tenían.
No tengo nada en contra de los veganos y su lucha me parece muy loable y digna, el problema es que siempre que voy a comer con amigos no iría nunca por propia voluntad a que me sablearan me quedo con hambre.
Cuando sé que voy a ir a comer a uno de estos sitios tan bonitos, modernos e insustanciales empiezan a rugirme las tripas. Estos sí que hacen pasar hambre y no los comunistas, joder.
No es el animalismo lo que me molesta sino que la quinoa, el tofu y las plantas no me llenan. Nada más. Esto no es político, es gastronómico. Ya lo aviso, que luego no quiero malos rollos. Suficiente tengo con la loca sociópata de Júlia, que además de querer chuparme la sangre también me odia profundamente, porque no me he sometido a su voluntad.
Poco más pasó aquel día. Llegué a casa reventada. Era casi de noche y la cabeza me daba mil vueltas. Solo podía pensar en Júlia. Me puse a ojear sus redes sociales. Descubrí que salía en otro medio catalán de mala muerte peleándose con más señoros que la trataban como una mierda solo por ser mujer y joven. Pillé el portátil y me tumbé en la cama. Júlia estaba guapísima con sus ojos azules, los labios rojos y su melenaza rubia. El rato que estuve leyéndola solo se dedicaba a criticar condescendientemente a esos periodistas rancios que olían a naftalina y les decía lo machistas que eran.
Su actitud prepotente, clasista y de guerrera vikinga me ponía muchísimo. Me podría haber masturbado estaba muy mojada pero aún era demasiado mojigata para pensar que el amor era sexo sucio y deseo carnal. Hice una foto de uno de los artículos de Júlia y se lo mandé. No tardó en contestar.
Júlia
Al final serà veritat que ets fan meva
Tardé varios segundos en saber qué responderle.
Alexandra
Eso y más
Sonreí pícara mirando la pantalla del móvil.
Júlia
Ha estat un molt bon dia, descansa molt
Alexandra
Això faré, Júlia
Júlia
Bona nit cuqui
Alexandra
Descansa
Al principio las únicas ganas que tenía de matarla era a polvos o a besos. Mejor las dos cosas juntas a la vez, para que nos vamos a engañar. No soy una Don Juan, ni tampoco el baboso de Ted Mosby. Como mucho me podéis llamar Safo, y ni eso. Soy Alexandra, una tía que quiere a rabiar a la mujer que más daño y rota me ha dejado nunca. También os digo que prefiero que me haya machacado el corazón a no haberla conocido jamás.
A partir de aquel día mi edredón no dejó de oler a coño por las noches.
II
Júlia era coja, estúpida y muy manipuladora, con un culazo y unas tetas que flipas y una cara de zorra que no podía disimular. No tenía nada de especial, no sé qué vi en ella pero me gustaba demasiado y, desgraciadamente o no, porque de no ser por su puta crueldad yo no estaría borracha escribiendo esto lo sigue haciendo.
Los días pasaban, ella me hablaba, yo le hablaba, todo era bonito y no había ningún problema. Sí, ya sé qué me vais a decir ¿qué pasó? Si todo iba bien ¿qué nos hizo naufragar? ¿Cómo fue que la muy perra me rompiera el corazón?
Bueno, es fácil. La tía es una sociópata, una narcisista incapaz de sentir empatía. Vamos, que te quiere como un crío de cinco años; los niños, cuando son tan pequeños, de tanto que les gustan las cosas y como no se saben controlar las acaban rompiendo; pues eso era Júlia. Una puta loca.
Ya sé que lo nuestro es imposible por mucho que yo la quiera y ella me busque. Lo más jodido de todo es que me sigue hablando. No sabéis lo duro que es despertarse y ver algún mensaje suyo pero, coño, no quiero que me siga destruyendo. No lo podría soportar. Sigo sintiendo el dolor de cuando me dejó la otra vez. Bueno, eso de que me dejó pasó de mí una temporada y volvió a hablarme echándome cosas en cara, cuando yo casi le pido que se casara conmigo.
Soy una gilipollas y en realidad me merezco todo esto.
Recuerdo la noche en la que me lo jugué todo a una sola carta. No podía ni mirar el móvil sabiendo que me había rechazado sin tan siquiera leer su puto mensaje pero lo presentía. Me había declarado a ella y en el fondo sabía que lo iba a dinamitar todo porque Júlia era la indefinición en persona.
Nunca me sentí tan vulnerable y rota como aquella noche. Lloré, lloré y lloré como una niña pequeña y sin saber qué hacer. Júlia se había ido y yo no podía concebir la vida sin ella; ya sé que el rollo del amor romántico es una mierda y sirve de coartada al patriarcado para someter a las mujeres y todo lo demás pero, joder, yo quería y sigo queriendo a Júlia como una parte de mí.
Yo respeto mucho a Albert Camus pero eso de que la existencia es absurda no me acaba de gustar; sí, todo es una mierda y el puto ser humano es como Sísifo, cargando con su vida subiendo una montaña para perderla tontamente al otro lado. Sé que eso no es libertad, es sometimiento, que así no se puede ser feliz y que todo es angustia y sufrimiento menos cuando llega arriba y suelta la piedra. Y luego la vuelve a coger de nuevo, repitiendo lo mismo eternamente. Una puta crueldad.
Camus, pillo de lo que va tu jodida metáfora con el mito griego pero me aburre, tío, yo quiero vivir para algo y vivir para alguien. Cuanto más sienta, más viva y más quiera, más feliz seré. La vida puede tener el sentido que le queramos dar, pero hay algo que permanece a pesar de todas las historias trágicas y absurdas que nos montamos.
Todos queremos querer y que nos quieran, dejar nuestra pequeña huella en el mundo. Camus, colega, te puede parecer absurdo pero es cierto, esa es la puta piedra que de verdad vamos a cargar siempre.
Aquellos días hablábamos de muchas cosas, desde lo mucho que le costaba poner lavadoras hasta de las ganas que tenía de volver a verme. Yo decía poco y escuchaba mucho, me encontraba en arenas movedizas y temía sentirme locamente atraída hacia ella, cegada por la pasión, por sus encantos, por aquellos ojos suyos que me incendiaban. Vivía en perpetuo malestar porque yo tenía una pareja que no se merecía aquello pero era incapaz de evitarlo, afrontar la situación y admitirla.