Según la definición de la O.M.S. (Organización Mundial de la Salud), la salud no es la ausencia de enfermedad, sino un estado de bienestar físico, psíquico y mental. Si tenemos en cuenta este concepto amplio, quizá tengamos alguna área en nuestra vida que queramos mejorar. Es bueno reflexionar sobre ello, aunque pensemos que estamos sanos.
Como el coaching usa preguntas, aprovecho para plantear algunas al lector que tienen que ver con aspectos psico-sociales: ¿Tengo amigos?, ¿Tengo tiempo para relacionarme con ellos?, ¿Dedico un rato a la semana al ocio?, ¿y a cuidarme? mejorar estas áreas es invertir en salud, además de seguir un determinado tratamiento, en el caso de que tengamos una enfermedad>>
Dra. Jaci Molins Roca, Directora del posgrado universitario de coaching personal y organizacional de la Universidad Rovir i Vigili.Muchos son los aspectos que pueden incluirse en la I.E., en una sociedad preocupada por los resultados individuales, en ocasiones se "da la espalda" al desarrollo de uno de estos aspectos, la compasión.
La compasión es vista en muchas culturas como una "debilidad" del ser humano; pero si se para a pensar, esto es precisamente lo que le distingue de muchos animales.
Cuando hay una persona anciana, enferma o discapacitada, se "activa" en la compasión, y se tiende a ofrecer ayuda y protección; algo que ya se ha observado en los primeros humanos, al encontrar en enterramientos milenarios restos de personas que en vida tuvieron huesos fracturados cicatrizados, señal de que el grupo atendió y cuidó al accidentado, el suficiente tiempo como para que se curase.
La compasión es lo que moviliza también en las causas solidarias, cuando sucede un problema social o catástrofe, y se recibe ayuda de verdaderos desconocidos.
Además, se puede considerar como un protector contra las emociones negativas como la ansiedad, el enfado o el miedo, fomentando la amistad, y las relaciones sociales.
Sin duda, un constructo que está muy relacionado con la empatía, la capacidad de entender las emociones del otro y ponernos en su situación, pero igualmente, está presente en la vida diaria, y se puede usar en mayor o menor medida según el desarrollo emocional, pero ¿Quiénes son más compasivos los hombres o las mujeres?
Esto es lo que se ha tratado de responder con una investigación realizada por el Departamento de Comunicaciones, Universidad Estatal de California (EE.UU.) cuyos resultados han sido publicados en la revista científica Journal of Happiness & Well-Being.
En el estudio participaron seiscientos trece estudiantes universitarios con edades comprendidas entre los 18 a 42 años, de los cuales trescientos diez eran mujeres.
A todos ellos se les administraron una serie de cuestionarios estandarizados, para evaluar el nivel de compasión se empleó el Compassion Scale; para evaluar el nivel de tensión personal a la hora de comunicarse se empleó el P.R.C.A.-24 (Personal Report of Communication Apprehension); para evaluar el nivel de narcisismo se usó el H.S.N.S. (HyperSensitive Narcissism Scale); y por último para evaluar el nivel de agresividad verbal habitualmente empleado se usó el Verbal Aggressiveness Scale.
Como factores principales, los resultados muestran diferencias significativas en función del género en cuanto a la compasión, siendo más elevada en mujeres.
También se encontraron diferencias significativas en cuanto al nivel de tensión en la comunicación y en el uso de agresividad verbal, siendo en ambos casos mayor en hombres.
Por último, no se han encontrado diferencias en cuanto al narcisismo en función del género.
Como factores de interacción, se encontró que cuanto se es más compasivo, se exhiben niveles más bajos de tensión en la comunicación, de agresividad verbal y narcisismo.
Entre las limitaciones del estudio está el emplear únicamente cuestionarios en las evaluaciones, en vez de otras de tipo observacional o role-play para comprobar lo que realmente haría en una situación real.
En el estudio no se ha evaluado la I.E., factor fundamental para comprobar el desarrollo de habilidades de relaciones interpersonales; tampoco se ha evaluado el nivel de alexitimia, relacionado con la capacidad de percibir las emociones en los demás y de dar una respuesta adecuada.
Igualmente, y tal y como indica la autora del estudio, la constatación de diferencias significativas no está acompañada de una teoría que explique dichos resultados, ni sobre las implicaciones que esto conlleva.
La autora también indica que para nuevas investigaciones queda analizar los distintos tipos de compasión, según la proximidad afectiva del destinatario de la misma, así como la autocompasión.
A pesar de las limitaciones anteriores, a diario están surgiendo nuevos estudios que constatan las muchas diferencias hombre-mujer, sin que eso suponga una comparación de "mejor-peor", ni buscando degradar a ninguno de los dos.
Dicho lo cual, el cultivo de la compasión, mediante el desarrollo de la I.E., va a hacer que se tengan menores comportamientos verbales agresivos, y tensiones en la comunicación.
Algo que lejos de hacer más "débil" a la persona, le permite establecer lazos afectivos, de amistad o íntimos, más sólidos y duraderos, a la vez que se tiene una comunicación más cercana y directa, sin tensiones personales ni el empleo de la agresividad verbal.
Pero hasta ahora se ha hablado de inteligencia como algo estático, e inmóvil en el tiempo, alguien ha nacido con un I.Q. y este le va a acompañar el resto de su vida, y eso a pesar de los grandes esfuerzos realizados por parte de las instituciones educativas por aumentar el "nivel" de sus estudiantes, esperando mejorar la inteligencia de los mismos con la educación, pero ¿Se mantiene el nivel de inteligencia lo largo de la vida?
Esto es lo que se intenta comprobar mediante una investigación desarrollada por el Departamento de Psicología, Universidad del Oeste de Illinois junto con el Departamento de Psicología, Universidad Loyola Marymount (EE.UU.) cuyos resultados han sido publicados en la revista científica Journal of Intelligence.
Los datos se obtuvieron de un estudio longitudinal multifactorial procedente del Murray Research Archive, que analiza a los participantes durante 30 años, extrayendo los datos de ciento setenta y siete participantes cuando tenían 3 a 4, 11, 18, y 32 años respectivamente.
A todos ellos se les ha administrado a lo largo del tiempo multitud de cuestionarios estandarizados, pero para el estudio únicamente se ha utilizado la información relativa a las altas capacidades denominado Q.-sort Methodology, evaluado mediante el C.C.Q. (California Child Q-Set).
El desarrollo de habilidades académicas fue medido a la edad de 4 años a través del W.P.P.S.I. (Wechsler Preschool and Primary Scale of Intelligence); a la edad de 11 años con el W.I.S.C. (Wechsler Intelligence Scale for Children); y a la edad de 18 años con el W.A.I.S. (Wechsler Adult Intelligence Scale). Además, se tuvieron en cuenta otras variables como el sexo, el nivel socioeconómico y el educativo de los padres.
Los resultados muestran una relación significativa entre los niveles de inteligencia iniciales y los desarrollados en el tiempo, evaluados en el desempeño académico.
Aunque el estudio es claro en cuanto a la capacidad de predicción de la inteligencia, no entra a valorar el papel de la educación sobre la inteligencia y cómo tener un mayor o menor nivel educativo se corresponde o no con una mayor inteligencia, lo que validaría los esfuerzos desde las instituciones educativas, o lo pondría en cuestión si no se encuentra relación entre el nivel educativo y la inteligencia.
Igualmente el estudio se centra únicamente en la inteligencia académica, es decir, en la capacidad de responder adecuadamente a las demandas y exigencias de las instituciones académicas en cada uno de los niveles educativos, olvidándose de la aproximación multidimensional que considera que se puede tener un rendimiento normal académico por una inteligencia normal en este aspecto, pero luego destacar, e incluso ser un genio en otros ámbitos como el artístico, el social que por no ser "útiles" para las instituciones educativas no se evalúan ni potencian todo lo que el estudiante podría necesitar, pero ¿Qué pasa con la I.E.?
Igualmente el estudio se centra únicamente en la inteligencia académica, es decir, en la capacidad de responder adecuadamente a las demandas y exigencias de las instituciones académicas en cada uno de los niveles educativos, olvidándose de la aproximación multidimensional que considera que se puede tener un rendimiento normal académico por una inteligencia normal en este aspecto, pero luego destacar, e incluso ser un genio en otros ámbitos como el artístico, el social que por no ser "útiles" para las instituciones educativas no se evalúan ni potencian todo lo que el estudiante podría necesitar, pero ¿Qué pasa con la I.E.?
Cuando se piensa en emociones, no parece que se pueda hablar de algo estático, pues cambia a lo largo del tiempo, e incluso dependiendo de la persona con la que se esté tratando, se puede llegar a sentir de una forma u otra, e interpretar lo que dice de mejor o peor manera según el interlocutor.
De un amigo se reirán los chistes, pero si se trata de un desconocido, esos mismos chistes no tendrán ese efecto sobre el humor. Además, incluso por el propio paso del tiempo cambian la vivencia de las emociones.
A medida que se van teniendo más experiencias, eso permite saber cómo afrontar las situaciones emocionales, sean estas positivas o negativas. Lo que hace que al conocer cómo se debe de actuar ante determinadas circunstancias, las emociones que se generan afecten menos, tal y como se ha estado creyendo durante mucho tiempo.
Se ha desarrollado en paralelo investigaciones que analizan la influencia de las emociones en la salud, así una emoción "fuerte" o impactante, puede causar desajustes temporales en la persona, la cual con el tiempo se recupera de la "impresión"; pero estas investigaciones se han centrado principalmente en las emociones positivas, tratando de conocer, para luego potenciar, cuáles son las condiciones más propicias para estas emociones a determinadas edades, especialmente sensibles a lo que se conoce como "tercera edad" e incluso la "cuarta edad" para los más longevos.
Desde el Departamento de Psicología, Universidad Carnegie Mellon (EE.UU.) cuyos resultados han sido publicados en la revista científica Health Psychology, han tratado de complementar el conocimiento anterior estudiando cómo afectan las emociones negativas y en concreto los disgustos a los más ancianos.
En el estudio participaron seis mil ochocientos diecisiete mayores de 50 años, provenientes de un estudio longitudinal previo denominado Health and Retirement Study realizado durante el 2006 al 2010.
A todos ellos se les administraron diversos cuestionarios estandarizados sobre su salud; el número y la gravedad de los casos en los que recibían disgustos, según proviniesen de su pareja, hijos, otros familiares o amigos; y su estado de ánimo, además de todas estas medidas se le tomó la presión sanguínea.
Los resultados fueron comparados con los estándares esperables en función de su edad y condición sociodemográfica previamente establecidos. Se excluyeron del estudio aquellos que mostraban hipertensión basal y a los que se les administraban medicamentos para controlar su tensión.
Los datos indican que lejos de proteger la edad frente a los disgustos, a medida que se envejece cada vez uno se hace más sensible a las emociones negativas, al menos así lo entienden los investigadores al encontrar que en 4 años de estudio un 29% de los participantes habían desarrollado hipertensión, relacionado en un 38% con las vivencias emocionales negativas.
Esta relación se da con mayor intensidad en mujeres entre los 50 a 65 años, y resultan especialmente impactada la salud cuando los disgustos provienen principalmente de la familia y de las amistades.
A pesar de que los resultados parecen claros, todavía hay un 62% de casos de hipertensión no explicado por las emociones negativas de los disgustos, igualmente las diferencias hombre mujer, han sido señaladas pero no explicadas adecuadamente sobre cuál puede ser su origen; si se trata de algo biológico, por la experiencia vital o por otros factores que "protejan" la tensión del hombre frente a estos disgustos y que en cambio a la mujer la afecta de forma tan negativa que le hace perder la salud.
Los resultados, a pesar de las limitaciones anteriormente comentadas, son claros en cuanto a que hay que cuidar y atender adecuadamente a los mayores, ya que se emocionan tanto o más que los demás, y en condiciones en que su salud puede verse afectada por ello, de ahí que haya que tener especial cuidado con las emociones negativas y los disgustos que estos puedan experimentar.
Si hasta ahora se ha planteado la I.E. como la capacidad que permite desempeñar adecuadamente con el manejo de las emociones, tanto positivas como negativas, la cual va a tener un papel destacado en la forma de sentir, pensar y actuar.
En contraposición, aquellas personas que tienen escasos niveles de I.E., van a destacar por altos niveles de alexitimia, ya que según indican algunos autores se trata de un continuo.
Se ha observado cómo las personas con altos niveles de alexitimia pueden llegar a realizar comportamientos antisociales, ya sea exponiéndose a conductas de riesgo para sí mismo o para los demás, donde las consecuencias sobre la propia salud e incluso la integridad personal pueden evidenciarse.
Cuando uno piensa en conductas de riesgo, lo suele hacer en aquellos comportamientos más extremos, como el conducir a altas velocidades o el hacer puenting, pero igualmente de arriesgado para la salud son conductas menos llamativas, como el consumo excesivo de tabaco, alcohol u otras drogas, pero ¿Qué papel tiene la I.E. en las conductas de riesgo?
Esto es precisamente lo que se ha investigado desde el Departamento de Salud Pública y Medicina Preventiva, Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud, Instituto Universitario de Oncología de Asturias; el Departamento de Filología Anglo-Alemán y Francés, Universidad de Oviedo y el Hospital Álvarez Buylla, Servicio de Salud de Asturias (España) cuyos resultados han sido publicados en la revista científica Journal of Nursing Education.
En el estudio participaron doscientos setenta y cinco estudiantes del grado de enfermería. A todos ellos se les midió su nivel de I.E. mediante la administración de la escala estandarizada Schutte Emotional Intelligence, igualmente se evaluó la presencia de conductas de riesgos, entendidas estas como el del consumo de tabaco, alcohol, drogas ilegales, así como la realización de dietas poco saludables, si se tenía o no sobrepeso, si se trataba de una persona sedentaria o no, su nivel de exposición solar, y la práctica de relaciones sexuales sin protección. Además, se recogieron datos sociodemográficos y de satisfacción vital.
Los resultados indican que aquellos estudiantes que tenían niveles elevados de I.E., muestran menos conductas de consumo excesivo de alcohol, no siguiendo dietas poco saludables y observando prácticas sexuales con protección, y al contrario, los que obtenían puntuaciones más bajas de I.E., que se correspondería con niveles más elevados de alexitimia, mostraban conductas de riesgo en cuanto a un mayor consumo de alcohol, el seguimiento de dietas poco saludables y prácticas sexuales sin protección.
No encontrándose diferencias significativas entre las conductas de riesgo de consumo de tabaco o drogas ilegales, el nivel de sobrepeso, el sedentarismo o el nivel de exposición solar en función del nivel de la I.E.
Los autores señalan sobre los beneficios de tener altos niveles de I.E. a la hora de manejar adecuadamente la presión grupal, principal elemento en conductas como el consumo de alcohol.
Indicar que el estudio únicamente recoge la información sobre las conductas de riesgo mediante autoinformes, lo que deja abierta la posibilidad a fenómenos como la deseabilidad social, a la hora de responder, es decir, contestar a las preguntas en función de lo socialmente aceptado, sin comprobar si se produce o no ese comportamiento en la realidad.