Igualmente estaba en las conferencias, por supuesto me había tocado presentar la de la inauguración y tendría que darle cierre. De vez en cuando me gustaba acercarme para ver cuánto estaba de lleno el auditorio a pesar de que conocía con exactitud el número de participantes inscritos en cada caso, y me gustaba pasarme media hora después de haber comenzado, para ver cuántos de todos los que habían entrado se quedaban, y así apreciar qué de interesante o cuán bien explicaba aquello que decía el conferenciante.
Por último, y no por ello menos importante, me dedicaba buena parte de mi tiempo estando en contacto con los medios públicos de seguridad y revisando el trabajo de las personas que tenía a mi cargo.
De todo el equipo de preparación de las piezas, catalogación y creación del itinerario de la exposición, ahora sólo quedaba un par de personas, los becarios que tenía desde un primer momento. Ellos eran los encargados de ver que todas las piezas estuviesen en su estado óptimo, como para preparar catálogos alternativos para próximas exposiciones, con el resto de piezas que no se habían presentado en esta ocasión.
De los demás colaboradores, montadores, no quedaba nadie y únicamente se habían mantenido los de seguridad. A mí todo aquel despliegue de vigilancia del ayuntamiento e incluso una persona enviada por la compañía de seguros, para comprobar que las medidas adoptadas de seguridad fueran eficaces, me parecía innecesario.
Nadie se iba a arriesgar a robar una pieza, además había tantas medidas de seguridad que sería imposible hacerlo; cada una de las piezas estaba detrás de una vitrina antibala, con sensor de calor y de movimiento. En el caso de que se rompiese el cristal si alguien introducía la mano o cualquier otro artilugio para sacarlo sonarían todas las alarmas.
Una pérdida de tiempo y de recursos para mi gusto, pero necesario para que el ayuntamiento, la policía y la compañía de seguros se quedasen tranquilos.
Con respecto a la urna de consultas o sugerencias, para mi sorpresa en aquellos tres días se había llenado, no sé exactamente el éxito por qué había sido, si al final no se iba a dar ningún premio, pero creo que el que le regalasen un lápiz, aunque fuese pequeño había animado a los curiosos a dejar impresas sus inquietudes.
Además, con las visitas de las escuelas habían hecho que se hubiese completado rápidamente. Para sorpresa de todos tuvimos que vaciar aquella gran bola de plástico que hacía las veces de hucha de sugerencias, y no sabíamos dónde colocarlo ni qué hacer con todo aquello.
Aunque era partidario de tirarlo, pues no tenía ningún valor ni sentido, pero uno de mis becarios me sugirió que seleccionásemos algunos, en el que hubiese algún comentario favorable de algún niño y lo pusiésemos en la entrada, como aliciente para otros visitantes, pues así lo había visto hacer en otras exposiciones.
A mí aquello me parecía bastante sin sentido, un lugar serio como era la Biblioteca Pública de Nueva York llenando su fachada con opiniones de críos ¿Qué imagen iba a dar sobre la seriedad el lugar?
Me opuse en redondo, pero después de pensarlo un momento, estuve de acuerdo, y así en las columnas pusimos unas pocas opiniones.
Para mi sorpresa, era aquello lo primero a que se paraban a mirar los visitantes antes de entrar, y parece que luego lo hacían con mejor ánimo y que las opiniones crecían en aquella urna redonda. Eso me sorprendió ver cómo las personas parecían estar interesadas en la exposición y en compartir sus opiniones.
Quizás es esa generación que ha nacido con un ordenador bajo el brazo, y que a través de mensajerías, chats y redes sociales se comparten opiniones de sobre lo que les gustaba o no, para animar a los demás a visitarlo.
Visto el éxito de la idea, escogimos unos cuantos más para pegarlos en otros lugares de la exposición, en las puertas, o cerca de cada obra, para que supusiesen lo que había opinado otros que la habían visto antes. A pesar del entusiasmo de los becarios por esta labor, menos tedioso que la de seleccionar piezas para las nuevas exposiciones, yo era el que tenía la última palabra y decidía sobre si se ponía cada uno de los comentarios. Incluso estuve ayudando a leerlos y clasificarlos entre interesante y no válido.
Cuando ya estaba algo cansado de ir de un sitio a otro, me entré en la sala donde estaban los becarios a echarles una mano, y sentándome vi el montón de hojas de respuesta que habían volcado sobre la gran mesa.
Armándome de paciencia, tras inspirar y expirar lentamente, me puse a leer aquellas opiniones.
Lo más costoso de aquello era entender la letra, sobre todo de los niños, pues la de las niñas parecía bastante clara, a pesar de las faltas de ortografía o de tener una redacción incorrecta.
Una a una iba leyéndolas, hasta que me encontré con una que tenía un dibujo, era uno de los innumerables símbolos de aquella civilización, que seguro habría copiado. Algunos niños lo habían hecho antes también, copiaban un dibujo o alguna figura que les gustaba y lo comentaban.
Leí lo que decía, este símbolo representa a los maestros de nuestros padres, que vinieron de lo alto a traer pan y fuego.
A aquello no le di más importancia y puse aquella hoja de comentario en el montón de no aptos, pues si no estaba claro para mí lo que quería decir difícilmente lo estaría para el resto del público. Tras esto cogí la siguiente hoja para leerlo, y luego la siguiente, así estuve buena parte de la mañana hasta que me fui a comer.
Esa tarde tenía una de esas conferencias multitudinarias de uno de esos científicos alejados del dogmatismo de su profesión, alguien que si no fuese por su extenso currículum podría creerse que era un charlatán.
Como en otras ocasiones me acerqué transcurrida media hora del inicio, para ver el público que había y para mi sorpresa, estaban todas las plazas ocupadas y no había ni un hueco, incluso había personas por los pasillos sentados escuchando. Yo me iba a ir, entre otras cosas porque no había donde sentarme, cuando me enganchó una cuestión que realizó al auditorio, como guante arrojado en buscando la reacción del público,
¿De dónde vienen los Sumerios? Se da la paradoja de que existen excesivas opiniones, aunque todavía no se ha logrado un consenso al respecto. Algunos afirman que su origen está en la raza negra, otros que tienen una procedencia caucásica. La mayoría opta por una postura intermedia indicando que son una mezcla de varias razas que llegaron y se establecieron en aquella región desde el Neolítico. Como les anunciaba esta es una cuestión no resuelta por la ciencia y tal es así, que hasta se le ha denominado como el problema sumerio.
Pero ¿Qué es lo que tiene este pueblo de importante?, ¿Por qué estamos hablando de ellos?, pues por dos elementos importantes y fundamentales que cambiarían la faz de la Tierra, que daría al hombre una nueva dimensión, un salto en la concepción de la humanidad.
La agricultura y el control de los metales. Nadie sabe a ciencia cierta cómo se produjo aquello. El que el hombre dejase de ser un cazador estacional y se afincase en un territorio, que lo cultivase y del fruto de su esfuerzo consiguiese su alimentación, hizo que este dejase de ser un recurso escaso a obtener excedentes. Esto permitió a sus habitantes que se pudiesen dedicar a otras labores.
Garantizando que todos tuviesen pan para comer permitió que los hombres dejasen de estar días enteros rastreando y siguiendo a sus presas intentando atraparlas, para luego una vez cazada, limpiarla y prepararla por parte de las mujeres. Ahora podían dedicarse a una vida más sedentaria y pendientes únicamente del crecimiento del cultivo, empezando a tener en cuenta los ciclos de lluvias para plantar y recoger los frutos de su trabajo.
El uso de la fundición de metales, les permitió avanzar en la construcción y en la guerra, ya no estaban a expensas de rocas y palos para combatir con lo que rápidamente ampliaron su territorio.
El empleo del fuego les permitió también cocinar la comida, prepararla e incluso ahumarla, obteniendo con ello un nuevo producto con el que poder comercializar con otros pueblos, dando un mayor poder a aquella civilización frente al resto.
Pan y fuego han sido los primeros éxitos de esta civilización, cuna de las restantes y en donde, como ya todos saben, surgió el primer lenguaje escrito, la escritura cuneiforme mucho antes de la escritura jeroglífica egipcia.
Esta innovación va a marcar el final de la época prehistórica, inaugurando con ello la historia, tal y como la conocemos, donde queda constancia escrita de los acontecimientos que se van sucediendo.
Un pueblo que se caracterizó por el desarrollo de la cultura y la conservación del conocimiento, creando bibliotecas que se iban engrosando con nuevos tomos sobre las materias más diversas desde la medicina hasta la astronomía, además de recoger multitud de mapas, cartas, cronologías y listas de leyes entre otras.
A diferencia de otros pueblos posteriores, que emplearon los pergaminos y el papiro como modo de recoger su conocimiento, haciéndolo vulnerable al paso del tiempo por las humedades e incluso ante los incendios, al haber escrito sobre arcilla ha permitido que su conocimiento llegue intacto hasta nuestros días.
Aquello me sorprendió, parecía que a pesar de que seguía hablando no le escuchaba, me repetía una y otra vez esas palabras pan y fuego, sabía que me sonaba de algo que había visto u oído en otro momento durante ese día.
A pesar de que intentaba recordar no conseguí recordar dónde había sido que lo había visto u oído, cuando conseguí encontrar un lugar tranquilo me senté y respiré profundamente lentamente.
Ya estaba en condiciones para utilizar una técnica que había desarrollado durante mis años de excavación, que consistía en cerrar los ojos y concentrarme en un punto blanco imaginario en mitad de mi frente, eso me permitía tranquilizarme y relajarme aún más.
A partir de ahí empezaba a revivir mentalmente visionando los hechos acontecidos durante el día como si de una película se tratase, avanzando a mayor o menor velocidad entre aquellos para dar con el recuerdo que quería.
Esto me había sido muy útil para rellenar mis anotaciones de campo después de haber estado excavando y extrayendo piezas de distintos lugares. En mi trabajo es muy importante saber exactamente en qué lugar, a qué profundidad se hallan las piezas, para poderlas relacionar con todas las halladas en la misma zona y así poder determinar a qué época y civilización pertenecen.
Es por lo que tenía esta especie de memoria visual para que no se me escapase ningún detalle. Por la noche antes de acostarme revisaba mis cuadernos de anotaciones y los rellenaba con la información que se me hubiese pasado anotar. Una memoria que perdía por la noche, con lo que a la mañana siguiente amanecía sin esa memoria visual, con lo que me permitía llenarla de nuevo durante esas intensas horas de trabajo diario.
Fui avanzando por mi recuerdo visionando lo que había hecho, hasta que llegué a aquel texto, recordaba dónde lo había visto y aproximadamente la hora, lo que tenía a cada lado e incluso recordé que era una letra clara, probablemente de una niña que a pesar de tener pocas palabras tenía una expresión correcta por lo que supongo que tendría más de siete años.
Emocionado por creer haber encontrado algo salí de la conferencia sin esperar a que esta terminase y me dirigí con el corazón acelerado a la biblioteca. Al llegar a la escalera los agentes que había en la puerta viéndome con tanta premura se aprestaron a detenerme para averiguar si había algún problema, después de tranquilizarme les aclaré que no sucedía nada, que siguiesen en su puesto mientras accedí al edificio.
Pasé los controles de seguridad preceptivos, a pesar de que todos me conocían no me dejaban saltarme la cola, por lo que con mucha paciencia tuve que esperar antes de dirigirme a un apartado donde estaban los becarios trabajando.
Esta es una sala diseñada dentro de la exposición, cerrada con paredes de metacrilato opaco, en cuyo exterior se proyectaban imágenes sobre las piezas más importantes de la muestra, con lo que se conseguía disimular aquel espacio de forma que los visitantes no se percatasen.
Por dentro era un lugar pequeño escasamente iluminado, con tres puestos de trabajo cada uno con su ordenador, en donde se guardaban la información de las piezas y se realizaban los trabajos de diseño de espacios, desde donde diseñamos la presentación de la exposición.
Una gran mesa ocupaba el centro de la sala en donde planeábamos y discutíamos los aspectos a mejorar, resolvíamos los problemas que iban surgiendo y planeábamos las próximas exposiciones.
En un armario guardábamos enrollados copia de los mapas sobre la arquitectura del edificio, las instalaciones eléctricas y del agua, material necesario por si en algún momento lo necesitaban los bomberos ante cualquier imprevisto.
Otros tantos contenían la distribución de las vitrinas por las distintas secciones, en estos se señalizaba por separado el cableado de la luz y de las alarmas. Todo diseñado al milímetro para sacar el mayor provecho del espacio que nos habían cedido para la exposición.
Ellos que al parecer estaban haciendo algo diferente de lo que debían pues se asustaron al verme llegar y cerraron con celeridad la tapa del portátil para que no pudiese ver a qué se dedicaban.
¡No pasa nada! -afirmé con tono conciliador pues no estaba interesado en saber a qué venía tanto misterio- quiero que me ayudéis a buscar una de las hojas de respuesta de la muestra.
¿De qué habla? -articuló uno de los becarios con voz nerviosa mientras se levantaba con rapidez del sitio y se dirigía hacia mí.
Él era un chico de estatura media algo rechoncho, a pesar de que vestía siempre bata blanca tal y como les había rogado repetidamente se dejaba todavía entrever varios de sus tatuajes tanto en sus muñecas como en el cuello.
Las sugerencias, las que he leído, hay una que me interesa localizar, quiero que las saquéis todas y que me ayudéis a buscarla -pronuncié con apresuradamente mientras llegaba a la mesa y empezaba a remover los papeles que había encima.
No creo que sea necesario, sólo díganos lo que está buscando -objetó el becario que estaba a mi lado con cara de satisfacción, pero sin hacer nada por ayudarme con aquellos papeles.
¿Cómo que no importa? -inquirí confundido ante aquella falta de interés que mostraban por lo que les requería sabiendo que como becarios debían de colaborar en todas las tareas que precisase.
Hemos estado escaneando todas y cada una de las opiniones que recogimos y las hemos guardado en el ordenador
Así es, ha sido un trabajo minucioso y metódico, pero eso nos ha permitido poder dar voz a los visitantes en la red -repuso interrumpiendo el otro becario, con actitud inquieta, mientras me requería con la mano repetidamente para que me acercase a ver lo que había en la pantalla de su ordenador.
Él era un chico alto y delgado, igualmente vestía bata blanca todo el tiempo, pero siempre llevaba los bolsillos llenos de cachivaches electrónicos y a todas horas se le veía mascando chicle.
¿El qué? -proferí desconcertado sin saber a qué se refería.
Me acerqué al puesto de trabajo del segundo becario para ver qué quería, mientras que el primer becario se acercaba y se colocaba al otro lado.
Excediéndonos de nuestro cometido, hemos escaneado cada uno de los dibujos y la hemos subido junto con su comentario a la red, de forma que cualquier persona pueda ver el trabajo realizado. Es como los que seleccionamos para ponerlos en las columnas exteriores de la Biblioteca, pero estaba vez volcado en la red.