Con el abandono de las metas, la confianza y los ideales, y la pérdida de camaradas y amigos, la desmoralización aumentó, afectando con ello al espíritu de grupo lo que a su vez provocó una pérdida de fe en la causa y en los líderes. Una sensación de abandono en un mundo peligroso, y la exposición a la muerte sin una buena razón hizo que los soldados se resintiesen profundamente. La disciplina colapsó, se produjeron atrocidades y los oficiales fueron asesinados por sus hombres.
Los hallazgos de Kardiner de una amplia gama de respuestas en la Primera Guerra Mundial fueron validados en la Segunda Guerra Mundial por Grinker y Spiegel (Grinker & Spiegel, 1945) en donde se refirieron a la ruptura del combatiente como un desfile pasajero de todo tipo de síntomas psicológicos y psicosomáticos así como de comportamientos desadaptativos, lo que incluía depresiones, histerias, somatizaciones, fobias, etc., los cuales esta vez se comprendieron mejor al poderse atribuir a los incidentes traumáticos que habían tenido que soportar los soldados.
Bartemeier y colaboradores (Bartemeier et al., 1946) en su descripción autorizada confirmaron los hallazgos de Grinker y Spiegel, pero además describieron el trauma al final de la guerra, llamándolo el agotamiento del combatiente, cuyas características incluían fatiga, lentitud de pensamiento, irritabilidad, pérdida de concentración y anhedonia. En su expresión más severa, los jóvenes soldados parecían ancianos, totalmente exhaustos, apáticos y caminando lentamente como autómatas.
Después de la guerra. Por primera vez se prestó mucha atención a los soldados retornados, en los cuales se hizo evidente que los síntomas no desaparecían cuando estaban lejos del combate, incluso estos podrían durar décadas. Además, los síntomas podrían surgir meses o incluso años después de haber finalizado la guerra. Aunque vívidos, los síntomas podrían volverse estereotípicos y entrelazarse con tensiones y traumas civiles.
Profesionales de la salud mental. Por primera vez, también, los propios profesionales de la salud mental fueron sometidos a observación. En su mayor parte, los psiquiatras se veían a sí mismos como parte del esfuerzo de guerra motivador. Negaron la presencia de psicopatologías; más bien arengaban a los soldados a realizar mayores esfuerzos y daban diagnósticos peyorativos como de estar fingiendo los síntomas cuando no se recuperaban.
Esto fue en parte para proteger a los militares de las posibles demandas al ejército que pudiesen poner los soldados. Una vez más vemos cómo la política de poder puede influenciar el discurso mental científico.
La guerra de Vietnam, con la derrota y la desmoralización generalizada, se manifestó en mala disciplina, la negativa a luchar, las atrocidades, el asesinato de oficiales, el robo y atrocidades entre las tropas, subjetivamente se sentían alienados, enojados, culpables, incapaces de confiar y amar.
De los repatriados, el 38% se divorciaron en seis meses, siendo que en aquel entonces un tercio de los prisioneros federales eran veteranos de Vietnam. Aun así, una vez más se negaban las consecuencias de la guerra en la salud mental de los veteranos.
No fue hasta que realizaron protestas y manifestaciones en masa que consiguieron que se les reconociera su angustia, gracias a ello eventualmente la psiquiatría les otorgó el diagnóstico de trastorno de estrés postraumático (TEPT), un reconocimiento limitado para dar cuenta de todas las dificultades que estaban reviviendo y sufriendo.
Civiles en Tiempo de Guerra. Aunque sus circunstancias eran diferentes, sin embargo, los civiles también estaban amenazados por la muerte y las secuelas. El alcance de las consecuencias psicológicas dependía de circunstancias similares a las de los soldados: el grado y la duración de la destrucción, la victoria o la derrota, y la proporción de la población y los seres queridos muertos o heridos.
Así en el bombardeo de Londres la moral era alta, excepto en la minoría que se vio gravemente afectada teniendo en cuenta que la naturaleza de su perturbación mental era variada, como lo fue con los soldados. En Hiroshima después de la explosión de la bomba atómica, la población restante sufría sintomatología parecida a la de los soldados con un agotamiento de combate extremo.
Niños en Tiempo de Guerra. Los niños son más vulnerables que los adultos y sus tasas de morbilidad y mortalidad reflejan esa vulnerabilidad. Incluso cuando están protegidos por adultos, los niños, sin embargo, experimentan los bombardeos y el caos, y absorben los miedos y emociones de los adultos. Cuando pierden la protección que les proporcionan sus padres los menores sufren aún mucho más. En niños pequeños, los síntomas psicosomáticos y conductuales expresan su angustia mientras que los niños mayores sufren síntomas similares a los adultos.
El Holocausto
El Holocausto fue la persecución más grande y generalizada de un pueblo en la historia, y condujo a la muerte a seis millones de judíos. Las consecuencias de este genocidio fueron bien documentadas y sus efectos se han mantenido a lo largo de tres generaciones hasta la actualidad.
Antes de su aniquilación, se informó que las enfermedades psiquiátricas, suicidios, hipertensión y angina de pecho habían aumentado, así en los campos de concentración hasta la mitad de los prisioneros morían en cuestión de semanas. Algunos se cernían entre la vida y la muerte, eran personas demacradas, de aspecto desgastado, emocionalmente entumecidos y cognitivamente deficientes. Sus reflejos de supervivencia desaparecieron y aparecieron como siluetas de personas. Estaban a un nivel más aún de los que sufrían agotamiento de combate, de ellos la mayoría murió.
Aquellos que sobrevivieron al Holocausto lo hicieron a través de una combinación de suerte e intensa determinación, esperanza y mantenimiento del significado en la supervivencia. Sin embargo, después de la guerra sufrieron una serie de enfermedades biológicas, psicológicas y sociales siendo sus tasas de morbilidad y mortalidad en las décadas siguientes más elevadas en comparación con el resto de la población.
Las secuelas psicológicas del Holocausto, por grandes que fueran, fueron denegadas durante veinte años. Aunque inicialmente sólo se reconocieron los síntomas físicos, con el tiempo fue evidenciado que los sobrevivientes del Holocausto sufrían una amplia cantidad de problemas.
Los sobrevivientes fueron atormentados por pérdidas irreconciliables, culpa del superviviente, rabia, desesperación, depresiones, enfermedades psicosomáticas y pérdida de significado y propósito, aunque intentaron encontrar significado en los matrimonios rápidos, tener hijos y trabajar duro.
Niños. Un millón y medio de niños judíos murieron en el Holocausto. Muchos de los que sobrevivieron estaban escondidos, separados de sus padres. Los niños sobrevivieron adormeciendo sus sentimientos, siendo supremamente obedientes y viviendo pacientemente día a día esperando un final milagroso de su sufrimiento.
Los niños de la posguerra tuvieron que lidiar con las pérdidas de sus sueños, y guardar silencio sobre sus experiencias de guerra, que, no reconocidos, todavía los impregnaban. Al igual que uno de los autores de esta obra (PV), el niño sobreviviente del Holocausto fue reconocido sólo en la década de 1990 cuando los niños estaban en sus cincuenta (Valent, 1994).
Los sobrevivientes de la segunda generación fueron muy influenciados por el Holocausto a través de sus padres. Llevaban emociones negativas, sensaciones, imágenes, juicios y actitudes que eran incomprensibles para ellos, ya que sus padres a menudo mantenían una conspiración de silencio sobre sus experiencias y lo que los niños significaban para ellos.
Los sobrevivientes de la segunda generación fueron muy influenciados por el Holocausto a través de sus padres. Llevaban emociones negativas, sensaciones, imágenes, juicios y actitudes que eran incomprensibles para ellos, ya que sus padres a menudo mantenían una conspiración de silencio sobre sus experiencias y lo que los niños significaban para ellos.
Los Criminales de guerra y sus hijos. Las malas relaciones familiares, la pobreza y la guerra son sustratos que pueden aprovechar el miedo, la privación, la presión grupal, la deshumanización y el oportunismo para cometer atrocidades que serían aborrecibles en circunstancias normales (Valent, 2020).
Esto fue una situación extrema vivida durante la Alemania nazi, pero también podría ocurrir en otros lugares, como las atrocidades que se documentaron en Vietnam.
Los hijos de los criminales de guerra tienen un dilema, pueden identificarse con sus padres y abuelos como algunos neonazis, o necesitan desvincularse dolorosamente de ellos.
Agresión Física, Violencia Doméstica y Violencia Sexual
En la década de 1980 se ha observado que millones de personas son víctimas de violencia en los Estados Unidos, anualmente se denunciaron dos millones de casos de abuso y negligencia infantil y 3,3 millones de niños fueron testigos de abuso del cónyuge. Las agresiones son traumáticas. Por ejemplo, las víctimas de violencia doméstica no sólo sufren las consecuencias físicas y psicológicas, sino también afecta a las creencias fundamentales de seguridad, confianza, autovaloración y puntos de vista de un universo moral.
En 2002, la Organización Mundial de la Salud estimó que 73 millones de niños y 150 millones de niñas menores de 18 años fueron abusados sexualmente. En los Estados Unidos, el 11% de las niñas y el 4% de los niños de las escuelas secundarias habían sido abusados sexualmente. En la universidad, una sexta parte de las mujeres universitarias eran víctimas de violación. La violencia sexual en los menores es especialmente traumática, ya que rompe la autoestima, la identidad, la intimidad, el amor y la creatividad, siendo incapaces de procesar conscientemente lo que les sucedió y las razones de sus intensos problemas. Incluso si sabían y se quejaban, los niños a menudo no han sido creídos y culpados por sus problemas.
La Muerte y el duelo
Todo el mundo necesita enfrentarse a la muerte, pero en las situaciones traumáticas descritas anteriormente, lo que es especialmente angustioso es su falta de sentido contextual.
En circunstancias normales, uno atraviesa las etapas de pérdida, choque, negación, depresión, dolor, y la aceptación. Las muertes traumáticas no tienen sentido, son absurdas, sin moralidad, sin honor o sin ser el final de una historia conmovedora. Tales muertes y duelos son difíciles de lamentar y aceptar. A menudo conducen a dolor patológico sin resolver, depresión, y una variedad de disfunciones físicas y conductuales.
Resumen
La literatura científica sobre diferentes situaciones traumáticas hizo hincapié en diversos aspectos de la angustia humana. La psiquiatría de combate hizo hincapié en la supresión y el revivir las circunstancias que amenazan la vida de los adultos mostrando cómo estas secuelas podrían mantenerse durante décadas.
La literatura sobre abuso sexual en la infancia hizo hincapié en los aspectos poco claros de fragmentos biopsicosociales del trauma y sus pronósticos. Junto con la literatura sobre el Holocausto, la literatura sobre abuso sexual infantil hizo hincapié en la profundidad y la omnipresencia generalizada de las consecuencias del trauma. La literatura sobre el Holocausto demostró tales consecuencias para influir en las generaciones posteriores.
Los temas comunes surgieron de diferentes situaciones traumáticas, así en primer lugar, cada situación traumática fue negada inicialmente para con posterioridad culpabilizar a las víctimas. Cuando se reconocieron, los síntomas físicos fueron los primeros en ser observados mientras que las consecuencias psicológicas se negaron hasta que eran demasiado obvias y numerosas para hacerlo.
Aunque las diferentes situaciones llevaban características particulares, por ejemplo, el combate destacó el TEPT y la pérdida puso de relieve la depresión, cada situación contenía un desfile de una amplia variedad de síntomas, que con el tiempo podrían generar una o más disfunciones físicas, psicológicas y/o sociales.
Cada situación traumática tendía a combinarse con otras para formar una cascada de consecuencias a lo largo del tiempo, lugares y personas. Además, estas consecuencias afectaron a dimensiones políticas, ideológicas y espirituales, así, un grupo étnico o religioso puede ser culpado por catástrofes particulares, como en el caso de Hitler que culpó a los judíos de la pérdida alemana en la Primera Guerra Mundial y de las consiguientes dificultades en Alemania.
La pandemia COVID-19 es otra situación traumática. Veamos cómo podemos aplicar el conocimiento de otras situaciones traumáticas a la actual.