1.2 La crisis bosnia y el camino hacia la guerra
El siguiente acontecimiento turbulento de la crisis ya presente en Europa fue la llamada crisis bosnia de 1908. Las tensiones étnicas y el aumento de las tendencias patrióticas nacionalistas ya estaban expandiéndose por todo el continente y eran particularmente visibles en los Balcanes, una zona con un trasfondo multiétnico y multirreligioso desde hacía siglos. Así que no resultó sorprendente que las tensiones repuntaran cuando Austria-Hungría decidió anexionarse unilateralmente Bosnia-Herzegovina, un territorio previamente ocupado por el Imperio Otomano.
La zona sufría una fuerte influencia austrohúngara ya desde 1878, tras el conflicto ruso con los otomanos y una serie de levantamientos contra su gobierno en los Balcanes. Austria-Hungría basaba sus reclamaciones sobre Bosnia en las llamadas Convenciones de Budapest de 1877, un acuerdo secreto entre Rusia y Austria-Hungría, que buscaba la división de territorios y poder en los Balcanes y el este de Europa.
La anexión que se produjo en 1908 se ajustó perfecta e intencionadamente con la declaración de independencia de Bulgaria del Imperio Otomano, que también se produjo en octubre de 1908. El acontecimiento provocó grandes protestas de todas las grandes potencias y especialmente de Serbia y Montenegro, vecinos de Austria-Hungría. La anexión tensionó enormemente las relaciones entre Austria y sus aliados y enfrió inmediatamente la relación con Serbia y otras etnias eslavas, especialmente las de la ocupada Bosnia. Rusia, constante protectora y aliada de su hermana nación ortodoxa y eslava que era Serbia, también enfureció. Así los Balcanes se ganaron rápidamente el epíteto del «polvorín de Europa».
Antes de esto, el gobierno otomano en los Balcanes, que duró sin oposición durante unos cinco siglos, se vio gravemente sacudido después de una serie de rebeliones y por el auge del nacionalismo. Los más importantes de estos conflictos fueron las guerras serbio-turcas de 1876-1878, también conocidas como las Guerras Serbias de Independencia. Las guerras se vieron precedidas por un levantamiento serbio en 1875 en Herzegovina, una chispa que se convirtió en un incendio de revueltas cristianas por todos los Balcanes. A esto le siguió una declaración de guerra de Serbia al Imperio Otomano en 28 de junio de 1876. Las primeras acciones se centraron en lo que hoy es el sur de Serbia y se caracterizaron por una serie de derrotas y retiradas por el bando serbio. Tras estas pérdidas iniciales, el gobierno serbio pidió a las grandes potencias europeas su mediación para una solución diplomática del conflicto. Esto ocasionó solo un mes de tregua, después del cual la guerra continuó. De todos modos, Serbia de nuevo siguió sin avanzar ante los atrincherados turcos. Su mala situación ocasionó la intervención de Rusia, que amenazó con entrar en la guerra contra los otomanos si estos no firmaban una tregua. Este ultimátum acabó en la práctica con la primera guerra serbio-turca.
Poco después, Rusia dio grandes ayudas financieras y militares a Serbia y esta última reanudó el conflicto en 1877, llevándolo a una segunda fase, conocida como la segunda guerra. Duró aproximadamente dos meses y esta segunda fase culminó con una victoria serbia decisiva, con ella liberaron buena parte de las tierras meridionales y expulsaron a muchos turcos y otros habitantes musulmanes de estas regiones. Después de la guerra, su resultado vino dictado por el Congreso de Berlín de 1878 liderado por el canciller alemán Otto von Bismarck, a través del cual Serbia consiguió una expansión territorial y un reconocimiento europeo como estado independiente. Sin embargo, el congreso no produjo ninguna solución duradera. Las tensiones entre Rusia y Austria-Hungría no hicieron más que aumentar aún más y llevaron a la inestabilidad europea general en vísperas de la Gran Guerra.
Capítulo II
La chispa que encendió la llama: El atentado de Sarajevo
2.1 La guerra en los Balcanes
El auge del nacionalismo eslavo en los Balcanes fue una gran carga para Austria-Hungría, que generó muchos problemas a tratar. El disgusto era más evidente en las considerables poblaciones de serbios en regiones ocupadas fuera de la propia Serbia, que sufrieron siglos de ocupación. Los siervos llevaban siglos viviendo en estas zonas: Montenegro, Dalmacia, la Frontera Militar Croata, las montañas Žumberak y Bosnia. Suyas eran las voces más altas de descontento, impulsadas por otras etnias eslavas sureñas más pequeñas. La región de los Balcanes sufrió aún más desestabilización después de 1908, con el inicio de la Primera Guerra Balcánica de 1912-1913, que hizo que las naciones balcánicas aliadas en la Liga Balcánica lucharan contra el debilitado y fragmentado Imperio Otomano.
Las guerras balcánicas fueron un desastre colosal para los otomanos, que ya se habían debilitado en las décadas anteriores y a los que se les llamaba popularmente «el enfermo de Europa» y no podían soñar con mantener su poder y la estabilidad en la región. La llamada Liga Balcánica incluía a Serbia, Bulgaria, Grecia y Montenegro, que estaban apoyados por Rusia y algunos voluntarios italianos. Por otro lado, el Imperio Otomano estaba apoyado por Austria-Hungría.
La frágil Liga Balcánica estaba interconectada solo por la promesa de expansión territorial de todos los estados implicados en ella y poco más. Las grandes potencias europeas trataron sin éxito de evitar este conflicto y estabilizar la región y en septiembre los ejércitos de ambos bandos se habían movilizado. Durando de octubre de 1912 a mayo de 1913, esta primera guerra se caracterizó por unos éxitos rápidos y arrasadores de la Liga Balcánica. Aunque numéricamente inferior al principio, la liga tenía importantes ventajas sobre los otomanos. Aunque costosa en bajas para todas las partes implicadas, la Guerra fue de todos modos una victoria complete de la Liga Balcánica y un fracaso completo para los otomanos en Europa. Estos últimos perdieron un increíble 83% de sus territorios en Europa y más de la mitad de su población europea.
Inmediatamente después se produjo al Segunda Guerra Balcánica, en 1913 y duró solo 33 días. Estalló después de que Bulgaria (insatisfecha con sus ganancias territoriales) se enfrentara a sus antiguos aliados, Serbia y Grecia, y declarara la guerra. La región de Macedonia fue la mayor fuente de insatisfacción, estando la mitad bajo influencia búlgara y la otra mitad siendo la región de la Antigua Serbia. Además, la creación de una Albania independiente tras la primera guerra era una gran amenaza y un problema para los serbios. Los búlgaros empezaron la segunda guerra el 29 de junio de 1913 lanzando una ofensiva a gran escala contra Grecia y Serbia. Luego Rumanía entró en el conflicto contra Bulgaria, después de varias disputas territoriales. Después de un breve conflicto y una serie de derrotas, Bulgaria perdió la guerra y varios de los territorios previamente ganados. La segunda guerra desestabilizó todavía más la región y creó el escenario para una guerra aun mayor que pudo consumir a toda Europa.
2.2 Un grito de libertad
Al año siguiente, se produjo un acontecimiento crucial que fue la gota que colmó el vaso: el asesinato del archiduque Francisco Fernando. El heredero del Imperio Austrohúngaro, junto con su esposa Sofía, la duquesa de Hohenberg, visitaban la capital de Bosnia: Sarajevo. Esto se produjo el 28 de junio de 1914, una fecha de gran importancia nacional y religiosa para el pueblo serbio.
Al año siguiente, se produjo un acontecimiento crucial que fue la gota que colmó el vaso: el asesinato del archiduque Francisco Fernando. El heredero del Imperio Austrohúngaro, junto con su esposa Sofía, la duquesa de Hohenberg, visitaban la capital de Bosnia: Sarajevo. Esto se produjo el 28 de junio de 1914, una fecha de gran importancia nacional y religiosa para el pueblo serbio.
Un grupo de seis revolucionarios conspiraba para asesinar al archiduque en esta fecha tan señalada. Eran: Gavrilo Princip (Гаврило Принцип), Cvjetko Popović (Цветко Поповић), Trifko Grabež (Трифко Грабеж ), Muhamed Mehmedbašić (Мухамед Мехмедбашић), Nedeljko Čabrinović (Недељко Чабриновић) y Vaso Čubrilović (Васо Чубриловић), todos miembros del grupo yugoeslavista conocido como Mlada Bosna (Joven Bosnia). La ideología dominante de este movimiento revolucionario era la unificación de todos los pueblos eslavos del sur (yugoslavos) y su liberación de siglos de opresión extranjera. La anexión de Bosnia, que se había producido unos años antes, era una de las causas principales de descontento entre los activistas. Creían que el asesinato ayudaría a los territorios oprimidos del sur eslavo a acabar con la ocupación y a unirse en la nación paneslava del sur, Yugoslavia. La sociedad secreta militar serbia conocida como Црна Рука (la Mano Negra), cuyos objetivos eran asimismo la unificación de los pueblos eslavos del sur bajo una sola bandera, formó en secreto a los seis revolucionarios y les proporcionó pistolas y granadas.
El archiduque y su esposa, junto con su séquito, se movían por Sarajevo usando un automóvil descapotable abierto Gräf & Stift 28/32 PS Double Phaeton, que era el tercer vehículo de la columna. En el día del desfile, se había acordado que la protección militar en torno a ciudad disminuiría, ya que se consideraba que una fuerte presencia militar perjudicaría a los ciudadanos leales en la ciudad. Así que se dejó la protección a cargo de la policía de la ciudad y no al ejército. Fue solo unos de los varios fallos sutiles que se produjeron ese día y que actuaron a favor de los conspiradores.
El primer atentado contra la vida del archiduque se produjo a las 10:10 de la mañana: mientras el cortejo de vehículos pasaba, los primeros dos asesinos, Čubrilović y Mehmedbašić, no fueron capaces de actuar. Luego el cortejo llegó a Čabrinović, que decidió actuar y lanzó una granada al coche del archiduque. La bomba rebotó y explotó bajo el siguiente vehículo, hiriendo a numerosos espectadores, pero sin dañar al objetivo. Čabrinović trató de suicidarse ingiriendo cianuro y saltando al río. Ambos intentos fracasaron: el veneno no estaba en buen estado y solo le indujo al vómito, mientras que el río llevaba menos agua que nunca. Mojado y con náuseas, fue rápidamente detenido por la policía después de recibir una seria paliza de la multitud.
Entonces el coche del archiduque trató de dirigirse al ayuntamiento, siguiendo el plan de dar allí un discurso. Aunque visiblemente nervioso y afectado, Francisco Fernando acabó dando el discurso a la multitud allí reunida, aprovechando la oportunidad para mencionar el intento de asesinato mientras se dirigía al pueblo de Sarajevo: «Veo en vosotros una expresión de alegría por el fracaso del intento de asesinato» A esto le siguió una discusión entre él y los miembros del cortejo sobre qué hacer a continuación. Mientras algunos miembros del séquito del archiduque temían más intentos de asesinato, el gobernador general de Bosnia, Oskar Potiorek, insistía en no era posible que hubiera más asesinos en la ciudad y que el intento había terminado. Así que el cortejo se dirigió hacia el hospital de la ciudad, para visitar a los heridos menos de una hora antes.
Aunque la intención era evitar el centro de la ciudad y seguir por un espacio más abierto, hubo una incomunicación entre los conductores que hizo que el cortejo se desviara por error y se dirigiera hacia el centro. Después de dar ese indeseable giro, el cortejo se encontró de frente con la posición de Gavrilo Princip, uno de los conspiradores, que se había trasladado allí después del primer intento fallido. Por casualidad, se encontraba en una posición perfecta de espera y vio el tercer coche del archiduque y su esposa aproximándose directamente a él, así que disparó dos balas a quemarropa. La primera dio en la vena yugular del archiduque Francisco Fernando, mientras la otra daba en el abdomen de su esposa. Ambos murieron a las 11:30 de esa misma mañana.
Las implicaciones políticas y la consiguiente agitación tras el asesinato fueron importantes. Austria-Hungría quedó enormemente consternada y al mes siguiente se produjo el inicio de la llamada Crisis de Julio, un periodo de intensas tensiones diplomáticas entre las grandes potencias de Europa, que fueron conduciendo rápidamente a la guerra. La crisis culminó con la presentación de Austria del Ultimátum de Julio a Serbia: una serie de reclamaciones que resultaban absurdas a propósito. El papel de ultimátum era servir como provocación para una guerra con Serbia, a quien Austria suponía implicada en el asesinato y entrometida en los asuntos de Bosnia. Después de recibir el ultimátum y rechazar todas las reclamaciones de la lista, Serbia ordenó una movilización completa de su ejército. Al no ser aceptado el ultimátum en su totalidad, Austria ordenó una movilización parcial, rompió todas las relaciones diplomáticas y acabó declarando la guerra a Serbia el 28 de julio de 1914, embarcando al mundo en una guerra global.
Capítulo III
Empieza la Gran Guerra
3.1 El ultimátum
Los sentimientos en Austria-Hungría tras el asesinato fueron muy diversos. No hubo muchos que lamentaran la muerte de Francisco Fernando; de hecho, los ciudadanos de Viena siguieron con su vida cotidiana sin inmutarse. Incluso el emperador Francisco José, aunque algo perturbado por la muerte de sus herederos, no se vio afectado, pues se supo que no se llevaban muy bien. Llegó hasta el punto de no interferir en la decisión que había que tomar: dejó eso a su ministro de exteriores, Leopold Berchtold, y a su Jefe de Estado Mayor, Franz Conrad von Hötzendorf. Ellos y los demás ministros vieron el asesinato como la ocasión apropiada para eliminar de una vez por todas toda pretensión e interferencia que Serbia pudiera ejercer sobre Bosnia, apropiándose así de la región. Para toda la élite y los oficiales austriacos la guerra era una magnífica oportunidad, algo a lo que no había que renunciar.
Así que la opinión que prevalecía en la cumbre del gobierno de Austria era la de una guerra inmediata contra Serbia. El mariscal de campo Conrad von Hötzendorf era el más importante defensor de la guerra, con un deseo de acabar de una vez con Serbia como posible oponente. Es conocido que dijo; «Si tienes una víbora venenosa en el tobillo, le aplastas la cabeza, no esperas a que te pique». Así que la decisión se tomó poco después y se redactó un ultimátum. Un ultimátum cuyas reclamaciones eran bastante absurdas. Se presentó al gobierno serbio el 23 de julio por el embajador austriaco en Belgrado, el barón Giesl Von Gieslingen.
El gobierno serbio se encontró en una situación sin salida, enfrentándose a un ultimátum imposible de aceptar a propósito. Al no disponer del apoyo necesario de las grandes potencias aliadas, los oficiales serbios, junto a rey, hicieron todo lo posible para llegar a un compromiso, con la esperanza de no enfrentarse de nuevo a Austria-Hungría. Los miembros del gobierno se reunieron al día siguiente y después de una larga reunión, redactaron una respuesta. La mayoría de las fuentes dicen que en su respuesta aceptaban todas las condiciones, salvo una, el que era el punto 6, que reclamaba que la policía austriaca pudiera actuar libremente en Serbia. Otros investigadores argumentan que, aunque los serbios sí aceptaron algunas condiciones, su compromiso era de tal tipo que básicamente eran rechazos educados y formales. De todos modos, la naturaleza del ultimátum estuvo clara desde el principio. Lo ofensivo y degradante que era para Serbia el ultimátum se muestra muy bien en esta carta, con fecha 24 de julio y enviada al zar de Rusia Nicolás II por el regente serbio Alejandro: