MEMORIA Y UTOPÍA:
LA PRIMACÍA DE LA INTERSUBJETIVIDAD
Luisa Passerini
Traducción
Inmaculada Miñana
Josep Aguado
UNIVERSITAT DE VALÈNCIA 2006
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Título original: Memoria e utopia. Il primato dellintersoggetività
© Bollati Boringiheri editore, 2003
© Luisa Passerini 2006
© De la presente edición: Publicacions de la Universitat de València y Editorial Universidad de Granada, 2006
© De la traducción: Inmaculada Miñana Arnao y Josep Aguado Codes
© De la imagen de la cubierta: Manolo Valdés, VEGAP 2006
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NOTA AL TEXTO Y AGRADECIMIENTOS
El primer ensayo de esta recopilación está basado en una ponencia presentada en el congreso «Frontiers of Memory» celebrado en Londres en septiembre de 1999; un versión en inglés está pendiente de publicación en el volumen editado por Kate Hodgkin y Susannah Radstone, Contested Pasts: The Politics of Memory, previsto para el 2003 en la editorial Routledge. La presente versión es el resultado de una reelaboración posterior a dos seminarios en los que se han tratado las ideeas expuestas en este ensayo: en el Oral History Programme de la Universidad de California, Berkeley, en el otoño de 2001, y en el Instituo de Psicoterapia Psicoanalítica de Turín, en enero de 2002. El segundo ensayo está basado en una ponencia presentada en la IV Conferencia europea de investigación feminista, que tuvo lugar en Bolonia, en septiembre de 2000, y en un seminario organizado por el Instituto Gramsci de Florencia en el noviembre siguiente. El tercero deriva del trabajo hecho para organizar una serie de seminarios y dos talleres (junto a Bo Stråth, Peter Wagner y Paul Ginsborg) en el Instituto Universitario Europeo de Florencia, en el período de 1998 a 2000; una versión inglesa ha sido publicada en «Thesis Eleven», 68, febrero de 2002. Mientras que estos tres primeros ensayos no se habían publicado en italiano, los dos últimos están basados, en parte, en escritos que ya han aparecido en Italia, respectivamente en el volumen Identità culturale europea. Idee, sentimenti, relazioni, editado por mí en La Nuova Italia, Florencia 1998, y en «Agalman», 2, 2002.
Quiero expresar mi gratitud a todos los que en diferentes circunstancias han hecho comentarios y críticas a propósito de estos escritos. Especialmente quisiera dar las gracias a Antonis Liakos por haberme indicado los escritos de Georgios Theotokas, a Augusta Dimou por haberme traducido algunos en inglés, y a Ron Grele, Rosalind Del Mar, Anna Nadotti, Paola Pallavicini y Richard Waswo por algunas indicaciones bibliográficas. Dar las gracias finalmente a Liliana Ellena, Thomas Jorgensen, Kostis Kornetis y Polymeris Voglis (al que también quiero reconocer su labor como asistente de investigación sobre estos temas) que han discutido algunas primeras versiones.
Estoy, además, especialmente agradecida a los comentarios y a las críticas provenientes de los estudiantes de mis seminarios sobre la historia de la subjetividad, impartidos entre los años 1994-2001, en el Departamento de Historia y Civilización del Instituto Europeo de Florencia, y en el Departamento de Estudios Italianos de la Universidad de California de Berkeley, y también de los participantes en el Advanced Oral History Summer Institute de agosto de 2002 en Berkeley.
Los tres primeros ensayos, escritos originariamente en inglés, han sido traducidos por Stefania De Franco, que también ha sido responsable de las correspondencias bibliográficas: quisiera expresarle mi cálida gratitud por la inteligencia y la alegría con que ha desarrollado estas tareas.
Quiero, finalmente, dar las gracias a Alfredo Salsano, que ha animado y apoyado la reelaboración de estos escritos y del contexto conceptual en el que se sitúan.
INTRODUCCIÓN
LA PRIMACÍA DE LA INTERSUBJETIVIDAD
En los últimos quince años ha habido importantes cambios en el debate internacional sobre la subjetividad como categoría conceptual para las ciencias histórico-sociales. Esto me ha movido a revisar mi propia trayectoria y a descubrir en ella transformaciones que indican una correspondencia entre historia individual e historia colectiva. En Storia e soggettività (que recogía mis trabajos sobre estos temas entre 1976, cuando comenzaron mis investigaciones sobre la fuente oral, y 1988, cuando el volumen fue publicado), las preocupaciones principales eran la relación entre oralidad y escritura, la especificidad de la memoria oral, la naturaleza de la autobiografía y el estatuto de la historia; otros temas eran la relación entre historia y memoria y el uso de las fuentes orales en la investigación y en la didáctica, pero también la evaluación de lo individual en sus relaciones con, y en su independencia de, lo colectivo. Mis intereses han sido otros en el periodo posterior a este libro, y han dado lugar a ulteriores y diversas reflexiones sobre el tema de la subjetividad y del sujeto que quisiera resumir aquí bajo la forma de un balance ego-histórico. Asumo como punto de referencia para este examen la posiciones adoptadas en 1991 en mis colaboraciones en un volumen colectivo (Passerini, 1991b y 1991c) que agrupaba una serie de ponencias presentadas en 1988-89, durante los seminarios de la Sección de Historia social del Departamento de Historia de la Universidad de Turín, dirigida en aquel tiempo por Guido Quazza.
Sigue siendo válido, según mi opinión, el esquema que presentaba como base para el estudio del problema del sujeto desde una perspectiva histórica y que he mantenido durante mi docencia en diversas universidades de Italia y del extranjero en el último decenio. Tal esquema prevé tres áreas de significado de la subjetividad en el ámbito histórico, que debemos reconocer y estudiar. «Reconocer» me parece el término más adecuado, ya que el sujeto y la subjetividad siempre han estado presentes en la historia (incluso cuando la historia no siempre ha sido capaz de verlos, como hubiera sido su deber) tanto en las acciones y en las producciones de los seres humanos, como en sus formas de pasividad y sufrimiento; así pues, el debate sobre la subjetividad sólo puede enorgullecerse de haber reconocido, por fin, lo que debía haberle sido evidente desde hace tiempo.
El primer significado de «subjetividad» en el ámbito historiográfico responde a la pregunta: ¿quiénes son los sujetos de la historia, y cómo se explicita su capacidad de decisión? Estos sujetos son los individuos, pero también los sujetos colectivos, tales como la familia y los parientes, la nación, la etnia o la «raza», la clase, el género sexual, la generación o el grupo de edad, así como el partido, la asociación religiosa o sindical, y también la corporación, la región, el continente; se añadirán otros, a medida que la historiografía reconozca formas de decisión e imaginación compartida y la relación entre subjetividad individual y colectiva (con anterioridad había concedido, de manera prioritaria, pleno reconocimiento a las formas de subjetividad organizada). Incluso la manera cómo los seres humanos se convierten en sujetos de la historia se sitúa en esta área. A menudo, la historiografía ha prestado una atención especial a comportamientos considerados imitativos o inducidos, por ejemplo en la relación entre las clases bajas y las clases altas, en lugar de estudiar el entramado de autonomía y heteronomía, de libertad y condicionamiento, y también de conciencia y semiconsciencia, que dan lugar a itinerarios colectivos e individuales, a estrategias y prácticas de diversa naturaleza.
El segundo significado de subjetividad se refiere a su carácter de patrimonio heredado y continuamente renovado, un campo que he definido en alguna ocasión como de «subjetividad acumulada» y hunde sus raíces en las representaciones colectivas de Emile Durkheim, de la mentalidad de los «Annales», de la memoria colectiva de Maurice Halbwachs. Es el campo de la identidad y del imaginario, como formas de subjetividad compartida a través del tiempo y del espacio. Dadas las acusaciones de reificación lanzadas contra los conceptos de mentalidad y representación, quisiera subrayar los aspectos de producción o actividad cultural que caracterizan esta área: lo que se hereda no se puede reivindicar si no es sometido a innovaciones, y en este proceso el elemento creativo se entrelaza inevitablemente con el repetitivo, aunque uno de los dos prevalezca según los casos, y uno se pueda trasmutar en el otro. En esta área se incluyen también el mito y su tradición de sentido variable a través de distintas épocas y distintos destinos individuales.
La tercera área de significados se refiere a la subjetividad de los historiadores y a la intersubjetividad. La atención a la primera ha dado en los últimos quince años un género específico, la ego-histoire, impulsado por Pierre Nora en 1987 en Francia y recientemente renovado desde una perspectiva europea (Passerini y Geppert, 2001). La diferencia entre las dos recopilaciones de ego-histoires no sólo se caracteriza por el paso de una dimensión nacional a una continental, sino también por el paso de una dimensión individual a una generacional. Considero el término ego-histoire como el resultado de la actitud adoptada por los historiadores al reflexionar sobre las conexiones entre el patrimonio que constituye la historiografía como disciplina y sus preferencias en el ámbito histórico. Este patrimonio es una especie de subjetividad colectiva, que en gran parte se puede considerar como un herencia de padres (sobre la naturaleza masculina de la historia véase Passerini y Voglis, 1999), conformada por las subjetividades individuales y que a su vez las conforma. En la ego-histoire el aspecto autobiográfico está estrechamente ligado a (aunque no es reducible a él) un aspecto metahistórico y metodológico, gracias al cual, los historiadores se distancian de la reconstrucción autobiográfica y analizan las razones de su elección de método y de objeto.
En este esquema, la intersubjetividad se refiere sustancialmente a las relaciones entre varias generaciones de historiadores y a la naturaleza interindividual del saber, y también, a la especificidad de la relación didáctica (Passerini, 1991c). Resulta significativo que ésta comparezca solamente desde el punto de vista del sujeto que investiga y escribe. Aunque yo quiera mantener el esquema expuesto en sus líneas esenciales, renovándolo, el tema de la intersubjetividad constituye el eje de las modificaciones efectuadas en el periodo más reciente y debe ser contemplado a la luz de estos cambios. Sin embargo, no se trata de un rechazo del pasado, sino de una reformulación que, iluminándolo con una nueva luz, lo enriquece.
En el esquema originario, había puesto el acento sobre todo en la importancia del sujeto individual, ya que me parecía que éste era el más descuidado por la historiografía y por las ciencias sociales existentes. Además, quería insistir sobre el carácter del individuo como único y verdadero portador de subjetividad entendida en sentido pleno, incluyendo de este modo, a parte de los aspectos intelectuales y culturales, el aspecto psicológico, al menos en lo relativo al concepto de inconsciente (siempre he reconocido la importancia del imaginario colectivo, pero no del inconsciente colectivo). Esta insistencia estaba también ligada al deseo de subrayar la aportación de los historiadores, en tanto que individuos, y de acentuar, en la dimensión del genero sexual, la aportación de la historiadora, en tanto que individuo. Sólo en los últimos años mis estudios me han hecho apreciar cada vez más la relación con el otro como constitutivo de uno mismo, particularmente en lo que se refiere a la identidad europea (véanse los dos ensayos de la segunda parte), y la intersubjetividad como fundamental en la constitución de cada forma de sujeto y de subjetividad.
Los cambios acaecidos en el debate general sobre la subjetividad van precisamente en esta dirección. Esto resulta evidente sobre todo en la teoría feminista (véase Convertirse en sujeto en la época de la muerte del sujeto), que ha venido explorando y evaluando las relaciones entre los sujetos, tanto en el sentido de la constitución del sujeto individual, como en el sentido de la fundación del pacto social. Como ha observado Wendy Hollway (1989) se ha pasado de la influencia de Lacan y Foucault a la de Melanie Klein, con su acento sobre las relaciones entre las personas en lugar de las que se dan en el interior del individuo como lugar de negociación de significados. Algo parecido se encuentra en el último libro de Juliet Mitchell (2000) que reivindica la importancia primaria (infravalorada hasta el momento), en la formación del sujeto, de las relaciones entre iguales, hermanos y hermanas, frente a la importancia de la relación entre padres e hijos.
Obviamente, la intersubjetividad, siempre había estado presente en mis trabajos, en tanto que constituía el fundamento de los testimonios orales, cuya recopilación en los años setenta originó mi reflexión sobre la subjetividad (dirigida después a otros terrenos, como los de la identidad europea y los de la relación entre identidad y emoción dentro de una crítica del eurocentrismo). Me daba cuenta de que la intersubjetividad era el fundamento, tanto de la interpretación como de la creación de la entrevista, ya que la narración y su sentido se generan en contextos de intercambio. La fundación de la memoria oral reside, precisamente, en el hecho de que la investigación asume un tejido de narraciones preexistentes a la entrevista como expresión de una intersubjetividad respecto a la cual, los investigadores deben encontrar el modo de acceder y de registrarla; a esto me refería usando expresiones como «espacios discursivos», por ejemplo, de mujer, en mi primer trabajo con las fuentes orales (Passerini, 1984). Sin embargo, no saqué todas las consecuencias de este conjunto de factores para la concepción del sujeto y de la comunicación intersubjetiva. Por usar la expresión de Hans Blumenberg (1985), es una línea de comunicabilidad intersubjetiva que hace posible narrar y renarrar ciertas partes del mundo, una línea conectada con las capacidad humana de inventar mitos e historias, pero también de recibirlos o hacerlos suyos y realizarlos.
El carácter intersubjetivo se encuentra presente en un término que se ha consolidado en los últimos años en el ámbito de varias disciplinas: la expresión «memory work», trabajo de memoria, para indicar la potencialidad de la intersubjetividad rememorante o del recuerdo intersubjetivo. Frigga Haug (2000) ha considerado como «método sociológico» el adoptado por un grupo de mujeres de edad entre veinte y sesenta años para escribir, en tercera persona, sobre el tema: «una situación en la que he sentido miedo»; el proceso colectivo de reinterpretación ha hecho emerger el carácter sexuado del miedo y ha permitido ir más allá de la superficie de la memoria escrita. El «trabajo de memoria» llevado a cabo por un grupo de doctorandos y por Richard Johnson en el Centre for Contemporary Cultural Studies de la Universidad de Birmingham trataba sobre el tema de la popularidad del nacionalismo: cada participante debía escribir un episodio personal asociado con este tema. Las historias recogidas muestran el entrelazamiento de política e historia y el carácter intersubjetivo de la memoria personal. Uno de los objetivos de este trabajo de memoria era plantear la discusión sobre los estilos dominantes de escritura académica y sobre las jerarquías académicas de competencia (Clare y Johnson, 2000). El trabajo intersubjetivo de memoria muestra así su potencial para crear lugares de resistencia e innovación respecto a las instituciones y las formas de saber. Finalmente, el carácter intersubjetivo de la memoria individual queda demostrado también por el trabajo de memoria realizado en el área límite de la «autobiografía revisionista», es decir, por una reflexión crítica sobre el propio ejercicio autobiográfico como el realizado por Annette Kuhn (2000). Las disciplinas de origen de estos ejemplos, sociología, historia y literatura, muestran la polivalencia del método.