50 En esta «Página de la mujer» dirigida por Ana María Martínez Sagi llegarían a colaborar, pese a su corta existencia, algunas de las escritoras más importantes de la época, desde Carmen de Burgos a Concha Espina, además de la propia Elisabeth Mulder.
51 El escritor Julià Guillamon, en su espléndida biografía Lenigma Arquimbau (Ediciones Comanegra), lanza la hipótesis, muy verosímil, de que estos personajes estén inspirados en Elisabeth Mulder y Ana María Martínez Sagi. Y es que Al marge (como otras obras de Rosa Maria Arquimbau) puede leerse como un roman à clef sobre los ambientes culturales barceloneses.
52 Ana María Martínez Sagi nos regaló un ejemplar de Inquietud anotado de su puño y letra, en el que este extremo queda sobradamente demostrado. Hemos recuperado, en notas a pie de página, estos comentarios manuscritos a los poemas de Inquietud que incluimos en nuestra antología.
53 Inquietud, a diferencia de Caminos, fue recibido displicentemente por la crítica. Sólo Elisabeth Mulder (bajo el seudónimo de Elena Mitre) lo ensalzó en una recensión publicada en la revista Lecturas. Allí leemos: «Estos de Ana María Martínez Sagi son versos auténticos de auténtico poeta. Esta muchacha abrileña, proustiana jeune fille en fleur por la gracia de sus años tiernos, pero fémina madurada a soles de emoción por la plenitud de su espíritu intuitivo (de ésos que nacen viejos), ha reunido bajo el título nervioso de Inquietud un interesantísimo ramillete de sensaciones, de vibraciones polifacéticas que van desde el rojo sangre de la pasión hasta el gris neblina del spleen, pasando por todos los azules del ensueño. [] Ana María Martínez Sagi es una espléndida bebedora de vida; a grandes sorbos, a pequeños sorbos; en primitiva violenta, en dilettante exquisita, ella capta, asimila, caza y aprisiona cada partícula de vida, cada átomo, cada corpúsculo, cada célula de vida y va formando con ellos su amalgama artística, su miel de abeja lírica, su polen de flor poética, su sensibilidad de emotiva, su filosofía de pensadora, su romance de amorosa, su ironía de escéptica, su sonrisa de ilusionada, su amargura de mujer».
54 Nosotros, en cambio, nos permitimos sospechar que la pasión de Ana María Martínez Sagi llegó a resultar abrumadora para Elisabeth Mulder. Otras personas que conocieron a nuestra autora nos han indicado que había algo enfermizo en su obsesión por la autora de La historia de Java.
55 No habría que descartar que Josep Sunyol i Garriga interviniese en su favor. Por entonces, era alcalde el médico y escritor Jaume Aiguader i Miró, de Esquerra Republicana. Más o menos por estas mismas fechas consigue plaza en el Ayuntamiento otra colaboradora habitual de La Rambla, la mencionada Rosa Maria Arquimbau, que trabajó como secretaria (y fue amante) de Joan Casanovas, regidor del Ayuntamiento y más tarde presidente de la Generalitat.
56 También Anna Murià y Maria Teresa Vernet, las socias más ilustres del Club, dimiten de sus cargos por estas mismas fechas.
57 En un artículo titulado «La crisi de lesport», publicado en La Rambla el 15 de abril de 1935.
58 Crónica, núm. 250, 26 de agosto de 1934.
59 Braulio Solsona (1896-1981) fue, además de periodista, un destacado político. Secretario de Lluis Companys y de Carlos Esplá en el Gobierno Civil de Barcelona, fue luego él mismo gobernador, durante los dos primeros años de la República, de Burgos, Huelva (donde detuvo al general José Sanjurjo cuando trataba de huir a Portugal) y Alicante. En 1935 ingresó en el Partit Republicà dEsquerra, sección catalana de Izquierda Republicana, la formación fundada por Azaña, y tras las elecciones de 1936 fue nombrado gobernador de Valencia. Al acabar la Guerra Civil se exilió en París.
60 No hemos podido constatar, sin embargo, que llegase a mandar crónicas a este diario.
61 Así ocurre, especialmente, con la pieza «Confesiones de Sor Bruna Esperanza», publicada el 14 de agosto de 1936, que incluimos en nuestra selección. Las crónicas solían acompañarse de fotografías que también realizaba nuestra autora.
62 Sospechamos que se refiere a Elisabeth Mulder, a quien, desde luego, no se puede calificar de escritora de «auténtico espíritu republicano». Puede que, mediante esta extraña alusión, Ana María Martínez Sagi estuviese tratando de proteger a la mujer que siempre amó, o, por el contrario, lanzándole una amenaza velada, hija del despecho. Elisabeth Mulder se pasó la guerra atenazada por el miedo a los asaltos de los milicianos, enferma de nefritis y protegida por el pabellón holandés.
63 Así firmaba Baltasar Pocurull i Miró, un oscuro periodista y escritor del que casi nada se sabe. Pío Baroja lo menciona en sus memorias, Desde la última vuelta del camino, recordando la osadía de un «escritor joven llamado Baltasar P. Miró», quien habría tildado de «fandanguillos» sus libros. Exiliado en Santo Domingo, publicará Cartones de la frontera, una breve obra dedicada a alabar la postura que el dictador Trujillo mantenía en su conflicto con Haití. Luego emigra a Colombia y Argentina, donde concluye trágicamente su inquieta existencia en 1947.
64 En un artículo posterior, «El Consejo de Aragón por encima de todo», publicado en Nuevo Aragón el 1 de mayo de 1937, Ana María se quejará de los muchos obstáculos con que se ha tropezado en sus labores reporteriles en el frente. Hemos incluido este artículo en nuestra antología.
65 Son muchos los periódicos, tanto de Madrid como de Barcelona, que se hacen eco del percance en su edición del 10 de octubre de 1936.
66 Hemos encontrado esta solicitud en el llamado Centro Documental de la Memoria Histórica, en Salamanca. Nos faltan datos para poder explicar esta extraña actitud, pero parece evidente que la lealtad de Ana María a la causa libertaria era titubeante, siquiera en aquellos días. O tal vez se trataba de un movimiento desesperado, ante la imposibilidad de publicar en medios controlados por los anarquistas. Que apenas quince días más tarde ya estuviese en Caspe, convertida en una de las firmas más destacadas de Nuevo Aragón, demuestra que todo en aquellos días se regía por criterios ininteligibles. Y también que nuestra autora estaba por entonces algo aturullada.
67 Arturo Muñoz, sobrino nieto de nuestra autora, nos ha confiado que su padre, Carlos Muñoz, recordaba algunas visitas de su tía Ana María al colegio de Toulouse donde estudiaba, antes de que hubiese concluido la Guerra Civil. Podría tratarse, desde luego, de un falso recuerdo, pero nos parece un testimonio muy digno de consideración.
68 La narración de su marcha, que desgrano más detenidamente en mi obra Las esquinas del aire, es completamente verosímil. Sin embargo, sigue sin convencerme que Ana María permaneciese durante año y medio en Barcelona sin dejar rastro de actividad alguna, tanto periodística como política, y sin reincorporarse a su puesto de secretaria en el Ayuntamiento. He de confesar con cierta tristeza que algunas de las anécdotas que Ana María me refirió entonces y que yo incluí en aquel libro juvenil eran apócrifas o sazonadas de hipérboles favorecedoras. No nos extrañaría que también hubiese embellecido su marcha de España, que pudo ser anterior, coincidiendo con el desmantelamiento del Consejo de Aragón. Durante su largo exilio, Ana María sin duda «adornó» algunos aspectos de su biografía, con el propósito muy comprensible de conseguir trabajos académicos que de otro modo tal vez le habrían sido negados; y a su regreso a España siguió sosteniendo algunas bellas falsedades. En este prólogo hemos evitado repetirlas; y hemos incorporado muchos datos, fruto de nuestras pesquisas nunca interrumpidas a lo largo de dos décadas, que Ana María nos ocultó o simplemente obvió.
68 La narración de su marcha, que desgrano más detenidamente en mi obra Las esquinas del aire, es completamente verosímil. Sin embargo, sigue sin convencerme que Ana María permaneciese durante año y medio en Barcelona sin dejar rastro de actividad alguna, tanto periodística como política, y sin reincorporarse a su puesto de secretaria en el Ayuntamiento. He de confesar con cierta tristeza que algunas de las anécdotas que Ana María me refirió entonces y que yo incluí en aquel libro juvenil eran apócrifas o sazonadas de hipérboles favorecedoras. No nos extrañaría que también hubiese embellecido su marcha de España, que pudo ser anterior, coincidiendo con el desmantelamiento del Consejo de Aragón. Durante su largo exilio, Ana María sin duda «adornó» algunos aspectos de su biografía, con el propósito muy comprensible de conseguir trabajos académicos que de otro modo tal vez le habrían sido negados; y a su regreso a España siguió sosteniendo algunas bellas falsedades. En este prólogo hemos evitado repetirlas; y hemos incorporado muchos datos, fruto de nuestras pesquisas nunca interrumpidas a lo largo de dos décadas, que Ana María nos ocultó o simplemente obvió.
69 Este documento, como los citados inmediatamente antes, se halla en el expediente de depuración de Ana María Martínez Sagi, que puede consultarse en el Archivo Municipal de Barcelona.
70 La traducción es nuestra. Otros testimonios detallados sobre esta etapa de su vida pueden encontrarse en Las esquinas del aire. (En busca de Ana María Martínez Sagi).
71 Y aparecidas, respectivamente, el 2 de agosto de 1969 y el 9 de enero de 1971.
72 Sin duda, con esta referencia elusiva se está dirigiendo a Elisabeth Mulder, cuya casa en el paseo de Bonanova rondó en repetidas ocasiones durante este año de estancia en Barcelona. Aunque Mulder llegó a recibirla en alguna ocasión (Ana María nos regaló ejemplares de varias novelas de su escritora amada con dedicatorias autógrafas fechadas en 1969), nos consta que acabaría tratándola con cierto desapego, incluso instruyendo al servicio para que la despachase con excusas poco convincentes.
73 Todos los documentos en los que se resuelve la petición de Ana María Martínez Sagi se hallan en el Archivo Municipal de Barcelona.
74 Xavier Juncosa i Gurguí, en su valioso ensayo «Anna Maria Martínez Sagi: una dona sense encaix», aparecido en Modilianum. Revista dEstudis del Moianès (2.ª época, número 45, segundo semestre de 2011), describe someramente la vida de nuestra autora en Moià, donde permaneció durante casi dos décadas. Para entonces, Ana María se había convertido en una mujer esquiva y gruñona, sin apenas relación con los vecinos, que constantemente se quejaba ante el juez de paz de la localidad de sus vecinos, por lo común, por naderías sin importancia. Casi nadie en el pueblo sabía que había sido una celebridad en otro tiempo; y casi todos la consideraban insoportable. Sólo salía de casa para asistir a los conciertos de verano, o para pasar las tardes en la biblioteca pública.
ANTOLOGÍA POÉTICA
I. Poemas publicados en libro
De CAMINOS (1929)
ALAS DE LUZ
Alas de luz en el alma,
inquietud en las pupilas,
y en el corazón la llama
de la piedad encendida.
Perdonando tus ofensas,
hermano, tus injusticias,
el daño de tus afrentas,
la burla de tus mentiras.
Así voy por los caminos
tortuosos de la vida,
besando, noble, la mano
ingrata que me castiga.
Una rosa de bondad
ofrezco por cada espina,
un beso por cada agravio,
un canto por cada herida.
¡Así voy por los caminos
e iré hasta caer vencida!
(Por cada gota de sangre
un reguero de luz viva).
Y cuando la Parca venga
le diré: «¡Pálida amiga!
¡Me voy contenta! Di todo
lo bueno que en mí había».
LUZ Y BARRO
Hoy traigo en las pupilas
la dulce claridad de la mañana.
El sol que se adormece en los caminos
está en mi alma.
¿No me veis fulgurar como una estrella?
¿No estoy hecha de luz como una llama?
Tengo el espíritu claro
y casta la mirada.
Hoy toda mi inquietud, mis pensamientos,
son rosas blancas,
y al corazón, pequeño, le han nacido
dos alas.
¿No estoy hecha de luz como una aurora?
¿No me veis limpia y pura como el agua?
Las nubes, las montañas y la luna
son mis hermanas
No te acerques, pues, hombre. Tú estás hecho
de carne y de deseo. ¡Me das lástima!
El aliento que sale de tu boca
abrasa.
Presiento el apetito vil y torpe
que encubren tus palabras.
Me asquean tus caricias. Cuando besas,
me dejas en los labios una mancha.
En los ojos que jamás miran al cielo
¡no he visto nunca lágrimas!
Tus manos, ardorosas e impacientes,
son garras.
¡No me busques, pues, hombre; no me llames!
Amor no ha de juntar nuestras dos almas.
¡Camina a ras de tierra; pisen polvo
tus plantas!
Hoy traigo en las pupilas
la dulce claridad de la mañana.
El sol que se adormece en los caminos
está en mi alma
UNA NOCHE
Una noche (triste, pálida, doliente),
llegaré hasta ti implorando tu consuelo,
con el alma enferma, débil y abatida
por las penas y los negros desalientos.
Yo sé que me acogerás en tu regazo,
que sabrás adivinar mis pensamientos,
la amargura de mis días sin fulgores,
la tristeza de mis noches sin luceros.
Yo sé que comprenderás todas mis dudas,
mis temores, mis quimeras, mis anhelos;
lo que ocultan mis pupilas cuando lloran,
lo que pido cuando imploro. Lo que espero
Cuando tú hables (¡qué dulzura habrá en mi alma!)
sentiré en el corazón como un deshielo.
Brillarán más que otras noches las estrellas
y el torrente cantará y besará el viento
Al conjuro de tu voz, piadosa y buena,
huirán mis amarguras lejos, lejos
Quizá entonces dejaré, amado imposible,
que descubras en mis ojos el secreto
UN CAMINO
Hay un sendero en mi vida
donde no brillan luceros,
lleno está de desventuras
de fracasos y silencios.
De inquietudes y renuncias,
de nostalgias y misterios;
de deseos no logrados,
de añoranzas y secretos.
De pesares y negruras,
de tinieblas y desvelos;