Per la reixeta - Albert Toldrà i Vilardell 8 стр.


Un cas interessant i hiperbòlic, que toca diferents aspectes de la sol·licitació, és el de fra Juan García, franciscà, que fa de confessor successivament a Requena, Alcalá de la Vega i Castielfabib. La documentació comença amb la denúncia, el 1745, dAntonia de la Plaza, de Requena, mitjançant el seu confessor, mossèn Alonso Duque. Antonia conta com fra Juan, amb qui havien estat amics de la infància, li va dir en una ocasió: «Ha, si yo te hubiera podido pillar. Y le parece también que dijo: No te me hubieras escapado». Lany següent un ciutadà indignat de Requena, Pedro Pertusa, escriu als inquisidors denunciant que una antiga criada seua, Juliana Martínez, deia que algunes confessades de fra Juan no volien tornar a confessar-se amb ell «por averles preguntado de los encages y de los pechos y le pareze que también dijo metía el dedo por la zelosía del Confesionario para tocarles los pechos y cara y otras cosas». De seguida és interrogada Juliana per mossèn Alonso, ara comissari inquisitorial, però tot és sumament indirecte: Juliana ha sentit dir a la seua tia Josefa que dues nebodes del llicenciat Pedro López deien que en confessió fra Juan «entraba los dedos por la rexilla del confesionario para tocar los encages». A continuació mossèn Alonso interroga Josepa Sánchez, la tia de Juliana, que remet a altres dones, i així ns que perd el l i sextingeixen les investigacions. Maledicència, sembla.

Passem a lany 1748. Fra Juan rau ara al convent de Castielfabib, al Racó dAdemús. María Ortega, dAlcalá de la Vega, es presenta al pàrroc de San Martín, mossèn Diego Martínez, per denunciar que fra Juan, en confessar-li «llanezas de juegos y tocamientos de pechos y ósculos que avía tenido con zierto sugeto», tot rient li havia dit: «Es bueno que quiera usted con todos y no quiera usted conmigo». Dos mesos després, fra Juan, ensumant-se la delació de Maria, es presenta a la Inquisició de Conca per fer una espontània, en què confessa exclusivament aquest afer: «Será bueno que con todos tenga tocamiento y no conmigo, lo que dijo este con n torpe por [...] haver oido algunas desembolturas de ella». Al capdavall, el monjo «duda si tubo algún tocamiento de pechos con dicha moza en esta ocasión».

Encetat el procés per sol·licitació, es torna a interrogar Antonia de la Plaza, que ara reconeix que havia tingut amb ell, de joves, essent fra Juan encara seglar, «algunas llanezas y juegos indecentes», això sí, a la sagristia de lesglésia. Fra Juan comença a confessar als inquisidors, ara ja de València. A Castielfabib, en confessar una xica «al parecer de dose a trese años [...] tratando del sexto precepto y diciendo ella: Acúsome de que los mosos la tocavan los pelos de sus partes verendas. La dixo: No se dexe tocar de ninguno los pelos, e imbíeles a travajar. Y añadió: ¿Que tiene pelos? Lo que no respondió dicha muger».

En laudiència següent, fra Juan sensorra i reconeix cinc sol·licitacions més, a Requena i Castielfabib. A una dona, casada, li amolla en confessió: «Usted está expuesta a todos, ¿y si fuera yo?». Més tard, a la porteria del convent, «tuvo algunas llanezas con ella e intentos de tocamientos impuros, con expressiones amatorias, pero resistiéndose ella, cessó la conversación». Amb una criada forastera, «con la que antes havía tenido algunas llanezas impuras», després de confessar-la, a la sagristia «tuvo tactos impuros con ella de passo», i al cap duns dies, a casa della, «ósculos y tactos impúdicos». A Francisca, vídua dun pastor, «con la qual antes de ser Confessor avía tenido algunas llanezas impuras», se li presenta a casa «y tuvo con ella acción inhonesta con intento de tener cópula, a que ella resistió diciendo que estava con la mala semana». I nalment, amb la seua pròpia cunyada, vídua del germà de fra Juan, actualment casada amb un pastor, «algunas llanezas impuras o ilícitas».

Ja el 1749, el comissari de Castielfabib, mossèn Antonio López, interroga María Ortega, que ara reconeix que, havent-se presentat fra Juan en sa casa amb lexcusa de lliurar-li «una buelta de longaniza», havia tingut amb ella «unos tocamientos en varias partes del cuerpo, y uno en sus partes venéreas». I a Jerónima Pérez, ara de quinze anys, que conrma allò confessat per fra Juan: la pregunta «¿Que tiene pelos?». La xica hi afegeix que és veu comuna que «ninguna muger se podía confesar con dicho fray Juan, porque era hun pícaro en el confesionario». Daltra banda, a Requena són interrogades María Ramírez, vídua, que diu que fra Juan «hizo algunas acciones deshonestas con ella, como la de querer levantarle las sayas y entrar la mano por debajo»; Ana García, que conta com el confessor havia demanat a Ana Martínez la Roja que «quando venía su marido a dormir con ella, quántas veces tenía parte con ella». I, nalment, Isabel Picazo voluntàriament denuncia que fra Juan, «llegando al Sexto, la preguntó si se tocaba sus partes verendas, si se limpiaba quando hacía aguas menores, o si algún mozo o casado se las avía tocado».47

També freqüentment el confessor fa que la penitent el toque o el masturbe. La masturbació, mollities, és ja de per si un pecat mortal, més greu encara que la fornicació, segons alguns teòlegs. Al confessionari freqüentment no sarriba a completar; de vegades el confessor fa posar a la penitent la mà damunt del seu sexe mentre la confessa. Així, Tomasa Arganza, de València, denuncia lany 1657 dos sol·licitadors: un anònim mercedari, el qual pretenia «meterla a esta la mano en los pechos, y esta no lo permitió, y también le pidió dicho religioso le metiesse la mano en sus vergüenzas», i fra T. Navarrete, franciscà, el qual «le pidió a esta que le metiesse la mano debajo de los hábitos, azia la parte de sus vergüenzas».48

Lany 1716 Antònia Gomis, dAlbalat de la Ribera, denuncia retrospectivament uns fets ocorreguts a Cullera amb lagustí fra Andreu Bernabeu fa uns vint-i-un anys sobre el 1695, quan ella en tenia onze. Després de la confessió, fra Andreu «la mandava que le tocase sus partes verendas con sus proprias manos, lo que le sucedió unas diez o doze vezes». No content amb això, venia a «solicitarla después en su casa a cosas torpes». En una ocasió, «junto a la capilla de Santa Rita, tomándola de la mantilla con alguna violencia, la metió sus manos por baxo las enaguas hasta tocarle sus partes verendas, pero esto fue estando drechos los dos».49

Lacusació scal del 1705 contra fra Jeroni Alminyana, de Xàtiva, reproduïda en la sentència, ens informa que és acusat dhaver sol·licitat unes vint-idos dones, entre les quals hi havia xiquetes. Vegem-ne alguns casos. Amb una, diverses vegades després de confessar-la li havia «puesto sus manos en los pechos, tocándoselos y diziéndola: Pobrecita, cómo estás flaquita, que es pecado teniendo tan buena cara». En una altra ocasió, també després de confessar-la,

besándola y dándola algunos vocados a los lavios, poniendo su lengua en la voca de dicha mujer, y haziendo que ella con él hiziese lo mismo, y la puso las manos en los pechos, que tocó, y por encima la ropa la tocava las piernas y muslos, pidiéndola se dexara tocar la pierna por debaxo de la ropa, y la hizo instancias por tres o quatro vezes, queriéndola tomar de la mano, pidiéndosela, a que la mujer se havía resistido, conociendo era con la mala intención de cometer mayores torpezas.

En un dels casos, el scal narra com,

al tiempo que en el mismo confesonario este reo confesava a otra, estando dicha mujer arrodillada por un lado, este reo con su rodilla, y por encima de la ropa, la avía tocado azia sus partes femíneas, estragándoselas con dicha rodilla y con la mano, y que acavada de confesar la otra mujer, avia confesado y absuelto a esta sacramentalmente.50

al tiempo que en el mismo confesonario este reo confesava a otra, estando dicha mujer arrodillada por un lado, este reo con su rodilla, y por encima de la ropa, la avía tocado azia sus partes femíneas, estragándoselas con dicha rodilla y con la mano, y que acavada de confesar la otra mujer, avia confesado y absuelto a esta sacramentalmente.50

Fra Agustí Cabades és denunciat també per diverses dones. Rosa Eiximeno, soltera de València, ho fa el 1784: fra Agustí, a la porteria del convent, «tomó este la mano a la doncella y se la arrimó el Padre Maestro a su cintura». Més tard, el 1788, interrogat pel comissari, fra Agustí confessa alguns dels seus delictes: amb Rosa, segons ell, «tuvo con ella cierto desliz»; a una tal Francesca, casada, li proposa en confessió «si con él tendría cierta llaneza torpe, [...] lo que fue motivo para que la dicha muger se descubriera los pechos». Al cap duns dies, «movido el declarante de la noticia habida en la confesión, fue a su casa i tubo con ella ciertas llanezas torpes». Interrogada una de les víctimes, Rosa Sanç, declara que diverses vegades, a la porteria del convent, «le tocó sus pechos, y que en una de ellas le cogió la mano y se la acercó a sus partes diciéndola: Veas a lo que me obliga lo que te estimo».51

No és excepcional que el sacerdot es masturbe al confessionari; hi pot haver un component dexhibicionisme o no, depèn de la situació. Fra Roc Moltó, franciscà, és denunciat, entre daltres, per sor Felipa dAlcàntara, del convent de la Puritat de València, lany 1704. La monja declara al comissari que fra Roc havia començat insinuant-se-li al confessionari; després, «con palabras amorosas de afecto, la dixo que entonces se estava tocando sus partes y se deleitaba pensando en esta, y añadía: ¡Hay! y ¡Qué gusto! Y otras palabras expresivas de el deleite que experimentava». I encara li suggeria «que deseaba verla en otra parte más libre, para lograr mejor su gusto». Cinc anys més tard, després de la guerra de Successió, fra Roc és processat. A les presons secretes de la Inquisició, reconeix un episodi semblant al mateix convent, però amb sor Jacinta, lorganista, i a la reixa, no en confessió: «[...] que entonces este la pidió la mano, y movido o ciego de la porción inferior o del fomes pecati, cometió un pecado torpe con su mano propia de este, teniendo polución, y que no está cierto si con la mano sucia del semen la tocó la de ella». Però, quant a lacusació de sor Felipa, la nega: «[...] a lo que se le acusa que allí cometió el torpe deleyte diciendo «¡Ay, qué gusto!», y que se estava tocando sus partes [...] pensando en ella, es falso que executase tal cosa».52

Fra Joaquim Santjoan escriu una carta lany 1761 en què fa una confessió espontània sobre la seua actuació a Xàbia: hi reconeix que durant quasi quatre anys ha mantigut «ósculos, tactos, amplecsos con fricaciones in partibus, y algunos tactos de pechos» amb una criada que tenia. Amb una altra dona, Vicenta Maria Cardona, el frare confessa

tactos, ósculos y conversaciones torpes por dos o tres veses. [...] Haviéndome venido repetidas vezes con sueños torpes, me dixo en el Confesionario haver tenido un sueño en que tenía parte conmigo. Yo esse tiempo resentí un movimiento sensual, y alargué la mano asia mis partes, y haviéndolo advertido ella, me dixo: ¿Qué haze usté? Yo le respondí: Me toco mis partes, para que sepas lo poco que frutan mis reprehenciones, pues te he dicho no me nombres sujetos. A lo que me dixo: Que me pueda Usté aver dicho eso, que ya no podré tomar la Comunión, pues me siento alterada.

Interrogat després, fra Joaquim perla més la seua relació amb Vicenta Maria: per quatre anys,

habrán sido como çerca de cinqüenta vezes, y en ellas le ha dicho [...] palabras torpes, ya sobre los sueños de ella y ya sobre los defectos o llanesas que ella tenía con algún otro sugeto. [...] Los tactos que tuvo con la referida todos fueron fuera del confesonario o confesión, y sin tener conexión alguna con ella, los quales fueron activos y pasivos, y llevado el que declara de sola su fragilidad y de la instancia de la referida.53

Lany 1774 sor Fabiana de la Puricació, monja del convent de lOlleria, denuncia un tal doctor Macià, antic confessor ordinari del convent, perquè al confessionari «por quatro o cinco vezes derramó el semen delante de la dicha declarante».54

La mútua masturbació amb el confessionari per enmig és realment difícil; és més freqüent la masturbació simultània, cadascun al seu costat de la reixeta. Vegem el tràngol del carmelita fra Baptista de la Santíssima Trinitat, lany 1806. En una espontània per carta reconeix que a lesglésia parroquial dÉnguera, «asentado en un Confesionario abierto por delante, se sentó a mi lado una mujer con la que yo en otro tiempo avía tenido mal trato (extra confesionem). [...] Yo no me acuerdo si ella empezó primero a tocarme, o yo a ella, la verdad es que huvo algunos tocamientos desonestos entre los dos, pero no huvo nota». Un altre dia, continua, aquesta dona, fent veure que volia confessar-se, li diu «que me estimava y que me lo daría siempre que tuviera ocasión». En linterrogatori posterior, fra Baptista ens diu que la dona és María Rosa Piqueres, àlies la Cucharona (Cullerota?), i hi repeteix que, «llevados de la ocasión, cayeron en la tentación de hacer algunos tocamientos mutuamente, no save decir el declarante quién de los dos comenzó». Un comissari, mossèn Francesc Gaspar Just, desplaçat a Énguera, la interroga; diu della que «es poco cauta y no tiene buen nombre en el pueblo». María Rosa conrma la versió de fra Baptista en armar que «se sentó la testigo junto a un confesonario» i «tuvieron tocamientos deshonestos sin separarse del Confesionario y sin hablar palabra».55

Quant a la fornicació pròpiament dita, mentre que els seculars ho tenen molt més fàcil, i de fet recorren menys a la sol·licitació, el gran problema per als sacerdots regulars és trobar un lloc on poder fer-ho amb tranquil·litat. Sovint acaben fornicant, de qualsevol manera, en una capella, la porteria del convent o la sagristia. El coit sol ser la fase nal de tota una sèrie daproximacions prèvies, intimidacions o seduccions. També sol anar acompanyat de petits favors o presents del sacerdot a la penitent. I si hi ha complaença per part della, pot perllongar-se la relació en el temps.

Vegem la història de fra Joan Benet, franciscà, denunciat el 1657 per Àngela Pérez, casada de València. Set anys abans, declara ella, conversant tots dos en un banc de lesglésia, li diu «que siempre la havía querido mucho, y que no la podía apartar de su imaginación, y lo que desseava tener correspondencia con esta y llegar a gozarla». Durant uns sis mesos, «siempre procurava solicitarla, diciendo a esta lo mucho que la quería y tomándola de las manos y abrazándola hechándola las manos a los pechos y apretándola». També li deia «que si huviera ocassión para verse con esta en cassa de alguna persona se olgaría mucho, en donde fuesse secreto». Fins que, declara Àngela, una nit el seu marit no és a casa i ella el convida, «executando sus torpes deseos y teniendo acto carnal con esta».

Des daleshores, per dos anys i mig mantenen la «correspondencia illícita», i per a la qual fra Joan aprotava també les confessions: «[...] la besava y le apretava los pechos [...] diziéndole requiebros de que esta era su vida y su alma y sus ojos; [...] que le mostrase las piernas [...] y esta se lo mostrava». De vegades, ell diu en la confessió: «Yo tengo gana de hazerlo». I Àngela replica: «Pues qué quiere que le haga, yo agora cómo puede ser, vaya por la mañana a casa, que si ay lugar lo haremos». El religiós, colèric, fa: «¿Agora havía de esperar asta mañana? Yo agora tengo la gana, yo lo haré». A continuació,

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