«Le ofrezco mi más sentido pésame».
Ninguno de los dos parece realmente apesadumbrado. Yo tampoco. De hecho, estoy feliz de deshacerme del cuerpo.
«Gracias por todo una vez más» reitera el joven.
En realidad ellos podrían haber ido a Turquía. Intento que ese pensamiento no sea visible en mi rostro. «De nada. Era lo mínimo que podía hacer después de tantos años»
«Sí, sí, me imagino» interrumpe la señora.
«Le doy una copia del informe anatomopatológico, en caso quiera llevárselo a su abogado» agrego, vocalizando cada palabra.
A pesar de la expresión curiosa del joven, la mujer coge el documento sin siquiera dignarse a mirarlo. También lo dejará de lado. Con un último asentimiento de condolencia, me despido del extraño grupo y me dirijo al tren.
Llego a casa alrededor de las 19:30, después de tomas el colectivo desde la estación de Sinalunga en Bettolle. Estoy feliz de estar de vuelta en la tranquilidad del pueblo en el que vivo desde que obtuve la beca de investigación en la Universidad de Siena.
Dejo la maleta y, de inmediato, bajo della vecina para recuperar mi gato. Lo había dejado con ella por estos días. Me abre la puerta un niño de unos 5 o 6 años.
«Hola, ¿está la abuela?»
El niño contesta: «¿Cómo se dice?»
«Hola, ¿está la abuela?»
El niño contesta: «¿Cómo se dice?»
Me quedo sin palabras.
«Mamá dice que siempre se tiene que decir por favor».
«Tiene razón. Entonces, niño hermoso, ¿está la abuela, por favor?»
«Pero, ¿cuál es mi nombre?»
De hecho, nunca lo he sabido. «¿Cómo te llamas?»
El pequeño torturador sonríe. «¡No te lo diré!»
«Dímelo, vamos».
«¿Y qué me das?» pregunta firme.
Y, luego, mis padres se sorprenden de que no quiera tener hijos. «¿Un caramelo?»
«Mamá dice que nunca debo aceptar caramelos de desconocidos».
«Pero yo no soy un desconocido. Vivo aquí arriba».
El niño extiende su mano derecha, le ofrezco un dulce de miel y menta que, afortunadamente, tenía en el bolsillo.
«Ahora, ¿me dices cómo te llamas?»
El niño cruza los brazos e inclina la cabeza hacia adelante.
«Gianluca».
«Bueno Gianluca, ¿está la abuela?»
«Aunque no hayas dicho por favor» señala. «Pero, ¿cómo se llama mi abuela?»
Sabía que me iba a hacer esta pregunta, pero no recuerdo su nombre. «¿Federica?»
«No».
«¿Elisabetta?» adivino.
«Tibio» sonríe, contento por el nuevo juego.
«¿Elisa?»
«Caliente».
«Ahora escúchame bien. Querido Gianluca, ¿tu abuela Elisa está en casa por favor?»
«No» y me tira la puerta en la cara.
Mientras me quedo confundido delante de la puerta, me acuerdo de una escena de Caro diario de Nanni Moretti. Él esta de vacaciones en la isla de Salina cuando llama a unos amigos; un niño, antes de pasarle la llamada a sus padres, lo obliga a imitar a varios animales. Por suerte Elisa había escuchado todo. «Francesco, bienvenido, ¿cómo le fue?»
«Fuera de unos retrasos burocráticos»
Sonríe. «Pallino se ha portado bien. Aquí está. Míralo, te ha escuchado».
Un gato blanco regordete se asoma detrás de las piernas de la vecina y me saluda con u gemido, casi de reproche.
«Gracias una vez más, no habría sabido dónde dejarlo».
Regreso a casa con el gato en brazos. Después de una agradable cena, ambos nos vamos a dormir cansados. Estos días también habrán sido una aventura para él, en una casa que no es la suya.
Martes 20 de julio
«Bienvenido al trabajo, ¿fueron buenas las vacaciones?» pregunta el director en cuanto entro a la sucursal de Montepulciano Stazione.
Ah sí, no lo había dicho todavía. Después de dejar mi puesto como profesor en la universidad, terminé trabajando como agente bancario en ventanilla. No era lo mejor, ¡era un puesto fijo!
No le dije a nadie el motivo de mi viaje o, mejor dicho, los dos motivos: la búsqueda del profesor y del emperador.
«Todo bien un poco cansado».
Es más difícil desenredar las preguntas de Vito Darino, el colega de la caja que está al lado de la mía. Como dicen por aquí es un pez extraño, por lo general apacible y manso, pero cuando se enfada un poco, se pone todo rojo, luego morado y, finalmente, se desinfla de repente. Está molesto con todo el mundo, convencido de que nadie entiende nada y, por eso, los ascendieron, mientras él se queda de por vida en el mismo puesto. Se define como single, pero el término correcto es solterón. Creo que hace décadas no tiene pareja, siempre habla de mujeres, pero básicamente es un misógino.
«¿Te has divertido? ¿Has conocido alguna hermosa turquita?» Eso es lo primero que pregunta.
«No, he descansado». Nada más falso.
«También he visitado lugares turísticos».
«¿Dónde fuiste exactamente?» insiste.
Intento no ser tan preciso. «Bueno a un sitio arquelógico. Sabes que es mi pasión».
«Claro, discúlpeme profesor» dice Vito con ironía.
«Después de todo», intento continuar, «he trabajado en eso durante diez años, hasta que empecé a trabajar aquí».
Vito aumenta la dosis fantaseando con improbables aventuras eróticas. «Entonces, ¿nada de mujeres?»
«¿Qué te puedo decir? Me van a empezar a gustar los hombres».
Descubrí que esta siempre es la forma más brillante para terminar la conversación.
Luego, pegado frente a la computadora, prendí el piloto automático de la rutina de caja. Algunas operaciones son largas y aburridas, otras son ligeras como los clientes. En cuanto terminan, olvido el número de cuenta y incluso la cara de la persona que tengo delante.
Esa misma tarde, antes de salir del banco, llega un correo electrónico del decano de la Facultad de Letras.
Estimdos y estimadas colegas,
Les informo que el funeral de nuestro ilustre profesor Luigi Maria Barbarino, fallecido prematuramente por un tráfico destino, se llevará a cabo el jueves 22 a las 16:30 en la Abadía de Poppi
Jueves 22 de julio
El campo de Arezzo no es como el de Siena. Alrededor de la ciudad del Palio, los pueblos, ahora, se ven tan bellos que parecen de fantasía. Luego, se ven los cerros, innumerables, pequeños y caracterizados por una casita en la cima. Solo una está rodeada de árboles. Sin embargo, en la zona de Arezzo todo es plano; los cultivos, menos variados. Las casas no están aisladas y dispersas, sino próximas entre sí y se ven infinitos espacios vacíos. Los caminos también son diferentes; por allí suben y bajan. Tiene muchas curvas y baches, el descenso es inclinado. Aquí hay un camino largo y recto que parece no conducir a ningún lugar.
Llego a Poppi a las 3 de la tarde. Aprovecho para ver los maravillosos murales en el castillo de los condes Guidi. Así descubro que Dante, de joven, había participado como caballero en la famosa batalla en la llanura debajo del castillo. Siempre imaginaba al gran poeta encerrado en su habitación, para fantasear con mundos místicos. No me lo imagino con una armadura, apuñalando y masacrando enemigos.
Bajo a pie de la fortaleza a la abadía de San Fedele. Mientras admiro la fachada de piedras curadas, llegan dos profesores con una fila de discípulos. El profesor Alessandri se acerca y me da el pésame. Me sorprende un poco. No soy un familiar, pero probablemente, para ellos, soy muy cercano a Barbarino porque fui su asistente por muchos años. Llegan otros tres investigadores: cuando hacen lo mismo, les respondo como cuando estás en el funeral de una tía anciana a la que no veías desde hace años y, además, no era muy amable. «Gracias, gracias, lamentablemente así es la vida».
Finalmente llegan los familiares. Les doy mis condolencias y entro a la iglesia. Tras las brillantes reflexiones mezcladas con banalidades del cura loval, se le da la palabra al decano, que se levanta del grupo de bancos que está a la derecha, el grupo de profesores que mueren de calor en sus chaquetas y trajes. Mientras el profesor se balancea entre las filas, el pensamiento unánime es solo uno: que acabe rápido. El, con un gran gesto dramático, coloca su birrete (el sombrero negro cuadrado, donado por el rector para homenajear al profesor fallecido) sobre el féretro. Luego, al llegar al podio, saca tres hojas de su bolsillo inferior, las abre y, después, las cierra de manera descarada. Todo esto lo hace con una media sonrisa como diciendo: yo había preparado un discurso, pero soy magnánimo y voy a improvisar. Un amplio suspiro de alivio comenta el gesto.
«Estimados colegas, estamos aquí en representación de toda la facultad y expresar nuestro más sentido pésame a la familia».
[Traducido del lenguaje académico significa: A los miembros de la familia ni siquiera les importa y mucho menos a los profesores, por eso somos tan pocos].
«A todos nos tomó por sorpresa la repentina y prematura muerte del estimado colega»
[= Nos regocijamos de inmediado cuando el viejo barón finalmente murió]
«Su partida ha dejado un vació en el personal académico que será muy difícil de llenar».
[= De hecho no lo reemplazaré, usaré el dinero de esa silla para promover a mi amante].
«Toda la facultad está comprometida, en la medida de lo posible, a continuar las excavaciones en Turquía en su nombre».
[= Si aún obtengo fondos del gobierno, enviaré a uno de mis subordinados. De lo contrario, todo se abandonará de inmediato].
«Creo que sería un merecido homenaje organizar conferencias anuales en su memoria»
[= Con los sobrantes de los fondos de Proyectos de Relevante Interés Nacional asignados a su nombre organizaré mediodía de estudio este año y nunca más].
«Finalmente, permítanme expresar mi más profundo agradecimiento a Franceso Speri, quien trajo a nuestro querido difunto aquí».
[= Afortunadamente encontré a ese tonto, de lo contrario hubiese tenido que ir yo hasta allá con este calor].
«Espero que, como era el deseo del profesor, el querido Francesco encuentre por fin un lugar adecuado en la universidad»
[= Si Barbarino no pensó en arreglarlo mientras estaba vivo, no seré yo quien le dará un puesto]
«y así reconocer los años de colaboración continua y fructifera con el querido Luigi».
[= ¡Ha sido su esclavo por años! ¡Ahora que está muerto, arréglatelas!]
«Gracias a todos los que han venido».
[= Lamentablemente, yo tenía que estar aquí, pero envidio a los que se fueron al mar].
Con estas conmovedoras palabras nos despedimos, emocionados, del querido Luigi Maria Barbarino.
A la salida nos despedimos rápido y corremos rápido hacia los carros. Mis ex-compañeros están ansiosos por volver a su investigación académica, que se realiza entre el puerto de Talamone y Capalbio, Bagni G.