Al lado - Блейк Пирс 4 стр.


—Para poder aguantar a mi hermana entrometida —dijo Danielle, medio en broma. Luego se tomó un momento para responder—. Estaba empezando a deprimirme. Y de la nada. Lidié con eso de mala forma. Bebía mucho. Tenía mucho sexo.

—Si era para tratar tu depresión, deberías volvértelo a tomar —dijo Chloe, dándose cuenta de que sí estaba siendo entrometida—. ¿Para qué necesitas tener libido? —añadió con una risita.

—La libido es bastante importante para nosotros los que no estamos a punto de casarnos. No podemos simplemente darnos la vuelta en la cama y echar un polvo cada vez que queramos.

—Nunca te ha costado encontrar chicos —señaló Chloe.

—Sí, eso es cierto —dijo Danielle, trayendo las tazas de café a la mesa—. Solo que es mucho trabajo. Sobre todo últimamente. Este nuevo chico… bueno, va en serio. Decidimos tomar las cosas con calma…

—Esa es la única razón por la que me voy a casar con Steven, sabes —dijo Chloe, tratando de mantener las cosas ligeras—. Me cansé de tener que salir a buscar personas con quienes tener relaciones sexuales.

Ambas se rieron luego de ese comentario. Debió haberse sentido natural reír y sonreír juntas de nuevo, pero en vez se sintió un poco forzado.

—Entonces, ¿por qué estás aquí, hermana? —preguntó Danielle—. No sueles venir a visitarme. No que yo sepa, ya que no hemos tenido esa oportunidad en casi dos años.

Chloe asintió, recordando la única ocasión en la que habían pasado tiempo juntas en los últimos años. Danielle había estado en Filadelfia para asistir a un concierto y se había quedado a dormir en su apartamento. Habían hablado, pero no mucho. Danielle había estado muy borracha. Habían hablado de su madre y también de su padre. Esa fue la única vez que Chloe había oído a Danielle decir que quería ir a visitarlo.

—La escena de esta mañana —dijo Chloe—. Me hizo recordar esa mañana afuera del apartamento. Me quedé pensando en la sangre al final de las escaleras y eso me afectó mucho. Estuve a punto de vomitar. Y yo no soy ese tipo de persona, ¿me entiendes? La escena en sí no fue tan grotesca como otras que he visto. Simplemente me afectó demasiado. Me hizo pensar en ti y simplemente sentí que tenía que verte. ¿Eso tiene sentido?

—Sí. Estoy bastante segura de que estaba deprimida porque estaba teniendo muchas pesadillas con mamá y papá. Cada vez que tenía una pesadilla, pasaba días mal. No quería ni levantarme de la cama porque no confiaba en nadie.

—Bueno, justo te iba a preguntar qué hacías para lidiar con tus pensamientos sobre lo que pasó, pero supongo que ya me diste la respuesta.

Danielle asintió con la cabeza y apartó la mirada. —Medicamentos.

—¿Estás bien?

Danielle se encogió de hombros y luego le respondió con desdén: —Llevamos apenas diez minutos juntas y ya estás hablando del tema. Dios mío, Chloe… ¿No has aprendido a vivir tu vida sin sacar esa mierda a relucir? Si mal no recuerdo, cuando me llamaste para decirme que te ibas a mudar a Pinecrest, decidimos que no hablaríamos de eso. Agua pasada, ¿recuerdas?

Esto sorprendió a Chloe. Acababa de presenciar a Danielle pasar de seca y sarcástica a completamente furiosa en un abrir y cerrar de ojos. Sí, el tema de sus padres era un tema delicado, pero la reacción de Danielle le pareció muy bipolar.

—¿Desde hace cuánto tiempo no te tomas el medicamento? —preguntó Chloe.

—Vete a la mierda.

—¿Desde hace cuánto tiempo?

—Tres semanas aproximadamente. ¿Por qué?

—Porque solo llevo quince minutos aquí y se nota que lo necesitas.

—Gracias, doctora.

—¿Podrías tomártelo otra vez, por favor? Te quiero en mi boda. Dama de honor, ¿recuerdas? Aunque te parezca muy egoísta, quiero que disfrutes de mi boda. Así que, ¿podrías tomártelo, por favor?

Danielle reaccionó al oír las palabras dama de honor. Suspiró y luego relajó su postura. Fue capaz de mirar a Chloe otra vez y, aunque aún estaba enojada, se veía más tranquila.

—Está bien —dijo.

Se levantó de la mesa y caminó hacia a una pequeña cesta de mimbre decorativa en el mostrador de la cocina. De la cesta, sacó un frasco de medicina. Luego lo abrió y se tomó una píldora con su café.

—Gracias. —Después de una pausa, decidió seguir presionando—. ¿Y cómo va todo lo demás?

Danielle lo pensó por un momento y Chloe la pilló mirando la puerta de su apartamento. Fue muy breve, pero Chloe vio miedo en sus ojos.

—Todo lo demás está bien.

Chloe conocía a su hermana lo suficientemente bien como para no seguir presionando.

—Entonces, ¿qué diablos es una fiesta de la cuadra? —preguntó Danielle.

Chloe se echó a reír. Casi había olvidado la capacidad de Danielle de dejar un tema y empezar otro enseguida. Chloe observó a su hermana para ver si se quedaba mirando la puerta con miedo en sus ojos otra vez, pero no volvió a pasar.

Aun así, Chloe sintió que algo le pasaba. Tal vez después de un tiempo juntas, Danielle se lo contaría.

«Pero ¿para qué?», se preguntó Chloe, echándole una mirada a la puerta principal.

Y en ese momento cayó en cuenta de que no conocía a su hermana en absoluto. Había partes de ella que parecían muy iguales a la chica de diecisiete años de edad que había conocido tan bien. Pero Danielle era diferente ahora… era más oscura. Ahora necesitaba un medicamento para controlar sus estados de ánimo, para ayudarla a dormir y funcionar.

Se le ocurrió a Chloe en ese momento que sentía miedo por su hermana y que quería ayudarla de cualquier forma posible.

Incluso si eso significa regresar al pasado.

Pero no ahora. Tal vez después de la boda. Solo Dios sabía qué tipo de peleas y cambios de humor generarían el hablar de la muerte de su madre y el encarcelamiento de su padre. Aun así, Chloe sintió que los fantasmas de su pasado estaban más presentes que nunca mientras estaba sentada allí con Danielle y eso la hizo preguntarse qué tanto había atormentado todo eso a Danielle.

¿Qué tipo de fantasmas acechaban la mente de Danielle? ¿Y qué, exactamente, le decían?

Ella intuyó que todo lo que Danielle estaba reprimiendo la afectaría a ella de algún modo. Y que también afectaría su nueva vida. Su nuevo prometido, su nueva casa. Y que nada bueno resultaría de todo esto.

CAPÍTULO CINCO

Danielle estaba sentada en su sofá, recostada sobre Martin, su pierna sobre la de él, y estaba muy consciente de que no llevaba ropa interior debajo de sus shorts de pijama. Sin embargo, eso no importaba. La había rechazado la noche anterior, a pesar de que no había llevado sostén. Parecía que Martin se estaba tomando en serio el asunto de ir despacio.

Ella también estaba empezando a creer que o bien simplemente era un caballero o no se sentía sexualmente atraído por ella. Sin embargo, lo último era muy difícil de creer porque sentía su erección en sus piernas y caderas cada vez que se besaban.

Trató de no dejar que eso la molestara. Aunque sí estaba sexualmente frustrada, valía la pena un hombre que quería algo más que sexo.

Esta noche era un gran ejemplo de eso. Habían decidido quedarse en su apartamento viendo una película. Antes de eso, habían hablado del día de Martin. Sin embargo, como era subgerente en una imprenta, no hubo mucho qué discutir. Era como escuchar a alguien explicar cómo se seca la pintura. En cuanto a Danielle, odiaba hablar de su día. Como barman en un restaurante local, sus días eran aburridos. Pasaba casi todos sus días leyendo. Sus noches estaban llenas de historias que compartir, pero a veces ni le quedaban ganas de contarlas.

Una vez que terminaron de hablar, se besaron un poco, pero hasta ahí. Y a Danielle no le molestó eso en nada. Además, había estado desanimada desde la visita de Chloe. El estabilizador del estado de ánimo probablemente ni siquiera surtiría efecto hasta que se tomara la segunda pastilla antes de dormir.

Gracias a la visita de Chloe, Danielle había estado pensando en su madre, su padre y en su infancia que había pasado volando. En realidad, lo único que quería era estar en los brazos de Martin… y eso era muy difícil de admitirse a sí misma.

Habían elegido la película Cadena perpetua y estaban acurrucados en el sofá como un par de escolares nerviosos e inexpertos. La mano de Martin se deslizó por su hombro varias veces y Danielle se preguntó si estaba tratando de seducirla. Pero él no hizo más nada, lo que a la vez fue refrescante y exasperante.

Ella también notó que su teléfono sonó en algunas ocasiones. Estaba en la mesa de centro frente a ellos, pero él decidió no revisarlo. Al principio, asumió que estaba siendo educado. Pero después de un tiempo, lo que Danielle supuso fueron siete u ocho pitidos, empezó a ser desagradable.

Justo cuando Tim Robbins se encerró en la oficina del alcaide y puso a sonar ópera para los presos de la prisión de Shawshank, el celular volvió a sonar. Danielle miró al teléfono y luego a Martin.

—¿Vas a revisarlo? —preguntó—. Por lo visto, alguien te necesita.

—No, no te preocupes —dijo Martin. La acercó más a su cuerpo y se estiró. Estaban tendidos uno al lado del otro. Si quisiera, pudiera besar su cuello fácilmente. Miró el espacio expuesto allí y lo pensó. Se preguntó cómo reaccionaría si ella lo besaba allí, tal vez pasaba su lengua por su cuello.

El teléfono volvió a sonar. Danielle soltó una risita y, sin ningún tipo de advertencia, saltó sobre el pecho de Martin. Cogió el teléfono y se lo llevó a su pecho. A lo que vio su pantalla de bloqueo, dijo: —¿Cuál es tu…?

Martin le quitó el teléfono violentamente. Se veía más sorprendido que furioso. —¿Qué fue eso? —le preguntó.

—Nada —dijo Danielle—. Solo estaba jugando. Puedes revisar tu teléfono cuando estás conmigo. No me molesta. Si es tu otra novia, bueno… allí sí perderé los estribos.

—No quiero que estés viendo mi teléfono —espetó Martin.

—Eh, cálmate. No tienes que ponerte así. Solo estaba jugando.

Martin la miró con desprecio y se metió el celular en el bolsillo. Suspiró y se enderezó. Al parecer ya no estaba interesado en abrazarla.

—Ah, entonces eres uno de esos — dijo ella, bromeando pero siendo un poco más persistente—. De los que protegen sus teléfonos como si fueran sus penes o algo así.

—Cambiemos de tema —dijo él—. No te pongas rara.

—¿Yo? Martin, casi me rompiste la mano cuando me quitaste el teléfono.

—Bueno, no es tu teléfono. ¿No confías en mí?

—No sé —dijo ella, levantando la voz—. No llevamos mucho tiempo saliendo. No tienes que ponerte tan defensivo, carajo.

Él puso los ojos en blanco y miró la televisión. Fue un gesto desdeñoso, uno que la molestó. Negó con la cabeza y, haciendo todo lo posible para para seguir juguetona, lo montó a horcajadas. Bajó la mano como si fuera a bajar su cremallera, pero luego la movió hacia el bolsillo donde había guardado el celular. Con la otra mano, comenzó a hacerle cosquillas.

Esto sorprendió a Martin, y fue evidente que no sabía cómo responder. Sin embargo, accionó justo cuando sus dedos tocaron el borde de su celular. La agarró del brazo y lo jaló con fuerza. Luego la empujó hacia el sofá, sin soltarle el brazo. Le dolió mucho, pero Danielle no lo dejaría tener la satisfacción de escucharla gritar de dolor. La velocidad y la fuerza que mostró la hicieron recordar que había sido boxeador amateur.

—¡Suelta mi puto brazo!

Martin lo hizo y la miró con sorpresa. La expresión en su rostro la hizo pensar que no había querido ser tan brusco con ella. Se había sorprendido incluso a sí mismo. Pero también estaba enojado. Sus cejas fruncidas y hombros temblorosos lo demostraban.

—Me voy —dijo.

—Sí, buena idea —dijo Danielle—. Y no se te ocurra volver a llamarme a menos que esa llamada empiece con unas disculpas.

Él negó con la cabeza. Danielle no estaba segura si había negado con la cabeza por como se había comportado o por lo que ella había dicho. Danielle lo vio caminar rápidamente hacia la puerta, cerrándola de golpe detrás de él. Ella se quedó mirando la puerta por varios minutos mientras trataba de darle sentido a lo que había pasado.

«No tiene ningún interés en follarme y de paso tiene un mal genio —pensó—. Lo único que me traerá son problemas.»

Bueno, ella siempre se había sentido atraída por ese tipo de hombre.

Miró su brazo y vio manchas rojas donde la había agarrado y empujado. Estaba bastante segura de que se convertirían en moretones. No sería la primera vez que un chico la moreteaba, pero realmente no lo había visto venir de Martin.

Consideró ir detrás de él para preguntarle qué había sido todo eso. Pero luego decidió quedarse en el sofá y seguir viendo la película. Su pasado al menos le había enseñado que no valía la pena perseguir a ningún hombre. Ni siquiera a los que parecían demasiado buenos para ser verdad.

Ella terminó de ver la película sola y luego decidió irse a dormir. Mientras apagaba todas las luces, sintió que alguien la estaba vigilando, que no estaba sola. Ella sabía que eso era ridículo, pero igual no pudo evitar mirar la puerta principal, donde había aparecido la carta ayer, y el resto de las cartas anteriormente, en un abrir y cerrar de ojos.

Se quedó en el sofá y siguió mirando la puerta, casi esperando que otra carta se deslizara por debajo. Y veinte minutos después, cuando se levantó y comenzó a prepararse para el trabajo, lo hizo con todas las luces encendidas.

Sentía mucha paranoia. Era una paranoia familiar, la sensación que se había convertido en su amiga cercana, una amiga aún más cercana desde que había empezado a recibir esas notas.

Ella pensó en las pastillas y se preguntó por un momento si solo se estaba imaginando todo. Todo… incluyendo las notas.

¿Qué era real y qué no?

No pudo evitar recordar su pasado y la oscuridad que creía haber superado.

¿Estaba perdiendo la cabeza?

CAPÍTULO SEIS

Chloe estaba sentada en la sala de espera, mirando las pocas revistas que estaban sobre la mesa de centro. Ella se había visto con dos terapeutas diferentes después de la muerte de su madre, pero realmente no había entendido el propósito de esas visitas. Ahora que tenía veintisiete años, entendía por qué estaba allí. Había seguido el consejo de Greene y llamado al terapeuta del FBI para hablar de su reacción a la escena del crimen de ayer. Ahora se encontraba tratando de recordar las oficinas que había visitado de niña.

—¿Señorita Fine? —llamó una mujer desde el otro lado de la sala.

Chloe había estado tan perdida en sus pensamientos que no había oído la puerta de la sala de espera abrirse. Una mujer de aspecto agradable la saludó con la mano. Chloe se puso de pie e hizo todo lo posible para no sentirse como una fracasada mientras seguía a la mujer por un pasillo hacia una gran oficina.

Ella pensó en lo que Greene le había dicho ayer mientras se tomaron un café juntos. Lo recordaba muy bien, ya que ese había sido el primer consejo real que recibía de un agente experimentado.

—Me vi con este terapeuta varias veces durante mi primer año. Mi cuarta escena del crimen fue un asesinato-suicidio. Cuatro cuerpos en total. Uno de ellos fue el de un niño de tres años de edad. Eso me afectó demasiado. Así que estoy cien por ciento seguro que ir a terapia funciona. Especialmente si empiezas a ir desde esta etapa de tu carrera. Conozco a muchos agentes que se creen mejores que los demás, que no necesitan ayuda. No seas uno de esos, Fine.

Así que no… necesitar a un terapeuta no la hacía una fracasada. En todo caso, esperaba que ir a terapia la hiciera más fuerte.

Entró en la oficina y vio a un señor mayor de unos sesenta años más o menos sentado detrás de un escritorio grande. Una ventana detrás del escritorio mostraba un pequeño topiario afuera lleno de mariposas. Su nombre era Donald Skinner, y él llevaba más de treinta años en esto. Lo sabía porque lo había buscado en Google antes de decidirse a hacer la cita.

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