Skinner era muy formal y correcto. Se levantó para saludarla. Luego, hizo un gesto hacia un sillón cómodo en todo el medio de la oficina y le dijo: —Siéntate, por favor. Ponte cómoda
Chloe se sentó. Se sentía muy nerviosa. Ella sabía que probablemente estaba esforzándose demasiado por tratar de ocultarlo.
—¿Has hecho esto antes? —preguntó Skinner.
—Sí, de niña —dijo Chloe.
Él asintió mientras se sentaba en una silla idéntica colocada en frente de ella. Cuando se sentó, puso la rodilla derecha sobre su pierna derecha y cruzó las manos sobre ellas.
—Señorita Fine, ¿por qué no me hablas de ti y me cuentas qué te trajo aquí?
—¿Desde qué edad empiezo? —preguntó ella en broma.
—Por ahora, enfoquémonos en la escena del crimen de ayer —respondió Skinner.
Chloe se tomó un momento para pensar y luego comenzó. Ella no se guardó nada, incluso hablando un poco de su pasado para que la entendiera mejor. Skinner escuchó con atención y ahora estaba analizando todo lo que le acababa de decir.
—Cuéntame… —dijo Skinner—. ¿De todas las escenas del crimen que has visitado, esa fue la más horripilante?
—No. Pero fue lo más horripilante que me habían dejado ver hasta ahora.
—¿Así que estás dispuesta a admitir plenamente que ese evento de tu pasado fue lo que te hizo reaccionar de esa manera?
—Supongo. Digo, nunca antes me había pasado. E incluso cuando siento que algo me está medio afectando, trato de sacudirme para que se me pase.
—Entiendo. ¿Hay otros factores que podrían haber entrado en juego? Estás en una nueva ciudad. Un nuevo instructor, una nueva casa. Has atravesado muchos cambios.
—Tal vez mi hermana gemela… —dijo Chloe—. Vive aquí en Pinecrest. Supongo que el pensar en verla después de un año también me afectó, además del hecho que la escena del crimen fue muy similar a la de mi madre.
—Sí, quizás —dijo Skinner—. Discúlpame por hacerte una pregunta tan simple, pero ¿el asesinato de tu madre te condujo a una carrera con el FBI?
—Sí. Desde los doce años supe que esto era lo que quería hacer.
—Y ¿qué de tu hermana? ¿Qué hace ella?
—Ella es una barman. Creo que lo disfruta porque solo tiene que ser sociable unas horas al día y luego se puede ir a casa y dormir hasta el mediodía.
—¿Y ella recuerda ese día de la misma forma que tú? ¿Han hablado de eso?
—Sí, pero jamás entra en detalle. Cuando lo intento, me manda a callar.
—De acuerdo. Ahora quiero que hables de eso conmigo —dijo Skinner—. Es evidente que tienes que discutirlo. Así que deberías hacerlo conmigo, que soy imparcial.
—Bueno, como dije antes, pareció un accidente desafortunado y básico.
—Pero tu padre fue arrestado —señaló Skinner—. Así que para mí, una persona que no está familiarizada con el caso, no me parece que fue un accidente. Se me hace curioso que tú creas que lo fue. Así que hablemos de eso. ¿Qué pasó ese día? ¿Qué recuerdas?
—Bueno, fue un accidente causado por mi padre. Por eso fue arrestado. Ni siquiera mintió sobre eso. Estaba borracho, mamá lo hizo enojar y él la empujó.
—¿Te di la oportunidad de entrar en más detalles y eso es lo único que me dices? —dijo Skinner en un tono amistoso.
—Bueno, no recuerdo todo muy bien —admitió Chloe—. Los recuerdos del pasado los veo lejos, borrosos.
—Sí, eso pasa. Así que… quiero probar algo contigo. Como esta es la primera vez que nos vemos, no probaré hipnosis. Sin embargo, voy a intentar una forma probada de terapia. Es lo que algunos llaman terapia de la línea de tiempo. Espero que nos ayude a sacar a la luz más detalles de ese día, detalles que están en tu mente, pero que están escondidos porque te dan miedo. Si sigues asistiendo, este tipo de terapia nos ayudará a acabar con el miedo y la ansiedad que sientes respecto a ese día. ¿Quieres intentarlo hoy?
—Sí —dijo Chloe sin vacilar.
—Excelente. Así que… empecemos con el lugar en el que estabas sentada. Quiero que cierres los ojos y te relajes. Tómate unos momentos para despejar tu mente y ponerte cómoda. Asiente con la cabeza cuando estés lista.
Chloe hizo lo que le pidió. Se hundió en el sillón. Era un sillón de cuero de imitación muy cómodo. Sentía que todavía estaba tensando los hombros, incómoda por estar tan vulnerable con una persona que apenas iba conociendo. Suspiró profundamente y luego sintió sus hombros relajarse. Se acomodó en el sillón y escuchó el zumbido del aire acondicionado. Luego, asintió con la cabeza. Estaba lista.
—Está bien —dijo Skinner—. Estabas sentada en la escalera de entrada con tu hermana. Ahora, incluso si no puedes recordar el tipo de zapatos que llevabas ese día, quiero que te imagines mirando tus pies. Mirando tus zapatos. Quiero que te enfoques en ellos y en nada más, solo los zapatos que llevabas ese día cuando tenías diez años. Tú y tu hermana en la escalera de entrada. Solo mira tus zapatos. Descríbemelos.
—Llevaba zapatillas Chuck Taylor —dijo Chloe—. Rojas. Un poco raídas. Cordones grandes.
—Perfecto. Ahora estudia los cordones. Realmente concéntrate en ellos. Después quiero que te pongas de pie sin dejar de mirar los cordones. Quiero que te pongas de pie y regreses al lugar donde estabas antes, donde descubriste la sangre en la alfombra al final de las escaleras. Necesito que retrocedas unas horas. Pero no dejes de mirar los cordones. ¿Puedes hacer eso?
Chloe sabía que no estaba hipnotizada, pero sus instrucciones eran muy simples. Tan básicas y fáciles. Se puso de pie dentro de su mente y volvió a entrar en el apartamento. Cuando lo hizo, vio la sangre, vio a su madre.
—Mamá está ahí al final de las escaleras —dijo—. Hay mucha sangre. Danielle está en alguna parte, llorando. Papá está caminando de un lado a otro.
—Excelente. Pero sigue mirando tus cordones —le dijo Skinner—. E intenta retroceder un poco más. ¿Puedes hacer eso?
—Sí. Fácil. Estoy con Beth… una amiga mía. Acabamos de regresar del cine. Su madre nos llevó. Su madre me dejó en frente del edificio y esperó a que entrara. Siempre hacía eso, no se iba hasta que yo entrara.
—Bien. Sigue mirando tus cordones mientras te sales del auto y subes las escaleras. Luego háblame del resto de la tarde.
—Entré al edificio y subí al segundo piso, donde estaba nuestro apartamento. Cuando llegué a la puerta y saqué las llaves para abrirla, escuché a papá adentro. Así que entré. Cerré la puerta y me dirigí a la sala de estar y luego vi el cuerpo de mamá. Estaba al final de las escaleras. Su brazo derecho estaba debajo de ella. Su nariz estaba destrozada y había sangre por todas partes. Toda su cara estaba llena de sangre. Toda su sangre estaba esparramada ahí, al final de las escaleras. Creo que papá intentó mover el cuerpo…
Chloe dejó de hablar. Le resultaba difícil concentrarse en aquellos viejos cordones. Conocía la escena que estaba describiendo demasiado bien como para ignorarla.
—Danielle estaba parada justo encima de ella. Tenía un poco de sangre en sus manos y en su ropa. Papá estaba hablando muy fuerte por teléfono, diciéndole a alguien que viniera ya, que hubo un accidente. Cuando colgó, me miró y empezó a llorar. Tiró el teléfono a la pared, donde se hizo pedazos. Luego se acercó a nosotras y se puso en cuclillas. Dijo que lo sentía… que venía una ambulancia en camino. Luego miró a Danielle y apenas pudimos entenderlo porque estaba llorando. Dijo que Danielle tenía que ir arriba, que tenía que cambiarse de ropa.
Ella lo hizo, y yo la seguí. Le pregunté qué había pasado, pero no quiso hablar conmigo. Ni siquiera estaba llorando. Dentro de poco, escuchamos sirenas. Nos fuimos a sentar con papá, esperando que nos dijera qué pasaría. Pero nunca lo hizo. La ambulancia llegó, luego la policía. Un policía amable nos llevó a la escalera de entrada y se quedó con nosotras hasta que sacaron a papá con las manos esposadas. Hasta que sacaron el cuerpo de mamá…
La imagen de los cordones desapareció de repente. Ella estaba de nuevo en la escalera de entrada, esperando que su abuela las recogiera. El policía gordo estaba con ella y, aunque ella no lo conocía, la hacía sentirse segura.
—¿Estás bien? —preguntó Skinner.
—Sí —dijo con una sonrisa nerviosa—. Había olvidado por completo que papá había tirado el teléfono contra la pared.
—¿Cómo te hizo sentir ver eso?
Era una pregunta difícil de responder. Su padre tenía buen genio, pero verlo hacer eso después de lo que pasó con su madre lo hacía parecer débil y vulnerable.
—Me siento triste por él.
—¿Lo has culpado por la muerte de tu madre desde que pasó? —preguntó Skinner.
—Honestamente, depende del día. Depende de mi estado de ánimo.
Skinner asintió, se puso de pie y la miró con una sonrisa reconfortante.
—Creo que ya está bien por hoy. Por favor llámeme si vuelves a experimentar este tipo de reacción a una escena del crimen. Y quisiera volverte a ver pronto. ¿Podemos programar una cita?
Chloe lo pensó, asintió con la cabeza y luego dijo: —Sí, pero me casaré dentro de poco y tenemos un montón de reuniones con floristas y pasteleros… es una pesadilla. ¿Puedo programarla después por teléfono?
—Por supuesto. Y hasta entonces… pégate mucho al agente Greene. Es un buen hombre. Y tuvo razón en aconsejarte a que te vieras conmigo. También tienes que saber que no significa nada el hecho que hayas tenido que recurrir a mí tan pronto en tu carrera. Eso no es un reflejo de tu talento.
Chloe asintió. Ella lo sabía, pero igual le había agradado oír a Skinner decirlo. Se levantó y le dio las gracias por su tiempo. Mientras caminaba hacia la sala de espera, vio a su padre lanzando el teléfono. Pero luego él hizo un comentario, uno que no había olvidado pero que había estado borroso hasta hoy.
Había mirado a Danielle y, con un poco de urgencia en su voz, había dicho: —Danielle, cariño… cámbiate de ropa. Llegarán dentro de poco.
Chloe pasó toda la tarde pensando en ese comentario. Eso la inquietó, pero también la llevó a una puerta cerrada que había logrado ignorar durante los últimos diecisiete años.
CAPÍTULO SIETE
Danielle se despertó a las ocho en punto, sintiendo que no había descansado nada. Había llegado del trabajo a las 2:45 y se había acostado a dormir a las 3:10. Solía dormir hasta las once o a veces hasta incluso más tarde pero, cuando sus ojos se abrieron a las 8:01 de la mañana, no se pudo volver a dormir. A decir verdad, realmente no había dormido muy bien desde que se enteró que Chloe regresaría a la ciudad. Eso la había hecho sentir que su pasado la estaba atormentando y que finalmente la devoraría.
Irritable y cansada, Danielle se duchó y luego desayunó. Hizo todo eso mientras escuchaba el álbum Too Dark Park de la banda Skinny Puppy. Mientras colocaba los platos del desayuno en el fregadero, cayó en cuenta de que tendría que ir de compras hoy. Eso casi nunca la molestaba. Pero algunos días sentía que salir al público sería un error… que las personas la observaban, esperando a que estropeara algo para luego culparla por eso.
También temía que salir le permitiría al que estaba escribiendo las notas seguirla y acosarla. Suponía que el escritor simplemente dejaría de jugar con ella y la terminaría matando. Tal vez hoy sería ese día.
Ella condujo al supermercado, sabiendo muy bien que hoy sería uno de esos días… uno de esos días en los que todo la asustaría. Uno de esos días en los que estaría mirando sobre su hombro constantemente. Ella condujo rápidamente, incluso pasándose un semáforo en rojo en el camino, con ganas de terminar esto rápido.
Desde que Danielle había comenzado a recibir las notas inquietantes debajo de su puerta, se sentía ansiosa si pasaba mucho tiempo en lugares públicos. Para ella, la persona que le estaba enviando esas notas tendría que estar siguiéndola. Hasta en el trabajo se preguntaba si el escritor estaba sentado en la barra, esperando que le sirviera un trago. Cuando salía a comprar cualquier cosa, ¿el escritor la estaba siguiendo, esperando el momento perfecto para raptarla?
Incluso después de que llegó a su destino a salvo, prácticamente corriendo dentro del supermercado con un carrito con una rueda chirriante, siguió preocupada. El escritor de las notas podría estar allí con ella, reflejando sus pasos en el siguiente pasillo, tal vez echándole un buen vistazo en la sección de verduras o en el pasillo de los cereales.
Era un temor muy real que pasó por su mente el día después de lo que había pasado con Martin. Se sintió inundada por la paranoia, lo cual la hizo bajar la cabeza. Si alguien quisiera ver su cara, tendrían que detenerla y subirle el rostro.
Odiaba sentirse así. Siempre había lidiado con este tipo de problemas, y por eso la mayoría de sus relaciones de pareja rara vez duraba más de un mes. Ella había tenido una reputación de puta la primera vez que vivió aquí en Pinecrest, pero no había sido porque le gustaba acostarse con muchos hombres. Era solo que, para cuando se sentía lo suficientemente cómoda con un hombre como para acostarse con él, empezaba a asumir lo peor de él. Terminaba la relación, se tomaba algún tiempo para recuperarse y luego empezaba de nuevo.
Sin embargo, había mejorado un poco desde su mudanza a Pinecrest hace unos años. Se había mudado de Boston para empezar de nuevo. Al menos había decidido hacerlo en un lugar conocido. A lo que más le costó acostumbrarse fue al mundo de las citas aburrido de Pinecrest. Todo estuvo bien al principio, a pesar de que había logrado arruinar cada relación que había empezado. Es por eso que su pelea con Martin la había afectado tanto.
Pinecrest también tenía otra desventaja, Demasiadas personas recordaban a ella y a Chloe. Recordaban que las pobres niñas Fine habían terminado viviendo con sus abuelos después de la muerte de su padre y el encarcelamiento de su padre.
—Danielle, ¿eres tú?
Se volvió hacia la voz, sobresaltada. Había estado tan perdida en sus pensamientos que había mostrado todo su rostro mientras alcanzaba una caja de cereal. Se encontró mirando un rostro de su pasado, una mujer que parecía muy conocida, pero que lastimosamente no recordaba.
—¿No te acuerdas de mí? —preguntó la mujer, un poco ofendida. Ella tenía aproximadamente unos cuarenta y cinco años. Y no, Danielle no recordaba a esta mujer.
—Supongo que no me recuerdas —dijo la mujer—. La última vez que te vi tenías unos trece o catorce años. Soy Tammy Wyler. Yo era amiga de tu madre.
—Ah, sí, claro —dijo Danielle. No recordaba a la mujer en absoluto, pero el nombre sonaba familiar. Danielle supuso que era una de las amigas de la familia que la habían visitado en casa de sus abuelos años después de la muerte de su madre.
—Casi no te reconocí —dijo Tammy—. Tu pelo está más… oscuro.
—Sí —dijo Danielle sin entusiasmo. Supuso que cuando Tammy Wyler la vio por última vez, no se había rebelado por completo. En aquel entonces, a los trece o catorce años de edad, usaba cabello color rosa neón con rayas negras. Ahora llevaba el cabello completamente negro, un look que sabía era un poco aburrido pero que le lucía mucho.
—Siempre supe que volverías por aquí, pero bueno… no sé. Simplemente no te busqué más luego de que te mudaste. Viviste un tiempo en Boston, ¿cierto?
—Sí.
—Me enteré de que Chloe también se mudó para acá. Que compró una nueva casa en Lavender Hills.
—Sí, regresó —dijo Danielle, a punto de perder la paciencia.
—Escuché por ahí que vive a unas pocas casas de una de sus compañeras de secundaria. Yo vivo a dos calles de ella, qué casualidad.
«Pobre Chloe», pensó Danielle.