Atrayendo - Блейк Пирс 2 стр.


Ryan estaba sentado en la mesa para cuando Riley volvió con ambos platos. Vio que había servido vino para ambos.

—Gracias, todo esto es muy agradable. —Mientras cortaba su bistec, añadió—: Me temo que traje un poco de trabajo a casa. Tendré que terminarlo a lo que terminemos de comer.

Riley contuvo un suspiro de desilusión. Esperaba que su cena terminara de forma más romántica.

Ella y Ryan comieron en silencio durante unos momentos. Luego Ryan comenzó a quejarse de su día: —Los abogados de nivel inicial somos esclavos. Tenemos que hacer todo el trabajo pesado para los socios: investigar, preparar alegatos, asegurarnos de que todo esté listo para los tribunales. Y trabajamos mucho más que los socios. Todo el trabajo parece novatadas de fraternidad, excepto que nunca se detiene.

—Todo mejorará —dijo Riley, antes de forzar una risa y añadir—: Algún día tú serás socio. Y tendrás a muchos abogados de nivel inicial que solo se quejarán de ti.

Aunque Ryan no se rio, Riley no podía culparlo. Ahora que lo pensaba, parecía un chiste patético.

Ryan siguió quejándose durante toda la cena, y Riley no sabía si se sentía más herida o enojada. ¿No apreciaba lo mucho que se había esforzado para que esta noche fuera perfecta?

¿Y no entendía lo mucho que sus vidas estaban a punto de cambiar?

Cuando Ryan se quedó callado durante unos momentos, Riley dijo: —Mira, mañana habrá una reunión en el edificio del FBI para celebrar el fin de las prácticas. ¿Podrás venir?

—Me temo que no, Riley. También tengo que trabajar mañana.

Riley se quedó sin aliento y dijo: —Pero mañana es domingo.

Ryan se encogió de hombros y dijo: —Sí, bueno, es como dije, trabajamos como esclavos.

Riley dijo: —Mira, es solo un rato. El subdirector y nuestro supervisor de entrenamiento querrán decir unas palabras. Y luego habrá algunos aperitivos y…

Ryan interrumpió: —Riley, lo siento.

—Pero mañana me voy a Quantico, justo después de la reunión. Me llevaré mi maleta conmigo. Pensé que me llevarías a la estación de autobuses.

—No puedo —dijo Ryan bruscamente—. Tendrás que buscar otra forma de llegar allí.

Ambos comieron en silencio durante unos momentos.

Riley se esforzó por comprender lo que sucedía. ¿Por qué Ryan no podía acompañarla mañana? Solo tomaría unas horas de su día. En ese momento entendió algo…

—Aún no quieres que vaya a Quantico.

Ryan soltó un gemido de disgusto y dijo: —Riley, no quiero volver a hablar del tema.

Riley sintió su rostro enrojecerse de ira y luego dijo: —Bueno, es ahora o nunca, ¿no?

Ryan dijo: —Ya tomaste tu decisión. Supuse que era definitiva.

Los ojos de Riley se abrieron de par en par.

—¿Mi decisión? —dijo—. Creía que era nuestra decisión.

Ryan suspiró y dijo: —No voy a hablar de esto. Solo terminemos de comer, ¿de acuerdo?

Riley se lo quedó mirando mientras comía.

En ese momento, se preguntó: «¿Ryan tiene razón? ¿Lo obligué a aceptar mi partida?»

Ella pensó en sus conversaciones, tratando de recordar. Recordó lo orgulloso que Ryan había estado de ella cuando detuvo al Asesino de Payasos:

—Salvaste la vida de al menos una mujer. Como resolviste el caso, quizá salvaste la vida de otras mujeres. Es una locura. Creo que tal vez estás loca. Pero también eres una heroína.

En ese momento, ella había creído que eso era lo que quería, que siguiera una carrera con el FBI, que siguiera siendo una heroína.

Pero ahora que lo pensaba, Riley no recordaba a Ryan diciendo exactamente esas palabras. Ryan nunca le había dicho que quería que fuera a la Academia para seguir sus sueños.

Riley respiró profundo varias veces y pensó: «Necesitamos discutir esto con calma.»

Finalmente dijo: —Ryan, ¿qué quieres para nosotros?

Ryan inclinó la cabeza y se le quedó mirando.

—¿De verdad quieres saberlo? —preguntó.

Aunque Riley sintió un nudo en la garganta, le respondió: —Quiero saberlo. Dime qué es lo que quieres.

Ryan parecía herido. Riley se encontró temiendo lo que iba a decir.

Ryan finalmente dijo: —Solo quiero una familia.

Luego se encogió de hombros y comió otro bocado de bistec.

Sintiéndose un poco aliviada, Riley dijo: —Yo también quiero eso.

—¿Sí? —preguntó Ryan.

—Claro que sí. Sabes que sí.

Ryan negó con la cabeza y dijo: —No, creo que ni siquiera tú sabes lo que quieres.

Esas palabras fueron como una cachetada para Riley. Por un momento, simplemente no supo qué decir.

Luego dijo: —¿No crees que pueda tener una carrera y una familia al mismo tiempo?

—Claro que sí —dijo Ryan—. Muchas mujeres lo hacen hoy en día. Se llama ‘tenerlo todo’. Es difícil y requiere de una planificación y muchos sacrificios, pero se puede hacer. Y me encantaría ayudarte a lograrlo. Pero…

Su voz se quebró.

—Pero ¿qué? —preguntó Riley.

Ryan respiró profundo y luego dijo: —Tal vez sería diferente si quisieras ser abogada, como yo. O médico o psiquiatra. O agente de bienes raíces. O abrir tu propio negocio. O convertirte en profesora universitaria. Entendería eso. Podría lidiar con eso. Pero ¡estarás en Quantico durante 18 semanas! ¿Cuántas veces nos veremos durante todo ese tiempo? ¿Crees que una relación puede sobrevivir tanto tiempo de separación? Además… —Sostuvo la mirada de Riley por un momento y luego dijo—: Riley, has estado a punto de ser asesinada dos veces desde que te conozco.

Riley tragó grueso.

Él tenía razón, por supuesto. Su más reciente roce con la muerte había sido a manos del Asesino de Payasos. Antes de eso, durante su último semestre en la universidad, casi había sido asesinada por un profesor psicópata que todavía aguardaba juicio por el asesinato de dos alumnas, sus amigas.

Riley había logrado ser admitida a las pasantías del FBI por haber ayudado a resolver el caso, y el asesinato de sus amigas era una de las razones principales por las que quería convertirse en agente del FBI.

Con voz entrecortada, Riley dijo: —¿Quieres que renuncie? ¿Quieres que no vaya a Quantico mañana?

Ryan dijo: —Lo que yo quiero no importa.

Riley tenía muchas ganas de llorar.

—Sí, sí importa, Ryan —dijo Riley—. Importa mucho.

Ryan se la quedó mirando por mucho tiempo.

Luego dijo: —Supongo que sí, que sí quiero que renuncies. Sé que todo te parece emocionante. Ha sido una gran aventura para ti. Pero es hora de que ambos sentemos cabeza. Es hora de seguir adelante con nuestra vida real.

Riley de repente sintió que esto tenía que ser una pesadilla de la cual no podía despertar.

«¡Nuestra vida real!», pensó.

¿Qué significaba eso?

¿Y qué decía sobre ella el hecho de que no sabía lo que significaba?

Solo sabía una cosa con certeza, que él no quería que fuera a Quantico.

Luego Ryan dijo: —Mira, puedes trabajar en cualquier cosa aquí en DC. Y tienes un montón de tiempo para pensar en lo que quieres hacer a largo plazo. Entretanto, no importa si ganas mucho dinero o no. No gano mucho en el bufete, pero estamos sobreviviendo, y eventualmente ganaré bastante dinero.

Ryan se metió otro bocado en la boca, pareciendo extrañamente aliviado, como si ya hubieran arreglado todo.

Pero sentía que no habían arreglado nada. Riley había pasado todo el verano soñando con la Academia del FBI. No podía renunciar a eso ahora.

«No —pensó—. No puedo hacer eso.»

Ahora se sentía muy enojada.

Con voz tensa, dijo: —Lamento que te sientas así. No voy a cambiar de parecer. Me voy a Quantico mañana.

Ryan la miró como si no pudiera creer lo que estaba oyendo.

Riley se levantó de la mesa y dijo: —Disfruta el resto de la comida. Hay pastel de queso en el refrigerador. Estoy cansada. Me ducharé y luego me iré a la cama.

Antes de que Ryan pudiera responder, Riley corrió al baño. Lloró durante unos minutos y luego se duchó por un largo raro. Cuando se puso la bata de baño y volvió a salir del baño, vio a Ryan sentado en la cocina. Había recogido la mesa y estaba trabajando en su computadora. Ni siquiera levantó la mirada.

Riley entró en el dormitorio, se metió en la cama y empezó a llorar de nuevo.

Mientras se limpiaba los ojos y se sonaba la nariz, se preguntó: «¿Por qué estoy tan enojada? ¿Ryan está equivocado? ¿Nada de esto es su culpa?»

No podía pensar con claridad. Y en ese momento comenzó a recordar algo terrible… cuando despertó en la cama con un dolor agudo y se dio cuenta de que estaba empapada de sangre… cuando tuvo el aborto espontáneo.

Ella se preguntó si esa era una de las razones por las que Ryan no quería que se convirtiera en agente del FBI. El caso del Asesino de Payasos la había estresado mucho. Pero el médico en el hospital le había asegurado que el estrés no había causado su aborto involuntario.

En su lugar, le había dicho que había sido causado por «anomalías cromosómicas».

Ahora que Riley lo volvía a pensar, esa palabra, «anomalías», la perturbaba.

Se preguntó si ella era una anormal después de todo.

¿Era incapaz de tener una relación duradera y mucho menos una familia?

A lo que se quedó dormida, se sintió como si solo sabía una cosa con certeza… que se iba a Quantico mañana.

CAPÍTULO DOS

Al hombre le agradaba escuchar el gemido de la mujer. Sabía que estaba recobrando el conocimiento. Sí, veía que sus ojos se habían abierto un poco.

Estaba tumbada de lado sobre una mesa de madera en la pequeña sala con piso de tierra, paredes de cemento y techo de madera bajo. Estaba atada con cinta de embalar. Sus piernas estaban dobladas y atadas a su pecho, y sus manos estaban envueltas alrededor de sus canillas. Su cabeza yacía sobre sus rodillas.

Le recordaba a las imágenes que había visto de fetos humanos y embriones que a veces encontraba cuando abría un huevo fresco de uno de sus pollos. Se veía tan inocente que parecía conmovedora.

En su mayoría, le recordaba a la otra mujer que creía se llamaba Alice. Había creído que solo la asesinaría a ella, pero lo había disfrutado tanto en ese entonces… y había tan pocos placeres en su vida… ¿cómo podría detenerse?

—Me duele —murmuró la mujer—. ¿Por qué me duele?

Sabía que estaba adolorida porque yacía sobre una maraña de alambre de púas. Su sangre ya estaba goteando sobre la superficie de la mesa, la cual la mancharía como el resto de la sangre que había sido derramada allí. Aunque no importaba. La mesa era más vieja él, y él era la única persona que jamás la veía.

Él también estaba un poco adolorido y sangrando. Se había cortado con el alambre de púas al meterla en la ranchera. Fue más difícil de lo que esperaba porque ella se había defendido más que la otra mujer.

Esta mujer se había retorcido mucho antes de que el cloroformo casero terminó de hacer efecto. Luego dejó de retorcerse y él logró someterla por completo.

A pesar de ello, no le molestaba mucho que se había lastimado con las púas afiladas. Sabía por experiencia que cortes de ese estilo se curaban con bastante rapidez, incluso si dejaban cicatrices horribles.

Se inclinó para mirar su cara de cerca.

Sus ojos estaban casi completamente abiertos ahora. Sus irises se movían mientras lo miraba.

«Aún tratando de evitar mirarme», se dio cuenta el hombre.

Todo el mundo actuaba así cuando lo veían. No culpaba a las personas por tratar de fingir que era invisible o que no existía en absoluto. A veces se miraba en el espejo y se creía invisible.

La mujer repitió: —Me duele.

Además de los cortes, estaba seguro de que le dolía la cabeza por la fuerte dosis de cloroformo casero. Él mismo había estado a punto de desmayarse cuando lo mezcló, y había pasado varios días con dolor de cabeza después de eso. Pero el cloroformo casero funcionaba muy bien, por lo que lo seguiría utilizando.

Ahora estaba bien preparado para lo que iba a hacer a continuación. Ahora llevaba guantes de trabajo y una chaqueta acolchada gruesa. No se lastimaría más mientras hacía el trabajo.

Se puso a trabajar en la maraña de alambre de púas con unos cortaalambres. Luego jaló una longitud alrededor del cuerpo de la mujer y lo dobló en los extremos para hacer nudos improvisados ​​para mantener el alambre en su lugar.

La mujer gimió y trató de zafarse de la cinta de embalar mientras las púas cortaban su piel y ropa.

Mientras seguía trabajando, dijo: —Puedes hablar. Puedes gritar si quieres, si te ayuda…

Desde luego no le preocupaba que alguien la oyera.

Ella gimió más fuerte y trató de gritar, pero su voz era muy débil.

El hombre sonrió. Sabía que no podía meter suficiente aire en sus pulmones para gritar, no con sus piernas atadas contra su pecho.

Colocó otra longitud de alambre de púas alrededor de ella y la estiró con fuerza, viendo como la sangre goteaba del lugar donde cada púa perforaba su carne debajo de su ropa.

Siguió colocando longitud tras longitud alrededor de ella hasta que pareció una especie de enorme capullo de alambre. El capullo de alambre estaba haciendo todo tipo de sonidos extraños—suspiros, jadeos, gemidos y quejidos. La sangre de la mujer goteó y goteó hasta que toda la mesa estaba roja.

Luego dio un paso atrás y admiró su obra.

Apagó la luz del techo y salió de la sala, cerrando la pesada puerta de madera detrás de él.

El cielo estaba despejado y estrellado y no podía oír nada, excepto el sonido de los grillos.

Respiró aire fresco.

La noche parecía especialmente dulce en este momento.

CAPÍTULO TRES

Mientras Riley se puso en fila con el resto de los pasantes para su fotografía formal, oyó la puerta de la recepción abrirse.

El corazón le dio un salto y se dio la vuelta para ver quién había llegado.

Pero solo era Hoke Gilmer, el supervisor de entrenamiento del programa, quien había regresado después de haber salido durante unos minutos.

Riley contuvo un suspiro. Sabía que el agente Crivaro no estaría aquí hoy. La había felicitado por completar sus prácticas ayer y le había dicho que quería volver a Quantico lo más pronto posible. Era obvio que simplemente no le gustaban las ceremonias y recepciones.

En realidad albergaba la esperanza de que Ryan aparecería de la nada para celebrar la finalización del programa de verano con ella.

Sin embargo, sabía que era bastante probable que no apareciera.

Aun así, no pudo evitar fantasear que de alguna manera cambiaría de parecer y llegaría al último minuto disculpándose por su comportamiento y diciendo las palabras que anhelaba oír:

—Quiero que vayas a la Academia. Quiero que sigas tu sueño.

Pero, por supuesto, eso no iba a pasar…

«Y cuanto antes lo entienda, mejor», pensó.

Los 20 pasantes formaron tres filas para la fotografía, una fila sentada en una mesa larga con dos filas de pie detrás de ella. Dado que los pasantes estaban dispuestos en orden alfabético, Riley se encontró en la última fila entre otros dos estudiantes cuyos apellidos comenzaban con S, Naomi Strong y Rhys Seely.

No había llegado a conocer a Naomi ni a Rhys muy bien.

Pero eso también era cierto de la mayoría de los otros pasantes. Se había sentido fuera de lugar desde el primer día del programa hace 10 semanas. El único estudiante que había llegado a conocer en todo este tiempo era John Welch, quien estaba a unos estudiantes a su izquierda.

En su primer día, John le había explicado por qué los demás estaban mirándola extraño y susurrando entre sí sobre ella…

—Casi todos saben quién eres. Supongo que podría decirse que tu reputación te precede.

Después de todo, ella era la única pasante con «experiencia de campo».

Riley contuvo otro suspiro al pensar en las palabras «experiencia de campo».

Le parecía raro considerar lo que había sucedido en la Universidad de Lanton «experiencia de campo». Para ella, había sido más como una pesadilla. Nunca olvidaría el encontrar a sus dos amigas cercanas degolladas en sus habitaciones.

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