Una Vez Enfriado - Блейк Пирс 3 стр.


“Gracias a ti”, dijo Riley.

Finalizaron la llamada y Riley contestó su teléfono. Riley dijo hola, y luego escuchó la voz de una mujer.

“Hola… ¿Quién habla?”.

“¿Quién es?”, preguntó Riley.

En ese momento cayó un silencio.

“¿Está Ryan?”, preguntó la mujer.

Sus palabras sonaban mal articuladas ahora. Riley se sentía bastante segura de que la mujer estaba borracha.

“No”, dijo Riley. Ella vaciló un momento. Después de todo, podría ser una clienta de Ryan. Pero sabía que no lo era. La situación era demasiado familiar.

Riley dijo: “No llames a este número de nuevo”.

Ella colgó.

Estaba muy enojada.

“Se está repitiendo el mismo ciclo”, pensó.

Marcó el número de la casa de Ryan.

CAPÍTULO TRES

Cuando Ryan contestó el teléfono, Riley no perdió tiempo en llegar al grano.

“¿Estás saliendo con alguien más, Ryan?”, preguntó.

“¿Por qué?”.

“Una mujer llamó preguntando por ti”.

Ryan vaciló antes de preguntar: “¿Te dio su nombre?”.

“No. Colgué”.

“No debiste haber hecho eso. Pudo haber sido una clienta”.

“Estaba borracha, Ryan. Y era personal, era evidente por su voz”.

Parecía que Ryan no sabía qué decir.

Riley repitió la pregunta, “¿Estás saliendo con alguien más?”.

“L-lo siento”, tartamudeó Ryan. “No sé cómo encontró tu número. Debe ser un error”.

“Es que es obvio que hubo un error”, pensó Riley.

“No estás respondiendo mi pregunta”, dijo.

Ryan estaba empezando a sonar enfadado.

“¿Y qué si estoy saliendo con alguien más? Riley, nunca llegamos a un acuerdo que seríamos exclusivos”.

Riley quedó pasmada. No, no recordaba haber hecho ningún acuerdo de ese tipo. Pero, aún así...

“Solo supuse que...”, comenzó.

“Tal vez supusiste lo que no debiste”, interrumpió Ryan.

Riley trató de mantener la calma.

“¿Cuál es su nombre?”, preguntó.

“Lina”.

“¿Es serio?”.

“No lo sé”.

El teléfono estaba temblando en la mano de Riley.

Ella dijo: “¿No crees que es hora de que te decidas?”.

En ese momento cayó un silencio.

Finalmente, Ryan dijo: “Riley, he tenido la intención de hablar contigo sobre esto. Necesito un poco de espacio. Todo esto de ser una familia… Pensé que estaba preparado, pero no es así. Quiero disfrutar de mi vida. Deberías tomarte un tiempo para disfrutar de la tuya también”.

Riley oía un tono demasiado familiar en su voz.

“Está de mujeriego de nuevo”, pensó.

Estaba disfrutando de su nuevo romance, alejándose de Riley y su familia. Se había visto muy cambiado recientemente, más comprometido y responsable. Debió haberse dado cuenta desde el principio que no duraría. No había cambiado en absoluto.

“¿Qué vas a hacer ahora?”, preguntó.

Ryan parecía estar aliviado de estar expresando sus sentimientos.

“Mira, todo esto de estar yendo y viniendo de tu casa y la mía no está funcionando. Se siente demasiado temporal. Creo que lo mejor es que me vaya”.

“April va a estar molesta”, dijo Riley.

“Lo sé. Pero resolveremos las cosas. Seguiré pasando tiempo con ella. Y estará bien. Ha pasado por cosas peores”.

La volubilidad de Ryan estaba enojando a Riley cada vez más. Sentía que estaba a punto de estallar.

“¿Y qué de Jilly?”, dijo Riley. “Está muy encariñada contigo. Cuenta contigo. La ayudas con un montón de cosas, como su tarea. Ella te necesita. Está pasando por tantos cambios, y es difícil para ella”.

Hubo otra pausa. Riley sabía que Ryan estaba a punto de decir algo que en realidad no le iba a gustar.

“Riley, Jilly fue tu decisión. Te admiro por ello. Pero yo nunca decidí asumir esa responsabilidad. Una adolescente con problemas es demasiado para mí. No es justo”.

Por un momento, Riley estaba demasiado furiosa que ni podía hablar.

Ryan había vuelto a su hábito de solo preocuparse por sus propios sentimientos.

Todo esto era inútil.

“Ven a buscar tus cosas”, dijo ella con los dientes apretados. “Asegúrate de venir cuando las chicas estén en la escuela. Quiero que te lleves todas tus cosas tan pronto como sea posible”.

Ella colgó el teléfono.

Se levantó de su escritorio y se paseó por la habitación, hirviendo de rabia.

Anhelaba alguna forma de drenar su rabia, pero no había nada que pudiera hacer ahora mismo. Sabía que le esperaba una noche de insomnio.

Pero mañana sí que podría hacer algo para drenar todo lo que estaba sintiendo.

CAPÍTULO CUATRO

Riley sabía que se aproximaba un ataque, y que sería de cerca. Podría venir de cualquier parte de estos espacios laberínticos. Caminó cuidadosamente por un pasillo estrecho del edificio abandonado.

Pero los recuerdos de la noche anterior seguían invadiendo su mente…

“Necesito un poco de espacio”, le había dicho Ryan.

“Todo eso de ser una familia… Pensé que estaba preparado para ello, pero no es así. Quiero disfrutar de mi vida”.

Riley estaba enojada. Su enojo no era solo con Ryan, sino consigo misma por permitir que tales pensamientos la distrajeran.

“Concéntrate”, se dijo a sí misma. “Tienes que derribar a un hombre malvado”.

Y la situación era sombría. La colega más joven de Riley, Lucy Vargas, ya había sido herida. El compañero de Riley, Bill Jeffreys, se había quedado con ella. Los dos estaban en una esquina detrás de Riley, manteniendo a raya los tiradores que se aproximaban. Riley oyó una ráfaga de tres disparos del rifle de Bill.

Se le aproximaba el peligro, así que no podía voltearse para ver lo que estaba ocurriendo.

“¿Cuál es tu situación, Bill?”, dijo en voz alta.

Ahora oyó una serie de disparos semiautomáticos.

“Uno menos, faltan dos”, le respondió Bill. “Voy a acabar con estos tipos, ya verás. Y tengo cubierta a Lucy, ella va a estar bien. Sigue adelante. El tipo que está adelante es bueno. Muy bueno”.

Bill tenía razón. Riley no podía ver al tirador que estaba adelante, pero ya le había dado a Lucy, quien era una excelente tiradora. Si Riley no acababa con él, era probable que los mataría a los tres.

Mantuvo su M4 levantada y lista. No había manejado un arma de asalto en mucho tiempo, así que todavía se estaba acostumbrando a su volumen y peso.

Ante ella se extendía el pasillo con todas sus puertas abiertas. El tirador podría estar en cualquiera de esas habitaciones. Estaba decidida a encontrarlo y hacerlo volar antes de que pudiera hacer más daño.

Riley se deslizó por la pared, moviéndose hacia la primera puerta. Esperando que estuviera allí, se alejó de la abertura, alargó el arma y disparó una ráfaga de tres asaltos adentro. El arma se sacudió fuertemente en sus manos. Luego se colocó delante de la puerta y disparó otra ráfaga de tres disparos. Esta vez presionó la culata contra su hombro, absorbiendo el retroceso.

Ella bajó su arma y vio que la habitación estaba vacía. Se dio la vuelta para asegurarse de que el pasillo aún estuviera despejado y se quedó allí por un momento considerando su siguiente movimiento. Además de ser peligroso, verificar sala por sala de esta forma la haría desperdiciar munición valiosa. Pero, en este momento, parecía no tener otra opción. Si el tirador estaba en una de esas habitaciones, estaba a punto de matar a quien tratara de pasar por la puerta abierta.

Se detuvo por un momento para verificar sus propias reacciones físicas.

Estaba agitada y nerviosa.

Su corazón latía con fuerza.

Estaba respirando fuerte y rápidamente.

Pero ¿era por adrenalina o por la ira de la noche anterior?

Recordó una vez más…

“¿Y qué si estoy saliendo con alguien más?”, había dicho Ryan.

“Riley, nunca llegamos a un acuerdo de que seríamos exclusivos”.

Él le había dicho que el nombre de la mujer era Lina.

Riley se preguntó qué edad tenía.

Probablemente era demasiado joven.

Las mujeres de Ryan siempre eran demasiado jóvenes.

“Maldita sea, ¡deja de pensar en él!”. Estaba reaccionando como una novata estúpida.

Tuvo que recordarse a sí misma quién era ella. Era Riley Paige, y era respetada y admirada por todos.

Tenía años de formación y trabajo de campo.

Había pasado por muchas situaciones difíciles. Había quitado vidas y había salvado vidas. Siempre mantenía la calma ante el peligro.

Entonces ¿cómo podía dejar que Ryan la afectara así?

Se sacudió físicamente, tratando de sacar las distracciones de su cabeza.

Se arrastró hacia la habitación de al lado, disparó una ráfaga alrededor del marco de la puerta, dio un paso directamente en la habitación y apretó el gatillo de nuevo.

En ese mismo momento, su rifle se atascó.

“Maldita sea”, dijo Riley en voz alta.

Por suerte, el tirador no estaba en esa habitación tampoco. Pero ella sabía que su suerte podría acabarse en cualquier momento. Bajó la M4 y sacó su pistola Glock.

En ese momento, vio un destello de movimiento. Vio al hombre parado en la puerta, apuntándola directamente con el rifle. Instintivamente, Riley cayó al suelo y rodó, evitando sus disparos. Luego se puso de rodillas y disparó tres veces, preparándose para el retroceso con cada ronda. Las tres balas impactaron al tirador, quien cayó de espaldas al suelo.

“¡Lo tengo!”, le gritó a Bill. Observó la figura cuidadosamente y no vio ninguna señal de vida. Todo había acabado.

Luego Riley se puso de pie y se quitó el casco de realidad virtual con sus gafas, auriculares y micrófono. El tirador desapareció, junto con el laberinto de pasillos. Estaba en una sala del tamaño de una cancha de baloncesto. Bill estaba cerca, y Lucy estaba a sus pies. Bill y Lucy también estaban quitándose sus cascos. Al igual que Riley, llevaban puesto mucho equipo, incluyendo correas alrededor de sus muñecas, codos, rodillas y tobillos que rastreaban sus movimientos en la simulación.

Ahora que sus compañeros no eran marionetas simuladas, Riley se detuvo un momento para apreciar su presencia en la vida real. Parecían un par impar, uno de ellos maduro y sólido, la otra joven e impulsiva.

Pero ambos eran sus personas favoritas en el mundo.

Riley ya había trabajado con Lucy en el campo más de una vez, y sabía que podía contar con ella. La joven agente de ojos oscuros y piel oscura siempre parecía brillar desde el interior, irradiando energía y entusiasmo.

Por el contrario, Bill tenía la edad de Riley y, aunque sus cuarenta años lo estaban frenando un poco, todavía era un agente de campo de primera categoría.

“Sigue siendo bastante apuesto también”, se recordó a sí misma.

Por un momento se preguntó... Ahora que las cosas estaban derrumbándose entre ella y Ryan, ¿tal vez ella y Bill podrían...?

Pero no, sabía que era una idea terrible. En el pasado, ella y Bill habían hecho tantos esfuerzos torpes para empezar algo serio, y los resultados siempre habían sido desastrosos. Bill era un gran compañero y su mejor amigo. Sería estúpido echar a perder todo eso.

“Buen trabajo”, le dijo Bill a Riley. Estaba sonriendo.

“Sí, me salvaste la vida, agente Paige”, dijo Lucy, riendo. “Sin embargo, no puedo creer que me dejé meter un tiro. ¡Fallé al tipo cuando estuvo justo en frente de mí!”.

“Para eso está este sistema”, le dijo ​​Bill a Lucy, dándole palmaditas en la espalda. “Hasta los agentes muy experimentados tienden a fallar sus objetivos a corto alcance, dentro de diez pies de distancia. La RV te ayuda a lidiar con ese tipo de problemas”.

Lucy dijo: “Bueno, no hay nada como tomar una bala virtual en el hombro para enseñarte una lección”. Se frotó el hombro, donde el equipo había hecho que le ardiera la piel para hacerle saber que le habían disparado.

“Es mejor que una real”, dijo Riley. “De todos modos, te deseo una pronta recuperación”.

“¡Gracias!”, dijo Lucy, riendo de nuevo. “Ya me siento mejor”.

Riley enfundó la pistola modelo y recogió el rifle de asalto falso. Recordó el retroceso brusco que sintió cuando disparó las armas. Y el edificio abandonado había sido detallado y vívido.

Aún así, Riley se sentía extrañamente vacía e insatisfecha.

Pero eso obviamente no era culpa ni de Bill ni de Lucy. Y estaba agradecida de que se habían tomado tiempo libre esta mañana para acompañarla en este ejercicio.

“Gracias por aceptar hacer esto conmigo”, dijo. “Supongo que necesitaba desahogarme”.

“¿Te sientes mejor?”, preguntó Lucy.

“Sí”, dijo Riley.

No era cierto, pero supuso que una mentirita no haría daño.

“¿Qué les parece si vamos a tomarnos una taza de café?”, preguntó Bill.

“Suena genial”, dijo Lucy.

Riley negó con la cabeza.

“Hoy no, gracias. En otro momento. Vayan ustedes”.

Bill y Lucy salieron de la enorme sala de realidad virtual. Por un momento, Riley se preguntó si tal vez debería ir con ellos después de todo.

“No, sería pésima compañía”, pensó.

Las palabras de Ryan seguían haciendo eco en su mente...

“Riley, Jilly fue tu decisión”.

Ryan realmente era un desalmado por darle la espalda a Jilly.

Pero Riley no estaba enojada ahora. En vez se sentía muy triste.

Pero ¿por qué?

Poco a poco entendió...

“Nada de esto es real. Toda mi vida es una farsa”.

Sus esperanzas de ser una familia de nuevo con Ryan y las niñas solo había sido una ilusión.

“Igual que esta condenada simulación”.

Cayó de rodillas y comenzó a sollozar.

Le tomó unos minutos recomponerse. Agradecida de que nadie había visto su colapso, se puso de pie y se dirigió a su oficina. Tan pronto como entró, su teléfono de escritorio comenzó a sonar.

Sabía quién la estaba llamando.

Había estado esperándola.

Y sabía que la conversación no sería fácil.

CAPÍTULO CINCO

“Hola, Riley”, dijo la voz de una mujer cuando Riley contestó el teléfono.

Era una voz dulce, temblorosa y débil por la edad, pero agradable de todos modos.

“Hola, Paula”, dijo Riley. “¿Cómo estás?”.

La mujer suspiró.

“Bueno, ya sabes, este día siempre es difícil”.

Riley entendía. La hija de Paula, Tilda, fue asesinada este día hace veinticinco años.

“Espero que no te moleste mi llamada”, dijo Paula.

“Por supuesto que no, Paula”, le aseguró Riley.

Después de todo, Riley había iniciado su relación bastante peculiar hace años. En realidad, Riley jamás había trabajado en el caso del asesinato de Tilda. Se había comunicado con la madre de la víctima mucho después de que el caso se enfriara.

Esta llamada anual entre ellas era un ritual bastante antiguo.

A Riley todavía le parecía extraño tener estas conversaciones con alguien que no conocía. Ni siquiera sabía cómo era Paula. Sabía que tenía sesenta y ocho años ahora. Su hija fue asesinada cuando había tenido cuarenta y tres, solo tres años mayor que Riley. Riley la imaginada como una abuela amable.

“¿Cómo está Justin?”, preguntó Riley.

Riley había hablado con el marido de Paula un par de veces, pero nunca había llegado a conocerlo.

Paula volvió a suspirar.

“Falleció el verano pasado”.

“Lo siento”, dijo Riley. “¿Qué le pasó?”.

“Fue repentino e inesperado. Fue un aneurisma, o tal vez un ataque al corazón. Se ofrecieron a hacerle una autopsia para determinar la causa. Yo les dije que no tenía sentido, eso no lo traería de vuelta”.

Riley se sintió muy mal por la mujer. Sabía que Tilda había sido hija única. La pérdida de su marido tuvo que haber sido muy difícil.

¿Cómo lo estás sobrellevando?, preguntó Riley.

“Un día a la vez”, dijo Paula. “Me siento bastante sola”.

Había una nota de tristeza casi insoportable en su voz, como si se sintiera lista para estar con su esposo en la muerte.

A Riley le costaba imaginar tanta soledad. Se sentía agradecida por tener a personas atentas en su vida: April, Gabriela y ahora Jilly. Riley había temido perderlas. April había estado en mucho peligro más de una vez.

Y, por supuesto, también tenía amigos maravillosos, como Bill. Él también había estado en peligro.

“Nunca los daré por sentado”, pensó.

“¿Y tú, querida?”, preguntó Paula.

Tal vez por eso Riley sentía como si pudiera hablar con Paula acerca de las cosas de las que no podía con la mayoría de las personas.

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