“Bien, estoy en el proceso de adoptar a una niña de trece años de edad. Eso ha sido una aventura. Ah, y Ryan regresó por un tiempo. Luego se fue de nuevo. Otra joven hermosura le llamó la atención”.
“¡Qué terrible!”, dijo Paula. “Tuve suerte con Justin. Jamás se alejó de mí. Y supongo que, a la larga, también tuvo suerte. Se fue rápido, no sufrió. Espero que cuando llegue mi momento...”.
La voz de Paula se quebró.
Riley se estremeció.
Paula había perdido a una hija a manos de un asesino que jamás había comparecido ante la justicia.
Riley también había perdido a alguien a manos de un asesino que jamás fue encontrado.
Ella habló lentamente.
“Paula... Todavía lo recuerdo. También tengo pesadillas”.
Paula respondió con una voz amable.
“No es de extrañar. Eras pequeña. Y estuviste allí cuando sucedió. Al menos yo no tuve que vivirlo”.
Esa frase sorprendió a Riley.
Para ella, Paula sí tuvo que vivirlo.
Es cierto que Paula no fue obligada a ver a su hija morir.
Pero, sin duda, perder su hija única había sido peor de lo que Riley había sufrido.
La capacidad de Paula de demostrar compasión desinteresada siempre asombraba a Riley.
Paula seguía hablando en una voz tranquilizadora.
“Supongo que el dolor nunca desaparece. Tal vez no deberíamos querer que desaparezca. ¿En qué nos convertiríamos si yo olvidara a Justin o tú a tu madre? Jamás quisiera endurecerme tanto. Mientras siga herida y me siga doliendo, me seguiré sintiendo humana... Y viva. Lo sucedido forma parte de lo que ambas somos, Riley”.
Riley contuvo las lágrimas.
Como siempre, Paula le estaba diciendo exactamente lo que necesitaba oír.
Pero, como siempre, no era nada fácil oírlo.
Paula continuó: “Y mira lo que has hecho con tu vida, proteges a otros, buscas la justicia. Tu pérdida te ha ayudado a ser quién eres: una campeona, una persona buena y cariñosa”.
Riley sollozó.
“Ay, Paula. Desearía que las cosas no tuvieran que ser así para nosotras. Deseo haber podido...”.
Paula la interrumpió.
“Riley, hablamos de esto todos los años. El asesino de mi hija jamás será llevado ante la justicia. No es culpa de nadie, y no culpo a nadie. Y mucho menos a ti. Nunca fue tu caso para empezar. No es tu responsabilidad. Todos los demás hicieron lo mejor que pudieron. Lo mejor que puedes hacer es hablar conmigo. Y eso hace que mi vida sea mucho mejor”.
“Siento lo de Justin”, dijo Riley.
“Gracias. Significa mucho para mí”.
Riley y Paula accedieron a hablar de nuevo el año siguiente, y luego finalizaron la llamada.
Riley se quedó sentada en su oficina.
Hablar con Paula siempre era difícil emocionalmente, pero la mayoría de las veces hacía a Riley sentirse mejor.
Hoy Riley solo se sintió peor.
¿Por qué?
“No me está yendo bien en estos momentos”, pensó Riley.
Hoy en día, todos los problemas en su vida parecían estar entrelazados.
Y, de alguna manera, no podía dejar de culparse a sí misma por toda la pérdida, por todo el dolor.
Al menos ya no tenía ganas de llorar. Llorar sin duda no la ayudaba. Además, Riley tenía que terminar unos trámites administrativos rutinarios hoy. Se acomodó en su escritorio y trató de trabajar.
*
Esa misma tarde, Riley se fue directamente a la Escuela Intermedia Brody. Jilly ya estaba esperándola en la acera cuando llegó.
Jilly saltó en el asiento del pasajero.
“¡Tenía quince minutos esperando!”, dijo. “¡Date prisa! ¡Vamos a llegar tarde al juego!”.
Riley dejó escapar una risita.
“No vamos a llegar tarde”, dijo. “Llegaremos justo a tiempo”.
Riley siguió conduciendo hacia la escuela secundaria de April.
Mientras conducía, Riley comenzó a preocuparse de nuevo.
¿Ryan había ido a recoger sus cosas?
¿Y cuándo y cómo iba a darles la noticia a las chicas de que se había ido?
“¿Qué pasa?”, preguntó Jilly.
Riley no se había dado cuenta de que su rostro había traicionado sus sentimientos.
“Nada”, dijo.
“Sé que tienes algo”, dijo Jilly. “Puedo notarlo”.
Riley sofocó un suspiro. Al igual que April y Riley, Jilly era bastante observadora.
“¿Debería decírselo ya?”, se preguntó Riley.
No, este no era el momento. Estaban en camino a ver jugar a April en un partido de fútbol. No quería arruinarles la tarde con malas noticias.
“No es nada”, dijo.
Riley se estacionó en la escuela de April minutos antes del comienzo del partido. Ella y Jilly se dirigieron hacia las gradas, que ya estaban bastante llenas. Riley se dio cuenta de que tal vez Jilly tenía razón, tal vez deberían haber llegado antes.
“¿Dónde nos sentamos?”, preguntó Riley.
“¡Allá arriba!”, dijo Jilly, señalando el nivel superior, donde quedaba un poco de espacio disponible. “Podré ponerme contra la baranda y ver todo”.
Subieron las gradas y se sentaron. El juego comenzó en cuestión de minutos. April estaba de mediocampo y pasándola de lo mejor. Riley vio de inmediato que era una jugadora agresiva.
Mientras observaban, Jilly comentó: “April dice que quiere desarrollar sus habilidades de juego durante los próximos años. ¿Es cierto que el fútbol podría ayudarla a obtener una beca para la universidad?”.
“Si trabaja duro”, dijo Riley.
“Guau. Eso es genial. Tal vez yo pueda hacer eso también”.
Riley sonrió. Era maravilloso que Jilly tuviera una visión tan positiva del futuro. En la vida que dejó atrás, Jilly había tenido poco qué esperar. Sus posibilidades habían sido sombrías. Era casi seguro que no hubiese terminado la secundaria, y mucho menos que iría a la universidad. Ahora tenía acceso a todo un mundo de posibilidades.
“Supongo que sí hago algunas cosas bien”, pensó Riley.
April se metió en la defensa e hizo un tiro de esquina que le pasó de lado a la arquera contraria. Anotó el primer gol del partido.
Riley se puso de pie, vitoreando y aplaudiendo.
Mientras vitoreaba, Riley reconoció a otra chica del equipo. Era la amiga de April, Crystal Hildreth. Riley no había visto a Crystal en bastante tiempo. Ver a la chica despertó algunas emociones complicadas.
Crystal y su padre, Blaine, habían vivido justo al lado de Riley y su familia.
Blaine era un hombre encantador. Riley se había interesado en él, y él en ella.
Pero todo eso terminó hace unos meses cuando sucedió algo terrible que hizo que se mudaran.
Riley realmente no quería recordar esos terribles acontecimientos.
Observó la multitud. Puesto que Crystal estaba jugando, era obvio que Blaine tendría que estar ahí. Pero no lo vio.
Esperaba no encontrárselo.
*
Era medio tiempo y Jilly se había ido a hablar con unos amigos que había visto.
Riley vio que tenía un mensaje de texto. Era de Shirley Redding, la agente inmobiliaria que había contactado para vender la cabaña de su padre.
Leía:
“¡Buenas noticias! ¡Llámame de inmediato!”.
Riley se bajó de las gradas y marcó el número de la agente.
“Le eché un vistazo a la propiedad”, dijo la mujer. “Vale más de cien mil dólares. Tal vez el doble”.
Riley sintió un cosquilleo de emoción. Esa cantidad de dinero sería una gran ayuda para los planes universitarios de las chicas.
Shirley continuó: “Tenemos que hablar de los detalles. ¿Ahora es un buen momento?”.
No lo era, por supuesto, así que Riley se puso de acuerdo con ella para hablar mañana. Justo cuando finalizó la llamada, vio a alguien haciendo su camino a través de la multitud hacia ella.
Riley lo reconoció de inmediato. Era Blaine, su antiguo vecino.
Vio que el hombre guapo y sonriente aún tenía una cicatriz en la mejilla derecha.
Riley se sintió desolada.
¿Él la culpaba por esa cicatriz?
Porque ella no podía dejar de culparse a sí misma…
CAPÍTULO SEIS
Blaine Hildreth sintió una oleada de emociones mientras se abrió paso entre la multitud. Había visto a Riley Paige cuando se puso de pie para vitorear. Se veía igual de vital y despampanante como siempre, y se encontró caminando automáticamente hacia ella en medio tiempo. Ahora estaba mirándolo mientras se acercaba, pero su expresión no le decía mucho.
¿Qué había sentido al verlo?
¿Y qué había sentido él al verla a ella?
Blaine no pudo evitar regresar a un día traumático hace más de dos meses…
Estaba sentado en su propia sala de estar cuando escuchó un ruido terrible al lado.
Corrió a la casa adosada de Riley y encontró la puerta parcialmente abierta.
Entró rápidamente y vio lo que estaba pasando.
Un hombre estaba atacando a April, la hija de Riley. El hombre había tirado a April al suelo, y ella estaba retorciéndose y golpeándolo con sus puños.
Blaine corrió hacia ellos y quitó al atacante de encima de April. Luchó con el hombre, tratando de someterlo.
Blaine era más alto que el atacante, pero no más fuerte, y no tan ágil.
Siguió lanzando golpes, pero la mayoría de ellos no conectaron, y los que sí no causaron ningún daño aparente.
De repente, el hombre conectó un golpe terrible en el abdomen de Blaine. Blaine se quedó sin aire. Se dobló sin poder respirar.
Luego, el atacante le lanzó una patada en la cara...
... y todo se puso negro.
Blaine despertó en el hospital después de eso.
Y ahora, mientras se acercaba a Riley, estaba temblando un poco por el recuerdo.
Él trató de recomponerse.
Cuando llegó a Riley, no sabía qué hacer. Darle la mano parecía un poco ridículo. ¿Debería darle un abrazo?
Vio que el rostro de Riley estaba rojo de vergüenza. Ella tampoco parecía saber qué hacer.
“Hola, Blaine”, dijo Riley.
“Hola”.
Se quedaron mirándose por un momento, luego se rio un poco ante su propia incomodidad.
“Las chicas están jugando bien hoy”, dijo Riley.
“Especialmente la tuya”, dijo Blaine.
El primer gol de April realmente lo había impresionado.
“¿Estás aquí con alguien?”, preguntó Riley.
“No. ¿Y tú?”.
“Solo, Jilly”, dijo Riley. “Tú no la conoces. Jilly es… Bueno, es una larga historia”.
Blaine asintió con la cabeza.
“Mi hija me ha hablado de Jilly”, dijo. “Fue genial lo que hiciste”.
Blaine recordó algo más que Crystal le había dicho. Riley estaba tratando de volver con Ryan. Blaine se preguntó cómo le estaba yendo con eso. Ryan no estaba aquí en el juego, después de todo.
Riley le dijo tímidamente: “Oye, estamos sentadas en la parte trasera de las gradas. Tenemos espacio. ¿Quieres ver el resto del partido con nosotras?”.
Blaine sonrió.
“Me gustaría eso”, dijo.
Se dirigieron a las gradas y subieron a la parte trasera. Una joven delgada sonrió cuando vio a Riley acercarse, pero luego hizo una mueca cuando vio que Blaine estaba con ella.
“Jilly, este es mi amigo, Blaine”, dijo Riley.
Sin decir nada, Jilly se levantó del banco y empezó a alejarse.
“Siéntate con nosotros, Jilly”, dijo Riley.
“Me voy a sentar con mis amigos”, dijo Jilly, pasándolos y continuando por las escaleras.
Riley se veía conmocionada y consternada.
“Lo siento”, le dijo a Blaine. “Eso fue muy grosero”.
“Está bien, no te preocupes”, dijo Blaine.
Riley suspiró y ambos se sentaron.
“No, no está bien”, dijo. “Un montón de cosas no están bien. Jilly está molesta porque estoy sentada con otra persona que no es Ryan. Se había mudado de nuevo a la casa, y se encariñó mucho con él”.
Riley negó con la cabeza.
“Ahora Ryan se mudará de nuevo”, dijo. “No he tenido la oportunidad de decirles a las chicas todavía. O tal vez simplemente no tengo las agallas. Ambas estarán desoladas”.
Blaine se sintió un poco aliviado de que Ryan ya no formara parte de la ecuación. Había visto al apuesto ex esposo de Riley un par de veces, y la arrogancia del hombre era desagradable. Además de eso, tenía que admitir que tenía la esperanza de que Riley no estuviera en una relación sentimental con nadie.
Pero también se sentía culpable por reaccionar de esa manera.
El juego comenzó de nuevo. April y Crystal estaban jugando bien, y Blaine y Riley vitorearon de vez en cuando.
Pero Blaine igual pasó todo el rato pensando en la última vez que había visto a Riley. Fue poco después de su regreso a casa. Había tocado su puerta para decirle que él y Crystal se mudarían. Blaine le había dado a Riley una excusa poco convincente. Le había dicho que la casa adosada quedaba demasiado lejos de su restaurante.
También trató de hacer parecer que la mudanza no era gran cosa.
“Será como si nada hubiera cambiado”, le había dicho.
No era cierto, por supuesto, y Riley no se lo había tragado.
Había estado visiblemente disgustada.
Este parecía ser un buen momento para hablar del tema.
Con una voz vacilante, dijo: “Mira, Riley, lamento lo que pasó la última vez que nos vimos. Cuando te dije que nos mudaríamos. Yo no estaba en mi mejor momento”.
“No tienes que explicarme nada”, dijo Riley.
Pero Blaine se sentía muy diferente.
“Mira, creo que los dos sabemos por qué Crystal y yo nos mudamos”, dijo.
Riley se encogió de hombros.
“Sí”, dijo Riley. “Temías por la seguridad de tu hija. No te culpo, Blaine. Realmente no lo hago. Solo estabas siendo sensato”.
Blaine no sabía qué decir. Riley tenía razón, por supuesto. Había temido por la seguridad de Crystal, no por la suya. También temía por el bienestar mental de Crystal. La ex esposa de Blaine, Phoebe, era una alcohólica abusiva, y Crystal todavía estaba lidiando con las cicatrices emocionales de esa relación. No necesitaba más traumas en su vida.
Riley sabía todo de Phoebe. De hecho, ella había rescatado a Crystal de una de sus borracheras.
“Tal vez ella sí entiende”, él pensó.
Pero de verdad no sabía cómo se sentía realmente.
En ese momento, el equipo de sus hijas anotó otro gol. Blaine y Riley aplaudieron y vitorearon. Ellos vieron el partido en silencio durante unos minutos.
Luego Riley dijo: “Blaine, admito que me decepcionaste cuando te mudaste. Tal vez incluso me sentí un poco enojada. Yo no tenía razón. No era justo de mi parte. Lamento todo”.
Ella hizo una pausa, y luego continuó.
“Me sentí muy mal por lo que te pasó. Y culpable. Aún me siento culpable. Blaine, yo...”.
Por un momento, parecía estar luchando con sus pensamientos y sentimientos.
“No puedo evitar sentir que pongo en peligro a todo aquel que se cruza en mi camino. Odio esa parte de mi trabajo. Odio esa parte de mí”.
Blaine comenzó a refutarla.
“Riley, no debes...”.
Riley lo detuvo.
“Es cierto, y los dos lo sabemos. Si yo fuera mi vecina, también quisiera mudarme si tuviera un adolescente en casa”.
En ese momento, una jugada les salió mal al equipo de sus hijas. Blaine y Riley se quejaron junto con el resto de los aficionados.
Blaine estaba empezando a tranquilizarse. Riley sinceramente no parecía guardarle rencor por su mudanza.
¿Podrían volver a despertar el interés que una vez tuvieron el uno para el otro?
Blaine tuvo las agallas para decir: “Riley, me encantaría invitarte a ti y a tus hijas a cenar en mi restaurante. Puedes traer a Gabriela también. Ella y yo podríamos intercambiar recetas centroamericanas”.
Riley se quedó callada por un momento. Se veía como si ni siquiera lo hubiera oído.
Finalmente dijo: “No gracias, Blaine. Las cosas están demasiado complicadas en este momento. Gracias por la invitación”.
Blaine se sintió desilusionado. No solo lo estaba rechazando, sino que también parecía que no estaba dejando ninguna puerta abierta para el futuro.
Pero no había nada que pudiera hacer al respecto.
Vio el resto del juego con Riley en silencio.
*
Riley seguía pensando en Blaine durante la cena de esa noche. Se preguntó si tal vez había cometido un error. Tal vez debería haber aceptado su invitación. Le gustaba y lo echaba de menos.
Incluso había invitado a Gabriela, y eso había sido adorable de su parte. Como Blaine era restaurador, había apreciado la cocina de Gabriela en el pasado.
Y Gabriela había hecho una comida típica de Guatemala esa noche: pollo en salsa de cebolla. Las niñas estaban disfrutándola y charlando sobre su victoria de esa tarde.