Si Ella Viera - Блейк Пирс 4 стр.


—¿Son ustedes Wise y DeMarco? —preguntó el hombre.

—Lo somos —dijo Kate, adelantándose y mostrando su identificación—. ¿Quién eres tú?

—Palmetto, del Departamento de la Policía Estatal de Virginia. Criminalística. Hace unas horas recibí una llamada en la que me dijeron que ustedes dos se harían cargo del caso. Supuse que bien podía estar aquí para pasarles lo que tengo. Que, en todo caso, no es mucho.

Palmetto le dio una última chupada a su cigarrillo y lo echó al suelo, apagándolo con su pie. —Los cuerpos obviamente han sido movidos y por doquier había muy poca evidencia. Pero entren de todas formas. Es... revelador.

Palmetto hablaba con el tono ausente de emoción de un hombre que ha estado haciendo esto por un buen tiempo. Las llevó por el sendero de la casa que llevaba al porche. Cuando abrió la puerta y las hizo entrar, Kate pudo percibirlo: el olor de una escena de crimen donde mucha sangre había sido derramada. Había algo químico en ello, no solo el olor ferroso de la sangre, sino el reciente trajín y la gente con guantes de goma examinando la escena.

Palmetto encendía cada lámpara a medida que se internaban en la casa —por el vestíbulo, el corredor, y en la sala de recibo. Bajo la brillante luz de las lámparas de techo, Kate vio el primer charco de sangre sobre el piso de madera. Y luego otro y otro.

Palmetto las llevó hasta la parte delantera del sofá, señalando las manchas de sangre como un hombre que simplemente estuviera confirmando el hecho de que el agua es de hecho húmeda.

—Los cuerpos estaban aquí, uno en el sofá y el otro en el piso. Parece que mataron primero a la madre, probablemente con el corte en el cuello, aunque uno pareció aterrizar muy cerca de su corazón, pero desde atrás. Tenemos la teoría de que hubo una lucha con el padre. Hay golpes en sus antebrazos, sangre saliendo de su boca, y la mesa de café había sido ladeada.

—¿Alguna idea preliminar sobre cuánto tiempo pasó entre los asesinatos y que la hija los descubrieran? —preguntó Kate.

—No más de un día —contestó Palmetto—, y es más probable que sean entre doce y dieciséis horas. Estoy seguro de que el médico forense tendrá algo un poco más concreto en el transcurso del día de hoy.

—¿Alguna otra cosa a destacar? —preguntó DeMarco.

—Sí, de hecho. Es una pieza de evidencia... una sola pieza —buscó en el bolsillo interno de su delgada chaqueta y sacó una pequeña bolsa de evidencia—. Conserve esto. Pedí permiso, así que no se asusten. Supuse que la querrían. Es la única evidencia que encontramos, pero es bastante desconcertante.

Le extendió la pequeña bolsa transparente a Kate. Ella la tomó y miró el contenido. Hasta donde podía ver, era un simple pedazo de tela, de unos seis por tres pulgadas. Era grueso, de color azul, y de una textura esponjosa. El lado derecho en su totalidad estaba manchado de sangre.

—¿Dónde lo encontraron? —preguntó Kate.

—Dentro de la boca de la madre. Lo empujaron hacia atrás, casi hasta la garganta.

Kate lo levantó para verlo bajo la luz —¿Alguna idea de dónde vino? —preguntó.

—No tengo idea. Parece un retal cualquiera.

Pero Kate no estaba tan segura. De hecho, su intuición de abuela comenzó a ponerse al frente. Esto no era un pedazo de tela al azar. No… era suave, era azul claro, y lucía bastante esponjoso.

Esto era parte de una manta. Quizás de una frazada de seguridad de un niño.

—¿Nos tiene otra evidencia sorpresa? —preguntó DeMarco.

—No, eso está fuera de mi alcance —dijo Palmetto, dirigiéndose ya a la puerta—. Si ustedes señoras necesitan alguna ayuda a partir de ahora, siéntanse libres de hacer una llamada al Departamento de Policía Estatal.

Kate y DeMarco intercambiaron una mirada de enfado a espaldas de él. Sin tener que decir nada, cada una sabía que el término ustedes señoras había molestado a la otra.

—Bueno, eso fue breve —dijo DeMarco, mientras Palmetto se despedía fríamente desde la puerta principal.

—Mejor así —dijo Kate—. De esta forma podemos comenzar a mirar el caso con nuestros propios ojos, sin la influencia de lo que cualquier otro haya encontrado.

—¿Crees que necesitamos hablar ahora con la hija?

—Probablemente. Y luego miraremos la primera escena de crimen y veremos si podemos encontrar algo allí. Esperemos encontrar a alguien un poco más sociable que nuestro amigo Palmetto.

Se dirigieron a la salida, apagando las luces en el camino. Al salir, con el sol asomándose al fin desde el borde del mundo, Kate guardó con cuidado en su bolsillo lo que pensó era un retazo de la frazada de un niño y no pudo evitar pensar en su nieta durmiendo bajo una manta similar.

El caminar hacia el sol no impidió que un escalofrío la recorriera.

CAPÍTULO CUATRO

El desayuno consistió en pasar en auto por un local Panera Bread en Roanoke. Fue allí, mientras aguardaban en una pequeña cola al amanecer, que DeMarco hizo varias llamadas para programar una reunión con Olivia Nash, hija de la pareja recientemente asesinada. En ese momento se estaba quedando con su tía en Roanoke y estaba, según palabras de su tía, totalmente destrozada.

Luego de conseguir la dirección y el permiso de su tía, se dirigieron a la casa justo después de las siete en punto. La hora temprana no era un problema porque, de acuerdo a la tía, Olivia se había rehusado a dormir desde el hallazgo de sus padres.

Cuando Kate y DeMarco llegaron a la casa, la tía estaba sentada en el porche. Cami Nash se levantó cuando Kate salió del auto, pero no hizo ningún movimiento para adelantarse a recibirlas.Tenía una taza de café en la mano y la mirada cansada en su rostro hizo pensar a Kate que no era la primera que bebía esta mañana.

—¿Cami Nash? —preguntó Kate.

—Sí, soy yo —dijo.

—Primero y ante todo, acepte por favor mis condolencias por su pérdida —dijo Kate—. ¿Eran cercanos usted y su hermano?

—Bastante cercanos, sí. Pero ahora mismo, tengo que soslayar eso. No puedo... llorarlo en este momento porque Olivia necesita a alguien. Ella no es la misma persona con la que hablé por teléfono la semana pasada. Algo se ha roto en ella. No puedo ni siquiera imaginar... lo que debe haber sido encontrarlos así y...

Se fue apagando y sorbió muy rápidamente un poco de su café, tratando de distraerse ante la catarata de lágrimas que parecía aproximarse con rapidez.

—¿Estará bien como para hablar con nosotras? —preguntó DeMarco.

—Quizás por un rato. Le dije que ustedes venían y pareció comprender lo que eso significaba. Por eso es que me estoy reuniendo con ustedes antes de que entren. Siento que es necesario decirles que ella es una joven normal, equilibrada. En el estado en que se encuentra ahora, sin embargo, no quería que pensaran que ella tenía alguna clase de problema mental o algo parecido.

—Gracias por eso —dijo Kate. Había visto antes personas absolutamente devastadas por la pena y nunca fue una vista agradable. No podía dejar de preguntarse qué tanta experiencia tenía DeMarco al respecto.

Cami las hizo entrar a la casa. El interior estaba tan silencioso como una tumba, y el único sonido provenía del zumbido del aire acondicionado. Kate notó que Cami caminaba lentamente, asegurándose de no hacer demasiado ruido. Kate la imitó, preguntándose si Cami esperaba que el silencio ayudaría a que Olivia finalmente durmiera o si simplemente estaba tratando de no alarmar de cualquier forma a la joven, ya de por sí frágil.

Entraron a la sala de recibo, donde una joven se hallaba entre sentada y recostada en el sofá. Su cara estaba enrojecida, sus ojos ligeramente hinchados por el llanto reciente. Lucía como si no hubiera dormido en una semana en lugar de algo más de un día. Al ver entrar a Kate y DeMarco se enderezó un poco.

—Hola, Señorita Nash —dijo Kate—. Gracias por aceptar reunirse con nosotras. Sentimos en verdad su pérdida.

—Llámeme Olivia, por favor —su voz sonaba ronca y cansada, casi tan desgastada como sus ojos parecían estar.

—Haremos esto lo más rápido posible —dijo Kate—. Entiendo que usted acababa de regresar de la universidad. ¿Sabe si sus padres habían planeado recibir a alguien más ese día?

—Si así fue, no lo supe.

—Por favor perdone que lo pregunte, pero ¿sabe si alguno de sus padres tenía alguna rencilla de larga data con alguien? ¿Personas que ellos pudieran haber considerado enemigos?

Olivia meneó su cabeza con energía. —Papá estuvo casado antes… antes de conocer a mamá. Pero incluso con su ex-esposa, estaba en buenos términos.

Olivia comenzó a llorar en silencio. Las lágrimas brotaron de sus ojos y ella no se molestó en enjugarlas.

—Quiero mostrarle algo —dijo Kate—. No sé si tenga algún significado para usted. Si es así, podría ser bastante emotivo. ¿Estaría dispuesta a echarle un vistazo y hacernos saber si es familiar para usted?

Olivia lució alarmada, quizás incluso un poco asustada. Kate realmente no la culpaba y casi que no quería mostrarle el retal de tela que Palmetto les había entregado —el retazo del que Kate tenía la certeza de que era parte de una frazada o un edredón. Lo sacó del bolsillo con algo de reluctancia.

Supo de inmediato que Olivia no la reconocía. Hubo una inmediata sensación de alivio y confusión en el rostro de la joven mientras miraba la bolsa plástica y lo que contenía.

Olivia meneó su cabeza pero mantuvo sus ojos pegados a la bolsa transparente. —No. No la reconozco. ¿Por qué?

—No lo podemos revelar ahora —dijo Kate. La verdad, no había nada ilegal en revelarlo al pariente más cercano... pero Kate no veía razón en traumatizar más a Olivia Nash.

—¿Tienen idea de quién hizo esto? —preguntó Olivia. Se veía perdida, como si no reconociera dónde estaba… quizás ni siquiera a ella misma. Kate no podía recordar la última vez que había visto a alguien tan claramente ajeno a todo lo que le rodeaba.

—Ahora no —dijo—, pero la mantendremos informada.Y por favor —dijo, mirando a Olivia y luego a Cami—, contáctenos si piensan en algo que pudiera ayudar.

Ante ese comentario, DeMarco sacó una tarjeta del bolsillo interno de su chaqueta y se la entregó a Cami.

Quizás eran los años que había pasado en el retiro, o el sentirse culpable por haber abandonado su puesto como abuela la noche anterior, pero Kate se sintió mal al abandonar la habitación, dejando a Olivia Nash con su profunda pena. Mientras ella y DeMarco caminaban hacia el porche, pudo escuchar a la joven dejando salir un suave gemido de aflicción.

Kate y DeMarco intercambiaron una mirada de incomodidad mientras se dirigían al auto. En su bolsillo interior, Kate podía sentir la presencia de ese retazo de tela y de pronto lo sintió en verdad pesado.

CAPÍTULO CINCO

Mientras Kate dejaba el pequeño pueblo de Whip Springs y se encaminaba a Roanoke, DeMarco usaba su iPad para consultar los archivos del caso del primer conjunto de homicidios. Era casi una copia exacta de la escena de crimen de los Nash; una pareja había sido asesinada en su hogar de una manera particularmente horrible. Los resultados preliminares no habían producido sospechosos potenciales y no había habido testigos.

—¿Dice algo acerca de alguna cosa dejada en las gargantas o bocas de las víctimas? —preguntó Kate.

DeMarco recorrió los informes y meneó la cabeza. —No hasta donde puedo ver. Pienso que puede ser un... —no, espera, aquí está. En el reporte de la autopsia. La tela no fue descubierta hasta ayer —día y medio después que los cuerpos fueron hallados. pero sí... el informe dice que había un pequeño pedazo de tela alojado en la garganta de la madre.

—¿Da una descripción?

—No. Llamaré al forense y veré si puedo obtener una foto del mismo.

DeMarco no perdió tiempo, haciendo la llamada de inmediato. Mientras estaba al teléfono, Kate intentó pensar en algo que pudiera conectar a dos parejas aparentemente escogidas al azar, dado lo que había sido encontrado en las gargantas de las mujeres. Aunque Kate todavía tenía que ver el pedazo de tela que había sido sacado de la garganta de la primera víctima, tenía la certeza de que coincidiría con el encontrado en la garganta de la Sra. Nash.

La llamada de DeMarco finalizó tres minutos después. Segundos más tarde, recibió un mensaje de texto. Miró la pantalla y dijo: —Tenemos una coincidencia.

Aproximándose a un semáforo mientras avanzaban lentamente por la ciudad de Roanoke, Kate echó un vistazo al teléfono mientras DeMarco se lo mostraba. Como Kate esperaba, la tela era suave y de color azul —una coincidencia exacta con la encontrada en la garganta de la madre Nash.

—Tenemos archivos bastante extensos de ambas parejas, ¿correcto? —preguntó Kate.

—Más o menos, supongo —dijo—. Basándome en los registros y los archivos del caso que tenemos, podría haber algún material faltante, pero creo que tenemos algo para avanzar —hizo una pausa cuando la app GPS del iPad sonó—. Gira a la izquierda en este semáforo —dijo DeMarco—. La casa está a menos de un kilómetro por esta siguiente calle.

Los engranajes mentales de Kate giraban con rapidez mientras se acercaban a la primera escena de crimen.

Dos parejas casadas, asesinadas de forma brutal. Restos o retazos de una especie de vieja frazada hallados en las gargantas de las esposas…

Había muchas formas de proceder con las pistas que les habían dado. Pero antes de que Kate pudiera concentrarse en una sola y hacerla encajar, DeMarco ya estaba hablando.

—Justo allí —dijo, señalando una pequeña casa de ladrillos a la derecha.

Kate estacionó junto a la acera. La casa estaba situada en una estrecha calle lateral, de las que conectaban dos vías principales. Era una calle silenciosa con unas pocas casas más ocupando el espacio. La calle tenía su historia, con las aceras ennegrecidas y agrietadas, y las casas en un estado similar.

En las desvanecidas letras del buzón se leía LANGLEY. Kate también avistó una L decorativa colgando de la puerta principal, hecha de madera envejecida. Destacaba en contraste con el amarillo brillante de la cinta de escena de crimen que colgaba de los pasamanos del porche.

Mientras Kate y DeMarco se dirigían al porche del frente, DeMarco medio leía, medio recitaba, la información que tenían en los informes sobre la familia Langley.

—Scott y Bethany Langley—Scott de cincuenta y nueve años de edad, Bethany sesenta y uno. Scott fue hallado muerto en la cocina y Bethany en el cuarto de lavado. Fueron hallados por un muchacho de quince que estaba recibiendo de Scott lecciones privadas de guitarra. Se estima que habían sido asesinados solo unas horas antes de que los cuerpos fueran descubiertos.

Al entrar a la residencia Langley, Kate se detuvo en el umbral por un momento, captando la disposición del lugar. Era una casa mas pequeña, pero bien mantenida. La puerta principal se abría a un vestíbulo muy pequeño que luego se convertía en la sala. Desde allí, un pequeño mostrador de bar separaba la cocina de la sala. Un corredor se situaba a la derecha, y conducía al resto de la casa.

La distribución de la casa por sí sola le decía a Kate que el marido habría sido probablemente asesinado primero. Pero desde la puerta principal, había una vista bastante clara de la cocina. Scott Langley tendría que haber estado bastante ocupado para no advertir que alguien pasaba por la puerta principal.

Quizás el asesino vino de otra manera, pensó Kate.

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