Si Ella Viera - Блейк Пирс 5 стр.


Entraron a la cocina, donde las manchas de sangre todavía destacaban de forma prominente en el piso laminado. Una sartén y una lata de aerosol para cocinar descansaban en el borde de la estufa.

Él se disponía a cocinar algo, pensó Kate. Así que fueron asesinados hacia la hora de la cena.

DeMarco puso el pie en el corredor, y Kate la siguió. Había una pequeña habitación inmediatamente a la izquierda. El vano de la puerta mostraba un abarrotado cuarto de lavado. Aquí, las salpicaduras de sangre habían sido mucho peores. Había manchas de sangre en la lavadora, la secadora, las paredes, el piso y sobre una carga de ropa limpia cuidadosamente doblada, colocada en un cesto.

Con los cuerpos ya levantados, parecía que era muy poco lo que la residencia Langley podía ofrecerles. Pero había una cosa más que Kate quería comprobar. Caminó de vuelta a la sala y miró las imágenes en las paredes y encima del centro de entretenimiento. Vio a los Langley sonrientes y felices. En una foto, vio a una pareja más vieja con los Langley posando al final de un embarcadero en la playa.

—¿Tenemos un análisis de la vida familiar de los Langley? —preguntó Kate.

DeMarco, todavía con el iPad en su diestra, buscó en pantalla la información y comenzó a leer los detalles que tenían. Con cada uno, Kate encontró que la corazonada que había tenido desde hacía minutos era probablemente cierta.

—Estuvieron casados por veinticinco años. Bethany Langley tenía una hermana que murió en un accidente de tráfico hace doce años, y a ninguno de ellos le sobreviven sus padres. El padre de Scott Langley falleció recientemente, hace seis meses, de una forma agresiva de cáncer de próstata.

—¿Alguna mención de hijos?

—No. No hay hijos —DeMarco hizo una pausa y pareció captar aquello sobre lo que Kate estaba especulando—. ¿Estás pensando en la tela, correcto? Esa que se ve como una especie de manta de bebé.

—Sí, eso es lo que estaba pensando. Pero si los Langley no tenían hijos no creo que haya ninguna conexión obvia.

—No sé si alguna vez he visto una conexión obvia con algo —dijo DeMarco riendo por lo bajo.

—Eso es cierto —dijo Kate, aunque sentía que debía haber una aquí. Incluso siendo víctimas aparentemente escogidas al azar, había unas cosas que tenían en común.

Ambas parejas estaban entre la mitad y finales de los cincuenta, y comienzos de los sesenta. Ambas eran casadas. La esposa de cada pareja tenía metido en su garganta un pedazo de lo que parecía una frazada.

Así que sí... había similitudes, pero no conducían a verdaderas conexiones. Todavía no, en todo caso

—Agente DeMarco, ¿crees que podrías hacer una o dos llamadas para asegurar que nos den algo de espacio de oficina en el departamento de policía?

—Ya está hecho —dijo—. Estoy casi segura de que Durán arregló todo eso incluso antes de que llegáramos aquí.

Se cree que me conoce muy bien, pensó Kate, un poco irritada. Pero, por otro lado, parecía que la conocía condenadamente bien.

Kate echó de nuevo un vistazo a la casa, a las fotos, a las manchas de sangre. Iba a tener que profundizar en los detalles de cada pareja si quería llegar a algún lado con esto. E iba a necesitar alguna clase de resultado forense con respecto a los pedazos de telas. Dadas las similitudes entre las dos escenas, presumió que una buena investigación a la antigua más que cualquier otra cosa descubriría algunas pistas e indicios.

Regresaron al auto, y Kate recordó de nuevo lo ridículamente temprano que habían comenzado este día. Cuando vio que solo eran un poco más de las diez de la mañana, se sintió llena de energía. Todavía tenían todo un día por delante. Quizás, si era afortunada y el caso se encarrilaba como ella sentía que podría ser, estaría de vuelta en Richmond con el cierre del fin de semana para ver a Michelle una vez más —si, claro está, Melissa lo permitía.

Mira, habló una parte más sabia de ella mientras volvía a colocarse al volante del auto. Incluso en medio de unos sangrientos asesinatos múltiples, estás pensando en tu nieta, en tu familia. ¿Eso no te dice algo?

Ella suponía que sí. Pero incluso al poner el pie en el último cuarto de su vida, todavía era difícil admitir que había algo más en la vida que el trabajo. Era especialmente difícil cuando estaba siguiendo el rastro de un asesino, y sabía que en cualquier momento podría estar matando de nuevo.

CAPÍTULO SEIS

Una pequeña sala de conferencias al fondo del edificio de la Policía de la Ciudad de Roanoke había sido apartada para Kate y DeMarco. En cuanto arribaron a la estación, una mujer, gruesa y pequeña, que estaba en la recepción, las condujo a través del edificio hasta la sala. Tan pronto como tomaron asiento y comenzaron a montar una estación de trabajo provisional, tocaron a la puerta.

—Pase —dijo Kate.

Cuando la puerta se abrió, vieron una cara familiar —Palmetto del Departamento de Policía Estatal, el viejo cascarrabias que se había reunido con ellas delante de la residencia Nash temprano en la mañana.

—Vi que venían por aquí mientras estaba firmando todo mi papeleo —dijo Palmetto—. Estoy de salida, de regreso a Chesterfield en unas horas. Pensé que debía venir a ver si había algo más en que pudiera ayudar.

—Nada importante —dijo Kate—. ¿Sabía que había también un retazo de esa misma tela en la garganta de Bethany Langley?

—No lo supe hasta hace media hora. Aparentemente, una de ustedes llamó al laboratorio para pedirles que le enviaran una foto.

—Sí —dijo DeMarco—. Y parece ser idéntico al que nos dio.

A la mención del retal de tela, Kate puso en la mesa la bolsa plástica que Palmetto le había dado —Hasta ahora, es la única evidencia sólida que tenemos que conecta los asesinatos de una manera concreta.

—Y los forenses no encontraron casi nada en ese —dijo Palmetto—. Aparte del ADN de la Sra. Nash.

—El informe forense que estoy viendo del retazo de los Langley no brinda nada, tampoco —dijo DeMarco.

—Aún así valdría la pena un viaje al laboratorio forense —dijo Kate.

—Buena suerte con eso —dijo Palmetto—. Cuando hablé con ellos acerca del retal de los Nash, no tenían ninguna pista.

—¿Estuvo usted involucrado en la escena del hogar Langley? —preguntó Kate.

—No. Yo llegué inmediatamente después que sucedió. Vi los cuerpos y revisé el lugar, pero no había nada. Cuando hablé con los forenses, sin embargo, les pregunté acerca del cabello encontrado sobre la ropa lavada. No parecía pertenecer a la Sra. Langley, así que le van a hacer algunas pruebas.

—Antes de que se vaya —dijo Kate, —¿quiere compartir alguna teoría?

—No tengo ninguna —dijo Palmetto secamente—. De la indagación que he hecho, no parece haber ningún lazo entre los Nash y los Langley. La tela en las gargantas, sin embargo, ... algo así de personal y explícito para el asesino tiene que enlazarlos de alguna manera, ¿correcto?

—Ese es mi parecer—dijo Kate.

Palmetto le dio una juguetona palmada a la puerta y entonces Kate le vio sonreír por primera vez. —Estoy seguro de que lo resolverá. He escuchado acerca de usted, ¿sabe? Muchos de nosotros en el Departamento de Policía Estatal han escuchado.

—Estoy segura —dijo, con una sonrisa de complicidad.

—Mayormente cosas buenas. Y que luego, abandonó su retiro hace unos meses para atrapar a alguien, ¿correcto?

—Podría decirlo así.

Palmetto, viendo que Kate no iba simplemente a quedarse sentada para recibir un baño de elogios, se encogió de hombros. —Llame a los chicos de la estatal si necesita algo en relación con esto, Agente Wise.

—Lo haré —dijo Kate mientras Palmetto se despedía.

Cuando Palmetto hubo cerrado la puerta, DeMarco agitó su cabeza divertida. —¿Alguna vez te llega a cansar escuchar a la gente cantarte alabanzas?

—Sí, la verdad —dijo Kate, pero no de una manera brusca. Aunque levantaba el ánimo que le recordaran todo lo que había hecho a lo largo de su carrera, sabía muy en el fondo que simplemente siempre había hecho su trabajo. Quizás había hecho su trabajo con un poco más de pasión que los demás, pero había sido solo eso —un trabajo bien hecho… un trabajo que al parecer ella no podía dejar atrás.

En el curso de unos minutos y con la ayuda del administrador de sistemas de la estación, Kate y DeMarco tuvieron acceso a la base de datos de la estación. Trabajaron juntas, indagando en los pasados de los Nash y los Langley. Ninguna de las familias tenía registros de ningún tipo. De hecho, ambas familias tenían registros que hacían dificil imaginar que alguien tuviera una rencilla con ellos. En cuanto a los Langley, se habían desempeñado como padres de acogida por unos años de su vida, así que habían tenido que pasar por un riguroso proceso examen de sus antecedentes, varias veces en el transcurso de sus vidas. Los Nash estaban fuertemente involucrados con su iglesia y habían hecho varios viajes misionales en los últimos veinte años, principalmente a Nepal y Honduras.

Kate lo dejó por un rato y comenzó a pasear por la estancia. Empleó el pizarrón de la sala de conferencias para escribir unas notas, esperando que verlo todo escrito en un solo lugar la ayudaría a enfocarse. Pero no había nada. Sin conexiones, ni pistas, ni un curso claro de adonde ir.

—Tú, también, ¿eh? —dijo DeMarco— ¿Nada?

—Ni tanto. Pienso que quizás avancemos con lo que tenemos en lugar de tratar de encontrar algo nuevo. Pienso que necesitamos reevaluar las telas. Aunque las pruebas forenses no arrojaron nada, quizás la tela en sí puede señalarnos algo.

—No te sigo —dijo DeMarco.

—Está bien —dijo Kate—. No estoy segura, tampoco. Pero espero que lo sabremos cuando lo veamos.

***

Kate sintió las primeras verdaderas punzadas de fatiga cuando ella y DeMarco conducían de la estación de policía al laboratorio forense. Fue un crudo recordatorio de que ella no había dormido en unas veintisiete horas y que su día laboral había comenzado insanamente temprano. Hace veinte años, esto no la habría molestado. Pero con los cincuenta y seis viéndola directo a la cara a unas semanas en el calendario, las cosas eran diferentes ahora.

El trayecto al laboratorio, localizado en las cercanías de una pequeña red compuesta por el Departamento de Policía, la corte, y una prisión preventiva, fue de solo cinco minutos. Luego de mostrar sus identificaciones, fueron escoltadas desde la recepción del edificio de ciencias forenses hasta el área del laboratorio central. Se les pidió tomar asiento por unos instantes en un pequeño lobby, mientras que el técnico que había estado a cargo de las muestras de tela era llamado.

—¿Piensas que hay alguna posibilidad de que la tela sea para el asesino solo alguna clase de tarjeta de presentación? —preguntó DeMarco.

—Podría ser. Pudiera no tener nada que ver con el porqué del caso. Pudiera solo significar algo para el asesino. De cualquier manera, ahora mismo parece que la tela —de una frazada de cierto tipo, de eso estoy bastante segura —es nuestra única conexión real con él.

Le hacía recordar a Kate un caso truculento, del que ella había sido parte a principios de los noventa. Un hombre había matado a cinco personas —todas ex-novias. Antes de matarlas estragulándolas, había obligado a cada una a tragar un preservativo. Al final, él no había tenido más razón para hacer eso que su odio a colocarse preservativos para practicar el sexo. Kate no podía dejar de preguntarse si estos fragmentos de tela resultarían igual de irrelevantes para el caso.

Su espera fue breve, un hombre más viejo y alto salió de prisa por una puerta que estaba directamente enfrente de ellas. —¿Son del FBI? —preguntó.

—Lo somos —dijo Kate, mostrando su identificación. DeMarco hizo lo mismo y el hombre estudió cada una con bastante cuidado.

—Encantado de conocerlas, Agentes —dijo—. Soy Will Reed, y hago las pruebas en la tela colectada en los últimos asesinatos. Presumo que por eso es que están aquí. Agente DeMarco, creo que usted es a la que envié la foto más temprano.

—Eso es correcto —dijo DeMarco—. Esperamos que pudiera arrojar algo de luz sobre esos retazos.

—Bueno, estaría más que feliz en asistirles con cualquier cosa que necesiten, pero si es acerca de esos dos retales de tela, me temo que no hay nada que yo pueda ofrecer. Parece que el asesino no solo se esforzó en verdad en meter la tela en las bocas de las víctimas, sino que también fue bastante cuidadoso en no dejar ninguna huella.

—Sí, comprendemos eso —dijo Kate—. Pero sin resultados físicos en firme para avanzar, me estaba preguntando si hay algo que usted pudiera decirme de la tela en sí.

—Oh —dijo Reed. —, puedo ayudar con eso.

—Soy de la opinión de que ambos retazos provienen del mismo material de origen —dijo Kate—. Muy probablemente una frazada.

—Creo que esa es una apuesta segura —dijo Reed—. Yo no estaba del todo seguro hasta que vi el segundo. Juntos encajan bastante —color, textura, y todo lo demás.

—¿Hay alguna forma de decir cuán vieja podría ser la frazada? —preguntó Kate.

—Me temo que no. Lo que puedo decirle, sin embargo, es de qué está hecha la frazada. Y eso llamó mi atención porque hasta donde sé, es una extraña combinación de tela para ser una manta tradicional como usted piensa que es. La gran mayoría de las frazadas están hechas de lana, lo que, por supuesto, no es para nada extraño. Pero el material secundario usado en la tela es algodón de bambú.

—¿Es muy diferente del algodón regular ? —preguntó Kate.

—No puedo afirmarlo —dijo—, pero por aquí pasan cantidad de ropas y materiales textiles. Y puedo contar con los dedos de una mano el número de veces que he estado en contacto con algo que tenga suficientes trazas de algodón de bambú. No es un material muy raro, pero no está tan extendido como el algodón básico.

—En otras palabras —dijo DeMarco—, no sería demasiado difícil ubicar compañías que lo usen como material primario.

—Eso, no lo sé —dijo Reed—. Pero puede que les interese saber que el algodón de bambú está presente en cantidad de frazadas esponjosas. Es bastante fresco por lo que he visto. Probablemente están buscando algo más bien costoso. De hecho, hay un almacén justo en las afueras de la ciudad que fabrica la clase de cosas a las que me refiero. Frazadas, sábanas, cubrecamas, ese tipo de cosas costosas.

—¿Sabe el nombre? —preguntó DeMarco.

—Biltmore Threads. Es una compañía pequeña que casi colapsó cuando todos comenzaron a comprar por Internet.

—¿Alguna otra cosa que pueda decirnos? —preguntó Kate.

—Sí, pero es algo espeluznante. Con la mujer Nash, creo que la tela fue embutida tan adentro que ella casi vomitó, incluso ya cerca de la muerte. Había ácido estomacal en la tela.

Kate pensó en el esfuerzo que implicaría para alguien hacer eso… qué tanto de la mano de uno podría entrar en la boca de la víctima.

—Gracias por su tiempo, Sr. Reed —dijo Kate.

—De nada. Solo esperemos no ver un tercer pedazo de esa frazada en el futuro cercano.

CAPÍTULO SIETE

De manera inquietante, el trayecto al almacén Biltmore Threads llevó a Kate y DeMarco por el mismo camino que habían tomado para entrar a Whip Springs a las cuatro de la mañana. La fábrica y almacén estaban localizados en un camino de dos canales que arrancaba de la autopista principal. Estaba enclavado a lo lejos, junto con una franja de pasto marchito que servía como zona verde, en los mismos bosques que ocultaban el hogar de los Nash del camino principal.

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