Vio dos agujeros de bala en la pared de la cocina, aproximadamente a siete centímetros de distancia. Podía verlos desde el sofá. Pero si había dos balas perdidas allí, quizás había más en otra parte. Si encontraba más, eso le daría una idea más clara de los acontecimientos.
Se acercó a la mesa de centro y se puso en cuclillas. Si alguien había tropezado aquí antes de ser disparado, el asesino habría apuntado hacia abajo. Miró a su alrededor pero no vio más balas perdidas. El asesino aparentemente había alcanzado su objetivo.
Sin embargo, vio algo que ni siquiera había estado buscando. Había un pequeño escritorio empujado contra la pared a su derecha. Sobre el escritorio había un tazón decorativo y una foto enmarcada. Entre las patas del escritorio había una cesta de mimbre con correo y libros antiguos. Entre esa cesta y las patas traseras del escritorio, había un teléfono celular.
Ella lo recogió y vio que era un iPhone. Lo encendió y la pantalla se iluminó. La pantalla de bloqueo era una imagen de la Pantera Negra. Presionó el botón de inicio, esperando la pantalla de desbloqueo. Cuando no apareció, se sorprendió.
«Este debe haber sido el teléfono del hijo —pensó—. Y tal vez los padres habían hecho algo para tener acceso a él todo el tiempo,»
Le tomó un momento entender lo que estaba viendo. Vio la cara de un niño pequeño con algunas características zombis extrañas dibujadas sobre él. Verificó los bordes de la pantalla y luego vio que era una foto de Snapchat. Estaba mirando un video (o un «snap») que aún no había sido enviado.
—Mierda —susurró.
Entonces notó lo caliente que se sentía en el teléfono. Miró el indicador de batería en la esquina superior derecha y vio que el celular estaba a punto de descargarse.
Corrió hacia el pasillo con el teléfono. —Rhodes, ¿ves un cargador de teléfono ahí? —gritó.
—Sí —respondió Rhodes luego de un minuto—. En la mesita de noche.
Para cuando Rhodes terminó de hablar, Chloe ya había llegado al dormitorio. Vio el cargador que Rhodes había mencionado y corrió hacia él.
—¿Qué pasa? —preguntó Rhodes.
Chloe no pudo evitar pensar: «No me extraña que quieras saberlo, perra». Pero no dijo nada mientras enchufó el cargador en el teléfono celular.
—Creo que el hijo estaba usando Snapchat cuando el asesino entró. Y creo que estaba a punto de enviarle un «snap» a un amigo, pero nunca tuvo la oportunidad.
Reprodujo el video que había estado en la pantalla cuando encontró el teléfono. Era de un joven de tal vez doce o trece años. Tenía la lengua afuera, su cara tapada con la animación de zombi. En cuestión de dos segundos, el primer disparo sonó. El teléfono fue zarandeado y luego se escuchó un segundo disparo. El muchacho al parecer cayó al suelo, el teléfono fue zarandeado de nuevo, y luego la pantalla se volvió a poner negra.
Ahí es donde terminó el «snap». Solo duró unos cinco segundos.
—Vuelve a reproducirlo —dijo Rhodes.
Chloe volvió a reproducir el video, esta vez prestando atención a los momentos en el que el celular había sido zarandeado. Por aproximadamente un cuarto de segundo, vio la figura de una persona en el pasillo entrando a la sala de estar. Fue breve, pero igual se vio. Y como el celular era un modelo bastante nuevo, la imagen era bastante clara. Chloe no pudo distinguir una cara con su ojo no entrenado, pero sabía que el FBI no tendría ningún problema para hacer un análisis minucioso de las secuencias de video.
—Esta es la pista definitiva —dijo Rhodes—. ¿Dónde encontraste el teléfono?
—Debajo del escritorio empujado contra la pared en la sala de estar.
Chloe sabía que Rhodes estaba emocionada por el hallazgo, pero no quería darle demasiado crédito. En cambio, asintió y volvió a su trabajo, tratando de levantar huellas debajo de la ventana.
Ambas sabían que, gracias al video de Snapchat, su trabajo casi estaba hecho. Tenían la prueba perfecta y ahora lo único que les faltaba era terminar todo el proceso.
Chloe supuso que debía seguir la corriente y no provocar más tensiones entre ellas. Se llevó el celular consigo a la sala de estar. Ella cruzó la cocina y se puso a excavar las balas de la pared. Pero sabía que la clave del caso era el teléfono celular y que ayudaría a enjuiciar al asesino de esta familia. En su subconsciente, no pudo evitar pensar que esto era demasiado fácil.
CAPÍTULO CUATRO
Volvieron a la sede del FBI dos horas después con lo que Chloe sintió eran más que suficientes pruebas para tener a un sospechoso en custodia antes de que finalizara el día. El video de Snapchat era la mejor prueba que habían encontrado, pero también habían logrado encontrar dos huellas dactilares sólidas, la pisada en la alfombra de la habitación y dos pelos en la parte inferior de la ventana de la habitación.
Le presentaron sus hallazgos al subdirector García en una mesa pequeña de una sala de conferencias en el fondo de su oficina. Cuando Chloe le mostró lo que había encontrado en el teléfono celular, lo vio tratando de contener una sonrisa de satisfacción. También parecía contento por lo bien que Rhodes había embolsado y catalogado todas las pruebas que habían encontrado.
«Tal vez deberían cambiarla al Equipo de Evidencias si creen que es tan buena», pensó Chloe de forma venenosa.
—Muy buen trabajo —dijo García, levantándose de la mesa y mirándolas con orgullo—. Trabajaron rápido y de forma exhaustiva. Estoy seguro de que lograremos arrestar al culpable con todas estas pruebas.
Las dos agentes le dieron las gracias. Chloe se sintió un poco mejor al ver que a Rhodes también le incomodaba recibir cumplidos.
—Agente Fine, recibí una llamada del director Johnson justo antes de que entraran. Quiere reunirse contigo dentro de quince minutos. Agente Rhodes, dirígete al laboratorio para que puedas ser testigo de lo que pasa con las pruebas cuando son traídas.
Rhodes asintió con la cabeza, aun haciendo el papel de buena estudiante. Chloe se sentía asustada. Cuando se reunió con Johnson ayer, la sorprendió mucho con su decisión. ¿Qué tenía planeado ahora?
Se guardó sus preguntas mientras caminó por el pasillo hacia su oficina. Cuando llegó a la pequeña recepción, vio que la puerta estaba cerrada. Su secretaria le hizo un gesto a una de las sillas a lo largo de la pared mientras hablaba con alguien por teléfono. Chloe se sentó y finalmente se tomó un momento para reflexionar sobre lo que este día había significado para ella y su carrera.
Por un lado, había descubierto una prueba importante que probablemente conllevaría a la detención de un pandillero que había matado a una familia entera. Pero también había cometido un error de novata dado que casi había arruinado una pisada decente. Supuso que no importaría mucho gracias al video de Snapchat. Aun así, estaba muy avergonzada por la forma en que Rhodes le había gritado por eso. Supuso que debía esperar que la gran prueba que había encontrado compensara su error.
Cuando se abrió la puerta de la oficina de Johnson, sus pensamientos se desvanecieron. Miró hacia la puerta y vio a Johnson asomar la cabeza. La vio y ni siquiera dijo nada. Solo le hizo señas para que entrara en la oficina. Era imposible saber si estaba molesto o simplemente apurado.
Entró en su oficina y cuando Johnson cerró la puerta detrás de ella, le hizo un gesto hacia la silla en el otro lado de la mesa, un lugar que se estaba volviendo más y más familiar para Chloe. Cuando se sentó detrás de su escritorio, Chloe finalmente pudo leer su expresión. Estaba bastante segura de que estaba irritado por algo.
—Debes saber —dijo el director Johnson— que acabo de hablar por teléfono con la agente Rhodes. Me contó que básicamente pisoteaste una pisada en la escena del crimen.
—Eso es cierto.
Él asintió con la cabeza, decepcionado, y dijo: —Estoy indeciso, porque, por un lado, ella es igual de novata que tú. Y el hecho de que me haya llamado para acusarte me molesta. Pero, al mismo tiempo, me alegra que lo haya hecho. Supongo que tienes claro que yo no llamo a cada agente que comete un error a mi oficina para preguntarle qué pasó. Pero pensé que debería consultar contigo dado que te cambié de departamento a último minuto. ¿Sientes que te desconcentré?
—No. Simplemente pasé la pisada por alto. Estaba tan concentrada en la ventana que ni siquiera la vi.
—Eso es comprensible, pero un poco torpe. El subdirector García me dice que encontraste una prueba que debería conducir directamente a un arresto, un teléfono móvil con una ventana abierta de Snapchat. ¿Eso es correcto?
—Sí, señor. Y por razones que no entendía, tenía ganas de añadir: —Pero cualquiera podría haberlo encontrado. Fue pura suerte.
—Me considero un hombre bastante indulgente —dijo Johnson—. Pero tienes que saber que errores como el de la pisada podrían tener graves consecuencias. Por ahora, sin embargo, quiero que trabajes con Rhodes en otro caso. ¿Te molesta seguir trabajando con ella?
Tenía la palabra «sí» en la punta de la lengua, pero no quería parecer mezquina. —No, creo que puedo lidiarla.
—Miré los expedientes de Rhodes. Sus instructores dijeron que es increíblemente astuta, pero que tiene una tendencia a tratar de hacer las cosas por su cuenta. Así que mi consejo sería no dejar que tome todo el control de un caso.
«Sí, lo vi con mis propios ojos», pensó Chloe.
—Y, para ser justo, le dije que no debería hacer eso —continuó—. También le dije que no aprecio cuando los nuevos agentes trataban de lanzar a otros a los leones. Así que espero que se comporte en el próximo caso. El subdirector García y yo estaremos supervisando todo de aquí en adelante, solo para asegurarnos de que todo se haga a rajatabla.
—Está bien. Aprecio eso.
—Aunque casi arruinaste una pisada, creo que hiciste un buen trabajo hoy. Quiero que pases el resto del día escribiendo un informe sobre la escena del crimen y tus interacciones con la agente Rhodes.
—Sí, señor. ¿Algo más?
—Eso es todo por ahora. Solo… como te dije… si comienzas a sentir que mi cambio de última hora está afectando su trabajo, házmelo saber.
Ella asintió mientras se levantaba. A lo que salió de la oficina, se sintió como si acabara de esquivar una bala, como una niña que había sido llamada a la oficina del director pero que no se había metido en problemas. No obstante, el hecho de que Johnson la había felicitado por lo que había hecho la reconfortaba.
Regresó a su pequeño espacio de trabajo, un cubículo sencillo, su cabeza dando vueltas. Se preguntó si era la primera vez que una nueva agente era llamada a la oficina del director dos veces en menos de cuarenta y ocho horas. La hacía sentirse eufórica y de alguna forma minuciosamente escrudiñada.
Mientras esperaba el ascensor, vio a otro agente girar en la esquina. Chloe reconoció el rostro del pequeño grupo de agentes que habían estado en el grupo ViCAP el día anterior.
—Eres la agente Fine, ¿cierto? —le dijo con una sonrisa.
—Sí —respondió ella, insegura de qué trataría esta conversación.
—Soy Michael Riggins. Me acabo de enterar del caso que les asignaron a Rhodes y tú. Asesinato familiar relacionado con pandillas. Se dice que pronto arrestarán a alguien. Eso tiene que ser un récord.
—No tengo idea —dijo Chloe, aunque sí se sentía que todo había pasado muy rápido.
—Oye, sabes, no todos los agentes novatos pudieron salir al campo hoy —dijo Riggins—. Algunos estaban sumidos en investigación o papeleo. Creo que algunos de nosotros iremos a tomarnos unos tragos después del trabajo hoy. Deberías acompañarnos. Iremos al Bar Reed’s, el que está a dos cuadras de aquí. Tu historia de éxito definitivamente nos levantaría el ánimo. Pero no invites a Rhodes. Al parecer no le agrada a nadie.
Chloe sabía que era mezquino, pero no pudo evitar sonreír ante el comentario. —Quizá pase por allá —le dijo. Esa fue la mejor respuesta que pudo dar… Era mucho mejor que explicarle que ella era muy introvertida y que no le gustaba pasar el rato con personas que no conocía.
En ese momento llegó el ascensor. Chloe entró en él y Riggins se despidió de ella. Era extraño que alguien envidiara su situación, sobre todo después de la conversación que acababa de tener con Johnson. Era una sensación que la hizo querer ir al bar, aunque solo fuera por media hora. La alternativa era regresar a su apartamento y seguir desempacando. Y eso no le parecía muy atractivo.
El ascensor la llevó hasta el tercer piso, donde su área de trabajo estaba cerca de espacios similares ocupados por otros agentes. Se encontró a Rhodes mientras caminaba por el pasillo. Se le ocurrió saludarla o darle las gracias por la reunión que acababa de tener con Johnson. Pero al final decidió hacer lo correcto. No caería en sus juegos.
Aun así, pasar a la mujer en el pasillo e intercambiar miradas desagradables fue suficiente para hacerla tomar la decisión de ir al bar esta noche. Y a menos que su día cambiara drásticamente, probablemente se tomaría muchos tragos.
«Estoy tomando mucho últimamente», pensó.
Era un pensamiento que la persiguió durante el resto del día, pero, al igual que los pensamientos recurrentes de su padre, logró empujarlo a los rincones más oscuros de su mente.
CAPÍTULO CINCO
Cuando llegó al bar a las 6:45, se dio cuenta de que era justo lo que había esperado. Vio varias caras conocidas, pero ninguna que conocía bien. Y eso era porque no conocía a estos agentes en absoluto. Otra desventaja de haber sido cambiada de departamento por Johnson a última hora era que había muy pocas personas en el grupo ViCAP que habían tomado los mismos cursos o clases que ella.
Los que más reconocía eran dos hombres. El primero fue Riggins. Estaba sentado con otro agente masculino, hablando animadamente sobre algo. El segundo fue Kyle Moulton, el agente guapo que se había ofrecido a llevarla a almorzar después de la primera etapa de la orientación, el hombre que había llamado su atención porque le había preguntado si ella era violenta. Le desanimó ver que estaba hablando con dos mujeres. Aunque eso no la sorprendía. Moulton era guapísimo. Parecía un joven Brad Pitt.
Decidió no interrumpirlo, así que se fue a sentar con Riggins. Aunque parecía presumido, le gustaba la idea de pasar el rato con alguien que le impresionaba lo que había logrado.
—¿Está ocupado este taburete? —le preguntó mientras se sentó en el asiento de al lado.
—No, para nada —dijo Riggins. Parecía muy feliz de verla, sus mejillas regordetas formando una sonrisa—. Me alegra que hayas decidido venir. ¿Puedo invitarte un trago?
—Sí, claro. Una cerveza. Por ahora.
Riggins llamó al barman y le dijo que agregara la primera cerveza de Chloe a su cuenta. Riggins estaba bebiendo cubalibre, y pidió otro junto con la cerveza de Chloe.
—¿Cómo estuvo tu primer día? —preguntó Chloe.
—Estuvo bien. Pasé casi todo el día investigando un caso de un narcotraficante. Parece aburrido, pero realmente lo disfruté mucho. ¿Cómo fue pasar un día entero con Rhodes? —preguntó Riggins—. Estoy seguro de que cerrar ese caso tan rápido tuvo que haber sido genial, pero ella ya tiene una reputación de ser difícil de manejar.
—Fue bastante tenso. Es una excelente agente, pero…
—Dilo —dijo Riggins—. No puedo llamarla perra, porque no me gusta llamar a una mujer perra delante de otra mujer.