La mentira del vecino - Блейк Пирс 5 стр.


—Ella no es una perra —dijo Chloe—. Solo es muy directa y exhaustiva.

La conversación casual se prolongó durante un tiempo más. Chloe miró en la dirección del agente Moulton. Una de las mujeres se había ido. Moulton estaba inclinándose hacia la otra mujer y sonriendo. Chloe tendía a ser un poco ingenua cuando se trataba de relaciones, pero estaba segura de que Moulton estaba encantado con la mujer.

Esto la decepcionó mucho. Había cortado con Steven hace solo dos meses. Supuso que solo estaba interesada en Moulton porque había sido la primera cara amigable en hablarle después de que Johnson la había sorprendido al cambiarla de departamento. Eso, además de la idea de tener que regresar a su nuevo apartamento en el que vivía sola, no era atractivo. El hecho de que era muy guapo también era relevante.

«Sí, fue un error venir. Puedo beber por mucho menos en mi casa», pensó.

—¿Estás bien? —preguntó Riggins.

—Sí, creo que sí. Simplemente ha sido un largo día. Y creo que mañana también lo será.

—¿Conducirás o caminarás a casa?

—Conduciré.

—Eh… Entonces mejor no te compro otro trago.

Chloe sonrió y le dijo: —Eso es muy responsable de tu parte.

Ella volvió a mirar en la dirección de Moulton y la mujer con la que había estado hablando. Ambos estaban poniéndose de pie. Mientras se dirigían hacia la puerta, Moulton colocó su mano en la zona lumbar de la mujer.

—¿Puedo preguntarte por qué te decidiste por esta carrera? —preguntó Riggins.

Ella sonrió con nerviosismo y se terminó su cerveza. —Problemas familiares —contestó—. Gracias por la invitación, Riggins. Pero tengo que volver a casa.

El hombre asintió con la cabeza como si comprendiera perfectamente. Asimismo, notó que Riggins miró alrededor del bar y se dio cuenta de que él sería el último cliente que quedaría. Eso la hizo pensar que tal vez Riggins estaba lidiando con sus propios fantasmas.

—Cuídate, agente Fine. Espero que mañana sea tan exitoso como hoy.

Chloe salió del bar, ya haciendo planes para el resto de la noche. Todavía tenía cajas por desempacar, un armazón de cama por instalar y un montón de implementos de cocina por guardar.

«Esta no es la vida emocionante que esperaba», pensó con un poco de sarcasmo.

Mientras se dirigió a su auto, el cual seguía estacionado en la sede del FBI, su teléfono sonó. Cuando vio el nombre en la pantalla, se sonrojó de la rabia.

Steven. No sabía por qué la estaba llamando. Y es por eso que decidió atender. Sabía que si no lo hacía, el misterio la carcomería.

Atendió la llamada, sintiéndose muy nerviosa. —Hola, Steven.

—Hola, Chloe.

Ella esperó, con la esperanza de que no le diera más vueltas al asunto. Pero Steven no solía ir al grano.

—¿Todo está bien? —le preguntó Chloe.

—Sí, todo está bien. Lo siento… no pensé en cómo esta llamada te haría sentir…

Su voz se quebró, recordando a Chloe de uno de sus muchos pequeños rasgos molestos.

—¿Qué necesitas, Steven?

—Quiero que hablemos —le dijo Steven—. Solo para reconectarnos.

—No. No me parece buena idea.

—No tengo motivos ocultos —dijo—. Lo prometo. Siento que… hay cosas por las que tengo que disculparme. Y necesito… bueno, necesitamos, un cierre.

—Habla por ti mismo. Todo está bien cerrado para mí. No necesito ningún cierre.

—Está bien. Entonces considéralo un favor. Solo quiero media hora contigo. Quiero desahogarme. Y si estoy siendo honesto… Solo quiero verte una vez más.

—Steven… estoy ocupada. Mi vida está muy agitada ahora mismo, y…

Se detuvo, ni siquiera segura de qué decir. Realmente su vida no era tan ocupada que no tenía tiempo para verlo. Sabía que esta llamada no era fácil para Steven. Estaba humillándose, lo cual nunca hacía.

—Chloe…

—Está bien. Media hora. Pero no iré para allá. Si quieres verme, tienes que venir a DC. Todo es una locura y yo no...

—Está bien. ¿Cuándo es un buen momento para ti?

—El sábado a la hora del almuerzo. Te enviaré la dirección de un restaurante por mensaje de texto.

—Me parece bien. Muchas gracias, Chloe.

—De nada —Sintió que había algo más que debía decir, cualquier cosa para mitigar la tensión. Pero, al final, lo único que dijo fue—: Adiós, Steven.

Ella finalizó la llamada y se metió el celular en el bolsillo. No pudo evitar preguntarse si solo había cedido porque se sentía muy sola. Pensó en el agente Moulton y se preguntó para dónde se había ido con su amiguita. Más que eso, se preguntó por qué estaba tan interesada en él.

Llegó a su auto y condujo a casa mientras se hacía de noche. DC era una ciudad extraordinaria y, a pesar de la congestión y la mezcla extraña de historia y comercio, igual era hermosa. Ese pensamiento la hizo sentirse melancólica mientras se dirigía a su apartamento, un apartamento nuevo y vacío que se había sentido afortunada de encontrar, pero que ahora le parecía una isla aislada.


***

Cuando su teléfono la despertó a la mañana siguiente, la sacudió de sus sueños. Trató de quitárselos de encima, pero luego se preguntó si siquiera valía la pena. Los únicos sueños que había tenido últimamente eran de su padre, varado y solo en la cárcel.

Hasta podía oír su voz tarareando alguna vieja canción de Johnny Cash de las que solía cantar en su apartamento.

«A Boy Named Sue», pensó.

O tal vez no. Tenía esa canción en su cabeza cuando rebuscó su teléfono celular en la mesa de noche.

Cuando jaló su teléfono celular del cargador, vio que su reloj marcaba las 6:05, solo veinte-cinco minutos antes de la alarma que había puesto.

—Habla la agente Fine —respondió ella.

—Agente Fine, habla el subdirector García. Te necesito en mi oficina de inmediato. Trata de estar aquí en menos de una hora. Tengo un caso en el que tienen que empezar a trabajar lo antes posible.

—Sí, señor —dijo mientras se sentó en la cama—. Estaré allí enseguida.

En este momento, no le importaba que tendría que volver a trabajar con Rhodes. Lo único que le importaba era que, hasta ahora, ya llevaba un caso resuelto y estaba ansiosa por ayudar a resolver otro.

CAPÍTULO SEIS

Chloe llegó a la oficina del subdirector García treinta minutos después. Estaba sentado en la pequeña mesa de conferencia en el fondo, rebuscando entre unos papeles. Vio que había colocado dos tazas de café negro y humeante en la mesa.

—Buenos días, agente Fine —le dijo a lo que entró—. ¿Has visto o hablado con la agente Rhodes?

—Estaba estacionándose cuando me monté en el ascensor.

García pensó en eso por un momento, tal vez confundido en cuanto a por qué no había esperado a Rhodes en el ascensor. Chloe se preguntó cuánto le había hablado Johnson de su pequeña lucha de poder.

Aunque Chloe tomó café en camino a la sede, se sentó en frente de una de las tazas y bebió. Prefería tomarse el café con un poco de crema y azúcar, pero decidió no pedirle nada para no parecer muy exigente. Mientras bebía de su taza de café, Rhodes entró en la sala. Lo primero que hizo fue lanzarle una mirada de disgusto. Luego tomó asiento frente a la otra taza de café.

García las observó a las dos, al parecer detectando la tensión, pero luego se encogió de hombros. —Tenemos un asesinato en Landover, Maryland. Es un caso que parecía bastante normal al principio. La policía de Maryland lo está manejando en este momento, pero solicitaron nuestra ayuda. También vale la pena mencionar que Jacob Ketterman de Asuntos Públicos de la Casa Blanca conocía a la víctima. Trabajó con ella hace mucho tiempo. Nos pidió como favor que nos encargáramos del caso. Y como alguien de la Casa Blanca conocía a la víctima, estamos tratando de mantenerlo oculto. Esto debería ser sencillo. Parece un homicidio bastante simple. Es una de las razones por las que se lo estamos asignando a ustedes, agentes novatas. Será una buena prueba y no parece ser tan apremiante aunque obviamente quisiéramos resolverlo lo antes posible.

Luego deslizó dos copias de su informe hacia ellas. Los detalles fueron breves y al grano. Mientras Chloe los leyó, García les dijo lo que sabían.

—La víctima es Kim Wielding, de treinta y seis años de edad. Estaba trabajando como niñera de la familia Carver cuando la mataron. Suponemos que alguien entró en la casa y la mató. Fue golpeada en la cabeza dos veces con un objeto muy contundente y luego fue estrangulada. Tenía dos golpes muy horribles en la cabeza. Aún no se ha determinado cuál de esas cosas la mató. Necesitamos que ustedes averigüen quién lo hizo.

—¿El asesinato fue la única razón del asesino para visitar la casa? —preguntó Chloe.

—Eso parece. Nada se reportó robado. La casa estaba exactamente igual a como los Carver la habían dejado… con la excepción de la niñera muerta. La dirección está en los informes. Acabo de hablar por teléfono con el sheriff de Landover. Los Carver se han estado alojando en un motel desde que se produjo el asesinato hace dos días. Pero se reunirán con ustedes en la casa esta mañana para responder a cualquier pregunta. Y eso es todo, agentes. Espero lo resuelvan pronto. Diríjanse a RRHH y saquen un auto. ¿Están familiarizadas con el proceso?

Chloe no estaba familiarizada, pero asintió con la cabeza de todos modos. Ella asumía que Rhodes ya conocía los pormenores. Dado todo lo que había pasado el día de ayer, Chloe asumió que Rhodes sabía casi todo del FBI.

Chloe y Rhodes se levantaron de la mesa. Chloe dio un último sorbo de café antes de salir de la oficina de García. Caminaron por el pasillo hacia el ascensor en silencio.

«Este día será bien largo si Rhodes no supera esta estúpida rivalidad», pensó Chloe.

A lo que Chloe pulsó la flecha hacia abajo, se volvió a Rhodes e hizo todo lo posible no solo para romper el hielo, sino para aniquilarlo.

—Agente Rhodes, saquemos todo a la luz. ¿Tienes algún problema conmigo?

Rhodes sonrió con superioridad y luego dijo: —No. No tengo un problema contigo, agente Fine. Pero estoy un poco renuente a trabajar con alguien que fue colocada en ViCAP a última hora. Eso me hace preguntarme si alguien te está haciendo favores, favores que no son justos para los otros agentes que se partieron el lomo para formar parte de este programa.

—No es que sea de tu incumbencia, pero se me pidió que me uniera a este programa. Yo quería seguir en el Equipo de Evidencias.

Rhodes se encogió de hombros a lo que las puertas del ascensor se abrieron. —Creo que el Equipo de Evidencias estuviera decepcionado si se enterara lo que hiciste ayer con la pisada.

Chloe no respondió. Podía seguir teniendo esta pequeña guerra de palabras con Rhodes, pero eso solo empeoraría su relación laboral ya tensa. La única forma de acabar con esto era demostrarle su valía a Rhodes.

Además, había metido la pata ayer. Y la única forma de arreglar eso era probarse a sí misma en este nuevo caso.

***

Cuando Rhodes eligió conducir sin siquiera preguntárselo a Chloe, ella decidió no decir nada. No valía la pena molestarse por eso. En el camino a Landover, Chloe comenzó a preguntarse si algo le había sucedido a Rhodes que la había convertido en alguien tan mandona. Tuvo un montón de tiempo para reflexionar sobre esto durante el viaje de media hora en auto a Landover porque Rhodes todavía no estaba haciendo ningún esfuerzo para hablar.

Llegaron a la residencia Carver a las 8:05. Era una casa preciosa en un vecindario adinerado, del tipo donde todos los céspedes estaban perfectamente cortados. Había una camioneta bastante nueva en la entrada, estacionada frente al garaje. Rhodes se detuvo detrás de ella y apagó el auto. Luego miró a Chloe y le preguntó: —¿Estamos bien?

—No creo, pero eso no importa. Vamos a concentrarnos en el caso.

—Eso es lo que quise decir —espetó Rhodes cuando abrió la puerta y salió.

Chloe se salió y vio a un hombre y una mujer salirse de la camioneta. Ellos se presentaron como Bill y Sandra Carver. Bill parecía el tipo de persona que ni dormía mucho pero igual tenía buen rendimiento. Sandra era bastante bonita, del tipo de mujer que probablemente no tenía que esforzarse mucho para verse bien. Pero también parecía cansada, sobre todo mientras miraba hacia la casa.

—Tengo entendido que han estado viviendo en un motel —dijo Chloe.

—Sí —dijo Sandra—. Cuando pasó, Bill estaba en un viaje de negocios. Los policías no dejaban de entrar y salir de la casa y… bueno, había tanta sangre. Así que recogí a los niños de la escuela, los llevé a cenar y luego los llevé a un motel. Les dije lo que había pasado y que parecía morboso volver tan rápido.

—Llegué a casa ayer por la mañana —dijo Bill—. Aproximadamente al mediodía, la policía nos dio el visto bueno para volver a la casa. Pero los niños y Sandra estaban muy asustados.

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