Un Rastro de Crimen - Блейк Пирс 4 стр.


Keri sabía que el Coleccionista y el Viudo Negro compartían una conexión: ambos habían sido contratados en algún momento por el abogado Jackson Cave.

¿Se cruzaron sus caminos en algún punto, quizás en un trabajo? ¿Era esta la forma como Wickwire mantenía la información de contacto de un colega de malandanzas por contrato, en caso de que alguna vez necesitaran hacer equipo?

Keri sintió que la arropaba una certeza, una que normalmente solo venía cuando ella descubría la pista crucial en un caso. Estaba segura de que si pudiera acceder a esa foto, encontraría algo útil en ella.

El único problema es que eso estaba en el apartamento de Brian Wickwire, todavía acordonado por la policía de Centro. La última vez que trató de entrar, hacía dos semanas, había cinta de escena del crimen alrededor de ella y dos policías estacionados enfrente del edificio para ahuyentar a cualquier fisgón.

Keri estaba empezando a considerar cómo podría superar ese reto cuando su teléfono sonó. Era Ray.

—Hola —dijo vacilante.

—¿Puedes regresar a la casa de los Rainey ahora mismo? —preguntó, saltándose los saludos.

—Por supuesto. ¿Qué pasa?

—Acaban de recibir una nota de rescate.

CAPÍTULO CUATRO

Viente ansiosos minutos después, Keri se detuvo ante la casa de los Rainey. Una vez más, el camión de Escena del Crimen ya estaba en el frente. Tocó a la puerta. Ray la abrió casi de inmediato y pudo afirmar, por la mirada que vio en su rostro, que la situación era siniestra. Miró por encima de su hombro y vio a los Rainey sentados juntos en el sofá. Ella estaba sollozando. Él se veía anonadado.

—Me alegra que estés aquí —dijo Ray con sinceridad—. He estado aquí cinco minutos, pero se me está haciendo difícil evitar que ambos pierdan el control.

—¿Hay un reloj en la nota? —preguntó Keri en voz queda mientras pasaba adentro.

—Sí. El sujeto quiere que la transferencia se haga a la medianoche. Está pidiendo cien grandes.

—Jesús.

—Eso no es lo peor —dijo Ray—. Tienes que leer la carta. Es…extraña.

Keri pasó a la habitación. Un investigador de Escena del Crimen estaba empolvando lo que se veía como un sobre de FedEx. Ella miró a Ray, y este asintió.

—De locos, ¿eh? —dijo—. Nunca antes he oído hablar de una nota de rescate que venga vía FedEx. Es del mismo día. Ya le di el número de rastreo a Edgerton. Dice que fue enviada desde una localización en El Segundo. El sello de la hora era una y cincuenta y ocho p.m.

—Pero eso fue antes de que Jessica fuera llevada —dijo Keri.

—Exactamente. El secuestrador debe haberla enviado antes de apoderarse de ella —todo un descaro. Suárez se dirige ahora hacia allá para ver si hay algún posible vídeo del lugar.

—Suena bien —dijo Keri mientras se encaminaba hacia el recibidor donde los Rainey estaban sentados. La tranquilizaba que algunos de los mejores estaban en el grupo. El Detective Kevin Edgerton era un prodigio en tecnología, y el Detective Manny Suárez era un experimentado sabueso. Nada se les escaparía.

—Hola —dijo suavemente, y los Rainey levantaron la vista hacia ella. Los ojos de Carolyn estaban hinchados y rojos, pero sin lágrimas. Tim estaba de un pálido fantasmal, y su semblante se veía severo y tenso.

—Hola, Detective —logró susurrar Carolyn.

—¿Puedo ver la carta? —preguntó, mirando la hoja de papel sobre la mesita. Ya estaba metida en un sobre transparente de evidencia.

Asintieron sin decir palabra. Ella se acercó para verla mejor. Antes de leer el contenido, pudo asegurar que la carta no había sido impresa usando una computadora. Había sido mecanografiada usando una hoja tamaño carta. Eso de inmediato la preocupó.

Cada impresora de computadora tenía su propia e identificable firma, representada por un patrón de puntos no reconocibles para el ojo humano. Los puntos se imprimen con un código a lo largo del texto del documento y suministran la marca, el modelo, e incluso el serial de la impresora usada. Si la persona que mecanografió esta carta sabía lo suficiente sobre una impresora de computadora, ello sugería que probablemente no era un aficionado. La carta misma era igualmente problemática. Decía:

Su hija tiene un espíritu oscuro. El espíritu debe ser podado para que en su lugar crezca una niña saludable. Eso destruirá el cuerpo de la niña, pero salvará su alma. Es triste, pero debe ser hecho. El deseo del creador de la casa caliente lo exige. Puedo liberar a esta niña del espíritu con mis santas tijeras, el mecanismo del Señor. Los demonios dentro de ella deben ser sacados de raíz.

Sin embargo, si prometen redimirla ustedes mismos a través de la purificación por derramamiento de sangre como él ha ordenado, se las regresaré para el procedimiento. Pero deben compensarme por mi sacrificio. Exijo $100.000 en un único pago. Debe ser en efectivo, que no pueda ser rastreado. No involucren a las autoridades, los asquerosos traficantes de la sordida miseria en este mundo. Si lo hacen, regresaré a la niña a la tierra de donde vino. Emplearé la maquinaria del Señor para esparcir su restos goteantes entre las corrompidas cizañas de la ciudad. He dado pruebas de que soy sincero en mis demandas.

Medianoche. Solo el padre. Porque solo los padres salvarán a este mundo de la impureza.

Chace Park. El puente junto al agua.

$100.000. Medianoche. Solo.

La carne de tu carne depende de tu súplica.

Keri miró a Ray. Había tanto que procesar que por el momento optó por hacer a un lado la mayor parte y concentrarse en los elementos más diáfanos de la carta.

—¿Qué quiere decir acerca de dar pruebas? —le preguntó.

—En el paquete venían también varios mechones de pelo metidos en una bolsita —contestó—. Les estamos haciendo pruebas para ver si hay coincidencia.

—Bien, es mucho lo que hay que examinar en esta cosa —dijo Keri, dirigiéndose a los Rainey—. Pero por ahora concentrémonos en la parte no psicológica. Primero que nada, tomaron la decisión correcta al llamarnos. Los padres que siguen las instrucciones de no contactar a las autoridades por lo general tienen los peores desenlaces.

—No quería llamarlos —admitió Tim Rainey—, pero Carrie insistió.

—Bueno, nos alegra que lo hicieran —reiteró Keri, luego volviéndose a Ray—. ¿Les has hablado acerca del dinero?

—Justo ibamos a hacerlo cuando llegaste —dijo, para entonces dirigir su atención a los Rainey—. No es mala idea que aseguren el dinero, incluso si esperamos no tener que entregarlo. Nos da más opciones. ¿Han pensado en cómo podrían conseguirlo?

—Tenemos el dinero —dijo Tim Rainey—, pero no en efectivo. Llamé a nuestro banco para hablar sobre transferir hacia allá algunas acciones y bonos. Dijeron que era difícil hacer ese tipo de transacción fuera del horario, e imposible sin avisar con suficiente antelación.

—He contactado a nuestros administradores de fondos y dicen lo mismo —añadió Carolyn Rainey—. Podrían estar en capacidad de conseguirlo para mañana bien temprano, pero no para medianoche y no en efectivo.

Keri se volvió a Ray.

—Es extraño que hiciera llegar la carta tan tarde —dijo—. Tenía que saber que sería casi imposible conseguir a tiempo el dinero. ¿Por qué lo hizo tan difícil?

—Este sujeto suena como un deficiente mental —observó Ray— Quizás no está al tanto del reto que esto supone en términos de tiempo para las instituciones financieras.

—Hay otra opción —interrumpió Tim Rainey.

—¿Cuál es? —preguntó Ray.

—Trabajo para Venergy, la nueva plataforma móvil de juego basada en Playa Vista. Trabajo directamente para Gary Rosterman, el hombre que dirige la compañía. Es realmente rico y simpatiza conmigo. Además Jessica y su hija fueron a la misma escuela Montessori hasta el año pasado. Son amigas. Sé que el tiene efectivo a la mano. Puede que él me respalde.

—Llámelo —dijo Ray—, pero si acepta, pídale que sea discreto.

Rainey asintió con energía. Lo sombrío de su semblante se desvaneció un poco. Parecía vivamente animado por una renovada esperanza. O quizás era solo que tenía algo en lo que enfocar su atención.

Mientras digitaba el número, Ray se volvió hacia Keri e hizo un gesto para que ambos se apartaran de los Rainey. Cuando estuvieron fuera del alcance de sus oídos, susurró:

—Creo que debemos llevar la carta a la estación. Necesitamos a toda la unidad volcada en esto, conocer sus ideas sobre lo que significa, quizás traer a un psicólogo. Debemos verificar si recientemente ha habido casos similares en la zona.

—De acuerdo —dijo Keri—, también quiero filtrar la carta a través de la base de datos federal para ver si coincide con cualquier otra. Quién sabe qué encontraremos. Tengo un mal presentimiento con respecto a este.

—¿Peor de lo acostumbrado? ¿Por qué?

Keri expuso su preocupación acerca de que hubiese mecanografiado la carta en lugar de emplear una computadora. Eso encontró eco en Ray.

—Sea que esté loco o loco como un zorro, parece un profesional —dijo.

Tim Rainey finalizó su llamada y se vovió haica ellos.

—Gary dijo que lo hará —anunció—. Dijo que puedo tener el dinero en la mano en unas tres horas.

—Eso es grandioso —dijo Ray—. Enviaremos a alguien a que lo recoja cuando esté listo. No quiero a un civil transportando esa clase de dinero si podemos evitarlo.

—Ahora vamos de regreso a la estación —les dijo Keri. Viendo la súbita ansiedad en sus caras, añadió con rapidez—. Vamos a dejar aquí con ustedes a dos oficiales uniformados, como precaución. Ellos pueden contactarnos en cualquier momento.

—Pero, ¿por qué se van? —preguntó Carolyn Rainey.

—Queremos correr la nota de rescate en nuestras bases de datos y hablar con algunos expertos. Vamos involucrar en el caso a toda la Unidad de Personas Desaparecidas. Pero les prometo que volveremos en unas pocas horas. Revisaremos con ustedes todo el plan para la cita del parque, y les explicaremos exactamente qué estamos haciendo. Tan pronto como nos vayamos, voy a llamar para que coloquen vigilancia ahora mismo. Todo estará en su lugar con bastante antelación a la cita. Estamos en esto.

Carolyn Rainey se levantó y la sorprendió dándole un fuerte abrazo. Hizo lo mismo con Ray. Tim Rainey inclinó la cabeza cortesmente a ambos. Keri estaba segura de que el breve paréntesis en medio de su angustia se había desvanecido y de nuevo se hallaba inmerso en su permanente estado de crisis.

Comprendía la posición de él mejor que ningún otro y sabía que tratar de hablar con él era un desperdicio de tiempo. Su hija estaba perdida. Él estaba enloqueciendo. Solo que lo hacía de una manera más silenciosa que la mayoría.

Mientras se marchaban, Ray musitó por lo bajo:

—Será mejor que la encontremos rápido. Si no lo hacemos, me preocupa que su papá sufra un ataque.

Keri quería discrepar, pero no podía. Si ella hubiera recibido una carta como esa cuando Evie fue raptada, podría haber perdido la cordura literalmente. Pero los Rainey tenían algo a favor, aunque no lo supieran. Tenían a Keri.

—Entonces encontremosla rápido —dijo.

CAPÍTULO CINCO

—Se los estoy diciendo, es solo una tapadera —gritó indignado el Detective Frank Brody—. Toda esa cháchara sobre el Señor y los mecanismos es solo para despistarnos. ¡Este tipo es un estafador, nada más y nada menos!

La sala de conferencias de la estación era una masa de voces ruidosas y coléricas y estaba empezando a molestar a Keri. Sentía la tentación de gritarles a todos que se callaran, pero la dolorosa experiencia le había enseñado que algunas de estas personas necesitaban desgastarse antes de que algo útil pudiera ser logrado.

Brody, un veterano de la unidad de la vieja escuela, a menos de un mes de su retiro, estaba convencido de que la carta era una farsa. Como de costumbre, tenía algo de salsa en su camisa, a la que, metida bajo la pretina, le faltaba un botón, lo que dejaba expuesta su gran barriga. Como de costumbre, pensaba Keri, mostraba mayor interés en ser ruidoso que en estar acertado.

—Tú qué sabes —le increpó a su vez la Oficial Jamie Castillo—. Solo quieres tener razón porque eso hace el caso más fácil de comprender.

Castillo no era todavía detective, pero debido a su competencia y entusiasmo, se había convertido, en la práctica, en un miembro junior de la unidad, casi siempre asignada a los casos. Y a pesar de su estatus de junior, no era una frágil florecilla.

Ahora mismo, sus ojos oscuros chispeaban y su cabello negro, recogido hacia atrás en una cola de caballo, se bamboleaba hacia arriba y hacia abajo siguiendo la animación de sus réplicas. Sus brazos musculosos y su constitución atlética estaban tensos debido a la frustración.

—Ninguno de nosotros es experto en esta clase de cosas —insistió el Detective Kevin Edgerton—. Necesitamos traer al psicólogo policial.

A Keri no la sorprendía que Edgerton quisiese seguir esa ruta. Alto y delgado, con los cabellos castaños siempre revueltos, era un genio de las computadoras que sabía los detalles y secretos de cada cosa, desde un teléfono inteligente a una red de servidores. Pero sin haber llegado a los treinta años, no siempre confiaba en sus instintos cuando se trataba de cosas con soluciones menos claras y precisas. Era parte de su naturaleza inclinarse ante la experticia, si ella estaba disponible.

El problema era que Keri no creía que un psicólogo policial tendría una mejor percepción de la carta que el resto de ellos. Cualquier conclusión a la que llegara solo sería una conjetura. Si ese era el caso, ella confiaba en sus propias conjeturas más que en las de otros.

El Teniente Hillman levantó sus manos para pedir calma y silencio. Para sorpresa de Keri, todos obedecieron.

—Envié una copia de la carta a la casa del Dr. Feeney. Él ahora la está viendo. Probablemente pronto tengamos una respuesta. Mientras tanto, ¿alguna otra reflexión, Sands?

Ray había estado sentado en silencio, pasándose la mano por la coronilla de su calva, escuchándolo todo. Desde su ángulo, Keri podía ver con claridad el reflejo de las luces de la estación en el ojo de vidrio izquierdo, que había reemplazado el que había perdido boxeando. Él levantó la vista y ella pudo asegurar cuál era su posición antes de que siquiera hablase.

—Me inclino a estar de acuerdo con Frank. La carta es tan fuera de lote que es difícil de creer. Todo es tan exagerado. Excepto la parte acerca de querer el dinero y adónde llevarlo. Esa sección es completamente directa; bastante conveniente, si me lo preguntan. Con todo...

—¿Qué? —preguntó Hillman.

—Bueno, no estoy seguro de si esto hace alguna diferencia. Sabemos muy poco y no tenemos mucho tiempo. Sin importar si es un sicópata o un estafador, en pocas horas hay una cita con él para una entrega.

—No sé si puedo coincidir —dijo finalmente Keri. No le gustaba contradecir en público a su pareja bajo cualquier circunstancia, y menos ahora cómo estaban las cosas entre ellos. Pero no se trataba de ello ese momento. Se trataba del trabajo y de encontrar a esta niña. Keri nunca antes se había mordido la lengua con respecto a un caso, y no iba a empezar ahora, sin importar las cosecuencias personales.

—Miren, no tengo certeza de si este sujeto es un falso o lo que dice lo dice de verdad. Pero creo que importa lo que es cierto. Si está simulando ser alguna clase de fanático religioso, y hace todo esto por dinero, lo prefiero. Porque entonces esto es una transacción para él y no algo personal. Y ese escenario es mucho más predecible. Significa que es más probable que aparezca. Y que es más que una prioridad para él mantener viva a Jessica.

Назад Дальше