A medida que el sol se elevaba en el cielo, y justo cuando estaban empezando a preguntarse si habían tomado la decisión correcta, por fin llegaron a la cima más alta.
Sin aliento, cuando llegaron a la cima, se detuvieron y observaron los alrededores.
La vista dejó sin aliento a Caitlin. Ante ellos, se extendía el otro lado de la cordillera que llegaba hasta donde alcanzaba la vista. Más allá, se veía el mar. A lo lejos, en el mar, se veía una isla rocosa y montañosa, cubierta de vegetación. Una isla primordial que sobresalía en el mar, era lo más pintoresco que jamás había visto en su vida. Parecía un lugar sacado de un cuento de hadas, especialmente bajo la luz de la mañana, porque la cubría una niebla misteriosa que le daba un tono naranja y morado.
Y aun más dramático, lo único que conectaba a la isla con el continente era un puente de cuerda sin fin, que se balanceaba violentamente en el viento y parecía tener cientos de años de antigüedad. Debajo, el precipicio caía cientos de metros hacia el mar.
"Sí," dijo Caleb mientras la contemplaba con asombro. "
Eso es todo
"¿Dónde estamos?" preguntó Caitlin.
Él observó la isla con reverencia, luego se volvió y la miró, sus ojos estaban llenos de emoción.
"Skye", le dijo. “Es la legendaria isla de Skye. El hogar de los guerreros y de nuestra especie desde hace miles de años. Entonces, estamos en Escocia," dijo. "
Cerca de la aproximación a Skye
"Vamos a volar", dijo Caitlin, sintiendo sus alas ya activas.
Caleb negó con la cabeza.
"Skye es uno de los pocos lugares en la tierra donde eso no es posible. Seguramente, habrá vampiros guerreros custodiando y, lo más importante, hay un escudo de energía que lo protege de quienes buscan ingresar volando. El agua crea una barrera psíquica a este lugar. Ningún vampiro puede entrar sin ser invitado.” Él se volvió y la miró. "Vamos a tener que entrar por el camino difícil: por ese puente de cuerda."
Caitlin se quedó mirando el puente que se balanceaba con el viento.
"Pero ese puente se ve muy traicionero", ella dijo.
Caleb suspiró.
"Skye es diferente a cualquier otro lugar. Sólo se le permite entrar a los dignos. La mayoría de las personas que tratan de acercarse se enfrentan con su muerte, de una u otra manera.”
Caleb la miró.
"Podemos dar la vuelta", él sugirió.
Caitlin lo pensó y luego negó con la cabeza.
"No", respondió ella, decidida. "Nos pusieron aquí por una razón. Vamos a hacerlo.”
CAPÍTULO DOS
Sam se despertó sobresaltado. Su mundo giraba y se mecía violentamente; no lograba entender dónde estaba o qué estaba pasando. Estaba en una posición muy incómoda, acostado de espaldas sobre lo que parecía madera. Estaba de cara al cielo y podía ver las nubes moverse erráticamente.
Sam se inclinó, se agarró de un pedazo de madera y se irguió. Cuando se sentó parpadeando, su mundo seguía girando pero, entonces, pudo ver lo que lo rodeaba. No podía creerlo. Estaba sobre el piso de un barco, de un pequeño bote de madera de remos en medio del mar.
El bote se sacudía violentamente en el mar agitado, las olas lo elevaban y lo hundían una y otra vez. Crujía y gemía con el movimiento, subiendo y bajando, balanceándose de un lado a otro. Al ver la espuma de las olas romper a su alrededor, Sam sintió frío; el viento salado le erizó el pelo y la cara. Era temprano por la mañana, de hecho, era un hermoso amanecer, el cielo se rompía en una miríada de colores. Se preguntó cómo demonios había terminado allí.
Cuando Sam se dio vuelta y observó el barco en la penumbra de la mañana, vio una figura acostada en el otro extremo, estaba acurrucada sobre el piso y estaba cubierta con un chal. Se preguntó quién podría estar junto a él en este pequeño bote en el medio de la nada. Y entonces la sintió. Fue como una descarga eléctrica. No tuvo que ver su cara.
Era Polly.
Cada hueso en el cuerpo de Sam se lo dijo. Le sorprendió cómo pudo saberlo tan rápido y sin duda, era evidente de que estaba muy conectado con ella, sus sentimientos por Polly eran tan profundos que casi parecían ser una sola persona. No entendía cómo había podido suceder tan rápidamente.
Mientras la miraba desde allí sentado y notó que Polly permanecía inmóvil, de repente se llenó de temor. No estaba seguro si ella estaba viva y, en ese momento, se dio cuenta que no podría soportar que no lo estuviera. Fue entonces cuando, de manera inequívoca, supo que la amaba.
Tambaleándose, Sam se puso de pie; cuando una ola empujó y elevó la pequeña embarcación, Sam logró dar unos pasos y se arrodilló junto a Polly. Extendió su mano, suavemente le sacó el chal, y sacudió sus hombros. Ella no respondió, y el corazón de Sam empezó latía con fuerza mientras esperaba.
“¿Polly?", preguntó.
No escuchó ninguna respuesta.
"Polly", dijo con más firmeza. "Despiértate. Soy yo, Sam.”
Pero ella no se movió, y cuando Sam acarició la piel de su hombro, sintió que estaba demasiado frío. Su corazón se detuvo. ¿Podría ser posible?
Sam se inclinó y puso el rostro de Polly entre sus manos. Ella era tan hermosa como él la recordaba, su piel de un tono muy pálido, de un blanco casi translúcido, con el pelo de color marrón claro, y sus rasgos perfectamente cincelados bajo el resplandor de la luz de la mañana. Vio sus perfectos labios carnosos, su pequeña nariz, sus grandes ojos, su pelo largo y castaño. Recordaba esos ojos cuando estaban abiertos, de un azul increíble, como el mar. Anhelaba verlos abiertos de nuevo; haría cualquier cosa para que fuera así. Anhelaba ver su sonrisa, escuchar su voz, su risa. En el pasado, a veces le había molestado que hablara demasiado. Pero ahora hubiera dado cualquier cosa por escucharla hablar.
Pero su piel estaba demasiado fría. Fría congelada. Y él estaba empezando a desesperarse ante la idea de que sus ojos nunca más se volvieran a abrir.
"Polly", gritó mientras escuchaba la desesperación en su voz que se elevaba hacia el cielo y se mezclaba con el chillido de los pájaros.
Sam se desesperaba más y más. No sabía qué hacer. Él la sacudía más y más pero ella no volvía en sí. Recordó cuando la había visto por última vez. Había sido en el palacio de Sergei. Recordó que la había liberado. Habían regresado al castillo de Aiden, y allí habían encontrado a Caitlin, Caleb y Scarlet yaciendo sin vida sobre aquella cama. Aiden les había dicho que habían regresado en el tiempo, sin ellos. Él le había implorado a Aiden que los regresara en el tiempo también. Aiden se había negado, argumentando que no estaba destinado, que podrían interferir con el destino. Pero Sam había insistido.
Finalmente, Aiden había realizado el ritual.
¿Había muerto en el viaje de regreso?
Sam bajó la mirada y la sacudió de nuevo. Todavía, nada.
Finalmente, Sam se agachó y jaló a Polly junto a él. Le sacó su largo y hermoso cabello de la cara, puso una mano detrás de su cuello, y acercó su cara. Se inclinó y la besó.
Fue un beso largo e intenso que plantó en sus labios, y Sam se dio cuenta de que ésta era la segunda vez que se habían besado. Los labios de Polly se sentían muy suaves, perfectos en los suyos. Pero también los sintió demasiado fríos, sin vida. Mientras la besaba, se concentró para transmitirle su amor, quería regresarla a la vida. Mentalmente, quiso enviarle un mensaje claro. Haré lo que sea. Voy a pagar cualquier precio. Haré cualquier cosa para tenerte de vuelta. Solo regresa conmigo.
“¡Voy a pagar cualquier precio!" Sam se echó hacia atrás y gritó a las olas.
El grito pareció elevarse a los cielos e hizo eco en una bandada de pájaros que volaba arriba. Sam sintió un escalofrío a través de su cuerpo, al intuir que el universo había escuchado y le estaba respondiendo. Él sabía, en cada onza de su cuerpo, que Polly podía, realmente podía, volver a la vida. Aun cuando no estuviera destinado. Sabía que al haberlo exigido, había roto un plan más grande en el universo. Y que tendría que pagar el precio.
De repente, Sam miró hacia abajo y los ojos de Polly se abrieron lentamente. Eran tan azules y hermosos como los recordaba, y lo miraban directamente. Por un momento, estuvieron en blanco, pero luego lo reconocieron. Y entonces se produjo la cosa más grandiosa y mágica que él jamás había visto: una pequeña sonrisa se formó en la comisura de los labios de Polly.
“¿Te estás aprovechando de una chica mientras duerme?" Polly preguntó, con su acostumbrada jovialidad.
Sam no pudo evitar sonreír. Polly había regresado. Era todo lo que le importaba en el mundo. Trató de quitar de su mente la terrible sensación de que había desafiado el destino y que tendría que pagar el precio.
Polly se sentó; era de nuevo la chica ingeniosa y feliz que él conocía, aunque se veía avergonzada de estar en sus brazos, y trató de hacerse la fuerte e independiente. Ella observó alrededor y se agarró de un lado de la embarcación mientras una ola los elevaba y luego los hundía.
"No es exactamente lo que llamaría una expedición romántica en barco," dijo, viéndose aun un poco pálida, mientras trataba de mantener el equilibrio en el mar que se mecía. "¿Dónde estamos exactamente? Y ¿qué es eso en el horizonte?"
Sam se volvió y miró hacia donde Polly estaba señalando. No lo había visto antes. Allí, a unos cientos de metros, había una isla rocosa que sobresalía del mar, con altos acantilados implacables. Se veía antigua y deshabitada, su terreno era rocoso y desolado.
Se volvió y contempló el horizonte en todas direcciones. Era la única isla en miles de kilómetros.
"Parece que nos estamos dirigiendo directamente hacia allí", dijo.
"Eso espero", dijo Polly. “Tengo náuseas en este barco."
De repente, Polly se inclinó sobre la borda y vomitó una y otra vez.
Sam se acercó y puso una mano sobre su espalda para tranquilizarla. Polly finalmente se puso de pie, limpiándose la boca con el dorso de la manga y miró hacia otro lado: estaba avergonzada.
"Lo siento," dijo ella. "Estas olas son implacables." Ella lo miró, con aire de culpabilidad. “No me debo ver muy atractiva."
Pero Sam no estaba pensando en eso. Por el contrario, se estaba dando cuenta de sus fuertes sentimientos hacia Polly.
"¿Por qué me miras así?" preguntó Polly. “¿Me veo horrible?"
Al darse cuenta de que la estaba mirando fijamente, Sam apartó la mirada rápidamente.
"No estaba pensando eso", él dijo, ruborizándose.
Pero algo los interrumpió. De repente, en la isla aparecieron varios guerreros en la cima de un acantilado. Aparecía uno tras otro y, pronto, el horizonte se llenó de ellos.
Sam se agachó para buscar sus armas. Pero le decepcionó comprobar que no había llevado ninguna.
El horizonte se ennegreció con más y más guerreros vampiros, y Sam pudo ver que la corriente los estaba llevando directamente hacia ellos. Estaban a la deriva dirigiéndose a una trampa, y no había nada que pudieran hacer para evitarlo.
"Mira", dijo Polly. "Vienen a saludarnos."
Sam los examinó cuidadosamente y llegó a una conclusión muy diferente.
"No, no vienen a eso", dijo. "Vienen a ponernos a prueba."
CAPÍTULO TERCERO
Caitlin estaba frente al puente de cuerda que conducía a Skye, Caleb estaba a su lado, y Scarlet y Ruth esperaban detrás. Observó la cuerda gastada balancearse violentamente, podía escuchar el silbido del viento a través de las rocas mientras las olas rompían contra los acantilados cientos de metros abajo. El puente estaba mojado y se veía resbaladizo. Si se patinaban hacia afuera Scarlet y Ruth morirían instantáneamente, además Caitlin aun no había probado sus propias alas. Realmente no quería correr el riesgo de cruzar este puente pero necesitaban llegar a la isla de Skye.
Caleb la miró.
"No tenemos muchas opciones", dijo.
"Entonces no hay por qué esperar", respondió ella. “¿Llevo a Scarlet y tú tomas a Ruth?"
Caleb asintió sombríamente mientras Caitlin tomaba a Scarlet y la ponía sobre su espalda, mientras que Caleb sostenía a Ruth en sus brazos. Ruth se retorció en un primer momento, quería bajarse, pero Caleb la sostuvo firmemente, y finalmente se calmó.
No tuvieron más más remedio que ir en fila por el puente estrecho. Caitlin iba primero.
Caitlin dio su primer paso titubeante sobre el puente e, inmediatamente, sintió que los tablones mojados eran muy resbaladizos. Extendió su mano y agarró la barandilla de cuerda para mantener el equilibrio, pero el puente se balanceó y la barandilla se hizo pedazos en sus manos.
Cerró los ojos, respiró hondo, y se concentró. No podía confiar en su vista o en su equilibrio. Necesitaba recurrir a algo más profundo. Pensó de nuevo en las lecciones que la había dado Aiden y recordó sus palabras. Ya no trató de oponerse al puente: en su lugar, trató de sentirse en armonía con él.
Caitlin confió en sus instintos internos y dio varios pasos hacia adelante. Abrió lentamente los ojos y, cuando dio un paso, un tablón cayó hacia el mar. Scarlet gritó, y ella perdió el equilibrio por un momento – rápidamente dio otro paso y lo recobró. El viento mecía el puente nuevamente. Caitlin sentía como si hubiera estado allí por siempre pero, cuando miró hacia arriba, vio que sólo había avanzado unos tres metros. Instintivamente supo que nunca lo lograrían.
Se volvió y miró a Caleb. Vio la expresión en sus ojos y supo que él estaba pensando lo mismo. Más que nada quería simplemente extender sus alas y despegar, pero sintió algo en el aire y supo que Caleb tenía razón: había una especie de energía invisible en torno a esta isla, y no era posible volar sin haber sido invitados primero.
El viento movió nuevamente el puente y Caitlin estaba empezando a desesperarse. Habían llegado demasiado lejos para dar marcha atrás.
Ella tomó instantáneamente una decisión.
"A la de tres, salta, agarra tu lado de la barandilla, y déjate columpiar!" gritó a Caleb. “¡No hay de otra!"
“¿¡Y si se rompe!?" él respondió.
“¡No tenemos otra opción! ¡Si seguimos así, vamos a morir!”
Caleb no discutió.
“¡UNO!" gritó ella, tomando una respiración profunda, “¡DOS! ¡TRES!”
Ella saltó en el aire a su derecha, y vio a Caleb saltar a su izquierda. Escuchó a Scarlet gritar y gemir mientras Ruth caía por el borde. Caitlin extendió la mano y agarró con fuerza la barandilla de cuerda, rogando a Dios que resistiera. Caleb hizo lo mismo.
Unos segundos más tarde, estaban aferrados a la cuerda mientras se movían por el aire a toda velocidad, el agua salada se eleva desde las olas y se estrellaba contra ellos. Por un momento, Caitlin no supo si todavía se estaban balanceando, o estaban cayendo.
Pero después de unos segundos, sintió la tensión de la cuerda en la mano; no estaban cayendo en picada sino que se estaban columpiando hacia el acantilado. Se estaban sosteniendo.
Caitlin se preparó. La cuerda los estaba sosteniendo, era una buena señal. Pero se estaban balanceando demasiado rápidamente, directamente hacia el acantilado. Si se estrellaban, iba a ser muy doloroso.
Giró su hombro y colocó a Scarlet detrás, para que ella pudiera recibir toda la fuerza del golpe. Miró y vio a Caleb hacer lo mismo, sosteniendo a Ruth con un brazo detrás de él mientras inclinaba su hombro. Ambos se prepararon para el impacto.
Un segundo más tarde, se estrellaron contra el muro, el dolor fue tremendo. La fuerza del impacto dejó sin aliento a Caitlin quien se quedó aturdida por un momento. Pero se aferró a la cuerda, y vio que Caleb hacía lo mismo. Se quedó colgando allí, aturdida durante unos segundos, mientras verificaba que Scarlet estuviera bien, y Caleb estuviera ileso. Ambos estaban bien.
Lentamente, Caitlin se recuperó del golpe y empezó a jalar de la cuerda empujándose hacia arriba del acantilado. Levantó la vista y vio que tenía treinta yardas adelante para llegar a la cima. Entonces, cometió el error de darse vuelta y mirar hacia abajo: se trataba de una caída peligrosa y, si la cuerda cedía, caerían cientos de metros en picada sobre las afiladas rocas que estaban debajo.