Sonó casi a celos, pero ¿por qué iba a estar celosa Luna? Tendría que saber que Kevin y ella siempre serían los mejores amigos y que nada se interpondría, ¿no? Y por lo demás… bueno, eso significaría que Luna estaba interesada en ser algo más que amigos y Kevin no podía creer que eso pasara jamás de verdad.
—No dijo gran cosa —dijo Kevin—… Solo que escapó.
—Parece que eso se le da bien —dijo Luna, con otra mirada intencionada hacia la puerta.
—Luna —dijo Kevin—. ¿Puedes por lo menos intentar ser amable con ella? Quiero decir, ni tan solo ser porque estás enfadada con ella. Pensé que os llevaríais bien.
—¿Porque las dos somos chicas? —dijo Luna.
—¡No! —se apresuró a decir Kevin—. O sea, porque las dos sois… —Intentó pensar en las palabras adecuadas. ¿Fuertes sería adecuada? Chloe desde luego que lo parecía, pero Luna no, aunque Kevin sabía por experiencia que lo era.
—No nos parecemos en nada —dijo Luna—. Me llamó animadora.
Hizo que sonara a insulto.
—Bueno, estabas en el…
—No se trata de eso —dijo Luna, pero después se detuvo—.Vale, está bien. Seré amable. Supongo que si estamos atrapadas juntas en un búnker, tendremos que llevarnos bien. Pero lo hago por ti, no por ella.
—Gracias —dijo Kevin.
—Evidentemente, si hay una nueva señal, no vamos a poder quedarnos en el búnker, ¿verdad? —dijo Luna, como si todo fuera bastante evidente. Tal vez para ella lo era. A Luna siempre se le había dado bien inventarse planes para las cosas. Bastante a menudo, eran planes para meterse en más problemas.
Kevin todavía no lo había pensado bien, pero Luna probablemente tenía razón. Si había una nueva señal, entonces tenían que descubrir lo que significaba, y solo había un lugar donde podían hacerlo.
—Creo que tenemos que volver al instituto de investigación —dijo Kevin.
—¿A pesar de que casi no pudimos salir de allí la primera vez? —dijo Luna—. Y que no sabemos que hay en el mensaje, y que no sabemos si servirá de algo cuando los alienígenas ya han tomado el mundo. Podría ser simplemente «lo sentimos, intentamos advertiros».
—Pero ¿y si no lo es? —replicó Kevin—. Quiero decir, ¿en serio piensas que mandarían un mensaje a través del espacio para eso?
—No, supongo que no —dijo Luna, ahora más seria.
—¿Y si descubrieron una manera de vencer a los extraterrestres, o de obligarlos a dejar de controlar los cuerpos de la gente? —dijo Kevin—. ¿Y si nos proporcionan un modo de mejorar esto? Tenemos que regresar. Bueno… tengo. O sea, tú podrías estar más a salvo si…
—Acaba ese pensamiento y te doy un puñetazo —dijo Luna—. Por supuesto que yo voy a ir.
—Pero yo pensaba que…
—¿Pensabas en dejarme atrás mientras tú pasabas una aventura solo? —preguntó Luna.
Kevin negó con la cabeza.
—Pensaba que por fin habíamos encontrado un lugar seguro. Pensaba que tal vez no querrías dejarlo. Yo sí que tengo que estar allí para traducir el mensaje, pero nadie más… ¡ay!
Se frotó el brazo donde Luna le había dado con el puño.
—Te dije que lo haría —dijo con una amplia sonrisa que daba a entender que no lo sentía ni de lejos—. Iré contigo, pues alguien tiene que evitar que te cojan los controlados. Además, si hay algo que nos permita dar la vuelta y darles una paliza por lo que hicieron, quiero saberlo.
Eso era en parte lo que hacía tan increíble a Luna. No se rendía, incluso cuando todo daba a entender que era lo sensato. Lucharía contra cualquier cosa, incluida una invasión alienígena.
—¿Te he dicho alguna vez lo increíble que eres? —preguntó Kevin.
—No hace falta que me lo digas —dijo Luna con otra gran sonrisa—. Ya lo sé. Sinceramente, tienes suerte de poder ser mi amigo.
—Es verdad —dijo Kevin. Se puso serio por un instante—. Necesitamos un plan si vamos a volver.
—Necesitaremos provisiones —dijo Luna y empezó a contar las cosas con los dedos—. Necesitaremos comida, tal vez herramientas para entrar, máscaras…
—Chloe dijo que el vapor había desaparecido —puntualizó Kevin.
—¿Y ella cómo lo sabe? —replicó Luna—. Vale, de acuerdo, pero por si acaso yo preferiría tener una. Podrías encargarte tú de decirle que nos vamos.
—A lo mejor querrá venir con nosotros —dijo Kevin.
Luna hizo una mueca.
—Supongo que eso es mejor que dejarla aquí y preguntarnos si nos dejará entrar de nuevo. Yo empezaré a reunir provisiones. Tú ve a hablar con ella.
***
Kevin fue por todo el complejo subterráneo en busca de Chloe. Tardó un rato en encontrarla en los enredados pasillos y los almacenes, pero por fin la oyó más adelante. Parecía que estaba hablando sola.
—No puedo hacerlo… No puedo hacerlo…
Con cuidado, Kevin miró desde la puerta y vio a Chloe sentada en el suelo de un almacén. Había cosas esparcidas por ahí de una manera que no parecía accidental. Parecía que había pasado el brazo por una de las estanterías y lo había tirado todo al suelo. Tenía la cabeza apoyada en las manos y parecía que estaba llorando.
—¿Chloe?
Alzó la vista cuando Kevin se acercó y se secó las lágrimas como si tuviera miedo de que pudieran usarse en su contra.
—Estoy bien —dijo, antes de que Kevin pudiera preguntar si lo estaba—. Estoy bien.
—Yo decía que estaba bien cuando la gente me preguntaba por mi enfermedad —dijo Kevin, avanzando hasta sentarse a su lado—. Pero generalmente quería decir que no lo estaba.
—Solo que… a veces… me enfado —dijo Chloe, y Kevin supuso que había escogido con cuidado aquella palabra de entre todas las que se le habían ocurrido—. Hago cosas sin pensarlas bien. Es en parte por lo que la gente me decía que estaba loca.
—Yo no pienso que estás loca —dijo Kevin.
Chloe suspiró.
—Todavía no me conoces. ¿Viniste hasta aquí solo para ver el lío que había montado?
—No, claro que no —dijo Kevin—. Nosotros… yo… creo que tenemos que volver al instituto de investigación de la NASA. Con lo que vi, podría haber un mensaje y puede que sea importante.
—¿Quieres meterte en medio de la ciudad, para ir a un lugar que podría estar lleno de ellos? —contestó Chloe—. Eso… eso no tiene ningún sentido. Podríamos ir a cualquier sitio. Hay Supervivientes en LA, o mi primo en el norte…
—Tenemos que hacerlo —dijo Kevin—. Luna está recogiendo provisiones y pensaremos un plan para llegar allí a salvo. Pero tú puedes quedarte aquí si quieres. No hace falta que vengas con nosotros si piensas que no va a ser muy seguro.
—¿No queréis que venga con vosotros? —dijo Chloe y ahora parecía igual de enfadada que antes.
—Yo no he dicho eso —dijo Kevin.
—Pero es lo que querías decir, ¿verdad? —replicó Chloe.
—No —contestó Kevin—. Yo pensaba que eras tú la que no quería venir. Tú misma dijiste que podría ser peligroso.
Chloe encogió los hombros.
—Lo que tú digas.
—Chloe —dijo Kevin—. Yo no quiero que…
—Lo que tú digas —repitió Chloe en un tono desganado—. Haced lo que queráis. me da igual. Márchate a hacer tus putas preparaciones.
—Chloe…
—¡Márchate! —espetó.
Kevin se fue, con la esperanza de que si dejaba sola a Chloe un rato, podrían hablar sobre ello más tarde o algo así. Eso era lo que hacía la gente, ¿no? ¿Hablar las cosas y reconciliarse?
Por ahora, sabía que probablemente tendría que ayudar a Luna a encontrar provisiones para su viaje. Necesitarían todo tipo de cosas, desde gasolina para el coche que habían dejado fuera esperando a ropa y mapas. Pasó por delante de una puerta en la que encima estaba impresa la palabra «Armería» y probó el pomo, pero estaba cerrado con llave. Quizás eso ya estaba bien. Dudaba que Luna y él pudieran abrirse camino luchando a través de una multitud de controlados por muchas armas que tuvieran. Además, solo pensar en ello le hacía imaginar a su madre corriendo hacia él, o a los científicos del Instituto, o a los padres de Luna. Pensaba que no podría hacer daño a ninguno de ellos.
Todavía estaba pensando en ello cuando oyó que se disparaban las alarmas en dirección a la sala de control.
Kevin fue corriendo hacia allí, con la esperanza de que solo fuera una falsa alarma o un pequeño fallo, pero en su corazón, sabía que no. Sabía exactamente quién sería la responsable de esa alarma y no quería ni pensar en lo que podría estar haciendo.
Vio a Chloe cuando entró corriendo en la sala de control. Estaba pulsando las teclas de los ordenadores en una neblina de lágrimas, apuñalándolas con los dedos como si pulsarlas más fuerte hiciera que funcionaran mejor.
—Chloe, ¿qué estás haciendo? —exigió Kevin.
—No tengo que hacer lo que vosotros me digáis. No tengo que hacer lo que nadie me diga —dijo con un tono decidido—. No podéis hacer que me quede aquí. ¡Tengo que salir!
—Nadie intenta…
—Pensé que te gustaba. Pensé que podrías ser mi amigo, pero eres como todos los demás. Me iré. ¡No podrás detenerme!
Pulsó algo más y el tono de las alarmas cambió. Unas palabras generadas por ordenador resonaron en los altavoces.
«Procedimiento de evacuación de urgencia iniciado. Abriendo las puertas. Por favor, salgan de la base de manera ordenada».
—¿Qué? —dijo Kevin—. Chloe, ¿qué has hecho?
—¿Y ahora qué está haciendo? —preguntó Luna, cuando entró corriendo a la sala. Llevaba una mochila sobre un hombro que evidentemente había usado para recoger provisiones, todavía medio abierta por la prisa en llegar allí. No parecía contenta.
Pero no tan triste como Chloe.
—Ibais a dejarme aquí olvidada como si fuera una especie de… de prisionera —dijo y su tono era frenético, furioso y aterrorizado todo a la vez—. No vais a dejarme aquí. Voy a ir hasta mi primo. Voy a descubrir lo que le pasó. Después iré hasta los Supervivientes.
Tras ella, la gran puerta que daba al compartimento estanco se abrió de golpe. Para sorpresa de Kevin, la puerta exterior hizo lo mismo, las dos se abrieron a la vez mostrando un camino despejado hacia el exterior. Allá fuera Kevin vio la carretera de la montaña y los árboles. Aún peor, veía unas siluetas avanzando hacia allí, dirigiéndose hacia el ruido casi al unísono.
Tan pronto como el camino estuvo libre, Chloe atravesó la puerta a toda velocidad hacia la montaña. Kevin estaba demasiado conmocionado por todo aquello como para intentar detenerla, y Luna se estaba poniendo la máscara a toda prisa, evidentemente todavía insegura de si podía fiarse del aire de fuera o no.
—¡La puerta, Kevin! —exclamó Luna mientras iba a toda velocidad para ponerla en su lugar—. Tenemos que cerrar la puerta.
Kevin asintió.
—La tengo.
Por lo menos, eso esperaba. Veía que la gente de fuera avanzaba hacia la puerta, más de los que él podía haber creído ya que se suponía que los extraterrestres se habían llevado a la gente. Había soldados y excursionistas, familias enteras moviéndose con una especie de coordinación forzada y silenciosa.
Kevin pulsaba las teclas del ordenador, con la esperanza de enmendar lo que se había hecho. Nada parecía tener ningún efecto. No ayudaba que no tuviera ni idea de cómo funcionaba el sistema informático de aquí. No estaba todo etiquetado para cualquiera que deseara intentar usarlo. Además, sospechaba que una puerta de emergencia que se abriera así no sería fácil de enmendar, por si la gente se quedaba atrapada dentro. Machacaba las teclas del ordenador, con la esperanza de encontrar alguna combinación que pudiera hacer algo.
Nada de esto funcionó. Las puertas continuaban abiertas, un camino despejado llevaba al exterior y ahora, por el camino, la gente controlada por los extraterrestres avanzaba acechando.
Venían.
Y si llegaban al búnker, Kevin estaba aterrorizado por lo que pasaría a continuación.
CAPÍTULO CUATRO
—¡Corre! —exclamó Kevin mientras las personas a las que los extraterrestres habían convertido se acercaban al búnker. Luna ya parecía estar siguiendo su consejo, corriendo de vuelta a las confusas profundidades del lugar, tan rápido que Kevin tenía que esforzarse por seguir el ritmo.
Siempre se les había dado bien escapar corriendo. Cuando se habían metido en problemas por estar en un lugar que no deberían, siempre conseguía dejar atrás a quien les estuviera siguiendo. Bueno, casi siempre. Bueno, por lo menos más de la mitad de las veces. Sin embargo, Kevin sospechaba que esta vez tendrían algo mucho peor que una severa advertencia si las criaturas de detrás los atrapaban.
Oía el ruido sordo de sus pies sobre el suelo del búnker mientras iban detrás, y el sonido de su silenciosa persecución con excepción de las botas retumbando contra el hormigón. No llamaban en voz alta durante la persecución, no chillaban ni gritaban ni exigían a Kevin y a Luna que pararan. De algún modo, esto lo hacía todo más escalofriante.
—¡Por aquí! —exclamó Luna, adentrándolo todavía más en la base. Pasaron por delante de la armería, y ahora Kevin si que deseaba tener alguna clase de arma, sencillamente porque parecía el único modo en el que iban a poder salir de ahí sanos y salvos. Al no tenerla, se conformó con hacer caer cualquier cosa al pasar corriendo por delante y empujó un carrito para que se interpusiera en el camino de los que iban avanzando mientras cerraba las puertas tras él. Unos estruendos le dieron a entender que iban chocando contra los obstáculos que Kevin les iba poniendo en el camino, pero por ahora nada de eso parecía frenarlos ni tan solo un poco.
—Ahora silencio —susurró Luna, tirando de Kevin hacia otro pasillo y reduciendo la velocidad hasta ir de puntillas. Una multitud de excursionistas y soldados pasaron por delante a toda prisa tan solo un segundo más tarde, avanzando con toda la velocidad y fuerza que parecía venir de estar controlados por los extraterrestres.
—Pero ¿por qué son tan rápidos? —susurró Kevin, intentando recobrar el aliento. No parecía justo que fueran tan rápidos. Lo mínimo que podías esperar de una invasión alienígena era poder escapar de ella en buenas condiciones.
—Probablemente los extraterrestres les están haciendo usar todos los músculos —dijo Luna—, sin importar si les duelen. Ya sabes, como cuando las abuelas levantan coches de encima de la gente.
—¿Las abuelas pueden levantar coches de encima de la gente? —dijo Kevin.
Luna encogió los hombros. Con la máscara antigás puesta, era imposible saber si se estaba riendo de él o no.
—Lo vi en la tele. ¿Ya has recuperado la respiración?
Kevin asintió aunque no fuera del todo cierto.
—¿A dónde vamos? Si son listos, habrán dejado gente en la entrada.
—Entonces vamos a la otra entrada –dijo Luna.
La salida de emergencia. Kevin había estado tan ocupado pensando en que estaban invadiendo el búnker que prácticamente se había olvidado de ella. Si podían llegar hasta ella, entonces a lo mejor tenían una oportunidad. Podían llegar al coche y conducir hasta la NASA.
—¿Preparado? —preguntó Luna—. Vale, vamos.
Se apresuraron por los pasillos y, de algún modo, no ver a las personas controladas era peor que verlas. Eran tan silenciosas que podrían haber estado en cualquier esquina, esperando para agarrarlos y, si lo hacían, lo que pasaría a continuación no valdría la pena…
—¡Corre! —exclamó Luna mientras un brazo la asaltó en la siguiente esquina. Consiguió coger la ropa de su camisa y Kevin salió disparado hacia delante, lanzando todo su peso contra el brazo como si intentara hacerle un placaje.
Se soltó y Luna y él corrieron de nuevo, tomando curvas y giros al azar para intentar perder a sus perseguidores. No podían correr más rápido que ellos en línea recta, así que tuvieron que buscar espacios donde los controlados no los pudieran seguir, e intentar usar el diseño laberíntico del búnker en su contra.