Llegada - Морган Райс 3 стр.


—Tenemos que dejarla entrar —dijo Kevin—. Si la dejamos allá fuera, los controlados la cogerán.

Como era de esperar, Kevin vio unas siluetas vestidas con uniforme militar que avanzaban hacia delante, moviéndose al unísono, evidentemente bajo el control de los extraterrestres.

Fue corriendo hacia el compartimento estanco y usó la llave que la Dra. Levin le había dado para abrirlo. Detrás, la chica estaba allí esperando, mientras los antiguos soldados ahora se estaban acercando y rompían a correr.

—¡Rápido, dentro! —dijo Kevin. Tiró de la chica hacia el compartimento estanco, pues no había tiempo que perder. Fue a tirar de la puerta para cerrarla, sabiendo que estarían a salvo en el momento en el que estuviera entre ellos y los controlados que avanzaban hacia la base.

No cedía.

—¡Ayúdame! —le gritó Kevin, tirando de la puerta y sintiendo la solidez del acero bajo sus manos. La chica la agarró con él, tiró de la puerta y tiró su peso hacia atrás para intentar moverla.

Un poco más lejos, los antiguos soldados avanzaban corriendo y a Kevin le costaba mantener su atención en la puerta y no en ellos. Era la única manera en que podía mantener su pánico a raya y concentrarse en tirar su propio peso hacia atrás, tirando de la puerta.

Finalmente, cedió, giró hasta ponerse en movimiento mientras se arrastraba hasta cerrarse. Kevin oyó su eco al cerrarse de golpe y bloquearse con un clic que sonó en todo el compartimento estanco.

«Iniciando proceso de descontaminación» —dijo una voz electrónica, tal y como lo había hecho cuando Kevin y Luna llegaron primero. Hubo una ráfaga al limpiar el aire con los filtros del búnker que había a su alrededor.

—Hola, me llamo Kevin —dijo. Sospechaba que debía haber algo más impresionante para decir en un momento así, pero no se le ocurría.

La chica se quedó callada durante uno o dos segundos, pero después pareció darse cuenta de que Kevin podría estar esperando una respuesta.

—Yo soy Chloe.

—Encantado de conocerte, Chloe —dijo Kevin.

Ella lo miró en silencio, como si lo estuviera evaluando y parecía casi preparada para salir corriendo.

—Claro, supongo.

La otra puerta del compartimento estanco se abrió con un chasquido. Luna los estaba esperando, sonriendo con su sonrisa más cálida, a pesar de que ella había sido la que había discutido en contra de dejar entrar a Chloe.

—Hola —dijo Luna. Tendió una mano—. Yo soy Luna.

Chloe la miró fijamente y, a continuación, encogió los hombros sin cogerla.

—Esta es Chloe —dijo Kevin por ella.

Chloe asintió sin mucho entusiasmo en señal de conformidad y miró alrededor cautelosamente.

—¿Dónde están todos? —preguntó por fin.

—No hay todos —respondió Luna—. Solo estamos nosotros. Kevin y yo.

Dio un paso hasta ponerse al lado de Kevin como para recalcar que eran un equipo. Incluso le puso una mano encima del hombro.

—¿Solo vosotros dos? —dijo Chloe. Se sentó en una de las sillas del centro de mando y negó con la cabeza—. Todo este camino ¿y solo estáis vosotros dos?

—¿Tú de dónde vienes? —preguntó Kevin.

—Eso no importa —dijo Chloe sin mirarlos.

—Yo creo que un poco sí que importa —replicó Luna—. Es decir, has aparecido de la nada y nos pides que confiemos en ti.

Chloe echó un vistazo rápidamente, encogió de nuevo los hombros y, a continuación, salió de la habitación. Kevin fue tras ella, sobre todo porque sospechaba que si Luna iba tras ella podría haber alguna discusión y porque había algo intrigante en Chloe. Había muchas cosas que no sabían sobre ella.

—No tienes por qué seguirme —dijo Chloe, mirando hacia atrás mientras Kevin la seguía por uno de los pasillos.

—Pensé que podría enseñarte el lugar —dijo Kevin—. Bueno… si quieres.

Chloe encogió los hombros una vez más. Parecía haber matices en sus encogimientos de hombros y, al parecer, este significaba vale. Kevin no estaba seguro de qué hacer con ella.

—Hemos estado mirando por todas partes desde que llegamos aquí —dijo Kevin—. Aquí abajo hay una cocina y un almacén, y aquí hay algunos baños. Este es el dormitorio donde dormimos. Escoge una cama si quieres. Yo estoy por allí, y Luna también.

Chloe escogió una cama. Estaba al otro lado de la habitación de las que Luna y Kevin habían escogido.

—No es que no me fíe de vosotros —dijo ella—, pero no os conozco, y… —Negó con la cabeza y no terminó. Tenía una mirada afligida al hacerlo.

—¿Estás bien? —preguntó Kevin.

—Estoy bien —replicó Chloe, pero después suavizó un poco su voz—. Estoy bien. Hace un tiempo que me he acostumbrado a cuidar de mí misma. Supongo que no se me da muy bien abrirme a la gente.

—Vale —dijo Kevin. Dio un paso atrás hacia la puerta—. Me puedo ir si no quieres…

—Me escapé de casa —dijo Chloe. Esto bastó para que Kevin se quedara quieto.

—¿Qué?

—Quiero decir, antes de que vinieran los extraterrestres —continuó Chloe—. Mi madre siempre me gritaba y mi padre era… bueno, pasó algo y todos dijeron que yo estaba loca… bueno, tengo un primo en el norte. Pensé que si podía llegar hasta él, estaría bien y entonces llegaron los extraterrestres.

A Kevin, le sonaba como si se estuviera saltando bastantes cosas, pero lo dejó pasar. Muchas de las pausas daban la sensación de ser agujeros que escondían el tipo de cosas que dolían demasiado, como si fingir hiciese que todo esto marchara. Él sabía de eso. Como si fingiendo que todo iba bien su enfermedad no estuviera realmente allí.

—¿Cómo sobreviviste allá fuera? —preguntó Kevin.

—Hice lo que tenía que hacer —dijo Chloe, sonando a la defensiva y de nuevo un poco afligida también. Estaba a cubierto lejos de todo el mundo cuando esto empezó a pasar, y la gente decía que había un gas o algo así, pero para cuando yo salí, solo estaban esas cosas intentando agarrar a la gente y exhalar encima suyo.

—¿Para cuando saliste? —dijo Kevin.

—Un carnicero me encerró dentro de su congelador de carne. Dijo que estaba intentando robarle.

—¿Era ese un lugar que podía no dejar pasar el vapor? ¿Significaba esto que Luna y él ya no necesitaban sus máscaras?

—Irá bien —dijo Kevin.

Chloe le dedicó otro de sus encogimientos de hombros.

—Tú eres el niño de la tele, ¿no? Cuando dijiste que te llamabas Kevin, no lo pillé, pero creo que te reconozco. ¿Por eso estás aquí? ¿Te guardaron en un lugar seguro porque eres el chico que conoce a los extraterrestres?

Kevin negó con la cabeza y se dirigió hacia ella.

—Ellos no me metieron aquí. La Dra. Levin me dio una llave que encajaba con los búnkeres que tienen y me habló de uno que está debajo del centro de investigación de la NASA, pero eso salió mal. Luna y yo tuvimos que encontrar este lugar solos.

Chloe asintió.

—Luna… ¿es tu novia?

La gente siempre lo daba por sentado. Kevin no entendía el porqué. A él le parecía evidente que Luna nunca sería su novia.

—Es mi amiga —dijo Kevin—. No somos… quiero decir…

Resultaba extraño que hablar de los extraterrestres fuera más fácil que hablar de qué eran exactamente Luna y él.

—Extraño —dijo Chloe—. Quiero decir, pareces majo. Yo desde luego no te dejaría solo como a un amigo. Me pregunto…

Kevin no consiguió descubrir lo que se preguntaba, pues vino una tos penetrante desde la puerta. Casi tan penetrante como la mirada que les lanzó Luna cuando Kevin se giró.

—Quería ver por qué estabais tardando tanto —dijo, y no parecía contenta. Parecía… casi celosa, y eso no tenía sentido, pues allí no estaba pasando nada y, en cualquier caso, Kevin y Luna no eran así. ¿O sí?

—Hola, Luna —dijo Kevin—. Chloe me estaba hablando de ella.

—Ya me lo imagino —dijo Luna—. Tal vez también podría contarme algo a mí. Y quizás, mientras tanto, podemos pensar en qué vamos a hacer todos a continuación.

***

Fueron hacia la zona de la cocina, pues ninguno de ellos había desayunado todavía. Kevin fue a buscar provisiones del almacén, sin estar del todo seguro de si debía dejar solas a Luna y a Chloe ahora mismo.

Kevin escogió un paquete en el que ponía que eran tortitas de arándanos y se lo llevó a ellas. Estaban calladas, lo que en sí mismo ya era algo preocupante –Luna no estaba callada casi nunca.

—Encontré tortitas de arándanos —dijo.

—Eso es fantástico —dijo Luna—. Me encantan las tortitas de arándanos.

—A mí también me gustan —dijo Chloe, aunque Kevin tenía la sensación de que solo lo decía porque Luna lo había dicho.

—Bueno, no sé si estarán muy buenas —dijo Kevin.

La respuesta a eso era sencilla: tenían el gusto de algo que había estado en un paquete dentro de un almacén más tiempo de lo que debería haber estado. Aun así, tenía el hambre suficiente como para comérselo todo.

—¿Cómo supiste de este lugar? —le preguntó Kevin a Chloe mientras comían.

—Mi padre… en su trabajo él… oía cosas —dijo, pero no se extendió más que eso. Kevin sospechaba que si hubiera preguntado Luna en lugar de él, ni tan solo hubiera dicho eso.

—¿Así que viniste andando hasta aquí y apaleaste la puerta hasta que alguien te dejó entrar? —dijo Luna. A Kevin le pareció que no se lo creía mucho.

—Tenía que ir a algún sitio —dijo Chloe.

—Me pregunto si hay otros lugares como este donde la gente haya conseguido esconderse —dijo Kevin antes de que eso se convirtiera en una discusión. Quería que se llevaran bien, si iban a estar allí atrapados.

—Si los hay, no podemos contactar con ellos —dijo Luna—… Todavía no viene ninguna señal de las pantallas y todos esos aparatos de comunicación son inútiles si no sabemos con quién nos estamos poniendo en contacto.

—Quizás no los encendéis correctamente —dijo Chloe.

Luna le echó una mirada intencionada.

—De todos modos, podemos quedarnos aquí todo el tiempo que necesitemos —dijo Luna—. Aquí estamos a salvo. Ayer hablamos de esto, Kevin.

Lo habían hecho, y entonces había sido un pensamiento reconfortante, pero ¿lo era? ¿Iban a quedarse los tres allí para el resto de sus vidas?

—Puede que yo conozca un lugar —dijo Chloe entre bocados de tortita.

—Resulta que conoces un lugar —dijo Luna—. ¿Del mismo modo que habías oído hablar de aquí?

A Kevin eso le sonó sospechoso. Quería darle a Chloe el beneficio de la duda, pero parecía que Luna confiaba mucho menos en ella.

Chloe dejó el tenedor.

—Oí hablar de esto a algunas personas que conocí cuando venía de camino. Supuse que esto estaba más cerca y era más seguro. Pero si no hay nadie aquí…

—Nosotros estamos aquí —dijo Luna—. Aquí estamos a salvo.

—¿Seguro? —exigió Chloe, mirando hacia Kevin como para que lo confirmara—. Se supone que hay un grupo hacia LA. que esta ayudando a los refugiados a agruparse y a estar a salvo. Se llaman a sí mismos los Supervivientes.

—¿Así que quieres que vayamos todos a LA y busquemos a esa gente? —preguntó Luna.

—¿Y cuál es tu plan? ¿Quedarte aquí sentada y esperar a que las cosas mejoren?

Kevin miraba de la una a la otra, intentando pensar en la mejor manera de mantener todo esto en calma.

—Tenemos la comida suficiente como para durar para siempre y tal vez consigamos que la radio funcione pronto. No podemos simplemente salir allí donde podría haber cualquier cosa.

Chloe dijo que no con la cabeza.

—Las cosas no mejoran. Confiad en mí.

—¿Qué confiemos en ti? —dijo Luna—. Ni tan solo te conocemos. Nos quedaremos aquí.

Kevin conocía ese tono. Significaba que Luna no iba a bajar del burro.

—Escuchad a la pequeña animadora perfecta, piensa que ella es la que manda —replicó Chloe.

—Tú no sabes nada de mí —insistió Luna con un tono de voz peligroso.

Kevin apenas podía entender por qué estaban discutiendo. Había intentado no meterse, pero ahora parecía que podría tener que hacerlo.

Se levantó para decir algo, pero se detuvo, pues un dolor salió disparado hacia su cabeza, junto con algo más, una sensación que hacía días que no tenía.

—Kevin? —dijo Luna—. ¿Estás bien?

Kevin negó con la cabeza.

—Creo… creo que viene otra señal.

CAPÍTULO TRES

Unos números destellaron en la mente de Kevin, irrumpiendo en ella en una rápida secuencia, que casi parecía que se le grababa en el cerebro. Parecían demasiado rápidos para pillarlos, pero Kevin sabía que tenía que intentarlo. Fue a por ellos…

Kevin despertó y miró parpadeando a la litera de arriba de la cama que había escogido desde el suelo. Le dolía la cabeza como si se la hubieran golpeado, pero no era eso. Solo era el dolor que venía de que su cuerpo intentaba procesar una señal alienígena que no podía manejar e intentó entenderla en vano. Se llevó una mano a la nariz y, al apartarla, estaba manchada por un fino chorro de sangre.

—Toma —dijo Luna, pasándole un trapo.

—Gracias —respondió Kevin.

Chloe lo observaba desde el otro lado de la litera, como si esta fuera una barrera entre Luna y ella.

—¿Estás bien? —preguntó—. ¿Qué pasó?

—Ya te dije lo que pasó —dijo Luna. Kevin notó su enfado.

Chloe negó con la cabeza.

—Quiero oírlo de él.

Kevin tragó saliva.

—Creo… creo que hay una transmisión.

—Ya te lo dije —dijo Luna, con cierta satisfacción y, de nuevo, miró a Kevin—. Espera, ¿de verdad crees que hay una?

Kevin comprendía su duda. Antes, todas las transmisiones habían sido muy claras.

—No habían palabras —dijo Kevin—. Todo eran números.

—Como la primera vez —dijo Luna.

Kevin asintió y se esforzó por incorporarse. Cuando parpadeaba, podía ver claramente los números, quemando detrás de sus párpados, allí estaban quisiera verlos o no.

—¿O sea que así es como sucede? —preguntó Chloe, que parecía casi emocionada por ello—. ¿Recibes transmisiones de verdad en tu cerebro?

—Recibo indicios de cosas —dijo Kevin—, pero las transmisiones de verdad vienen a través de los radiotelescopios de la NASA. Yo solo sé traducirlas.

—Eso es… increíble —dijo Chloe.

Era fácil olvidar que allá fuera había gente que no le había visto hacer esto un montón de veces.

—No es algo divertido —dijo Luna—. Ya ves lo que le hace a Kevin. Y todos los problemas que han venido de esto… no solo que los alienígenas vinieran aquí. Ha habido gente que nos ha amenazado, nos ha intentado matar, gente que no creía a Kevin. ¿Sabes lo que es que no te crean cuando dices la verdad? ¿Qué te digan que estás loco?

Chloe había estado mirando cada vez más enojada a Luna mientras hablaba, pero cuando dijo esto, Chloe se tranquilizó.

—Sí —dijo en voz baja—. Sí que lo sé.

Fue a sentarse en la esquina de una de las otras camas y Kevin vio que tamborileaba los dedos como si quisiera decir muchas cosas, pero no lo hizo. Kevin podría haberle preguntado qué le pasaba, pero Luna le estaba hablando otra vez.

—¿O sea que eso significa que hay otro mensaje a la espera? —preguntó—. ¿Otra transmisión de los extraterrestres?

Kevin asintió.

—Pero no de los que invadieron. Esta se parecía más al modo en que lo hicieron los otros. Los que intentaron advertirnos.

—Ya me lo imagino —dijo Luna—. Quiero decir, ¿qué van a decir ahora los invasores? ¿Rendíos y os destruiremos, humanos esmirriados? ¿La resistencia es inútil? ¿Qué clase de alienígenas alardea cuando ya te ha vencido?

—Todo el mundo lo hace —murmuró Chloe y, a continuación, se levantó y se fue.

Luna torció el gesto al ver que se retiraba.

—¿Qué problema tiene?

Kevin dijo que no con la cabeza.

—No lo sé. Me da la sensación de que le pasó algo malo antes de venir aquí.

—¿Quieres decir peor que el hecho que los alienígenas invadieran el mundo? —preguntó Luna—. ¿O peor que el hecho que te coja un tío con una pistola en una rueda de prensa?

—No lo sé —repitió Kevin. Tenía la sensación de que probablemente debería ir detrás de Chloe, pero todavía no se sentía suficientemente fuerte para hacerlo y, de todos modos, también tenía la sensación de que a Luna no le gustaría que lo hiciera.

—Supuse que te lo habría contado —dijo Luna—. Quiero decir, parecía que estabais teniendo una agradable conversación cuando aparecí antes de repente.

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