Una vez que la puerta se cerró con un golpe y el coche se puso en marcha, todo el mundo se relajó un poco. Pero no mucho. A veces, sólo el temperamento impredecible de su papá podía mantener en jaque a mamá. Sin él, ella era el jefe de todos y de todo, sobre todo de Kate.
"Entonces," dijo ella, volviendo sus ojos fríos a su hija menor. "He estado revisando nuestras cuentas desde que nos mudamos a la nueva casa, y todo parece indicar que no podrás asistir a la universidad, Kate."
Kate se quedó congelada. Todo su cuerpo se convirtió en hielo.
"¿Qué?"
"Ya me escuchaste," dijo su mamá. "Este barrio es caro y no podemos darnos el lujo de enviar a las dos a la universidad. Madison tendrá que ser nuestra prioridad. Puedes terminar tu último año de la preparatoria, y luego tomar el próximo año para ayudar a pagar la colegiatura de Madison.”
Kate sintió que el yogur se le batía en el estómago. Estaba tan devastada por la noticia que sentía que iba a vomitar en cualquier momento.
"Tú… no puedes hacerme eso", balbuceó.
Max se puso en cuclillas en su asiento. Madison también se veía incómoda, aunque Kate sabía que, de ninguna manera, iba a ponerse de su parte.
"Soy tu madre y, mientras vivas bajo mi techo, puedo hacer lo que yo quiera. Madison ha sido aceptada en una gran universidad y no voy a poner en peligro su oportunidad de sobresalir.” La expresión de su madre era feroz. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho con fuerza. “Podrías haberla felicitado", se burló. "No creo haber oído ni pío de ti desde que Madison recibió la carta. Ni siquiera te acercaste para partir el pastel.”
Su madre había organizado una fiesta de celebración para Madison el lunes, cuando había llegado la carta. Había preparado un pastel – aunque le había dicho a Kate que no podía tomar ni una rebanada- incluso había colgado un estandarte. La fiesta de Madison había sido exactamente igual a la fiesta de cumpleaños que Kate no iba a tener. A Kate le martilleaba el corazón. Una niebla roja comenzó a descender sobre su mente.
De repente, se le soltó la boca.
“¿Y yo?", exclamó. "¿Qué tal un feliz cumpleaños? ¡Ni siquiera recuerdas que cumplo diecisiete! ¿Por qué todo tiene que ser sobre Madison? ¿Qué tal preocuparte por mí, para variar?"
Max y los ojos de Madison se hincharon de miedo. Kate nunca le había respondido antes y ambos estaban preocupados por las consecuencias.
Por la expresión en su rostro, era claro que su madre se había olvidado por completo de que el cumpleaños de Kate era hoy. Pero ella no iba a admitir su error, nunca lo hacía.
"No voy a discutir esto con usted, señorita. Vas a limpiar casas conmigo para ayudar a pagar la matrícula de Madison y no se habla más del asunto.” Su tono era sin emociones y frío. "Si te escucho hablando más sobre esto, te saco de la escuela y ni siquiera vas a graduarte de la preparatoria. ¿Entendiste?” Miró a Kate con una mirada de asco. "Ahora, ¿no estás llegando tarde a la escuela?", añadió.
Kate se quedó echando humo. Los ojos se le llenaron de lágrimas. Otros niños esperaban recibir regalos y tener una fiesta en sus cumpleaños. Lo único que Kate recibió fue la noticia de que le habían quitado su futuro.
Tiró el bote de yogur y salió de la casa. Era mayo y el sol quemaba abrasando su piel pálida. Tomó su bicicleta de donde la había dejado el día anterior después de la escuela y comenzó a avanzar por la calle, pedaleó con toda su fuerza, mientras trataba de encontrar una manera de aliviar la ira que pulsaba en su interior.
Odiaba a su madre. Odiaba su estúpida nueva casa. Odiaba a su familia. Todo era una mentira. Lo único que la había sostenido todos estos años era saber que un día se escaparía de ese lugar, de su horrible, sofocante madre y del inútil bebedor de su padre. Que un día iría a la universidad. Quería ir a la costa este, para estar lo más lejos de todos, como fuera posible.
Ahora, su sueño había terminado.
CAPÍTULO DOS
Kate llegó en bicicleta a la escuela en tiempo récord. Por lo general, en algún momento Madison la rebasaba pero, como estaba muy enojada, había llegado allí en menos de cuarenta y cinco minutos.
El sudor le picaba la espalda mientras aseguraba su bicicleta en los bastidores junto a la playa de estacionamiento. Sabía que su cara estaría de un rojo carmesí y llena de manchas.
En ese momento, un coche se detuvo en el espacio justo detrás de ella y Tony saltó del interior.
“Oh, Dios," Kate murmuró en voz alta.
Tony era su amor platónico. Jugaba en el equipo de fútbol, salía con todos los chicos buena onda, y sin embargo, era una persona realmente encantadora. Era la clase de tipo que tenía tiempo para todos. No veía a los chicos de la escuela preparatoria a través de la lente de sus grupos. No veía a Kate como una chica marginal, no era más que Kate Roswell. A veces, Kate sentía que él era la única persona que no la comparaba con su hermana que era más bonita, más popular, y más divertida.
"Kate", dijo, cerrando de golpe la puerta del coche. “¿Qué onda?"
Kate no pudo evitar sentirse incómoda. Deseaba no estar cubierta de sudor, ni verse agotada.
"Bien," dijo ella, fue lo único que le vino a la mente.
"Ey," él dijo con una expresión ligeramente burlona. “Hoy te ves diferente. Te hiciste algo en los ojos.”
“Es máscara", ella respondió, sintiéndose aún más incómoda.
"Se te ve bien," dijo de una manera natural. "No me había dado cuenta de lo azules que son tus ojos."
El estómago de Kate se arremolinó. Si él no quería ligarla, estaba haciendo un muy mal trabajo.
"Ey, ¿estoy en lo cierto que hoy es tu cumpleaños?", añadió.
Ella no pudo evitar desmayarse. ¿Cómo lo sabía? No recordaba habérselo dicho.
"Uh, sí, lo es," dijo.
Tony sonrió, mostrando sus preciosos dientes, como perlas. "Feliz cumpleaños."
Se inclinó y le dio un abrazo. Kate se quedó tiesa. Todo su cuerpo parecía vibrar con la electricidad. Quería abrazarlo, pero le preocupada que si levantaba los brazos, mostraría unos parches de sudor del tamaño de China.
Tony la soltó y se echó hacia atrás.
"Gracias", ella murmuró, sintiéndose como la mayor idiota en el mundo. Deseó poder verse tranquila. Sabía que Madison nunca habría perdido el control si su amor platónico la hubiera abrazado.
“Ey, mira," dijo Tony, mirando sobre su hombro al equipo de fútbol que caminaba por el estacionamiento. "Tengo prisa. Que tengas un lindo día de cumpleaños, ¿de acuerdo?” Él se alejó mientras hablaba por encima del hombro. "Si te veo en el almuerzo, te daré una magdalena." Luego se alejó con sus amigos.
Kate agarró la bolsa con fuerza, sabía que había estado terrible. Había sido el comentario sobre sus ojos lo que la había sacado de onda. No podía dejar de preguntarse si Tony había estado coqueteando. Tal vez una pequeña parte de Tony también estaba enamorado de ella.
“¡Kate!", alguien gritó, y Kate se dio vuelta para ver a sus tres mejores amigas correr hacia ella.
Dinah Higgins, Nicole Young, y Amy Tan habían sido las mejores amigas de Kate desde el noveno grado. Dinah era afroamericana y provenía de una familia grande, cálida que parecía interesarse en Kate más que su propia familia. Llevaba el pelo recogido en trenzas, con hilos rojos y blancos entretejidos. Nicole vivía solo con su padre, su madre había muerto de cáncer cuando ella era muy pequeña. Era californiana de cabo a rabo, pero trataba de ocultarlo bajo capas de vestidos negros y botas de motociclista. Dado que su cabello era rubio natural, a menudo iba a la ciudad para teñirlo con todo tipo de colores. Ahora, los extremos eran de un naranja brillante. Amy era con quien Kate se sentía más cercana. Sus padres eran de origen chino y se habían mudado a los Estados Unidos para darles mejores oportunidades a ella y a su hermano. Como consecuencia, había una gran diferencia cultural entre Amy y sus padres. Ellos la veían con un poco de extrañeza, por su amor a la cultura pop, su obsesión por la reality TV, y su personalidad algo torpe. Por estas razones, Kate y Amy se sentían muy cercanas. Amy también se sentía como una extraña en su familia.
Las tres chicas tomaron a Kate y la envolvieron en un abrazo de oso.
“¡Feliz cumpleaños!" Todas gritaron.
Muchos de los chicos más fresas que estaban en el estacionamiento las miraron con disgusto – se creían mucho para comportarse así en público. Pero a Kate no le importaba. Amaba a sus amigas y lo especial que siempre la hacían sentir, a pesar de que fuera simple y aburrida en comparación con Madison.
“¡Tenemos regalos para ti!" Dinah dijo, sacando un regalo mal envuelto de su bolso y depositándolo en los brazos de Kate.
"Abre primero el mío," Nicole añadió, empujando una pequeña caja hacia Kate.
"No vas a adivinar lo que es," dijo Amy, dándole un paquete en forma de libro.
Kate se sintió abrumada por todos los regalos. "Gracias, chicas," con una sonrisa radiante. "No sé qué decir."
“¡Ábrelos de una vez!", exclamó Nicole.
Todas se sentaron sobre la hierba junto a las canchas de tenis. Kate abrió todos sus regalos -una caja de bombones de Dinah, unos pendientes con forma de cráneo y con cruces de hueso de Nicole, y un ejemplar de segunda mano de Romeo y Julieta. Kate amaba a Shakespeare y amaba las tragedias románticas, y se podía pasar toda la noche leyendo, si pudiera.
"Ustedes son las mejores", dijo, abrazando a cada una.
Amy le dio un codazo a su amiga. "Así que … ¿qué te dijo la Mamá Monstruo esta mañana? ¿Te dijo feliz cumpleaños?"
Kate sacudió la cabeza. "No" Entonces, se acordó de la tarjeta de Max. "Max fue el único que me hizo caso."
Ella sacó la tarjeta. Se había maltratado en su bolso. Abrió el sobre y vio una tarjeta de color rosa brillante con una flor en el frente. Era el tipo de tarjeta que se compraba para alguien de cuatro años, pero igual se sentía agradecida. Max debió gastar su dinero; seguramente su madre no le había prestado nada.
El interior de la tarjeta decía: "Para mi hermana, en su cumpleaños." Él no había escrito nada, simplemente "Kate" en la parte superior y "Max" debajo. Al ver la tarjeta tan simple se le encogió el corazón de nuevo, recordando la dolorosa y decepcionante mañana. Antes de que Kate pudiera evitarlo, su labio inferior empezó a temblar.
“¡Kate!", exclamó Dinah, poniendo sus brazos alrededor de su amiga. "¿Qué pasa?"
Kate trató de hablar a través de sus lágrimas, pero se sentía abrumada. Las tres chicas sabían lo difícil que era su vida en su casa – la habían escuchado y ayudado a lo largo de tres años de angustia- y estaban preocupadas por su amiga.
"Mamá me dijo," comenzó Kate, inhalando con fuerza, ”dijo que no puedo ir a la universidad. Que tengo que trabajar para ayudar a pagar la colegiatura de Madison.”
Amy abrió la boca. Dinah miró a Kate con una expresión de dolor. Nicole le apretó el brazo.
“¡Ella no puede hacer eso!", exclamó Amy.
"Es tan injusto," dijo Nicole, frunciendo el ceño con dureza. “Puedes quedarte con mi familia si necesitas salir de su casa."
"O con la mía", agregó Dinah. "Mi mama te adora. Tú lo sabes."
"Gracias", se quejó Kate. "Pero no sé qué haré si no puedo ir a la universidad. Es como mi plan para escapar, ¿saben? "
Las chicas asintieron. Habían hablado mucho de la universidad, incluso hablaron de asistir a la misma para no tener que separarse.
“La verdad, no sé qué hacer", agregó Kate, sucumbiendo una vez más a sus lágrimas.
"Supongo que Madison no te defendió," dijo Amy. Odiaba a Madison por no apoyar a Kate y siempre le estaba diciendo a Kate que no debía ser tan condescendiente con su hermana. Según Amy, Madison debía cuestionar a su madre por lo mal que trataba a Kate, en lugar de estar buscando sus elogios y su atención.
"No", respondió Kate, con tristeza.
"Ey," dijo Nicole, poniendo un brazo alrededor de su amiga. “Todo va a estar bien. Nos tienes a nosotras, te vamos a proteger. Algo va a pasar que cambiará las cosas. Te lo prometo."
Kate no sabía cómo podía estar tan segura. Nicole siempre decía que las cosas podían cambiar y que se resolverían con el tiempo, pero Kate creía que las cosas solo podían cambiar para lo peor. Su padre bebía cada vez más, y aun peor, su madre controlaba todo cada vez más, y Madison se distanciaba más y más mientras crecía su condición de niña dorada. La vida de Kate parecía seguir una trayectoria descendente; perder la posibilidad de ir a la universidad era la gota que rebalsaba el vaso.
Nicole seguía balbuceando. “Se está acercando la fecha del baile de graduación," dijo. "Quién sabe lo que puede suceder entonces."
"Oh, por favor", respondió Kate. “En este momento, pensar en chicos es la última cosa en mi mente."
"¿En serio?", dijo Amy levantado su ceja. "Porque me pareció ver un cierto Tony Martin dar a una cierta Kate Roswell un abrazo en el estacionamiento."
Aun con su tristeza, el pensamiento elevó un poco el ánimo de Kate. Sintió una sonrisa en sus labios. "Sí. Él, um, dijo que mis ojos se veían bien con la máscara.”
"Oh, Dios mío!", gritó Dinah. “¡Le gustas!"
Kate se rió y negó con la cabeza. "No sé. Él es amable con todos.”
"Sí, amable," dijo Amy, “¡estaba coqueteando!"
Nicole la estaba mirando con aire triunfante. "¿No te dije que las cosas pronto serían mejores?"
Kate agitó las manos, tratando de moderar el entusiasmo de sus amigas.
"Realmente no lo creo", dijo.
“A lo mejor te va a pedir que vayas con él al baile de graduación," chilló Dinah.
La idea hizo que Kate sintiera mariposas en el estómago por el entusiasmo. ¿Había alguna posibilidad de que se lo pidiera? En ese momento, se acordó de la máscara en sus pestañas y de cómo había estado llorando.
"Oh Dios, ¿estoy hecha un desastre?", preguntó, presa del pánico.
"No, chica," respondió Dinah. "Te ves bien. ¡Pero te voy a poner guapa para la hora del almuerzo, como regalo de cumpleaños! "
Dinah amaba el maquillaje. Como su familia era muy grande, no podía comprarse toda la ropa y zapatos que quería para estar al día con la moda, entonces ella misma se la pasaba modificando su ropa y creando maquillaje. Se había convertido en alguien increíblemente creativo. Siempre estaba alentando a las demás a experimentar más con su apariencia. Nicole era la otra chica preocupada por su apariencia. Amy trataba de verse neutral para no asustar a su familia, a pesar de que le gustaban las minifaldas y las botas altas hasta la rodilla y se las ponía cada vez que tenía la oportunidad.
En realidad, Kate era la única que nunca había explorado la moda. Sentía que la mayoría de las decisiones que tomaba era para irritar a su madre. Desde que se había negado a vestirse con vestidos de color pastel sedoso que le gustaban a su madre y de ir a los desfiles de moda, se había convertido en una chica poco femenina. Pero no sabía si era realmente una chica poco femenina o si sólo disfrutaba saber que molestaba a su madre cuando se vestía así.
Kate sonrió. Si había alguna posibilidad de que Tony la invitara al baile de graduación, bien podría darse toda la oportunidad del mundo. Ya se sentía un millón de veces mejor que cuando esa mañana, muy enfadada, se dirigía en bicicleta a la escuela. Sabía que sus amigas la estarían apoyando.
“Y, mira, si Tony no me pregunta si quiero ir al baile con él, no pasa nada," añadió Kate. "Siempre podemos ir juntas."
"Estoy muy contenta que lo digas," respondió Amy. “¡No creo que mis padres me dejen ir en un coche con un chico!"
Todas se rieron. Se sentía bien saber que se apoyaban unas a las otras, y que no necesitaban a los chicos para pasarla bien en el baile.
La campana sonó y las niñas se levantaron y se dirigieron en direcciones diferentes. Amy y Kate tenían matemática y caminaron tomadas del brazo por los pasillos.
De repente, Kate sintió que Amy le apretaba la mano. Levantó la vista y vio a Madison en el área de casilleros con sus amigas porristas. Estaba de espaldas a Kate y Amy, por lo que no sabía que ellas estaban detrás; estaba contando una historia que estaba haciendo a las chicas rugir de risa.