Objetivo Principal - Джек Марс 8 стр.


—Parece que Parr ha estado descubriendo sistemáticamente escondites secretos de dinero, armas, diamantes, oro y otros metales preciosos, así como coches de lujo. Encuentra estas cosas mediante el uso de la tortura y el asesinato de los ex lugartenientes de Saddam y la intimidación hacia la población local. Los lugareños odian a Parr y están tratando activamente de matarlo.

—Pero Parr ha reunido un pequeño ejército de hombres duros: asesores militares, varios de ellos antiguos miembros de operaciones especiales y, como ya he indicado, posiblemente dos desertores del Cuerpo de Marines. Todos sus hombres están curtidos en la batalla y Parr los está haciendo ricos, siempre y cuando puedan mantenerse vivos. En ese sentido, están tomando medidas cada vez más extremas para asegurarse de que así sea. Actualmente, están secuestrando a mujeres y niñas de las tribus locales. Creemos que las usan como escudos humanos. También es posible que vendan a algunas de ellas a Al Qaeda y a los miembros de las tribus chiíes del sur.

Trudy se detuvo.

—Está saqueando el tesoro enterrado de Saddam lo más rápido que puede y no permite que nadie se interponga en su camino.

—¿Cuál es nuestro papel en esto? —dijo Luke.

Don se encogió de hombros. —Somos el FBI, hijo. Iremos allí, rescataremos a todos los que están recluidos contra su voluntad y arrestaremos a Edwin Lee Parr por secuestro y asesinato.

—Arrestarlo... —dijo Luke. —Por asesinato. En una zona de guerra, donde ya han muerto cientos de miles de personas.

Dejó que su mente digiriera eso durante un minuto.

Don asintió. —Correcto. Luego vamos a traerlo de vuelta aquí, juzgarlo y encerrarlo. Este hombre, Parr, es un desastre y necesita limpiarse. Es un asesino, un mentiroso y un ladrón. Está ahí, fuera del alcance de cualquiera, sin operar bajo el mando de nadie y se ha tomado la ley por su mano. Está cometiendo atrocidades por las que el pueblo iraquí está culpando a los estadounidenses. Si continúa, causará un incidente internacional, uno que echará a perder todos nuestros esfuerzos en Irak, Afganistán y en el mundo entero.

Luke respiró hondo. —¿Cómo os imagináis que acabará esto?

Don y Trudy lo miraron fijamente.

Trudy habló. —Si aceptas el caso, la CIA te proporcionará la identidad de un contratista militar corrupto que intenta sacar tajada —dijo. —Tú y tu compañero accederéis solos al Triángulo Suní, encontraréis las oficinas centrales de Parr, entre media docena de lugares sospechosos, os infiltraréis en su equipo, lo arrestaréis y luego pediréis que un helicóptero haga la extracción.

Luke gruñó, casi se rio. Miró a la joven y encantadora Trudy, graduada en una universidad de élite de la costa este. Por alguna razón, se centró en sus manos. Eran diminutas, inmaculadas, incluso hermosas. Dudaba que alguna vez hubieran sostenido un arma. Parecía como si nunca hubieran levantado nada más pesado que un lápiz, o que nunca en su vida se las hubiera manchado de barro. Sus manos deberían estar en un anuncio de Palmolive. Sus manos deberían tener programa de televisión propio.

—Eso suena bien —dijo. —¿Se te ha ocurrido eso a ti sola? Puedo decirte que mi última extracción de helicóptero fue bastante bien. Mi mejor amigo murió, mi oficial al mando murió, casi todos murieron, en realidad. Las únicas personas que no murieron fuimos yo, un hombre que perdió la cabeza y otro que perdió sus piernas y la cabeza. Y... sabes, su capacidad para...

Luke se fue apagando, no quería terminar esa frase.

—Ese tipo ya no me habla porque me pidió que lo matara y me negué.

Trudy miró a Luke con sus grandes y bonitos ojos. Las gafas hacían que sus ojos parecieran más grandes de lo que realmente eran. Ella lo miraba, en este momento, como un científico mira a un insecto a través de un microscopio.

—Eso es complicado —dijo ella.

—Es agua pasada —dijo Don. —O pierdes el miedo o no lo haces.

Luke asintió. Levantó las manos. —Lo sé, lo siento. Lo sé, ¿vale? Así que, digamos que entro. ¿Qué pasa si Parr no quiere venir calladito? ¿Y si pasar el resto de su vida en la cárcel no le atrae exactamente?

Don se encogió de hombros. —Si se resiste al arresto, entonces tú acabas con su comando y con la capacidad de su grupo para operar, a través de cualquier medio que tengas disponible en ese momento.

—¿Te das cuenta de que estamos hablando de estadounidenses? —dijo Luke.

Ambos lo miraron, pero ninguno de los dos respondió. Pasó un largo momento. Era una pregunta estúpida, por supuesto que se habían dado cuenta.

—¿Lo quieres? —dijo Don.

Pasó un minuto antes de que Luke hablara. ¿Lo quería? Por supuesto que lo quería. ¿Qué opción tenía? ¿Qué más podía hacer? ¿Sentarse en este edificio de oficinas y volverse loco? ¿Sentarse aquí y rechazar misiones hasta que Don finalmente captara el mensaje y lo dejara marchar? Para esto había sido contratado. Comparado con las cosas que había hecho anteriormente, ni siquiera era una misión. Era prácticamente una escapada de fin de semana.

Una imagen de Rebecca, ahora muy embarazada, en la cabaña de su familia, apareció en la pantalla de su mente. Su hijo estaba creciendo dentro de ella, pronto estaría aquí. A pesar de este trabajo de oficina, a pesar del largo viaje, a pesar de que estaba ausente durante todo el día, cinco días a la semana, el mes pasado fue el más feliz que habían pasado juntos.

¿Qué iba a pensar Becca sobre esto?

—¿Luke? —dijo Don.

Luke asintió. —Sí, lo quiero.

CAPÍTULO SIETE

18:15 Hora del Este

Condado de Queen Anne, Maryland — Orilla Oriental de la Bahía de Chesapeake


—Estás guapa —dijo Luke.

Acababa de llegar, se había quitado la camisa y la corbata y se había puesto unos vaqueros y una camiseta en cuanto entró por la puerta. Ahora tenía una lata de cerveza en la mano. La cerveza estaba helada y deliciosa.

El tráfico era una locura. Fue un viaje de noventa minutos desde DC, a través de Annapolis, a través del puente de la Bahía de Chesapeake, hasta la costa este. Pero nada de eso importaba, porque ahora estaba en casa.

Él y Becca se alojaban en la cabaña de su familia en el condado de Queen Anne. La cabaña era un lugar antiguo y rústico asentado en un pequeño acantilado, justo sobre la bahía. Tenía dos pisos, toda de madera, con chirridos y crujidos por cualquier parte que pisaras. Había un porche cubierto frente al agua y una puerta de la cocina que se cerraba de golpe con entusiasmo.

Los muebles del salón tenían generaciones de antigüedad. Las camas eran viejos esqueletos de metal con muelles; la cama del dormitorio principal era casi lo suficientemente larga, pero no del todo, para que Luke pudiera dormir cómodamente en ella. De lejos, la cosa más resistente de la casa era la chimenea de piedra en la sala de estar. Era casi como si la vieja chimenea ya estuviera y alguien con sentido del humor hubiera construido una choza de tablillas a su alrededor.

A decir verdad, la casa había pertenecido a la familia durante cien años. Algunos de los primeros recuerdos de Becca ocurrieron en esa casa.

Realmente era un lugar hermoso, a Luke le encantaba.

Estaban sentados en el patio trasero, disfrutando de la tarde mientras el sol se perdía lentamente por el oeste, sobre la vasta extensión de agua. Era un día ventoso y había velas blancas por todas partes. Luke casi deseaba que el tiempo se detuviera y poder simplemente sentarse en este lugar para siempre. El escenario era increíble y Becca estaba realmente hermosa, Luke no estaba mintiendo.

Era bonita como siempre y casi tan pequeña. Su hijo era una pelota de baloncesto que se escondía debajo de su camisa. Había pasado parte de la tarde cavando un poco en su jardín y estaba un poco sudada y enrojecida. Llevaba una gran pamela flexible y se estaba bebiendo un gran vaso de agua helada.

Ella sonrió. —Tú tampoco estás nada mal.

Una larga pausa se extendió entre ellos.

—¿Cómo ha ido el día? —dijo ella.

Luke le dio otro trago a su cerveza. Creía que cuando se estaban gestando los problemas, lo que debía hacer era ir al grano. Andarse por las ramas no era normalmente su estilo. Y Becca se merecía escucharlo de inmediato.

—Bueno, ha sido diferente. Don está llenando el lugar de empleados. Hoy dejó caer un proyecto en mis manos.

—Bueno, eso es bueno —dijo Becca. —Son buenas noticias, ¿verdad? ¿Algo a lo que hincarle el diente? Sé que has estado un poco aburrido en el trabajo y frustrado por el trayecto diario a la oficina.

Luke asintió. —Claro, es bueno, podría serlo. Es trabajo policial, supongo que así lo llamarías. Somos el FBI, ¿verdad? Eso es lo que hacemos. Lo malo es que, si asumo la misión y realmente, no tengo muchas opciones ya que es mi trabajo, tendré que salir de la ciudad unos días.

Luke podía oírse titubear y perder el tiempo. No le gustaba cómo sonaba eso. ¿Salir de la ciudad? ¿Era una broma? Don no lo estaba enviando a Pittsburgh.

Ahora Becca sorbió su agua. Sus ojos lo miraron por encima del vaso. Eran ojos cautelosos. —¿A dónde tienes que ir?

Aquí venía, más valdría sacarlo fuera.

—A Irak.

Sus hombros se desplomaron. —Oh, Luke, por favor. —ella suspiró pesadamente. —¿Quiere que vayas a Irak? Acabas de volver de Afganistán y casi te matan. ¿No se da cuenta de que estamos a punto de tener un bebé? Quiero decir, él lo sabe, ¿verdad?

Luke asintió. —Te ha visto, nena. ¿Recuerdas? Te trajo a verme.

—Entonces, ¿cómo puede siquiera pensar en esto? Espero que le hayas dicho que no.

Luke tomó otro trago de cerveza. Estaba un poco más caliente ahora, no tan deliciosa como hacía un momento.

—¿Luke? Le has dicho que no, ¿verdad?

—Cariño, es mi trabajo. No hay muchos trabajos disponibles como este para mí. Don me lanzó una cuerda y me salvó el pellejo. El Ejército iba a decir que tenía Trastorno de Estrés Postraumático y me echarían a perder. Eso no sucedió gracias a Don, así que no tengo mucho margen para decirle ahora que no. Tal y como van las cosas, es una tarea bastante fácil.

—Una tarea fácil en una zona en guerra —dijo Becca. —¿Cuál es el trabajo? ¿Asesinar a Osama bin Laden?

Luke sacudió la cabeza. —No.

—¿Entonces qué?

—Hay un contratista militar estadounidense allí que está fuera de control. Está saqueando viejos escondites de Saddam Hussein y robando dinero, obras de arte, oro, diamantes... Quieren que un compañero y yo lo arrestemos. No es una operación militar en absoluto, es un trabajo de policía.

—¿Quién es el compañero? —dijo ella. Podía ver en sus ojos que estaba pensando en lo que le había pasado a su último compañero.

—No lo he conocido todavía.

—¿Por qué no mandan a la policía militar a que haga esto?

Luke sacudió la cabeza. —No es asunto de los militares. Como he dicho, es un asunto policial. El contratista es técnicamente un civil, quieren dejar clara la diferencia.

Luke pensó en todas las cosas que estaba dejando de lado. La naturaleza inquieta de la región y la feroz lucha que se estaba desarrollando allí. Las atrocidades que Parr había cometido, el equipo de operadores rudos y asesinos implacables que había acumulado a su alrededor. La desesperación que debían sentir ahora mismo de salir con vida, ilesos, con todo su botín y sin ser capturados por la justicia. Los hombres muertos, decapitados, quemados y colgados de un puente.

De repente, Becca se echó a llorar. Luke dejó la cerveza y se acercó a ella. Se arrodilló junto a su silla y la abrazó.

—Oh Dios, Luke, dime que esto no va a empezar de nuevo. No creo que pueda soportarlo, nuestro hijo está en camino.

—Lo sé —dijo él. —Lo sé. No va a ser como antes, no es un despliegue. Me iré tres días, tal vez cuatro. Arrestaré a un tío y lo traeré a casa.

—¿Y si mueres? —dijo ella.

—No voy a morir, voy a tener mucho cuidado. Probablemente ni siquiera tendré que sacar mi arma.

Casi no podía creer las cosas que le estaba diciendo.

Ella ahora estaba temblando a causa de las lágrimas.

—No quiero que vayas —dijo ella.

—Lo sé, cariño, lo sé. Pero tengo que hacerlo. Será muy rápido. Te llamaré todas las noches, y puedes quedarte con tus amigas. Luego volveré y será como si nunca me hubiera ido.

Ella negó con la cabeza, las lágrimas caían con más dureza ahora. —Por favor —dijo ella. —Por favor, dime que va a ir bien.

Luke la estrechó con fuerza, teniendo en cuenta que el bebé crecía dentro de ella. —Va a ir bien, va a ir fantástico. Sé que así será.

CAPÍTULO OCHO

5 de mayo

15:45 Hora del Este

Base Conjunta Andrews

Condado de Prince George, Maryland

—Tú eres el jefe —dijo Don.

Era un par de centímetros más alto que Luke y un poco más ancho. Con el cabello gris de Don, su tamaño, su edad y su experiencia... bueno, Luke siempre se sintió un poco como un niño al lado de Don.

—No dejes que se olviden de quién está al mando. Yo iría contigo, pero estoy hasta arriba de reuniones. Eres mi representante. En lo que respecta a este viaje, tú eres yo.

Luke asintió. —Está bien, Don.

Caminaban por un pasillo largo y ancho a través de la terminal. Enjambres de personas, en su mayoría con uniformes de varios tipos, se arremolinaban, moviéndose de un lado a otro. La gente estaba de pie y comiendo en el Taco Bell y en el Subway. Hombres y mujeres se abrazaban, montones de equipaje pasaban en carros. El lugar estaba lleno, había dos guerras a la vez y en todos los servicios armados, el personal estaba en movimiento.

—Tenemos un nuevo tipo que se va a unir a ti. Él es tu compañero, pero tú eres el socio mayoritario. Su nombre es Ed Newsam. Me gusta, es grande, jodidamente arrogante y joven. Lo saqué de las Delta, aunque sólo ha estado allí un año.

—¿Un año? Don…

—En un año, ya se ha desenvuelto de forma admirable. Créeme, vas a estar contento de que haya contratado a este tipo. Es una bestia, un animal, como lo eras tú a esa edad.

A los treinta y dos, Luke ya empezaba a sentirse viejo. Había vuelto al gimnasio en las últimas semanas y de repente se le hacía cuesta arriba ponerse en forma. Esa fue una sorpresa muy desagradable, se había abandonado durante su estancia en el hospital.

—Trudy y Swann viajan contigo, pero no van al escenario contigo. Permanecerán en la Zona Verde donde estarán seguros y te ofrecerán orientación e información desde allí. Bajo ninguna circunstancia debes ponerlos en peligro. No son personal militar, ni lo han sido nunca.

Luke asintió. —Entendido.

Don se detuvo. Se volvió para mirar a Luke, sus duros ojos se suavizaron un poco. Era como si fuera el padre de Luke, el padre que nunca tuvo. Don era un padre grande, de pelo gris, de torso ancho y la cara como un bloque de granito.

—Vas a hacerlo bien, hijo. Ya has ocupado antes posiciones de mando, has estado en zonas de guerra y en misiones difíciles, misiones imposibles. Esta no es así, esta tiene la mandíbula de cristal, ¿vale? Papá Cronin ejecutará esta operación en tierra. Él te cubrirá las espaldas y se asegurará de que tengas a la gente que necesitas en el aire por encima de ti y a un paso por detrás de ti.

Luke se alegró de escuchar eso. Bill Cronin era un Agente Especial de la CIA. Había estado en la zona varias veces, tenía mucha experiencia en Oriente Medio. Luke había servido bajo su mando dos veces antes: una vez cedido por las Fuerzas Delta a la CIA y una vez durante una operación especial conjunta.

Don continuó. —Espero que vosotros entréis allí y que Parr deje caer su arma y levante las manos. Se sentirá aliviado de que no seas Al Qaeda. Necesitamos una victoria temprana para demostrar a los congresistas que vamos en serio, así que he completado tu planificación de vuelta con un retorno fácil. Pero no le digas eso a los demás, piensan que esto es la cosa más seria de la historia.

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