Luego prestó atención al informe del forense. Contaba la misma historia que Johnson les había contado a ellos, pero con más detalles. Y fueron estos detalles en los que se centró. La sangre, la violencia, el potencial motivo político. Los leyó de nuevo, estudiando con gran concentración.
–Estoy pensando que esto no tiene nada que ver con la política –dijo–. No creo que el asesino estuviera muy preocupado por los poderosos amigos políticos que los Hilyards pudieran tener.
–Pareces muy convencida de esa afirmación –dijo Moulton–. Explícame, por favor.
–Lauren Hilyard fue apuñalada dieciséis veces. Y cada una de las heridas estaba centrada en el área del abdomen, y sólo una de ellas se encontraba en su seno izquierdo. El forense informó que las heridas eran irregulares y casi una encima de la otra, lo que indica que alguien hizo el movimiento de apuñalamiento uno detrás del otro. La nota que hay en los informes dice: como en una rabia ciega o en un frenesí. Si este fuera el acto de alguien con una motivación política probablemente habría algún tipo de mensaje u otro indicador.
–Muy bien–dijo Moulton–, estoy de acuerdo. No está motivado por la política.
–Eso fue fácil.
Se encogió de hombros y dijo:
–Estoy entendiendo que la gente en Washington piensa que todo tiene una motivación política. ¿Qué importa si los Hilyards conocen a alguien de una alta jerarquía en la escalera política. No a todo el mundo le importa.
–Me gusta como piensas –dijo–. Pero no sé si lo debemos descartar totalmente todavía.
Se estaban acercando a Barnes Point y el hecho de que se les había confiado un caso con posibles vínculos políticas no les era menor. Era una oportunidad increíble para ambos y ella tuvo que asegurarse que era en eso que estaba su atención por el momento. Por ahora, nada era más importante que eso, ni siquiera la aparición repentina de su padre desaparecido, ni la voz sin emoción de su terca hermana… ni siquiera un romance potencialmente perfecto con el hombre que estaba sentado a su lado.
Por ahora, sólo existía el caso y nada más que el caso. Y eso era más que suficiente para ella.
CAPÍTULO SEIS
Barnes Point era una ciudad tranquila pero bonita, con una población de nueve mil habitantes. La residencia de los Hilyard estaba situada justo afuera de los límites de la ciudad, en una subdivisión llamada Farmington Acres. El esposo de la víctima, Jerry Hilyard, aún no había podido regresar a su casa desde que descubrió el cuerpo de su esposa; al no tener familiares cercanos, lo habían invitado a quedarse en otro lugar del vecindario, con amigos cercanos.
–Creo que necesitaría alejarme mucho más que de unas pocas casas –dijo Moulton–. Quiero decir, ¿te imaginas por lo que está pasando este pobre hombre?
–Pero quizás también podría necesitar estar cerca de su casa –sugirió Chloe–.Cerca del lugar dónde él y su esposa habían compartido una vida juntos.
Moulton pareció considerar esto mientras conducía su coche de alquiler hacia la subdivisión, en la dirección que les había indicado la policía estatal mientras estaban en la ruta. Este era otro ejemplo de cómo Chloe estaba empezando a entender y respetar la fluidez con la que se trabajaba en la agencia. Era difícil imaginar que cualquier información que necesitara -direcciones, números de teléfono, historiales laborales, antecedentes penales- estuvieran disponibles a sólo una llamada o a un correo electrónico de distancia. Ella asumió que los agentes eventualmente se acostumbran a esto, pero por el momento, aún se sentía privilegiada de ser parte de tal sistema.
Llegaron a la dirección y se dirigieron hacia la puerta. El buzón de correo decía Lovingston y la casa era una copia de casi todas las otras casas del vecindario. Era el tipo de vecindario donde las casas están una encima de la otra, pero el ambiente era tranquilo, un buen lugar para que los niños pudieran aprender a andar en bicicleta y probablemente un montón de diversión durante Halloween y Navidad.
Chloe llamó a la puerta y fue atendida de inmediato por una mujer con un bebé en sus brazos.
–¿Es usted la Sra. Lovingston? –preguntó Chloe.
–Lo soy. Y ustedes deben ser los agentes del FBI. Recibimos una llamada de la policía hace un rato diciendo que ustedes estaban en camino.
–¿Jerry Hilyard sigue aquí? –preguntó Moulton.
Un hombre apareció detrás de la mujer, saliendo desde la habitación de la izquierda:
–Sí, todavía estoy aquí –dijo. Se unió a la Sra. Lovingston en la puerta y se apoyó en el marco de la puerta. Parecía absolutamente exhausto, aparentemente no había dormido bien desde que perdió a su esposa de manera brutal.
La Sra. Lovingston se volvió hacia él y lo miró de una forma que a Chloe le hizo pensar que el bebé en sus brazos podía esperar algunas miradas de desaprobación en el futuro.
–¿Seguro que puedes hacer esto? –le preguntó la mujer.
–Estoy bien Claire –dijo–, gracias.
Ella asintió, sostuvo a su bebé más cerca de su pecho y se dirigió a otra parte de la casa.
–Pueden pasar –dijo Jerry.
Los llevó a la misma habitación de dónde él había venido. Parecía una especie de estudio, decorada en su mayoría con libros y dos elegantes sillas. Jerry se dejó caer en una de las sillas como si sus huesos le estuvieran fallando.
–Sé que Claire puede parecer un poco inquieta sobre su presencia aquí –dijo Jerry–. Pero… ella y Lauren eran buenas amigas. Ella cree que necesito estar de luto… que es lo que estoy haciendo. Es sólo que…
Se detuvo allí y Chloe pudo ver como él luchaba con un torrente de emociones, tratando de sobrevivir a esta conversación sin desmoronarse ante ellos.
–Sr. Hilyard, soy la agente Fine y él es mi compañero, el agente Moulton. Me preguntaba si podría contarnos sobre los lazos políticos que pueda tener su familia.
–Jesús –dijo en un suspiro–. Es algo exagerado. La policía local armó un gran escándalo y se escandalizaron. Estoy bastante seguro de que por eso los llamaron, ¿verdad?
–¿Hay lazos políticos? –preguntó Moulton, ignorando la pregunta.
–El padre de Lauren solía ser muy buen amigo del Secretario de Defensa. Crecieron juntos, jugaban al fútbol juntos, todo eso. Todavía se juntan de vez en cuando a cazar patos, a pescar, cosas así.
–¿Lauren hablaba con el Secretario? –preguntó Chloe.
–No desde que nos casamos. Vino a nuestra boda. Recibimos una tarjeta de navidad de su familia. Pero eso es todo.
–¿Cree que lo que sucedió se debe a esta relación? –preguntó Moulton.
–Si lo fuera, no tengo ni idea de por qué. Lauren no estaba metida en política en absoluto. Creo que es la forma que tiene su padre de creer que es importante. Alguien mató a su hija, así que debe ser porque conoce a gente importante. Él es de ese tipo de imbéciles.
–¿Qué puede decirnos de los últimos días de la vida de Lauren? –preguntó Chloe.
–Ya le he dicho a la policía todo lo que sabía.
–Lo entendemos –dijo Moulton–. Y tenemos copias de todos sus informes. Pero para que podamos afianzarnos adecuadamente, quizás le hagamos algunas preguntas que lo hagan repetir algunas cosas.
–Muy bien, de acuerdo –dijo Jerry.
Chloe pensó que el hombre quizás no fuera totalmente consciente de lo que estaba sucediendo. Se veía increíblemente distante. Si ella no hubiera sabido por la situación traumática que estaba atravesando, podría haber asumido que estaba drogado.
–La primera pregunta puede parecer una tontería en función a lo que ha sucedido –dijo Chloe–, pero, ¿sabe de alguien que pudiera haber tenido una razón para estar molesto con su esposa?
Hizo una mueca y negó con la cabeza. Cuando habló, su voz tembló en una especie de bostezo eterno.
–No, Lauren estaba muy reservada estos días. Una introvertida. Se había vuelto aún peor últimamente… retrayéndose cada vez más, ¿sabes?
–¿Alguna idea de por qué era eso?
–Tuvo un pasado duro. Padres desquiciados y todo eso. Era una especie de bravucona en la secundaria. Supongo que así es como le dirían hoy en día. O tal vez una chica mala. Ella había estado haciendo las paces con esos errores últimamente. Creo que empeoró cuando recibió por correo la maldita invitación para la reunión de secundaria.
–¿Estaba ansiosa por ir? –preguntó Chloe.
–No estoy seguro. Creo que la entristeció… el pensar en las personas con las que había sido mala.
–¿Se graduaron juntos?
–Sí.
–¿Y fuiste con ella a la reunión?
–No, por Dios. Odio ese tipo de cosas. Posando y fingiendo que te cae bien la gente que odiabas en la secundaria. No. No participé.
–Dice que era introvertida –dijo Chloe–. ¿No tenía muchos amigos?
–Oh, tenía algunos. Claire era una de ellas. Y los amigos que tenía eran como de la familia para ella. Eran muy unidos.
–¿Has hablado con ellos desde que esto sucedió? –preguntó Moulton.
–Sólo con una. Ella llamó poco después para preguntarme si precisaba algo.
–¿Son estos los amigos que tal vez fueron a la reunión con ella?
–Sí. Claire también fue. Pero también es un poco introvertida. Creo que fue sólo por curiosidad.
–¿Tú y Lauren tienen hijos? –preguntó Chloe–. En un vecindario como este, me imaginé que habría al menos un niño en cada casa.
–Tenemos dos. Nuestra hija mayor, Victoria, tiene dieciocho años; acaba de empezar la universidad este año. Ella… bueno, eligió pasar este momento tan difícil con sus abuelos. Y como ella se fue con ellos, nuestro hijo pequeño, Carter, también quiso ir. Nunca he tenido la mejor relación con mis suegros, pero el que mis hijos estén con ellos ahora es una bendición. Me siento como un padre terrible, pero si mis hijos estuvieran aquí, me desmoronaría y creo que me haría pedazos.
–¿Tiene algún resentimiento por que sus hijos estén con sus abuelos ahora? –preguntó Moulton.
–Quiero que estén aquí conmigo… sólo para verlos. Pero soy un desastre. Y hasta que la casa esté en mejor estado… allí es donde tienen que estar.
–Ha dicho que su hija mayor eligió estar con ellos durante este momento –dijo Moulton–. ¿Por qué es eso?
–Ella no podía esperar a salir de nuestra casa. Tuvo una relación tensa con Lauren durante los últimos años. Cosas tóxicas de la relación madre e hija- Nuestra hija… estaba trayendo chicos a nuestra casa, entrando a hurtadillas durante la noche. Estaba haciendo esto desde los trece años. Tuvo su primer susto de un embarazo a los quince. Y si haces los cálculos… Lauren tenía treinta y siete. Tuvimos a nuestra hija cuando Lauren y yo teníamos diecinueve años.
Chloe se imaginaba que la tumultuosa situación familiar no hacía las cosas más fáciles para Jerry Hilyard. Ella creía que no había nada que valiera la pena investigar al respecto, aunque podría ser bueno poder hablar con la hija.
–Sr. Hilyard, ¿le importaría si echamos un vistazo a su casa? –preguntó ella.
–No hay problema. El comisario y algunos de sus hombres han entrado y salido varias veces. El código para entrar es dos-dos-dos-ocho.
–Gracias, Sr. Hilyard –dijo Moulton–. Por favor, contáctenos si se acuerdo de algo más. Por ahora, creo que hablaremos con la Sra. Lovingston para ver si tiene algún detalle para compartir.
–Le ha dicho a la policía todo lo que sabe. Creo que está empezando a irritarse.
–¿Qué hay de su marido? ¿Él conocía a su esposa? ¿Ustedes cuatro pasaban mucho tiempo juntos?
–No. El marido de Claire trabaja a menudo fuera de la ciudad. Lo llamé por FaceTime para asegurarme de que estuviera de acuerdo de que yo me quedara aquí. Y de todos modos, casi siempre eran Claire y Lauren. Tenían una reunión semanal en la que bebían vio en el porche, cambiando de casa cada semana.
Claire entró lentamente en la habitación, aparentemente después de haber puesto a dormir la siesta al bebe que había estado cargando.
–Y hacíamos las cosas predecibles que hacen las mujeres. Hablar de nuestros maridos, recordar el pasado. Yo le hablaba de los altibajos de tener un bebé. Y recientemente, hablábamos de lo que le estaba pasando con su hija.
–¿Qué puede decirnos sobre Lauren y lo que pudo haber llevado a alguien a hacer algo así? –preguntó Claire.
–Lauren tomó algunas decisiones durante la escuela secundaria con las que sus padres no estaban de acuerdo –contestó Claire–. Una vez que Lauren se graduó de la secundaria y tuvo a su hija… bueno, la universidad no era una opción.
–Estaban avergonzados –añadió Jerry–. Se enojaron y se mudaron a Nuevo Hampshire. Le llenan la cabeza a nuestra hija con mentiras brutales sobre Lauren siempre que pueden.
–Tratando de compensar sus errores y negligencia al criar a Lauren –dijo Claire–. Un par de imbéciles, la verdad.
Al sentir que la conversación se dirigía a una ronda de acusaciones, Chloe habló:
–Sra. Lovingston, ¿podría usted pensar en algún enemigo o relaciones tensas que Lauren pudiera haber tenido? –preguntó Chloe.
–Nada fuera de su familia. Y aunque son un par de idiotas, ciertamente no harían esto. Esto es… esto es deplorable.
Moulton metió la mano en su bolsillo interior y sacó una tarjeta de presentación. La dejó en la mesa de café y dio un paso atrás.
–Por favor… si a alguno de ustedes se les ocurre algo más, no duden en contactarnos.
Tanto Claire como Jerry sólo asistieron bruscamente. La conversación había sido breve, pero les había afectado. Chloe y Moulton salieron en un silencio incómodo.
Cuando estaban afuera, dirigiéndose al coche, Chloe se detuvo un momento en la acera. Miro hacia la calle, en dirección a la casa de Hilyard y vio que estaba fuera de su vista. Aun así, estaba empezando a estar de acuerdo con Moulton. Tal vez estaba demasiado cerca. Y si el dormitorio aún se parecía en algo a lo que había visto en las fotografías que Johnson le había mostrado, parecía casi morboso que Jerry se quedara tan cerca.
–¿Listo para ir a ver la casa? –preguntó Chloe.
–En realidad no –dijo Moulton, las imágenes que había visto en el archivo del caso todavía estaban claras en su mente–. Pero supongo que debemos empezar por algún lado.
Volvieron al coche y se dirigieron por donde habían venido. Inmediatamente, Chloe se decía a si misma que no podía ser tan malo como aparecía en las fotos, todo ese rojo carmesí entre las sábanas blancas.
***
Le tomó veinte segundos llegar a la casa de Hilyard. El hecho de que se pareciera tanto a la casa de Lovingston -y a las demás casas de la cuadra- era un detalle espeluznante para Chloe. Entraron por la puerta principal con el código que Hilyard les había dado y entraron en una casa absolutamente tranquila y silenciosa.
Sabiendo exactamente por qué estaban allí, no perdieron el tiempo y subieron directamente al piso de arriba. El dormitorio principal era fácil de descubrir, la habitación al final del pasillo. A través de la puerta abierta, Chloe ya podía ver salpicones rojos en la alfombra y las sábanas.
Sin embargo, se sintió aliviada al descubrir que la escena del crimen no se veía tal mal como se veía en las fotos que el Director Johnson les había mostrado. En primer lugar, el cuerpo había sido retirado. En segundo lugar, las manchas de sangre estaban hace más tiempo, lo que las hacía más pálidas.
Se dirigieron hacia la cama, con cuidado de no pisar ninguna salpicadura de sangre que quedaban. Podían ver las áreas de sangre en las que accidentalmente habrían pisado los forenses e investigadores. Chloe miró hacia el otro lado de la habitación, donde había un cómoda y había un pequeño televisor de pantalla plana montado a la pared. Probablemente estaba viendo la televisión cuando sucedió, tal vez purgando su mente de los recuerdos de la reunión de la escuela secundaria…