A Kate le rompió el corazón escuchar esas palabras. Sentó a Michelle en su regazo, sosteniendo sus manecitas y haciéndola cabalgar un poco.
—No me he olvidado de ti —dijo Kate—. En todo caso, creo que he estado tratando de redescubrirme. A través del trabajo, a través de Alan… a través de ti y de Michelle. Tú nunca has sido un estorbo.
—Lo siento. No debería haber venido a pesar de que no contestaste tu teléfono. Podemos hacer esto en otro momento, quizás dentro de unos días... ¿te parece bien?
—No —dijo Kate—. Esta noche. Hazlo esta noche.
—Pero tu cita...
—Alan comprenderá. Él le ha cobrado cariño a Michelle, ya sabes.
—Mamá… ¿estás segura?
—Afirmativo.
Se acercó y envolvió a Melissa en un abrazo. Michelle se retorció en su regazo, sacando una mano para agarrar el cabello de su abuela. —Tuve miedo también cuando Michelle estuvo atravesando todo ese asunto del hospital —dijo Kate mientras se abrazaban—. Quizás Terry nunca lo asimiló. Dale una oportunidad para que se explique. Y si te hace pasar un mal rato, recuérdale que tu madre carga una pistola.
Melissa rió al tiempo que se separaban. Michelle rió también, aplaudiendo con sus manecitas regordetas.
—Dile a Alan que lo siento —dijo Melissa.
—Lo haré. Y si las cosas se ponen feas esta noche, házmelo saber. Siempre eres bienvenida para quedarte aquí si necesitas darte un respiro con respecto a todo eso.
Melissa asintió y besó a Michelle en la cabeza. —Serás buena con la abuela, ¿okey?
Michelle no respondió a esto, pues estaba palmoteando uno de los botones de la blusa de Kate. Ésta observó a Melissa mientras se marchaba, y claramente pudo ver lo atormentada que estaba. Eso hizo preguntarse a Kate si las cosas estaban peor en casa de lo que ella le había hecho ver.
Una vez que la puerta se cerró, Kate miró a Michelle y le sonrió. Michelle le correspondió feliz mientras alcanzaba la nariz de su abuela.
—¿Está Mami feliz en casa? —preguntó Kate— ¿Están Mami y Papi llevándose bien?
Michelle agarró su nariz y la apretó, como si le estuviera recordando sus deberes. Kate sonrió y sacó la lengua, aceptando que quizás cuidar a Michelle podía ser de por sí una cita.
***
Cuando Kate le abrió la puerta a Alan quince minutos después, él la miró entre feliz y confundido. Sus ojos se encendieron y chispearon como siempre lo hacían cuando tenían a Kate delante. Vio entonces a la bebé de diez meses en sus brazos, y entrecerró los ojos debido a la confusión. Sonrió, sin embargo, porque como Kate le había dicho a Melissa hacía menos de media hora, Alan amaba a Michelle casi tanto como Kate.
—Creo que ella es un poco joven para unirse a la fiesta —dijo Alan.
—Lo sé. Mira, Alan, lo siento. Pero ha habido un cambio de planes... en la última media hora. Melissa y Terry están pasando por momentos difíciles. Terry se comporta de manera distante y extraña. Tienen que ventilar ciertas cosas...
Alan se encogió de hombros con aire despreocupado. —¿Todavía estoy invitado?
—Por supuesto.
Las besó a ambas —primero a Kate en los labios y luego a Michelle en la frente, antes de poner un pie adentro. El corazón de Kate se enterneció con él. En primer lugar, se veía tan apuesto como siempre. Se había vestido elegantemente para su cita, pero no en demasía. Siempre lograba vestirse de una manera con la que podía encajar en un cóctel en la playa o en un restaurante de tres estrellas.
—¿Crees que van a estar bien? —preguntó Alan.
—Lo creo. Pienso que la preocupación por la salud de Michelle sacudió a Terry más de lo que él cree. Está comenzado a afectarlo y pienso que ello podría estar incidiendo en su matrimonio.
—Qué duro —dijo Alan. Abrió sus manos en dirección a Michelle y ella de inmediato estiró los brazos hacia él. Al acercarla hasta él y ella darle una manotada en la mejilla, Alan contempló a Kate con algo que no llegaba a ser preocupación, pero se le acercaba.
—¿Ni siquiera llamó? —preguntó.
—Lo intentó y… diablos. Todavía se me olvida que lo tengo silenciado. Fui al dentista para una revisión.
Sacó el teléfono de su cartera y activó de nuevo el sonido. Vio de inmediato que Melissa de hecho había intentado llamarla hacía una hora y veinte minutos.
—Bueno, ya sabes, podemos tener nuestra cita aquí —dijo—. Podemos pedir comida tailandesa y ver una película. Y la parte final de todo podría ser la misma.
Kate asintió y sonrió, pero su atención estaba todavía en su teléfono. Había perdido otra llamada. Y quien había llamado desde ese número lo había intentado dos veces, dejando al final un mensaje.
Era una llamada de Washington, del Director Durán.
—¿Kate?
Ella parpadeó y apartó la vista del teléfono. Odiaba sentirse como si la hubieran atrapado haciendo algo malo.
—¿Estás bien?
—Sí. Es que… también llamaron del trabajo. Hace como tres horas.
—Regresa la llamada, entonces —dijo Alan. Simulaba bailar con Michelle y aunque mostraba un rostro feliz, Kate sentía la irritación que corría por debajo. Pero ella también sabía que él la presionaría aún más para que hiciera la llamada si ella se rehusaba.
—Un segundo —dijo, caminando hasta la cocina y devolviendo la llamada a Durán.
El teléfono sonó sólo dos veces antes de que respondieran. Inclusive en algo tan simple como —hola— Durán sonaba molesto.
—Kate, por fin. ¿Dónde has estado?
—Mi teléfono estaba en silencio. Lo siento. ¿Todo está bien?
—Bueno, cuando no respondiste la última vez, comencé a trepar por las paredes.
—¿Por qué?
—Hay un caso en Illinois; dos asesinatos que parecen relacionados pero no hay una conexión directa. Ha desconcertado a la policía local, y la oficina de campo de Chicago señaló que estabas familiarizada con el área… el caso Fielding que resolviste en 2002. Dijeron que estarían encantados de asignar a sus propios agentes, pero preguntaron si tú preferirías tomarlo. Están en cierto medida emocionados ante la idea de tenerte allí de regreso.
—¿Cuándo?
—Me gustaría que tomaras un avión esta noche. Y que tú y DeMarco estuvieran allá en la mañana.
—¿Cuáles son los detalles?
—Puedo enviarte lo que tengo, pero todavía está llegando material. Reportes policiales, criminología, todo eso. ¿Puedo contar contigo?
Kate miró hacia Alan, bailando todavía con Michelle, que le daba palmaditas en la nariz y en la boca mientras él le cantaba una canción de Bob Dylan. Si tomaba el caso, tendría que llamar a Melissa y decirle que no podría quedarse con Michelle. No esta noche. Y también tendría que cancelar los planes con Alan.
—¿Qué pasa si no puedo? —preguntó a Durán.
—Se lo paso entonces a la oficina de campo en Chicago. Pero realmente creo que eres la indicada para esto. Todo lo que necesito que hagas es encontrar algunas pistas y ponerlas en circulación. Después, los agentes locales pueden seguir con eso.
—¿Me dejas pensarlo?
—Kate, necesito saberlo ahora. Tengo que hacerle saber a la policía local y a la oficina de campo qué está pasando.
En su corazón, sabía que quería hacerlo. Quería tomarlo. Estaba loca por tomarlo. Y si eso la hacía una egoísta, entonces… entonces, ¿qué? Había una enorme diferencia entre poner a su familia primero y negarse a sí misma las oportunidades y la posibilidad de vivir su propia vida. Sabía que si rechazaba esta oportunidad solo porque en el último minuto se había hecho cargo de cuidar a Michelle por Melissa, se sentiría molesta con ambas. Dolía admitirlo, pero esa era la descarnada y honesta verdad.
—Okey, sí, cuenta conmigo. ¿Tenemos ya la información del vuelo?
—DeMarco se está encargando de todo eso —dijo Durán—. Te estará contactando en un rato.
Kate finalizó la llamada con sus ojos dirigiéndose de nuevo hacia Alan y Michelle. La tensa expresión en el rostro de Alan le decía que él había escuchado la conversación.
—¿Cuándo te vas? —preguntó.
—No sé. DeMarco está a cargo del itinerario. Esta noche. Alan… Lo siento.
Él no dijo nada, mirando a otro lado mientras se sentaba en el sofá con Michelle. —Es como es —dijo finalmente—, y no me siento tan mal... todavía tengo una excitante cita.
—No seas tonto, Alan. Llamaré a Melissa y le explicaré las cosas.
—No. Si ellos necesitan un respiro, dejemos que lo tengan. Como quizás sepas, soy totalmente capaz de velar por esta pequeña.
—Alan, ¡yo no podría pedirte que hagas eso!
—Y nunca lo harías. Por eso es que me estoy ofreciendo.
Kate se acercó al sofá y se sentó junto a él. Descansó la cabeza en su hombro. —¿Sabes lo increíble que eres?
Él se encogió de hombros. —¿Lo sabes tú?
—¿Qué quieres decir? —preguntó, detectando cierto resentimiento en su tono.
—Me refiero a lo que tengo contigo y tu trabajo. Se suponía que sería algo muy de vez en cuando, ¿correcto? Y honestamente, para ser justo, lo ha sido. Pero cuando viene, viene. Entonces quieren que dejes todo y corras a su llamado.
—Es parte del trabajo.
—Un trabajo del que te retiraste hace como dos años. ¿Realmente lo extrañas tanto?
—Alan… eso no es justo.
—Quizás. No pretenderé saber qué clase de atracción ejerce ese trabajo sobre ti. Pero estoy del lado de Melissa y Michelle. Es sólo que es mucho más lo que voy a tener que soportar con esto.
—Si te sientes así, no tomaré este. Llamaré a Durán y...
—No. Tú necesitas tomarlo. No quiero que la tomes conmigo o con tu hija si lo dejas pasar. Así que anda. Tómalo. Pero viniendo de alguien que se está rápidamente enamorando de ti, siento que debería decirte que necesitas sostener varias y serias conversaciones cuando regreses. Conmigo, con tu hija, y quizás contigo misma.
La primera reacción de Kate fue de enojo y resentimiento. Pero quizás él tenía razón. Después de todo, ¿no había reconocido ella misma hacía unos momentos que su decisión rayaba en el egoísmo? Cumpliría cincuenta y seis en tres semanas. Quizás era tiempo de que finalmente se trazara límites en términos de trabajo. Y si eso significaba que su pequeño arreglo con Durán y el Buró llegara a su fin, que así fuese.
—Alan… necesito que seas honesto. Si tomar esto va a tensar nuestra relación...
—No lo va a hacer. No esta vez. Pero no sé cuánto más pueda extenderse en el futuro.
Ella abrió la boca para responder pero su teléfono sonó, interrumpiéndola. Miró la pantalla y vio que era DeMarco, la joven que había sido su compañera en el último año, siendo parte de este pequeño experimento entre ella y el FBI.
—Es DeMarco —dijo—, necesita los detalles del viaje.
—Está bien —dijo—. No necesitas aclarármelo.
Lo que ella no dijo pero sintió en lo profundo de su corazón fue: Entonces, ¿por qué siento que tengo que hacerlo?
Era una pregunta con la que no quería lidiar en este momento. Y como había estado haciendo en los últimos meses cuando se le presentaban interrogantes como esta, volvió su atención al trabajo. Con un fuerte sentimiento de culpa, contestó la llamada.
—Hola, DeMarco. ¿Qué tal?
CAPÍTULO DOS
Kate y DeMarco lograron dormir un poco en el vuelo matutino desde Washington a Chicago. Pero en cuanto a Kate, había sido un duermevela en el mejor de los casos. Se estiró al despertar durante el descenso a Chicago a las 6:15, pero no se sentía descansada. Sus pensamientos se volvieron de inmediato hacia Melissa, Michelle, y Alan. La culpa la impactó como un ladrillo mientras veía la ciudad de Chicago en medio de la suave luz del amanecer, a través de la ventana del avión.
Pasó los primeros momentos en Chicago detestándose. Mejoró a medida que ella y DeMarco atravesaban el aeropuerto hasta el mostrador de renta de vehículos.
Ahora, mientras ingresaban al pequeño pueblo de Frankfield, Illinois, la culpa seguía allí, pero era poco más que un fantasma en la azotea de su cabeza, arrastrando cadenas y haciendo crujir el piso de madera.
DeMarco estaba al volante, tomando sorbos del café que había comprado en un Starbucks en el Aeropuerto O’Hare. Echó un vistazo a Kate, que miraba por la ventanilla, y le dio un golpecito en el codo.
—Okey, Wise —dijo DeMarco—. Hay un gran elefante en la sala. ¿Qué pasa? Te ves mal.
—¿Estamos ya en la etapa de las confidencias?
—¿No lo hemos estado siempre?
Kate se enderezó y suspiró. —Estaba cuidando a Michelle cuando me di cuenta que había perdido una llamada de Durán. Tuve que irme. Peor aún, la dejé con Alan porque Melissa y su marido están atravesando un problema. Eso me está mortificando.
—Me alegra que estés aquí conmigo —dijo DeMarco—. Pero pudiste haber dicho que no. No estás bajo ningún estricto contrato, ¿correcto?
—Correcto. Pero negarme no es tan fácil como podrías pensar. Temo que estoy invirtiendo demasiado en esto. Creo que estoy en búsqueda de un propósito en la vida.
—¿Ser abuela no es suficiente propósito? —preguntó DeMarco.
—Oh, lo es... Es solo que… No sé.
Su voz se apagó y DeMarco respetó su silencio… por un momento. —Este caso —dijo DeMarco—, luce bastante claro, ¿correcto? ¿Leíste los archivos?
—Lo hice. Y parece muy planeado. Pero sin pistas ni indicios ni la más pequeña sugerencia por parte de la policía local. Será un reto.
—Entonces… la víctima más reciente es una mujer de cincuenta y cuatro años. Sola en su hogar, hace dos tardes. No hay señales de que hayan forzado la entrada. Fue descubierta por el marido al regresar del trabajo. Luce como un estrangulamiento que también cortó el cuello.
—Y eso nos habla del objeto con que la asesinaron —dijo Kate—. ¿Qué será que además puede cortar el cuello?
—¿Alambre de púas?
—Habría habido más sangre —comentó Kate—. La escena sería más que espeluznante.
—Y los reportes dicen que este sitio estaba bastante limpio.
—Eso explica por qué la policía local está teniendo tales problemas. Pero tiene que haber un lugar de inicio, ¿correcto?
—Bien, vamos a averiguarlo —dijo DeMarco, rodando cada vez más despacio el auto y haciendo un gesto con la cabeza hacia la derecha—. Llegamos.
***
Había un solo policía esperándolas cuando ingresaron a la vía de acceso en forma de U. Estaba sentado en su patrulla, bebiendo una taza de café. Inclinó la cabeza educadamente ante Kate y DeMarco mientras estas se aproximaban a su auto. Llevaba uniforme, y la placa en forma de estrella indicaba que era el sheriff. Si Kate tuviera que especular diría que no le quedaba mucho tiempo en el cargo. Estaría cerca de los sesenta; era patente en la frente llena de arrugas y en el tono gris de sus cabellos.
—Agentes Wise y DeMarco —dijo Kate, mostrando su placa.
—Sheriff Bannerman —dijo el viejo policía—. Encantado de que hayan llegado hasta aquí. Este caso nos ha desconcertado en verdad.
—¿Le importaría llevarnos adentro y darnos los detalles? —preguntó Kate.
—Por supuesto.
Bannerman las condujo por los anchos escalones hasta un porche decorado de manera minimalista. Dentro, la casa tenía el mismo estilo, lo que hacía que la residencia ya de por sí amplia se viera más grande. La puerta principal se abría a un vestíbulo revestido con baldosas que conducía a un ancho salón, y a una curvilínea escalera que terminaba en el segundo piso. Bannerman las guió por el pasillo y a la derecha. Ingresaron a una espaciosa sala de estar, cuya pared opuesta estaba ocupada por una biblioteca tan sencilla como enorme. La sala de estar contenía también un elegante sofá y un piano.
—El despacho de la víctima está justo por aquí —dijo Bannerman, conduciéndolas a traves de la sala de estar bacia un área revestida de la misma manera que el vestíbulo. Un sencillo escritorio estaba pegado de la pared opuesta. A la derecha, una ventana se abría a un jardín en rotonda. Un florero con ramas de la planta de algodón se hallaba colocado en una esquina. Lucía sencillo y era claramente falso, pero encajaba muy bien en la habitación.