–¿En Milán? —Jess parecía pensativa.
–O en cualquier lugar cercano —le recordó Cassie, con la esperanza de expandir las posibilidades.
Jess suspiró.
–No se me ocurre nada así, sin pensarlo. Milán está al norte de Italia, ¿verdad?
–Sí.
–Entonces algo en Suiza o al sur de Alemania también sería posible, ¿no? Supongo que no quieres volver a Francia ahora.
Ni ahora ni nunca, pensó Cassie.
–Prefiero mantenerme alejada de Francia.
–Déjame preguntar. En este momento todos están saliendo a esquiar y mis jefes conocen gente que tiene villas para esquiar. Podrías trabajar como criada de la villa. No es mucho dinero, pero podrías esquiar gratis.
–Por favor, pregúntales —dijo Cassie.
–Mientras tanto, sigue molestando a ese chico que habló con tu hermana —le aconsejó Jess—. No seas tímida. Dile que se siente con un mapa enfrente y busque todas las ciudades hasta que el nombre le refresque la memoria.
Jess se rió, y Cassie se encontró riendo junto con ella.
–Debo irme —dijo Jess—. Cita con el dentista. Para los niños, no para mí. Hablamos luego, Cassie, ¡buena suerte!
Apenas Cassie desconectó la llamada, su teléfono volvió a sonar. Se encontró hablando con Abigail, la mujer con la que había hablado cuando había llamado por el trabajo de niñera.
–Hola, hablo de parte de la señora Rossi. Tú llamaste por un empleo más temprano, ¿es correcto?
–Sí, así es.
–Por favor, ¿qué puesto era? ¿Era para asistente de diseño de modas o para el puesto de niñera?
–Era para el de niñera.
–Por favor, espera un momento.
La mujer parecía ansiosa y Cassie podía escuchar el susurro de una conversación en el fondo. Unos momentos después, volvió hablar.
–Lo siento mucho. Por favor, acepta mis disculpas. No estaba enterada del puesto de niñera. La señora Rossi ha confirmado que ese empleo está disponible, y es el de diseñador el que ya está tomado. Ella me ha pedido que te pregunte si aún estás interesada.
–Sí, lo estoy.
–La señora Rossi estará realizando entrevistas esta tarde en su domicilio, desde las dos y media de la tarde. El primer candidato exitoso será contratado y deberá comenzar inmediatamente. ¿Puedo enviarte la dirección en un mensaje?
–Por favor —dijo Cassie, volviendo a sentirse preocupada.
Parecía que iba a tener que decidir de forma inmediata si este empleo era el indicado para ella o no. Se preguntó cómo serían las niñas, y ese pensamiento hizo que sintiera náuseas por los nervios.
Decidió que no podía aceptar el trabajo sin conocer a las niñas. Con ellas pasaría todos los días. La madre parecía una mujer adinerada, y por la poca experiencia de Cassie, esto significaba que los niños podían ser consentidos o desatendidos.
Cuando su teléfono volvió a vibrar y recibió las indicaciones, decidió conducir hasta allí inmediatamente.
Después de todo, si ella no era la primera en la fila para la entrevista, no tendría que tomar ninguna decisión.
*
Cassie llegó al vecindario justo antes del mediodía. Las calles eran tranquilas e inmaculadas, con enormes residencias alejadas de la calle entre jardines llenos de árboles. Cassie supuso que en el verano, cuando los árboles se vistieran de follaje, las casas serían invisibles desde la calle.
Estaba sorprendida por la cantidad de seguridad que vio allí. Todas las casas estaban cercadas o amuralladas con enormes puertas automáticas. Cassie no sabía si la gente adinerada valoraba mucho su seguridad y privacidad, o si había un problema de delincuencia en esta zona pudiente. Supuso que sería la primera opción.
Condujo por las calles en su pequeño y antiguo coche, y vio a algunos de los vecinos en sus coloridos autos deportivos y oscuros SUVs que la miraban con sospecha. Ella y su auto parecían fuera de lugar en esta zona, y la gente lo estaba notando.
Algunas cuadras más abajo, encontró una cafetería. Estaba demasiado nerviosa como para tener hambre, pero se obligó a comer un cornetto y a tomar una botella de agua.
Al recordar que esta mujer obviamente trabajaba en la industria de la moda y que el vecindario era muy acaudalado, Cassie estaba ansiosa por causar una buena impresión. Se desvió al baño, en donde alisó su cabello y revisó que no hubiera migas en su blusa luego de haber comido el pastel hojaldrado relleno de mascarpone.
Luego se dirigió a la casa y se detuvo delante de la puerta ornamentada de hierro forjado cuando faltaban exactamente dos minutos para las dos.
Estaba temblando de los nervios y deseaba ser más segura respecto a su propia habilidad para decidir si el trabajo era el indicado para ella. Tendría que tomar una decisión apresurada al respecto. Tendría que considerar un montón de variables, y ¿qué ocurriría si se olvidaba de las más importantes?
Parecía un gran salto de fe solo de pensar en volver a trabajar como niñera después de las experiencias que había tenido. Si no hubiese estado tan decidida a permanecer en la zona y descubrir qué le había ocurrido Jacqui, nunca habría considerado aceptar este empleo.
Obligándose a sí misma a respirar hondo y permanecer tranquila, Cassie salió por la ventana del auto y presionó el botón de la puerta.
Luego de una pausa, la puerta se abrió y ella se dirigió por la entrada asfaltada que se abría camino entre los jardines.
Se estacionó debajo de un olivar italiano al lado de un garaje triple, y la animó ver que no había otros autos estacionados allí. Con suerte, eso quería decir que era la primera candidata en llegar.
Cassie caminó por el sendero hacia la enorme puerta de madera. Tocó el timbre y lo escuchó sonar a lo lejos, dentro de la casa.
Había esperado que le abriera la puerta una criada o asistente de recepción, pero unos momentos después, escuchó el clic de los tacos y una mujer que parecía tener alrededor de cuarenta años, con un aire inconfundible de autoridad, abrió la puerta de entrada.
Le llevaba al menos media cabeza de altura a Cassie, pero en su mayoría era gracias a un precioso par de botas de cuero azul, con tacos altos y curvos. Su cabello oscuro estaba arreglado ingeniosamente con ondas que le caían sobre los hombros. Una cadena pesada de oro le brillaba alrededor del cuello y las pulseras de oro que tenía en las muñecas tintinearon al abrir la puerta.
–Buongiorno —dijo ella, su voz también tenía un tono autoritario—. ¿Estás aquí por la entrevista para el puesto de niñera?
–Buenas tardes. Sí, mi nombre es Cassie Vale. Sé que llegué temprano. La mujer con la que hablé me dijo a las dos y media, pero no quería llegar tarde.
Consciente de que farfullaba nerviosamente, Cassie cerró la boca rápidamente.
Pero la mujer parecía encantada con su puntualidad. Los labios perfectamente maquillados se curvaron en una sonrisa.
–La puntualidad es una cortesía. Yo insisto con ella, para mí y para todos los que trabajan conmigo. Así que te agradezco por la cortesía. Soy Ottavia Rossi. Por favor, entra.
Abrumada por ya haber causado una buena impresión, especialmente ya que la presencia de la mujer le resultaba intimidante, Cassie la siguió.
Entró en el espacioso atrio y notó una cantidad de obras de arte coloridas y objetos de decoración en exhibición. Las pinturas coloridas, los jarrones y las alfombras vibrantes resaltaban y hacían que el hogar pareciera una galería de arte moderna, pero también acogedora.
Más adelante había una alta escalera de mármol blanco que llevaba a los pisos de arriba.
A Cassie le atrajo la atención un modelo, a la altura de la cintura, de zapatos de taco alto color rojo brillante sobre un pedestal, a la derecha de la escalera. El diseño del zapato era atrevido y bello.
La señora Rossi sonrió al ver hacia donde apuntaba la mirada de Cassie.
–Ese es nuestro modelo “Nina” que propulsó a Rossi Shoes a la fama internacional en los años setenta. El diseño estaba décadas adelantado a su tiempo y en cuanto al color, a la gente le sorprendía pero no le escandalizaba tanto como para no comprarlo.
–Es hermoso —dijo Cassie.
Supuso que Ottavia Rossi debía ser la dueña de esta empresa internacional que, si había funcionado en los setenta, probablemente era un negocio familiar de larga data.
La señora Rossi la condujo rodeando la escalera y luego por un corredor. Cassie estiró el cuello para ver las arcadas que conducían a una sala enorme y moderna, y a una cocina brillante en la que estaba trabajando una cocinera.
Hacia el final del corredor había una puerta cerrada. Ella la abrió y guió a Cassie hacia su interior.
Este elegante lugar era el estudio de la señora Rossi. Ella se sentó en la mesa blanca y curva y le hizo señas a Cassie para que se sentara del otro lado.
De pronto, Cassie se dio cuenta de que había llegado con las manos vacías. No había preparado un currículum, ni siquiera había impreso sus datos personales ni tampoco había hecho una copia de su pasaporte y su licencia para conducir. Esta mujer era empresaria y seguramente esperaba esas cosas. Cassie se sintió horrorizada por haberse olvidado de hacerlo.
–Lo siento mucho —comenzó ella—. Hace poco que llegué a Italia y aún no he actualizado mi currículum. Esta oportunidad laboral fue tan inesperada que me apresuré a venir hasta aquí para averiguar más.
Para su alivio, la señora Rossi asintió.
–Entiendo. Yo también viajé mucho a los veintipocos años, pareces tener esa edad ahora, ¿estoy acertada?
Cassie asintió.
–Sí. Tengo mi pasaporte conmigo si quisiera echarle un vistazo
–Gracias.
La señora Rossi tomó el documento y lo hojeó brevemente antes de devolvérselo a Cassie.
–Ahora, ¿podrías hacerme un breve resumen de tu experiencia laboral? —Dijo ella.
Al escuchar eso, Cassie sintió un malestar porque se dio cuenta de que ni siquiera podía darle referencias de los trabajos que había realizado desde que estaba en Europa. Su primer jefe estaba envuelto en un juicio por homicidio y no tendría nada bueno para decir de ella. En realidad, Cassie estaba segura de que él inmediatamente intentaría culparla a ella e insistir que él había sido acusado erróneamente.
Su segundo jefe estaba muerto, había sido asesinado mientras Cassie era su empleada. Nadie en esa familia podría dar referencias. Esto no era tan solo un desastre, era una catástrofe.
CAPÍTULO SEIS
Cassie permaneció en silencio con la mente acelerada. Sabía que la señora Rossi estaba esperando a que hablara y que cualquier vacilación levantaría sospechas, pero no tenía idea de qué decir.
La palabra “homicidio” sería suficiente para desalentar a cualquier empleador. Más allá de las circunstancias, cualquiera decidiría que no valía la pena el riesgo.
Cassie no podía culparlos. Comenzó a preguntarse si no era ella que atraía la mala suerte o si sus propias decisiones habían causado que ocurrieran esos horribles incidentes.
Su única opción era pasar por alto su experiencia reciente y enfocarse en el trabajo que había hecho en Estados Unidos.
Se aclaró la garganta antes de hablar.
–Me fui de casa cuando tenía dieciséis y solventé mis estudios universitarios trabajando más que nada como mesera —dijo ella.
No profundizó en las razones por las que se había ido, pero esperaba que ser independiente y autosuficiente ganara la aprobación de la señora Rossi. Para su alivio, la empresaria asintió con aprobación.
–Durante ese tiempo hice algunas tutorías ayudando a niños pequeños con sus estudios, y también trabajé en una guardería durante un breve periodo para cubrir una licencia maternal. No tengo antecedentes y tengo todos los permisos necesarios para trabajar, se lo puedo mostrar en mi teléfono. También tengo una referencia del restaurante en donde trabajé durante dos años, que dice que soy una trabajadora confiable que siempre se desvive para complacer a los clientes.
Afortunadamente, esos documentos habían sido parte de su primera solicitud de trabajo como niñera y tenía las copias guardadas en la red. Aunque el trabajo en el restaurante no era relevante, era su única referencia real.
–Excelente —dijo la señora Rossi.
–Desde que estoy en Europa he viajado un poco. Empecé trabajando como niñera para una familia en París. Luego los niños se mudaron al sur de Francia, por lo que pasé un tiempo en el Reino Unido en diciembre.
Cassie sentía el rostro acalorado. Su historia estaba plagada de incongruencias. Si la señora Rossi cuestionaba su versión, descubriría rápidamente que Cassie no le había contado toda la verdad. Pero, para su sorpresa, la empresaria parecía satisfecha.
–Te explicaré un poco el trasfondo de mi situación. Me divorcié hace unos meses, y aunque pude trabajar desde casa por un tiempo, el negocio se ha vuelto demasiado ajetreado ahora. Nos hemos expandido a varios mercados nuevos y hemos adquirido más marcas. Por supuesto que planeábamos este crecimiento, pero ocurrió más rápido de lo que esperábamos. Mi madre se mudará para aquí para cuidar de las niñas, pero necesita tiempo para prepararse y empacar. Así que te necesitaré por tres meses. Residirás aquí, por supuesto. Las niñas se comportan bien y tenemos una cocinera y un chofer, por lo que no será una gran carga de responsabilidad.
Cassie tragó.
–¿Cómo son las niñas? ¿Podría contarme más acerca de ellas, por favor?
–Dos niñas de ocho y nueve años. Nina es la mayor y Venetia la menor. Se comportan muy bien.
Como la señora Rossi parecía no tener mucho más que decir acerca de las niñas, Cassie se armó de coraje para preguntarle.
–¿Quizás podría conocerlas y ver si congeniamos antes de decidir?
No sabía si la señora Rossi consideraría irrespetuosa la pregunta, luego de haber puesto las manos en el fuego por el comportamiento de sus hijas.
La empresaria asintió.
–Por supuesto. Recién deben haber regresado de la escuela. Sígueme.
Se levantó y salió de la sala con Cassie siguiéndola apresuradamente.
Cassie estaba deslumbrada por el aire autoritario esta mujer. Si esto era lo que se necesitaba para dirigir una empresa internacional exitosa, no podía imaginarse jamás haciendo lo mismo. Jamás de los jamases. No era una persona de esa talla, no tenía la misma presencia autoritaria.
Afortunadamente, creía que le había agradado a la señora Rossi. En todo caso, no parecía producirle un desagrado implícito, que era lo que había percibido hacia sus empleados franceses.
Se dirigieron por la escalera de mármol hacia arriba. La casa estaba construida en forma de herradura con dos alas principales. Las habitaciones de las niñas estaban arriba, a la derecha de la herradura.
El clic de los tacos de Ottavia Rossi en el piso de azulejos hacía suficiente ruido para advertir a las niñas que estaba llegando, y Cassie se impresionó al ver a dos niñas de cabello oscuro salir de sus habitaciones y ubicarse una al lado de la otra, esperando, mientras se acercaban.
Llevaban vestidos elegantes de manga larga que parecían idénticos excepto por el color, uno era amarillo y el otro azul. Sus mocasines de colores vivos hicieron que Cassie se preguntara si Rossi Shoes tendría una línea para niños, y de ser así, si esos zapatos eran parte de esta.
–Niñas, quiero que conozcan a Cassie —dijo la señora Rossi—. Está aquí por una entrevista y quizás las esté cuidando en las próximas semanas. ¿Quizás quieran saludarla y responder sus preguntas?