–Buenas tardes, encantada de conocerte —dijeron las niñas al unísono y a Cassie le sorprendió que su inglés era excelente.
La niña más alta dio un paso adelante.
–Soy Nina.
Extendió una mano y Cassie la tomó sorprendida ante el saludo formal.
–Soy Venetia —dijo la menor.
Cassie le dio un apretón a su mano pequeña y cálida. Aunque esta organización le resultó un poco incómoda, y paradas formalmente en el corredor no era lo ideal para hablar y relajarse, sabía que necesitaba demostrar que era una persona simpática y agradable.
Les sonrío a las niñas.
–Ambas tienen nombres hermosos.
–Gracias —dijo Nina.
–¿Fueron a la escuela hoy?
Venetia parecía ansiosa por responder.
–Sí. Hacemos la tarea en la tarde. Es lo que estamos haciendo ahora.
–Vaya, son muy buenas niñas. ¿Cuál es su materia preferida en la escuela?
Las niñas intercambiaron una mirada.
–Inglés —dijo Nina.
Venetia hizo una pausa.
–A mí me gusta la matemática.
Cassie estaba asombrada. Claramente, esto era lo que se necesitaba para ser exitosa, disciplina y pasión por el estudio desde temprana edad. Podía ver que estas niñas ya seguían los pasos de su madre y podía visualizar el camino dorado de su futuro.
Supuso que estas niñas tenían oportunidades que ella nunca habría podido imaginar. Por un momento, Cassie se preguntó cómo sería nacer con un amor por el estudio y ser las herederas de un imperio de la moda.
–¿Qué hay de sus actividades? ¿Qué les gusta hacer afuera de la escuela?
Nuevamente, las niñas intercambiaron una mirada.
–Yo disfruto de mis clases de canto —dijo Nina.
–A mí me gusta montar a caballo. Ambas vamos a clase los domingos —agregó Venetia.
–Suena increíble —dijo Cassie y la impresión de sus vidas se amplió.
Estas niñas no solo eran motivadas e interesadas en el estudio, sino que también eran capaces de dedicarse a actividades con las que Cassie apenas había soñado poder solventar.
Se dio cuenta de que esta familia, en su hogar moderno y a la vez refinado, se parecía a las que ella leía en las revistas satinadas de la peluquería. Eran la élite de la sociedad y le resultaba excitante y bastante agobiante relacionarse con ellas.
El único defecto en su vida perfecta debió haber sido el divorcio, y Cassie se preguntó cómo habría sido el esposo de la señora Rossi. Era de suponer, al ver que el imperio Rossi estaba liderado por su lado de la familia, que ella había vuelto a su apellido de soltera luego del divorcio, o nunca lo había abandonado. Se preguntó si las niñas habrían estado traumatizadas por el divorcio y si pasarían tiempo con su padre. Estas eran preguntas que tenía que hacerle a la señora Rossi, o incluso a las niñas, pero no ahora.
Con sorpresa, Cassie se dio cuenta de que estaba pensando en el futuro, como si en su mente ya hubiese decidido aceptar el trabajo.
Las niñas la miraban con expectativa. No se había movido de sus posiciones. Era como si estuviesen esperando su permiso para marcharse, y la volvió a impresionar su autocontrol.
–Muchas gracias por hablar conmigo —dijo ella—. Ha sido un placer conocerlas. ¿Deben seguir con su tarea ahora?
–Vayan, niñas —dijo la señora Rossi, y desaparecieron hacia sus habitaciones.
Mientras volvían por el corredor, Cassie no pudo evitar halagarlas.
–Son asombrosas. Nunca conocí a niñas tan obedientes y disciplinadas. Y también con tanto amor por el estudio, debe estar muy orgullosa de ellas.
La señora Rossi parecía encantada mientras respondía.
–Son un trabajo en curso, como cualquier niño —dijo ella—. Algún día heredarán un negocio, por lo que me esfuerzo por inculcarles valores adecuados.
Descendieron por la alta escalera y volvieron al estudio.
–Entonces, ahora que has conocido a la familia, hablaremos de tu puesto —dijo ella—. Eres la primera en llegar; luego de la equivocación de Abigail con los empleos no pudimos contactarnos con muchos más candidatos. Pareces competente y las niñas parecen interactuar bien contigo. Si quisieras la asignación, te la puedo ofrecer. Deberás pasar tiempo con ellas luego de la escuela y los domingos. El horario escolar es de ocho a una y media, excepto cuando tienen actividades en la tarde.
Cassie respiró hondo. Se sintió halagada de que la señora Rossi pensara que era una persona con la talla suficiente para cuidar de sus dos hijas excepcionales. Ni siquiera le había preguntado los números de teléfono para verificar sus referencias.
–Considero que cada oportunidad abre una puerta —continuó la señora Rossi—. Si eres competente en este puesto, podrás tener otras oportunidades en el futuro. Ofrecemos puestos para pasantes regularmente, por lo que si quisieras quedarte en Italia por más tiempo luego de que finalice esta asignación y trabajar en el mundo de la moda, es muy probable que eso se pueda arreglar.
A Cassie el corazón le dio un vuelco. Esto era más que una asignación temporal. Podría ser la orientación de su futura carrera y una forma de aumentar las posibilidades de encontrar y reconectarse con Jacqui.
Se imaginó a ella y a su hermana, ambas con trabajos exitosos en la industria de la moda, rentando un apartamento espléndido en un vecindario pintoresco y costoso. Por la noche podrían hablar sobre sus días de trabajo, turnarse para cocinar antes de ir a la ciudad para bailar y disfrutar.
Cuanto más lo pensaba más entusiasmada estaba que esta asignación se hubiese cruzado en su camino. Ya que era mucho más que un simple trabajo como niñera, no había forma de que pudiera rechazarlo. Tendría que dedicarse en cuerpo y alma, y asegurarse de hacerlo perfectamente, porque era una oportunidad que le cambiaría la vida.
–Una pasantía suena excitante y es algo que me encantaría hacer en el futuro. Estaré encantada de aceptar el puesto de niñera ahora. Gracias por ofrecérmelo —dijo ella.
La señora Rossi sonrió levemente.
–En ese caso, estás contratada. ¿Trajiste tus pertenencias?
–Están en mi auto.
–Una de las criadas te ayudará a llevar todo a tu habitación. Esta noche, las niñas y yo visitaremos a mi madre, por lo que cenaremos en su casa. Es la noche libre de nuestra cocinera, pero hay un servicio de entrega de comida disponible. Los menús están en el cajón de la cocina. Ordena lo que quieras y llama desde nuestro teléfono de línea. Hacen las entregas en media hora y lo agregarán a nuestra cuenta.
–Gracias —dijo Cassie.
–Debo informarte acerca de una regla muy importante.
Se inclinó hacia delante y Cassie se encontró haciendo lo mismo.
–Por favor, no dejes que nadie entre a la casa a menos que haya confirmado quién es. Vivimos en un vecindario pudiente, pero desafortunadamente la delincuencia está en todos lados. Ya hemos sido el objetivo de asaltantes y ladrones. Con dos niñas, el secuestro y el tráfico siempre son una amenaza, por lo que necesito que estés al tanto. A menos que esperes una entrega, no permitas que entren extraños. ¿Lo entiendes?
Cassie asintió, sintiéndose nerviosa al pensar en que las niñas fueran un objetivo. Gracias a su experiencia reciente en el centro de Milán, sabía que este tipo de crimen era un riesgo real.
–Lo entiendo. Estaré alerta —dijo ella.
–Bien. Te veré mañana —confirmó la señora Rossi.
Tomó el intercomunicador, presionó un botón y habló breve y rápidamente en italiano antes de devolverlo a su lugar.
–La criada está en camino —le dijo a Cassie.
En ese momento, sonó el teléfono celular de la señora Rossi.
–Ciao —respondió ella en todo impaciente.
Presintió que sería maleducado e irrespetuoso escuchar la conversación, por lo que Cassie se levantó rápidamente y se dirigió hacia la puerta para esperar afuera a la criada.
Mientras dejaba la sala, escuchó a la señora Rossi decir severamente
–¿Abigail?
Cassie recordó que esa era la mujer que le había dicho que el empleo de niñera ya estaba ocupado.
Hubo una pausa y luego Cassie escuchó que hablaba de nuevo en voz alta y llena de furia.
–Te equivocaste, Abigail. Eso es inaceptable, al igual que tus disculpas. No vendrás a trabajar mañana. ¡Estás despedida!
CAPÍTULO SIETE
Cassie se alejó lentamente de la puerta de la oficina con la esperanza de que la señora Rossi no se hubiese dado cuenta de que ella había estado escuchando. Se sentía profundamente conmocionada. ¿La joven empleada había sido despedida por un malentendido en relación a un aviso de empleo?
Esa no podía ser toda la historia. Debía haber otras cosas que había hecho mal. En cualquier caso, eso esperaba Cassie. Se dio cuenta con un escalofrío que quizás esto era lo que se necesitaba para construir un imperio, y por eso tan poca gente lo lograba. Los errores y las excusas eran inaceptables. Eso quería decir que debía mantenerse alerta todo el tiempo y hacer lo posible para no equivocarse.
Se podía imaginar haciendo algo mal y que la señora Rossi le gritara palabras despiadadas y le ordenara que empacara sus cosas y se marchara. Había sonado furiosa, como una persona totalmente diferente. Cassie no pudo evitar sentir pena por la desafortunada Abigail, pero se recordó que no le correspondía juzgar la situación y no sabía nada del trasfondo de su relación.
Cassie se alegró al ver que llegaba la criada y que podía alejarse de la furiosa conversación unilateral que aún podía escuchar desde adentro de la oficina. La mujer uniformada hablaba en italiano, pero pudieron comunicarse por medio de señas.
Salieron del estacionamiento y la mujer le mostró a Cassie en dónde debía estacionar, en un área protegida detrás de la casa. Le entregó las llaves de la puerta de entrada con un control remoto que manejaba la puerta de hierro, y luego la ayudó a cargar sus bolsos al piso de arriba.
Cassie dobló a la derecha automáticamente, dirigiéndose hacia las habitaciones de las niñas, pero la criada la llamó.
–¡No! —le dijo, y Cassie se alegró de que esta palabra fuese la misma en italiano.
La criada apuntó al corredor del otro lado de la herradura.
Cassie cambió de dirección, confundida. Había asumido que su habitación estaría cerca de las de las niñas, para poder atenderlas si la necesitaban durante la noche. Del otro lado de esta casa enorme no podría escucharlas si lloraban. En realidad, la habitación de la señora Rossi, en el centro de la herradura, estaba más cerca.
Sin embargo, ya había visto lo independiente que eran las niñas para su edad, y quizás eso quería decir que no necesitaban ayuda durante la noche o, por el contrario, que tenían la seguridad suficiente para cruzar la casa e ir a llamarla.
Su enorme dormitorio con baño en suite estaba ubicado al final de la otra ala de la herradura. Miró por la ventana y vio que las habitaciones tenían vista al jardín y al patio, con una fuente decorativa en el centro.
Del otro lado podía ver las ventanas de los dormitorios de las niñas y, en realidad, a la luz del atardecer, podía distinguir la cabeza oscura de una de las niñas, sentada en un escritorio y ocupada con su tarea. Como las niñas tenían coletas idénticas y una altura similar, no podía adivinar cuál de ellas era y el respaldo de la silla no le permitía ver el vestido, lo que la hubiese ayudado. Aún así, era bueno saber que podía verlas desde su lejana habitación.
Cassie quería cruzar la herradura e ir a conocer mejor a las niñas, para asegurarse de empezar con el pie derecho con ellas.
Sin embargo, estaban haciendo su tarea y luego iban a salir con su madre, por lo que tendría que esperar.
En su lugar, Cassie desempacó y se aseguró de que su habitación y los armarios estuvieran ordenados.
La señora Rossi no le había preguntado si tomaba alguna medicación, por lo que Cassie no tuvo que mencionar todas las pastillas para la ansiedad que la mantenían estable.
Guardó las botellas fuera de vista en el fondo del cajón de su mesa de noche.
Cassie no había esperado que su primera noche en la casa estuviera sola. Se dirigió hacia la cocina vacía y buscó en los cajones hasta encontrar los menús.
El refrigerador estaba lleno de comida, pero Cassie no sabía si estaba reservada para futuras comidas y no había nadie a quién preguntarle. Todo el personal, incluyendo a la criada que la había ayudado, parecía haberse marchado por el día. Se sintió cohibida e incómoda al pensar en ordenar comida para ella a cuenta de la familia en su primera noche, pero decidió que era mejor seguir las órdenes de la señora Rossi.
Había un teléfono en la cocina, así que llamó a uno de los restaurantes de la zona y ordenó una lasaña y una Coca-Cola dietética. Media hora después, llegó. Cassie no quería entrar al comedor formal, así que exploró otros lugares. El área de la planta baja tenía muchos salones más pequeños y uno de ellos, que supuso era el comedor de las niñas, tenía una pequeña mesa con cuatro sillas.
Se sentó allí y comió su comida mientras estudiaba su libro de frases en italiano. Luego, agotada después de todo lo que había ocurrido ese día, se fue a la cama.
Justo antes de dormirse su teléfono vibró.
Era el simpático barman de la casa de huéspedes.
“¡Hola, Cassie! Creo que recuerdo en donde estaba trabajando Jaxs. El nombre de la ciudad es Bellagio. ¡Espero que esto ayude!”
Al leer el mensaje, la inundó la esperanza. Esta era la ciudad, la verdadera ciudad en donde su hermana se había quedado. ¿Habría trabajado allí? Cassie esperaba que se hubiese quedado en un alojamiento o en un hotel, ya que eso significaba que podría rastrearla. Empezaría su investigación en cuanto tuviera tiempo, y Cassie estaba segura de que obtendría resultados.
¿Cómo sería la ciudad? El nombre sonaba encantador. ¿Por qué Jacqui había elegido viajar allí?
Le surgían tantas preguntas sin respuestas en su mente que le tomó más tiempo de lo que esperaba conciliar el sueño.
Cuando finalmente lo hizo, soñó que estaba en esa ciudad. Era singular y pintoresca, con terrazas salientes y edificios de piedra color miel. Caminando por la calle, le preguntó a un transeúnte:
–¿En dónde puedo encontrar a mi hermana?
–Está allí —dijo él señalando la cima de la colina.
Mientras caminaba, Cassie comenzó preguntarse qué era lo que había allí arriba. Parecía estar alejado de todo. ¿Qué hacía Jacqui allí? ¿Por qué no había bajado encontrarse con Cassie, si sabía que su hermana estaba en la ciudad?
Finalmente y sin aliento, llegó a la cima de la colina, pero la torre había desaparecido y todo lo que podía ver era un lago enorme y oscuro. Sus aguas oscuras salpicaban los bordes de las piedras oscuras que lo rodeaban.
–Aquí estoy.
–¿En dónde?
La voz parecía venir desde un lugar lejano.
–Es demasiado tarde —susurró Jacqui con voz ronca y llena de tristeza—. Papá me alcanzó primero.
Horrorizada, Cassie se inclinó y miró hacia abajo.
Allí estaba Jacqui, tumbada en el fondo del agua oscura y fría.
Su cabello se arremolinaba alrededor de ella, sus miembros estaban blancos y sin vida, y cubrían como algas a las rocas afiladas mientras sus ojos ciegos miraban hacia arriba.
–¡No! —Gritó Cassie.
Se dio cuenta de que esta no era Jacqui y de que no estaba en Italia. Estaba de nuevo en Francia, mirando por encima del parapeto de piedra al cuerpo despatarrado más abajo. Esto no era un sueño, era un recuerdo. El vértigo se apoderó de ella, y Cassie se aferró a la roca, aterrorizada de que también se iba a caer porque se sentía tan débil e impotente.