–Porque ahora mismo son las dos de la madrugada en el Reino Unido, y tú solo me llamas cuando estás en pánico con algo. ¿Y qué? ¿Qué pasa?
El silencio que siguió bastó como confirmación de que Lacey había dado en el clavo.
–¿Mamá? —le invitó a que siguiera.
–He estado en casa de David… —empezó su madre.
–¿Qué? —exclamó Lacey—. Pero ¿por qué?
–Para conocer a Eda.
Lacey sintió una presión en el pecho. No hablaba en serio cuando le dijo a David que él, Eda y su madre podrían quedar para una sesión de manicura y pedicura. Pero por lo que parecía, ¡los tres estaban pasando tiempo juntos de verdad! El por qué de que una madre quisiera mantener una relación con el exmarido de su hija era algo que Lacey no lograba entender. ¡Era ridículo!
–¿Y? —dijo Lacey entre dientes—. ¿Cómo es ella?
–Parecía maja —dijo su madre—. Pero no te llamaba para eso. Davis dijo algo de la pensión conyugal…
Lacey no lo pudo evitar. Se burló.
–¿David te lo pidió? ¿Te pidió que me llamaras por lo del dinero? —No le hizo falta oír la respuesta de su madre porque era evidente, así que ella misma se respondió la pregunta—. Claro que lo hizo. Porque la única cosa que le importa a David es el dinero. Ah, y encontrar a alguien que esté deseando incubar a sus hijos.
–Lacey —dijo su madre con desaprobación.
Pero ahora Lacey estaba bastante despierta y bastante alerta.
–Bueno, ¿es verdad o no? Si no ¿por qué iba a comprometerse con una heredera multimillonaria veinteañera?
–¿Es por eso por lo que no le pagaste, cariño? —se oyó la voz de su madre desde el otro lado de la línea—. ¿Para vengarte de él por lo del compromiso?
–¡No lo hice a propósito! —exclamó Lacey. Ahora ya se estaba animando bastante. A su madre se le daba muy bien meterle el dedo en la llaga, e insinuar que ella había decidido no pagar la pensión matrimonial a David de forma premeditada la había enfurecido—. Hubo un retraso por parte del banco. Yo no me di cuenta de que era un lunes festivo y que no se completarían los pagos. Eso es todo.