Delitos Esotéricos - María Acosta 3 стр.


También los hombres habían sido escogidos entre los más aptos de la Polizia di Stato de las distintas provincias de Le Marche. Cada hombre estaba asociado a un perro, como su guía, por lo tanto debía ser no sólo un experto en la misma especialidad del animal sino que debía tener la paciencia de adiestrar y cuidar del propio perro como si fuese su hijo o una parte de sí mismo. Me sentí un poco desconcertada a la hora de proponer al inspector Santinelli que fuese mi ayudante. Habitualmente existen algunas dificultades en aceptar ser subordinado de una persona de la cual has sido el superior pero él había accedido de buen grado, ya fuese por su pasión por los perros, ya fuese por una posible fascinación que sintiese por mí, que nunca compartiría.

Al comienzo del verano de 1997 estábamos preparados para partir. La inauguración del destacamento había tenido lugar en presencia de importantes autoridades, el Prefecto, los Alcaldes de Ancona y de Falconara Marittima y funcionarios del Ministerio del Interior. Al acabar nuestra demostración de trabajo con los perros, en acciones simuladas de búsqueda de droga, de explosivos y de acciones dirigidas a capturar delincuentes, la jornada había concluido con una exhibición de los Frecce Tricolori3. Para mi consternación, única nota triste del día, me enteré de que esa era la última aparición en público en que participaba el jefe superior de policía Ianello, ahora ya próximo a la jubilación.

Con ni siquiera 26 años, en definitiva, tenía un cargo de responsabilidad y de gran satisfacción. Realmente el apoyo de Stefano, ya sea como médico de nuestros perros, ya sea como amigo de confianza, nunca había fallado. Todos los perros escogidos trabajaban a la perfección. Sólo con respecto al rottweiler me tuve que arrepentir de la elección.

―Para contener a la multitud ―me había advertido Stefano ―necesitas perros que monten una escena, que infundan temor en quien los tiene delante, ya sean los hinchas del estadio o los manifestantes en una plaza. Pero los perros no deben provocar nunca lesiones personales. El rottweiler es un traidor. Parece un bonachón, está allí tranquilo y te mira, parece que ni se preocupa por ti. Pero como te tenga a tiro, sin ni siquiera advertir con un gruñido, es capaz de destrozarte vivo. La fuerza de sus mandíbulas es superior a la de cualquiera otra raza de perros. Medida con el dinamómetro, la fuerza de su mordida llega a los 230 kilos con los 80 del pastor alemán y los 120 del mastín napolitano. Es, en la práctica, una máquina de guerra. ¡Jamás te fíes de él!

Para mi consternación, después de que Thor, este era el nombre que le había sido asignado, había sido el responsable de alguna fea broma adiestrándose con su guía, fue necesario reformarlo. Habitualmente un perro se reforma al acabar su carrera, cuando ya es muy viejo para llevar a cabo sus funciones y, en la mayor parte de los casos, el guía, que ya ahora tiene una relación particular con el perro, lo adopta y lo mantiene junto a él, al considerar, de hecho, que es un animal que todavía tiene unos años de vida. Si eso no ocurre, el perro reformado debe ser sometido a eutanasia, incluso porque no es concebible que perros adiestrados de esta manera acaben en manos de personas que no son de fiar. Era consciente de que el fin de Thor sería la inyección letal y no conseguía tranquilizarme, pero miraba a su guía, con el brazo todavía vendado y no podía asumir la responsabilidad de que eso ocurriese otra vez. Thor había sido sustituido enseguida por otro pastor alemán, esta vez escogido por mí en un criadero local. Lo cogería desde cachorro y lo adiestraría yo misma hasta el momento de asignarlo a un guía.

Aparte del desagradable episodio de Thor, las jornadas transcurrían veloces. Todos los días el equipo estaba ocupado en adiestrar por lo menos dos o tres horas, luego estaban los servicios, el control antidroga en la aduana del aeropuerto, los servicios durante la ferias y mercados en búsqueda de posibles carteristas o traficantes. A veces nos llamaban también de lugares distantes, para intervenir en protección civil, en ocasión de terremotos u otras calamidades naturales, para recuperar posibles supervivientes debajo de los escombros, o para la búsqueda de personas perdidas en la montaña, no sólo en ocasión de desprendimientos o avalanchas, sino también porque, a lo mejor, se habían extraviado durante una excursión. La fama de mi equipo, con el tiempo, había superado los límites de Le Marche y a menudo éramos llamados para servicios muy distantes de nuestra base. En el equipo faltaba un perro que supiese rastrear una pista, seguir los rastros, en definitiva, ayudar al policía también en una investigación, además de en una acción. Llegaría enseguida y sería mi Furia, un springer spaniel, hijo de una perra del inspector Santinelli.

El flujo de mis pensamientos fue, en un momento dado, interrumpido definitivamente, por la frenada del avión en la pista y por la consiguiente apertura de la puerta. Estaba a punto de comenzar un nuevo capítulo de mi vida.

1 Capítulo 2

Estaba intentando orientarme en la sala de llegadas del aeropuerto para comprender dónde estaba la cinta transportadora por la que llegarían mis maletas cuando un energúmeno con el uniforme de verano de la Polizia di Stato se acercó a mí con aire decidido. Una altura de al menos un metro noventa centímetros, pelo cortado a cepillo, ojos azules y perfectamente afeitado, los bícipes a duras penas podían ser contenidos por las mangas cortas del uniforme. Esbozó un saludo militar, luego, pensándolo mejor, me tendió la mano.

―¡Comisaria Ruggeri, imagino! Soy el inspector Mauro Giampieri y desde este momento estoy a su servicio. Tengo instrucciones precisas de parte del jefe superior de policía, debemos irnos enseguida a la escena de un crimen ocurrido esta noche en Triora, un pueblo en el interior de Imperia. Ya le he ordenado a un agente que retire su equipaje y lo lleve a la jefatura. Sígame, no tenemos tiempo que perder.

Estaba un poco mareada y lo seguí sin poner objeciones, aunque me hubiera gustado comenzar de una manera distinta, cogiendo un taxi hasta Imperia e instalarme en mi puesto de trabajo después de haberme refrescado un poco, por lo menos, en el hotel. Cuando luego vi el coche de color blanco y azul de la Polizia di Stato, en el aparcamiento reservado a las fuerzas del orden, hacia el que nos estábamos dirigiendo, no pude evitar sentir un escalofrío: un Lamborghini Gallardo nuevecito. Sabía que existía ese auto maravilloso, capaz de alcanzar una velocidad de 320 kilómetros por hora, equipado con un ordenador con distintas funciones, conectado por satélite a los archivos informáticos de la Criminalpol y de la Interpol, sólo por haber leído algo sobre esto en nuestras revistas.

―Creía que esta joya estaba reservada a la Polizia Stradale ―dije, intentando romper el hielo con el inspector que continuaba manteniendo su paso decidido. Cuando estábamos a unos pasos del coche, los cuatro intermitentes destellaron mientras emitían un bip.

―Este es distinto del que tiene la Polizia Stradale, no como modelo, sino por dotación y prestaciones. Tendré la oportunidad de explicarle muchas cosas mientras vamos de camino, ¡siéntese!

Cuando estuvimos en el coche, insertó una tarjeta en una fisura especial en el volante y compuso un código en un pequeño teclado numérico. Estaba a punto de pulsar el botón de marcha del motor pero se paró y comenzó a trastear con un contenedor.

―¡Su antebrazo derecho, Comisaria! Le inocularé un microchip que contiene ciertos detalles sobre usted, como datos personales, grupo sanguíneo, historial clínico pero que también funcionará como rastreador vía satélite si fuese necesario. Será un momento, no le dolerá. Estas son las órdenes, por desgracia. Yo también me he tenido que poner uno.

La pseudo disciplina militar me estaba poniendo de los nervios e inicié una protesta. ―¡No soy un perro que pueda perderse!

Con movimientos rápidos, abrió una bolsa estéril donde había un algodón embebido de desinfectante y luego, de otra, extrajo una jeringa con una aguja de gran calibre. A pesar de mis protestas, aferró mi brazo y puso en práctica el procedimiento.

―Mantenga el algodón presionado durante unos segundos y póngase el cinturón de seguridad. Nos vamos.

La aceleración pegó mi espalda al asiento del auto. El Lamborghini, en unos segundos, alcanzó una velocidad muy superior a la permitida por el código de circulación, en fin, se metió por la entrada de la autopista y se puso a viajar a una velocidad que rozaba los 200 kilómetros por hora.

―Usted, inspector, parece más un militar que un policía. No conozco su currículo pero creo que lo estudiaré con atención. De todos modos, dado que debemos trabajar juntos y yo siempre he odiado los formalismos, le propondría que nos tuteásemos y llamarnos por nuestros nombres de pila, yo soy Caterina.

Me respondió, relajándose un poco.

―Mauro. Le confieso… te confieso que en efecto, hasta hace unos meses, estaba en el ejército. He seguido al contingente italiano en misiones en el extranjero en varias ocasiones y hasta las últimas Navidades estaba destinado en Afganistán. Estaba en Nassirya en el 2003, en ocasión de la matanza de soldados italianos y me las apañé para no sufrir ni una herida. También he estado en Iraq y en Bosnia-Herzegovina. Todavía estoy muy habituado a la disciplina militar. De todos modos, soy experto en explosivos, lucha al terrorismo y a la guerrilla organizada, guía en condiciones extremas… Creo que el comisario jefe nos ha querido poner juntos para resolver un caso realmente escabroso, del que luego te hablaré. Mientras tanto, te ilustro sobre las características de este coche que por el momento no tiene paragón en Italia. Como ves, aquí sobre el salpicadero tenemos una pantalla de doce pulgadas que parece un navegador GPS pero que tiene muchas otras funciones. Es un auténtico ordenador que además de tener acceso a Internet por conexión satélite, nos permite consultar las bases de datos de la policía, no sólo la italiana, sino de todo el mundo. Eso es un pequeño escáner, conectado al sistema, en el cual podemos insertar las huellas digitales, tomadas con un trozo de cinta adhesiva, y comenzar una búsqueda sobre las bases de datos a las que estamos conectados. A la función de pantalla táctil, muy interesante para trabajar con el menú principal, podemos añadir las funciones de un teclado estándar, que extraeremos de ese cajetín de abajo. Abre el portaobjetos, encontrarás una pistola, que ya te ha sido asignada, y una PDA. Tanto tú como yo tenemos uno igual, con el cual nos podemos comunicar con el ordenador de a bordo del auto. También la PDA, como el microchip que nos hemos inoculado, permite a la central, y a uno de nosotros desde el coche, localizar nuestra posición exacta con sistema GPS.

―Cáspita, a juzgar por todo lo que me estás diciendo, la investigación que nos han asignado debería ser bastante arriesgada. ¡Ni siquiera el mítico agente 007 tiene toda esta tecnología a su disposición!

―Y realmente no te equivocas. Desde hace unos años en Triora se han constatado eventos extraños: desaparición de personas en circunstancias misteriosas, aparentemente sin dejar ningún rastro. Hasta ahora han investigado los carabinieri, sin llegar a ninguna parte. Sobre la principal sospechosa, una tal Aurora Della Rosa, que la gente del pueblo define como maga, o mejor, como bruja, nunca han conseguido recoger pruebas suficientes y, por lo tanto, están totalmente a oscuras. Esta noche, en el bosque cerca de Triora, se ha producido un incendio que ha llegado a amenazar la casa de la misma Aurora. Cuando acabaron las operaciones de extinción, los bomberos encontraron el cadáver carbonizado de una mujer. Creo que ya el médico legal y la científica están en el lugar. Esta vez nada de carabinieri y RIS

4

En efecto, después de algunos años de intenso trabajo con la unidad canina, el equipo consiguió llegar a estar tan bien adiestrado y ser tan eficiente que yo me pude permitir tener tiempo para mis cosas y volver a la facultad de Derecho en Macerata. Sabía que con la licenciatura podría aspirar a un importante avance en mi carrera pero no era esto lo que me empujaba a estudiar, sino mi innata pasión por la criminología, que sólo era superada por la de los perros. Me interesaban en particular los crímenes cometidos por los adeptos de las sectas llamadas esotéricas. Partiendo del episodio de las Bestie di Satana5, ocurrido unos años antes, en el que unos matones, para encubrir al asasino de una muchacha y despistar la investigación, habían escenificado misas negras y ritos satánicos, había comenzado a estudiar las auténticas sectas esotéricas. Había intentado llegar al fondo, para hacerme una idea de cuáles fuesen sus orígenes, que se perdían en la noche de los tiempos, para comprender qué se ocultaba detrás de sus ritos y de qué delitos eran culpables sus adeptos en el pasado, tanto cercano como lejano. En Italia, la Liguria era uno de los lugares donde se sabía que algunos adeptos todavía se reunían y practicaban en secreto sus rituales, que a veces preveían sacrificios de animales o de personas. La Inquisición había combatido a las sectas hasta bien entrado el siglo XVII, condenado a muerte a los seguidores con la acusación de herejía o de brujería. Todo esto me fascinaba de manera particular, así que, con mi tesis que tenía por título Sectas esotéricas y crímines perpetrados por sus adeptos, me licencié en julio del 2008 con la máxima puntuación.

Así que, justo en virtud de estos estudios míos, ahora, sin ni siquiera haber pasado un año desde la licenciatura, había sido llamada para cubrir el cargo de comisaria en el distrito de policía de Imperia, justo en aquella zona donde todavía existía una inmensa actividad ligada a las sectas.

A través de la ventanilla veía desfilar, uno tras otro, diversas salidas de la autopista. En unos pocos minutos estábamos ya más allá de la salida de Savona, para continuar a gran velocidad hacia Imperia.

―¿Por qué en todo esto los investigadores ven la sombra de las sectas? ―pregunté, dejando a un lado mis pensamientos ―En definitiva, si consideramos las Bestie di Satana, famosas en esta zona, podemos comprender perfectamente que son todo montajes y que el esoterismo no tiene nada que ver.

―En este caso, en cambio, hay elementos fundados para pensar en una secta, aunque toda la trama, que comenzó hace muchos años, permanece en la oscuridad. Nunca se han encontrado cadáveres, hasta el de hoy y, en base a este nuevo elemento, se puede comenzar a pensar que también las personas desaparecidas precedentemente hayan sido todas asesinadas, pero los delitos han sido tapados, en su momento, de manera impecable. Esta noche, quizás, ha ocurrido algo imprevisto y el asesino, o los asesinos, no han conseguido esconder el cadáver, como en los otros casos. Quizás han intentado echar a las llamas el cuerpo de la víctima pero un cambio imprevisto del viento, que por esta parte no es infrecuente, ha desencadenado un incendio descontrolado. Consideramos que fue la misma Aurora quien pidió ayuda porque su casa estaba siendo amenazada por el incendio.

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