Avanz? unos pasos, lenta y silenciosamente. Scaramouche se volvi? a Clim?ne sonriendo, y le devolvi? la palmatoria.
– Si nos dejas solos, querida Clim?ne, pedir? tu mano al se?or Binet como es debido.
La muchacha hizo mutis, algo confundida, pero m?s encantada que nunca. Scaramouche cerr? la puerta y se enfrent? al enfurecido Binet, que se hab?a hundido en un sill?n al lado de la mesa. En pie, delante de ?l, el joven dijo:
– Mi querido padre pol?tico. Te felicito. Esto significa un puesto en la Comedia Francesa para Clim?ne dentro de poco. T? tambi?n brillar?s en el firmamento de su gloria. Como padre de
CAP?TULO VII La conquista de Nantes
La Compa??a Binet debut? en Nantes -como puede a?n leerse en algunos ejemplares del
La pareja actu? a las mil maravillas, y sin duda a esto contribuy? considerablemente el hecho de que estuvieran tan nerviosos ante un p?blico tan numeroso. Polichinela se mostr? orgulloso e insistente; Colombina, indiferente, desfachatada y zumbona, actu? con gran astucia para sacar el mayor partido al soborno que se le ofrec?a. Las risas en el teatro se reiteraron augurando un ?xito total. Pero el se?or Binet, temblando entre bastidores, a?oraba las estruendosas carcajadas de los campesinos, que eran su p?blico habitual, y sus miedos no hac?an sino aumentar.
Apenas Polichinela sali? por la puerta, entr? Scaramouche por la ventana. Era una entrada tan sensacional, que por lo general entusiasmaba a los espectadores por su inesperada comicidad. Pero no fue as? en aquella ocasi?n. Pensando en eso al otro d?a, Scaramouche decidi? presentarse bajo un aspecto totalmente diferente. Suprimir?a todas las payasadas y chistes groseros con que hab?a deleitado a espectadores m?s r?sticos, y tratar?a de ser gracioso pero con sutileza. Presentar?a al p?blico el arquetipo de un gran brib?n c?mico, reservado, con cierta dignidad, que mostrara un rostro solemne y expresara un humor atractivo pero sin chocarrer?as. Probablemente el p?blico tardar?a m?s en comprenderlo y descubrirlo, pero al final les gustar?a m?s.
Coherente con este plan, actu? haciendo de amigo y aliado de L?andre, el enfermo de amor, a quien daba noticias de Clim?ne siempre buscando la ocasi?n de conquistar a Colombina, y su otro designio, nada honrado: la bolsa de dinero de Pantalone. Tambi?n cambi? el traje de Scaramouche. Acuchill? de rojo el jub?n negro, un poco a lo Enrique III. El tradicional gorro de terciopelo negro se transform? en un sombrero c?nico, con el ala vuelta hacia arriba y una pluma a la izquierda. Y su inseparable guitarra desapareci?.
Tras asistir a todas estas transformaciones, el se?or Binet esperaba desesperadamente que estallara la risa que siempre saludaba la aparici?n en escena de Scaramouche. Pero no hubo risas y su desaliento fue total. Pronto advirti? algo inusitadamente alarmante en la actuaci?n de Scaramouche. Como de costumbre, el actor chapurreaba aquel franc?s con acento espa?ol, pero ahora no pronunciaba ninguna de las frases groseras que hac?an las delicias del p?blico.
Desesperado, se retorci? las manos.
– Nos ha arruinado -se dijo-, y esto me pasa por ser tan imb?cil y cederle el control de todo.
Pero el se?or Binet se equivocaba de medio a medio. Cosa que advirti? cuando poco despu?s le toc? salir a escena y se encontr? con un p?blico atento y la satisfacci?n reflejada en todos los rostros. No obstante, s?lo se sinti? seguro de que saldr?an de all? con vida cuando oy? los aplausos atronadores al caer el tel?n en el primer acto.
Por suerte el papel de Pantalone en
El ?xito de Scaramouche no se limit? al p?blico. Al final de la funci?n, sus compa?eros le recibieron con una ovaci?n en el gran vest?bulo del teatro. Su talento, sus recursos y energ?as hab?an convertido aquella
F?garo Scaramouche,
– No puedo.
– Si fueras mi hija, Clim?ne, y gracias a Dios que no lo eres, detestar?a al hombre que te separase de m?. ?Pobre Pantalone! Cuando le dije que quer?a casarme contigo, me llam? «bandido».
– Y ten?a raz?n. Scaramouche siempre ha sido un mentiroso y un bandido.
– Forma parte de la naturaleza de mi personaje -dijo ?l-. Tu padre siempre ha querido que actuemos seg?n nuestro propio temperamento.
– S?. Por eso t?, al igual que Scaramouche, tomas cuanto deseas -dijo ella con una expresi?n a medias cari?osa y a medias t?mida.
– Es posible -dijo ?l-. Es verdad que le arranqu? a la fuerza el consentimiento para nuestro matrimonio. No quise esperar a que me lo diera. De hecho, cuando se neg?, se lo arrebat?, y si ahora quiere quit?rmelo, lo desafiar?. Me parece que esto es lo que m?s le duele.
Clim?ne se ech? a re?r y empez? a responderle animadamente. Pero ?l no pudo o?r ni una sola palabra de lo que dec?a. A trav?s de los coches que iban y ven?an por los muelles, un carruaje, cuyo techo era casi todo de cristal, se acercaba a ellos. Dos magn?ficos caballos tiraban de ?l y el cochero iba elegantemente vestido.
En el coche iba sola una joven esbelta con un abrigo de pieles, y su rostro era de una delicada belleza. La joven se asom? a la ventanilla, boquiabierta y con los ojos clavados en Scaramouche, quien se qued? mudo, inm?vil.
Clim?ne, a mitad de su frase, tambi?n se detuvo tirando de la manga de su prometido.
– ?Qu? sucede, Scaramouche?
Pero ?l no contest?. Y en ese momento, el cochero, a quien la joven hab?a avisado, detuvo el carruaje junto a ellos. Al ver el espl?ndido coche, las blasonadas portezuelas, el majestuoso cochero y el lacayo de blancas medias de seda que inmediatamente salt? al detenerse el veh?culo, su refinada ocupante le pareci? a Clim?ne una princesa de cuento de hadas. Ahora aquella princesa, inclin?ndose, con los ojos resplandecientes y las mejillas ruborizadas, le tend?a a Scaramouche una mano exquisitamente enguantada.
– ?Andr?-Louis! -le llam?.
Scaramouche tom? la mano de aquella egregia criatura del mismo modo que hubiera tomado la de Clim?ne, con unos ojos radiantes que reflejaban la alegr?a de la dama del coche y una voz que hac?a eco a la alborozada sorpresa que tintineaba en la de aquella joven, ?l la llam? familiarmente por su nombre, como ella hab?a hecho con ?l:
– ?Aline!
CAP?TULO VIII
– ?Abrid la puerta! -orden? Aline a su lacayo. Y despu?s, a Andr?-Louis-: ?Sube, si?ntate a mi lado! -Un momento, Aline.
Scaramouche se volvi? a su novia, que no sal?a de su estupor, lo mismo que Arlequ?n y Colombina, que ven?an atr?s y en ese momento llegaban junto al carruaje.
– ?Me permites, Clim?ne? -dijo ?l m?s como orden que como ruego-. Afortunadamente no est?s sola, Arlequ?n y Colombina te har?n compa??a. ?Hasta la vista, esp?rame para comer! Y sin esperar respuesta, subi? al coche. El lacayo cerr? la portezuela, el cochero hizo restallar el l?tigo, y el carruaje parti? a lo largo del muelle, dejando atr?s a los tres c?micos boquiabiertos. Entonces, Arlequ?n solt? una carcajada. -Nuestro Scaramouche es un pr?ncipe disfrazado -dijo. Colombina aplaudi? mientras dec?a risue?amente: -?Esto es como una novela para ti, Clim?ne! ?Qu? maravilloso!
Clim?ne depuso el ce?o y su resentimiento devino turbaci?n.
– Pero ?qui?n es ella?
– Por supuesto, su hermana -dijo Arlequ?n de lo m?s seguro.
– ?Su hermana? ?Y t? c?mo lo sabes?
– Yo s? lo que ?l te dir? cuando vuelva.
– Pero ?por qu??
– Porque no le creer?as si te dijera que esa dama es su madre.
Mientras ve?an alejarse el lujoso carruaje, caminaron en la misma direcci?n. Dentro del coche Aline miraba a Andr?-Louis muy seria, con la boca ligeramente crispada y frunciendo las cejas.
– Te codeas con gente muy exc?ntrica -fue lo primero que dijo-. Si no me equivoco, la que te acompa?aba era la se?orita Binet del Teatro Feydau.
– No te equivocas. Pero no sab?a que la se?orita Binet fuera ya tan famosa.
– ?Oh! ?Y eso qu? importa?… -Aline se encogi? de hombros, y con tono desde?oso, explic?-: Lo que pasa es que anoche estuve en la funci?n. Por eso la he reconocido. -?Estuviste anoche en el Teatro Feydau? ?No te vi!
– ?T? tambi?n estabas all??
– ?Que si estaba? -grit? ?l para luego cambiar abruptamente de tono-: S?, estaba all?.
En cierto modo le repugnaba confesar que hab?a descendido a lo que ella considerar?a poco menos que los bajos fondos, pero al mismo tiempo estaba satisfecho de comprobar que su disfraz y su voz le hac?an irreconocible incluso para alguien como Aline, que lo conoc?a desde ni?o.